HTTPS://DX.DOI.ORG/10.14482/INDES.31.01.369.841
Las que sobran: un análisis de la diversidad de las mujeres habitantes de la calle en cinco ciudades colombianas*
Those that are left over: An analysis of the diversity of street dwellers in five Colombian cities
Patricia Rodríguez Santana
Universidad Nacional de Colombia
Patricia Rodríguez Santana
Socióloga por la Universidad Santo Tomás de Aquino, magíster en Política Social por la Pontificia Universidad Javeriana y doctora en Ciencias Humanas y Sociales por la Universidad Nacional de Colombia. Profesora asociada del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia. prodriguezs@unal.edu.co. Orcid: https://orcid.org/0000-0002-1323-4872.
Resumen
Este artículo profundiza en el conocimiento de las mujeres habitantes de la calle de las cinco ciudades más densas del país, teniendo como telón de fondo las relaciones patriarcales de desigualdad que permean los diferentes momentos de la habitanza de la calle empezando por la decisión de salir a vivir en esta. Con la información disponible de los censos de habitantes de la calle de 2017 y 2019 realizados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga, indaga las diversas formas femeninas de habitar la calle y las condiciones en que esta se lleva a cabo. Apunta básicamente a eliminar la masculinización de la habitanza de la calle, visibilizando la presencia de mujeres diversas en ciclos de vida y con vivencias expulsoras antes y de hábitos de subsistencia y manutención durante su permanencia en la calle.
Palabras clave: habitanza femenina de la calle, desigualdad, ciclo vital, expulsión, permanencia, subsistencia, relacionamiento social, condiciones de habitanza.
Abstract
This article delves into the knowledge of women living on the streets of the five densest cities in the country, taking as a background the patriarchal relations of inequality that permeate the different moments of street life starting with the decision to go out to live in this. With the information available from the censuses of street dwellers of 2017 and 2019 carried out by DANE in Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla and Bucaramanga, it investigates the various female ways of inhabiting the street and the conditions in which it is carried out. It basically aims to eliminate the masculinization of street living, making visible the presence of diverse women in life cycles and with expeller experiences before and of subsistence and maintenance habits during their stay on the street.
Keywords: female street dwelling, inequality, life cycle, expulsion, permanence, subsistence, social relationship, living conditions.
fecha de recepción: enero 5 de 2022. fecha de aceptación: febrero 23 de 2022
Introducción
Este artículo tiene como propósito profundizar en el conocimiento de las mujeres habitantes de la calle de las cinco ciudades más densas del país, apunta básicamente a la diversidad que presentan desde una perspectiva situada y diferencial en torno al ciclo vital en el que se encuentran ante el vacío de conocimiento sobre la población femenina callejera tanto en los resultados de los censos sectoriales locales como en las políticas públicas de atención locales, en contraste con la presencia real de mujeres y cuerpos feminizados que habitan la calle.
El acceso a las bases de datos de los dos censos adelantados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) en 2017 y 2019 sobre este sector poblacional posibilita centrar mi atención en lo que más adelante denomino la secuencia de la habitanza de la calle, para lo que fue necesario seleccionar la información del cuestionario censal con la cual lograr mi cometido e identificar hasta qué punto su operacionalización me permitía avanzar. Este trabajo tiene un alcance descriptivo con una aproximación comparativa a partir de los ciclos vitales de las mujeres y la ciudad del censo. Estos dos componentes me posibilitan incursionar en la diversidad de estas mujeres e identificar semejanzas y diferencias en la habitanza femenina de la calle, al mismo tiempo que neutralizar la realidad que las reconoce únicamente porque tienen como morada la calle, resultado de la tendencia homogeneizante que las invisibiliza, así como formular algunas conjeturas explicativas desde una lectura del género y las secuelas del patriarcado. Dicho de otra manera, se trata de un paso inicial del que se espera se deriven procesamientos más sofisticados que, acompañados de la investigación cualitativa, generen ampliaciones temáticas sobre el habitar femenino de la calle.
El conocimiento de las dimensiones cuantitativas del fenómeno de la habitabilidad de la calle se inició en la última década del siglo XX por la Administración distrital de Bogotá con el primer censo piloto de 19971 que marca el inicio de los primeros lineamientos de política social local, para los habitantes de la calle. Posteriormente, Medellín y Cali también llevaron cabo estos censos locales. Pero es solo hasta mediados del primer cuarto del siglo XXI que como sector poblacional los habitantes de la calle ocupan un lugar en la política pública nacional. Con la Ley 1641 de 2013, se formulan los lineamientos de la política pública social para los habitantes de la calle, en la defensa de sus derechos como ciudadanos según el mandato de la Constitución Política de 1991. En el artículo 4, se asigna al DANE la "caracterización demográfica y socioeconómica" de este sector poblacional en el ámbito, para "establecer una línea de base" a partir de la cual "construir los parámetros de intervención social" en las diferentes etapas del ciclo de la política pública; en esta línea de base, se deben incluir seis componentes principales: atención integral en salud, desarrollo humano integral, movilización ciudadana y redes de apoyo social, responsabilidad empresarial, formación para el trabajo y generación de ingresos, y convivencia ciudadana (art. 8).2
De este modo, el levantamiento de la línea de base para la caracterización de la población de habitantes de la calle en el territorio nacional se inicia en fases censales. La primera fase se llevó a cabo en Bogotá en 2017, la segunda se aplicó en 2019 en cinco ciudades capitales (Cali, Manizales, Barranquilla, Bucaramanga y Medellín)3y una tercera fase se efectuó a fines de 2020.4
La estadística como instrumento de la gubernamentalidad constituye el saber del Estado acerca de la población que habita en su territorio a partir de una racionalidad específica y unos procedimientos con los cuales gobernar desde la Administración nacional o local (Foucault, 1999, 2006). Desde este punto, se observa que a partir de la operacionalización misma de los conceptos hasta la lectura de los resultados es evidente la invisibilidad de lo femenino y de lo que implica ser mujer y habitar en la calle. Según el criterio de tres investigadoras, esta invisibilidad femenina obedece a la combinación de tres preceptos patriarcales que silencian la habi-tanza femenina: la superioridad numérica tradicional de hombres habitando la calle, "la experiencia de un supuesto carácter 'neutro' del término" habitante de calle (en el caso colombiano) y "la naturalización de la división sexual de los espacios sociales que asigna a los varones la calle y a las mujeres el hogar, la familia" (Pojomovski y Gentile, 2008, citados en Zaldúa et al., 2020, p. 38).
A propósito de lo anterior, MacKinnon (1989) plantea la discrepancia entre el Estado y las políticas para las mujeres: "El liberalismo aplicado a las mujeres ha admitido la intervención del Estado en nombre de las mujeres como individuos abstractos, sin examinar el contenido ni las limitaciones de estas nociones desde el punto de vista del género" (p. 284). Así que, al ser la calle un lugar masculino por excelencia no tiene cabida lo femenino en sus diferentes matices (Hernández, 2007). Y no se trata de que cada uno de los cuadros de resultados se presente diferenciando las características según el sexo, sino de tener un enfoque de género desde el momento mismo en que se define operativamente el concepto de habitanza y los seis componentes de la política, entre otros aspectos, y en el análisis de los resultados hacer visibles a las mujeres y a los cuerpos feminizados que viven en la calle.
En contraste con la aproximación institucional al fenómeno femenino de habitar la calle, la investigación académica y particular a pesar de ser reducida sí se caracteriza por un enfoque fundamentalmente cualitativo dirigido a profundizar en la habitanza de la calle de las mujeres. Desde una perspectiva de género, estas investigaciones la leen introduciéndose en aspectos singulares de lo femenino, algunos de ellos podrían incluirse en los censos, que daría paso a la comprensión del fenómeno con enfoques diferencial, territorial y de género, según la Ley 1641 de 2013.
Uno de esos aportes tiene que ver con la maternidad dejada y el sentimiento de culpa que acompaña día a día a estas mujeres (Mesa Alvarado, 2019). En mi opinión, este tema no es únicamente un dato demográfico en torno a la fertilidad de las habitantes de la calle, por el contrario, tiene una serie de connotaciones que se relacionan con la hegemonía patriarcal. La maternidad como responsabilidad social de la mujer y, con ella, la obligación de la crianza de los hijos es "transgredida" por las mujeres que viven en la calle al dejarlos al cuidado de un familiar cercano, esto, a su vez, se cruza con cuatro aspectos que se suceden: uno relacional por el rechazo familiar y social que se produce hacia la mujer que abandona los hijos por vivir en la calle y si es adicta esto se constituye en una marca por la cual, además, es juzgada; otro hacia la salud mental porque la emocionalidad de la mujer se afecta, para algunas, por el sentimiento de culpa al dejar los hijos (Fundación Samaritanos de la Calle, 2011, citado en Mesa Alvarado, 2019); un tercer aspecto también relacional obedece a la presencia o ausencia de vínculo con el familiar al que se delega el cuidado de los hijos y la posibilidad de tener noticias de ellos. Además, el hecho de que, cuando algunas mujeres durante su habitanza de la calle se convierten en madres, unas deciden ejercer la maternidad en la calle (Núñez Matus, 2013), mientras otras toman la opción de quedarse con ellos, lo que implica una dinámica importante para la formulación de las políticas locales de atención en cuanto a salud reproductiva para las mujeres, igualmente invisibilizada en los censos.
