Economía del Caribe

ISSN electronico 2145—9363
ISSN impreso 2011—2106
N°.19, enero — junio de 2017
Fecha de recepción: octubre 2016
Fecha de aceptación: marzo 2017
DOI: http://dx.doi.org/10.14482/ecoca.19.9746


Los estudios culturales como una aproximación a la investigación sobre las instituciones económicas a partir de las premisas del desarrollo

Cultural studies as an approach to research on economic institutions from development premises

Jorge Andrés Gutiérrez del Castillo*

* Comunicador Social y Periodista de la Universidad del Norte, Mg Comunicación de la Universidad de Puerto Rico y estudiante becado del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad del Norte. jdelcastil@uninorte.edu.co


Resumen

Este artículo responde a una revisión que discute entre la metodología y la teoría para evaluar la forma en que los estudios culturales pueden servir como una forma de entendimiento cualitativo para analizar las instituciones económicas. De esta forma, el texto parte de debatir la mirada cualitativa como un escenario de estudio que profundiza sobre elementos antropológicos que sirven para comprender procesos humanos tan relevantes para los sistemas económicos. En este sentido, las instituciones, entendidas desde estos términos, se caracterizan por ser fundamentalmente propuestas culturales que crecen y cambian siguiendo patrones sociales que las definen y establecen dentro de los pilares de desarrollos de las sociedades contemporáneas.

Palabras clave: estudios culturales, metodología, instituciones económicas.

Clasificación JEL: C16, L83, N36, O10, O15.


Abstract

The following article responds to a version that discusses between the theory and mythology to evaluate the way in which the cultural studies can serve as a form of qualitative understanding to analyze the economic institutions. In this manner, the text begins by debating the qualitative point of view as a scenario of study that portrays on anthropological elements which work to comprehend human processes, relevant to the economic systems. In this sense the institutions, understood from these terms, are characterized for being mainly cultural proposals that grow and change following social patterns which define and establishes in the pillar of social contemporary growth.

Keywords: cultural studies, methodology, economic institutions.

JEL Codes: C16, L83, N36, O10, O15.


1. INTRODUCCIÓN

Cuando en 1898 Thorstein Veblen publica el artículo “Why is Economics Not an Evolutionary Science?” realiza una importante sentencia acerca de la forma como se han abordado las dinámicas que componen los campos teóricos y metodológicos de las ciencias económicas. Su cuestionamiento es un reproche que amonesta la manera en que la economía se ha quedado aislada y, por ende, rezagada frente a otras disciplinas. Lo interesante de esta reflexión es que para Veblen es determinante evaluar estos parámetros, pues entiende que existe un valor antropológico que es sustancial para revisar los componentes metodológicos con los cuales se han abordada las ciencias económicas. Comprender a Veblen es el primer paso en la revisión del concepto de las instituciones, no porque aquí se vaya a plantear una discusión que no se haya abordado anteriormente, sino porque fundamentalmente se revisarán los estudios culturales como una aproximación para entender, desde el método, las instituciones económicas desde su componente humano y social.

El valor cultural es intrínseco al estudio de las estructuras sociales, y la economía no es ajena a esto. Por ejemplo, Veblen señala que el ser humano responde a una estructura cambiante de acuerdo con sus hábitos y propensiones según la búsqueda de una realización. Según esto, la actividad económica es coherente con los deseos y la vida del individuo; es un proceso acumulativo de adaptación, de hábitos traídos del pasado y las circunstancias de la vida misma. Bajo esta premisa, el ser humano es la base de todo criterio económico y la actividad no debe limitarse a la relación causa—efecto como relación de la verdad que caracteriza a los métodos científicos modernos. Esta mirada es parcial, y en muchos sentidos excluyente, puesto que al ser una ciencia que aborda situaciones sociales o que comprometen directamente el actuar cotidiano de los diferentes grupos humanos, dicho abordaje debe hacerse desde la pluralidad, con el fin de encontrar otras dinámicas metodológicas que amplíen la relación entre las ciencias sociales y la economía.

