https://DX.DOI.ORG/10.14482/INDES.31.01.154.827

Dinámicas socioculturales y alternativas económicas de mujeres en un contexto de economía minera extractivista*

Socio-cultural dynamics and economic alternatives of women in a context of extractivist mining economy

María Camila Montes Ledesma

Carolina Muñoz Legarda

Cintia Balvin Fernández

Ángela María Velásquez Velásquez

Tecnológico de Antioquia Institución Universitaria, Colombia

María Camila Montes Ledesma

Trabajadora social por el Tecnológico de Antioquia Institución Universitaria. Integrante del Semillero de Investigación Pensamientos y Prácticas Decoloniales. mariacamilamontesledesma@gmail.com. Orcid: https://orcid.org/0000-0002-2250-7318

Carolina Muñoz Legarda

Trabajadora social por Tecnológico de Antioquia Institución Universitaria. Integrante del Semillero de Investigación Pensamientos y Prácticas Decoloniales. legardacarolina29@gmail.com. Orcid: https://orcid.org/0000-0003-3428-0402

Cintia Balvin Fernández

Trabajadora social por Tecnológico de Antioquia Institución Universitaria. Integrante del Semillero de Investigación Pensamientos y Prácticas Decoloniales. cbalvinfernandez@gmail.com. Orcid: https//orcid.org/0000-0002-9543-7269

Ángela María Velásquez Velásquez

Magíster y doctora en Antropología Social por la Universidad iberoaméri-cana de México. Docente del Tecnológico de Antioquia Institución Universitaria. Integrante del grupo de investigación observatos. angela.velasquezio@tdea.edu.co. Orcid: https://orcid.org/0000-0003-4583-5709


Resumen

Este artículo describe las dinámicas socioculturales presentes en Puerto Claver, El Bagre, Antioquia, a causa del contexto económico minero. El enfoque fenomenológico permitió un acercamiento a las realidades sociales a partir de la cotidianidad de las personas, de sus experiencias vitales y relatos. Un resultado es que la práctica extractiva de oro, arraigada en el corregimiento como la principal alternativa económica, genera desarraigo frente a otras formas de sobrevivencia, como la cosecha y siembra de alimentos y plantas medicinales, la pesca y la apicultura. Al transformarse las prácticas económicas y productivas, así como la relación con el medio ambiente, cambian también las relaciones sociales, las dinámicas socioculturales preexistentes y el tejido social y comunitario. En este contexto, las asociaciones de mujeres tienen un papel significativo en la resignificación y dinamización de procesos económicos alternativos a la práctica minera, a través de los cuales puedan transformar las relaciones sociales y comunitarias.

Palabras clave: extractivismo, conflictividad social, asociación de mujeres, prácticas globales modernizantes, alternativas económicas.


Abstract

This article describes the socio-cultural dynamics present in the village of Puerto Claver, municipality of El Bagre, Antioquia, as a result of the mining economic context. The phenomenological approach allowed an approach to the social realities from the daily life of the people, their life experiences and stories. One result is that the practice of gold mining, rooted in the township as the main economic alternative, generates uprooting compared to other forms of survival, such as harvesting and planting food and medicinal plants, fishing and beekeeping. As economic and productive practices are transformed, as well as the relationship with the environment, social relations, pre-existing socio-cultural dynamics and the social and community fabric also change. In this context, women's associations have a significant role to play in re-signifying and energizing alternative economic processes to mining practices, through which they can transform social and community relations.

Keywords: extractivism, social conflict, women's association, modernizing global practices, economic alternatives.

fecha de recepción: junio 7 de 2022. fecha de aceptación: agosto 5 de 2022


Introducción

La minería artesanal o manual se ha constituido en una actividad de subsistencia en América Latina como respuesta a las condiciones de pobreza y desempleo que se presentan en las zonas rurales menos favorecidas, apartadas y con poca presencia de las entidades públicas (Güiza-Suárez, 2014). "Es una actividad legal y se realiza en su totalidad en contextos rurales. Para su desarrollo no se requiere contar con título minero, siempre que se haga de manera artesanal" (Cifuentes Guerrero y Güiza Suárez, 2021, p. 5).

