Revista de Filosofia

ISSN electrónico: 2011-7477.
Nº 6 enero-junio de 2007

Fecha de recepción: febrero de 2007
Fecha de aceptación: febrero de 2007


EL SUPLICIO: ¿UNA ESCENIFICACIÓN NECESARIA EN NUESTROS DÍAS POSMODERNOS?

(Una reflexion a partir de la aparición de una serie de cuadros del pintor Fernando Botero acerca del caso Abu Ghraib, con una posdata relacionada con el ahorcamiento de Saddam Hussein)

Mónica Gontovnik*
* Universidad del Norte.


RESUMEM

En este ensayo se hace una reflexión a partir de un hecho artístico: la realización del pintor colombiano Fernando Botero de una serie de cuadros basados en las fotografías que escandalizaron al mundo occidental, tomadas por los soldados estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib en el 2004. Este hecho artístico nos permite analizar una necesidad humana que en tiempos de la pos modernidad parece haber sido superada: la escenificación pública del castigo. Las tesis que el filósofo Michel Foucault presenta en su libro Vigilar y Castigar nos sirve como marco de referencia. Lo que en la era actual denominamos la World Wide Web permite a la humanidad comunicarse aceleradamente y pasar a la arena pública con una rapidez contraria a la reflexión, al detenimiento de la decisión racional.

PALABRAS CLAVE
Castigo, enemigo, escena, representación, ceremonia, público, arte, internet.


ABSTRACT

This essay proposes a reflection provoked by an artistic event: a series of paintings motivated by the photographs taken by North American soldiers of the prisoners abused in Abu Ghraib in 2004. The artistic even was presented by the Colombian painter Fernando Botero. This artistic event allows us to analyze a human need that seemed to be overcome in modernity: to make punishment a public scene. The thesis presented by philosopher Michael Foucault in his book: Discipline and Punish serves as a frame of reference. What at present we denominate the World Wide Web allows humanity to communicate in an accelerated manner and thus go into the public arena in a matter of seconds in a way that is contrary to reflection and rational thinking.

KEY WORDS
Punishment, enemy, scene, representation, ceremony, public, art, internet.


INTRODUCCIÓN

EEn abril de 2005 la revista Diners publicó en Colombia una serie novedosa de cuadros del pintor Fernando Botero que causó gran revuelo debido a su importancia a nivel artístico. El famoso pintor había cedido las fotos de su reciente producción a la revista Diners, en su afán por difundir su horror ante los hechos que conmocionaron a la aldea global1: las fotos de los abusos a los que fueron sometidos los prisioneros iraquíes por parte de sus guardianes del ejército estadounidense en Abu Ghraib.

"Soy adicto a las noticias, a los periódicos y a las revistas. Además, a diario miro la Internet y vivo informado. Han sido muchas las crónicas escritas sobre el tema, especialmente el magistral artículo aparecido en el New Yorker, el cual reveló la situación que se vivía en las cárceles controladas por los norteamericanos. A medida que me iba enterando sentía más la necesidad de decir algo sobre tal horror. El año pasado empecé a dibujar y a pintar, y son ya casi cincuenta obras las que he hecho sobre el tema."2

El medio centenar de obras se expuso el 16 de junio del 2006 en el Palacio Venecia, antiguo hogar de Mussolini. Botero fue el primer pintor vivo en exponer allí. Todas las piezas están simplemente numeradas y llevan el título: Abu Ghraib.3 Botero declaró que sus pinturas son un grito ante el horror y las compara con la intención de Picasso al pintar su cuadro Guernica.4 Considera el artista que ese cuadro siempre nos permitirá recordar lo que sucedió entonces durante el bombardeo aéreo de la Guerra Civil Española. Su intención es impresionar tanto con sus imágenes, que queden impresas en la conciencia mundial.5 Cada vez que se han expuesto estos cuadros en los estados Unidos, se ha generado gran controversia.

