Eidos. Revista de Filosofía de la Universidad del Norte

ISSN electrónico 2011—7477
ISSN impreso 1692—8857
N.° 27, julio—diciembre de 2017
Fecha de recepción: enero 2 de 2016
Fecha de aceptación: marzo 8 de 2016
DOI: http://dx.doi.org/10.14482/eidos.27.9459


Crisis política y su resolución en la Cirüpedia: el caso de Armenia y Caldea (2, 4, 12 — 3, 3, 1)

Rodrigo Illarraga

Universidad de Buenos Aires, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

rodrigoillarraga@gmail.com


Resumen

¿Cómo se resuelven las crisis políticas que se originan a partir del conflicto entre sociedades? ¿Qué acciones es necesario emprender? En este artículo abordaremos las respuestas que Jenofonte plantea a estas preguntas en la Ciropedia a partir de los casos de Armenia y Caldea. Para ello estudiaremos cada una de las situaciones, así como los modos de resolución que utiliza Ciro para afrontarlas. En este sentido, concluiremos que Jenofonte presenta a Ciro como un líder excepcional, que hace uso de una doble estrategia: generosidad y coacción, conceptos en apariencia contradictorios, deberán ser administrados conjuntamente para lograr el sometimiento voluntario de un pueblo.

Palabras clave: Jenofonte, filosofía política, filósofos socráticos, relaciones internacionales, crisis política, Ciropedia.


Abstract

How to solve political crisis arising from the conflict between different societies? What actions ought to be undertaken? In this article we will address the answers that Xenophon gives to these questions in Cyropaedia having in mind the Armenian and Chaldean affairs. For doing this, we will study the situations, as well as the ways of resolution Cyrus used to deal with them. We will conclude that Xenophon presents Cyrus as an exceptional leader who makes use of a double strategy: generosity and coercion. Apparently contradictory concepts, they must be administered together in order to reach the voluntary submission of a foreign society.

Keywords: Xenophon, political philosophy, Socratic philosophers, international relations, political crisis, Cyropaedia.


Introducción

ILa Ciropedia constituye, entre las obras políticas supérstites del grupo socrático, una excepción de enorme valor, no solo por su estilo y extensión, sino también por el tema y la forma en que lo aborda. La obra magna de Jenofonte es junto con la República de Platón la obra política socrática por antonomasia. Allí el autor ático aborda detalladamente todos los aspectos imaginables del ascenso de Ciro y la formación de un nuevo sistema político, el Imperio persa o Aqueménida.1 Solo en las últimas décadas el texto ha sido recuperado del olvido al que lo había relegado el desprecio por la figura de Jenofonte, quien reinó durante las décadas centrales del siglo pasado; menosprecio extraño para la extensa tradición que reconoció en el autor ático a uno de los dos "socráticos mayores". 2

Indudablemente, uno de los grandes tópicos de la Ciropedia es lo que acaso sea el problema nuclear de la política, tal como lo expone Jenofonte al comienzo del libro primero (1, 1, 1—4):3 la aceptación voluntaria de un gobierno a través del tiempo —tarea en la que Ciro se lleva la palma. Este gran tópico abre un extenso plexo de preguntas adscriptas, entre ellas la que trataremos en este trabajo a partir de un ejemplo particular: ¿cómo se resuelve una crisis política? Evidentemente, solo atravesando exitosamente una situación de crisis, un momento en el que tambalean las estructuras hegemónicas, es posible consolidar el poder y extenderlo.

En este artículo nos proponemos ofrecer una interpretación de las primeras crisis políticas a las que debe enfrentarse Ciro en su carrera imperial: la reconquista de Armenia, el sometimiento de Caldea y la reconciliación entre las dos naciones. Estos conflictos tienen dos aspectos difícilmente separables: por un lado, la crisis política entre Armenia y Caldea y la coalición meda—persa representada por Ciro; por el otro, la crisis interna de poder abierta en los dos pueblos a partir de sus derrotas en manos del príncipe persa. Realizaremos el análisis de estos puntos estructurando el trabajo en dos grandes apartados dedicados a Armenia y Caldea; a su vez, dividiremos en dos cada una de estas secciones, estudiando separadamente el conflicto y su resolución. Finalmente, expondremos nuestras conclusiones, en las que resaltaremos el doble carácter que tendrá la respuesta de Ciro a las crisis políticas trabajadas: el príncipe persa precisará de una correcta dosificación de coacción y persuasión para poder alcanzar sus objetivos.

Armenia

Armenia, la primera de las crisis afrontadas por Ciro, tiene dos caras: por un lado, la vinculada al esquema político regional (Armenia y Media—Persia) y, por el otro, la que se abre en la misma Armenia tras la victoria de Ciro. Sinópticamente, el relato comprenderá la invasión por parte del ejército medo—persa a las tierras extranjeras frente a la traición del rey armenio, con un despliegue en el que Ciro ya establecerá las bases de su plan político: apuntará a modos que no alienten la animosidad de los armenios, a la vez que toma acciones bélicas decisivas. Tras la victoria en el campo de batalla, Ciro debe hacer uso de sus habilidades diplomáticas en un intercambio dialéctico: primero con el rey armenio, luego, y de forma más extensa, con su hijo y heredero Tigranes. En este segundo diálogo Ciro deja entrever su metodología, explicitándose allí qué apreciaciones entran en juego a la hora de decidir su curso de acción. El resultado de estos intercambios es el deseado por Ciro: el rey armenio es perdonado, y agradecido accede a pagar tributo y someterse a la coalición medo—persa en calidad de aliado.

