Revista Investigacion

ISSN electr�nico 2011—7574
Vol. 26, n� 2, julio—diciembre, 2018
DOI: http://dx.doi.org/10.14482/indes.26.2.330


Rese�as / Book�s Review

La econom�a del d�nut: siete formas de pensar como un economista para el siglo XXI

Raworth, K. (2017). Doughnut Economics: Seven Ways to Think Like a 21st—Century Economist. Vermont: Chelsea Green Publishing

Juan David Parra
Doctor en Ciencias Sociales y Magister en Econom�a. Docente Universidad del Norte. Su trabajo acad�mico se encuentra publicado en revistas como British Journal of Sociology of Education y Third World Quarterly. jparrad@uninorte.edu.co

Alejandro Arango
Docente—Investigador Facultad de Ciencias Ambientales, Universidad Piloto de Colombia. Su trabajo investigativo y de praxis se enfoca en las relaciones ambiente—econom�a y en la promoci�n de pr�cticas de sostenibilidad en organizaciones comunitarias y empresariales. alejandro—arango@unipiloto.edu.co


Resumen

En su libro Kate Raworth invita al lector a reflexionar sobre la pertinencia del paradigma econ�mico dominante en el contexto de un planeta que muestra se�ales de agotamiento ecol�gico y ambiental. No se trata de un simple debate te�rico; los datos emp�ricos indican que el capitalismo actual no es sostenible. Por medio del uso de la met�fora de una D�nut, la economista propone un cambio de la meta de crecimiento econ�mico perpetuo en el cual se fundamenta el futuro de las sociedades. Es importante reemplazar el lenguaje de 'lo bueno es ir hacia adelante o hacia arriba' por uno que privilegie la b�squeda del equilibrio entre las necesidades humanas y los l�mites planetarios la Tierra.

Palabras clave: econom�a del D�nut, L�mites planetarios, Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).


Abstract

Kate Raworth's book invites the reader to reflect on the relevance of the dominant economic paradigm in the context of a planet that suffers from ecological and environmental exhaustion. The implications of that debate are not solely theoretical; empirical data shows that contemporary capitalism is not sustainable. By introducing the metaphor of the doughnut, the economist suggests a shift in the goal of perpetual economic growth on which the future of societies is based. It is important to replace the language from 'good is forward—and—up' to 'good is in—balance' between human needs and the earthly limits of the Earth.

Keywords: doughnut economics, planetary boundaries, Sustainable Development Goals (SDGs).


El libro de Kate Raworth, profesora visitante de la Universidad de Oxford e investigadora retirada de Oxfam, es refrescante y necesario. Trat�ndose de un trabajo cr�tico sobre el funcionamiento del capitalismo global, no es trivial que un reputado defensor de la globalizaci�n econ�mica lo haya recomendado como lectura obligada del 2017. Para Martin Wolf (2017), del Financial Times, no es necesario estar de acuerdo con la met�fora central del D�nut para reconocer que el libro es admirable en su intento de ampliar el horizonte desde el que hoy se piensa sobre la econom�a. George Monbiot (2017), en The Guardian, compara a Raworth con lo que fue John M. Keynes en su momento; una visionaria que, al redefinir los fundamentos de la econom�a, permite a sus lectores reflexionar sobre qui�nes son, en d�nde est�n parados y a d�nde desean llegar. Duncan Green (2017) tambi�n revela su entusiasmo, y escribe en un blog del Banco Mundial que si tan solo 10 % de las ideas de Raworth fuesen implementadas, el mundo ser�a un lugar mejor.