Por otro lado, Mesa Alvarado (2019) aborda el tema de la higiene femenina de la menstruación que se integra en el aseo íntimo personal y que, al no tratarse adecuadamente con los elementos indispensables proporcionados en estos periodos, se constituyen en factores que erosionan y vulneran, aún más, la dignidad de estas mujeres. Desde otro punto de vista, son asuntos que, en compañía de otros igualmente humanos relacionados con prácticas relativas a la sexualidad, la relación de pareja, forman parte de la habitanza de calle: ¿cómo involucrar estos temas en un censo en atención a que no solo se trata de levantar una línea de base sobre habitantes de la calle, sino que estos datos se requieren por cuestiones de diagnóstico, planeación y seguimiento a las fases de la política como lo ordena la misma ley?
Creo que un segundo aporte de la investigación cualitativa tiene que ver con la significación del espacio como territorio, elemento importante del fenómeno de la habitabilidad de la calle en general y de la femenina en particular. A la definición de Correa (2007) del espacio como un "espacio humanizado y relacional, producto de la interacción de distintos fenómenos sociales con el medio físico en que se soportan" (p. 45), se puede añadir el tema del "relacionamiento que los cuerpos de las ñeras tienen con el espacio" (Mesa Alvarado, 2019, p. 87); por ejemplo, disfrazar el cuerpo femenino como protección, o el acicalamiento como forma de sentirse bien, la higiene, el cuidado del cuerpo de los peligros, etc.
Desde otro ángulo, los lugares de los habitantes de la calle están delimitados por una "geometría del poder" (Massey, 1992, citado en Mesa Alvarado, 2019) que los empuja y desplaza hacia lugares en proceso de deterioro, denominados por Kunz (2008), citado en Gamero Kinosita, s. f.) los "nichos de la sociedad". En la relación que los habitantes de la calle establecen con el espacio, Correa (2007) encontró que "configuran espacios que para ellos resultan significativos, dadas sus interacciones, usos y prácticas, y son transformados en territorios semantizados y demarcados para la realización de su vida cotidiana" (p. 45). Al respecto, podemos concluir que el espacio significado y delimitado por la geometría del poder se convierte en un componente fundamental del fenómeno de la habitabilidad y de la habitanza de la calle; concretamente, en atención a la alta probabilidad de lecturas y significados diversos, acordes con el ciclo vital, y otros aspectos de la "rutina cotidiana" de ellas.
El tercer elemento que aportan las investigaciones cualitativas son las relaciones sociales que se establecen en la calle, algunas de estas por su ausencia en el cuestionario censal desconocen la capacidad de socializar de quienes habitan la calle, como las relaciones sociales importantes entre pares que se desarrollan en ella, que permiten identificar la suplencia de los afectos familiares y de pareja, y las estrategias de agrupamiento para sobrevivir. Correa (2007) llama la atención sobre que la dinámica relacional se transforma: a veces, las relaciones positivas se tornan negativas, hay tanto relaciones positivas como negativas y no solo hay conflictividad con los habitantes de la calle: "En la calle se tejen y destejen redes de interacción de explotación y protección entre vecinos, comerciantes, autoridades de control, funcionarios que atienden a la población en calle, personajes vinculados a la prostitución, jíbaros y los propios habitantes de calle" (p. 47).
Se trata de diferentes tipos y calidades de tejido social en que este sector poblacional está inmerso y en que se producen interacciones negativas, como amenaza, miedo, violencia, etc., e interacciones positivas, como de ayuda, apoyo, asistencia, afecto, solidaridad, cuidado, protección y amor. Es a partir de estas formas de relacionamiento que se "construye allí una realidad bastante compleja y con múltiples facetas, desarrollando una cultura, una moral propia y un particular sentido de la ética, la libertad, la convivencia, el respeto y la solidaridad" (Correa, 2007, p. 48) que desconocemos. Por otro lado, en un estudio de profundización sobre la experiencia vivida por las mujeres en la calle, Núñez Matus (2013) encontró que algunas de las mujeres, a pesar de haber sido expulsadas de la familia por algún tipo de violencias, desean regresar a esta, pero bajo condiciones nuevas acordadas previa negociación que les reconozca un puesto diferente, asimismo, reconocen que para lograrlo deben mejorar su presentación personal.
Marco teórico
Tres temas sintetizan la revisión anterior. Para empezar, la necesidad de complementar la investigación cuantitativa y, en este caso, la información censal con investigación cualitativa que indague en profundidad algunos aspectos de la habitanza de la calle. Por otro lado, la diferencia de perspectivas en torno a las mujeres entre la información oficial de los censos 2017 y 2019 y las investigaciones académicas en las que se encuentra información importante, que bien podría ser incluida en el formulario censal para la pretensión diferencial, territorial y de género, que busca la Política Pública Social para Habitantes de la Calle 2020-2030. Con todo, es posible con la información censal lograr un acercamiento desde una lectura de la habitanza femenina de la calle, en atención a la definición a la que se acoge el Ministerio de Salud y Protección Social (MinSalud) en la reglamentación de la política social para este sector poblacional, al diferenciar habitanza y habitabilidad. En este sentido, la habitanza es la "acción y efecto de habitar" mientras la habitabilidad es un "atributo de un espacio para ser habitado, a la cualidad de habitable, y en particular la que tiene un local o una vivienda" (MinSalud, 2020, p. 13). Con esto en mente, parto de las siguientes consideraciones teóricas: Primero, el fenómeno de la habitanza de la calle es una de las manifestaciones más crudas de las relaciones de desigualdad social, en general, para la totalidad de habitantes de la calle y, en particular, de manera más profunda, para las mujeres y los cuerpos feminizados que allí viven. Segundo, en el caso de las mujeres que la habitan, estas desigualdades están atravesadas por lo que Scott (1996) denomina los tres elementos interconectados de las relaciones de poder en las que se basan las diferencias entre los sexos:
• La cultura simbólica.
• Los "conceptos normativos".
• Las diferentes instancias en las que se producen las relaciones de género, en atención a que este "se construye a través del parentesco, pero no en forma exclusiva; se construye también mediante la economía y la política" (pp. 290-291).
En pocas palabras, la sentencia de De Beauvoir (1949): "No se nace mujer: se llega a serlo" (p. 371), resume, en mi opinión, el planteamiento de Scott (1996). La construcción de los roles femeninos se encuentra entrecruzada por el capitalismo y el patriarcado a partir de relaciones de poder que, además de ubicarlas en una posición subordinada, las infantiliza. Relaciones de dominación que, como lo plantea Scott, permean los diferentes ámbitos de la vida de las mujeres: la familia, la institución educativa, el ámbito laboral, las relaciones de pareja y la vida política. Al respecto, ser habitante de la calle, en general, y, además, ser mujer, niña, joven o anciana, las ubica en uno de los grupos más desigualmente tratados por la sociedad; aparte de quedar en el lado oscuro de la estructura social como personas repulsivas, como renegadas sociales, contrarias a las normas sociales; son objeto de rechazo y desprecio social y, lo que es aún peor, son invisibilizadas.
Por otro lado, es innegable que la carga de estas relaciones desiguales está incorporada en cada uno de los rostros y cuerpos de las mujeres que habitan la calle e intersectada por la tríada desigualdad, discriminación y violencia, a la que se refiere Fernández (1993). También es cierto que estas desigualdades y violencias de género difieren en acumulación y grado entre las mujeres de los diferentes ciclos vitales, sin duda, acorde con los entornos culturales en que se encuentran inmersas antes de salir a la calle y durante su permanencia allí. De ahí que la restitución de sus derechos vulnerados, a pesar de que en términos analíticamente tengan la misma etiqueta como la atención integral a estas mujeres, no puede equipararse a la de los varones habitantes de la calle, ni tampoco fusionar a todas las mujeres que la habitan como si fueran "una mujer habitante de la calle", puesto que no son iguales; es decir, es imprescindible el reconocimiento diferencial para la restitución.
Ahondar en la habitanza de calle de las mujeres, y partir de la definición de esta como "acción y efecto del habitar", involucra una dinámica que se inscribe en tres momentos o "secuencias temporales" clave (Godard, 1996), que para este caso corresponden al antes de vivir en la calle o el momento de la decisión, el durante la permanencia en la calle que concierne a la acción de habitar y se manifiesta en el modo de habitanza, y un efecto de esta habitanza expresada en sus condiciones, producidas por la conflictividad social que su presencia genera entre algunos habitantes de las ciudades hacia estas mujeres.