Entender lo anterior desde el concepto de las instituciones significa también que no se habla de una sola economía, sino de economías que se suscriben a los procesos de desarrollo humano. Al respecto, Geoffrey Hodgson (2006) inspirado en Searle señala que

…las representaciones mentales de una institución y sus reglas forman parte de esta institución, dado que una institución puede existir solo si su gente tiene creencias particulares y actitudes mentales relacionadas. Por lo tanto, una institución es un tipo especial de estructura social que implica reglas potencialmente codificables y normativas (evidentes o inherentes) de interpretación y comportamiento. Algunas de estas reglas se refieren a símbolos o significados. (p. 25).

Para el autor, esto es un reflejo del interés por comprender la Teoría Económica Institucional a través de otras disciplinas. En este sentido, al entrar en la discusión sobre las formas del pensamiento económico a partir del concepto de las Instituciones, se presenta también una reflexión acerca de la organización de la sociedad, no tanto desde el estudio de los sistemas, el mercado y el capital, sino como una propuesta política que, desde la economía, estudie la condición humana de la sociedad.

Los primeros economistas institucionales, en la tradición de Thorstein Veblen y John R. Commons, concibieron las instituciones como un tipo especial de estructura social con el potencial de lograr cambios en los agentes, incluyendo cambios en sus propósitos o preferencias. (Hodgson, 2006, p.23).

Desde esta perspectiva, los tintes metodológicos para estudiar la economía institucional deben dialogar en diferentes campos, pues se trata de una propuesta para abordar la sociedad a partir de sus estructuras políticas, sociales y, sobre todo, culturales. Con esto presente, la propuesta de este artículo se desarrolla a partir de un acercamiento a los estudios culturales como una reflexión que considera este campo de investigación un ejercicio que permite entender los procesos culturales que atraviesan las dinámicas y la organización de las instituciones. Esta premisa sigue la articulación entre los procesos socioculturales y las formas de interacción humana como puentes que establecen las reglas de juego en una sociedad. (North, 1990). De esta forma se entiende que este concepto (sociocultural) es una forma de articulación entre lo simbólico y lo material, una dualidad como parte del intercambio entre lo humano1, la acción, el resultado, pues dicho así y, siguiendo las palabras de North, es un escenario cambiante atravesado por individuos que eligen y se organizan a partir de modelos derivados subjetivamente.

Esta postura tiene como punto de partida los planteamientos de la antropóloga Rossana Reguillo (2004), quien a partir de una revisión crítica sobre los estudios culturales observa un escenario de investigación con la posibilidad de acceder a una fuerza productiva de significación en la que los actores (y sus subjetividades) responden a procesos establecidos a partir de parámetros sociales. Se trata de investigar sobre las relaciones que se originan desde el orden simbólico como un ejercicio que busca observar los mecanismos desde los cuales se configuran las instituciones de la sociedad. Así, para Reguillo, desde los estudios culturales se puede acceder a formas de organización humana, un espacio que, haciendo eco en las palabras de la autora, se constituye en

… el lugar donde se tocan y se afectan las estructuras sociales y objetivas y los procesos simbólicos, lugar de cruce de los sistemas como fuerza productiva y constrictiva con la capacidad de agencia de los actores sociales que desde la subjetividad son capaces de apropiarse, negociar o resistir el sistema; lugar de interfase entre la reproducción y la capacidad de transformación e imaginación social. (p. 9).