Una fortaleza del libro de Raworth es sin duda su soporte bibliogr�fico, en tanto logra armonizar un sinn�mero de textos cl�sicos y m�s contempor�neos, tanto ortodoxos como heterodoxos, en una historia coherente, creativa y constructiva sobre los grandes retos sociales y ambientales del siglo XXI. El uso de la historia para exponer sus argumentos le permite tambi�n elaborar cr�ticas en contexto y poner as� en evidencia la necesidad de reinterpretar ideas dadas por hecho en el pasado. Un ejemplo de ello es la referencia al debate del origen de la medici�n del crecimiento econ�mico de un pa�s. Relata Raworth que en los a�os 1930 Simon Kuznets fue encomendado por el Congreso de los Estados Unidos para computar el valor de la econom�a nacional. La demanda de recursos financieros del momento, representada en el "New Deal" y la amenaza apremiante de una nueva guerra mundial, llev� a que dicha m�trica fuese relevante y colindara incluso con asuntos de seguridad nacional. Luego de la segunda gran guerra, y la influencia estadounidense en la reconstrucci�n de Europa y en la contenci�n del comunismo en Asia y Am�rica Latina, el crecimiento econ�mico, medido a trav�s del PIB, se convierte en un est�ndar internacional. Su importancia te�rica se materializar�a tras la presentaci�n de la Curva de Kuznets en los a�os 1950, la cual revelaba una relaci�n negativa, al principio, y positiva, luego de cierto punto, entre el PIB per c�pita de una sociedad y la distribuci�n de su ingreso. Ello disciplinar�a a los individuos a ser tolerantes con m�rgenes (incluso desmedidos) de concentraci�n de la riqueza, bajo la promesa de que luego de cierto punto el equilibrio econ�mico desencadenar�a en mayor equidad. Ello a pesar de la advertencia de Kuznets (1955) mismo, quien en su art�culo original, publicado en la revista American Economic Review, escribi� que su teor�a ten�a un sustento de tan solo un 5 por ciento en informaci�n emp�rica y 95 por ciento en especulaci�n.

En el coraz�n de la cr�tica de Raworth, y de donde, seg�n cuenta la autora, surge la idea de dibujar una visi�n alternativa de la econom�a (ver siguiente secci�n), reside el modelo del flujo circular de Paul Samuelson. El referente es relevante, en tanto se trata de una imagen incluida en el libro de introducci�n a la Econom�a m�s vendido en la historia. El lector puede consultar el segundo cap�tulo del texto (en su versi�n contempor�nea el manual tiene como coautor a William Nordhaus) para constatar la centralidad de dicha imagen en la formaci�n de economistas profesionales de hoy. El problema de aquella visi�n mecanicista del mundo, en la que las preferencias humanas y los sistemas de precios son el �nico prerrequisito para maximizar el beneficio de todos en la sociedad, no reside solo en sus supuestos (ej. el reducir al comportamiento humano al de una m�quina maximizadora) sino, sobre todo, en el riesgo que implica ignorar que las capacidades del planeta no dan abasto para satisfacer las l�neas de producci�n que garanticen un equilibrio general de mercado. A pesar de ello, indica Raworth, muchos estudiantes de econom�a siguen aprendiendo a ser como el hombre racional, aquel que vive aislado de los dem�s, con dinero en sus manos, con una calculadora en la cabeza y unas preferencias fijas que le indican que el �nico l�mite a su consumo es su presupuesto individual. No deja de ser interesante que Rober Boyer (2015), padre de la Teor�a de la Regulaci�n, tambi�n haga referencia al legado de Samuelson, se�alando que al menos en Francia de mitad de siglo XX, sus postulados neocl�sicos fuesen completamente irrelevantes para explicar el balance entre crecimiento econ�mico y distribuci�n del ingreso que logr� consolidar el pa�s en esos a�os.

Una nueva imagen: desde samuelson al d�nut

Una de las cr�ticas m�s interesantes planteadas en el libro gira en torno al uso del lenguaje de las fallas del mercado para hacer referencias t�midas a la depredaci�n humana del medio ambiente. En palabras de Raworth (2017) es necesario:

[dejar] de lado la amada noci�n de externalidades de los economistas, [o] aquellos efectos incidentales que reciben las personas que no estaban involucradas en las transacciones que las produc�an —como el efluente t�xico que afecta a las comunidades que viven aguas abajo de un r�o contaminado por una f�brica o los gases de escape inhalados por los ciclistas que viajan a trav�s del tr�fico de la ciudad. Tales externalidades negativas, se�ala el economista ecol�gico Herman Daly, son aquellas cosas que "nosotros clasificamos como costos externos por ninguna mejor raz�n que porque no hemos hecho ninguna previsi�n para ellos en nuestras teor�as econ�micas. (p. 123. �nfasis original).

Los da�os que el sistema econ�mico contempor�neo hace al planeta son, por el contrario, argumenta la autora, end�genos (o inherentes) al mismo. De un lado, existen estudios, como en el que particip� un acad�mico colombiano (C�rdenas, Stranlund & Willis, 2000), que demuestran c�mo el homus economicus, que tanto se insiste en institucionalizar desde algunas facultades de econom�a, es un individuo que no sabe ni le interesa resolver problemas de acci�n colectiva. Se fomenta, por tanto, un ser que depreda su entorno en medio de su forma de ser racional. Raworth sostiene que esta es una visi�n que se mantiene casi intacta desde los trabajos de los pensadores marginalistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, llevando a la autora a dictaminar que "a los ciudadanos del 2050 se les est� ense�ando una estructura mental de la econom�a enraizada en los libros del 1950, los cuales a su vez est�n enraizados en las teor�as del 1850" (p. 7).