En cuanto a la primera secuencia, salir a la calle y vivir en ella supone un proceso que inicia probablemente mucho tiempo antes del acto mismo de abandonar el hogar e involucra la confluencia de aspectos que en un momento dado configuran un entramado de condiciones de expulsión conducentes a la decisión. A pesar de tener claro que entre las razones para tomar la calle como lugar donde morar confluyen una serie de elementos macroestructurales y del orden microsocial, y que la manera en que se entretejen estos puede ser muy variada, en el análisis, asumo la razón principal de salida como causa directa o inmediata de la habitanza de calle. Por otra parte, este momento puede darse en cualquier instante o ciclo de la vida de las mujeres, lo que significaría una acumulación mayor de razones.
Con la segunda secuencia, varios aspectos son necesarios de considerar. El primero está relacionado con el tiempo de permanencia en la calle, entendiendo que el modo de habitanza incluye con el tiempo una relación directa "con el medio físico" donde se produce (Saldarriaga Roa, 2019, p. 27). Además, con la información del censo, se puede hablar de modos de habitar la calle en los que el día en la calle concluye con una de tres formas de pasar la noche: a) en la calle, debajo de un puente, alcantarilla, una carreta; b) en un dormitorio institucional, y c) en un dormitorio transitorio como un hotel paga diario o un inquilinato. Se trata de formas de vivir en la calle que, aunque en algunos casos se acuda a espacios colectivos para pasar la noche, expresan marginamiento familiar y social por expulsión o porque el cúmulo de violencias ha conducido a estas mujeres a marginarse del espacio doméstico del hogar como línea de fuga. Esos modos de habitar se refieren también a prácticas que se asocian con el día a día de vivir en la calle, como las razones para permanecer allí, la adicción, los vínculos sociales callejeros y las formas de subsistencia.5
Y, finalmente, las dos secuencias temporales se encuentran intersectadas por la relaciones sociales y espaciales que se producen en la ciudad, en el sentido de lo que De Sousa Santos y García Villegas (2001) denominan "fascismo societal" y "fascismo territorial", entre otros, como demostración de relaciones desiguales de poder entre determinados actores sociales y entre quienes controlan una parte del territorio de la calle con las habitantes de la calle, de tal manera que "le quitan al Estado el control [ ..] ejerciendo la regulación social" sobre los habitantes del territorio sin su participación o contra sus intereses como régimen de civilización (pp. 29-32). Desde este punto de vista, se producen unas condiciones de habitanza que varían según los diferentes entornos culturales y lugares específicos de cada ciudad, y precarizan, aún más, la vida en la calle, en asuntos relacionales con el medio, comprometen la seguridad de las mujeres habitantes de la calle y las victimizan.
Metodología
Se trata de una investigación cuantitativa descriptiva y comparativa de corte transversal realizada a partir de la escogencia de una parte de la información contenida en las bases de datos de las dos primeras fases del censo nacional de habitantes de calle 2017 y 2019, por primera vez disponibles al público en la página web del Archivo Nacional de Datos (ANDA) del DANE en el programa SPSS. Para ello, fue necesario revisar las definiciones operativas plasmadas en las 34 preguntas del cuestionario elaborado para el censo6 y establecer los alcances y las limitaciones que planteaba la forma de medición en relación con la habitanza de la calle.7 Una vez definida la información a utilizar acorde con el concepto de habitanza de calle, se realizó, primero, un procesamiento8 descriptivo, por ciudad y por ciclos vitales, del conjunto de la información seleccionada sobre las mujeres, y de manera manual, dado que las bases estaban separadas, la elaboración de tablas comparativas necesarias para profundizar en la habitanza de calle de las mujeres.
Dos criterios sustentan la selección de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga, a saber: a) en la clasificación interna de las ciudades colombianas estas corresponden a las cinco ciudades más importantes del país, y b) son las más densamente pobladas, por ende, aglutinan el mayor número de habitantes de calle locales y provenientes de otros municipios.
Aunque la investigación corresponde al paradigma positivista, puesto que las características de la información censal fuente se basa en los diferentes principios de objetividad, tiempo, extensión, operacionalización, forma de presentación de resultados, entre otros, el enfoque de análisis o lugar desde el cual me sitúo es un punto intermedio entre un enfoque positivista que busca la homogeneización y otro que se orienta hacia la diversidad, porque una población tradicionalmente homogeneizada en la realidad está compuesta por muchos tipos de casos que se configuran de diversas maneras (Ragin, 2000, pp. 3-17). Aun cuando para identificar de manera rigurosa y comprender las diversas configuraciones que se producen en torno a un grupo poblacional en relación con un fenómeno determinado lo ideal es que desde el proceso de conceptualización antes de la recolección de información se piense desde el punto de vista de la diversidad, creo que partir de la información de los censos y sin llegar al proceso de elaboración que esta orientación a la diversidad exige, respecto de la vista de la rigurosidad teórica, conceptual y metodológica, es posible lograr un acercamiento diferente del problema de la habitanza de calle de las mujeres. Por esto, comenzando con la definición de habitanza de la calle en cada una de las temporalidades,9se han organizado agrupaciones de características que pueden advertir sobre la existencia de diversos modos de habitar producto de diferentes combinaciones, que rompen con la homogeneización y nos permite conjeturar acerca de variadas formas en que se configuran en la realidad de las mujeres cada una de estas secuencias de la habitanza de la calle con miras a investigaciones posteriores.
En el análisis de la información, se hacen a un lado las descripciones tradicionales de resultados en las que el sexo, la edad y la ciudad actúan como referentes, para ocupar un lugar relevante en el fenómeno de la habitanza, porque las relaciones de desigualdad forman parte del género, el contexto sociocultural de un territorio o ciudad y del ciclo vital.
Las ciudades como contextos sociocultura-les: algunas características pertinentes
Es necesario partir del supuesto de que las características específicas y diferencias culturales de cada ciudad como parte del entorno en el que se da la habitanza femenina de la calle actúan como fuerzas que se intersectan, en conjunto con las lógicas singulares de clase y los roles de género, en diferentes aspectos de la vida familiar (el lugar de la mujer, las formas relacionamiento de las parejas, con los mayores, los pares), en ámbitos como el laboral, los lugares públicos, la escuela y la calle, entre otros, así como lo que significa ser hombre o ser mujer y comportarse como tales, y lo que significa e implica, familiar y socialmente, una disidencia en la opción sexual. Una breve caracterización del contexto de cada ciudad en algunas características de sus formas de relacionamiento provenientes principalmente de las encuestas Cómo Vamos que anualmente realiza cada alcaldía de las capitales del país nos ayuda a identificar concordancias y divergencias en ciertos rasgos socioculturales que bien podrían incidir en el fenómeno de la habitanza de la calle por las mujeres. Veamos.
Bogotá
Catalogada como una entidad territorial de primer orden y la tercera capital más alta del mundo, se encuentra ubicada en el centro del país en el altiplano cundiboyacense, con un clima promedio de 13 °C. Una de sus características principales es la variedad cultural de la población perteneciente a todas las regiones del país, por lo cual se le denomina ciudad intercultural o cosmopolita. Es la primera ciudad más importante del país por su población, economía, industria y comercio del país; según el último censo (DANE, 2018), su densidad poblacional es de 7.412.566 de habitantes distribuidos en 20 localidades que presentan diversos matices sociales y económicos. En cuanto a las relaciones de género, Bogotá es una ciudad que presenta altos vestigios de tradicionalismo y patriarcado; por ejemplo, en la Encuesta Bienal de cultura de 2017, solo un 5,3 % respeta la diferencia; el 50 % opina que los homosexuales no deben ser profesores; y un poco más de la mitad de entrevistados responde que a las niñas se las debe educar preferencialmente en sus roles de madre y esposa (Observatorio de Cultura ciudadana, 2017).
Medellín
Capital de Antioquia, es conocida como la ciudad de la eterna primavera y la segunda en importancia por su población y como centro financiero y comercial, entre otros aspectos. Está ubicada al noroccidente de Colombia y se caracteriza por una cultura religiosa esencialmente católica e intolerante en el sentido de que el nivel de tolerancia baja respecto de sectores poblacionales homosexuales, víctimas del conflicto, enfermos de sida, desmovilizados, alcohólicos y drogadictos, como lo señalan los resultados de la encuesta de cultura ciudadana 2021 (Alcaldía de Medellín). A grandes rasgos, sus habitantes presentan cierta inclinación a aceptar que la mujer obtenga condiciones similares a los hombres en el trabajo; sin embargo, en la práctica, cuando el salario de la mujer supera el del esposo, es altamente probable el surgimiento de problemas de pareja, además, piensan que, cuando la madre tiene un trabajo remunerado, los hijos sufren.
