Eidos. Revista de Filosofía de la Universidad del Norte

ISSN electrónico 2011-7477
n.° 19, julio-diciembre de 2013
Fecha de recepción: 28 marzo de 2013
Fecha de aceptación: 05 abril de 2013



ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN / RESEARCH ARTICLE


NUEVAS FUENTES PARA LA INTERPRETACIÓN DE LA OBRA CRÍTICA DE RAFAEL GUTIÉRREZ GlRARDOT*

Juan Guillermo Gómez García
Universidad de Antioquia (Colombia)
Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín (Colombia)
punctumed@yahoo.com


Resumen

Este artículo discute y analiza la formación del carácter crítico e intelectual en Rafael Gutiérrez Girardot. A partir de fuentes diversas y, en parte, inexploradas, se reconstruye el proceso de formación y ejercicio de su actividad crítica entre 1950 y 1965. Se tienen en cuenta tanto las relaciones con otros intelectuales como la influencia de los diversos contextos en los cuales se dieron dichas relaciones. Así, su participación en Cuadernos Hispanoamericanos, su correspondencia con Alfonso Reyes y con Nils Hedberg, su actividad diplomática, su trabajo editorial y de traducción y, finalmente, su práctica docente, se estudian con objeto de tener un marco comprensivo. La obra crítica de Gutiérrez Girardot dista de estar comprendida y, de hecho, se precisa todavía de un exhaustivo trabajo de reconstrucción y análisis.

Palabras clave

Gutiérrez Girardot, Alfonso Reyes, América Latina, España, intelectuales, epistolario.


Abstract

This paper discusses and analyses the critical and intellectual nature of the work of Rafael Gutiérrez Girardot. It reproduces the process of construction and exercise of his critical activity (1950-1965), based on different sources some of them not yet very studied. The paper takes into account his relationships with other intellectuals and the influence of its different contexts. Thus, in order to get a comprehensive framework, it studies his participation in Cuadernos Hispanoamericanos, his correspondence with Alfonso Reyes and Nils Hedberg, his diplomatic activity, his work as editor and translator and finally his teaching experience. The critical work of Gutiérrez Girardot is far from being completely interpreted and this makes necessary an exhaustive work of reconstruction and analysis.

Keywords

Gutiérrez Girardot, Alfonso Reyes, Latin America, Spain, Intellectuals, Epistolary.


La comprensión de la obra crítica de Rafael Gutiérrez Girardot ha adolecido de una constante: no se le conoce en su integridad. La fragmentación, e incluso la difusión desarticulada, han favorecido los equívocos y malentendidos en torno a su nombre y los contenidos de sus trabajos. En las siguientes páginas nos proponemos dar a conocer elementos determinantes de su tarea, que va desde sus primeros años de aprendiz crítico en los años de Madrid hasta la madurez que muestran sus llamadas Vorlesungen, es decir, sus lecciones magistrales, impartidas durante veinte años como profesor titular de Hispanística de la Universidad de Bonn.

La pregunta por los orígenes intelectuales y la personalidad crítica de Rafael Gutiérrez Girardot remite a quince años decisivos, entre principios de los años cincuenta y mediados de los años sesenta. En ese lapso se definen los perfiles de su obra crítica, es decir, los diversos intereses intelectuales y los fundamentos filosóficos, históricos, sociales y literarios que le van a ser característicos. Estos años coinciden con su estancia en medio de la atmósfera cultural de Madrid, su permanencia en Friburgo como discípulo de Heidegger, sus breves pero determinantes meses en Gotemburgo en 1955, y la década siguiente como diplomático de la Embajada de Colombia en Colonia y Bonn. Se puede sostener que desde sus primeras contribuciones a la revista madrileña Cuadernos Hispanoamericanos, el momento en que llega a la capital española, hasta la publicación de Jorge Luis Borges: un ensayo de interpretación (1959), editado por Ínsula, bajo el patrocinio académico del Instituto Iberoamericano de Gotemburgo, se forma su personalidad crítica a la luz de las estimulantes figuras con las cuales entra en contacto y las muy heterogéneas tareas que se impone y que le van abriendo horizontes inéditos de la vida intelectual en la lengua española.

Estos años están cuajados de expectativas frente a su propia producción; en ellos se traza y se forja sus propios derroteros y determina el curso, siempre ascendente, de su producción. Con el libro de Borges se logra un ápice de esa producción; él es la meta y a la vez la alta cota interpretativa que elabora, con una intensidad y una conciencia que trabaja asimilando lentamente sus presupuestos y que de ningún modo surge de la improvisación. Esta tarea o esta exigencia no solo se puede rastrear en las diversas y hasta dispersas fuentes que basta consultar para sostener la tesis que aquí afirmamos, sino que dicha tesis se ofrece como homenaje a su labor escrupulosa, solitaria, marginal. La laboriosa conclusión de sus presupuestos es consecuencia radical de sus postulados. Es pues, círculo virtuoso de los efectos de causas intelectuales a las que dedicó, con empeño y persistencia, estos años de inusitadas lecturas, de exigentes retos intelectuales, de múltiples preocupaciones —la filosofía hegeliana, el romanticismo alemán, la Revolución francesa y la estructura de la lírica moderna— que desembocan en este libro de acabada perfección.

Tres fuentes o conjuntos de fuentes son pertinentes para documentar profusamente la afirmación enunciada, a saber: los escritos, artículos y reseñas que publicó el joven Gutiérrez Girardot en la revista madrileña Cuadernos Hispanoamericanos, la correspondencia que sostuvo durante quince años con el maestro mexicano Alfonso Reyes (1951-1959) y luego con el profesor Nils Hedberg, director del Instituto Iberoamericano de Gotemburgo (1956-1964), y los "Informes Diplomáticos", inteligentes documentos que como agregado cultural y encargado de negocios de la Embajada de Colombia elaboró para el Ministerio de Relaciones Exteriores entre 1957 y 1964. En cada una de estas "series" documentales queda el rastro de los complejos elementos que van construyendo su rompecabezas intelectual; tras ellos, y atendiendo a las peculiaridades discursivas que los identifican, se van armando las piezas claves, como el jeroglífico implícito, que luego emerge como una totalidad crítica sin fisuras, como obra conclusa, sostenida por su propio aparato discursivo. Sin embargo, esta obra crítica —el libro de Borges— es resultado, como dijimos, de concentrados esfuerzos, que encuentran respuestas estimulantes y sugestivas en las fuentes señaladas. Esta tarea, sea dicho de paso, no se ha ensayado anteriormente para el caso de Gutiérrez Girardot, y es tanto más interesante porque promete dimensiones o perspectivas hasta ahora no anotadas o siquiera aludidas.

Este ensayo ha sido complementado con dos aspectos comparativamente desconocidos: su labor como editor y traductor de la Colección Estudios Alemanes, desde mediados de los años sesenta hasta la desaparición de esta —financiada por el Estado alemán en 1989—, y por último, una breve mirada a sus Vorlesungen, dictadas en Bonn entre 1971 y 1990.


Cuadernos Hispanoamericanos: ejercicios de entrenamiento crítico

Rafael Gutiérrez Girardot contribuyó a la revista española Cuadernos Hispanoamericanos con un número crecido de reseñas, pequeños artículos, ensayos y traducciones desde 1951 hasta 1956, año en que publica una interpretación de la poesía de Georg Benn, en la cual parece despedirse de sus viejos compañeros madrileños de generación por una temporada. Lo que primero llama la atención de estas contribuciones no es propiamente el alto número de ellas, sino la intención diversa que las acompaña. A veces son notículas y no pasan de tener un carácter meramente informativo; otras veces son esbozos o ensayos de ensayos, en los cuales se va afinando y asegurando un camino interpretativo que apenas cumple con el esbozo crítico —como el que elabora sobre Alfonso Reyes—; a veces son verdaderos ensayos —como el que anotamos de Benn— y a veces traducciones, como la de Heidegger, que son lección y a la vez desafío a la intelectualidad de la revista, dirigida por el poeta Luis Rosales. Estos diversos propósitos parecen insinuar múltiples personalidades críticas, desde la que informa escuetamente sobre un congreso de hispanistas o la circulación de una revista uruguaya hasta la que empieza a imponer ciertos criterios selectivos y va dando cuerda a sus primeros acercamientos a autores y temas que van a ser más adelante capitales. Esta labor tiene un valor genético para su obra, pero a la vez es constante y permanente ejercicio de escritura que resulta de gran estímulo para el aprendiz de crítico.

En el número 23, de septiembre-octubre de 1951, Gutiérrez Gi-rardot publicó "Reflexiones sobre Francisco Romero", su primera contribución a la revista madrileña. La revista, fundada tres años atrás, como medio intelectual de la vida española bajo Francisco Franco, se convertiría en uno de los medios de más habitual publicación del joven colombiano, hasta principios de 1956. Entre estas fechas se pueden contabilizar cerca de cuarenta contribuciones para este órgano intelectual. De estas contribuciones surge una compacta y coherente imagen de la vida intelectual, a modo de anticipos de la producción mayor de sus años subsiguientes. Se puede conceder que ya, en esta producción temprana, se encuentra in nuce su producción posterior, pero, sobre todo, que en ella se revelan rasgos de madurez temática y metodológica en el tratamiento de los problemas intelectuales. La preocupación y el interés por la filosofía alemana —particularmente por Heidegger—, por la literatura alemana —particularmente por Hólderlin y Benn— y por la literatura hispanoamericana —particularmente por la obra de Reyes, Borges y por la unidad latinoamericana— son, entre otros temas, problemas y autores, el balance comprensivo de sus tempranas contribuciones a este medio español. La independencia de criterio se da la mano con la inusual perspectiva del joven crítico colombiano. El interés por la cultura colombiana —por personajes como Caballero Calderón, por ejemplo— se combina con el interés por asuntos hispanoamericanos, españoles y alemanes. Llaman así la atención varias cosas: la primera, que "Reflexiones sobre Francisco Romero" es una breve reseña de página y media del último libro del filósofo argentino, El hombre y la cultura (Romero, 1950), o sea que es un ejercicio de iniciación provechoso a cualquier joven en similares condiciones; la segunda, que en ella pone de presente su abierta inconformidad por el conjunto de ensayos del libro de quien había elevado a consigna la "normalización" de los estudios filosóficos para Hispanoamérica, un reproche "por el prestigio y la alta misión directora" del autor, es decir, donde se pone de presente la actitud crítica y polémica frente a una de las personalidades intelectuales más destacadas del mundo hispanoamericano; la tercera, que se destaca el horizonte hispanoamericano de esta nota al demandar una exigente producción filosófica que él ve anticipada en Wagner de Reyna, o, de la que es ejemplar "la ingente obra de Henríquez Ureña" o "la callada labor de Samuel Ramos".

Para el número 25, de enero de 1952, Gutiérrez Girardot ofrece un genuino ensayo, muy característico de su obra posterior: "La utopía americana de Alfonso Reyes". En este sitúa genéticamente la imagen de América de Alfonso Reyes en la tradición renacentista de Bartolomé de las Casas y Vasco de Quiroga, es decir, la imagen de una América que ha hecho ingentes esfuerzos culturales para su incorporación decisiva en la historia universal. El autor y el tema tratados seguirán gravitando en la obra de Gutiérrez Girardot y los mismos acentos de la problemática serán un sello característico de su producción posterior en más de medio siglo. La Atlántida prefigura América, y de este modo hace parte potencial de la historia o del porvenir. El ciclo utópico abierto con Tomás Moro y su discípulo Vasco de Quiroga "[...] se cierra con Alfonso Reyes. El destino de América está determinado por su origen. Su configuración y su tarea, por su destino" (Gutiérrez, 1952). Como continente de razas mezcladas, América es una "síntesis humana", un "saldo histórico". El "abolengo hispánico" es sello del cosmopolitismo hispanoamericano, pues "lo español tiene en sí un valor universal". "Reyes insiste en el sabor hispánico de nuestra estirpe", escribe el joven Gutiérrez Girardot con una afirmación que viene de su primeriza admiración por Ortega y Gasset —y que más adelante pondrá en tela de juicio—, "consciente de que él le da, aparte de universalidad, la soñada armonía y coherencia de sus pedazos" (Gutiérrez, 1952, p. 21). La imaginación se proyecta en el futuro y lo que se fraccionó, después de la Independencia, ha de reunirse en un esfuerzo continental conjunto. La proyección de su ideal futuro es su verdadera imagen. Este ensayo temprano anticipa su discusión sobre América como Nuevo Mundo, es decir, cómo va a comprender este nuevo fragmento geográfico —de la mano de Edmundo O'Gorman (1958)— no como descubrimiento sino como invención1.