Desde una perspectiva m�s macro, la autora trae a colaci�n la investigaci�n de Johan Rockstrom y sus colegas sobre los l�mites planetarios para constatar c�mo el ser humano ha empezado a agotar los recursos de la Tierra. El trabajo publicado en revistas como Science y Nature se centra en nueve aspectos ambientales globales como el cambio clim�tico, la biodiversidad, la acidificaci�n de los oc�anos, los cambios en los usos del suelo y los flujos biogeoqu�micos, entre otros. El superar umbrales en cualquiera de estos temas, como de hecho ya ocurre con al menos cuatro de ellos, pone en un riesgo ineludible la vida humana en el planeta. Solo por citar dos ejemplos, ya se super� el umbral ideal de emisi�n de 350 partes por mill�n (ppm) de di�xido de carbono (la cifra mundial actual circunda en las 400 ppm). A su vez, es tal el ritmo alcanzado de extinci�n de especies (hasta diez veces m�s alta que lo que considera sostenible) que desde 1970 el n�mero de mam�feros, aves, reptiles, anfibios y peces en la tierra se ha reducido a la mitad.

La econom�a del D�nut (figura 1) establece, por tanto, unos principios generales para orientar a los ciudadanos del siglo XXI hacia el espacio justo y seguro que se encuentra entre el piso social y el techo ambiental del planeta. El l�mite superior para toda actividad productiva se fundamenta en lo propuesto por Rockstrom y sus colegas. Por m�s que algunos l�deres pol�ticos poderosos quieran negarlo, el mundo es finito y sus recursos no logran reproducirse a las mismas tasas de crecimiento que lo hace el cambio tecnol�gico, la productividad empresarial y las crecientes necesidades �muchas de ellas artificiales� de consumo de bienes y servicios. En medio de tal debate, la autora invita a hacer un simple c�lculo aritm�tico: de cumplirse la meta de crecimiento de cinco por ciento anual, cifra que se ha fijado como una especie de regla de oro entre especialistas, en 2050 el tama�o de la econom�a ser�a de cinco veces el de hoy, y para 2100, �de m�s de 50 veces! Es tal la dimensi�n de esa cifra, que invita a la reflexi�n1.

El l�mite inferior, por su parte, incluye metas sociales que seg�n expertos garantizar�an el cumplimiento global de los derechos humanos �por ejemplo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas�. Atender las necesidades b�sicas de la poblaci�n demanda recursos del planeta, y eso tampoco se puede desconocer. De hecho, como indica la figura 1, los datos oficiales revelan que el sistema econ�mico actual tampoco ha sido exitoso en resolver los doce fundamentos sociales propuestos por Raworth. Por ejemplo, en el mundo de hoy, se�ala la autora, un cuarto de la poblaci�n mundial vive con menos de tres d�lares diarios, un tercio no tiene acceso a una letrina, una de cada once personas no consume agua limpia y una de cada seis personas entre 12—15 a�os, la mayor�a ni�as, no va al colegio. Por ende, sostiene que

En este punto de la historia humana, el movimiento que mejor describe el progreso que necesitamos consiste en entrar en un equilibrio din�mico, movi�ndose al espacio seguro y justo del D�—nut, eliminando tanto su d�ficit como su exceso al mismo tiempo. Eso requiere un cambio profundo en nuestras met�foras: desde lo bueno es hacia adelante y hacia arriba hasta lo bueno est� en el equilibrio. Y cambiar la imagen del progreso econ�mico de un crecimiento interminable del PIB a un crecimiento en equilibrio en el D�nut. (pp. 45—46. �nfasis original)

La figura 1 debe dibujarse y reproducirse una y otra vez. Insiste Raworth que parte de la raz�n por la cual se ha perdido de vista el panorama completo de estos retos planetarios reside en un uso inadecuado del lenguaje econ�mico. El entramado de ecuaciones y tablas de coeficientes estad�sticos �los cuales responden, muchas veces, a desarrollos te�ricos basados en supuestos problem�ticos sobre la econom�a y la sociedad� oscurecen la conversaci�n. El D�nut es un esquema que esclarece la foto, al tiempo que ayuda a tumbar mitos fundacionales de la teor�a econ�mica, como que el crecimiento del PIB es la �nica ruta para generar bienestar en el planeta o que los mecanismos de mercado detr�s de la curva de Kuznets llevar�n, por s� mismos, a generar los incentivos necesarios para que el balance planetario coincida con el equilibrio del mercado2. Estas ideas hacen resonancia de postulados sobre el pensamiento complejo del fil�sofo franc�s Edgar Morin, para qui�n "la organizaci�n vital no puede ser comprendida con la misma l�gica que la organizaci�n de la m�quina artificial" (Morin y Pakman, 1994, p. 30). Todo a pesar de que quienes dise�aron el lenguaje econ�mico a finales del siglo XIX lo hicieron, precisamente, inspirados por la mec�nica newtoniana.