Dicho así, la obra de North (2007) se vuelve pertinente pues, como se trabaja aquí, permite un análisis de la importancia de los estudios culturales a partir de las relaciones sociales, económicas y políticas que se conforman en las instituciones. Aunque es claro que North no trabaja explícitamente en este campo de estudio, su propuesta sobre el cambio institucional, es una renovación de la manera de abordar la historia económica y el modo en que evolucionan las sociedades. Señalar entonces esto, es acercar la reflexión sobre las formas de organización de las instituciones, prestando atención a los fenómenos de re—significación propios de los campos de estudios culturales. Se trata de una revisión manifestada por Veblen (1989) sobre la necesidad de que en el estudio de las instituciones se radique primero la comprensión del tejido social antes que las teorías de la economía tradicional. Si bien con esto Veblen intenta presentar una teoría institucional basada en el ser humano, el enfoque cultural se limita únicamente a la parte social del individuo. (Parada, 2011). Veblen planteó para su época una arriesgada reflexión sobre las ciencias y el método en la que la naturaleza humana es el epicentro de la teoría económica y desarrollo social. En este sentido, el desafío de la economía desde Veblen se concentra en la condición humana como análisis de los procesos sociales que determinan las teorías económicas. Se trata de la apertura a la tradición hermenéutica dentro de los estudios de la economía institucional (Parada, 2011). Esto, frente a los términos de las ciencias sociales, significó un abordaje interdisciplinar que permite comprender las instituciones como un proyecto en el que se observan múltiples estructuras sociales que dialogan en la formación de universos que, más que centrarse en la existencia de los hechos, siguen los hábitos del pensamiento humano para entender la teoría económica.

Con esto presente, uno de los puntos por reseñar en este artículo es el debate sobre los métodos de investigación que ha caracterizado a las ciencias modernas (y, por ende, toda la raíz de las ciencias sociales). Son muchos los diálogos que se complementan y cruzan desde las diferentes disciplinas y campos de estudios dentro de las ciencias sociales y humanas. Tal vez por ello, al plantear una reflexión sobre la elaboración de un método, se tome como punto de partida una aproximación epistemológica que permita a la investigación ubicarse en un enfoque paradigmático (siguiendo los términos de Kunh) como respuesta al universo de estudio del que se espera lograr un conocimiento. Es entonces importante señalar que las ciencias forman parte de un sistema de representaciones en el que el sujeto siempre es atravesado por el conocimiento como mecanismo de apropiación de experiencias que parten de procesos subjetivos. Tal vez esta sea la clave de los estudios culturales, pues se trata de un ethos del conocimiento que entiende al sujeto y su sentido como primera medida, antes que un panorama de lo fáctico o medible como la primera forma de entender el mundo.2

Así, al pensar las instituciones desde los estudios culturales, también se plantea una propuesta del método con objeto de percibir la construcción social por sus evocaciones3 (Tyler, 1998) antes que por sus deducciones empíricas. En este sentido, se dibuja aquí una reflexión sobre una forma de estudiar las Instituciones a partir de representaciones sociales que no son estáticas, sino que mutan por sus simbologías y ejes culturales.

2. SOBRE LOS ESTUDIOS CULTURALES, LAS INSTITUCIONES Y LAS CIENCIAS MODERNAS

Es mucho lo que se puede discutir a partir de los estudios culturales. Teóricos como Raymond Williams, Stuart Hall, Immanuel Wallerstein, Néstor García Canclini y Jesús Martín—Barbero han planteado diferentes discusiones en torno a este campo de estudio que ha permitido abordar los fenómenos sociales desde un universo mucho más dinámico y plural. Sin embargo, no es propósito de este escrito reseñar nuevamente lo que ya se ha planteado, sino entender la discusión a partir de la crítica que se ha generado como origen de este tipo de estudio y comprender estas afirmaciones a partir del estudio de las Instituciones Económicas.

En el texto Desarrollo a Escala Humana Max—Neef plantea una profunda crítica a la forma como la economía ha dado prioridad al desarrollo del mercado antes que al del ser humano. Aunque sus planteamientos podrían resultar utópicos, es importante rescatar de su escrito el llamado de atención sobre la manera como se comprende la crisis de Latinoamérica. Para este autor, el dilema consiste en que no se comprende lo que significa comprender.