El conflicto

La expedición a Armenia marca el inicio de las actividades militares contra Asiria que ocuparán la enorme mayoría de esta obra de Jenofonte4. Es, a su vez, la primera campaña extensa de Ciro: su anterior experiencia militar y primer test de sus capacidades guerreras fue la decisiva intervención en una batalla que decidió la victoria meda en la breve incursión fronteriza llevada adelante por el príncipe asirio, narrada en 1, 4, 16—25.

El episodio de la crisis armenia se desarrolla en los capítulos finales del segundo libro y el primero del libro tercero (2, 4, 12 — 3, 1, 43), pero el primer momento en el que es mencionada Armenia es al comienzo del libro segundo, en 2, 1, 6, cuando Ciaxares, tío de Ciro y rey de Media desde la muerte de su padre Astiages (Cf. 1, 5, 2), organiza la coalición medo—persa con el objetivo de responder al ataque del Asirio. En esa instancia, Ciaxares realiza junto a Ciro un recuento de las fuerzas disponibles, mencionando a cuatro mil caballeros y veinte mil infantes armenios (una fuerza nada despreciable, similar al ejército persa [Cf. 2, 1, 2]).

Tras esta alusión inaugural, volvemos a encontrarnos con Armenia capítulos más adelante, en 2, 4, 12. Por las palabras de Ciro en ese pasaje debemos entender que durante las extensas discusiones sobre la futura campaña llegó a Ciaxares y Ciro la noticia de la rebelión de Armenia. Allí la posición de este país se clarifica: antes, en 2, 1, 6, Armenia fue descrita como vecina, como un país colindante, pudiéndose suponer así una relación de alianza con Media; ahora las palabras son precisas: Armenia tenía la obligación de enviar un contingente y pagar tributo (2, 4, 12). Con otras palabras, los armenios son vasallos del reino medo y se han sublevado.

La desobediencia armenia a sus obligaciones lleva a Ciro a ofrecerle a su tío iniciar las acciones necesarias para que Armenia regrese a la órbita meda. Es de resaltar que frente a la actitud queda de Ciaxares, es Ciro quien toma la iniciativa; las palabras de Ciaxares ("confío en que aquella gente acuda más dócilmente a tu llamada que a la mía, pues sé de oídas que unos hijos suyos han sido compañeros tuyos de casa", 2, 4, 15) llegan después de la oferta de Ciro, y solo refuerzan las posiciones iniciales que dejan al príncipe persa como el actor protagónico de la operación de su tío, el rey medo.

La campaña es organizada en secreto, subrepticiamente: en una muestra de su habitual astucia Ciro planea una salida de monteo en la frontera, una gran partida de caza que disimulará el movimiento de tropas (2, 4, 16—17). (Stadter, 1991, pp. 485—6). Efectivamente, como explica Ciro, habrá una caza, pero esta será del Armenio (2, 4, 22), y las técnicas usadas bordearán lo cinegético: el príncipe manda a uno de sus generales, Crisantas, con la mitad del ejército a tomar la montaña que sirve como último refugio a las fuerzas armenias en retirada. El movimiento planeado por Ciro, al estilo de una pinza, prevé un posible escape del Armenio y su ejército, en donde terminen rodeados por contingentes persas.

Luego de planificar el marco estratégico general Ciro envía un mensajero al Armenio. De esta forma, diplomacia y planeamiento militar son compatibles; ambos son llevados adelante por Ciro simultáneamente, con el propósito de tener un plan de respaldo si una solución a la crisis falla. En la embajada lleva, junto con el mensaje, algunas indicaciones:

Armenio, Ciro te invita a que hagas de manera que él pueda marcharse lo antes posible llevando consigo el tributo y el ejército (tòn dasmòn kai tò stráteuma)'. Y si te pregunta dónde estoy, dile la verdad (tàlethê), que estoy en la frontera. Si pregunta si soy yo en persona quien viene, dile también la verdad, que no sabes (lége kàntaûtha tàlethê hóti oùk oîstha); y, por último, si quiere saber cuántos somos, invítale a que envíe contigo a alguien para enterarse. (2, 4, 31).

El grado de verdad que Ciro le indica transmitir a su mensajero es, como mínimo, poco transparente. Efectivamente, al momento de hablar con el enviado, el ejército se encuentra en la frontera y aún Ciro no ha comenzado su avance sobre las tierras armenias. La rigurosidad en las declaraciones (i.e., tomado al pie de la letra el mensaje no contiene mentira alguna) no es otra cosa que una estrategia, hecho refrendado por las acciones realizadas inmediatamente después: Ciro forma a sus soldados y emprende la marcha dentro de Armenia. El avance del ejército organizado por Ciro destaca por su civilidad, extraña en la mayoría de las incursiones militares a territorio enemigo. De esta forma, el príncipe persa

proclamó a sus soldados que a nadie dañaran (proeîpe dè toîs stratiótais medéna àdikeîn) y que si alguno topaba con un armenio, le diera confianza e invitara a quien lo deseara a llevar sus mercancías donde estaban acampados, por si se daba el caso de que quería vender comida o bebida. (2, 4, 32).

En sintonía con lo dicho sobre el ya consumado gobierno de Ciro en 1, 1, 3, su acción en esta etapa busca lograr la voluntaria sumisión de los pueblos. El énfasis puesto en la corrección y cuidados de cara al avance del ejército es una evidente operación frente al indudable intento de sometimiento emprendido por la expedición medo—persa, de modo que los presentes menesteres castrenses (abastecimiento, avituallamiento, etc.) son supeditados a las futuras necesidades políticas. Anticipación y política son de esta forma un par indisoluble en vista de lograr la libre adhesión de un pueblo.