Una reflexi�n relevante para Colombia

Las reflexiones propuestas por Raworth son de gran relevancia para Colombia, naci�n que cuenta el segundo mayor n�mero de conflictos ambientales en el mundo (Atlas de justicia ambiental, 2017). De hecho, c�lculos per c�pita orientados por los principios de la Econom�a del D�nut (O'Neill, Fanning, Lamb & Steinberger , 2018) revelan que el pa�s ha alcanzado el l�mite en al menos cuatro de siete indicadores alusivos al techo ambiental del plantea, al tiempo que muestra d�ficit en ocho de once mediciones que cuantifican su base social. Y pese a que instancias de planeaci�n nacional han hecho llamados a llevar a cabo debates profundos sobre el llamado crecimiento verde (DNP, 2014), prima una posici�n estatal que privilegia una instrumentalizaci�n de los recursos naturales en funci�n del crecimiento del ingreso de la poblaci�n. Esta separaci�n artificial entre econom�a—ambiente termina reflej�ndose en metas probablemente antag�nicas como las de un desarrollo rural bajo en carbono y resiliente al clima (Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, 2017) y la b�squeda del incremento del �rea y los rendimientos destinados a la producci�n agr�cola (Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, 2017).

�Y cu�les son las propuestas de Raworth? Sin entrar a resumir cada uno de sus siete principios, es posible afirmar que su eje rector consiste en cambiar las metas del modelo econ�mico mundial �a prop�sito del reciente trabajo de Rodr�guez (2017). Esto puede sonar ambiguo o idealista. Sin embargo, parte del escepticismo entre cr�ticos a visiones como la econom�a del D�nut surge de una manera particular de interpretar la historia y de las leyes que gobiernan al sistema internacional. La m�s consolidada, quiz�s, es que el mercado tiene sus propias reglas y que al obviarlas se le estar�a dando la espalda a una fuerza que es natural, ineludible, y sin la cual ser�a imposible responder a los retos contempor�neos de la pol�tica p�blica. Nada m�s contrario al mensaje de Mathew Watson (2005), quien hace una demostraci�n l�cida de c�mo la idea del mercado auto—regulado hace parte de una narrativa que tiene muy poco sustento hist�rico, filos�fico y emp�rico. De hecho, para un prestigioso economista de la Universidad de Cambridge la idea del libre mercado es un aforismo imperfecto, en tanto su propagaci�n en el mundo "fue resultado de algo que normalmente no asociar�amos con la palabra 'libre'; a saber, la fuerza" (Chang, 2015, p. 69). Al generar conciencia colectiva que muchos de los supuestos detr�s de dichos esquemas de pensamiento son d�biles, y por tanto que muchas de esas ideas fueron sencillamente fabricadas, se hace posible pensar que existen alternativas para reorganizar el sistema. Ese es todo el punto.

En la segunda parte del libro Raworth se adentra, eso s�, en sugerir medidas que podr�an contribuir a hacer la transici�n de un modelo econ�mico que no solo reduzca sus m�rgenes de depredaci�n, sino que impulse procesos regenerativos de los recursos del planeta. En lugar de simplemente hacer menos da�o, sostiene, el redise�o de diferentes industrias puede contribuir a hacer m�s bien al reponer continuamente los recursos que consumen. El caso de la f�brica de Nestl� en Jalisco que extrae agua a partir del proceso de condensaci�n del vapor de la leche de vaca, en lugar de utilizar los recursos h�dricos de la regi�n, es un ejemplo relevante para las actividades industriales. El tablero inteligente propuesto por el Oberdin College, en Ohio, que permite visualizar en tiempo real los flujos de recursos en diferentes puntos de una ciudad y, con ello, crear conciencia entre los ciudadanos de su pertenencia a un sistema (u organismo), ilustra la manera en que se puede trabajar por un consumo de bienes y servicios m�s responsable.