De comparativa naturaleza iniciática son las contribuciones dedicadas a la cultura alemana: "Lección sobre la cosa" —acerca de Martin Heidegger— (número 40 de abril de 1953) y "El mundo de la expresión. Notas de lectura a Gottfried Benn" (número 70 de octubre de 1955), con dedicatorias a Luis Rosales y José Luis Aranguren. Estos aportes son muestras de la consagración del joven Gutiérrez Girardot a dos de las más grandes figuras de las letras alemanas del siglo XX y son testimonio del dominio y de la compenetración temprana que tiene con la lengua alemana2. La "Lección sobre la cosa" y las "Notas" a Benn pertenecen al mismo esfuerzo filosófico-crítico, es decir, a la preocupación por la naturaleza íntima del lenguaje, por la esencia de la creación filosófico-poética. El fundamento filosófico de toda actividad crítica —que es la herencia de la crítica romántica desde Fichte o Schlegel— encuentra en estos ejercicios interpretativos —que son más que ejercicios, contribuciones— una temprana muestra de los nuevos caminos que ha de recorrer la crítica en lengua española si pretende cumplir con nuevos y más exigentes fundamentos y más prometedoras tareas.

Esta especie de periodismo-ensayismo obliga a Gutiérrez Girardot a enfrentarse no solo a determinados temas o autores, sino a mantenerse actualizado y a ampliar permanentemente sus objetos de interés. Algunos de ellos, en efecto, pueden ser menores, pero siempre se les procura dar un relieve que merezca la atención de los lectores de la prestante revista. También, a partir de esa labor se entablan relaciones intelectuales, y el joven crítico se inicia en el misterio o aprendizaje "artesanal" de la escritura. Ese ejercicio permanente —en cada entrega de la revista hay una, dos o hasta tres contribuciones— habitúa al hombre de letras a estar en permanente contacto con su público. Esta constancia imprime un sello personal, le da el hábito del contacto con sus lectores, le convierte en centro activo y responsable de su labor en ciernes. La significación sociológica de esta tarea, hasta cierto punto discreta, puede compararse con la labor periodística que por esos años realizaba García Márquez en El Heraldo de Barranquilla y en El Universal de Cartagena —labor a la que el crítico Ángel Rama atribuyó un papel formativo determinante en el arte de la escritura y de la observación de la realidad del posterior autor de El coronel no tiene quien le escriba.

El medio, pues, hace al escritor, al crítico, y en él gana en "principio de realidad". Cuadernos Hispanoamericanos fue una tribuna en la que el joven Gutiérrez Girardot templaba sus armas críticas, afilaba sus perfiles intelectuales y se entrenaba, constante, cotidianamente, y se podría decir casi a diario, en la lucha por mantener viva y vigilante su conciencia —cabe pensar también, complementaba el parco pecunio de su beca. Exactitud en la información, claridad en la argumentación, amplitud de mirada y regularidad en las entregas, son aspectos propios de la actividad entre periodística y ensayística del joven Gutiérrez Girardot en Cuadernos Hispanoamericanos y que anticipan las virtudes intelectuales que posteriormente caracterizarán sus trabajos de madurez crítica.


La correspondencia de Gutiérrez Girardot con Reyes-Hedberg: lección de callada persistencia

La correspondencia entre Gutiérrez Girardot y dos maduros representantes de la inteligencia hispanoamericana, el ensayista universal Alfonso Reyes y el hispanoamericanista sueco Nils Hedberg, es un inusitado testimonio de la temprana obra del crítico colombiano. Estas cartas revelan el intenso afecto y la intimidad de estos padrinos intelectuales de Gutiérrez Girardot; en otros términos, la intensa amistad intelectual que revelan las piezas epistolares de estos años es una viva muestra del culto a la inteligencia, de la sincera entrega al trabajo de las letras, de la pasión por la literatura, del grado de compromiso con su objeto de estudio y de la forma autoconsciente de asumir sus desafíos interpretativos. La correspondencia con Reyes es un capítulo de conmovedora admiración por el maestro mexicano, un despliegue sincero del mundo intelectual alemán en el que el joven estudioso de Friburgo anchaba horizontes que, en ocasiones, rompían los esquemas del viejo maestro mexicano. La correspondencia pone de presente una década de consagración de Gutiérrez Girardot a la lectura de Reyes; una década en la que fue asimilando los postulados de la vida intelectual y fue encontrando la "expresión americana" que mejor se ajustaba a su temperamento personal. Gutiérrez Girardot, desde la primera línea de su correspondencia, mientras es un becario del Colegio Guadalupano, expresa abiertamente su admiración por el maestro, pone de manifiesto la consagración de sus lecturas y da testimonio de sus resultados en los ensayos, o esbozos de estos, que van apareciendo en Cuadernos Hispanoamericanos. Esta revista, pues, se ofrece como un indiscutible medio para expresar su admiración pública por Reyes, para ir publicando las primicias de sus desvelos por el gran americano. Más aún, esta revista, anexa al Colegio Mayor de Guadalupe, reafirma una experiencia cultural de indiscutible valor en el medio intelectual madrileño de su época. Revista y Colegio ponían en contacto grupos de jóvenes españoles —Gonzalo Sobejano, Emilio Lledó, José Agustín Goytisolo, Pepe Valen-te— con hispanoamericanos —Eduardo Cote Lamus, Hernando Valencia Goelkel, Ernesto Mejía Sánchez— que se estimulaban mutuamente, y que forjaban o terminaban de hacerlo en ese medio y en esa casa de estudios sus primeros instrumentos conceptuales o, mejor aún, afirmaban sus respectivas vocaciones intelectuales. Gutiérrez Girardot llega a confesar que gracias a Mejía Sánchez se introdujo en la lectura de Reyes, y destaca, además, la labor del Colegio de México como institución para la divulgación de los genuinos valores culturales latinoamericanos, es decir: en España descubrió o inventó a Latinoamérica.

La correspondencia con Reyes es, a la vez, el medio de entablar un diálogo que, aunque desigual por la posición de los corresponsales, sirve de "noticiero" de la vida intelectual madrileña. Mientras Cuadernos Hispanoamericanos es para Gutiérrez Girardot el portavoz de la cara oficial o externa de la actividad cultural en España, la correspondencia es el medio subjetivo en el que quedan registrados no solo matices —en forma de chisme o crónica de cocina— sino verdaderos juicios sobre el estado intelectual de la Península —que no cabía o no convenía expresarlos de otra forma. La figura que más destaca es Xavier Zubiri. No es Ortega y Gasset, como se puede pensar ligeramente, sino el filósofo Zubiri quien sienta nuevas medidas, en rigor y método interpretativo, en la filosofía española. Escribe a Reyes el 17 de enero de 1952:

Zubiri sigue con su curso. Yo esperaba que él mismo tomara contacto con Ud. pero Zubiri no escribe ni libros. Anda muy ocupado, tiene mucha prisa de acabar algo, y deja apenas el tiempo para preparar sus lecciones. Tiene cerca de seis mil páginas inéditas que, según dice, esperan su revisión para ser publicadas. Pero cuando las revisa, las renueva y las trasforma de tal manera que quedan nuevas en espera de otra revisión. Y ese círculo vicioso nos deja en espera de sus libros, sin poder saborearlos y meditarlos. Si Zubiri publicara sus cursos, los discípulos hispanoamericanos de Ortega se quedarían con la boca abierta, sin saber qué decir de su maestro. Hace mucho tiempo el pensamiento de Ortega está superado por Zubiri, superado o absorbido en la Aufhebung hegeliana, o a la manera hegeliana.

Y renglones abajo:

La última lección fue sobre Hegel, y como las anteriores sobre Santo Tomás y Kant, Zubiri puso los puntos sobre las íes, en lo que se refiere a las interpretaciones anteriores. Por lo pronto, los asistentes hemos sacado la conclusión de que las monografías kantianas son más que insuficientes, más que defectuosas. Salió mejor librada la de Cassirer. Y de Santo Tomás no digamos nada. Los tomistas, los tomistones digo yo, si no lo han falseado de mala fé, es porque no han ido a Santo Tomás directamente, sino a Bañez o Juan de Santo Tomás. El de Aquino es otra cosa distinta a lo que nos han mostrado los tomistones de hoy. Y en cuanto a Hegel, que recuerde, no se le puede llamar racionalista, si hay que llamar a los filósofos de alguna manera o si hay que encasillarlos en compartimientos, sino razonista, que es otra cosa. Y aquella frase tan vapuleada de "todo lo real es racional y todo lo racional es real", es decir, lo que han llamado panlogismo, de panlogismo tiene sólo el nombre que le han dado. Ya verá Ud. esto más en detalle cuando, al cabo de las lecciones, pueda enviarle una copia de mis apuntes. A Ud. le habrán contado de Zubiri los inmejorables españoles que tuvo la suerte México de llevarse. Es nervioso, pequeño, de figura ascética. Subraya enérgicamente con la mano sus frases. Es maravilloso. Y después de una lección suya uno saca otra conclusión: que a los filósofos o se los lee en su idioma original, o mejor no se los lee. Hegel, por ejemplo, dice Zubiri, utiliza una frase, un tipo de frase dialéctica. Cómo se ha traducido ésta al español? [sic] Y yo estoy luchando ahora a brazo partido con la sintaxis alemana, pues aunque he hecho una traducción del alemán y lo leo sin dificultad, aquello de la frase dialéctica me dejó inquieto y si no fuera una verdadera bestialidad y una tontería me resolvería a aprender el diccionario de Bailly o por lo menos el de Sommer3.

Gutiérrez Girardot no solo se convierte en una fuente fresca de la vida madrileña, algo que Reyes debería disfrutar —le remontaría a su ciclo madrileño en los duros años veinte— más de lo que expresa su lacónica correspondencia al "querido y joven amigo". Pero rápidamente se interrumpe esta estadía. De los años siguientes en Friburgo hay un lamentable silencio —son los años en que Gutiérrez Girardot estudia con Heidegger, Eugen Fink y Hugo Friedrich. Cuando se traslada en 1955 a Gotemburgo, como becario del instituto latinoamericano de esa universidad, se inicia un nuevo capítulo de esta amistad epistolar. Centra la preocupación en la elaboración, o mejor, en la fase final de elaboración de su libro La imagen de América en Alfonso Reyes (1955). Su traslado a Colonia (RFA) a principios de 1956 como canciller —un título esotérico en términos de la diplomacia internacional— en la Embajada de Colombia solo contribuye a reiterar sus afectuosos servicios. Cada carta está llena de sus impresiones de lectura y las múltiples relaciones del texto del novel crítico. Cuando aparece, pues, la opera prima del ensayista colombiano, el maestro Reyes le escribe —el 30 de octubre de 1956:

Al fin me envían de Ínsula su ensayo —tan generoso y límpido—La imagen de América en Alfonso Reyes que leo y releo con fruición y emoción, apreciando la calidad ascendente, desde el primer esbozo hasta la cristalización final. Cuando se tiene la suerte de haber interesado a un espíritu como el suyo, ya no se puede ni dar las gracias. Sobreviene algo como un anonadamiento. El calor que Ud. sabe comunicar a mis ideas, al explicarlas y completarlas, asume temperatura casi religiosa. Me veo reflejado —y aumentado y mejorado mil veces. Sea Ud. feliz y continúe con paso firme su hermosa jornada. Espero que Ud. y su familia se encuentren bien, y espero sus letras. Lo abraza con inmensa gratitud [...]

