Considerando los efectos del consumo en la calidad de vida y el crecimiento económico, así
como en la generación de contaminación y gastos de energía, reviste importancia profundizar
en su análisis en el marco de la expansión del consumo en Latinoamérica y el Caribe.
Desde la Gran Depresión de la década de 1930 y en la búsqueda de definir qué determina el
producto de la economía, John Maynard Keynes se constituyó en el pionero del análisis del
consumo, especificando una función que expresa la interacción entre las variables consumo
e ingreso (Monges, 2000). Básicamente, la principal hipótesis del modelo keynesiano es que
el ingreso real es el determinante más importante del consumo en el corto plazo (Ianole y
Druica, 2015).
Keynes (2001) planteó en la “La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero” que la
que las personas están dispuestas, por regla general y en promedio, a aumentar su consumo
a medida que su ingreso crece, aunque no tanto como el crecimiento de su ingreso. En
consecuencia, la variación en el consumo y el ingreso tienen el mismo signo, pero la variación
en el consumo es menor.
Por varios años el modelo keynesiano dominó el análisis económico del consumo. Con
posterioridad, ciertos estudios empíricos constataron algunas irregularidades de la función
keynesiana y fueron surgiendo modelos alternativos con la introducción de otras variables
explicativas. En este sentido, Irving Fisher argumenta la noción de que el consumidor
anticipa su ingreso futuro y se enfrenta a elecciones intertemporales (Ángel, 2012).
El análisis de Fisher fue la base de las dos teorías modernas básicas del consumo: la teoría
de la “renta permanente”, relacionada con Milton Friedman, premio Nobel de Economía
1976; y la teoría del “ciclo vital”, relacionada con Franco Modigliani, Nobel de Economía
1985, ambas parecidas y enfocadas en los fundamentos microeconómicos.
Friedman y Modigliani principalmente difieren en la manera en que las fuentes del ingreso
son consideradas, con lo cual aparecen otras variables explicativas del consumo: la riqueza
o activo de los hogares y la demografía o ciclo de vida. De esta forma, las teorías del ingreso
permanente y del ciclo vital sugieren una propensión marginal a consumir la renta actual
mucho menor que la que se estima a partir del modelo keynesiano (Ángel, 2012).
Tanto el modelo del ciclo de vida como el de la renta permanente se basan en que el consumo
en un periodo particular depende de las expectativas sobre el ingreso para toda la vida y no
solo del ingreso del periodo en curso. Estos análisis dan énfasis a la forma en que las familias
reparten su ingreso entre consumo y ahorro para maximizar su utilidad. La elección depende
así no solamente del ingreso corriente, como en el modelo keynesiano, sino también del
ingreso futuro esperado y de la tasa de interés (Sachs y Larraín, 1994).
Por otra parte, a fines de 1970 Robert Hall resalta las dos teorías citadas como las más
aceptadas y deriva sus primeras implicaciones basado en la idea de las expectativas racionales
de Robert Lucas, premio Nobel de Economía 1995. Hall demuestra que, si la hipótesis de la
renta permanente fuera exacta y los agentes tuvieran expectativas racionales, los cambios del
consumo en el tiempo serían imprevisibles, concluyendo que el consumo seguiría un paseo
aleatorio. Si bien la investigación de Hall es de importancia y empíricamente válida, se