Durante esta etapa el signo de la capital armenia es el temor. Los hijos, mujeres y riquezas del Armenio son enviados al refugio de las montañas, desconociendo la emboscada ideada por el príncipe persa. (Field, 2012, p. 729). Las fuerzas armenias terminan de entrar en desbandada frente a la noticia de que Ciro comanda las filas invasoras, lo que fuerza la retirada del rey armenio (3, 1, 1—4). En este momento, a todas luces caótico, Ciro vuelve a hacer uso de los mensajes como herramienta político—militar, circulando un mensaje: los que no huyan y depongan sus armas serán perdonados, mientras que los que escapen para buscar a su rey serán tratados como enemigos (3, 1, 3). Solo unos pocos soldados se retiran junto al Armenio, y de esta forma Ciro alcanza su objetivo: por medio de esta maniobra ha impedido al enemigo volver a reunir una fuerza sustancial que, emplazada en una nueva posición defensiva, pueda complicar o empañar su victoria. (Cf.Lendon, 2006, p. 84).

En este caos, Crisantas apresa a los hijos y mujeres del Armenio, quien refugiado en una colina solo puede aprestarse a parlamentar. Por iniciativa de Ciro, quien asedia el emplazamiento de su enemigo, se inicia un breve parlamento que terminará con la entrega de las armas (Nadon, 2001, p. 77):

'Contéstame, rey de Armenia, qué prefieres, ¿quedarte ahí y luchar contra el hambre y la sed (tô limô kai tô dípsei mákhesthat) o bajar a la llanura y luchar contra nosotros? (hemîn diamákhesthat)\ El Armenio respondió que no quería luchar con ninguno de los dos (oudetérois boúloito mákhesthai). De nuevo, Ciro le envió otro mensaje preguntándole: '¿Entonces, por qué estás allí sentado y no bajas?' 'Porque no sé lo que debo hacer', respondió (aporôn, éphe, hó ti khrèpoieîn). ¡No debes estar en esa indecisión (aporeîn), pues te es lícito bajar para asistir a un juicio (díken)V '¿Y quién será el juez (dikázon)?', preguntó el Armenio. 'Evidentemente, aquel a quien, sin juicio alguno (édoke kai áneu díkes), el dios (ho theòs) ha dado el poder de tratarte a su antojo (hó ti boúloito)', respondió Ciro. Entonces, el Armenio, conociendo la fuerza del destino (gignóskon tèn anágkhen), bajó. (3, 1, 5—6).

Lendon (2006, p. 85) indica oportunamente que Ciro y el rey armenio acuerdan cómo evaluar éticamente la situación narrada, mediante la cual Jenofonte intenta mostrar cómo todo contrato o tratado, cómo toda dominación, es endeble de cara a la búsqueda intrínsecamente humana de libertad.5 La directa exposición de la inevitable lucha a la que se enfrentará (y perderá) el Armenio en caso de no rendirse, y la premura con la que Ciro incita a la rápida respuesta, marcando la inutilidad de toda delación, se refuerzan con la alusión al favor del dios. El príncipe persa será el juez del futuro del Armenio por voluntad olímpica, y el modo en que se presenta esta situación parece ser la puesta en práctica de los consejos de su padre Cambises sobre los dioses antes de emprender la campaña en el libro primero (1, 6). La referencia a que Ciro ha llegado a su posición de poder sin juicio, que podría ser tomada como la ausencia de intermediación entre la ventura de Ciro y el designio divino, debe ser interpretada a la luz de las admoniciones paternas. En esa oportunidad se expone un razonamiento que encaja a la perfección con el diálogo entre el Armenio y el príncipe persa:

... si no se ha prevenido la guerra (polémo) pedir la salvación (soterían) en ella: todas estas súplicas y otras cosas por el estilo están al margen de las leyes divinas (tôn theôn thesmoùs), y quienes piden algo contrario a la ley divina (athémita), [...] es natural que no lo obtengan (atukheîn) de los dioses, como tampoco consiguen nada (aprakteîn) de los hombres quienes piden algo contrario a la ley humana (paránoma). (1, 6, 6).

Para la educación extendida por Cambises los dioses no son más que la garantía de que el correcto actuar humano será reconocido como tal, pero nunca fungen potencias que funcionen como un deus ex machina, como elementos taumatúrgicos que den a los hombres aquello por lo cual no se han esforzado. La brutalidad de esta concepción (resumida en el refrán castellano "A dios rogando y con el mazo dando" y el inglés God helps those who help themselves), que sirve como refuerzo para volver patente al rey de Armenia la precariedad de su situación, termina por resolver la rendición. El Armenio reconoce el destino al que, como le ha explicado Ciro, él mismo se ha atado, y se entrega a las armas persas. La rebelión intentada contra Media es así sofocada. El breve sueño de independencia armenia concluye tan rápido como inicia.

La resolución

El fin de la contienda no cierra la crisis política abierta con la rebelión armenia. La derrota y captura del Armenio abre un vacío en la estructura de poder que deberá ser resuelto para asegurar el funcionamiento de la sociedad armenia. Ciro ha operado en vista de mantener un clima favorable para la resolución del conflicto — por ejemplo, cuidando que sus soldados no saqueen Armenia— y ha propuesto un modo en que el dilema encontrará solución —la realización de un juicio. Este proceso es realizado públicamente, abierto a todos los armenios, y en principio existe un solo punto indiscutible: la mentira será condenada con la pena capital (3, 1, 9).