Cali
A esta ciudad le corresponde el tercer lugar en importancia por su densidad poblacional y se distingue como distrito especial deportivo, cultural turístico, empresarial y de servicios. Está situada al sur del Valle del Cauca en la región andina y la Costa Pacífica. Su clima es cálido y seco de 24 °C en promedio y está habitada por gente joven principalmente (el grueso de su población es menor de 40 años), una mayor presencia de mujeres en casi todos los rangos de edad y un alto porcentaje de población afrodescendiente (26 % en 2018). Presenta las más altas tasas de homicidios de jóvenes hombres del país, en particular, entre 18 y 28 años, así como bajos niveles de confianza interpersonal, baja vinculación al trabajo formal y la creencia de que la gente es oportunista. Según los resultados de la encuesta virtual Cali Cómo Vamos 2021, la percepción negativa por parte de los caleños es alta; por ejemplo, la sensación de inseguridad alcanzó el 82 %, el pesimismo sobre el presente y futuro de la ciudad lo manifestaron 69 de cada 100 habitantes, el 68 % incumple siempre las normas de convivencia y la mitad afirma no guardar respeto hacia poblaciones vulnerables; en contraste, el maltrato por alguna persona del hogar es bajo (13 %).
Barranquilla
Es la cuarta ciudad más importante del país, ubicada en la costa norte. Es conocida como la Puerta de Oro de Colombia por ser puerto marítimo y fluvial, por el Carnaval de Barranquilla fue declarada Patrimonio Cultural por la Unesco en 2003 y en 2013 fue declarada Capital Americana de la Cultura. Una de las características singulares como resultado de diferentes procesos históricos es la confluencia de las culturas indígena, afrodescendiente, árabe, estadounidense, alemana, francesa e italiana. Es conocida por el carácter alegre de sus gentes. Según la encuesta Barranquilla Cómo Vamos de 2019, los niveles de oportunismo son bajos y la solidaridad alcanza proporciones altas, así como en formas de relacionamiento horizontal obtiene los promedios más altos. No obstante, la mitad afirma no sentirse segura en la ciudad, el 40 % no guarda respeto por poblaciones vulnerables y el 45 % nunca y casi nunca cumplen las normas.
Bucaramanga
Conocida como la Ciudad de los Parques y declarada por el Banco Mundial (BM) como una de las ciudades más prósperas de América Latina, es capital de Santander y le corresponde el quinto lugar como ciudad más poblada. Está situada al nororiente del país con un clima promedio entre los 21 y 27 °C, además, cuenta con un área metropolitana compuesta por Floridablanca, Girón y Piedecuesta. Inicialmente, su territorio estuvo poblado por diversos grupos indígenas; la población en su gran mayoría se declara católica. Los bumangueses y santandereanos en general sobresalen por su orgullo y coraje comunero heredado del heroísmo y la valentía de los que llevaron a cabo la revuelta comunera en 1781; sus mujeres son conocidas como las más bravas del país. De la encuesta Bucaramanga Cómo Vamos 2019, destacan los bajos niveles de solidaridad con los vecinos, después de Barranquilla es la ciudad donde sus habitantes no presentan tasas altas de oportunismo, pero los niveles de confianza en la mayoría solo alcanzan al 23 % de los habitantes, la percepción de inseguridad al 60 % y la ausencia de respeto hacia los vulnerables.
En resumen, las cinco ciudades más importantes del país están situadas en cinco puntos geográficos con climas e historias de conquista, fundación y colonialismo singulares. Con ciertos matices, se trata de ciudades tradicionalistas en sus prácticas y restricciones sociales, especialmente, en lo que concierne al lugar de la mujer; la desconfianza y la inseguridad son dos rasgos presentes en las cinco ciudades, aunque varían como características socioculturales; y específicamente la percepción negativa hacia los grupos vulnerables manifestada está presente en las cinco ciudades.
Los ciclos vitales
Los ciclos vitales se constituyen en un componente clave de la diversidad derivada del momento de la vida en que se encuentran las mujeres en cada una de las secuencias temporales de la habitanza, así como de la especificidad que toman los derechos vulnerados a restituir. En este sentido, en atención a que la edad de las mujeres habitantes de la calle fluctúa entre los 14 y 80 y más años,10 con algunas diferencias respecto de la propuesta de la CEPAL (2016), organicé los ciclos de vida de las mujeres habitantes de la calle, así: adolescencia (14-19 años), juventud (20-29 años), adultez (30-59 años) y vejez (60 años y más), lo que no excluye que en estos grupos existan diferencias.
Sobre la base de estos ciclos vitales, la lectura va acompañada de una mirada desde el concepto de edad social. La edad como construcción social asigna a las personas un lugar en la sociedad a partir de las edades biológicas y los roles específicos en el campo de la familia, la educación, el trabajo, etc. (Osorio, 2010), que corresponde a las expectativas que una sociedad tiene de cada individuo que la integra en cuanto a su actividad en diferentes momentos asociados con la edad, como la edad escolar, la edad para formar una familia, la edad para trabajar y la edad para retirarse, todo intersectado por la clase social. La edad social está relacionada también con procesos biológicos, importantes socialmente, como la fertilidad, la salud, la enfermedad, la incapacidad, el deterioro físico y mental, y la muerte. Así es como la unión ciclo vital-edad social permitirá formular algunas consideraciones y conjeturas importantes no solo en la medida en que se avance en el problema de la habitanza de la calle, sino también en investigaciones posteriores que llenen algunos vacíos sobre este asunto.
En resumen, el sexo, la edad y la ciudad, características en general neutralizadas en un fenómeno social, toman un lugar dinámico en el fenómeno de la habitanza de la calle, al mostrar cómo cada característica desempeña un papel singular en la forma en que se desarrolla esta. El sexo con la mirada exclusiva en las mujeres desde una perspectiva de género, la edad entendida como ciclo vital y la ciudad considerada territorio de la habitanza actúan, además, como variables de comparación.
El análisis de resultados se hace a partir de la agrupación de las características que se identifican que componen el concepto de habitanza de calle a partir de la cual es posible organizar la información en su temporalidad, mencionada en los aspectos teóricos, lo que hace posible la interpretación de la información.
Resultados
A continuación, se presentan los resultados de la investigación organizados en dos partes. La primera corresponde a una descripción general como forma de centrar la atención en nuestros sujetos de investigación, así: la población de mujeres en el conjunto de la población habitantes de calles, la distribución de las habitantes de la calle según los ciclos vitales y el nivel de educación y alfabetismo de estas mujeres, como idea general de sobre quiénes vamos a hablar de aquí en adelante. La segunda parte se refiere al problema objeto de estudio: la habitanza femenina de la calle diferenciada en los tres momentos secuenciales de la salida a la calle, el modo de habitar la calle y las condiciones de la habitanza de la calle desde la seguridad de las mujeres que viven en esta.
Características generales
Las mujeres en la población habitante de la calle
Si bien en la estructura poblacional colombiana la presencia de las mujeres constituye el 51 % de la población, en el nivel micro de la distribución de la población de habitantes de la calle de las cinco ciudades esta es aproximadamente del 11 % (1805 mujeres vs. 15.494 hombres habitantes de la calle). La marcada diferencia numérica indica un fenómeno con predominancia de presencia masculina y advierte que, al menos en las dinámicas actuales de la familia, la escuela y el trabajo, están presentes circunstancias expulsoras de las cuales es importante dilucidar la forma específica en la que actúan respecto de las relaciones desiguales que el sistema sexo-género asignó a las mujeres (tabla 1).
Distribución de las mujeres que habitan las calles en los ciclos vitales
Iniciando con las mujeres habitantes de la calle adolescentes y jóvenes, entre las primeras Barranquilla obtiene el doble de proporciones, mientras es la ciudad que tiene menos jóvenes callejeras (6 puntos porcentuales menos) (tabla 2).
En lo que respecta al ciclo de vida de la adultez en general, este concentra la mayor proporción de mujeres habitantes de la calle (65 %). En atención a la amplitud del rango de edad del ciclo de adultas y el peligro de perder por esto la diversidad interna, se dividió en dos subgrupos de adultas: las mujeres en adultez temprana con edades entre 30 y 44 años (42 %), edad social que las ubica en un grupo con alta fertilidad para los primeros diez años, así como con alta capacidad laboral y productiva; y las mujeres en adultez media que oscilan entre los 45 y 59 años (23 %) todavía socialmente productivas. En general, la presencia de mujeres en adultez temprana supera los dos quintos de las mujeres adultas excepto en Barranquilla, mientras las mujeres en adultez media presentan una distribución similar en las cinco ciudades.