Que Fernando Botero, cuya obra es particularmente sensual por la forma de sus figuras de cuerpos desnudos o semi-desnudos, se hubiese dedicado a producir febrilmente piezas acerca de este hecho de Abu Ghraib, proporciona una oportunidad para reflexionar acerca del tema del abuso a los cuerpos de estos prisioneros.

Se hace aparente que los abusadores se consideraban a sí mismos como unos verdugos imponiendo un humillante y ejemplar castigo a su enemigo, castigo que debía ser presenciado por el mundo entero, gracias a la nueva tecnología de fotografía digital y el Internet.

Michel Foucault, en su libro Vigilar y Castigar6 hace una reflexión acerca del ejercicio del poder sobre el cuerpo humano a partir de sus estudios sobre la benignidad de las penas que impone el nuevo código penal en Francia a finales del siglo XVIII.

Es evidente que lo que Foucault ha encontrado, sirve como una especie de prisma a través del cual podríamos entender uno de los casos de abuso del poder más recientes. Es también interesante hacer una reflexión del hecho de que un pintor re-presente estas imágenes a su manera, apropiándose de ellas para poderlas entender, cerrando al tiempo, una especie de ciclo representacional necesario para todos nosotros.

A través de ese ejercicio artístico, a lo mejor nosotros también podríamos pasar a entender mejor los mecanismos que operan en una "humanidad" que no se libera de su necesidad de establecer un teatro de los suplicios, que se supone terminó a finales del siglo XVIII, con el advenimiento de la Ilustración y la era moderna.

II. CASTIGO Y SUPLICIO

Según las investigaciones de Foucault, para la época en que fue redistribuida en Europa y en Estados Unidos la economía del castigo, se instala la desaparición de los suplicios. Se buscaban unos castigos menos físicos, una discreción en el arte de hacer sufrir, una disimulación de la ceremonia pública, una invisibilidad.7

"Ha desaparecido el cuerpo supliciado, descuartizado, amputado, marcado simbólicamente.....ofrecido en espectáculo....el ceremonial de la pena tiende a entrar en la sombra....el castigo ha cesado poco a poco de ser teatro." 8

Creemos que esta pregunta es pertinente: ¿Será posible que realmente hayamos eliminado en nuestras sociedades occidentales la necesidad de hacer teatro con el sufrimiento de quien se considera un enemigo público?

Algo interesante ocurre a partir de la no utilización de los suplicios como espectáculo edificante legal a partir del siglo XVIII: el castigo será oculto, se convierte en algo obsceno (del griego: obs skene: fuera de escena). El verdadero sufrimiento del enemigo será condenado por las civilizaciones democrátricas a estar fuera de la escena. Se considera ofensivo al pudor general del hombre civilizado el observar estos suplicios. Antes se ocultaba la cara del verdugo, ahora se oculta el padecimiento.

El poder se oculta para poder ser ejercido, se instaura una mecánica del poder mucho más sutil. Castigar se convierte en algo feo. La idea del castigo moderno es no tocar el cuerpo en lo posible. El juez imparte justicia, mas no castiga. El castigo a los ciudadanos con derechos es ya un castigo mucho más abstracto: se suspenden los derechos; se encarcela, se multa; se tecnifica y subdivide la figura del verdugo entre tecnócratas burocráticos: vigilantes, médicos, sacerdotes, educadores.9

"Desaparece, pues, en los comienzos del siglo XIX, el gran espectáculo de la pena física; se disimula el cuerpo supliciado; se excluye del castigo el aparato teatral del sufrimiento. Se entra en la era de la sobriedad punitiva. Esta desaparición de los supliciados, se puede considerar casi como conseguida alrededor de los años 1830 - 1848."10

Pregunto: ¿Estamos tan solo ante una apariencia, tal vez una ilusión? ¿La benignidad de las penas sería una especie de apariencia necesaria para la modernidad donde los seres humanos creemos ser racionales e ilustrados? ¿Hemos perdido contacto con nuestra parte irracional, oscura, la cual debe quedar fuera del escenario? ¿Si nos observamos seriamente, sabemos que esa parte que desea venganza necesita hacer teatro para re-presentarla?