El describir y el explicar se vinculan al conocimiento que es materia de las ciencias. El comprender, en cambio es una forma de iluminación respecto de la esencia y del sentido de las cosas y, por lo tanto, más que contribuir al incremento del conocimiento, es generador de sabiduría”. (p.126).

Lo relevante de esta premisa es que abre la reflexión sobre la manera de formular un problema y ayuda a definir el método sobre el cual se desarrolla una investigación. Sin embargo, sus palabras encierran, además, una reflexión sobre los esquemas que han determinado la búsqueda de conocimiento desde las ciencias modernas.

Por ejemplo, en medio del “Siglo de las luces”, la sociedad moderna se construye desde el sujeto crítico y con la libertad de un pensamiento opuesto a las antiguas represiones premodernas. Esto permite que la razón emerja como argumento principal de todo conocimiento y se convierte en el ethos de la verdad y el anhelo de certidumbre de una sociedad moderna distanciada de las parábolas de la Iglesia medieval. Para este tiempo, los metarrelatos religiosos se desgastan como “la fuente sagrada” productora de la verdad4 y dan paso a una realidad que, dentro del paradigma positivista, descarta como objeto de estudio todo aquello que no puede medirse u observarse con exactitud. (Hernández Sampieri, Fernández Collado, y Baptista Lucio, 2010).

Es esto lo que se convierte en la base de las ciencias modernas: una producción de conocimiento empírico que recae sobre lo comprobable, homogéneo, experimental y tangible, e igualmente, abre la puerta a una sociedad que crece con este paradigma como su pilar de desarrollo. En esta medida, el sujeto moderno concibe al mundo dentro de parámetros objetivos como método que justifica y leS da sentido a los fenómenos del entorno, las ciencias naturales y, eventualmente, de la sociedad misma. Se trata de un proyecto que, anclado en las ideas de libertad de la Revolución francesa, da entrada a un individuo que prefiere la lógica y la razón para sentar las bases de su futuro y así mismo de la modernidad contemporánea.

Sin embargo, los estudios culturales, al estar enraizados en los métodos de estudio de las ciencias sociales, deben partir de proponer una mirada pluralizada de la realidad, debido a que aspectos como la amplitud de la muestra, las estadísticas y la medición como método único solo se traducen en un conocimiento parcial. En términos de Max—Neef (2000), se trata de una percepción del mundo que utiliza teorías simplistas para la interpretación de realidades socialmente complejas. Un sistema que le asigna valor a lo económico “en contraposición a otros ámbitos de la preocupación humana, como la política y la cultura. De hecho, parecería que la preocupación central de la política es la economía”. (p.129)

Ahora bien, al situar esta discusión en la teoría institucional, la crítica adquiere relevancia, pues las Instituciones son construcciones humanas compuestas de motivaciones, interacciones, complejidades subjetivas que están determinadas (y también determinan) los contextos sociales sobre los que se desarrollan las dinámicas económicas (North, 1990). Teniendo presente esto, las afirmaciones de Max—Neef adquieren importancia, pues al asignarle un valor complejo al ejercicio de investigación (y por lo tanto a las teorías), se abre un espacio a estudios culturales en los que la pluralidad del método y las disciplinas son inherentes al proceso de investigación. Esto denota una contraposición a los supuestos conductuales que emplean los economistas para determinar o esquematizar la elección racional. Esta postura responde a la propuesta científica moderna y que, en términos de North (1990), abarca métodos económicos experimentales situados en el estudio de la conducta humana:

En los últimos 20 años, este enfoque ha sido fuertemente atacado, aunque también ha encontrado defensores decididos (…) Al parecer, la conducta humana es más compleja que la que está encarnada en la función utilitaria individual de los modelos de los economistas. Muchos casos no simplemente maximizan la conducta de la riqueza, sino también del altruismo y de las limitaciones autoimpuestas, lo cual cambia radicalmente los resultados con respecto a las elecciones que de hecho hace la gente. (pp. 34, 35).