Otro tipo de minería en el territorio es la practicada a gran escala, la cual cuenta con la normatividad y permisos institucionales. Al respecto, es importante considerar que, en la región del Bajo Cauca en Antioquia, según Villa Posada y Franco Sepúlveda (2013), la presencia minera se distribuye de la siguiente manera: "el municipio El Bagre con 63 títulos mineros y el municipio Nechí con 39 títulos mineros" (p. 130). Contradictoriamente, el municipio de El Bagre es uno de los más ricos en cuanto a producción de oro, pero el más pobre por la corrupción, la violencia y el abandono estatal. Finalmente, está la minería ilegal, que no cumple con la normatividad institucional, pero que es la más practicada, en tanto "el 80 % del oro que se produce en Antioquia proviene de empresas que no son legales" (Restrepo Zapata, 2019, p. 2).

Son varios los estudios que abordan la práctica de la minería artesanal y a pequeña escala, uno de ellos es el de Álvarez Zapata (2013), quien conceptualmente plantea la relación de la minería artesanal y en pequeña escala (MAPE) con la informalidad, el bajo volumen de producción y la dispersa explotación. Plantea que las comunidades afectadas por la MAPE como actividad de subsistencia enfrentan problemas sociales relacionados con la transformación "de las costumbres u otro tipo de actividades productivas como la agricultura, provocando consecuencias económicas y daños en la salud" (p. 441).

Asimismo, Zamora Echenique et al. (2017) plantean que la MAPE provoca daños importantes en la capa vegetal de la tierra, debido al uso de componentes químicos, como el mercurio y el cianuro, con los cuales se deforesta y erosiona la tierra, ríos o yacimientos, convirtiéndolos en cieno (lodo) y tierras áridas o infértiles. A la vez que conlleva peligros adicionales para las mujeres, pues, al tener contacto con los productos químicos, representan peligro tanto para su salud como para la salud de los fetos o niños en periodo de lactancia.

Otro estudio relevante para denotar las consecuencias y transformaciones que el uso de la MAPE puede generar en las dinámicas socioambientales es el de Pantoja Timarán y Pantoja Barrios (2015). En él, se plantea que en Colombia no se disponen de las técnicas y garantías para llevar a cabo el proceso de producción y comercialización del mineral, lo que genera una desventaja económica y social, ya que estos mineros deben vender su oro a precios inferiores.

Güiza-Suárez (2014) expone que son escasas las cifras de empleo asociadas a la minería artesanal o manual en la América Latina, debido a la informalidad y clandestinidad de esta actividad, y menciona que, en un estudio realizado en Colombia, se caracterizó a los mineros que utilizan técnicas manuales como una población rural con un bajo nivel de escolaridad, estrato socioeconómico y cobertura de los programas sociales del Estado y cuya actividad minera genera ingresos menores a un salario mínimo legal, es alternada con el trabajo agrícola y utiliza herramientas muy rudimentarias y de bajo impacto ambiental. (p. 25)