Observando las pinturas de Botero en la revista antes mencionada, tratamos de entender un poco los mecanismos, no solo del poder que abusa, sino la necesidad individual de hacer ceremonias, de ritualizar, de hacer visible lo invisible, de usar el suplicio como símbolo de dominación, de marcar el cuerpo a través del castigo, de poder acceder a lo material y perfectamente asible del ser humano para devolver un daño que se siente se ha inflingido.

El poder estadounidense, en este caso, el victorioso aparente en la guerra no decretada por los iraquíes, tiene una manera democrática de funcionar y así se supone que civilizadamente opera donde quiera que desplace sus tropas. Pero no, algo falla en el camino y el mundo se asombra hipócritamente cuando el elemento irracional irrumpe: el cuerpo vejado, supliciado de los prisioneros en fotos digitales que dan la vuelta al mundo.

En segundos se convierte en el espectáculo de moda. El elemento virtual que ha aportado nuestro siglo XXI hace que el teatro haya sido escenificado para el mundo entero. El ágora, la plaza pública está en nuestras casas, en nuestras oficinas. El espacio democrático del internet ha permitido que las fotos del suplicio impuesto a un grupo de prisioneros iraquíes por unos soldados estadounidenses se conviertan en una especie de para-teatro, una ceremonia virtual mágicamente compartida por millones de personas al mismo tiempo.

¿Por qué era necesario ese suplicio escenificado tan cuidadosamente por un grupo de soldados? Los prisioneros en la cárcel de Abu Ghraib ya estaban condenados por un sistema que los "venció", condenados al encierro, a la pérdida de sus facultades como ciudadanos de un país que había sido "derrotado". Sus cuerpos estaban aislados y sabíamos de ellos abstractamente, nos suponíamos sus penas, todo estaba claro, lo demás era obsceno, debía quedar fuera de la escena.

Pero no, el espectáculo tenía que reaparecer. La ceremonia era necesaria. La fascinación del mundo entero para ver, asombrarse, condenar, pero siempre ver, demuestra que tanto los que escenificaron, como los que observamos, estabábamos fascinados.

Si miramos bien las fotografías que salen a la luz en mayo del 200411, podemos ver que realmente no quieren mostrar torturas vergonzosas, escondidas. Las fotografías son escenas montadas para lo espectacular, para ser vistas entre amigos, y así poder burlarse casi infantilmente del enemigo. La intención era que circularan cual trofeos cómicos entre sus amistades.

Pronto esas fotos pasaron a ser vistas, compartidas por el mayor público posible, por millones de personas de todas las naciones, en el menor tiempo posible en la aldea que se ha vuelto el planeta Tierra. Entonces el suplicio se volvió obvio, la humillación total y el castigo no oculto. Pero aparece el quiebre de lo invisible que de alguna forma tiene que salir a la luz.

Nada de abstracción tenían las fotografías, y aunque Botero realiza una abstracción artística, sus cuadros son figurativos, no abstractos. Los soldados escenificaron unas ridículas poses copiadas de un imaginario repleto de pornografía. Nosotros, el resto, hipócritas testigos de algo que nunca haríamos, de algo que condenamos, quedamos, cual fetichistas ante una sesión porno, todos hipnotizados, al igual que Botero, ante tan perfecto despliegue de lo teatral, de lo obsceno que se monta nuevamente en escena, pero a través de la técnica virtual, tan fácilmente como un juego de niños descarriados, que ni siquiera sienten que la guerra a la que fueron llevados a pelear, en tierras extrañas y hostiles, es algo disitinto a un juego de video.

III. REPRESENTACIÓN Y RITUAL PUNITIVO

Sigamos con el mismo Foucault, quien nos puede continuar dando las claves para entender el mencionado fenómeno de los abusos a prisioneros en Abu Ghraib, la subsiguiente difusión mundial de las fotografías escenificadas y la creación de una obra artística como respuesta.