Las cartas siguen su ritmo de intensa admiración y gratitud abierta; se cruzan favores, se piden pequeños servicios bibliográficos que son satisfechos en la medida de lo posible. Entre otros événements epistolares, Gutiérrez Girardot se presta a traducirle un libro de Wilamowitz-Moellendorff —el acérrimo contradictor de Nietzsche— sobre los griegos, pero el ofrecimiento no pasa del índice. Al lado de estos altos menesteres, con todo, se traba una relación con ribetes domésticos. Pide Gutiérrez Girardot al maestro Reyes ser padrino in absentia de su hija mayor Martella. Reyes, pues, se convierte en compadre del crítico-diplomático. Además de la lectura de Reyes, se hace su obra tema conyugal, al proponer el candidato a doctor en Friburgo a su mujer, doña Marliese Krans, que adelante, a su vez, la tesis doctoral sobre la poesía de Reyes. Esto motiva disputas entre los cónyuges, pues tienen opiniones encontradas sobre el sentido y el alcance de la relación prosa/poesía en Reyes, lo que no deja de motivar la respectiva reacción jocosa del escritor mexicano. Este tono erudito-familiar se conserva hasta la muerte en diciembre de 1959, en su residencia del D.F., del escritor de Última Tule (Reyes, 1942).

Por su parte, la correspondencia con el profesor Hedberg tiene notas afines con las cartas enviadas a Reyes, pero en ellas se destacan dos o tres aspectos de singular relieve para el joven Gutiérrez Girardot. Este había obtenido una beca en la universidad sueca, para sustituir en la cátedra a Jorge Luis Borges, con el compromiso de elaborar un ensayo interpretativo de esta obra. Al tener que deponer a destiempo el cumplimiento de sus compromisos con la institución sueca, por su traslado a Alemania como diplomático (en enero de 1956), Gutiérrez Girardot se ve en la casi obligación, muy placentera, por lo demás, de entablar un diálogo epistolar con Hedberg que toma ribetes de confesión abierta de sus aventuras y padecimientos inusitados como diplomático de una nación de tercer orden en medio del milagro económico de la era Adenauer. El desfile del funcionariado colombiano se le muestra al filósofo y ensayista como una verdadera caricatura microscópica del país. El 17 de abril de 1957 escribe:

Este Bonn es una cueva horrorosa, en donde la vida es carísima, la gente desagradable, gorda y llena de dinero, la universidad es misérrima, y la embajada, como siempre, entre desagradable e inútil. Desde hace cosa de dos meses me ha caído el consulado, como encargado de estas burocracias, ahora estamos dos solamente: Jaime Uribe Holguín que era ministro consejero como encargado de negocios y yo. En realidad esta vez uno y uno no es igual a dos. Pues si se quiere contar el trabajo de Uribe Hol-guín, que solo sabe el alemán que se relaciona con las fiestas de los hispanoamericanos, es uno. Uno y uno igual a uno: yo. Pero si se cuentan las molestias y los trabajos extra-oficiales que causa Uribe Holguín, entonces uno y uno es igual a tres: él, su señora y yo. Lo malo de todo esto es que no puedo separarme de Bonn, y quién sabe cuando llegará el que ha de hacerse cargo de este consulado, o quién sabe si me ascienden, como suponía yo por recomendación del anterior embajador, o quién sabe qué pasará. De todos modos, con esto se me han ido mis vacaciones al diablo, y creo que sólo en septiembre u octubre podré pedirlas. Para entonces espero ir a Gotemburgo a hacer una gran visita, la que yo quería hacer en abril.

Y con tono de parodia sensacional, el 15 de febrero de 1958:

Desde hace ya casi dos meses estoy en deuda epistolar contigo, pero no por descuido sino por falta absoluta de tiempo. Con la llegada de un agregado militar y la de un nuevo agregado o consejero comercial, la entrega de la sección consular, el fervor burocrático del nuevo embajador, etc., etc., he dejado de ser un diplómata para convertirme en una especie de manager de tercera categoría. Mis queridos compatriotas buscan casa, sirvientas, profesoras para sus hijas, colegios y escuelas, muebles, radios, etc., etc., y además una de estas damas tiene cuatro hijas y espera ahora la quinta, lo que significa que no sólo yo, sino Marliese también tiene que entrar en la danza. Lo peor ha sido la consecución de casa. Ellos no se satisfacen con una más o menos habitable, sino que, como creen que el mundo está creado a la imagen y semejanza de Bogotá, tiene que haber una casa con tales y tales condiciones. Luego las criadas: quieren criadas que hablen español!!!! O si no francés o inglés. Pero que sean baratas!!!! Y los muebles: quieren sean parecidos a los que vende Valenzuela en Bogotá, pero no muy caros. Y luego los pañales: que sean como los que se hacen en Paipa o no sé dónde que fabrica Coltejer. Pero igualmente baratísimos. Y hasta que no se convencen de que esto no hay en Alemania, entonces se deciden a comprar otra cosa, pero luego la segunda parte: escoger. Y escogen como señoras en un almacén. Por lo demás son buenas personas, excepto que son burócratas profesionales que creen dirigirlo y lograrlo todo desde el escritorio. Ahora que he conseguido criadas y casas (25 agencias he tenido que poner en movimiento), viene el otro problema: una profesora que les hable a las niñas en inglés y francés, pero que no sea alemana, sino que sea francesa o inglesa, o que haya aprendido francés o inglés en Londres o París. Cómo encontrar una persona así que además no sea muy vieja? Demonios!!!! Naturalmente el trabajo de prensa y cultura, que es el que ahora me toca, tengo que hacerlo "en las horas libres"!!!! El embajador quiere que yo lea toda la prensa alemana y que haga un resumen de lo principal. Hasta que lo convencí de que en Alemania hay 600 periódicos y que hay que decidirse por los principales... Además quiere que me ponga a atender las peticiones de becas que hacen mis otros compatriotas. Todos estos son trabajos interesantes, pero no se pueden atender si al mismo tiempo le toca a uno buscar leche, casa, criadas, y hasta institutrices a la medida de los deseos de cada uno. Un desastre4.

En realidad, el significado para la crítica literaria no se contrae en ambientar y documentar los padecimientos de un crítico-cónsul en Alemania, sino en la forma en que se elabora, al margen de estas espectaculares situaciones que puede testimoniar quien conozca de cerca el servicio diplomático colombiano: una diplomacia de arlequín, funambulesca, sin rumbo ni proporciones, en la que se reproducen todos los males y daños del caciquismo hispánico en medio de un paisaje o país insólito que no se logra entender por ninguno de sus fundamentos. Pero esto es el trasunto de una "comedia de errores" interculturales. La correspondencia con Hedberg tiene un puesto en la crítica literaria, justamente, porque en ella se pone de presente el trabajo de taller, la artesanía del procedimiento crítico y, en este caso, la forma en que durante cuatro arduos años fue saliendo, lenta y escrupulosamente, el ensayo sobre Borges. La correspondencia es una muestra de los extensos comentarios sobre sus lecturas, de las reflexiones sobre el procedimiento crítico, de las búsquedas bibliográficas y de su manera de confrontar a los críticos de Borges, es decir, de un capítulo ejemplar y provechoso, sobre todo para los jóvenes intelectuales, de cómo se construye un texto crítico. La honradez, la modestia, la concisión, la ejecución casi jurídica (en el sentido en que la filología prueba con base en textos y no con base en elucubraciones o efusiones) y, sobre todo, la autoconciencia del alcance de su libro y sus efectos en el lector especialista de Borges, o mejor, entre los adeptos de la capilla borgiana y sus detractores, lo obligan a elaborar cada detalle con gran responsabilidad. La claridad y concisión que exigían sus colaboraciones en Cuadernos Hispanoamericanos se enriquecen al contacto con un desafío crítico de primer rango: la primera interpretación crítica de Borges de alcance integral. En otros términos, esta correspondencia es ejemplar expresión del trato respetuoso con un autor exigente que por sus peculiaridades literarias concita desarrollos críticos especulativos, fantásticos, de autosugestiones irresponsables.

Escribe Gutiérrez Girardot a Hedberg el 13 de febrero de 1957: "El tiempo ha entrado tan velozmente, que cuando me di cuenta estábamos a mediados de febrero y no te había escrito. Perdóname esta pereza involuntaria. Desde que me bato a duelo con la refutación del tiempo que hace Borges se me pasa el tiempo sin darme cuenta". Meses más tarde, el 21 de junio de 1957:

Mi Borges lo tengo terminado, me ha salido de unas 85 a 90 páginas, quizá, con unas adiciones que quiero hacerle, unas cien. Me falta revisar El Aleph, que tú posees. Y un trabajo de la Nueva Revista Hispánica de Filología, el Homenaje a Amado Alonso, un trabajo de una señorita Barrenechea, en donde hay una bibliografía completa de Borges, y una cita que quiero revisar. Te envío de vuelta el número, y el de Jorge Luis Borges budista. He decidido no hacer ninguna cita de ninguno de esos trabajos, que no me prestaron utilidad alguna, sino que más bien me sirvieron para moverme a una polémica, que en la revisión del manuscrito consideré inútil y fuera de lugar, sobre todo porque los dos autores son muy conocidos en Uruguay y en algún café de "Sur" de Buenos Aires, pero en Hispanoamérica no dicen nada. Yo quité toda alusión medio polémica a esos trabajos, y dejé solamente muy breves alusiones a Amado Alonso, Jiménez Pastor y Ernesto Sábato, que reúnen entre los tres todos los puntos atacables en el juicio de Borges. Todo eso va en la Introducción, y el resto del trabajo lo dediqué al estudio "sachlich", como dirían estos hunos, de la obra y del estilo, dividiéndolo en motivos (laberinto, espejos, posibilidades) y en análisis estilísticos de trozos representativos (El truco), de poemas (La noche cíclica), un estudio de vocabulario y de la sintaxis de Borges desde El Idioma de los argentinos hasta Otras inquisiciones. Hice un pequeño capitulito en esta primera parte sobre Los Orilleros, que es el guión cinematográfico de Borges, escrito en compañía con Bioy Casares. Renuncié a hacer un capitulito sobre Las fuentes de Borges, porque me parece innecesario y fuera de lugar ponerse a buscar de dónde ha sacado Borges esta idea y esta otra. En vez de eso, que hasta ya había adelantado bastante, comienzo la segunda parte con un análisis del cuento Los teólogos, para entrar, digamos, en la parte ideológica y establecer la correspondencia del tema con algunos de sus ensayos. Luego va la reseña y análisis de La biblioteca de Babilonia y su correspondencia con el tema de Historia de la eternidad, y así hasta mostrar la idea central que se repite, de diversa manera, en casi todos los trabajos de Bor-ges. Y en esto desemboco en la parte que me ha tenido cavilando, escribiendo, reescribiendo: la cosa de la repetición, es decir, su irónica interpretación de la teoría del tiempo cíclico. Me ha hecho cavilar, porque me pareció muy especulativo y atrevido afirmar que esta interpretación de Borges es la que da unidad a todo su estilo y a toda su obra. En cada libro se repiten los temas y los motivos y en toda su obra igualmente. Hay repetición consciente de procedimientos estilísticos, de palabras muy propias de Borges, etc. Aquí hice un paréntesis del tema de la Ironía en Borges, que, de acuerdo con la ironía en Nietzsche (la fuente más segura, pues Borges lo cita y hasta se burla de él) consiste en una especie de negación. En Borges esta negación es "refutación del tiempo", como aparece en su narración Funes el memorioso, en su refutación de la teoría cíclica del tiempo, en su ensayo Refutación del tiempo. Esta parte no me deja muy satisfecho, pues yo he querido demostrar esta idea con la certeza de los textos, valiéndome de los procedimientos estilísticos, que aclaran los pensamientos de Borges, y valiéndome de los pensamientos, que aclaran los procedimientos estilísticos, en "círculo vicioso" y en reciprocidad. Para rematar esto quisiera revisar los Teólogos, que está en el Aleph, y que tú posees. Yo me doy mucho cuidado en este Borges, porque será el primer estudio con pretensiones que se hace, sin especulaciones absurdas sobre los budismos y demás, sin elogio desmedido, y procuro hacerlo con toda la mesura.