Y, en último término, las habitantes de la calle en el ciclo de vejez (6,5 %). Este grupo para algunos casos y dado el amplio rango de edades que incluye se dividió en el subgrupo de vejez inicial con edades entre de 60 a 69 años (5,3 %) y vejez intermedia de 70 años en adelante (1,1 %). Aun cuando la presencia de mujeres en el ciclo de vejez es muy baja, no deja ser importante resaltar que en Barranquilla alcanza el 11,3 % con predominio de las mujeres en vejez inicial; es igualmente importante considerar que las mujeres adultas mayores habitantes de la calle exhiben una de las caras más crudas de la vejez abandonada en el país dejando entrever vestigios de la herencia colonial y patriarcal,11 quizá, más prominente en unas regiones del país que en otras. Finalmente, es necesario considerar que la pirámide de edad va cambiando con el paso de los años, de tal modo que quienes actualmente están en el ciclo de adultez media en poco tiempo formarán parte de las mujeres callejeras "viejas", y estas proporciones son ya cercanas al 27 % en Medellín y al 20 % en las otras ciudades.
Educación y alfabetismo
En este aspecto, se observa bastante diversidad educacional entre las mujeres, prevalecen los niveles de educación básica primaria, secundaria y media, pero con marcadas diferencias en su distribución al discriminar por ciclo vital y ciudad. Veamos.
El nivel educativo de las adolescentes se distribuye principalmente según un orden de menciones entre la básica secundaria, la media y la primaria. En Bogotá y Medellín, hay más adolescentes con nivel de secundaria básica, y en Cali, con un nivel de secundaria media; en Bucaramanga y Barranquilla, predomina el nivel de primaria; mientras una quinta parte de las adolescentes de Barranquilla no tiene educación formal, por consiguiente, no es extraño que el analfabetismo se encuentre fundamentalmente en esta ciudad: cerca de la mitad (44 %) de las adolescentes no saben leer ni escribir, mientras en el resto de las ciudades la casi totalidad de ellas se declaró alfabeta.
En el caso de las jóvenes, la mayor proporción de menciones (cercanas al 50 %) corresponde a la básica secundaria, principalmente, en Medellín y Bucaramanga, seguidas de Bogotá, mientras Cali se encuentra a 18 puntos porcentuales. En cambio, en Barranquilla, el mayor nivel educativo reportado por la tercera parte de las jóvenes es el nivel de secundaria media seguido de cerca por el nivel de secundaria básica.
Por su parte, las adultas que habitan la calle presentan niveles similares de educación al de las adolescentes, así: entre las de adultez temprana, el primer lugar lo obtiene la básica secundaria, el segundo la básica media y el tercero la primaria, mientras las mujeres en adultez intermedia se sitúan en los niveles de básica primaria seguido de básica secundaria, destaca Bucaramanga por una mayor proporción de mujeres en adultez media con básica secundaria. Y como contraste en las cinco ciudades predomina el nivel de básica primaria en las mujeres del ciclo de vejez.
Por último, en todos los ciclos, se encuentran mujeres sin ningún nivel de educación formal y las proporciones van aumentando a medida que lo hace la edad, de tal forma que las proporciones son del 12 % en las adultas tempranas de Medellín, del 24 % entre las mujeres en adultez media de Barranquilla, del 22 % entre las mujeres en vejez inicial de Medellín y Barranquilla, y del 60 % en las mujeres en vejez intermedia de Cali. Y como dato singular el nivel universitario pre- o posgraduado se encuentra entre en el grupo de adultas, especialmente de las adultas medias de las cinco ciudades, entre ellas Bogotá y Medellín con proporciones del 5,3 y el 5,7 % y seguidas de cerca por Barranquilla y Bucaramanga, así como en Medellín en el 17 % de las mujeres del ciclo de vejez.
La habitanza femenina de la calle
Primera secuencia: la salida
Como lo manifesté, considero que no existe una causa única por la cual una mujer decide dejar el lugar de residencia en las condiciones de vida que sean, sino que para dar este paso se suceden y entretejen un conjunto de condiciones de posibilidad que llevan a que, en un momento determinado de la vida de una persona, esta decida salir a enfrentarse a unas circunstancias de vida de máxima precariedad. No obstante, con la información disponible, únicamente disponemos de la razón principal para tomar esta decisión,12 que presenta los siguientes resultados (tabla 3).
En todos los ciclos de vida de Bogotá, Medellín, Cali y Bucaramanga, predominan dos razones como causas principales de la salida de las mujeres a la calle: los conflictos o las dificultades familiares y el consumo de sustancias psicoactivas (SPA); sin embargo, entre las adolescentes de Bucaramanga y Bogotá, sobresalen los conflictos familiares, y en Medellín principalmente y Cali, el consumo. Como excepción, en Barranquilla, las principales razones de salida a la calle provienen de las dificultades económicas y el conflicto armado, como víctima o como desplazada. Por su lado, entre las jóvenes, las dos razones de salida a la calle siguen siendo el consumo de SPA y los conflictos familiares, aunque en Barran-quilla el orden es inverso. En contraste, entre las adultas tempranas y media, son los conflictos familiares, y entre las mujeres viejas, en proporciones similares, las razones de salida a la calle se debieron a problemas económicos y conflictos familiares. Como puntos a resaltar tenemos:
• Entre las mujeres adolescentes de Barranquilla, la referencia a problemas familiares es muy baja en comparación con las otras ciudades.
• La mención por gusto personal que aparece en los diferentes ciclos de vida se destaca en Bucaramanga entre las adolescentes y las mujeres adultas, mientras en Medellín y Cali alcanza proporciones más altas entre las jóvenes; pero, independiente de la frecuencia de menciones, esta respuesta invita a una indagación más profunda en cuanto a lo que significa ese "gusto personal" y su relación con otros factores.
• El abuso sexual, a pesar de menciones bajas, aparece como una razón para vivir en la calle entre las mujeres adolescentes, jóvenes y adultas fundamentalmente, con énfasis Medellín donde las proporciones son cercanas a la quinta parte de las adolescentes habitantes de la calle.
Segunda secuencia: el modo femenino de habitar la calle
Vivir en la calle como modo de vida implica un proceso de adaptación y aprendizaje que va ocurrendo a medida que con el tiempo de estadía se consolida esta forma de vida. Tiempo durante el cual se forjan vínculos y apoyos, estrategias de subsistencia y ciertas condiciones de vida en medio de la precariedad y el rechazo social, y para algunas de estas mujeres, razones de permanencia.
Experiencia en la calle
El proceso de adaptación y aprendizaje para vivir en la calle equivale también a que, entre las mujeres que habitan esta, encontramos diferentes niveles de experiencia de vida, lo que permite identificar características específicas. Por ejemplo: entre la gran mayoría de las adolescentes, predomina una experiencia reciente de hasta cuatro años de habitanza, de modo que es Medellín la ciudad con las menores proporciones (45 %); el segundo nivel de experiencia (de cinco a nueve años) se encuentra en cuatro de las ciudades excepto Bucaramanga, mientras la permanencia entre los diez y catorce años en la calle es de las adolescentes de Medellín (25,3 %) y Bogotá (6,3 %), y la superior a catorce años en Cali (10 %) (tabla 4).
Entre las jóvenes se dan los cuatro niveles de experiencia. Más de la mitad de las de Bucaramanga, y muy de cerca las de Barranquilla y Cali, tienen hasta cuatro años en la calle, en tanto cerca del 40 % de las de Bogotá y Medellín se ubican en este nivel. Entre un tercio de las jóvenes de Bogotá y un quinto en las ciudades restantes cuenta con una experiencia media (de cinco a nueve años), mientras la tercera parte de las jóvenes callejeras de Medellín y Barranquilla, y cerca de la quinta parte de las jóvenes de las otras ciudades, acumula una permanencia en la calle entre diez y catorce años. Por último, con excepción de Barranquilla, en las cuatro ciudades restantes entre el 9 y el 11 % tienen una permanencia superior a los catorce años.
Aun cuando entre las mujeres adultas y "viejas" que habitan la calle se encuentran los cuatro niveles de permanencia, es importante destacar las siguientes particularidades:
• La experiencia de más de catorce años en la calle se sitúa en Bogotá y Medellín en más de la mitad de las mujeres en adultez temprana; excepto Cali, entre quienes están en el ciclo de adultez media de las otras ciudades analizadas, así como en las mujeres en vejez.
• En Medellín, el total de mujeres en vejez se distribuye en proporciones iguales entre los niveles de experiencia media (cinco a nueve años) y media alta (diez a catorce años).
• Como característica especial, se observan mujeres en el ciclo de vejez inicial con experiencia reciente en todas las ciudades y en especial en Bucaramanga, Barranquilla y Bogotá; y mujeres en vejez intermedia en Bogotá, Barranquilla y Cali.
Persistencia en la calle
La continuidad en la calle entraña hábitos de subsistencia y manutención, además de prácticas cotidianas, que se salen de las lógicas que conocemos como las adecuadas o el deber ser. En atención a que las razones son muy diversas y están interconectadas de diversas maneras, es posible una primera aproximación a partir de la identificación de la razón principal por la que se permanece en la calle, con posibilidades de respuesta similares a las de salida a la calle.