"La relación de dominación tiene tanto de "relación" como el lugar en la que se ejerce tiene de no lugar. Por esto precisamente en cada momento de la historia, se convierte en ritual; impone obligaciones y derechos; constituye cuidadosos procedimientos. Establece marcas, graba recuerdos en las cosas e incluso en los cuerpos; se hace contabilizadora de deudas. Universo de reglas que no está en absoluto destinado a dulcificar, sino al contrario a satisfacer la violencia. Sería un error creer, siguiendo el esquema tradicional que la guerra general, agotándose en sus propias contradicciones, termina por renunciar a la violencia y acepta suprimirse a sí misma en las leyes de la paz civil. La regla, es el placer calculado del encarnizamiento, es la sangre prometida. Ella permite relanzar sin cesar el juego de la dominación."12

¿Qué mejor lugar que el no-lugar de una prisión iraquí para encarnizarse con los otros que representan al enemigo? Porque es obvio que esos cuerpos que vimos en las fotografías de Abu Ghraib no son los cuerpos de quienes se suicidaron el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, asesinando de paso y con pavorosa intención, a miles de civiles que trabajaban en las Torres Gemelas.

El crimen atroz que deja una huella imborrable en la psiquis norteamericana no ha sido borrado por la guerra lanzada contra Irak en marzo del 2003. No era Irak el culpable, pero ante tamaño horror, alguien tenía que pagar. En el imaginario del pueblo estadounidense Irak fue el enemigo que le convino a su presidente. Era lo más asequible para, en esos momentos, poder expiar la pena, el duelo de toda una nación.

Una vez efectuada la ceremonia de conquista por la maquinaria de la guerra, también observada por televisión mundialmente, resultó extraño que un año después, apareciera otra ceremonia en apariencia más pequeña: rituales escenificados por guardianes a cargo de unos prisioneros cuyos cuerpos fueron puestos en escena de modo que delataran el signo de la sumisión.

¿Por qué unos soldados se inventan unos abusos para fotografiar como trofeos los cuerpos de los encarcelados? ¿Querían acceder al enemigo de carne y hueso para poderlo avasallar? ¿Hacía falta la marca indeleble de la humillación? ¿Es posible entender, conocer y dominar al enemigo a través del suplicio corporal? ¿La guerra que no es cuerpo a cuerpo, el castigo que no se efectúa de carne a carne no es efectivo en la psiquis colectiva? ¿Comer la carne del enemigo, simbólicamente en este caso, es todavía una ceremonia necesaria?

Lo desconocido nos asusta porque no lo dominamos. Si dominamos es porque conocemos. Si conocemos, estamos en control. Foucault cree, con Nietzsche, que el conocimiento no se trata de una adecuación o de una identificación con el objeto a conocer. El conocimiento sería más bien a lo que se llega a través de la violen-tación de lo desconocido, y se llega a él por medio de la agresión.

Nada mejor que la penetración simbólica y real de su cuerpo: podemos conocer a ese otro que nos aterra, pero a través del dominio de su cuerpo indefenso. Nada superior a la humillación sexual y para este caso, la burla ante uno de los más preciados valores de los prisioneros musulmanes: el pudor.

"Hagamos, pues, obrar contra el fanatismo la obcecación orgullosa que los sostiene. 'Comprimirlo por el ridículo y por la vergüenza; si se humilla la orgullosa vanidad de los fanáticos ante una gran multitud de espectadores, se pueden esperar felices efectos de esta pena'."13

En el anterior párrafo, Foucault está citando a Beccaria14 autor italiano y eso nos permite seguir reflexionando, 240 años mas tarde, cuando el ajusticiamiento de Saddam Hussein ocurrió, en enero del 2007. El tirano fue ahorcado en un sitio cerrado, ante pocas personas, pero inmediatamente, por medio del Internet, pudimos todos ver su muerte, como si estuviéramos en una plaza pública para millones de personas de todas las nacionalidades. Nuevamente esto se convierte en un escándalo internacional que nos demuestra que no nos gusta lo que está fuera de la escena en cuanto a lo que de venganza se trata.