La primera etapa del juicio es breve. Ciro cuestiona al Armenio y de él obtiene una confesión: la lucha por la libertad que emprendió rebelándose va en contra de los resultados de la pasada guerra que sometió Armenia a Media, y ello merece castigo. (Tatum, 1989, p. 200). ¿Cuál es la idea de libertad que Ciro dice se desprende de esta?6

Antes de que el príncipe persa llegue a expresarse, uno de los hijos del Armenio, Tigranes, amigo de Ciro en la corte persa (Cf. 1, 4, 4) pide la palabra. (Due, 1989, pp. 76—79). Sabiendo que Tigranes tuvo como compañero a un sofista a quien admiró (3, 1, 14. Cf. Gera, 1993, pp. 93 y ss.; Ferrari, 1995, p. 261, n. 9; Ambler, 2001, p. 88, n. 5; Whidden, 2007, p. 558; Field, 2012, p. 728, n. 8), Ciro le solicita con interés que hable y exprese su opinión. De esta forma, se extiende entre 3, 1, 14 y 3, 1, 31 un rápido intercambio entre Ciro y Tigranes, que hemos reconstruido a continuación7:

[3, 1, 15] Tigranes. [Argumento de la imitación] Si agradan las acciones del Armenio hay que imitarlas. Si cometió error, no hay que hacerlo.

Ciro. [Clarifica] Es justo no imitarlo.

Tigranes. [Acuerda].

Ciro. [Concluye] Hay que castigar al que obra injustamente, i.e., al Armenio.

Tigranes. [Argumento de la utilidad del castigo] ¿Qué es mejor, castigar si reporta beneficio, o si reporta perjuicio?

Ciro. Si reporta perjuicio, el castigo es a quien castiga.

[3, 1, 16] Tigranes. Sería un gran castigo para Ciro matar a gente que tiene valor para él.

Ciro. ¿Cómo tiene valor quien ha demostrado actuar incorrectamente?

Tigranes. [Argumento de la sabiduría] Tiene valor si es sabio. Sin sabiduría no es útil ninguna virtud. La sabiduría hace útil a amigos y siervos.

[3, 1, 17] Ciro. ¿El Armenio pasó de insensato a sabio en un día?

Tigranes. [Acuerda].

Ciro. [Clarifica la posición de Tigranes: sabiduría como vivencia] Entonces, la sabiduría es una vivencia como el dolor, no algo que se pueda aprender. [Niega la posición de Tigranes. Sostiene: sabiduría como aprendizaje] Si para ser sabio hay que ser sensato, nadie puede pasar de insensato a sabio.

[3, 1, 18] Tigranes. [Acepta: sabiduría como aprendizaje] La derrota/ enseña convierte al insensato en sensato.

[3, 1, 19] Ciro. ¿De qué derrota aprendió el Armenio?

Tigranes. De la derrota por desear libertad, que lo llevó a ser más esclavo.

[3, 1, 20] Ciro. [Sabiduría en reconocer la superioridad] ¿Es suficiente esa derrota para demostrar a un hombre que otro es superior?

Tigranes. Esa derrota es mejor que una derrota exclusivamente militar: logra obediencia sin coacción, por el propio deseo.

[3, 1, 21] Ciro. [Ejemplifica lo dicho por Tigranes que parece sostener que...] .. .los desmesurados, ladrones, etc., no reconocen a los mesurados, los que no roban, etc. [Aplicación de la analogía al caso concreto]. El Armenio reconocía que Media—Persia/Ciro era superior e igual transgredió.

[3, 1, 22] Tigranes. [Acepta y reformula] El reconocimiento solo no basta, también es preciso un juicio como el que está sufriendo el Armenio.

Ciro. El Armenio no sufrió ningún mal, pero teme castigo.

[3, 1, 23] Tigranes. [Acepta y justifica. Argumento del temor como castigo, regreso al argumento de la imitación]. El temor somete mejor que el castigo, que solo genera violencia.

Ciro. [Clarifica] El temor es el castigo más potente, aún más que puniciones efectivas.

[3, 1, 24 — 25] Tigranes. [Acepta, ejemplifica y luego pregunta por la situación particular del Armenio].

[3, 1, 26] Ciro. [Concede el temor del Armenio sostenido por Tigranes] No obstante, asume la mutabilidad del ánimo: la posibilidad de que se tema ahora y luego no.

[3, 1, 27] Tigranes. [Acepta la posibilidad. Giro pragmático: argumento de la efectividad política] Propone no confiar y tomar recaudos. Advierte que si Ciro le otorga poder a gente desconocida las cosas pueden ser peor y sería preciso volver a someter a Armenia.

[3, 1, 28] Ciro. [Reniega de la última afirmación] Sostiene que prefiere a los que se someten voluntariamente pero erran a los que intentan servir perfectamente por obligación.

Tigranes. ¿Quién podría dar más esa amistad mejor que el Armenio ahora?

Ciro. Cualquiera que sea elegido para favorecer y que antes no haya sido enemigo será agradecido.

[3, 1, 29] Tigranes. [Refuta] No hay nadie que se pueda sentir más agradecido, dada la presente situación [Nuevo giro pragmático: conjunción entre el argumento de la efectividad política y el argumento de la utilidad del castigo] Además ¿de qué manera funcionará mejor el país y el ejército que bajo el Armenio?

[3, 1, 30] [Concluye] Perjudicando al Armenio Ciro se perjudica más de lo que el Armenio podría perjudicar a Ciro.