De acuerdo con estos planteamientos, los estudios económicos dibujan una dicotomía entre la teoría de la conducta humana y la realidad. Al respecto, Bonilla – Rodríguez (1997) plantea que la regla de oro del método científico en las ciencias sociales, es “abordar el conocimiento de la realidad social a partir de sus propios parámetros” (p.48), pues entiende que el método es una construcción que, a partir de las elaboraciones culturales, constituye un escenario donde la negociación entre el sujeto y realidad es parte del eje de estudio. Así, el marco de investigación resulta un campo flexible y no impuesto (como sucede en la teoría de los supuestos conductuales). Al respecto, Parada (2005) coincide con los planteamientos de Dewey y Grunchy con respecto a que los pilares metodológicos de la Economía Institucional Original están compuestos por un método “culturalista”, en lugar del formalista de la economía tradicional. Al respecto señala que “el sistema económico es un resultado histórico—cultural en vez de uno hipotético idealizado” (p. 4), es decir, que las premisas que sustentan las decisiones en un sistema económico se componen de eventualidades históricas, políticas y sociales, y que por lo tanto implican interacción humana.

Así, al utilizar únicamente cifras para abordar ese “saber” objetivo y certero, se visualiza solo una parte de la realidad social. La investigación desde los parámetros cuantitativos permite observar un mapa organizado y puntual de las tendencias de un panorama “hipotético idealizado”. El problema de este abordaje estriba en acceder casi de manera exclusiva a la medición como parámetro de evaluación, dándole así prelación al paradigma cuantitativo. Tal vez como método cumpla con lo reglamentario, pero desde un punto de vista fenomenológico, el universo de la realidad no puede, ni debe, amoldarse al método, sino que es el método el que debe ser flexible para moldearse a la realidad estudiada. El trabajo desarrollado a partir de la exclusión de una otra metodología (cualitativa — cuantitativa) genera serias restricciones a la capacidad de conocer la realidad en su totalidad. Sobre esto Chajín (2005) señala:

Ningún paradigma es más valido que otro, pues ambos son productos de una determinada racionalidad, lo que en sí mismo no garantiza su validez universal. Tal validez emerge en la adscripción o apoyo que las comunidades científicas, e incluso la gente común, le den a las teorías. (p.123).

Frente a esto, el debate se ha mantenido y la fuerza que adquirió a mediados de los años 70 con el crecimiento de los estudios hermenéuticos y el método cualitativo sigue pendiente, pues no se trata de un tema que busque resolverse, sino de una discusión continua para fortalecer el campo de las ciencias. Sin embargo, en referencia a los estudios culturales, Reguillo (2004) señala que los límites de lo que son y lo que representan en el mapa de la producción contemporánea de conocimiento no son una tarea fácil de precisar, “en tanto no hay un “acuerdo” que establezca su definición y marque con claridad las fronteras que separan este modo particular de observar la realidad frente a otras perspectivas interpretativas”. (p.1).

Por ejemplo, Pratts (1997), comparte el pensamiento de Clifford Geertz, y señala que en la construcción de símbolos existe una correlación entre ideas y valores, dos conceptos inherentes a la estructura cultural e individual del ser humano. Al respecto, el autor menciona que los símbolos están intrínsecamente relacionados con el sentido humano que, desde su concepción ontológica, también se relaciona con una concepción emocional:

La principal virtualidad del un símbolo es su capacidad para expresar de una forma sintética y emocionalmente efectiva una relación entre ideas y valores. Dicho de otra forma, el símbolo tiene la capacidad de transformar las concepciones y creencias en emociones de encarnarse, y de condensarlas y hacerlas, por tanto, mucho más intensas. (Pratts, 1997, p. 29).

Planteado de esta manera, las instituciones contienen uno de los significados más polisémicos en el lenguaje de la política y la economía contemporánea5, cuya fortaleza tiene una base social como epicentro de las transformaciones. En este sentido, el patrimonio es un proceso en constante movimiento que al estar dentro de un sistema simbólico emergen conflictos, negociaciones, tensiones y luchas que pluridimensionan la mirada respecto a lo que sería su valor social y su carácter cultural.