La ley oculta, abstrae, limpia los castigos. Hussein fue juzgado en su país. Se presta una instalación norteamericana para el acto del ahorcamiento. Pero cuando es ajusticiado, se le grita, se le trata mal. Los chiitas presentes no soportaron que muriera sin ser humillado. No soportaron tampoco que fuera un acto privado. Aparece la tecnología. Y nuevamente una cámara produce la falla en el sisitema. No estamos listos para que la escena quede vacía.

Intuimos que hay que mantener alguna forma de suplicio, porque realmente este no se encuentra erradicado. Ya no podemos pensar que la necesidad de infligir daño corporal está erradicada de la psiquis humana. Necesitamos el signo que se grita ante el mundo entero que ahora es un solo público compacto que mira a través de cajas cuadradas el hecho escenificado de la guerra y el castigo.

Hay que preparar a través de lo teatral, la escena que logre que el delincuente sea un ejemplo para los demás. A pesar de la infamia que se ejerce sobre el cuerpo indefenso del enemigo, un motivo posmoderno puede ser aún totalmente premoderno. Las cámaras digitales, los celulares y el internet se encargan de que la verdad oculta emerja: necesitamos ser espectadores del suplicio.

En el caso de Abu Graib, ya no es el gobierno, el estado, el que depara la pena, el castigo. Ahora son sus individuos, quienes alentados por la vista volteada hacia atrás de sus "superiores", ejercen el acto final, como actores de la comedia de la vida irracional internacional que necesita ser observada cual ceremonia ritual, aún en la modernidad, aún en la contemporaneidad, para sellar el pacto con la muerte. Si lo legal no lo permite, la ilegalidad hace su aparición de una forma completamente desbocada, porque el suplicio tiene que seguir siendo público para ser efectivo.

Las escenas que todos vimos en televisión, por internet, en periódicos, ¿eran horrendas? No, más bien producían risa, por lo ridículas, porque se notaba que era un juego, un montaje parecido a un ingenuo show porno para sus amigos. Pero esa ridiculización del enemigo, en este caso, fue lo peor para ese grupo de presos. Peor que la propia muerte. Los golpearon, los asustaron con perros, los sodomizaron, los desnudaron y les hicieron cometer actos sexuales unos con otros, los apilaron, les produjeron toda clase de situaciones vergonzantes, dolorosas. Los pusieron en poses reminiscentes de suplicios medievales. Para un musulumán, este tipo de exposición era el peor de los castigos y los soldados lo sabían. A través de esa carne y de esos huesos accedieron a una pena moral y espiritual muy grande, porque a la larga, como en todo abuso, el cuerpo no era el único objetivo. El cuerpo, perfecto límite elástico que podían sobrepasar estos soldados antes de meterse en aprietos.

"Puesto que ya no es el cuerpo, es el alma. A la expiación que causa estragos en el cuerpo debe suceder un castigo que actúe en profundidad sobre el corazón, el pensamiento, la voluntad, las disposiciones."15

Entonces el espectáculo en que se constituyeron los abusos tendrían mas que ver con una ceremonia necesaria que no se pudo dar antes, porque primero fue la ceremonia del triunfo sobre el enemigo que significó el ataque y la ocupación de Irak por parte de los Estados Unidos. Mientras el resto del mundo observaba la tecnología fría, cual bisturí en una guerra que ya no se libra cuerpo a cuerpo sino de bomba a bomba, los combatientes, al igual que los suicidas de los aviones en septiembre 11, querían el ritual del triunfo cual tribu primitiva que se come al enemigo para poder incorporar su fuerza y así conocerlo mejor, desde adentro, engulléndolo.