El pasaje, identificado por Vegas Sansalvador (2007, p. 192 n.120; también ver supra) con una defensa de corte sofístico en el sentido jenofonteo del término, es complejo: integra rápidamente una serie de argumentos y digresiones que Tigranes presenta para convencer a Ciro no solo de que no le imponga castigo a su padre, el Armenio, sino también de que lo mantenga en el trono. Tatum (1989), por su parte, también ha sostenido la imagen sofista de Tigranes y opuesto a ella la vocación filosófica de Ciro, demostrada en su previa interpelación al Armenio (p. 135). Coincidimos con este autor en destacar las repetidas digresiones e inserciones ad hoc que realiza el hijo del Armenio (p. 136—7) y, en particular, con lo que entiende como cierta performance por parte del príncipe persa: "Ciro se permite parecer persuadido a seguir un curso de acción que es el que tenía intención de seguir desde un principio" (p. 138).8 Los autores mencionados entienden las estrategias sofísticas del hijo del Armenio como los giros discursivos realizados para intentar salvar la fragilidad de sus argumentos. Efectivamente, Tigranes cae en sofismas, pero ello parece radicar en la potencia de la argumentación de Ciro y lo complejo de su situación. El príncipe persa, por su parte, muestra maestría en el debate, habida cuenta de que arriba al lugar que previamente había decidido.

Volvamos sobre cómo se desarrolla la discusión9. El debate comienza con una breve captatio benevolentiae bajo lo que hemos llamado "el argumento de la imitación" (3, 1, 15), que sostiene que se debe imitar lo correcto y no lo incorrecto. Efectivamente, nos encontramos frente a un recurso de captación del beneplácito del interlocutor, en este caso Ciro: Tigranes busca mostrar que acepta la necesidad de un castigo para su padre, tal y como Ciro ha sostenido previamente. Tras esta instancia, el heredero armenio pasa velozmente a un nuevo argumento, "el argumento de la utilidad del castigo". La propuesta utilitarista se resume en la noción de que el castigo debe redundar en un bien para el que lo aplica; en caso contrario, el castigo sería para el castigador y se caería en un absurdo. De esta forma, Tigranes insiste en que matar al Armenio sería perjudicial para Ciro, ya que el rey es valioso. Frente al cuestionamiento de Ciro, quien inquiere qué tipo de valor podría tener alguien que ha actuado incorrectamente, se da inicio al "argumento de la sabiduría" (3, 1, 16): el Armenio tiene valor si tiene sabiduría, virtud de virtudes que vuelve útil a quien la tiene para sus amigos10. ¿Tiene el rey de Armenia sabiduría si se ha rebelado de forma que fracasó rotundamente? La respuesta afirmativa de Tigranes hace a Ciro rechazar la noción de sabiduría como vivencia que puede sentirse en un momento y olvidarse en otro (3, 1, 17). Al contrario, enarbola la idea socrática de que la sabiduría se aprende. Tigranes rápidamente recalcula su posición: el Armenio aprendió a ser sabio en cuanto fue derrotado (3, 1, 18). No habla de la derrota militar, sino de la derrota del proyecto de recuperar la libertad de su pueblo frustrado por Ciro. Ese fracaso hace ver al Armenio la superioridad —en todo aspecto, no exclusivamente el castrense— de Ciro, y en ese reconocimiento se encuentra la virtud de la sabiduría. Ciro presenta a continuación una analogía particularmente efectiva: del mismo modo que el ladrón reconoce a quien no lo es, y que el desmesurado reconoce al mesurado, el padre de Tigranes sabía que las fuerzas medo—persas eran superiores e igualmente se rebeló (3, 1, 21). Nuevamente el príncipe armenio hace gala de su rapidez y admite que el reconocimiento no basta, sino también es preciso algún tipo de juicio/castigo como el mismo que está sufriendo el Armenio (3, 1, 22). Al notar el persa que el rey armenio no ha sufrido ningún castigo, Tigranes sostiene el "argumento del temor como castigo" (3, 1, 23): el castigo más eficaz es el temor, ya que además de ser potente no genera ansias de venganza. De esta forma, Tigranes regresa al "argumento de la imitación": si el Armenio ha realizado algo incorrecto, es justo castigarlo con el más fuerte de los castigos, i.e., generándole temor. Este miedo al que ya está sometido el rey armenio por encontrarse enjuiciado en un proceso que puede terminar en la pena capital, sumado al reconocimiento de la superioridad de las fuerzas de Ciro, es lo que vuelve al Armenio sophrones. Pese a esto, Ciro insiste: quien se ha revelado una vez puede volver a hacerlo; quien no ha reconocido la superioridad en algún momento, puede volver a olvidarla (3, 1, 26). El giro pragmático de Tigranes es notable en el "argumento de la efectividad política" (3, 1, 27): insiste en que Ciro desconfíe, que construya fortalezas y tome los recaudos que desee. Nota, no obstante, que esa desconfianza hacia el Armenio la debería seguir sintiendo hacia cualquier otra persona a la que le otorgue el poder: nada garantiza evitar una nueva revuelta, que en todo caso será menos probable restituyendo el anterior gobierno. El príncipe persa asegura la preferencia por el sometimiento voluntario al obligado (3, 1, 28. Cf. 1, 3, 3; 1, 4, 45), y Tigranes insiste: nadie estará más agradecido que el Armenio si libera a su familia y lo devuelve al poder. Ciro replica que en rigor cualquier persona que él instituya como rey será igual de agradecida; frente a lo cual Tigranes realiza un nuevo embate pragmático, que logra conjugar "el argumento de la efectividad política" y "el argumento de la utilidad del castigo" (3, 1, 29): en la presente situación de guerra, en la que es preciso asegurar el buen funcionamiento del país, del ejército y del tesoro, no hay mejor gobernante posible que el Armenio. No retornarlo al poder sería un perjuicio para Ciro, un castigo peor para él que para el rey rebelde (3, 1, 30). En su interior Ciro se regocija: ha logrado que Tigranes le asegure la futura obediencia de su padre, a la vez que ha reforzado los vínculos con los armenios. También se ha sellado una suerte de guía política: toda vez que se derrote militarmente a algún líder, que este reconozca la superioridad de Ciro, y que sea de utilidad, será mantenido en el poder. El príncipe persa ha planeado todo impecablemente, aparentando ser persuadido para maximizar el rédito de su perdón; como plantea Nadon (2001), ni Tigranes ni el Armenio perciben esto, a diferencia de

