ISSN electrónico: 2011-7477.
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TODAVÍA HOY SE PUEDE PREGUNTAR: ¿POR QUÉ PELEARON SARTRE Y CAMUS?*
* Este artículo fue preparado a partir de una investigación auspiciada por la Dirección de Investigaciones y Proyectos (DIP) de la Universidad del Norte. Universidad del Norte. rmaldona@uninorte.edu.co
Rubén Maldonado Ortega**
** Universidad del Norte. rmaldona@uninorte.edu.co
RESUMEN
Se trata de una reflexión sobre la degradación de la protesta humana, manifiesta con la práctica del terrorismo, promocionado este como estrategia legítima para la obtención de "dividendos políticos". Dicha reflexión se hace a partir de una actualización de los referentes conceptuales y políticos que llevaron a Jean Paul Sartre y Albert Camus a sostener una agria polémica en la década de los cincuenta, en la que debatieron sus ideas sobre la historia. Dicha polémica los colocó en posiciones teóricas contrapuestas sobre la idea de la historia, acabando con una amistad de más de diez años. La profundidad de esa discusión, el acopio argumentativo de que echaron mano y el apasionamiento con que fue llevada a cabo constituyen un invaluable marco de referencia para reexaminar, en el contexto de la historia contemporánea, la comprensión del fenómeno de la acción política legítima y la amenaza del terror para la civilización.
PALABRAS CLAVE
Historia, terror, rebelión, desacuerdo.
ABSTRACT
This is a reflection on the degradation of the human protest, with terrorism promoting it as a legitimate strategy to obtain "political results". Such a reflection is done from the update of the conceptual and political referents that led Jean Paul Sartre and Albert Camus to hold a bitter controversy during the 50's, when they discussed about History. This controversy put them in opposed theoretical positions about the idea of History, finally giving an end to their more than 10-year friendship. The depth of this discussion, the argumentative gathering they used and the passion with which it was carried out, constitute an invaluable framework to be re-examined, in the context of contemporary history, the understanding of the phenomenon of political action and the threat of terror for civilization.
KEY WORDS
History, terror, rebellion, disagreement.
INTRODUCCIÓN
Jean Paul Sartre achaca a una disputa literaria su rompimiento con Camus. En su carta del 14 de agosto de 1952 publicada en el número 82 de Les temps modernes se permite, incluso, una precisión: a él le ha correspondido el papel de Vadius y a Camus el de Trissotin. Sin embargo, a lo largo de las diecinueve páginas de la carta1 no hay una sola evidencia sobre el carácter literario de dicha disputa, y en cambio, se aprecia con toda claridad, que ella tiene lugar por el choque de las concepciones que los dos pensadores tenían sobre la historia.
Pero si se ha de responder la pregunta manifiesta en el título de este escrito, el hecho de que dos pensadores tengan sobre la historia ideas encontradas no explica suficientemente el rompimiento de una amistad de más de diez años. Una afirmación, sin embargo, hecha por Francis Jeanson, el colaborador de Les temps modernes a quien le correspondió hacer la reseña de El hombre rebelde (libro que originó la disputa), nos da ya una pista de lo que puede llegar a significar que dos pensadores se opongan sobre la idea de la historia. Al empezar su reseña nos dice Jeanson: "Le cas de L'homme révolté est sans doute assez unique. Traitant des questions les plus brûlantes de l'epoque -celles-là mêmes sur lesquelles dans le monde entier les hommes se divisent, et par endroits déjà s'entre-tuent- [...]".2>
Ahora, ¿el comentario de Jeanson aplica para Sartre y Camus? ¿Se entremataron ellos?