"En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. El cuerpo supliciado se inscribe en primer lugar en el ceremonial judicial que debe exhibir, a la luz del día, la verdad del crimen."16

Si la legalidad no lo permite, al menos la imaginación del combatiente capta el símbolo y ejecuta la representación que todos han de entender: la liturgia punitiva, la marca del señalado que ahora no volverá a caminar por las calles de su ciudad sin ser señalado como impuro. El sufrimiento deviene aquí en la Tierra, en el presente, la retribución y la expiación por el crimen cometido por otros, en otro tiempo y que él representa. Los suicidas se fueron al cielo, según sus creencias, pero los que pagan la pena sufren en la cotidianidad y en familia.

IV. ARTE Y PARTICIPACIÓN

Escenificada la purga del 11 de septiembre en aparente juego entre soldados, dan la vuelta al mundo unas imágenes escandalizadoras de un pintor colombiano que las re-presenta, esperando terminar el ciclo ritual, tal vez hasta inconscientemente.

El artista colombiano Fernando Botero entra a participar en este juego ceremonial mundial con su serie de cuadros. Es consciente el artista de que el momento pasa, de que el flujo de lo cotidiano acabará por hacernos olvidar el hecho. El pintor participa de la ceremonia, pero en este caso para quitarle su transitoriedad, que teatralmente hablando, es la fuerza de la misma.

El artista no pinta lo mismo que ve en las fotos. El artista interpreta todo lo que ve, escucha, siente. El artista propone una nueva imagen. El artista abstrae la realidad de tal modo que no vemos exactamente de lo que se trataban las fotografías. Con su obra estamos siempre en el presente. Su obra convierte ese momento que pasa (el abuso que ya se efectuó) en algo intemporal. Logra, con la intemporalidad de la abstracción, devolvernos al mismo momento, aunque no hubiésemos estado allí, con mucha mas fuerza, porque lo hace simbólicamente.

"La representación en tanto que presencia, es al mismo tiempo un hacer presente: lo que se halla frente a nosotros como un aquí y ahora, lo que se nos da como esto particular y concreto, se da, por otra parte, como emanación y manifestación de una fuerza que no se reduce a ninguna particularización semejante. A través de la individualidad concreta de la imagen vemos ahora esa fuerza total. Por más que se oculte en mil formas, en todas ellas permanece idéntica a sí misma: posee una "naturaleza" y esencia fijas que se aprehenden mediatamente y se "representan" en todas esas formas."17

La obra de arte es siempre una representación, y en tanto que representación, es una abstracción. En cuanto que abstracción, la obra de arte no nos priva de la realidad, "lejos de privar, otorgar una mayor plenitud óntica a lo representado."18

Así Botero, al expresar su inconformidad ante lo sucedido en Irak, no solo está contribuyendo a que el hecho no se olvide y quede en pinturas para siempre ser re-vivido, re-interpretado, sino que se hace parte del ceremonial punitivo necesario para que el mensaje simbólico siga circulando, esta vez con mayor "estatus".

Los cuerpos desnudos y semi desnudos que no son los mismos que los que están en las fotos, juegan el papel participativo del suplicio como ceremonia virtual que pasa a ser vista por los poderosos del mundo contemporáneo, en las paredes rígidas de museos y galerías a las cuales tiene acceso por ser un artista famoso. El arte convierte a las fotos en algo más que un juego de soldados casi niños. Si Botero las transforma, algo está también mostrando, algo muy íntimo, de el, pero al mismo tiempo de todos nosotros.

Botero nos permite ver cosas que solo hace visible el arte. Separa la ridiculez de las escenas montadas por los soldados de la realidad inmediata y le devuelve la fuerza real al suplicio virtual que había sido montado en el escenario de una cárcel extranjera. Ahora en museos y galerías del mundo civilizado, en esos templos de la cultura, podemos ver la carne redonda de prisioneros suplicantes aterrados, en posiciones de sumisión, desesperación y angustia.