nosotros, [que] como lectores, sabemos que Ciro no ha tenido intención de matar al Armenio, incluso si lo mereciera bajo sus estándares. Ciro ya declaró que el propósito de ir a Armenia es hacer que el rey mande su ejército y pague el tan necesitado tributo. (p. 78).

Las propuestas de paz que Ciro extiende son recibidas incondicionalmente por el Armenio, que decide entregar lo que sea necesario para asegurar el bienestar de su familia y la permanencia en el poder. El príncipe persa se muestra tan mesurado y sesudo como con el pueblo armenio a la hora de comenzar la invasión. En cuanto a efectivos militares, solicita el contingente prometido, la mitad de las fuerzas armenias. Respecto al dinero, pide el doble del tributo adeudado —cien talentos— y para sí un préstamo de igual cantidad pagadero a la brevedad; magra suma que asciende a doscientos talentos de los tres mil del tesoro armenio. (Farber, 1979, p. 512). Con estos arreglos y los obsequios de hospitalidad y amistad acostumbrados (3, 1, 42) queda sellada la recobrada paz con Armenia.

Caldea

La peripecia en Caldea, más breve que la armenia, presenta otra dinámica de crisis política: la reformulación de una situación frente al cambio de poderes hegemónicos en la región (tras la derrota de Armenia y las intenciones de Ciro en el territorio caldeo), transformación que fuerza a reformular la política caldea. El episodio es resumible rápidamente: Ciro juzga que tomar las tierras altas dominadas por los caldeos es beneficioso para su dominio de la región, y procede a invadirlas. Tras una rápida victoria y una negociación en la que prima el uso sesudo de coacción y persuasión, presenta un nuevo arreglo que, además de convenir a armenios y caldeos, logra para el propio Ciro una posición privilegiada.

El conflicto

Pero no todo se encuentra resuelto en la región. Ciro recupera de Tigranes la idea de construir una fortaleza como medida protectora frente una posible rebelión, y el príncipe armenio le informa que el lugar más adecuado para emplazar la construcción se encuentra en las montañas que marcan la frontera entre Armenia y Caldea, dominada por los caldeos (3, 2, 1). (Nadon, 2001, p. 83). Al inspeccionar el área, Ciro repara en las consecuencias de la guerra entre armenios y caldeos: la tierra se encuentra desbastada, inculta y deshabitada (3, 2, 2). Frente a esta situación, resuelve que las fuerzas de la coalición, ahora medo—persa—armenia —estas últimas bajo el comando de Tigranes11—, aseguren las posiciones. En su discurso inicial, el príncipe persa alienta a sus hombres:

Amigos, estas montañas que vemos pertenecen a los caldeos. Si las tomáramos (kataláboimen) y tuviéramos en la cumbre nuestro fuerte (phroúrion), ambos, los armenios y los caldeos, se verían obligados a ser prudentes (sophroneîn anágkhe) con respecto a nosotros. Los presagios (hiera) nos son favorables, pero, para la ejecución de estos planes, nada podría ser tan gran aliado (súmmakhos) del arrojo humano (prothumía) como la velocidad (tákhos), pues, si nos apresuramos a subir antes que los enemigos se reúnan, sin duda tomarías la cumbre sin hacer uso de las armas o tendríamos que vérnoslas con unos enemigos poco numerosos y débiles. (3, 2, 4).

En esta declaración se mantienen los principios que Ciro sostuvo de cara a la conquista de Armenia. Es de destacar que, como en aquella oportunidad, no hay ánimo de llegar a la instancia de la batalla en caso que pueda ser evitada: lo importante es mostrar una posición de superioridad, ganando mediante la prudencia de los posibles adversarios la propia seguridad. Perfecta muestra de esta concepción, que prevé la posibilidad de victoria política sin necesidad de victoria militar, es la noción de que el celo o el arrojo puede estar ligado, en esta particular circunstancia, a la velocidad de acción, virtud poco asociada con la tradicional imagen guerrera. También debemos resaltar que Ciro nuevamente hace suyo el consejo de su padre Cambises en 1, 6, 6: los dioses y los presagios son signos respetados, pero nunca tenidos por encima de la efectividad humana. Serán sus soldados, si accionan correctamente, quienes harán realidad los planes previstos.