Rigurosamente hablando, la expresión de Jeanson tiene que ver más con las obras de los ideólogos que la de los filósofos y los literatos, pero por analogía se puede afirmar y probar que Sartre y Camus se entremataron intelectualmente. El propio Sartre lo avistó, pero consideró que sería deshonroso no entrematarse con Camus: "Yo no quería contestar. ¿a quién convencería? A sus enemigos, seguramente; acaso a mis amigos. Y usted, por su parte, ¿A quién piensa convencer? A sus amigos y a mis enemigos. En cambio, ante nuestros enemigos comunes, que son legión, no hay duda de que nos pondremos ambos en ridículo. Por desgracia me ha provocado usted tan intencionadamente, y en tono tan injurioso, que no puedo callar sin deshonrarme"3.
Pero, bien considerado, aun afrontando un debate de ideas irreconciliables dos pensadores pueden atacarse sin entrematarse, de allí que sea necesario preguntar: ¿Qué llevó a Sartre y Camus a entrematarse?
ANTECEDENTES
En su reseña a El extranjero, de febrero de 1943, aparecen los primeros desencuentros de Sartre con Camus. Al comentar la novela de Camus, Sartre viene y va del elogio a la desautorización. Nos dice, a propósito de El mito de Sísifo, el ensayo de Camus sobre el absurdo, en el cual Sartre se apoya para develar el carácter de Meursault, que "Camus tiene la coquetería de citar textos de Jaspers, Heidegger y Kierkegaard que, por lo demás, no parece comprender siempre bien"4. Más adelante afirma que la absurdidad de Meursault "[...] no nos parece conquistada sino dada"5, atribuyéndole a Camus una gracia de lo absurdo con la que ilumina a su personaje en la última página, después de ponerle a vivir según sus normas. Sartre encuentra en Camus una obsesión por el silencio, que cataloga de mal común a muchos escritores contemporáneos, y afirma que en El extranjero Camus ha querido callar porque en El mito de Sísifo ha charlado demasiado. Al referirse al estilo de Camus, Sartre rechaza la sugerencia que le han hecho, de que se trata de Kafka escrito por Hemingway, ya que Camus tiene "[...] un estilo de ceremonia"6. Se trata, según Sartre, de un rebuscamiento emparentado con la idea de los filósofos analíticos de que toda realidad es reductible a una suma de elementos, idea con la que Camus hace de El extranjero un relato humorístico. A continuación sentencia Sartre: "[...] Camus miente porque pretende restituir la experiencia desnuda y filtra socarronamente todas las relaciones significativas, que pertenecen también a la experiencia. Es lo que hizo en otro tiempo Hume cuando declaró que no descubría en la experiencia sino impresiones aisladas"7. Así, Sartre identifica el universo del hombre absurdo con el mundo analítico de los neo-realistas, donde la pluralidad de los seres se exhibe como pluralidad de instantes incomunicables, y por eso el empleo de la técnica de Hemingway en la elaboración de El extranjero. Donde un naturalista del siglo XIX diría «un puente saltaba sobre el río» Camus, según Sartre, habría escrito «sobre el río había un puente», para que la cosa nos entregue su pasividad, su ella misma, su "[...] trocito de eternidad, pasivo, impenetrable, incomunicable, rutilante; ¡qué goce sensual si se pudiera tocarlo!"8.
Caricaturizando a Camus, quien el El mito de Sísifo escribe que para el hombre absurdo todas las experiencias son equivalentes, Sartre afirma que en El extranjero todas las frases son equivalentes, y que incluso el diálogo, momento de la significación, es pulido hasta tal extremo por Camus a fin de no echar a perder su idea, que le niega todo privilegio topográfico, expresándolo en estilo indirecto para que las frases pronunciadas aparezcan como acontecimientos semejantes a los demás. Eso explicaría, según Sartre, que al inicio de El extranjero no hay la sensación de que se está leyendo una novela sino "[...] una melopea monótona, del canto gangoso de un árabe"9. Para Sartre El extranjero "[.] es una obra clásica, una obra de orden, compuesta a propósito de lo absurdo y contra lo absurdo [...] una sucesión de presentes inertes [.] una novela corta de moralista, con un discreto sabor de sátira y retratos irónicos que, a pesar de la aportación de los existencialistas alemanes y de los novelistas norteamericanos, sigue pareciéndose mucho, en el fondo, a un cuento de Voltaire"10.