Podemos recordar que el poder se ejerce cuando hay la posibilidad. Que todos participaríamos de cierto modo en actos parecidos, humillando a quien consideremos nuestro enemigo, si se nos da la oportunidad. Vemos unos cuerpos redondos, separados de la realidad que los produjo, casi limpios. Pero esos cuerpos son suficientes: el pintor ha sellado el círculo del ritual punitivo.

"El cuerpo humano, como núcleo, es rico en asociaciones y, cuando se convierte en arte, esas asociaciones no se pierden por completo."19

Nuestra conciencia no puede echar para atrás u olvidar ya. Ya todos hemos participado de la ceremonia punitiva. El suplicio cumplió su cometido. Y nosotros seguimos siendo el público ávido de castigo, que ahora se fascina, no con la transitoriedad de las fotos en internet, en los periódicos y revistas, sino con los cuadros colgados en las inmóviles paredes de nuestras frágiles memorias.

V. LA HORCA Y EL EPÍLOGO

Un nuevo escándalo sacude al mundo en enero de 2007, casi seis años después del ataque sin precendentes en suelo norteamericano por parte de Al Qaeda. El nuevo escándalo trae otra vez visos de ridiculez. La ejecución de Saddam Hussein, luego de ser juzgado por iraquíes, fue ejecutada de una manera impropia para la cultura de la que él mismo provenía. Aunque fue ahorcado por iraquíes, se efectuó dicha operación en un sitio bajo custodia de los norteamericanos. Alguien logró grabar con la cámara de un celular toda la ejecución y minutos después ya era del dominio público.20

Protestas por la indignidad de la ejecución en el mundo árabe. Protestas en Norteamérica porque nuevamente un "gol" de una camarita, gracias a las nuevas tecnologías, muestran el gusto del público por este tipo de espectáculos. La world wide web otra vez demuestra como es de necesaria la ceremonia del suplicio y la vejación del cuerpo o el alma del condenado. El teatro de las acciones reales viene ahora como espectáculo virtual que nos hace mirar más allá del espejo y recordar que no hemos superado la necesidad de la ceremonia. Lo obsceno nos devuelve a la realidad. El teatro de los suplicios y el ritual del castigo público siguen siendo una necesidad humana que nos averguenza, pero que es mejor enfrentar, porque allí está, y algo nos señala con esa misma presencia. Lo invisible se hace visible.

".. .que los castigos sean una escuela mas que una fiesta; un libro siempre abierto antes que una ceremonia. La duración que hace que el castigo sea eficaz para el culpable es útil también para los espectadores. Deben poder consultar a cada instante el léxico permanente del crimen y del castigo."21


REFERENCIAS

Camus, Albert, El mito de Sisifo, Altaya, Barcelona, 1994.

Cassirer, Ernst. Filosofia de las formas simbólicas III, Fondo de Cultura Económica, México, 1998. El Tiempo, Bogotá, abril 10, 2005.

Estrada Herrero, David. Estética, Editorial Herder, Barcelona, 1988.

Foucault, Michel. Vigilar y Castigar, Argentina, Siglo XXI, 2004.

Foucault, Michel. Nietzsche, la généalogie, l'histoire" en AA.VV. Hommage à J. Hyppolite. Paris, 1971, trad. Nietzsche, la genealogia, la historia. Valencia, Pretextos, 1988. Tomado de http://www.nietzschena.com.ar

Foucault, Michel. La verdad y las formas jurídicas, Barcelona, Gedisa, tomado de: http://www.nietzschena.com.ar

Foucault, Michel. Marx, Nietzsche, Freud. Madrid, Anagrama, 1970. Tomado de http://www.nietzschena.com.ar

Diners, No. 421. Revista: "Botero pinta el horror de Abu Ghraib", Bogotá, abril, 2005.