A partir de estos términos, los estudios culturales no pueden desarrollarse como una fórmula metodológica, sino como un mapa que sirva como guía flexible de los procesos de estudios e interacciones simbólicas, pues al analizar las prácticas humanas y sociales, el universo no se determina desde un marco de observación homogéneo. Los estudios sociales constituyen entonces un discurso científico como corriente alternativa que desmenuza las acciones de la realidad y las convierte en múltiples fragmentos que dialogan entre sí, en el que cada trozo de la realidad es una dimensión que se narra por sí misma, con un lenguaje propio y diferente que, al buscar la representación, su significado no se limita a lo material, sino a la comprensión de lo inmaterial de la realidad. En este sentido, los estudios culturales van más allá de una secuencia lógica, pues se plantean desde una mirada que no se reduce a la descripción, ni tampoco la racionalidad, más bien evoca el “caos” (Tyler, 1998) para tomar nuevas formas desde la polifonía propia en la inmaterialidad del universo cultural y, para este caso, del universo de las Instituciones económicas.

3. ESTUDIOS CULTURALES PARA COMPRENDER EL DESARROLLO

Todo escenario de estudio que aborde las instituciones desde la composición cultural y social dialoga, a su vez, acerca de las formas de desarrollo. Al respecto, el trabajo de Ayres (1962) significó un aporte considerable en la discusión de este tema cuando en el texto Teoría sobre el Progreso Económico plantea una reflexión sobre la posibilidad de la cultura como epicentro del desarrollo social y suscribe la definición de la tecnología dentro de estos términos. En este sentido, para el autor, el desafío de la economía se concentra en la condición humana (y eso incluye lo que él define como la tecnología) y abre las puertas a la tradición hermenéutica dentro de los estudios de la economía institucional. (Parada, 2011). Esto, frente a los términos de las ciencias sociales, significó un abordaje multidisciplinar que permitió comprender las instituciones como un proyecto en conjunto en el que se observan múltiples estructuras sociales que dialogan en la formación del universo que compone los caminos del desarrollo social.

Aunque autores como Commons y Ayres desarrollan una teoría de las instituciones y muchos de sus puntos de partida se basan en las reflexiones de Thorstein Veblen, la manera como evolucionan en sus reflexiones hacen que se distancien dentro del mismo campo de estudio. Por una parte, para Commons, las instituciones tienen una estructura de hábitos. Tal como lo reseña el texto Institutionals Economics (1990), es una visión holística y ambiciosa sobre las instituciones que destaca los hábitos del ser humano como elemento sustancial para generar rutinas y costumbres. Para este autor, se forman conductas que estructuran la composición de las instituciones. Sin embargo, al ubicar al ser humano como foco de la discusión, no eleva la cultura como algo etéreo (Parada, 2011), sino como un proceso complejo de interacciones que destaca la acción colectiva sobre la acción individual.

Esto para Ayres es diferente. Aunque también ubica al ser humano en el centro del razonamiento económico, lo hace para destacar las habilidades humanas como centro del desarrollo. Se comprende esto para como una reflexión sobre el deslustre del proyecto moderno. En la década de 1930 no podía legitimarse más las iniciativas económicas liberales ante las estrategias privadas y las corrientes individualistas de las organizaciones impulsadas por el crecimiento económico del siglo XIX (libres de las ataduras estatales) y que habían jugado un papel determinante en los moldeamientos de los órdenes capitalistas contemporáneos (Vadi, 1998; Polanyi, 2007). Las críticas a los sistemas políticos se hacían evidentes en protestas simbólicas como las del arte contemporáneo, el cine y la literatura6. Los metarrelatos del “hombre máquina” como un organismo de naturaleza mecánica, de alma adiestrada y manipulable (Mattelart, 2001) se desgastan ante los efectos de un capitalismo que tildaba casi en lo absoluto. Al respecto Grassi (2003) señala que es aquí donde se observan los problemas de la falta de legitimidad del Estado para gobernar o fortalecer las Instituciones que forman parte del orden social y que garantizan el bienestar general. Esto afectó sustancialmente la noción y comprensión del desarrollo.