LA DISPUTA
La disputa de Sartre con Camus surgió a propósito de la publicación del ensayo de Camus El hombre rebelde, en octubre de 1951. En agosto de ese mismo año había aparecido un capítulo de El hombre rebelde, «Nietzsche y el nihilismo», en la revista de Sartre, Les temps modernes. Los treinta intelectuales que conformaban la revista consideraban que el libro se apoyaba en materiales de segunda ma-no11, y particularmente Sartre opinaba que Camus no había leído ni a Hegel ni a Marx. La reseña del libro le fue confiada a Francis Jeanson, a sabiendas de que sería bien dura.
Camus había reaccionado en El hombre rebelde contra la rebelión histórica, y abogado por una rebelión sin aspiraciones ni esperanza, únicamente "[...] presencia constante del hombre ante sí mismo"12. El rechazo de Camus a la rebelión histórica se fundaba en el hecho de que la historia acaecida a partir de la muerte de Luis XVI, con la cual arranca nuestra contemporaneidad, nos ha dado tan solo lecciones de eficacia, sacrificando con ello la única rebelión que se sigue de la evidencia de que la condición humana es un absurdo, a saber, la confrontación perpetua del hombre con su propia oscuridad. Camus cree que dicha eficacia es inspirada por dos extremos viciosos, el antihistoricismo puro y el puro historicismo. Para Camus, el que no cree más que en la historia camina hacia el terror, y quien no cree en nada de ella autoriza el terror. De allí que existan dos clases de ineficacia, la de la abstención y la de la destrucción, al igual que dos clases de impotencia, la del bien y la del mal. Para Camus negar la historia equivale a negar lo real, y considerar la historia como un todo que se basta a sí mismo, aleja de lo real. Es por ello que en él el nihilismo coincide también con los valores desencarnados y formales, y no tan solo con la actitud cínica, donde los valores se estatuyen desde la eficacia del poder. La crítica de la revolución burguesa y formal del 89 es, en Camus, paralela a la de la revolución cínica del siglo XX, ya que el propósito de Camus es demostrar que en los dos casos, aunque por excesos contrarios, sea que se coloquen los valores por encima de la historia, sea que se les identifique absolutamente con ella, el nihilismo y el terror están justificados. Para Camus, el historicismo puro está inspirado en la idea hegeliana de la historia, en particular, lo consignado por Hegel en el capítulo IV de la Fenomenología del espíritu; el antihistoricismo puro, por las ideas de Saint Just, el discípulo de Rousseau que dio inicio, como ideólogo, a la larga cadena de crímenes que ha estigmatizado nuestra contemporánea manera de hacer comunidad.
La tesis de Camus es que nuestra contemporaneidad puede ser asimilada como la época del crimen lógico, es decir, la época del crimen justificado por la fidelidad a una doctrina y el excesivo amor a la libertad. Pero esa fidelidad es impuesta a la conciencia por una especie de 'no conciencia', por un desfallecimiento de la conciencia ante el peso de una verdad incómoda: que la vida no tiene sentido. Ese desfallecimiento, esa falta de vertiginosidad para mantener la conciencia junto a su evidencia, degenera en afán de evasión, el cual se manifiesta como imposición, a la conciencia, de la esperanza o del suicidio. El suicidio, a su vez, degenera en asesinato cuando la evasión se vive como conciencia de que nos debemos a una comunidad absurda. Entonces brota un impulso de rebelión desfasado de la única evidencia que puede ser arrancada a la conciencia: lo absurdo de la condición humana.
Según Camus, este impulso de rebelión comienza con la reivindicación irracional de la libertad en el arte, con Sade, Lautréamont, los dandys y Baudelaire, y culmina con el servicio de la libertad a la historia. Tanto el arte como la historia son requeridos en el análisis de Camus como responsables de alimentar una rebelión que socava la disposición de mantener la tensión frente al mundo, único medio de mantener despierta la conciencia y afirmar la rebelión como fidelidad a lo absurdo.