Rápidamente se desata una batalla que decidirá la campaña. En ella Ciro muestra por vez primera lo que será su habitual pericia táctica al frente del ejército —en su estancia meda solo había participado en batalla al frente de un regimiento, y en la campaña armenia la destreza estratégica bastó para alcanzar la victoria. El príncipe persa organiza sus fuerzas pronosticando la conducta de su propio ejército y la del enemigo, y así logra una sonada victoria en la que captura enemigos y toma la posición deseada en la cumbre de la elevación que controla el territorio (3, 2, 7—12). El juego diplomático, en el que se conjunta coacción y persuasión, continúa al modo del intercambio que Ciro realizó previamente con el hijo del Armenio; a los prisioneros de guerra, luego de mandar médicos a curarlos, Ciro los libera con estas palabras:

Veamos, sé que, antes de que ocupáramos las cumbres, vosotros no pretendíais la paz (hóti oudèn edeîsthe eirénes), pues vuestras propiedades estaban a seguro (tà mèn gàr humétera asphalôs eîkhe), y robabais y saqueabais las de los armenios (tà dè tôn Armeníon égete kai ephérete); pero ahora ved en qué situación estáis. Pues bien, a vosotros, mis cautivos, ahora os dejo volver a vuestro país (aphíemi humâs oíkade) y os permito consultar con el resto de los caldeos si queréis luchar contra nosotros o ser nuestros amigos (eíte boúlesthe polemeîn hemîn eíte phíloi eînai). En caso de que escojáis la guerra (pólemon airêsthe), no vengáis aquí sin armas, si estáis en vuestro sano juicio (sophroneîte); pero, en caso de juzgar deseable la paz (eirénes dokête deîsthai), venid sin armas; y yo me preocuparé de que vuestros asuntos vayan bien (kalôs), si llegáis a ser amigos (phíloi) nuestros. (3, 2, 12—13).

El debate con Tigranes sigue en la mente de Ciro, las conclusiones allí alcanzadas operan plenamente en este discurso que será exitoso en su objetivo. La inversión del "argumento de la imitación" hace su aparición en la explicación de la incursión: el robo y saqueo de las tierras de los armenios, ahora nuevamente aliados, justificó el acto bélico. Con otras palabras, la idea de que lo encomiable debe ser imitado y que lo reprobable debe ser castigado permite presentar un casus belli adecuado para la justificación de la invasión. Lo que el hijo del Armenio logró obtener para su padre, Ciro lo aplica a los caldeos: si bien no los enfrenta con la pena capital, los expone a todo el poderío y resolución medo—persa. Esto no es sino la aparición del "argumento del temor como castigo" que, si es evaluado correctamente por los derrotados, dará lugar a la aparición de la sophrosúne, en conjunción con el "argumento de la sabiduría". De esta forma, el directo discurso de Ciro alienta la proyección imaginaria de posibles consecuencias negativas: es ese temor de cara a resultados futuros que vuelve cautos o sabios a los caldeos, como otrora al Armenio. La evaluación de Ciro es similar a la que hemos sostenido para el caso armenio: los caldeos rechazan la paz, mostrando su insensatez, y son aplastados por las fuerzas de Ciro, o bien se someten a la voluntad del persa, volviéndose aliados y amigos bajo su dominio. La previsión de Ciro, como es habitual en la Ciropedia, triunfa, y los caldeos piden la paz al exitoso hijo de Cambises (3, 2, 17).

La resolución

La paz es alcanzada en el caso caldeo con la misma o mayor diligencia que en el armenio. En esta ocasión el debate es a tres bandas: Ciro, los representantes caldeos y el Armenio participan de la negociación que, ya sin el refinamiento del intercambio con Tigranes, es eminentemente política. Como con el Armenio (Cf. 3, 2, 15—16), Ciro se apresura a mostrar que la paz ofrecida no es meramente la finalización del conflicto, sino también la posibilidad de nuevos beneficios (3, 2, 18). El arreglo extendido bajo el arbitraje del príncipe persa es tan simple como ingenioso: los caldeos, pobres de tierras, cultivarán las parcelas armenias bajo la ley del país (debemos entender: pago de tributos, impuestos, etc.), mientras que los armenios tendrán mano de obra para sus tierras sin rubricar y podrán acceder a los espacios de pastoreo en las montañas caldeas a cambio de un canon. El sello de este arreglo inmejorable lo pone Ciro:

No entregaré las cumbres a ninguno de vosotros dos; nosotros nos reservaremos su custodia (tà ákra paradóso, àll' hemeîs phuláxomen autá), y, en caso de que cualquiera de las dos partes ofendiera (adikôsin) a la otra, nosotros estaremos con la parte que recibiera la ofensa (toîs adikouménois). (3, 2, 22).

La solución es alabada por ambas partes en lo que es una expresa muestra de la filosofía política de Jenofonte: aun para una resolución razonable y fácilmente alcanzable por las partes involucradas es precisa la aparición de un poder hegemónico que, con habilidad militar y diplomática, logre mediar entre los diferentes actores, demostrando el mejor camino en vistas del bien común. (Cf. Danzig, 2009, p. 158, n. 50). Es en este mismo sentido que Newell (1983) destaca la racionalización del arreglo alcanzado a costa de las distinciones nacionales (p. 889): Ciro ha logrado romper trabas identitarias para imponer una nueva lógica político—económica que satisface a todas las partes involucradas. (Danzig, 2012, p. 512).

Tan exitoso es el pacto que alcanza el status de alianza defensiva frente a agresiones externas y es mantenido en el tiempo (3, 2, 24), en una declaración que no debemos entender como un intento de verosimilitud, como sostiene Vegas Sansalvador (2007, 209, n. 131), sino, en línea con lo marcado, como el refuerzo de la pertinencia de la lógica política propuesta por Jenofonte mediante la figura de Ciro.

El episodio cier 5) la justicia de los acuerdos. Tal es la confianza trabada, que Ciro invita a los que deseen de entre los caldeos a sumarse como mercenarios a sus fuerzas en la mejor de las condiciones, y muchos de ellos se enrolan al ejército medo. Nadon indica con agudeza que esta oferta por parte del príncipe persa ayuda a mantener la paz lograda: los caldeos han remplazado una vida de rapiña y ganancias rápidas por una nueva forma de sustento, sedentaria y agraria, que precisa de renovados esfuerzos; en esta situación, la posibilidad de que aquellos insatisfechos con el reciente arreglo encuentren una forma de mantener sus costumbres bajos las órdenes de Ciro contribuye a dispersar futuros reclamos. (Nadon, 2001, p. 86).