Razón principal para vivir en la calle
Al observar entre las razones más mencionadas, en las cinco ciudades es constante el consumo de SPA en las mujeres adolescentes, jóvenes, adultas y las que están en vejez inicial, mientras entre quienes se encuentran en vejez intermedia priman las dificultades económicas, el gusto personal y la soledad. Ahora bien, diferenciando por ciudad y ciclo vital, tenemos:
• Entre las adolescentes, salvo Barranquilla, además del consumo de SPA, otras razones fueron en orden de menciones: el gusto personal, los conflictos familiares y las dificultades económicas, a su vez, esta última razón es la principal justificación de continuidad en la calle para las adolescentes de Barranquilla.
• En el grupo de las jóvenes, se agregan los conflictos familiares y el gusto personal, además de la referencia a las dificultades económicas como obstáculo para regresar a casa en Barranquilla.
• En Barranquilla y Cali, las alusiones a la falta de trabajo alcanzaron proporciones importantes a considerar.
• Finalmente, es importante registrar el tema de la soledad como razón de permanencia en la calle entre las adultas y las mujeres en vejez. La pérdida de vínculos familiares por diferentes razones permite conjeturar, por ejemplo, la ausencia de lugar adónde llegar, desconocimiento de dónde buscar la familia o desvinculación total con esta, es decir, no tener alguien cercano como soporte y apoyo. Igualmente, nos lleva a inferir sobre la necesidad de identificar y entender las características del proceso de salida del hogar, así como las condiciones de posibilidad para volver a este (tabla 5).
Consumo de SPA
El consumo de SPA, además de constituir en el imaginario urbano un distintivo de quienes viven en la calle asociado a problemas de inseguridad urbana, funciona tanto como razón de salida a la calle y como razón de continuidad en esta. En este orden de ideas, y excluyendo a Barranquilla, el bazuco es la sustancia que más consume la mitad de las adolescentes habitantes de calle de Bogotá y Medellín, las dos cuartas partes de las que están en Bucaramanga y la tercera parte de las que viven en Cali; le sigue el consumo de marihuana principalmente entre las adolescentes de Cali seguido de Medellín, Bogotá y Barranquilla; y un tercer lugar es para el cigarrillo entre las mujeres adolescentes de Cali y Bogotá. En contraste, aunque en todas las ciudades hay consumo de inhalantes y cocaína, sobresale Bucaramanga porque cerca de un tercio de las adolescentes utiliza sustancias inhalantes y el 43 % cocaína.
Entre las jóvenes callejeras, el bazuco, la marihuana y el cigarrillo también son las que más consumen; el bazuco lo consumen dos terceras partes de las jóvenes de Bucaramanga y siguen a cierta distancia porcentual las jóvenes de Cali, Medellín y Bogotá. El cigarrillo es usado en las cinco ciudades, se destaca por mayor consumo las jóvenes de Barranquilla, Bogotá y Cali. Y, en tercer lugar, se encuentra la marihuana en las cinco ciudades.
Entre las mujeres adultas, además de las tres sustancias mencionadas, el consumo de bebidas alcohólicas toma un lugar importante entre las de adultez media; en Medellín y Bogotá, cerca de un quinto de ellas consumen bebidas alcohólicas. Los inhalantes son utilizados por algunas de las adultas tempranas de las cinco ciudades, con mayores menciones en Bucaramanga, Bogotá y Me-dellín. Finalmente, entre las mujeres habitantes de la calle en vejez inicial, el consumo se centra en el bazuco y el cigarrillo excepto en Bucaramanga, y un tercer lugar lo ocupa el alcohol; mientras la casi totalidad de mujeres en vejez intermedia no consumen SPA.
Para terminar, es de resaltar que en los diferentes ciclos de vida se encuentran mujeres que no reportan consumo de SPA. Entre las adolescentes de Barranquilla y Bucaramanga, las proporciones son el 36 % y 30 % cada una, mientras en las tres ciudades restantes esta es del 10 %. Un 10 % de las jóvenes de las cinco ciudades no consume SPA, igualmente, sucede con las mujeres en adultez temprana, a excepción de Barranquilla, que alcanza una abstención del 24 %. Por otra parte, esta abstención se encuentra en algo más de la quinta parte de las mujeres en adultez media y un poco menos del 40 % de las mujeres del ciclo de vejez.
Un lugar donde pasar la noche
Sin dejar de lado que el espacio se transforma en lugar en la medida en que este se llena de significados, afectos, simbologia y elementos culturales (Tuan, 2005), para nuestro objetivo solo contamos con información sobre el "lugar dormitorio". En este aspecto, la variedad de posibilidades de morar en sitios de las calles se condensó en tres clases. La primera denominada de forma amplia "en la calle" que agrupa un conjunto de sitios, como puente, andén, parque, alcantarilla y carreta; la segunda clase denominada "dormitorio transitorio", además de un lugar por el que se paga, involucra sitios bajo techo como el hotel, un paga diario, un inquilinato, una residencia y un camarote en un dormitorio común, y la tercera clase, etiquetada como "institución", reúne instituciones públicas o privadas. La mayoría de las mujeres duermen o en la calle o en una institución; no obstante, se encuentran algunas diferencias en el orden de prioridad entre las adolescentes de Bogotá, las adultas de ambos grupos de Medellín y quienes están en vejez intermedia de las cuatro ciudades,13 pues la mayoría duerme en una institución; asimismo, en proporciones de hasta el 5 % de las adolescentes, las mujeres en adultez y en vejez inicial de Cali y en adultez temprana de Barranquilla pasa la noche en dormitorio transitorio (tabla 6).
Relacionamiento social
Los lazos sociales comprenden tanto la relación familiar como la relación con instituciones públicas, privadas o religiosas, ambos tipos constituyen una red de soporte económico, emocional y social como parte de los satisfactores de afecto y solidaridad, entre otros.
En cuanto a los nexos con la familia, se encuentra una relación inversa entre el lazo familiar y el ciclo de vida, en el sentido que, a medida que aumenta la edad, disminuyen estos lazos y, asimismo, se transforman. En efecto, podemos distinguir un grupo mayor formado por mujeres en los diferentes ciclos de vida con lazos familiares que van disminuyendo a medida que aumenta su edad, y un grupo menor constituido por aquellas mujeres que no tienen vínculo, el cual aumenta con la edad.
En el grupo sin vínculo familiar, Medellín se caracteriza por tener las más altas menciones con dos quintos de la población de cada ciclo, entre las que las adolescentes toman la delantera a gran distancia porcentual, seguidas de las mujeres en vejez intermedia. A diferencia de Medellín, superando los dos tercios las mujeres de Barranquilla y las de Bucaramanga con porcentajes algo inferiores, las adolescentes y jóvenes son las que tienen más lazos con figuras familiares. Por su parte, hay más mujeres de la vejez inicial sin nexo familiar en Cali y seguida muy de cerca por Bogotá.
Por lo que se refiere al soporte social con que cuentan las mujeres habitantes de la calle, lo primero que sobresale es la copre-sencia de una variedad de ayudas provenientes tanto de familiares como de instituciones oficiales y privadas y organizaciones religiosas, excepto entre las mujeres de vejez intermedia de Medellín y las de Cali, que no reportan ayuda familiar. También llama la atención el predominio de la ayuda oficial principalmente en Bogotá y en Medellín, excepto para el grupo de adolescentes de esta ciudad. En contraste, la ayuda familiar sobresale, en orden de menciones, en Barranquilla, Bucaramanga y Cali, para las mujeres hasta la adultez media; el ciclo en vejez intermedia es el que recibe mayoritariamente la ayuda oficial en Barranquilla y, a la inversa, Bucaramanga se distingue por presentar las más altas proporciones de ayuda privada y de organizaciones religiosas para las mujeres y, en especial, para las adolescentes y adultas mayores en vejez inicial.
Forma de subsistencia
El último componente de la forma de habitar tiene que ver con el sostenimiento en la calle, por lo cual son fundamentales dos elementos: a) las ayudas que tocan diversos aspectos de la subsistencia material, física y mental, como las ayudas económicas, alimenticias, alojamiento, apoyo psicosocial, capacitación, rehabilitación, atención médica y aseo personal, y b) lo que individualmente consigue la persona habitante de la calle a partir de actividades que realiza para conseguir dinero por su cuenta.
Procedencia de la ayuda principal
En el primer tipo, en general para las cinco ciudades, las mujeres reciben una variedad de ayudas, entre las que sobresalen Bogotá, Medellín y, a cierta distancia porcentual, Bucaramanga, por tener la mejor oferta de apoyo familiar, institucional o religiosa, en todos los ciclos vitales priman las ayudas de alimentación, alojamiento y aseo personal, seguidas de la ayuda psicosocial y el servicio médico. Como especificidad, las proporciones más altas de rehabilitación se encuentran en Bogotá, Medellín y Bucaramanga, al igual que el servicio médico, en tanto, aunque en todas las ciudades la ayuda económica es una característica estable para una proporción considerable de las mujeres de todas las edades, esta toma un lugar importante para las adolescentes y las mujeres en vejez inicial de Barranquilla, las jóvenes de Bucaramanga y aquellas que se ubican en vejez intermedia de Medellín (tabla 7).