En Camus la única fidelidad que se impone a la evidencia de que la vida no tiene sentido es el sostenimiento de ese sin sentido; y la fidelidad que brota de la propia conciencia cuando ella se obliga a no desfallecer es la rebelión. Lo que Camus cuestiona, en últimas, es el sentido mismo de libertad derivado de la tradición ontológica-racionalista que con Hegel alcanzó su mayor plenitud.
Lo hasta aquí dicho explica la confrontación que simultáneamente acomete Camus contra las formas de rebelión concebidas por el pensamiento burgués, el socialista y el existencialista*, en la medida en que todas esas formas son respuestas a lo absurdo. Al concretarse esas respuestas en programas de realización de la libertad, las acciones que dieron cuerpo a la historia contemporánea terminaron asegurando al crimen un lugar privilegiado. Camus inquiere entonces por la lógica que condujo el absurdo hasta el crimen, dando esto lugar a una obra múltiple y variada que se constituye en una pedagogía de la existencia, donde el análisis es puesto al servicio de la creación literaria, para el resultado final de una obra consagrada al re-aprendizaje de la libertad.
Pero a diferencia de Hegel, en Camus el progreso de la libertad consiste en saber liberarla de sus empresas, lo que viene a explicar que no sean los políticos o los ideólogos sus portadores sino el comediante, el conquistador, y sobre todo el creador. Por eso reviste la mayor importancia indagar si habiendo consentido vivir sin apelación se puede trabajar y crear también sin apelación, ya que en Camus la creación sin apelación es un ejercicio de desapego acorde con la única dignidad del hombre: la perseverancia en un esfuerzo considerado estéril.
No se trata, pues, de conducir la libertad por el camino de la negación del sí mismo, sino de encontrar el camino de una síntesis creadora que ilumine el drama de nuestra época contemporánea, donde el trabajador pueda ser creador. La superación del nihilismo en Camus concierne tanto a la revolución como al arte.
En su reseña a estas ideas, aparecida en el número 79 de Les temps modernes, de mayo de 1952, lo primero que salta a la vista es la intención de Jeanson de desconocer la autoridad de Camus en materia de teología, y en particular en el tema del cristianismo. Camus había obtenido el 25 de mayo de 1936 un Diploma de Estudios Superiores en Filosofía, expedido por la Facultad de Letras de la Universidad de Argel, obteniendo la mención bien con el trabajo Metafísica cristiana y neoplatonismo, Plotino y san Agustín. En su reseña Jeanson afirma que, al rehusar Camus a hacer intervenir en su análisis de la rebelión las infraestructuras, se vio obligado a inventar el pecado de clase, lo que hizo que Marcel Moré le infligiera un «cero redondo» en teología. Este comentario de Jeanson es crucial, ya que en su análisis de la rebelión Camus lo asienta todo en el molde teológico, lo que vendría a significar que ante autoridades más exigentes habría reprobado el examen con el que obtuvo su certificación en filosofía. En su carta de respuesta a Camus, Sartre se sirve de un giro lingüístico para no adquirir mayor compromiso frente a la misma acusación: "¿Si su libro testimoniara sencillamente su incompetencia filosófica? ¿Si estuviera hecho de conocimientos recogidos a la ligera y de segunda mano? ¿Y si no razonara usted con mucho rigor? ¿Si sus pensamientos fueran vagos y triviales? ¿Si su pobreza misma hubiera impresionado a Jeanson y si éste, lejos de apagar evidencias radiantes, hubiera tenido que encender linternas para distinguir el contorno de ideas flojas, oscuras y embrolladas? No digo que tal haya sido el caso, pero, en fin, ¿no se le ocurrió a usted encarar por un instante esa posibilidad?"13. Más adelante, sentenciará Sartre: "Es asombrosa su manía de no acudir a las fuentes"14.