En realidad, Nils Hedberg se convierte en una especie de padre sustituto de Gutiérrez Girardot; un padre que a la vez es un maestro más práctico, más cercano en avatares personales, y más vivo como figura tutelar que Reyes. Nils, el "querido Nils" es paternal; da consejos familiares, pero sobre todo es un guía en la ardua tarea de retocar y corregir el libro de Borges. Nils le trata de enseñar o transmitir los valores de la serenidad, la prudencia y la moderación al impetuoso colombiano. La rebeldía juvenil es equilibrada con el consejo sabio y oportuno y con la simpatía cómplice del maduro profesor sueco. También es llamado a ser padrino de bautizo de Bettina, la segunda hija del matrimonio católico Gutiérrez-Krans, cosa que un buen protestante acepta sin mayores reparos y con el humor propio de un hombre culto, un caballero de las letras hispánicas (especialista en José Martí), un verdadero hombre de mundo y versado en estas extrañas vinculaciones afectivas de los descendientes de Isabel la Católica.


Los informes diplomáticos: una muestra exigente de fuentes pragmáticas

Si la correspondencia, por su naturaleza, hace parte de la serie subjetiva de las fuentes históricas, los Informes diplomáticos son documentos oficiales destinados a servir a la marcha de la burocracia estatal y deben estar ajustados a la objetiva consideración del funcionario y elaborados conforme un protocolo y unos predeterminados propósitos legales (de alcances jurídico-políticos). La elaboración regular de los Informes diplomáticos (1957-1964)5 de Gutiérrez Girardot hacía parte, pues, de sus tareas como funcionario en el servicio exterior; en otros términos, son documentos públicos destinados a rendir una objetiva y concreta relación del estado de una materia cultural o política de eventual interés para el Ministerio de Relaciones Exteriores de Bogotá, pero, sobre todo, son muestra de una exigente y comprensiva imagen del desarrollo cultural de la Alemania de la era Adenauer. La particular perspicacia con que plantea los temas escogidos, a saber: "Tendencias culturales de Alemania en 1957", "Los estudios universitarios en Alemania" (1958), "Los órganos de formación de la opinión pública en la República Federal de Alemania. Un análisis de la prensa alemana" (1961), "La Formación del Funcionario diplomático en Alemania" (1962) y "El fin de la Era Adenauer" (1963), delatan una intención informativa y un dominio magistral que revela al crítico en toda su autoridad docente y al diplomático sagaz que tiende una mirada justa sobre el intricado asunto que tiene entre manos. El diplomático de experiencia se enlaza o hace una sola persona con el intelectual en la escritura diplomática de estos reveladores documentos de la personalidad intelectual del joven Gutiérrez Girardot. Ellos son expresión de su madurez intelectual temprana; vale decir, en ellos se exponen las temáticas culturales a las que ha consagrado una atención y un estudio atento —y a las que estaba destinado profesionalmente. La exigencia funcionarial de claridad y la petición jurídica de la exposición documentada, sin salirse de los parámetros exigidos por el documento oficial, es decir, donde no se admite o debe admitir la confusión, la divagación o la afirmación sin respaldo, disciplina la escritura del "informe", como parte de la técnica profesional de la legitimidad del poder burocrático. Esta disciplina, que implica además concisión y sobriedad argumentativa, es parte de la actividad profesional, no improvisada, por lo tanto, del funcionario diplomático y se impone como modelo de argumentación fiincionarial.

El primer "informe cultural" anotado nos puede dar una imagen suficientemente sugerente de su contenido y del íntimo acoplamiento entre escritura burocrática profesional y escritura crítica; en una palabra, en este "informe" —como en los demás anotados— el crítico-ensayista se solapa en el funcionario diplomático y este se reviste con sus más decididos argumentos gracias a las "armas de la crítica". El primer "informe", pues, sobre las tendencias culturales alemanas en 1957, tiene un carácter eminentemente informativo, en el que la técnica de la presentación panorámica de la actividad intelectual, histórica, filosófica y literaria se engloba diestramente en el marco de las expectativas o problemas políticos dominantes durante la posguerra. El análisis cultural —filosófico y literario— no solo se enmarca sino que se enriquece en sus tensiones políticas de época. Las dos Alemanias demandan o imponen unos retos de acercamiento, sobre la base de la reconciliación de los dos mundos, política y culturalmente divididos. Este diálogo difícil se entabla en torno a tres ejes: presente/pasado, catolicismo/ protestantismo y marxismo/no-marxismo. Cada eje comporta su propio desarrollo y representa una forma de asumir y discutir la realidad alemana, su efectiva objetivación discursiva. La búsqueda de respuestas al nacionalsocialismo, en el que unos ven la raíz luterana, otros, la carencia de cosmopolitismo, obliga a rechazar o revalorar el pasado a la luz de la problemática del presente, en forma simplista. La respuesta no está exenta de nuevos problemas complejos, y los nombres que ilustran las tendencias son más o menos reconocidos. La Alemania oriental o soviética persiste en mantenerse atada a la tradición cultural burguesa, a los nombres de Schiller, Herder, Lessing o Jean Paul (las ediciones de la Aufbau de Berlín son ejemplo de ello), mientras que la Alemania occidental prefiere buscar nuevos caminos de manos de un cosmopolitismo más abierto a corrientes culturales no alemanas. A ello se suman los debates sobre catolicismo y protestantismo, por una conciliación de posturas que tienden el puente al materialismo histórico. Ejemplo de ello es la Academia Evangélica de Friedewald, que el jesuita von Balthasar escriba un libro sobre el teólogo protestante Karl Barth, y que el protestante von Loewenich —autor de una obra sobre el catolicismo— sea elogiado por la revista jesuita Stimmen der Zeit. Hay un caso de tercera vía, de "paganismo religioso", en el que Ernst Jünger y Gottfried Benn pueden representar, en alguna medida, pese a sus ambivalencias y ofuscaciones ocasionales, una tendencia renovadora, de izquierda ("la inteligencia está a la izquierda"), si se entiende esta en términos culturales y no de debate parlamentario (como en España), mientras que la derecha tiene su portavoces en Hans Egon Holthusen y Reinhold Schneider. Entre los sucesos editoriales del año están Das Prinzip HoffUng de Ernst Bloch (1954), Die Zerstorung der Vernunft de Lukács (1953), Die Idee der Staatsráson in der neueren Geschichte y Politische Schriften und Reden de Friedrich Meinecke (1929), Romische Lite-raturgeschichte de Karl Büchner (1957), la edición de las Obras de Nietzsche por Karl Schlechta, la Ética a Nicómaco de Aristóteles por el profesor de Maguncia Franz Dirlmeier y Schriften und Fragmenten de F. Schlegel por E. Behler, acontecimientos bibliográficos que el diplomático colombiano reseña brevemente y a los que otorga su lugar en este "internacionalismo abierto" y de "recuperación de la tradición".

Se delata allí, entonces, una clara perspectiva y una universal comprensión de las corrientes literarias o culturales-intelectuales de Alemania, en el entendido de que esa imagen de tensiones provechosas y estimulantes se ejerce en medio de circunstancias particularmente críticas, vale decir, en el marco de una Alemania dividida traumáticamente en dos, en la que el Muro de Berlín levantado por Ulbricht emana del brutal enfrentamiento de dos imágenes inconciliables del mundo, la del capitalismo norteamericano y la del comunismo soviético. En medio de esa confrontación ciega, que en todo caso favorece a la política conservadora de Adenauer, se generan dinámicas abiertas, confrontaciones críticas y, sobre todo, anhelos de los intelectuales por no solo cerrar la zanja sino por replantear los fundamentos culturales de la nación alemana. Este complejo de circunstancias y las variables nada fáciles de seguir, por ejemplo, en las tendencias políticas de la prensa alemana (la oposición del diario gobiernista Frankfurter Allgemeine Zeitung y el semanario contestado Der Spiegel) son temáticas que desarrolla con propiedad el diplomático colombiano, tras cuyo cuadro denso se delatan, en todo caso, técnicas inaceptables de manipulación de los lectores.

Este primer informe, en otro sentido, revela un dominio de los problemas del marxismo en Alemania, luego del triunfo de Lenin, es decir, el dominio y la comprensión de las circunstancias en que nacieron los debates de un marxismo no dogmático, no leninista-estalinista, desde la época de los años treinta con la recuperación de los Manuscritos del 44 de Marx, por parte de Herbert Marcuse, los aportes de la Escuela de Fráncfort bajo el terror hitleriano y las nuevas tendencias interpretativas de la posguerra (Lukács, Bloch) que renuevan el legado marxista y que hacen incluso susceptible, deseable y aprovechable el problema de "Marx vive" en diálogo con las corrientes de teólogos como el jesuita Gustav Wetter. En este sentido, Gutiérrez Girardot impone en este informe una exigencia intelectual que, para esa época, compartía un Jürgen Habermas. No es casual que años más tarde, en la colección Estudios Alemanes6, para editorial Sur, en conjunto con Ernesto Garzón Valdés, se traduzca Teoría y praxis (se publica en español en 1966 —véase Reseña Bibliográfica—) de Habermas, que alienta una perspectiva similar a la que llega Gutiérrez Girardot por sus propios medios.

Tres citas bastarían para ilustrar un aspecto complementario de estos "informes", a saber: la intención de que estos tienen un destinatario concreto, la nación colombiana. El primero trata de la desorientación que sufre el colombiano al llegar a la universidad alemana:

En Alemania no hay tales cosas. El único "prospecto" que hay, y que se publica semestralmente contiene indicaciones sobre las formalidades que tiene que llenar el alumno para matricularse, sobre los nombres del cuerpo docente y sobre las conferencias y seminarios que se van a dar en cada facultad. Pero esos programas varían cada semestre. Así resulta que un estudiante colombiano pierde el primer semestre orientándose en el funcionamiento de la facultad, aprendiendo a ir a los seminarios, buscando aulas, averiguando qué clases toma o si es necesario tomar tal y tal, o por qué no hay una clase sobre planeación, por ejemplo, etc., etc. Y no es extraño que la primera impresión sea de gran desilusión. El estudiante espera encontrar una universidad poblada de genios que funciona con la precisión de un reloj, con puestos de información, con controles rigurosos, etc., etc. Y nada de eso hay. Todo lo contrario: parece que no hay genios universales, que nadie sabe nada de nada, que todo es desordenado, que nadie exige nada, que no tiene que dar exámenes, que el profesor no tiene ningún libro de texto, que no hay conferencias mimeografiadas, etc., etc. Tan sólo el segundo semestre puede ser aprovechado, y no totalmente. El estudiante se da cuenta que tiene que aprender más inglés y francés, más matemáticas y más química, que quizá tiene que aprender latín... con un profesor alemán, etc., etc. Y si es doctor ya, extraña que no lo traten como tal y sin duda alguna se da cuenta de que cualquier estudiante de entre sus compañeros sabe más que él y su profesor juntos. Es evidente, el estudiante alemán está menos enterado de la literatura y de política, conoce menos la vida de Adenauer, no sabe seguramente quién es Dr. López de Mesa o el Profesor Cecilio Posada, a veces es muy seguro que un estudiante de derecho no haya oído nombrar a Furtwangler ni a Julien Green. Pero sin duda, él sabe más de su materia que el estudiante colombiano que habla de Kant y de Gide y que, en sus discursos universitarios, cita desde la Biblia a James Joyce.

