Eidos. Revista de Filosofía de la Universidad del Norte

ISSN electrónico 2011-7477
ISSN impreso 1692-8857
n.° 21, enero-junio de 2013
Fecha de recepción: 06 diciembre de 2013
Fecha de aceptación: 14 febrero de 2014
DOI: http://dx.doi.org/10.14482/eidos.21.6488



ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN / RESEARCH ARTICLE


El olvidar del cuerpo

Heinrich Hüni
info@judithgenske.de

Universidad de Wuppertal

Traducción de Leonardo Verano Gamboa
lverano@uninorte.edu.co

Universidad del Norte

Jairo Escobar

Universidad de Antioquia

 


Si a continuación se intenta delinear un arco histórico, puede ser útil comenzar con un esbozo fenomenológico.

La experiencia propia del cuerpo se apareja con una peculiar autosuficiencia, en la cual la separación entre sujetar y ser sujetado, entre tocar y llegar a ser tocado es suprimida. Solamente esta experiencia propia puede resguardar frente al olvido del cuerpo.

Esta experiencia es sin duda tan obvia que debe ser recordada. El final de la experiencia corporal no es el dormirse, sino un descansar en si particular que cada quien conoce: el entrecruzar de los brazos, el cruzar de las piernas, el plegar de las manos, el juego de los dedos. En este contexto encuentra su expresión la naturaleza doble del cuerpo.

En el apoyo silencioso de las manos sobre las rodillas, en el callado compensar de necesitar y ofrecer, en la certeza de que aquí, en el acontecer juntos del que toca y lo tocado, el mundo mismo se encuentra. Este recuerdo protege frente al olvido. Este recuerdo, esta constatación de sí mismo, resguarda la confianza en el mundo. Esta obviedad de la experiencia del cuerpo no debe ser sacrificada al elogio de la inmortalidad del alma. La muerte sigue siendo nuestro destino. Pero mientras tanto nosotros aprendemos: en y con nuestro cuerpo.

Ya que Platón vincula su tardía exposición de su teoría de las ideas con el informe de Fedón sobre el día de la muerte de Sócrates —Platón estaba impedido por una enfermedad—, la pregunta por la muerte está vinculada con la existencia del alma después de la muerte. Es una verdad desnuda, pero no toda la verdad, el hecho de que queda un cadáver en el momento de la muerte. La muerte es experimentada como una desgracia con la cual uno debe confrontarse.

Puesto que en el morir se trata del cuerpo viviente (Leib), puede ser evidente que para Platón se trata de la inmortalidad del alma (o de la idea), y por ello el cuerpo debe permanecer en la oscuridad y ser olvidado. Este desplazamiento se corresponde con el fenómeno, pero no es respuesta alguna. Esto se vuelve evidente en el retorno del problema en Descartes.

Descartes, con razón, está al comienzo de la época moderna, ya que se opuso a la escolástica y, ciertamente, con la fundamentación en el pensar autónomo ha obtenido una nueva libertad. En este renacimiento de la filosofía se ha infiltrado mucho platonismo. Por esto Descartes puede ser visto como un sucesor de Platón en la relación entre alma y cuerpo.

En sus Meditationes deprima Philosophia (1641) repite el camino de una crítica de la experiencia sensible, para fundar la autoafir-mación en el pensamiento puro. El fundamento último es el ego cogito. Frente a este la determinación de lo sensible es la extensión, y esta determinación es sostenida por las reglas geométricas. Se impone la veneración de la geometría. El sí mismo corporal no despierta un interés propio. Si la mirada se dirige por este camino, no debería ser atada a la autoconciencia, que permanece como la más alta instancia hasta la ontología existencial de Heidegger.

En el camino de Descartes a Heidegger se debería dirigir la atención, ante todo, a Kant. Él ha fundado la necesidad de la participación de los sentidos en todo conocimiento, y con ello ha llevado la determinación ética del hombre a su culmen.

Una respuesta de Platón es la inmortalidad del alma, pero esto no es ninguna experiencia de la muerte. Esta solo enseña la separación del cuerpo y del alma, independientemente de lo que esto signifique. Heidegger vincula la nueva instancia de la conciencia (Gewissen), y esto significa la originaria comprensión del llamado ("Anrujverstehen")1 atada al ser para la muerte, y con esta vinculación se puede recordar el olvido del cuerpo viviente. Tal recuerdo consiste en la reflexión sobre el atemperamiento que subyace de la comprensión. El llamado de la conciencia (Gewissen) es el recordatorio del ineludible lugar del mundo en el que toda comprensión debe ser fijada. De la muerte solo puede tener un concepto quien tiene un cuerpo vivo (Leib). No es el alma la puerta hacia la inmortalidad, sino el cuerpo es la puerta a la historia. Solo ahora estaríamos dirigidos al comienzo de nuestro tema.


1 Comillas en el original.


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