Hay, sin embargo, afirmaciones más severas, rayanas en el insulto. Al referirse Sartre a un pasaje de Cartas a un amigo alemán, donde Camus le dice al supuesto soldado nazi «Durante años han tratado ustedes de hacerme entrar en la historia», replica Sartre: "[...] puesto que se cree fuera, es natural que imponga condiciones antes de 'entrar adentro'. Igual que la nena que roza el agua caliente con la punta del pie preguntando: '¿está muy caliente?', mira usted la historia con desconianza, sumerge en ella un dedo que retira al instante y pregunta: '¿tiene sentido?' "15.
Jeanson reiere que el análisis camusiano de la rebelión busca reducir el concepto 'revolución' al concepto 'divinización del hombre', y tilda de 'extraña' la concepción camusiana de la historia, la cual termina suprimiendo la historia. " [...] il s'agit d'eliminer toute situation concrète, pour obtenir un pur dialogue d'idées: d'une part la protestation métaphysique contre la souffrance et la mort, d'autre part la tentation également métaphysique de la toute-puissance. La première constitue la vraie révolte, la seconde sa perversion révolutionnaire"16.
Dado que para Camus el pasaje al reino de la historia es el pasaje al terror y al nihilismo, Jeanson saca como conclusión práctica que la única sabiduría vendría a ser entonces el statu quo, y que Camus asimila la historia moderna, desde 1789 hasta el presente, a la reduplicación indefinida del drama que antaño se situaba entre Charybde y Scylla.
Para Jeanson, Camus sitúa el Mal en la historia y el Bien fuera de ella, entregándose a la pura rebelión, única acción eficaz en política. Jeanson insiste en que en Camus hay un rechazo de la historia. Esto es de suma importancia, porque Camus replicará que su libro no es un ataque a la historia sino al historicismo, es decir, a la idea de hacer de la historia un absoluto. Jeanson se apoya en el uso que hace Camus de las palabras mesura y desmesura para señalar que la elección de la rebelión contra la revolución es una elección contra la historia. Para Jeanson El hombre rebelde es un libro fallido, y la de Camus una voz cargada de un real tormento, la cual tenía la posibilidad de convocar a las conciencias libertarias, pero que Camus abortó por cuenta de una seudo-filosofía de una pseudo-historia de las 'revoluciones'.
La respuesta de Camus a la reseña de Jeanson, publicada por Les temps modernes el 30 de junio de 1952, empieza desconociendo al reseñador, y atribuyendo a Sartre su autoría. La encuentra frívola, inamistosa y preñada de lecciones de eficacia "[...] por parte de censores que no han puesto nunca en el sentido de la historia más que su conocido sillón"17.
Sartre responde asumiendo que Camus ha querido romper la amistad que mantenían: "Nuestra amistad no ha sido fácil, pero la echaré de menos. Si la rompe usted hoy, será porque estaba destinada a romperse"18. Luego le anuncia a Camus que le hablará sin miramientos para que pueda por fin conocer una verdad entera sobre su persona, ya que una mezcla en Camus de «suficiencia sombría y de vulnerabilidad» mantiene acobardados a sus contradictores, quienes le han dicho tan solo medias verdades. Por fin, menciona unas dificultades interiores que Camus quisiera encubrir con una huraña desmesura a la que impropiamente llama mesura mediterránea. ¿Se refería Sartre a la tuberculosis de Camus? ¿Consideraba a Camus acomplejado por no ser hijo legítimo de una cultura superior?