Lo importante de este análisis es que observa la forma en cómo se organizan instituciones de la sociedad a partir de mecánicas culturales convenientes para las economías capitalistas. En este sentido esa “estructura de hábitos” que resalta Commons (1990) genera rutinas y costumbres humanas a favor de un razonamiento económico que no suscribe el desarrollo humano. Esto a todas luces es una contradicción al espíritu de la vida y la cultura humana que pregona la Modernidad.

Este acercamiento es más explícito en lectura de Amartya Sen (1988). Para este autor, el concepto de desarrollo es uno de los más controvertidos dentro de la academia de las ciencias sociales, pues la literatura no presenta un consenso al respecto. Esto hace que se puedan encontrar variadas definiciones y que en algunos casos son incompatibles. Así, para Sen, hablar de desarrollo es primero analizar la vida de quienes integran una comunidad, pues no puede considerarse que hay éxito económico sin tener en cuenta la vida de los individuos. El desarrollo es entonces parte de las personas un proceso de expansión de las capacidades de que disfrutan los individuos, a lo que el autor señala en su texto como “the Common Safety” and “each Man’s particular Happiness”.

Sin embargo, Sen no descarta que el concepto de desarrollo tenga una estrecha relación con la economía en general, pues al tratarse como “economía del desarrollo” difícilmente puede separarse de las investigaciones clásicas de la economía sobre aspectos de la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones. Aun así se comprende que desarrollo no puede reducirse a estos parámetros; de hecho, es una suma de composiciones variables y divididas que mutan conforme a múltiples criterios7.

Tal vez por esto los estudios que han abordado el concepto de desarrollo se han mantenido en constante movimiento, dado el escepticismo, casi inquisitivo, que se abre ante el debate de definirlo o explicarlo a partir del contexto social, político y económico. De esta forma, sin ánimo de violentar la literatura establecida, lo cierto es que el concepto de desarrollo siempre será un término en construcción. Se menciona lo anterior porque al comprender o definir un concepto desde un entendimiento científico, estos no se deben interpretar como una noción de descubrimientos, sino, más bien, coma “la sucesiva transformación de todo un conjunto de representaciones, cada una de las cuales define un periodo de la práctica científica”. (Danto, 2003, p.23).

Entendiendo esto, es comprensible que el concepto de desarrollo aterrice en nociones utópicas frente a la postura ontológica y epistemológica sobre las que se han abordado con frecuencia. De hecho, Hodgson (2006) cuestiona la forma en que la teoría neoclásica propone que los cambios únicamente ocurren mediante el sistema de mercado y, dicho así, el concepto de desarrollo también se reduce a este tipo de sistema y excluye, con ello, las interacciones culturales que hacen parte también del orden en las estructuras sociales. Sobre esto Veblen plantea una mirada para comprender que el comportamiento humano (psicología y biología) aterrizado dentro de la teoría del desarrollo económico abre campo a un enfoque ontológico y hermenéutico diferente dentro de las aproximaciones metodológicas para que la racionalidad experimental se comprenda también desde una racionalidad social. Aunque esto resulta problemático para las escuelas de pensamiento de las ciencias con enfoques clásicos, resulta determinante para la mirada que plantea Hodgson (2006) frente a la crítica que realiza sobre un enfoque metodológico puramente racional predictivo. Para explicar esto, se comprende (para este escrito) que el autor aborda el rol de las instituciones como ejemplo del desarrollo económico, pues desde aquí juegan interacciones humanas, sumergidas en relaciones sociales y que, a su vez, se organizan en estructuras con sistemas de reglas establecidas. Se trata de reglas de juego de una sociedad donde las restricciones forman parte de la interacción humana. (Parada 2011) y al mismo tiempo la potencian.