En particular, la minería artesanal, al ser practicada sin el cumplimiento de los requisitos técnicos, legales, de las condiciones de seguridad y de salubridad para las personas que la ejercen, genera gran preocupación. Según Acosta Bermúdez y Villalba Rodríguez (2019), en los últimos años, la pequeña minería emplea alrededor de 1000 personas habitantes de El Bagre y, al menos, el 63 % de las operaciones no cuentan con un título minero. El Bagre está constituido territorialmente por dos corregimientos: Puerto Claver, integrado por 38 veredas, y Puerto López, por 13. El primero es el corregimiento "catalogado como la zona más minera del municipio, primero en practicar esta actividad y el más afectado por la misma" (entrevista a líder de la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Puerto Claver, 2020). En este contexto, es evidente la feminización de la pobreza, en que actividades tradicionalmente realizadas por mujeres como el barequeo y selección de mineral (conocido como chatarreo en varias zonas de Colombia) son formas de minería artesanal realizadas en ríos, minas a cielo abierto o aprovechando excedentes de mineral de otras minas. Estas actividades son una de las principales fuentes de ingresos para las mujeres mineras —muchas veces cabeza de hogar—, quienes las realizan en medio de condiciones de riesgo, sin garantía ninguna y bajo dependencia y condicionamiento de los propietarios de pequeñas minas. Además, estas actividades son realizadas en zonas rurales alejadas y con poca presencia del Estado, lo cual ha hecho que tradicionalmente estén rodeadas de diversas formas de explotación y vulneraciones de derechos. (Arcos Alonso y Rivera Guzmán, 2018, p. 20)

En este escenario, la pregunta central es ¿cuáles son las dinámicas socioculturales presentes en Puerto Claver, El Bagre, Antioquia, a causa del contexto económico minero y qué procesos económicos alternativos se gestan desde formas organizativas de mujeres?

Los objetivos son describir las dinámicas económicas y socio-culturales presentes en Puerto Claver a causa del contexto minero; establecer la relación que tiene la MAPE practicada en Puerto Claver, El Bagre, Antioquia con las prácticas globales modernizantes, y caracterizar algunas asociaciones de mujeres que son alternativas a la práctica económica de la minería artesanal en este municipio.

Marco teórico

La ecología política es el punto de partida para comprender los procesos de distribución ecológica y los conflictos sobre el acceso y el control de los recursos naturales que se dan en territorios como El Bagre, contexto minero en el que confluyen prácticas globales modernizantes que promueven una repartición de costos y beneficios diferenciados (Leff, 2017).

En este territorio, hay varios tipos de minería: una de ellas es la minería ilegal, la cual, según Areandina (2019), implica un concepto técnico, una extracción racional, técnica, económica, ambientalmente sostenible y amparada por la ley, así como un título minero que es lo que establece el Código de Minería. En contraste, está la minería ilegal, considerada una actividad exploratoria o de extracción de minerales, o bien propiedad de la nación, o bien propiedad de particulares, que se desarrolla sin el correspondiente título minero vigente o sin la autorización del titular de la propiedad privada donde se ubique el proyecto. Este tipo de minería no cuenta con licencias ambientales y causa un grave deterioro en el suelo o los yacimientos, ya que se usa altos elementos nocivos y tóxicos que superan los porcentajes de concentración en el medio ambiente, lo que perjudica la subsistencia de especies animales y vegetales, así como la salubridad humana (Procuraduría General de la Nación, 2017).

Por otra parte, la minería artesanal, también conocida como minería de subsistencia, es aquella que se realiza por personas o familias naturales para suplir sus necesidades básicas, práctica que se realiza con tres herramientas específicas para la extracción de oro: la batea, la pala y el mercurio. La diferencia con la minería ilegal es que, para realizar dicha práctica, se emplean herramientas e insumos rudimentarios, pero sin la utilización de técnicas convencionales de exploración geológica, perforación, reservas probadas o de estudios de ingeniería. Tanto la minería artesanal como la ilegal se desarrollan sin el cumplimiento de los requisitos técnicos, legales y de las condiciones de seguridad, ni de salubridad para las personas ("Minería artesanal en Colombia: Una salida para su formalización", 2016).

La explotación minera es una práctica global modernizante que impone, como plantea Bajoit (2010), innovaciones técnicas y simbólicas que influyen en la configuración de un orden social que después de implantado trastoca y redefine los acuerdos culturales, las normas, los aspectos que históricamente habían generado sentido de pertenencia, arraigo e identidad cultural en las comunidades, así como modifica los términos de adherencia, prácticas y relaciones económicas y culturales en un territorio.