Páginas WEB:

http://www.Wikipedia.org

http://www.boston.com/ae/theater_arts/articles/2005/04/11/colombian_artist_depicts_abu_ghraib_abuse/

http://www.almiron.org/otros25.html http://www.elmundo.es/fotografia/2004/05/fotosirak/

http://www.ymipollo.com/channel/pintura/ http://www.nietzschena.com.ar


Notas

1 Podemos leer más sobre este concepto en: http://www.almiron.org/otros25.html y en: http://es.wikipedia.org/wiki/Marshall_McLuhan#La_aldea_tribal

2 Revista Diners, No. 421. Artículo: Botero pinta el horror de Abu Ghraib, Bogotá, abril, 2005.

3 El Tiempo, Bogotá, abril 10, 2005.

4 "En este cuadro llamado Guernica, Picasso se inspiró en un hecho real, el bombardeo a una ciudad española llamada precisamente Guernica. Este cuadro mide casi 8 metros, fue pintado en blanco y negro y refleja el enojo y la tristeza del artista, ante un hecho que acabó con la vida de hombres, mujeres y niños. Guernica demuestra la idea de Picasso de que el Arte también sirve para expresar los hechos tristes, para no olvidarlos y recordar así a las personas que mueren injustamente." Tomado de: http://www.ymipollo.com/channel/pintura/

5http://www.boston.com/ae/theater_arts/articles/2005/04/11/colombian_artist_depicts_abu_ghraib_abuse/

6 Foucault, Michel, Vigilar y Castigar, Argentina, siglo XXI, 2004.

7 Ibíd, p.15.

8 Ibíd, p. 16.

9 Ibíd, p.17-18.

10 Ibíd, p.21-22.

11 http://www.elmundo.es/fotografia/2004/05/fotosirak/

12 Foucault, Michel, Nietzsche, la genealogía, la historia: http//www.nietzscheana.com.ar/foucault.htm

13 Foulcault, Michel, Vigilar y Castigar, pag.111

14Cesare Beccaria (Milán, 15 de marzo de 1738 - 28 de noviembre de 1794) ....publicó "De los delitos y las penas" en 1764, un breve escrito que tuvo mucho éxito en toda Europa, particularmente en Francia, donde obtuvo el aprecio entusiasta de los filósofos enciclopedistas. Partiendo de la teoría contractualista, que funda sustancialmente la sociedad sobre un contrato encaminado a salvaguardar los derechos de los individuos, garantizando el orden, Beccaria definió los delitos como violaciones de este contrato. La sociedad en conjunto goza por tanto del derecho a defenderse, el cual se debe ejercitar con medidas proporcionales a los delitos cometidos (principio de la proporcionalidad de la pena); en un segundo principio se establecería que ningún hombre puede disponer de la vida de otro.....Beccaria afirmaba que para cualquier criminal pasar la vida en la cárcel con privación de libertad era peor que una condena a muerte, mientras que la ejecución no sirve como disuasorio para el criminal, dado que las personas tienden a olvidar y borrar completamente los recuerdos de un acto traumático y lleno de sangre;.. Cesare Beccaria fue uno de los más importantes inspiradores del movimiento de reforma del antiguo derecho penal continental, un derecho caracterizado en toda Europa por su extrema crueldad, por su arbitrariedad y su falta de racionalidad. Es también un pilar imprescindible para la comprensión de la vasta reforma ilustrada del siglo XVIII, inspirada en las ideas de autonomía, emancipación y lucha contra el despotismo. (Tomado de Wikipedia).

15 Foucault, Michel, Vigilar y Castigar, p. 24.

16 Ibíd, p.40- 41.

17 Cassirer Ernst, Filosofia de las formas simhólicas III, Fondo de Cultura Econòmica, Mexico, 1998.p.113.

18 Estrada Herrero, David, Estética, Editorial Herder, Barcelona, 1988. p. 272.

19 Ibíd. p. 276.

20 http://www.youtube.com/watch?v=1_5yemklgRI&mode=related&search=

21 Foucault, Michel, Vigilar y Castigar, p.115.


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