Al final del episodio armenio y caldeo, Ciro puede mostrar un triunfo excepcional en el campo de batalla y en el campo diplomático, habiendo alcanzado las mejores victorias posibles: revertir las crisis y lograr el cariño y sumisión voluntaria (Due, 1989, p. 224; Baragwanath, 2012, p. 662), logrando que se integren a lo que será su proyecto imperial. (Breebaart, 1983, p. 121, n. 16). Tan es así, que los dos pueblos, al alejarse de sus tierras, envían guardias de honor para protegerlo donde sea que vaya. (3, 3, 1).

Conclusión

El problema de Armenia y Caldea es el primero en que Ciro, ya adulto, debe poner a prueba su educación y habilidades. Tras su extensa formación en Persia y en Media, finalmente sube al escenario iniciando la campaña asiria, que ocupará la mayor parte de la extensión de Ciropedia. Bajo las órdenes de su tío Ciaxares, con quien mantendrá una peculiar y tensa relación, Ciro iniciará una incursión que, teniendo como objetivo la obediencia de los pactos medo—armenios, terminará resultando en una inmejorable alianza con Armenia y Caldea, quienes suman aportes militares y financieros a las fuerzas de la coalición medo—persa.

Tanto el caso armenio como el caldeo enfrentan al lector de Jenofonte con una doble crisis política: (i) la abierta en el plano que hoy llamaríamos internacional a causa de un enfrentamiento entre pueblos, crisis signada por sociedades en guerra y los pactos y tratados rotos o forjados durante su trascurso; y (ii) la crisis en el interior de las sociedades derrotadas en batalla, que abre fisuras en las estructuras de poder. La formidable figura de Ciro permite a Jenofonte construir un primer ejemplo de resolución de conflictos, una suerte de guía para los primeros pasos de un líder exitoso.

En una estrategia que sabe combinar diplomacia y acciones militares, el príncipe persa hace gala de sus competencias, no dejando por fuera ningún aspecto que pueda contribuir a alcanzar sus objetivos. La pericia de Ciro, en ambos casos, tiene un doble carácter, en una aproximación que la lengua vernácula ha dado en llamar "del palo y la zanahoria": el príncipe persa no duda en combinar generosidad y violencia, tanto en el ámbito de las negociaciones como en el bélico. (Newell, 1983, p. 899). No podemos dejar de anotar el destacado aporte de Lendon (2006) con respecto a la relevancia de la sophrosúne en este esquema; según el autor:

para Jenofonte el problema final de las relaciones internacionales es la húbris. Ella es un defecto humano, pero puede ser estimulada en un país vecino por la propia fuerza o debilidad. Por eso es necesario imponer sophrosúne, autocontrol en él. (p. 98).

Esta lectura, que destaca la importancia del autor ático a la hora de pensar las relaciones entre sociedades, es compatible con nuestra propuesta: "palos y zanahorias" —una aproximación pragmática que contemple esquemas coactivos con violencia y generosidad, negociación y punición— son las herramientas imprescindibles para lograr sophrosúne en quien la ha perdido y, por lo tanto, ha resuelto rebelarse.

Los principios que movilizan a Ciro durante los dos conflictos resueltos aparecen resumidos en la discusión con Tigranes. La actitud que adopta el príncipe persa (dejar hablar a su amigo a sabiendas de su formación sofística, el regocijo al final del intercambio) da cuenta de que Ciro esperaba las propuestas de su amigo. Estas se pueden resumir sintéticamente en la importancia del reconocimiento de la superioridad del dominador por parte de los dominados, el uso del temor como herramienta política y la necesidad de realizar, en cada movimiento, un cálculo entre ventajas y perjuicios. Los items mencionados, ya presentes en el avance y derrota del Armenio, aparecerán acaso con mayor intensidad tras el debate con Tigranes.

Tanto en las crisis (i) como (ii) Ciro hace uso de las estrategias citadas, y logra convertir cada situación desestabilizada en una oportunidad para reforzar su dominio y trabar renovadas relaciones signadas por la amistad y la gratitud. La clave del persa se encuentra en su firmeza y genio militar que, como punto de partida de fuerza relativa, permite operar diplomáticamente en una posición de árbitro que resolverá conflictos presentes y futuros.

Armenia y Caldea sirven a Ciro como prueba piloto de las tácticas y estrategias que luego empleará en el resto de la campaña. Estas crisis, también, constituyen ejemplos únicos dentro de Ciro—pedia, en la que se ilustra una salida al conflicto resuelta de modo que el éxito es acompañado con la formación de nuevas alianzas (situación distinta de la conquista de Lidia en 7, 2 y ss., donde Creso queda como rehén de Ciro, o la final toma de Babilonia en 7, 5, 34, que abre la puerta a la formación del Imperio persa). En los casos analizados, Ciro alcanzó el mayor de los éxitos: logró la sumisión voluntaria de armenios y caldeos, al punto de aceptar sus arreglos y dominio con agradecimiento. De esta forma, Jenofonte realiza un relato que debe ser leído como excepcional, como el epítome de la buena victoria alcanzada mediante la guerra y la diplomacia que se mantiene en el tiempo y rinde sus frutos en futuras oportunidades. Ciro, el príncipe persa, sirve al autor ático como la perfecta excusa para proponer una hoja de ruta para uno de los temas fundamentales de la filosofía: los conflictos que asolan la política y, en este caso, los que marcan las relaciones entre distintas sociedades.12

Referencias

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