El otro elemento de la subsistencia tiene que ver con lo que las mujeres habitantes de la calle hacen para conseguir dinero. En el medio colombiano, se han identificado algunas ocupaciones específicas de la población callejera, que, para el censo 2017, han sido denominadas así: limpiar vidrios; cuidar carros; tocar llantas; vender en la calle; cantar, hacer malabares, hacer cuentería, artesanía; carpintería, electricidad, construcción; pedir, retacar, mendigar; reciclar; campanero, taquillero, vender SPA o transportar SPA;14 robar o atracar; ejercer la prostitución; otra actividad.
Entre las habitantes de la calle de las cinco ciudades, se destacan fundamentalmente tres ocupaciones: a) las que giran en torno a los vehículos, b) pedir limosna y c) recolectar material reciclable. Sin embargo, al detenernos en cada ciudad, se observan características singulares en torno a otras actividades, así:
• A medida que aumenta la edad, el robo como actividad va disminuyendo entre las mujeres de las cinco ciudades. Son más altas las proporciones de adolescentes de Bogotá, Cali y Medellín que la mencionan, mientras no se encuentra en las adultas tempranas de Barranquilla, ni entre las mujeres en vejez intermedia de las cinco ciudades.
• La prostitución aparece como una actividad común a las habitantes de la calle hasta la adultez media. Las adolescentes de Medellín, Bucaramanga y Bogotá presentan las más altas proporciones, y salvo Bucaramanga, hay un mayor número de mujeres jóvenes en esta actividad en Medellín, Bogotá y Cali.
• La dedicación al reciclaje como actividad general en las ciudades estudiadas aumenta a partir de la adultez temprana.
Tercera secuencia: condiciones de habitanza
El último componente de la forma de habitar de las mujeres corresponde a las condiciones del entorno social de la vida en la calle respecto de actos provenientes de diferentes actores sociales que amenazan la seguridad de las habitantes de la calle, la victimización de la cual han sido objeto en la calle y el temor por sus vidas. Se trata de tres cuestiones del entorno físico y social que ponen de manifiesto una situación adicional de desigualdad en relación con su estatus de ciudadanas con derechos y derecho a la ciudad versus el fascismo societal que las rechaza.
Afectación de la seguridad de las habitantes de la calle
Entre las situaciones reportadas que se producen con actores sociales del entorno que expresan relaciones de interacción desiguales, se observan dos tipos de poder. Un primer tipo comprende tres formas de interacción subordinante, la primera y la más contundente en cuanto a la generación del sentimiento de inseguridad entre las mujeres habitantes de la calle proviene del abuso policial, especialmente, en Bogotá hacia las mujeres adolescentes, jóvenes y adultas en proporciones que superan la mitad de las menciones. Otra interacción subordinante deriva de la persecución a la que son sometidas por integrantes de las "ollas"; esta disminuye en menciones a medida que aumenta la edad de las mujeres y se produce en mayor medida contra las adolescentes de Medellín y las mujeres hasta la edad adulta de Cali y Bogotá, aunque en las otras ciudades también aplica a una quinta parte de las mujeres. La tercera interacción, y factor de inseguridad para las mujeres, tiene que ver con el desempeño forzoso de tareas, en que la voluntad de las habitantes es subyugada; esta interacción afecta a un rango entre la quinta y tercera parte de las mujeres, se trata de un acto de poder que, por lo que se conoce, está asociado al microtráfico, al comercio ilegal de armas, y utiliza como medio de sometimiento valiéndose de la adicción, el pago en SPA (tabla 8).
El segundo tipo de poder proviene de interacciones de violencia de la comunidad contra las habitantes de la calle, que afecta a cerca de la cuarta parte de las mujeres, en buena medida, de los grupos menor de edad de Bogotá, Cali y Bucaramanga; asimismo, en esta última ciudad, también alcanza a las mujeres en adultez temprana. Mientras los problemas con los grupos juveniles, además de tener menciones mucho menores, se presentan principalmente Bucaramanga con las adolescentes y las jóvenes, en Cali con las adultas tempranas y en Bogotá con las mujeres de adultez media.
Victimización de las habitantes de la calle
El hostigamiento hacia las habitantes de la calle se produce en variadas formas y grados de violencia que van aumentando a medida que la intimidación involucra la intención de dañar físicamente a una habitante de la calle. Así, la violencia asciende de insultos a amenazas y a la agresión física, esta última aumenta su grado de violencia según sea con golpes, agresión con arma blanca o ataque con arma de fuego. Todas estas formas de hostigamiento y agresión son actos que exhiben no solo rechazo social, sino odio y deseo de borrar del mapa a estas habitantes; en otras palabras, las deshumaniza (tabla 9).
Estos aspectos que se presentan comúnmente contra el conjunto de la población de habitantes de la calle, en el caso de las mujeres, se manifiestan de la siguiente manera:
• Aunque la principal forma de violencia se concentra en los insultos y le siguen en orden los golpes y las amenazas, el uso de arma blanca alcanza proporciones importantes a considerar.
• Como singularidades, se observa que contra las jóvenes de Ba-rranquilla son frecuentes los golpes, seguidos de los insultos; en Cali, llama a la quinta parte de mujeres en vejez intermedia y un 15 % de las de vejez inicial también ha sido víctima de golpes.
• En Medellín y Bucaramanga, la agresión con arma blanca sobresale como forma de violencia contra las adolescentes y las jóvenes, al mismo tiempo que Bogotá y Cali también presentan proporciones nada despreciables.
• Aun con proporciones bajas, el ataque con armas de fuego se perpetra contra las mujeres en general a excepción de las que se encuentran en el ciclo de vejez. Y para terminar, el temor por sus vidas (tabla 10) aparece en todas las edades y ciudades consideradas; no obstante:
• En Bogotá, Cali y Bucaramanga, el temor por la vida ronda a cerca de la mitad de las mujeres de cada ciclo vital, con excepciones entre las mujeres de vejez intermedia de Bogotá, con menciones del 16 % y en una proporción similar entre las adolescentes de Bucaramanga.
• En Medellín y Barranquilla, el temor de las mujeres supera a la mitad de ellas considerablemente a dos terceras partes de las adolescentes de Medellín y de las jóvenes y mujeres en vejez inicial de Barranquilla.
Discusión
Para empezar, no es posible hablar de habitar la calle en singular. Varias formas se delinean acorde con la manera en que interactúan y se configuran tanto las características del contexto como la diversidad de personas en esta situación. Empezando por la ciudad, no es lo mismo vivir en la calle en Bogotá que hacerlo en Barranquilla, cada ciudad incluye características específicas en cuanto a historia sobre el trato a quienes antes se llamaban vagos, así como con las formas de relacionamiento de los géneros, las prácticas hegemónicas patriarcales domésticas, escolares, laborales y en el espacio público, el lugar de la mujer en la familia y como pareja, la procedencia de clase, raza, etnia de los cuerpos feminizados y las mujeres callejeras, por ejemplo, el municipio donde nació o aquel donde comenzó a vivir en la calle, el barrio de donde proviene, el tipo de hogar del que salió, etc.
Como parte de la pluralidad cultural, cada entorno citadino guarda especificidades provenientes del patriarcado en las diferentes formas relacionales desiguales que subordinan y violentan a las mujeres, así como en aquellos aspectos sociales acerca de las cuales se las juzga de forma más dura y en los peligros que estas corren, al vivir en la calle según sea una mujer adolescente, adulta o vieja. En este sentido, a pesar de que el canon del orden patriarcal establece las desigualdades de género e instituye la hegemonía masculina inferiorizando, limitando, asignando roles, infantilizando y objetua-lizando a las mujeres (Fernández y Duarte, 2005, pp. 145, 147-148) en sus diferentes estadios vitales, surgen dos preguntas cruciales en mi opinión: ¿cuáles son y cómo se configuran estas hegemonías patriarcales en las distintas ciudades?
A partir de lo planteado acerca de la confluencia de circunstancias para salir a la calle, otras preguntas a resolver en investigaciones posteriores tienen que ver con las diferentes maneras en que interactúan en cada ciudad el acumulado de circunstancias de la vida familiar, escolar, laboral, afectiva, etc., para producir la salida a la calle de estas mujeres, así como las características de la vida urbana y de las relaciones sociales en el espacio público con las habitantes de la calle en el día y en la noche, al igual que en las zonas donde transitan y donde duermen estas mujeres en atención a que la violencia en el espacio público también varía de acuerdo con la calidad y seguridad de los entornos urbanos.