El segundo muestra el puesto nulo —menos que secundario—que tiene Colombia para la política internacional de Adenauer, que queda reflejado en la prensa alemana:

La consecuencia de estas circunstancias para las relaciones hispanoamericano-germanas tiene un doble aspecto: por lo que se refiere a la mentalidad de quienes hoy dirigen la opinión pública alemana y por cuanto afecta a las técnicas "maquiavélicas" dominantes, no solo en la política sino en el comercio y la industria. La actual generación aún no ha tomado las riendas del poder y su influencia es por ello relativamente escasa, si bien constituye para Alemania una verdadera esperanza ya que ella se ha formado en un momento difícil para el mundo y tiene los ojos abiertos y el espíritu amplio. La generación mencionada en cambio tiene una mentalidad en la cual no cabe Hispanoamérica como elemento en el juego político internacional. Para tal generación a la cual pertenecen también muchos miembros del actual gobierno, el mundo consiste en Francia, Inglaterra, y África y Asia en primer plano, en los Estados Unidos como potencia vencedora y equilibrio frente a Rusia, Italia, Holanda, Bélgica en segundo plano, los países escandinavos en tercer plano, España en cuarto lugar, y en último lugar Hispanoamérica, dentro de la cual sólo tienen interés Chile, por la numerosa colonia alemana, Argentina por la misma razón, Brasil por las inversiones alemanas en ese país y México por su interés cultural.

El tercero se refiere al mismo problema de la posición de Colombia para la Alemania de Adenauer, es decir, a la apatía o desdén que demuestra por la periferia latinoamericana:

La política de Adenauer nunca ha dejado de tener consecuencias negativas para los países hispanoamericanos. En la concepción histórica del mundo de Adenauer no tienen cabida los países hispanoamericanos, y ello no porque no los conozca en su importancia para la política mundial, sino porque no tienen significado de medios inmediatos para su propia política de poder. Adenauer carece del sentido histórico profundo que poseyó Bismarck y su sentido político, extraordinariamente fuerte, no está alimentado, como en Bismarck, por una concepción histórica que dé cabida al futuro. En la tipología de los políticos alemanes que conoce la historia, Adenauer cabe en la clasificación de los llamados "Realpolitiker" (von Papen, Ebert, por ejemplo), a diferencia de los llamados "Staatskünstler" como Federico el Grande y Bismarck o, en épocas recientes, Theodor Heuss, cuyo retiro de la política es uno de los factores que han contribuido a la situación actual. Siendo tal la mentalidad de Adenauer, resulta evidente que sólo aquellos países que pueden servir inmediatamente a sus fines, son los que merecen su atención: los países africanos y asiáticos como vías de acceso a los países que fueron sus amos coloniales. El compromiso de Alemania con algunos países de Asia y África obedece a esa orientación. Bajo el signo de la política franco-germana, serán favorecidos con apoyo económico los países de la antigua comunidad francesa (Túnez, por ejemplo, ha recibido un crédito amplio a largo plazo y bajo ninguna condición), y los intentos de un mayor acercamiento entre Alemania e Hispanoamérica provienen de un grupo de políticos del gobierno interesados en una estrecha relación entre Alemania y los Estados Unidos y de un contacto más razonable entre los países que forman el bloque occidental. Así se inquietan con razón los países hispanoamericanos ante la Comunidad económica europea, que será tanto más inquietante si se llega a realizar la política preconizada por de Gaulle y Adenauer, de modo que la Comunidad se convertiría en una asociación bajo la presidencia de de Gaulle, que favorece a los países africanos de la antigua comunidad francesa.


Rafael Gutiérrez Girardot y Estudios alemanes

Estudios alemanes es la nomenclatura formal para la empresa editorial, de traducción y divulgación de la cultura alemana que Rafael Gutiérrez Girardot emprendió en asocio con el filósofo y diplomático argentino Ernesto Garzón Valdés. La empresa se remite al I Encuentro de escritores latinoamericanos- germanos, ya mencionado, que tuvo lugar en Berlín en 1963. En este encuentro se determina la necesidad de acercar los dos mundos culturales, en realidad tan ajenos, por medio de traducciones mutuas. La tarea se convierte en un infatigable y hasta ahora no reconocido trabajo de traducción de obras, autores y obras filosóficas, de crítica literaria, sociológica e histórica que se inicia con Fundamento y abismo del poder de Dolf Sternberger (1965), Hombre y mundo en la filosofía comunista de Gustav Wetter (1966) y Teoría y Praxis de Jürgen Habermas en 1966 y se extiende por las próximas décadas hasta llegar a cerca de cien títulos. Esta empresa bicultural estuvo respalda por Inter Nationes, que es como un ministerio para la divulgación de la cultura alemana en el exterior; sus libros fueron publicados primero por la editorial argentina Sur (de propiedad de Victoria Ocampo y bajo la dirección para esta colección de Héctor A. Murena)7 y más tarde por editorial Alfa de Barcelona.

La importancia de Estudios alemanes para la divulgación del estado de la cultura académica alemana en nuestra lengua apenas, como anotamos, ha llamado la atención, pero ese olímpico descuido no disminuye la significación que tuvo entre los años sesenta y ochenta principalmente, y el hecho que fue una de las primeras víctimas de la reunificación de las dos Alemanias. En efecto, en el ajuste de los presupuestos de la cultura y en el re-direccionamiento de los recursos por prioridades de la Alemania unificada, la colección Estudios alemanes sufrió los primeros embates del apretón y sucumbió a las decisiones burocráticas del nuevo régimen. Con ello se sellaba una odisea de transferencia cultural casi sin precedentes en nuestra lengua —o solo comparable en parte con la tarea del Fondo de Cultura Económica— que puso a disposición del público de lengua española muy selectos autores y obras fundamentales del pensamiento filosófico y sociocultural germano. Tal vez escasamente se hayan echado de menos estas obras —apenas comercializadas—, pero, al hacer un somero rastreo de sus títulos, resulta pasmoso y muy enriquecedor su resultado8.

Se puede decir que una de las intenciones prioritarias de Estudios alemanes, para Gutiérrez Girardot, fue la de ofrecer un material de debate para superar la estrecha discusión que había en nuestros países sobre el marxismo. El marxismo-leninismo o el marxismo burocratizado soviético constituían un problema, o mejor, eran la expresión del sustrato dogmático de nuestras sociedades y su peculiar modo de asimilar a medias las discusiones intelectuales y filosóficas. La carencia de una actualización de la discusión, al ignorarse la lengua alemana en la que se había desatado una muy rica discusión desde mediados de los años cincuenta —como ya se observó más arriba—, debía ser contrarrestada por la raducción de autores que se emprendió en esos años. La disputa ideológica entre dos modelos del mundo, el capitalista libre y el marxista de cuño leninista, era un callejón sin salida, estéril para América Latina. La feroz confrontación entre estos dos modelos ideológicos y las disputas entre los mismos sectores del marxismo apenas delataban una imagen del marxismo desdialectizado. Ella era el producto más bien de la asunción del estalinismo9. En consecuencia, la divulgación de los autores de la llamada Escuela de Fráncfort, pero de obras indispensables para aprovecharse en las disciplinas históricas, sociales y humanas que emergían con una acusada necesidad en las universidades latinoamericanas de esas décadas. Habría que resaltar que las décadas de los sesenta y setenta fueron escenario de una masificación sin precedentes y de la institucionalización de las ciencias sociales en nuestras universidades. En ellas se acusó una intensa acción de agitación estudiantil que abrazó los postulados marxistas-leninistas sin mediaciones, como un fervor revolucionario sincero, en muchos casos, pero muy limitado en los presupuestos intelectuales, en la dimensión histórico-social y cultural de los problemas que pretendía confrontar. Estudios Alemanes quiso ser un contrapeso a ese vacío intelectual, pero, en sus efectos, no logró contrarrestar eficazmente —hay que reconocerlo— el inmenso y multitudinario movimiento social que agitaba a la juventud latinoamericana animada por las luchas revolucionarias de Fidel Castro y el "Che" Guevara. Se trataba, en la intención de los editores latinoamericanos, de recuperar el marxismo, como lo fue desde los orígenes de la discusión de la Escuela de Fráncfort en 1923, ante los problemas que le suscitó la Revolución rusa, es decir, de recuperar para nuestra lengua "[...] el programa del trabajo futuro como orientado hacia el marxismo en sentido científico, pero no político-partidista" (Geyer, 1985, p. 6).

Estudios alemanes dio a conocer por primera vez a Walter Benjamin en lengua española. De este autor -que para Gutiérrez Girardot encarnaba no solo un desafío para superar el marco estrecho del marxismo fosilizado del leninismo tras la Revolución bolchevique, sino que era el ejemplo acabado de un modo de investigar que fomentaba "el progreso de integración de la ciencia [...], mediante un análisis de la obra de arte, que reconoce en ella una expresión integral, no limitable hacia ningún aspecto por compartimentos, de las tendencias religiosas, metafísicas, políticas y económicas de una época" (Gutiérrez, 1994, pp. 198-199)10-publica Ensayos escogidos (Benjamin, 1967). La edición por Sur de 1967, y traducida por el argentino H. A. Murena, se abre con textos esenciales sobre Baudelaire y el París decimonónico. Siguen "Las tesis de la filosofía de la historia", la densa polémica contra el historicismo rankeano, el positivismo dominante y el marxismo empobrecido oficial de la socialdemocracia alemana. Continúa con "Franz Kafka" y otros ensayos menos representativos de Benjamin como el de la traducción y el lenguaje humano11. Los ensayos delatan, por sí, una intención y un señalamiento: la intención expresa de esforzar al lector a ingresar al universo prismático y detallado de la cultura europea de Benjamin y la indicación de un método de laborar los problemas sin simplificaciones, sin presunciones dogmáticas, con inusitadas asociaciones que rompen el cerco epistemológico de la rutina académica y convencional.

De comparativa importancia es la publicación de otros títulos de esta famosa Escuela, como Teoría y Praxis de Jürgen Habermas (en el que, recordemos, concluye con un apéndice bibliográfico muy orientador sobre el debate del marxismo en esas décadas), libro que sirve de puente entre los filósofos marxistas de los años treinta y los debates de finales de la década del cincuenta; Filosofía de la nueva música de Theodor Adorno (1966), obra para especialistas y de lenguaje esotérico; Cultura y sociedad de Herbert Marcuse (1967), que contiene dos ensayos esenciales: "La lucha contra el liberalismo en la concepción totalitaria del Estado" y "Acerca del carácter afirmativo de la cultura", en los cuales aborda por dos caminos diferentes el problema del ascenso del fascismo, es decir, cómo la cultura clásica burguesa contenía los gérmenes del desarrollo de su propia destrucción y posibilitó, facilitó e incluso propició el fascismo; el fundamental texto de la Escuela e ícono de su reflexión sobre las contradicciones profundas de la racionalidad occidental, Dialéctica del Iluminismo de Max Horkheimer y Theodor Adorno (1969), en el que cabe destacar, por su atractiva actualidad, sus dos Excursos, "Odiseo o el mito e Iluminismo"(reflexión que cabría comparar con Tristes trópicos de Lévi Strauss (1970), otro judío que, tras el desastre nazi, penetra críticamente los contenidos de la racionalidad europea y busca en el mito una estructura de pensamiento no menos compleja) y "Juliette o el iluminismo y moral"; y dos libros más sobre Horkheimer, Crítica de la razón instrumental (1969) y Sobre el concepto del hombre y otros ensayos (1970), que complementan esta fase originaria de Estudios Alemanes publicada en Sur. Más tarde se publicó Teoría crítica: Max Horkheimer y Theodor Adorno de Carl Friedrich Geyer (1985).