De esta forma, las prácticas modernizantes generan mayores recursos económicos para algunos, pero muchas veces van en contra de las prácticas socioculturales preexistentes en el territorio (Harvey, 2010), por lo cual los intereses que confluyen en los territorios imponen un ejercicio del poder despótico, que da como resultado una violencia sistémica contra los pobladores.

Las transformaciones económicas, productivas y socioculturales que se dan en El Bagre están enmarcadas en un sistema mercantilista que dinamiza la economía con un determinado grado de especialización en la explotación hegemónica de los recursos naturales en detrimento de la calidad ambiental y otras formas de aprovechamiento de los recursos. Posición sustentada y sostenida por las políticas estatales de las últimas décadas, las cuales se contraponen, muchas veces, a la posición y el interés de las comunidades de conservar y promover una distribución equitativa de los beneficios del uso de los recursos naturales (Coronado Pando, 2002). En consecuencia, los conflictos socioambientales surgen de la incompatibilidad de intereses sobre el uso de los recursos y sus impactos.

Las transformaciones socioculturales están en íntima relación con el territorio y los aspectos simbólicos construidos por los sujetos que lo habitan. Esos usos simbólicos se configuran a partir de las prácticas cotidianas de las colectividades. La ecología cultural ha sido descrita como una herramienta metodológica para establecer cómo han ocurrido ciertos cambios en la adaptación de una cultura a su medio ambiente. Al respecto, Steward (1955) plantea:

Las sociedades utilizan su acervo cultural para adaptarse socio-culturalmente a condiciones ambientales con características particulares. La adaptación sociocultural es resultado de una serie de ajustes progresivos, que pueden o no ser evolutivos, pero que explican los mecanismos de naturaleza social y cultural que las sociedades humanas crean o recrean para usar, manejar o explotar su ambiente. (citado en Juan Pérez, 2006, p. 133)

En el caso de El Bagre, la explotación minera ha generado una destrucción ecológica masiva que produce cambios en el ecosistema y en la dinámica sociocultural, esta última entendida, según Salinas-Arango y Barajas-Gamboa (2021), como lo que hacen las personas en la vida cotidiana y que configuran "unos modos de ser y estar en el mundo, y constituyen con ello la cultura y las formas de relacionamiento propio del tejido social, entiéndase grupos, familias, organizaciones, instituciones" (pp. 20-21).

La explotación minera promueve la fragmentación de las relaciones en el territorio, por la confluencia de grupos al margen de la ley que, al actuar en la zona, generan desconfianza, miedo en la comunidad y una alta conflictividad social, asociada a "posturas muy distintas sobre cómo se perciben las condiciones sociales y ambientales, cómo se las valora, y las implicancias de las acciones humanas sobre la sociedad y el ambiente, tanto en el presente inmediato como en el futuro mediato" (Gudynas, 2013, p. 87).

No obstante, en el territorio, específicamente en Puerto Claver, hay procesos organizativos de mujeres que plantean proyectos, estrategias económicas alternativas y "nuevas vías de construcción de la sustentabilidad" (Leff, 2017, p. 142) diferentes de la práctica minera.

Por alternativo se va a entender, como plantea Acosta Bermudez y Villalba Rodríguez (2019):

Un modelo político, social, ideológico, jurídico, económico, organizacional e institucional al orden existente. El cual debe resolver los problemas que el anterior modelo no puede resolver, demostrar su sostenibilidad, [..] en el tiempo y de ser posible reemplazar el modelo ya existente. (p. 24)

Es importante mencionar que para llevar a cabo la completa ejecución de estas alternativas se deben considerar aspectos del territorio, tales como el desarrollo económico, los recursos naturales, la ubicación geográfica, la cultura y la situación sociopolítica en la que se encuentre el espacio.

