ISSN electrónico: 2145-9355 Nº 27 enero- junio de 2007 Fecha de recepción: 15 de junio de 2007 Fecha de aceptación: 7 de julio de 2007

EDITORIAL

NUEVOS RETOS PARA LA CALIDAD EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR DE EXCELENCIA

Silvia M. Gloria De Vivo
Decana
División de Ciencias Jurídicas Universidad del Norte

Son muchos los entendidos que los educadores tenemos acerca de la calidad, a la que consideramos, no sólo una propiedad que nos permite juzgar el valor de algo, sino más un proceso permanentemente inconcluso de búsqueda de una categoría positiva, como es la excelencia, siempre deseable y diferenciadora; es la medida en que nos acercamos al ideal de excelencia que se construye colectivamente a lo largo del tiempo.

La constante búsqueda de esa excelencia inacabada hace que el concepto de calidad sea en sí mismo dinámico, pues en la medida en que nuestro concepto de excelencia evolucione, se transforme, así también cambiará el entendido de la calidad. De esta forma, lo que teníamos por algo de "alta calidad" hace veinte años no es lo mismo que entendemos hoy, ni tampoco lo que entenderemos en veinte años más.

Concretamente, en materia de educación superior, el concepto de "alta calidad", es decir, los aspectos que permiten catalogar a una institución o un programa académico como de excelencia, han sufrido grandes cambios. En nuestros días, para ser consideradas de alta calidad, las instituciones y programas deben poseer un sinnúmero de características que den cuenta de la forma en que están realizando su labor y las sitúen a muy corta distancia de ese siempre cambiante grado óptimo de la excelencia.

En Colombia, cada día más instituciones y programas académicos de educación superior cuentan con acreditaciones de calidad, que no son más que el reconocimiento público de la excelencia que hace, en la mayoría de los casos el Estado, o entidades especializadas en su evaluación y certificación. De alguna forma, los procesos de acreditación de calidad con que contamos valoran nuestro actual entendido de la excelencia, pero no pueden proyectarse y exigir características que nuestras instituciones y programas sólo requerirán en el futuro.

Sin embargo, ese es el compromiso de la Universidad de excelencia: además del cumplimiento de las características que se constituyen en lineamientos para la acreditación de alta calidad, debemos ser visionarios y anticiparnos a lo que la sociedad requerirá mañana de nosotros, para, en esa medida, planear nuestro futuro.

En este momento, la Universidad del Norte, bajo el activo liderazgo de su Rector, Doctor Jesús Ferro Bayona, y de su Consejo Directivo, está haciendo un ejercicio colectivo de planeación estratégica para el período 2008-2012, cuyo propósito es, precisamente, proyectar la institución hacia el futuro. Aunque el período para el cual se planea es de cinco años, las comisiones de trabajo se han dado a la tarea de revisar la historia de la institución y de su entorno desde su constitución misma, hace 41 años; todo ello con el fin de hacer un diagnóstico de la manera en que hemos venido cambiando, además de la pertinencia y oportunidad de las orientaciones que cada cinco años hemos atendido internamente, frente al desarrollo de la educación superior en Colombia y el mundo.

El proceso de planeación institucional involucra como actores a todos los estamentos de la comunidad académica: directivos, profesores, estudiantes, egresados, funcionarios administrativos e inclusive consulta a empresarios, gobernantes, líderes ciudadanos nacionales y extranjeros y, en general, personas que puedan apoyarnos asertivamente en la construcción de nuestro futuro.

Hemos revisado incontables documentos, hecho entrevistas y revisado modelos, necesidades y tendencias en materia educativa, que nos han dado una nueva visión de las cosas, que esperamos nos oriente en la identificación de nuestros próximos roles en la dinámica social, nacional y mundial.

La internacionalización y la responsabilidad social son algunas de las características que se nos revelan como de mayor importancia en los días por venir, pero con alcances muy superiores a los que hasta ahora les hemos dado: requerimos trabajar en un proceso de internacionalización que nos lleve a orientar los procesos educativos, en todas las disciplinas, al dominio de varias culturas, a la comprensión y el respeto por la diversidad, al diseño y aplicación de reglas globales, a la construcción de una propiedad mundial del conocimiento, a la conciencia universal, a la preservación del medio ambiente, a la gestión de la información, entre otros muchos aspectos.

Y en lo que a la responsabilidad social se refiere, estamos convencidos de que tenemos que trabajar una nueva concepción de ella, como eje fundamental en la formación de profesionales: debemos concentrarnos en formar profesionales competentes, no sólo para conocer muy bien su entorno, sino también para desarrollar su potencial emprendedor, así como una clara conciencia y compromiso con el deber que todos tenemos en la construcción social. Debemos integrar a los futuros profesionales con las comunidades, hacerlos parte de los problemas y potencialidades de sus regiones y darles como herramientas experiencias mundiales orientadoras, que puedan motivar el diseño de estrategias innovadoras que nos permitan un mayor grado de bienestar colectivo.

Pero uno de los aspectos más importantes que en nuestro ejercicio identificamos como deber de la universidad de excelencia, de cara al futuro, es la formación humanística de nuestros futuros profesionales: pero una formación que, además de los tradicionales componentes teóricos de la filosofía, la sociología, la historia y la antropología, permita que los jóvenes se integren activamente a procesos de crecimiento de sus dimensiones axiológicas, en una dinámica para la re-construcción colectiva de valores de la que ellos puedan sentirse parte activa.

El deber de la universidad de excelencia es hacer de la calidad un permanente reto, que no admita limitaciones y que no termine con el cumplimiento cabal de las características que son verificadas en los procesos de acreditación. Un reto que nos lleve a liderar acciones educativas que permitan a nuestras nuevas generaciones construir un mejor país, a partir de su condición de ciudadanos del mundo.