En su conjunto, todas estas son ideas que pueden ser prematuras y sujetas a refinamientos para escalarlas al plano nacional e internacional. El valor de la econom�a del D�nut se ve representado, por ende, no tanto en sus prescripciones de recetas para fomentar cambios necesarios, como en la entrega al p�blico de un lenguaje y una br�jula que conduzcan a facilitar y puntualizar el di�logo social para reconstruir (al menos algunos aspectos) del sistema econ�mico, pol�tico y social dominante. Eso, en s�, es un gran aporte.


1 Este es sin duda un c�lculo sesgado hacia arriba, ya que, argumentar�n algunos especialistas, no todos los pa�ses deben crecer hoy a este ritmo. Se puede replicar el ejercicio con tasas de crecimiento m�s discretas, y aun as� las cifras invitan a la reflexi�n (en la situaci�n actual de riesgo ambiental, incluso si se duplica el tama�o de la econom�a mundial en los pr�ximos 30 a�os, el resultado no deja de ser inquietante).

2 De hecho, mucho se habla hoy de la llamada curva de Kuznets ambiental. Rasworth cita trabajos de economistas que usan datos de unos 40 pa�ses para estimar el punto �ptimo —17 mil d�lares per c�pita de hoy— a partir del cual los pa�ses comenzar�an su camino hacia la descontaminaci�n del agua y del aire. Otros trabajos que cita la misma autora cruzan los mismos datos con variables adicionales, y argumentan que los factores que mejor explican la adopci�n de medidas de sostenibilidad ambiental distan de ser netamente econ�micos (precios, oferta y demanda) y se acercan m�s a variables como la equidad en la distribuci�n del ingreso, la educaci�n y el respeto de los derechos civiles y pol�ticos.


Referencias

Atlas de justicia ambiental (2017). Ranking de pa�ses. Recuperado de: https://ejatlas.org/country

Boyer, R. (2015). Crecimiento, empleo y equidad: el nuevo papel del Estado. En A. B�rcena y A. Prado, Neoestructuralismo y corrientes heterodoxas en Am�rica Latina y el Caribe a inicios del siglo XXI (pp. 299—324). Santiago de Chile: Comisi�n Econ�mica para Am�rica Latina y el Caribe (Cepal).

C�rdenas, J. C., Stranlund, J. & Willis, C. (2000). Local Environmental Control and Institutional Crowding—Out. World Development, 28(10), 1719—1733.

Chang, H. (2015). Econom�a para el 99% de la poblaci�n. Bogot�: Penguin Random House.

Departamento Nacional de Planeaci�n (DNP). (2014). Plan Nacional de Desarrollo 2014—2018: Todos por un nuevo pa�s. Bogot�, D.C.: Departamento Nacional de Planeaci�n.

Green, D. (24 de abril de 2017). Review of Doughnut Economics � a new book you will need to know about. Recuperado de: https://blogs.worldbank.org/publicsphere/review—doughnut—economics—new—book—you—will—need—know—about

Kuznets, S. (1955). Growth and Income Inequality. The American Economic Review, 45(1), 1—28.

Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural (2017). Programa Colombia Siembra. Recuperado de: https://www.minagricultura.gov.co/Colombia—Siembra/Paginas/default.aspx

Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. (2017). Pol�tica nacional de cambio clim�tico: documento para tomadores de decisiones. Bogot�, D.C.

Monbiot, G. (12 de abril de 2017). Finally, a breakthrough alternative to growth economics — the doughnut. The Guardian. Obtenido de The Guardian.

Morin, E. y Pakman, M. (1994). Introducci�n al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa.

O'Neill, D., Fanning, A., Lamb, W. & Steinberger , J. (2018). A good life for all within planetary boundaries. Nature Sustainability, 1, 88—95.

Raworth, K. (2017). Doughnut Economics: Seven Ways to Think Like a 21st—century Economist. Vermont: Chelsea Green Publishing.

Rodr�guez, C. (2017). Por un medio ambiente sano que promueva los derechos humanos en el sur global. Bogot�: Siglo XXI Editores.

Watson, M. (2005). Foundations of International Political Economy. Nueva York: Palgrave.

Wolf, M. (23 de 06 de 2017). Summer books of 2017: Economics. Financial Times. Recuperado de Financial Times.


Investigaci�n
Revista de Investigaci�n de la Universidad del Norte
http://rcientificas.uninorte.edu.co/index.php/investigacion
dparamo@uninorte.edu.co

Universidad del Norte
Barranquilla (Colombia)
2015
©