Metodología

Esta investigación se asumió desde el enfoque cualitativo, al buscar comprender e interpretar las concepciones, experiencias, explicaciones y descripciones que los actores involucrados generaron de sus prácticas cotidianas, económicas, sociales y culturales. Según Bonilla Castro y Rodríguez Sehk (2005), es importante "captar la realidad social a través de los ojos de la gente [ ..] de la percepción que tiene el sujeto de su propio contexto" (p. 40).

El método asumido fue el fenomenológico, como lo plantean Rodríguez Gómez et al. (1996): la fenomenología intenta comprender la experiencia y las realidades sociales desde una perspectiva amplia y compleja, que parte de la cotidianidad de las personas, de sus relatos y experiencias subjetivas.

La subjetividad es entendida como la percepción que las personas tienen frente a su existencia en el mundo, es decir, la experiencia vivida, el mundo vivido. Ese devenir solo puede ser comprendido en los propios contextos históricos y sociales de los sujetos.

Desde el paradigma fenomenológico, las preguntas de quien investiga siempre se dirigen hacia una comprensión del significado que la experiencia vivida tiene para la persona. Especialmente importante resulta que el investigador llegue con el participante sin ideas preconcebidas y abierto a recibir cuanto este exprese (Álvarez-Gayou Jurgenson, 2009, p. 88).

El método fenomenológico procura mostrar las estructuras y redes de poder presentes en las comunidades y en sus relaciones cotidianas, a la vez que dar cuenta de los significados que las personas le dan a su experiencia. Sandoval (1997) plantea que en un análisis fenomenológico es importante considerar el espacio o la espacialidad que habitan los sujetos, el cuerpo o corporeidad, el tiempo vivido o temporalidad y las relaciones humanas: relacionabilidad, comunalidades y fuerzas sociales.

Para el desarrollo de la investigación, se consideraron varios momentos. En un primer momento, se configura el objeto de investigación y se genera información a partir de la observación participante y no participante, la revisión documental y la realización de entrevistas. En el segundo momento, se organiza la información a partir de las categorías centrales. En el tercer momento, se analiza la información y se generan consolidados temáticos, en los que se relacionan los datos obtenidos durante el trabajo de campo con elementos teóricos. El cuarto momento es el informe final. El quinto momento es la socialización y devolución de los resultados a la comunidad académica (Álvarez-Gayou Jurgenson, 2009).

Esta investigación consideró principios éticos, como el consentimiento informado, la confidencialidad, el anonimato, la reciprocidad y la lectura del contexto, para comprender las condiciones y circunstancias particulares de las personas y las implicaciones y el alcance de la técnica elegida.

Los criterios que se consideran en la selección de los participantes de la investigación son que vivan en El Bagre o en Puerto Claver, que habiten o conozcan el territorio hace más de cinco años y que cuenten con un rango de edad entre 18 y 60 años. Para la revisión documental, se tuvieron en cuenta bases de datos y artículos nacionales e internacionales, además de los medios de comunicación locales.

Las personas participantes fueron una profesora de 34 años del colegio de Puerto Claver, un hombre barequero de 63 años, una mujer mestiza de 23 años que tiene tres hijos y es esposa de un barequero, un hombre mestizo de 35 años que es comerciante y mototaxista, y un funcionario de 37 años que en ese momento era el secretario de Ambiente y Mina de El Bagre. También se entrevistó a una practicante de la Secretaría de la Mujer de la Gobernación de Antioquia que estaba encargada de actualizar la información de las asociaciones de mujeres del departamento y de desarrollar una propuesta de trabajo con las asociaciones. Se realizaron conversaciones informales con mujeres pertenecientes a varias asociaciones de Puerto Claver. Los criterios que se consideraron para la selección de los participantes fueron que vivieran en El Bagre o en Puerto Claver, que conocieran o habitaran el territorio por más de cinco años y que estuvieran en un rango de edad entre 18 y 70 años.