En segundo término, si bien en la estructura poblacional colombiana la presencia de las mujeres constituye el 51 % de la población, en el nivel micro de la distribución de la población de habitantes de la calle de las cinco ciudades, esta es aproximadamente del 11 %. De hecho, en las cinco ciudades, se alcanzaron 15.494 entrevistas a habitantes de la calle, hombres y mujeres con dos características demográficas importantes a considerar. Para empezar, la concentración del 60 % de esta población en Bogotá y Cali; en efecto, un poco más de las dos quintas partes son de Bogotá y una quinta parte están en Cali. En segundo lugar, al desagregar esta distribución general por ciudad, es un poco más alta la concentración que presentan las mujeres de Medellín y Barranquilla en comparación con la que alcanzan los hombres de estas ciudades: mientras el índice de feminidad en Bogotá, Cali y Bucaramanga está entre 11,8 para la primera, 12,5 en la segunda y 13,6 en la última, en Barranquilla este es de 17 y en Medellín de 15,8 mujeres por cada 100 hombres. Es decir, que en Barranquilla principalmente y Medellín después hay una expulsión de mujeres a la calle moderadamente más alta.
La marcada diferencia numérica entre hombres y mujeres que habitan la calle muestra un fenómeno con predominancia masculina y advierte que, al menos, en las dinámicas actuales de la familia, la escuela y el trabajo están presentes circunstancias expulsoras para hombres y mujeres; sin embargo, esto no es excusa para normalizar y obviar la presencia de las mujeres. Independiente de su número, constituyen un subgrupo poblacional a considerar por separado, porque muy seguramente son diversas las causas de expulsión y las violencias domésticas escolares, laborales y de adicción, así como las formas de habitar.
La inexistencia de lo femenino en el cuestionario censal tiene como consecuencia la ausencia de caracterización de las mujeres habitantes de la calle, es decir, que la subordinación de lo femenino se manifiesta en el desconocimiento de todo vestigio femenino habitando la calle.
En tercer lugar, el análisis a partir de los ciclos vitales garantiza establecer algunas de las dinámicas heterogéneas y cambiantes de los componentes de la habitanza de la calle: la salida, la permanencia, la forma de habitar y las condiciones de la habitanza en la calle tanto en los modos de habitarla como en la exposición a riesgos. Desde el concepto de edad social, emergen, al menos, cinco rasgos, no excluyentes entre sí, por dilucidar como factores desencadenantes del proceso de toma de decisión para vivir en la calle:
• Las relaciones desiguales de género en la familia y la escuela en unión con el contexto sociocultural que se desprenden de características particulares tocantes a "ser y comportarse como mujer" y el lugar que se les asigna a otras opciones sexuales, así como el tipo de hegemonías masculinas y prácticas patriarcales naturalizadas e impuestas en estas instituciones.
• Los cambios y las diferencias en las escalas de valoración, de expectativas y de sueños de las poblaciones jóvenes.
• La incursión del microtráfico en las escuelas y los barrios con alto nivel de vulnerabilidad y el impacto en la infancia y juventud. La adicción15 y el microtráfico como fuerzas en el juego de relaciones callejeras convierten a los habitantes de la calle en un campo de lucha disputado, por un lado, por el microtráfico porque la adicción de buena parte de esta población es motivo de control por los traficantes para obligarlos a desempeñar labores como mensajería convirtiéndoles en objetivo policial; por otro, porque como problema de salud pública son motivo de rehabilitación.
• El lugar de la adolescencia y la juventud en la sociedad, las violencias y vulneraciones actuales en las que están inmersas y la fuga que realizan las adolescentes y los jóvenes de estos entornos, al elegir la calle como residencia o al ser expulsadas de sus hogares.
• Por último, la presencia de elementos singulares según el contexto cultural en cuanto a las condiciones y oportunidades desiguales para el ingreso en el mercado de trabajo, la dominación laboral masculina, la desigualdad en las posibilidades de ascenso, la desigualdad salarial, el maltrato laboral, entre otros aspectos importantes del nivel macroestructural, los cuales contribuyen, con otros elementos, en la configuración del fenómeno de la habitanza de la calle en una o ambas vías: como expulsor hacia la vida en la calle y como obstáculo para dejar esta.
Por último, desde el punto de vista de la política, no basta con enunciar algunas de las conocidas lógicas relacionales desiguales que excluyen a los habitantes de la calle, también es necesario comprenderlas en su complejidad y en relación con los ciclos vitales, la clase social, el género y el entorno sociocultural en que se producen, para una intervención acorde con la realidad del momento.
Son muchas las fuerzas que intersectan las vidas de estas personas en diferentes momentos, al igual que es heterogéneo el capital cultural con el que llegan a la calle y la rutina diaria de sus vidas en relación con la edad, entre otros aspectos; identificarlas en sus variadas configuraciones permitirá avanzar en la comprensión de los estragos de las relaciones de desigualdad en los que el patriarcalismo puso su gran cuota. Ser mujer, pobre, abandonada y habitante de la calle adolescente, joven, adulta o vieja, reúne también un cúmulo de valoraciones negativas provenientes del resto de la sociedad, que guardan en su interior otras apreciaciones específicas derivadas de la edad social y el contexto sociocultural en la ciudad, la familia, la escuela, el trabajo, etc., que no pueden desconocerse, ni tampoco aspectos de la vida de las mujeres en la calle, como la maternidad, la higiene, las estrategias de agrupamiento de protección de supervivencia, las relaciones de pareja, los parches con lo que se convive, su red socioafectiva de la calle, sus habilidades y capacidades, sus expectativas, es decir, la realidad de la vida callejera de las mujeres.
Mientras una caracterización no toque esa realidad de forma adecuada no podrá superar la lógica que imprime la dupla seguridad y orden en las ciudades, por la cual hoy día el habitante de calle se refunde en los dominios del saber en la categoría habitabilidad de calle. A pesar del reconocimiento como ciudadanos con derechos, su ciudadanía sigue en cuestión, en particular, la ciudadanía de las mujeres, por su invisibilidad tanto en la caracterización base para la política pública social a formular localmente como por el desconocimiento del público de la ley y la constante vulneración de derechos y atentados contra sus vidas, provenientes de la sociedad.
Las que sobran son inservibles, no son útiles, son "consumidores fallidos". Razón tiene Bauman (2005) cuando afirma que desechamos lo que sobra del modo más radical y efectivo: haciéndolo invisible, sin mirarlo, y haciéndolo impensable, no pensando en ello. "El residuo es el secreto más oscuro y bochornoso de toda producción" (p. 43). Todos los días al menos un habitante de calle es asesinado en la ciudad por el hecho de serlo.
*Esta investigación fue realizada durante el año sabático 2021 aprobado por la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia.
1 Liderando Bogotá, la aplicación de mayor número de censos de esta población.
2 Vale la pena considerar que en la práctica política el nexo entre las causas estructurales de un fenómeno como la habitabilidad de calle y las personas habitantes de la calle como actores se bifurca. Por un lado, el problema estructural que ocasiona el fenómeno debería ser superado a partir de las macropolíticas públicas dirigidas a amortiguar los efectos de la desigualdad. Por otro, la atención individualizada de las personas habitantes de calle pertenece a la esfera de la política pública social y está dirigida a reducir el daño de la desigualdad, reconociéndolas como personas muy vulnerables y sujetos de inclusión social. En este último ámbito, operan los censos como instrumento clave de gobierno.
3 Las tres últimas ciudades incluyen sus áreas metropolitanas que alcanzan una cobertura de 21 municipios.
4 Ampliando la cobertura a 661 municipios del territorio nacional de 1103 en total. En esta fase, no se encontraron habitantes de la calle en el 56 % de los municipios cubiertos.
5 Menciono únicamente los aspectos que pueden abordarse con la información disponible.
6 Ver B
7 Solo se excluyó del análisis la información relacionada con el componente de salud. Su operacionalización y el carácter de las posibilidades estadísticas requieren como apoyo la intervención de un profesional del área de la salud, por lo que este tema será el objeto de una futura investigación.
8 Realizado por la autora con SPSS y por separado para las dos bases de datos.
9 Descrita en el apartado teórico-conceptual.
10 Bogotá presenta las edades más altas en tanto en el resto de las ciudades este rango llega a 75 años.
11 Es de anotar que los viejos en la antigüedad occidental formaban parte de la población clasificada como incapaz de generar su propio sustento, razón por la cual eran objeto de la asistencia social, y que, con la ley isabelina o ley de pobres, se consideró que, aun en encierro, podían desempeñar alguna tarea acorde con su edad, su estado físico y su sexo.
12 Esta pregunta en el censo fue categorizada en 11 posibilidades relativas a consumo de SPA, gusto personal, amenaza o riesgo para la vida, influencia de otras personas, dificultades económicas, falta de trabajo, conflictos o dificultades familiares, abuso sexual, siempre ha vivido en la calle, víctima del conflicto armado o desplazado, y otra razón.
13 En Bucaramanga no hay mujeres en este ciclo de vida.
15 Característica distintiva de la población callejera colombiana en comparación con cualquier país latinoamericano.
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