En síntesis, las instituciones, bajo esta perspectiva, no derivan solo del comportamiento individual; surgen de un campo social desde donde las interacciones con los individuos estructuran comportamientos que son indispensables observar para comprender, igualmente, las estructuras del desarrollo económico. Desde aquí, Supelano (2005), inspirado en Veblen, explica que la teoría darwiniana como un proceso revolucionario de selección, no por la supervivencia del más fuerte, sino también por la oportunidad de la herencia y la variación. Si se plantea desde esta medida, estudiar el desarrollo se aleja de la noción clásica que no ha dado resultado en su práctica, pero tampoco recae en la crítica que plantea una visión utópica del desarrollo económico y social. Lo que se observa es que más allá de las analogías biológicas que se pueden entender de la teoría darwiniana, y para los términos desde donde aquí se plantea, se observa una propuesta que, en clave teórica/metodológica, abre la discusión a un estudio sobre el desarrollo pensado desde la democracia, la cultura, la sociedad civil, sus costumbres y valores, como primera medida, antes que solo la del individuo, y planteado así, es un ejercicio que recae fundamentalmente dentro de los estudios culturales.


Notas

1 Para este escrito se entiende por lo “humano” los procesos culturales derivados de intercambios subjetivos que organizan los parámetros de la realidad social. Al respecto Gonzalo Abril (1997), una reflexión sobre los enunciados que configuran el discurso social, señala que parten son actos semio—comunicativos como resultado de entes simbólicos que, al estar en constante ejercicio, se manifiestan dentro de los diálogos culturales que conforman el orden dentro de la sociedad.

2 No es propósito de este ensayo abrir un debate acerca de los métodos de investigación que han caracterizado a las ciencias modernas. Sin embargo, es importante señalar esta crítica para establecer la idea sobre la relevancia de aproximar la investigación de las instituciones a los estudios culturales.

3 Los estudios culturales surgen como el discurso científico de la segunda mitad del siglo XX. Se trata de una corriente alternativa que desmenuza las acciones de la realidad y las convierte en múltiples fragmentos que dialogan entre sí.

4 Sobre verdad existió un hombre atado a un poder invisible que era capaz de garantizar en la fe, la certidumbre necesaria para dar seguridad. Así lo plantea Gil Calvo (2003): “La invención de Dios o de cualquier otra de sus múltiples metáforas, permite creer en la realidad como algo dotado de conciencia, necesidad y certidumbre”. (p.118).

5 Al referirme al lenguaje político, traigo a colación la discusión de la Unesco en París el 17 de octubre de 2003 que define como “patrimonio cultural inmaterial” los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas −junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes− que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. A efectos de la presente Convención se tendrá en cuenta únicamente el patrimonio cultural inmaterial que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e individuos y de desarrollo sostenible. Ver más en http://unesdoc.unesco.org/images/0013/001325/132540s.pdf

6 En 1935 Charles Chaplin produce el film “Tiempos Modernos”, una imagen de la modernidad divorciada de las idílicas imágenes planteadas por el desarrollo y el progreso. Igualmente, el arte, reducido a una función estética (por su carencia de razón y argumento empírico), se convierte en uno de los críticos más duros de la sociedad. La literatura también juega un papel de crítico en las producciones textuales de la generación del 98 y la del 27.

7 Se habla de múltiples criterios a partir de la propuesta de Max Neef (2000), quien, siguiendo la línea de Amartya Sen, menciona que las ciencias humanas ofrecen una vasta y variada literatura. Entra las combinaciones se puede reconocer las necesidades de Ser, Tener, Hacer y Estar; y, por la otra, las necesidades de Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad y Libertad.


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Economía del Caribe
Revista de economía de la Universidad del Norte
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Universidad del Norte
Barranquilla (Colombia)
2015
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