No solo los autores de la Escuela de Fráncfort ocuparon la atención de Gutiérrez Girardot, aunque esta pareció ser una de las motivaciones iniciales. La preocupación por la fundamentación metodológica de las ciencias históricas y sociales se delata muy claramente en los títulos posteriores. Uno de ellos es paradigmático de este propósito, Histórica: Lecciones sobre la Enciclopedia y metodología de la historia de Johann Gustav Droysen (1983), con traducción de Gutiérrez Girardot12. Esta obra, la más exigente y rigurosa fundamentación de la ciencia histórica, con orientación hegeliano-positivista, sigue siendo un pilar indiscutible de la ciencia histórica y el modo de tratarla; su parte sobre la metódica es hasta el presente un capítulo insuperable en esta disciplina. En esta obra se fundamenta una comprensión de la historia que crea un campo especial, el de la voluntad como esfera de lo humano, que reclama una manera autónoma de comprender la ciencia. Esta determinación del universo humano, destinado a su permanente autosuperación racional, se afirma, en último término, en la confianza de la racionalidad del método de comprender el pasado. La ciencia histórica como disciplina empírica exige, con todo, la explicación sistemática de sus materiales. Ellos se dividen en restos, monumentos y fuentes. El capítulo de las fuentes —que a su vez se divide en fuentes subjetivas y fuentes pragmáticas—sienta las bases firmes de la tarea histórica y su exposición no ha sido igualada.

Se agregan a esta contribución fundamental, a la discusión metodológica de las ciencias sociales, los libros Feudalismo-Capitalismo de Otto Hintze (1987) y Nuevos caminos de la historia social y constitucional de Otto Brunner (1976). Estas dos obras fundan la historia social alemana, en el sentido de historia de los conceptos. Hintze se inspira en las suscitaciones metodológicas del tipo sociológico de Max Weber. En 1922 diseña un proyecto ambicioso de consecuencias fructíferas: construir un modelo teórico descriptivo del tipo feudal y delimitar científicamente su uso. La pureza del método delimita, de modo que no da lugar al fárrago factual; por el contrario, la limpieza ejemplar de diseccionar el concepto feudalismo es modelo de rigor indisputable. En esta vía abierta por Hintze y Brunner —el Braudel de la lengua alemana— se establecen las bases de la comprensión de la vida histórica europea en las que se diferencian y se trazan los límites de la sociedad feudal, la estamental y la moderna constitucional. La contribución sobre el mundo histórico nacido de la Revolución francesa, en la que despunta el presbítero de provincia Emmanuel Sieyés, es un ejemplo del tratamiento fino y riguroso del deslinde de los dos mundos históricos, el del "antiguo régimen" y el de la "revolución", que tuvo sus repercusiones en discípulos como Reinhart Koselleck, coautor con Brunner y Werner Conze del monumental Geschichtliche Grundbegriffe (1972), Diccionario histórico de conceptos fundamentales (8 tomos). Pero resulta determinante en Brunner la percepción del escalonamiento de los estadios históricos, los momentos intermedios que van abriendo el camino del presente. Se debe mencionar, entre estos trabajos de metodología histórica, Historia social: conceptos, desarrollo, problema, de Jürgen Kocka (1989).

En este tenor de obras traducidas destinadas a enriquecer la discusión de la fundamentación científica, se encuentra el trabajo de Judith Janoska-Bendl (1972), Max Webery la sociología de la historia: aspectos metodológicos del tipo ideal, con traducción de Gutiérrez Girardot. En esta obra se hace una disección del concepto tipo ideal —que Weber elaboró en diversos contextos de su obra— para mostrar la tensión entre lógica y teoría del conocimiento, orientación hacia lo concreto y exigencia de la configuración conceptual. Otra publicación particularmente importante fue la de la obra Sociedad tradicional y derecho moderno: La recepción del Code Napoleón en los Estados de la Federación Renana de Elisabeth Fehrenbach (1980), que sin duda es un hito en los estudios de la historia social-jurídica en Alemania, y que fue para Gutiérrez Girardot un libro esencial para comprender, si se trabajan comparativamente, en nuestros países, los efectos de la introducción del Código Civil de Andrés Bello. El imponente análisis del trabajo de Fehrenbach, sobre las vicisitudes inusitadas en la introducción del Código burgués napoleónico en las sociedades de carácter estamental y aun feudal de la Renania, revierte la tesis marxista de las relaciones causales unívocas entre infraestructura socioeconómica y superestructura estatal-jurídica, para percibir en detalle cómo las modificaciones inducidas de la legislación burguesa remueven y revolucionan, sin revolución política violenta, las bases tradicionales de la sociedad. Es decir, que el derecho civil napoleónico modificó, revolucionariamente, las relaciones de propiedad y de trabajo de la sociedad semi-feudal renana a principios del siglo XIX.

En materia de estudios literarios, cabe mencionar trabajos que fueron igualmente muy caros a los intereses intelectuales y a las afinidades estéticas del crítico colombiano: nos referimos ante todo a Humanismo occidental de Hugo Friedrich (1973), Lo ingenuo es lo sentimental y otros ensayos sobre literatura de Peter Szondi (1974), Literatura y reflexión de Beda Allemann (1975) y La actualidad de la Antigua Grecia de Wolfgang Schadewaldt (1981). El libro de Friedrich es además un testimonio de su reconocimiento y admiración por el gran romanista alemán —quien además fue su "Doktorva-ter" y protector en ese hostil mundo profesoral—, autor de la obra estándar Montaigne y de quizá uno de los libros más decisivos de los estudios literarios del siglo XX: La estructura de la lírica moderna (1959). Los ensayos escogidos de Friedrich manifiestan la tarea del romanista de tiempo completo, quien domina el amplio mundo literario de las lenguas derivadas del latín. Es de gran importancia para nuestras letras su ensayo sobre Calderón. El libro de ensayos de Szondi puede ponerse aparte y ser considerado como central en las preocupaciones de Gutiérrez Girardot, por el lugar que ocupa en los estudios del romanticismo alemán, pues Szondi —el gran conocedor, entre otros, de Benjamin, quien se quitó la vida a los cuarenta años en 1971— fue el renovador de la interpretación de la estética romántica, de Goethe y Schiller a Friedrich Schlegel. Los dos volúmenes de Allemann —el discípulo de Emil Staiger, doctorado con una tesis sobre Hólderin y Heidegger y profesor en Bonn—, traducidos en Estudios alemanes, son la expresión del crítico inusitadamente erudito, de expresión vigorosa, nerviosa, certera, que seduce y conmociona, entusiasta al hablar de Hesse, Hólderlin, Nietzsche (Así habló Zaratustra es "[...] una parodia del evangelio cristiano"), Rilke, Kafka, Celan o Nelly Sachs. Contrasta, en fin, la selección de Schadewaldt, sobrios estudios de la tradición clásica, de la figura de Virgilio, por ejemplo, y el retrato de su maestro, quien raudo y erguido se desplazaba en bicicleta por Berlín, "con su pedalear soberano", Karl Reinhardt. La traducción y publicación de estas obras críticas de gran rango son un programa abierto y estimulante para los estudios literarios en nuestros países —propuesta que no tuvo eco—, pero, a la vez, reverberación de los temas, autores y problemas favoritos del crítico colombiano.

En estas obras se entreveran los temas, problemas y concep-tualizaciones poetológicas dominantes de sus trabajos críticos, y la lectura atenta de ellos puede dar claves para comprender, por ejemplo, una obra que se está gestando lentamente en esta década —Modernismo—, que es síntesis y culmen. En este programa de crítica literaria, esbozado por Estudios alemanes, se pone de presente que el dominio de una parcela literaria grande —como lo es la alemana, de Goethe al expresionismo, pasando por el poeta Nietzsche— es también el dominio de su crítica más penetrante. Esta actualización de los autores y libros más señalados en la academia alemana de esas décadas es la expresión cabal de los propósitos de la colección —como se anotó—, y de ellos se derivan temas y problemas de la fundamentación que hacen contrapeso o, si se quiere, enriquecen, los autores más corrientemente usados en nuestros ámbitos universitarios, por lo común atrancados en una bibliografía obsoleta y en un horizonte de autores muy limitado.

Tal vez se caiga en una injusticia al no nombrar otros autores traducidos, cuya omisión desdibuja la obra de los editores y traductores latinoamericanos, pero esta reseña breve deja espacio solo para mencionar los nombres de Gottfried Benn, Martin Walser, Theodor Schieder, Werner Becker, Walter Biemel, Niklas Luhmann, Richard Alewyn, Wolfgang Mommsen, Hans Freyer, Helmut Schelsky, Rolf Schroers, Bernd Neumann, entre otros muchos más, que encontraron un espacio y una atención en la colección. Sería innecesario quejarse por el descuido en que ha caído la atención de Estudios alemanes, porque la presencia de estas obras en la, por demás, escasa bibliografía alemana en lengua española estimula a volver sobre ellas, a disfrutarlas, aprovecharlas y sacar las consecuencias de estas lecciones y este compromiso con el mundo intelectual latinoamericano. Lo insoslayable no radica en este abandono, sino en la palpitante actualidad de esta colección.


Las Vorlesvngen. El continente ignoto de sus lecciones magistrales

Las Vorlesungen, es decir, las lecciones magistrales que dictó Rafael Gutiérrez Girardot durante veintidós años como profesor titular de Hispanística de la Universidad de Bonn (1970-1992), forman parte del capítulo más desconocido y quizá, desde cierto aspecto, el más fascinante de su extensa obra crítica. Comprenden este capítulo, pues, 23 Vorlesungen conservadas en su archivo personal, las cuales pueden contener cerca de 2500 páginas redactadas en alemán. Estas Vorlesungen son la fuente de mayor significación de su trabajo profesoral. Ellas están impregnadas de espíritu pedagógico, del ánimo de trasmitir al estudiantado alemán la cultura literaria de España e Hispanoamérica. Estas Vorlesungen están cruzadas de un aire de irreverencia que juega con la del ambiente estudiantil radicalizado de esos años. Ellas son como una constante provocación a los provocadores, un desafío elegante y erudito al espíritu de revuelta juvenil, al hippismo, a la izquierda leninista, al feminismo, y en general, al clima del 68.

Las Vorlesungen están, pues, empapadas de los estímulos de su época, pero no son alegato encendido contra esto o aquello puntual. No son simples reacciones a la historia. Son ellas, más bien, un esfuerzo de valentía intelectual por rechazar los presupuestos estudiantiles de una Alemania que ve a América Latina como folclore, como ocasión para evadir y proyectar sus problemas. Las Vorlesungen delatan ese diálogo apasionado del placer de la instigación frente al estudiantado alemán, no para exaltar las peculiaridades de lo americano frente a lo europeo, como es corriente, sino de poner de presente el exotismo europeo como parte de su complejo de superioridad y su inconsciente imperialismo cultural. América Latina es ocasión, en estas Vorlesungen, para esos encuentros difíciles. En alguna línea de cierre de una de las Vorlesungen ("El ensayo hispánico en el siglo XIX") escribe: "Pero con ello estaríamos topándonos con un capítulo de la historia cultural alemana que nada tiene que ver con el ensayo de la lengua española. Es un capítulo que se podría proveer con este rótulo: 'Sobre la necesidad de los alemanes de la locuacidad exótica'".