Quizá no lo sepamos nunca, o quizá sabiéndolo, no lo podamos probar. Lo que sí se puede probar es que Camus y Sartre se entre-mataron intelectualmente por cuenta de las palabras que escogieron para debatir sus ideas sobre la historia. A este propósito cabe recordar las palabras de un búho injuriado por un cuervo en una legendaria fábula de la tradición brahmánica:
"Haz hablado con brutalidad, y tus palabras me han causado muy graves daños; no recuerdo haberte hecho nunca mal alguno que justifique tu hostilidad; haz de saber que el hacha corta el árbol y éste vuelve a nacer y ser corpulento; y la espada corta la carne y queda el hueso, y la herida se sana y el hueso se suelda, más no ocurre lo propio con las heridas que la lengua abre, que nunca se restañan. Las flechas que el arco lanza y que en las entrañas se hunden, pueden ser extraídas, pero no así sucede con las palabras, que como flechas la lengua hunde en el corazón, que jamás pueden ser arrancadas. Para cada mal hay un remedio: el fuego se apaga con el agua; cada veneno tiene su antídoto; la pasión del enamorado la calma la presencia del ser amado; la tristeza y el dolor son dominados por la paciencia y la resignación; pero nada puede calmar el fuego del odio y el rencor cuando arden. Y vosotros, ¡Oh reino de los cuervos! Habéis sembrado entre nosotros, para siempre, el árbol del odio y del rencor".
REFERENCIAS
Todd, Olivier, Albert Camus: una vida. Trad. Mauro Armiño. Barcelona: Ed. Tusquets, 1997.
Jeanson, Francis, Les temps modernes, Paris: No. 79, año7, mayo de 1952.
Sartre, Jean Paul, Literatura y arte. Situations, IV. Bs. Aires: Losada, 1966.
Sartre, Jean Paul, Explicación de «LÉtranger». Madrid: Ed. Alianza, 1985.
Lottman, Herbert,.Albert Camus. Trad. Amalia Álvarez, Javier Muñoz e Inés Ortega. Madrid: Taurus, 1994. Camus, Albert, El mito de Sísifo. Trad. Luis Echávarri. Madrid: Alianza, 1988.
Camus, Albert, Obras Completas, tomo II, Ensayos. Trad. Julio Lago Alonso. Madrid: Aguilar, 1959.
Notas
1 Véase: Todd, Olivier, Albert Camus: una vida. Trad. Mauro Armiño. Barcelona: Ed. Tusquets, 1997, p. 567.
2 Jeanson, Francis, Les temps modernes, Paris: No. 79, año7, mayo de 1952. ("El caso de El hombre rebelde es, sin duda, bastante único. Tratando de las cuestiones más ardientes de la época -aquellas mismas sobre las cuales en el mundo entero los hombres se dividen, y en algunos lugares ya se entrematan- [...]").
3 Sartre, Jean Paul, Literatura y arte. Situations, IV. Bs. Aires: Losada, 1966, p.72.
4 Sartre, Jean Paul, Explicación de «L'Étranger». Madrid: Ed. Alianza, 1985, p. 75.
5 Ibid., p. 82.
6 Ibid., p. 85.
7 Ibid., p. 87.
8 Ibid., p. 90.
9 Ibid., p. 91.
10 Ibid., p. 92.
11 Lottman, Herbert, Albert Camus. Trad. Amalia Alvarez, Javier Muñoz e Inés Ortega. Madrid: Taurus, 1994, p.537.
12 Camus, Albert, El mito de Sísifo. Trad. Luis Echávarri. Madrid: Alianza, 1988, p. 75.
* Se trata de los existencialistas agrupados en torno a la revista Les temps modernes.
13 Sartre, Jean Paul, Litertura y arte. Situations, IV. Bs. Aires : Ed. Losada, 1966, p. 79.
14 Ibid., p. 85.
15 Ibid., p. 96.
16 Jeanson, Francis, Op. Cit. (Se trata de eliminar toda situación concreta para obtener un puro diálogo de ideas: de un lado la protesta metafísica contra el sufrimiento y la muerte, de otro la tentación, igualmente metafísica, de la total potencia. La primera constituye la verdadera rebelión, la segunda su perversión revolucionaria).
17 Camus, Albert, Obras Completas, tomo II, Ensayos. Trad. Julio Lago Alonso. Madrid: Aguilar, 1959, p. 442.
18 Sartre, Jean Paul, Literatura y arte. Situations, IV. Bs. Aires : Ed. Losada 1966, p. 71.
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