Todas las Vorlesungen de Gutiérrez Girardot están inéditas y no han sido traducidas al español. Este es, pues, el primer intento de acercamiento a estas fascinantes páginas. Ellas delatan no solo este espíritu polémico, de broma provocadora, sino de algo fundamental y que justifica esa broma liberadora que no es simple injuria. A ellas las caracterizan notas que son propias de la tarea crítica de Gutiérrez Girardot, pero que aquí toman un cariz dife-renciador. La erudición indiscutible sobre la literatura española e hispanoamericana desde el Siglo de Oro hasta finales del siglo XX; la comprensión, como en un solo proceso histórico-cultural, de la unidad de las literaturas española e hispanoamericana; las consecuencias comunes para estas dos literaturas hermanas, de la Contrarreforma; las limitaciones de la lengua y de la literatura del mundo hispánico frente a las literaturas europeas; las relaciones complejas entre la literatura, la sociedad y las instituciones sociales que sirven de mediadoras entre el escritor y sus productos; la mirada inquieta del detalle que combina con el panorama que se mueve en los últimos cinco siglos; el distanciamiento crítico contra el chauvinismo o nacionalismo de la historiografías literarias; la fundamentación filosófica que reta la simple estilística como método crítico; las concatenaciones y las asociaciones inesperadas entre los escritores, entre las corrientes y entre los fenómenos; el exigente rasero universal para juzgar nuestras literaturas; la ironía que resulta de esta múltiple capacidad de entablar estos inusitados shocks epistémicos —si se nos permite el rebuscamiento—; la renuncia expresa a jergas o a adoptar modas terminológicas.

Estos atributos comunes de la crítica de Gutiérrez Girardot cobran un especial acento en las Vorlesungen. Este tal vez se puede atribuir al hecho de que fueron escritas en alemán. Acaso se pueda admitir ello parcialmente, pero sobre la afirmación de que las Vorlesungen ostentan un dominio de la prosa alemana, de la semántica y sintaxis de la lengua alemana admirable. El estilo sobrio, conciso y pedagógico de las Vorlesungen procede de la naturaleza del género académico en que fueron escritas, es decir, ellas demandan de sí un especial atributo comunicativo —el de la lectura en voz alta ante un estudiantado universitario— que se resume en la claridad. La claridad, el análisis pormenorizado, la fluidez sencilla, en la forma de un relato para jóvenes: "Érase una vez...". Ese "érase" tiene un tono de hechizo y encanto de quien con magistral tino introduce un problema crítico-literario con seguridad. La misma ausencia casi total de citas de las Vorle-sungen, la misma limitación de teorías explícitamente citadas, son recursos administrados a conciencia. Las Vorlesungen son, pues, un género académico-universitario; para Gutiérrez, un arma de exquisita factura.

Se podría agregar que no existe en la historia intelectual de la lengua española una experiencia como estas Lecciones: una compenetración tan íntima de la lengua alemana como vehículo de nuestra comprensión y del fuerte lazo de comprendernos como una unidad cultural; es decir, de hacer de la lengua alemana —la lengua profesoral alemana— una especie de lengua franca para unir los retazos dispersos de la literatura en lengua española que el nacionalismo o chauvinismo han querido y deseado ver sueltos y ajenos. Si ayer fue el estudiante alemán quien tuvo ocasión de escuchar estas lecciones a viva voz en la Universidad de Bonn, hoy somos nosotros los privilegiados de interpretarlas como estímulo y esperanza cultural, como ejemplo académico y placer intelectual.

Estas Vorlesungen rompen o —tácitamente— se proponen distanciarse de la cultura intelectual de invernadero en que ha arribado la crítica universitaria de nuestros países. Estilísticamente son un avance porque tratan de dar un aliento nuevo a la prosa escrita por medio del lenguaje hablado académico. Es literatura ensa-yística para leer, para dejarse mecer en el ritmo interno del oído educado en las aulas universitarias. La renuncia al esoterismo intricado de las terminologías y el recurso de la repetición o reiteración encadenada de los datos y los conceptos son parte de esa recuperación de las fuentes del entendimiento común y, por eso, desafiante propuesta a las modas académicas. Por eso son también estas Vorlesungen, en su sustancia, parte de la estética prosística de la lengua española y una propuesta para rejuvenecer nuestra cultura intelectual. Son un dedo de luz y agua fresca en medio de la disputa necia por la falsa estilización teórica de minorías aisladas en un clima estéril y embotado. Son ellas, pues, lo que debe ser todo lenguaje liberador: comunidad de entendimiento, fraternidad de ideas, ruptura contra el lugar común.

Las Vorlesungen versan sobre "La literatura española del Siglo de Oro", "La lírica de Quevedo", "Calderón de la Barca", "El ensayo en el mundo de lengua española del siglo XIX", "La elocuencia hispánica en el siglo XIX", "El Romanticismo español", "Los 'Episodios Nacionales' de Galdós", "El problema del Modernismo", "Rubén Darío y el Modernismo", "La literatura en el mundo hispánico finisecular", "La lírica española del XX", "La novela latinoamericana del presente", "La narrativa de Clarín", "Antonio Machado", "José Ortega y Gassett" y "Jorge Luis Borges", entre otras. Cada una de ellas corresponde a un semestre y comprende unas 12 a 15 secciones de 11 a 12 páginas tipográficas.

Doy muestra, finalmente, de la Conclusión de la Vorlesung sobre el ensayo hispánico en el siglo XIX:

Con Clarín en España y Manuel González Prada en América Latina el proceso de la formación del género ensayo alcanza un punto culminante. Esto no quiere decir que no hubo otros ensayistas que como la condesa Pardo Bazán en España o Eugenio María de Hostos de Puerto Rico en América Latina —para mencionar solo dos más—, no hayan contribuido esencialmente al ensayo. Pero Clarín y González Prada le concedieron al ensayo una configuración que no ha encontrado más tarde un sucesor de igual significación. La polémica que caracteriza a Larra y a Sarmiento, se convierte en Clarín y en González Prada en sátira; pero la sátira que en otros corre el peligro de convertirse en panfleto, se convierte en ellos en obra de arte que reúne crítica del lenguaje y configuración artística, conocimiento comprensivo y ataque certero. En González Prada es especialmente determinante el efecto del público en un sentido literario y político [...] Ni González Prada ni Clarín atacan a una determinada persona, o mejor, a un grupo determinado de personas, porque los consideren como enemigos personales, sino porque encuentran en ellos vicios e idiotez, maldad que no corresponde a las aspiraciones que representan, y que engañan y pervierten a la sociedad. Como todo satírico de gran rango, como Quevedo y Karl Kraus, son Clarín y González Prada además, primero que todo, moralistas. Pero mientras Clarín hace contraer su moralidad a la crítica social en su novela La Regenta y con ello se satisface a desarrollarla en un terreno estético, es decir, renuncia a las consecuencias políticas de esta moralidad, González Prada saca todas las consecuencias de su moralidad —concepción moral y racional que sirve de base a sus demandas por la justicia y la rectitud— e intenta hacerla políticamente efectiva. Si bien González Prada ataca a sus contemporáneos políticos, aún hoy tienen estos ataques actualidad, porque sus ataques sobreviven —se podría decir trascienden— a la ocasión inmediata en el sentido de que su intención fue la de introducir la moralidad en la política como primer paso para hacer de la moral el fundamento de la política [...] Pero ello significó que González Prada debía liberarse de las representaciones morales que hasta ese momento habían acuñado al mundo hispánico, es decir, liberarse de las limitaciones condicionadas católicamente de la moral sexual. No solo el ataque contra la encarnación de la inmoralidad en la política, sino la revolución de las representaciones morales dominantes hasta ese momento en el mundo hispánico era ya un desafío político radical. González Prada logró lo que la historia del ensayo hispánico en el siglo XIX se propuso: que el intelectual y el ensayo literario —la obra de arte como portadora de una exhortación política a la moral— se convirtieran en un poder efectivo políticamente. No efectivo en el sentido ingenuo de que el intelectual vigoriza la palabra pero sin una concreta participación en el poder, poder que podría cambiar las relaciones políticas y sociales. Efectivo políticamente en el sentido de que el intelectual toma el papel de la opinión pública, que lleva a la conciencia pública el estado inmoral de las relaciones sociales y políticas y pone en tela de juicio la inmoralidad política. Pero no lo hace como agitador; su obra literaria no fue su medio de agitación y propaganda, sino que sirvió al desenmascaramiento de la mentira moral del político, al que opone él su ideal moral, su razón y su amor a la verdad incondicional [...] Un ejemplo de esta toma de posición política-moral de González Prada es su libro Bajo el oprobio, que se publicó póstumamente en 1933, y que contenía ensayos de los años 1914 y 1915. González Prada publica los primeros ensayos en el periódico La Lucha, que rápidamente fue prohibido. El artículo conductor de este periódico —que anunciaba su intención y los otros ensayos—, decía: "Venimos a luchar por los derechos del ciudadano contra las embestidas del bruto. Entre los orangutanes pueden reinar el estacazo y el mordisco, entre los salvajes se concibe la trampa y la flecha; entre los hombres civilizados no cabe más imperio que el de la razón y la justicia. Invocar esa razón y esa justicia, encararse a los tiranuelos de ópera bufa, valerse de todos los medios posibles para lavar la ignominia de un régimen africano, es hoy el deber ineludible de los que no han perdido la dignidad ni la vergüenza" [...] La influencia de González Prada en la vida cultural y política del Perú fue considerable. Fortaleció y estimuló corrientes políticas y literarias que procuraron la emancipación de los indígenas y las mujeres y contribuyó en forma esencial a una transformación de la vida literaria, que en el siglo XX produjo dos grandes figuras peruanas de la literatura en la lengua española: José Carlos Mariátegui con sus 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana (1927) y César Vallejo, uno de los más grandes poetas de la lengua española en el siglo XX [...] En España, la influencia de Clarín fue mínima. El descalabro del Imperio Español en el año 1898 dirigió la atención a las circunstancias políticas y culturales que habían hecho posible esta derrota. Como José Enrique Rodó en América Latina, se ocuparon ensayistas como Miguel de Unamuno y José Martínez Ruiz "Azorín", y más tarde José Ortega y Gasset con el tema de la derrota española. Pero también como Rodó, amplificaron éstos la temática de la literatura ensayística en el sentido de que echaron mano de la filosofía y la sociología, de la crítica cultural y de la historia. Por razones que están relacionadas con la industria editorial pero también con el público lector, el ensayo fue en la primera cuarta parte del siglo XX el único medio con el que se logró intermediar entre la ciencia moderna —no las ciencias naturales—y un público relativamente amplio. El ensayo cumplió con ello una función esencial, es decir, formar a un público básicamente inculto o medio culto —que no había tenido o no quería tener acceso a la ciencia—, e interesar a ese público en la cultura, y con ello estimular la cultura lectora, como Ortega y Gasset lo afirmó en 1932 para España: en el prólogo a la primera edición de sus obras completas dijo que España era una nación vulgar, que no se interesaba en el curso de pensamientos complejos, que por tanto debería aprender del filósofo a ser un rey en la plaza pública. Pero esta edición para educar a la sociedad vulgar y para formar en la cultura y en el pensamiento, tomaba del ensayo el filo polémico y político. Con pocas excepciones, se sustrajo el ensayo hispánico de la política inmediata. Esta despolitización del ensayo que se logró bajo la influencia de Ortega y Gasset (luego de su retiro de la política hizo Ortega y Gasset política en la configuración de una filosofía de la historia romana), corresponde a una creciente racionalización de la sociedad, que tiene por consecuencia la política como profesión, es decir, en donde hacen política solo los profesionales de la política, literatura solo los profesionales de la literatura o ciencia solo los profesionales de la ciencia. Ensayos como los de Larra, Sarmiento, Montalvo o González Prada, para quienes política, literatura y ciencia formaban una unidad en el sentido del saber, son muy difíciles de encontrar en la ensayística de la lengua española del siglo XX. Es posible que un lector alemán de Octavio Paz ponga en duda este aserto y pueda aducir como ejemplo el curioso libro El laberinto de la soledad (1952). Pero con ello estaríamos topándonos con un capítulo de la historia cultural alemana que nada tiene que ver con el ensayo de la lengua española. Es un capítulo que se podría proveer con este rótulo: "Sobre la necesidad de los alemanes de la locuacidad exótica"13.


Balance preliminar

De los documentos o series de fuentes examinadas se infiere sin mayor dificultad el amplio espectro expresivo del joven crítico Gutiérrez Girardot, las tareas críticas que se impuso desde sus primeros años de aprendizaje del oficio intelectual como ensayista, la dimensión filosófico-literaria universal —colombiana, hispanoamericana, española y alemana— de sus intereses tempranos, las relaciones intelectuales y los vínculos de amistad que entabló ya en esos años, muchos de los cuales serán duraderos —hasta su fallecimiento en 2005—, los escenarios intelectuales y laborales internacionales en que participó y que contribuyeron a darle su nota cosmopolita, y la selección, en fin, de los maestros en torno a cuyas obras y figuras fue modelando las suyas. Esta amplia constelación de situaciones y personajes, instituciones y oportunidades, emergen con una vida nueva de las fuentes tratadas. El carácter dinámico de su obra crítica queda presente; no fue ella, como no es ninguna en sentido estricto, un caso de generación espontánea. Por el contrario, fue el producto de una tensión intelectual construida con perseverancia y honestidad desde sus cimientos hasta sus ápices, en una forma de escalada en la que la cúspide es a la vez el punto de nuevas metas. El amplio horizonte también muestra los caminos recorridos, las cuestas, por así decirlo, salvadas y las aventuras inéditas y tropiezos sin desmayos que la hicieron signo diferencial en la producción intelectual nacional y nota distintiva en la crítica continental.

De la participación de Gutiérrez Girardot en Cuadernos Hispanoamericanos de Madrid y sus primeros encuentros epistolares con Reyes a las Vorlesungen en la Universidad de Bonn median dos décadas largas. Es lo que va del aprendizaje al magisterio. Todavía quedan algunas lagunas por resolver. Mientras tanto, la figura intelectual de Gutiérrez Girardot queda enriquecida, así al relievarla, no solo por los textos que le son más representativos, a saber: La imagen de América de Alfonso Reyes (1955), Jorge Luis Borges: un ensayo de interpretación (1959), Nietzsche y la filología clásica (1966), Poesía y prosa en Antonio Machado (1969) y Modernismo (1983). Por el contrario: su obra crítica se ve emerger de los contextos e instituciones en que se involucra y participa activamente. Ellos son las revistas, la vida diplomática, la amistad epistolar-intelectual, la edición y las traducciones y la cátedra universitaria. Cada uno de estos escenarios de la vida intelectual ejerce una determinada relación de incidencias recíprocas e inusitadas. Estos escenarios no actúan en una determinada relación causal o unívoca, más bien, se ofrecen como expectativas y oportunidades, como tejidos de puntadas en zigzag. Los examinados, entre otros, son algunos escenarios que habría que explorar un paso adelante para llegar a tener un más consistente panorama de los modos y las formas, los compromisos, las renuncias y los fracasos en que se labraron sus proyectos. Esta tarea es, pues, inicial, y mientras no se tengan suficientemente rastreadas y ponderadas en conjunto estas fuentes de la vida intelectual y otras complementarias —pienso en su participación en periódicos como Avanzada o El Tiempo, su vida en el Colegio Guadalupano de Madrid, su hoja de estudiante en la Universidad de Friburgo, sus relaciones con el mundo de la revista alemana Merkur, entre otras— no se puede llegar a una mejor y más provechosa investigación. Es decir, mientras tanto, nos hablará Gutiérrez Girardot como entre fracciones titilantes de una vida más plena de sentido intelectual.


Notas

*Este artículo es la continuación del trabajo de investigación realizado durante el año sabático (2010) —Archivo de Rafael Gutiérrez Girardot— y hace parte de la Estrategia para la Sostenibilidad 2011-2012, otorgada al Grupo de Estudios de Literatura y Cultura Intelectual Latinoamericana (GELCIL) por el CODI de la Universidad de Antioquia.

1 Este tema de América como Nuevo Mundo —como invención, no como descubrimiento— es desarrollado ampliamente por Gutiérrez Girardot en una conferencia inédita titulada "Crónica de Indias". Archivo de Rafael Gutiérrez Girardot, Universidad Nacional de Colombia.

2 Su dominio del idioma alemán lo llevó a censurar traducciones de Borges.

3 Las cartas se encuentran en la Casa Alfonsina (Ciudad de México), de donde se tomaron directamente las citas. Hay una reciente edición de Adolfo Caicedo, publicada en Siglo del Hombre Editores.

4 Las cartas fueron remitidas al autor por la bibliotecaria Svensson y la Dra. Gutiérrez Girardot. Se encuentran en proceso de publicación, bajo su orientación, por Siglo del Hombre Editores.

5 Los cuatro informes culturales y el informe político, aquí sucintamente comentados, fueron tomados por el autor de las carpetas de Diplomáticas y Consulares (Embajada de Colombia en Alemania, 1955-1965) del Archivo General de la Nación, Bogotá. Se encuentran también en prensa en Siglo de Hombre Editores.

6 La colección "Estudios Alemanes", dirigida por Ernesto Garzón Valdés y Gutiérrez Girardot, llegó a tener más de cien títulos. Entre ellos se destacan las primeras traducciones que se hicieron, a partir de 1965, de Benjamin, Habermas, Adorno, Benn, Droysen, Allemann, Szondi, Friedrich, Brunner, Schadewaldt, y muchos más. La dependencia oficial alemana Inter Nationes financiaba el proyecto.

7 Gutiérrez Girardot mantuvo una nutrida y muy desembarazada correspondencia con Murena durante unos buenos años. En ella se sigue el desarrollo de la vida de la colección en este primer ciclo y, de paso, se revelan detalles, como por ejemplo, cómo intercede el editor argentino para publicar Nietzsche y la filología clásica (Eudeba) y su recepción en Argentina: fue admirada por Rodolfo Mondolfo. Luego hubo una ruptura con Murena por razones aún no claras.

8 En e-mail de Garzón Valdés del 9 de mayo de 2010 dice: "La idea de esta colección nació efectivamente en 1964, en Bonn, a raíz de conversaciones con Rafael Gutiérrez Girardot (en aquel entonces agregado cultural de Colombia), Héctor A. Murena y yo (en aquel entonces agregado cultural de Argentina). Murena nos puso en contacto con Victoria Ocampo y la editorial Sur. La idea era presentar al público de habla castellana la obra de una serie de autores desconocidos en esas latitudes pero que nos parecieron importantes desde el punto de vista filosófico y hasta político. Desde el punto de vista editorial la empresa no fue nunca muy exitosa (ello explica el continuo cambio de editoriales). Como los autores eran desconocidos para los editores, no tuvieron nunca mayor interés en la colección. Tampoco la burocracia alemana (que financiaba este proyecto) comprendió su importancia y un buen día un burócrata de Inter Nationes-Goethe Institut decidió dar por terminada esta colección". A ello agregó estos comentarios de Estudios alemanes: 1. Fernando Savater: "La deuda más profunda e imborrable la tenemos los que entonces fuimos jóvenes con las ediciones de los países hermanos del otro lado del Atlántico [...] gracias a Sur leímos la Dialéctica del Iluminismo de Adorno y Horkheimer, los primeros ensayos de Walter Benjamin y otros pensadores alemanes relevantes, en las traducciones de H. Murena: ¿qué habría sido de nosotros sin ellas?" (Savater, 1996, pp. 8-13). 2. José María Mardones: "Vía Argentina nos llegaron otras obras fundamentales de Horkheimer, Adorno y Habermas en la colección de 'Estudios Alemanes', admirablemente orientada por E. Garzón Valdés y R. Gutiérrez Girardot" (Mardones, 1990, pp. 131-138). 3. Revista Eco (Bogotá), mayo de 1980, n° 223, pp. 111-112: "Tras una prolija selección, se publican obras de los más importantes pensadores autores de la actualidad. Están aquí representadas todas las corrientes de la moderna sociología, la filosofía y las ciencias del espíritu. En 'Estudios Alemanes' se publicaron por primera vez en un idioma latino las obras de la 'Escuela de Francfort', al igual que libros de Herbert Marcuse, Helmut Schelsky, Max Horkheimer y Alexander Mitscherlich, para sólo mencionar algunos de los nombres más importantes de la filosofía y la sociología alemanas de la postguerra" (Eco, 1980, p. 111).

9 El leninismo marcó decisivamente el marxismo de esas décadas. Hasta hoy, en todas sus variantes, desde la comunista soviética, las maoístas y la trotskista, se rinde un culto incondicional a la figura de Lenin. Un estudio de sus publicaciones documentan suficientemente este dogmatismo. Ocho de junio, una editorial maoísta de Medellín, publicó, por ejemplo, doce tomos de Obras de Stalin.

10 Se podría llamar la atención sobre tres ensayos de Gutiérrez Girardot acerca de Benjamin. En "Walter Benjamin y sus afinidades electivas" (1994), ensayo en el que se centra la atención en las afinidades intelectuales entre Benjamin y dos intelectuales conservadores —Carl Schmitt (constitucionalista del nazismo) y Max Kommerell (procedente del círculo de Stephan George y autor de un importante libro sobre Lessing y Aristóteles)—, y en el que arriba a la conclusión de la indecisión ambivalente del intelectual en medio de una época de transición y de indecisiones entre la utopía y la revolución. Luego cabría señalar su ensayo más temprano —de mediados de los sesentas—, "Presentación de Walter Benjamin" (publicado en El fin de la filosofía y otros ensayos, 1968), en el que busca la peculiaridad de la ensayística de Benjamin entre la ciencia, la filosofía y el arte, que asegura su compleja estructura de la percepción, y la experiencia de tono anti-positivista y de superación del historicismo decimonónico (ruptura con la causalidad de tipo rankeano). Y un tercero, el que aquí reproducimos, "Presentación de Benjamin", que fue enviado al crítico uruguayo Ángel Rama en 1973 (inédito) y que se centra en la caracterización de la dialéctica benjamiana y su modo dúctil de entablar las intermediaciones entre la literatura y la sociedad, más allá y en contra de la desdialectización de la tradición marxista que arranca con Engels y concluye con Stalin (o en la crítica literaria, con Mehring y Lukács). Benjamin, con su conocimiento del detalle erudito y de la perspectiva de gran aliento, condensa, hace romper el continuum de la historia, toma de las manos la "cosa vivida", revive lo comprendido; es el partisano intelectual, antiburgués que rescata la tradición clásica burguesa, porque la burguesía la ha petrificado como patrimonio y hecho ornamento para ponerle un palo a la rueda de la historia; es el desclasado discreto y nostálgico del judaísmo que se identifica en el potencial movimiento utópico que no es mecánico ni vulgar materialismo histórico, ni fascismo. Esta es la suma de problemas que despliega Gutiérrez Girardot en las interpretaciones de Benjamin.

11 La editorial Monte Ávila de Caracas publicó posteriormente, bajo el título Sobre el programa de la filosofía futura y otros ensayos, estos ensayos de Benjamin sin hacer alusión a la edición original de Sur.

12 La obra de Droysen, que son sus lecciones magistrales de 1857, quedó inédita. Conoció edición hasta 1936. Por cientos de vicisitudes no fue conocida ampliamente, lo que no obstó ser saqueada de mil modos. Solo hasta la edición crítica de Peter Leyh para la Frommann-Holzboog de 1977 se establecieron los textos, con notables diferencias, de 1857, 1858 y 1882.

13 Original en el Archivo de la Hemeroteca de la Universidad Nacional de Colombia. Traducción de Juan Guillermo Gómez García.


Referencias

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