Las técnicas de generación de información empleadas fueron la observación participante, la entrevista semiestructurada y los recorridos por el territorio, las cuales se aplicaron durante marzo a septiembre de 2021. Como instrumento de registro, se utilizó el diario de campo. La permanencia de una de las investigadoras en el municipio que es originaria de El Bagre permitió un contacto continuo con los participantes de la investigación. Por ejemplo, al hombre barequero, nombrado como el señor Andrés, se le entrevistó en tres ocasiones, lo que permitió profundizar en aspectos que en un primer momento no se tocaron. Con los demás participantes, se realizó una sola entrevista, aunque en los recorridos por el territorio se dieron encuentros informales en los que se amplían y contrastan otras perspectivas frente al territorio.

Resultados y discusión

Dinámicas económicas y socioculturales a causa del contexto minero

Puerto Claver pertenece a la zona rural de El Bagre, Antioquia, cuenta con un total aproximado de 17.000 habitantes, quienes se reconocen por su gentilicio como clavereños. Este corregimiento nace en una de sus veredas, Amaceri, la cual era reconocida por su tierra fértil para el sembrado y la cosecha de yuca. Este fue fundado en 1934, época en que se suplían las necesidades económicas exclusivamente de la agricultura: cosechaban yuca, ñame, plátano, arroz, entre otros productos que eran transportados por medio de embarcaciones a otros municipios del Bajo Cauca. A las orillas de la localidad, llegaban embarcaciones con víveres, utensilios y herramientas para los hogares y el trabajo.

La práctica extractiva de oro se ha arraigado en Puerto Claver en los últimos treinta años, lo que ha hecho que generación tras generación adopte la minería como la principal alternativa económica, situación que genera ruptura y desarraigo frente a otras prácticas de sobrevivencia, como la pesca y la agricultura. Al respecto, dice un funcionario de El Bagre que de 1948 a 1954 se genera la primera estabilidad económica de Puerto Claver:

Se da un giro en todas sus áreas y se eleva la producción de oro. Debido al cambio que se genera en el ámbito económico, surge una nueva modalidad laboral: la extracción de oro, y Puerto Claver se constituye en el primer corregimiento minero del municipio de El Bagre, lo cual se afianza con la llegada de la empresa minera Pato Consolidated. La extracción de oro trajo consigo mejores condiciones de vida, como, por ejemplo, la creación de la hidroeléctrica en Providencia, el acceso a la energía, mejoramiento de vivienda y mejoramiento del acueducto. (entrevista a funcionario de El Bagre, 2021)

La perspectiva de este funcionario es cuestionable si se considera que tanto el porcentaje de personas en situación de pobreza como el de personas en situación de indigencia en el municipio de El Bagre tienen niveles superiores a los departamentales; el 68,7 % está en pobreza, el 30,4 % está en indigencia y el 29,6 % necesidades básicas insatisfechas. (Universidad de Antioquia, 2020, p. 8)

Por tanto, la idea de progreso es contradictoria en tanto la implementación de un orden económico basado en la minería instaura, a su vez, prácticas de desarrollo contrarias a las necesidades de la comunidad, lo que acrecienta los conflictos socioculturales. Mientras, en este orden social, como plantea Bajoit (2010), "se generan leyes y sanciones económicas" (p. 2), impuestas a la población en general y que entran a definir lo que es legal e ilegal en un territorio, y a regular la apropiación de los recursos y su aprovechamiento.

Condiciones de pobreza y abandono estatal

La historia de Puerto Claver ha estado marcada por acontecimientos que han cambiado definitivamente las dinámicas y condiciones de vida de los habitantes, esta es una de las conclusiones que se generó con la entrevista del señor Andrés1 como primer acercamiento al corregimiento; él es un hombre de 63 años, de estatura mediana y color trigueño, es uno de los líderes de la asociación de mineros del corregimiento, conocidos también como mineros de subsistencia, y lleva aproximadamente cincuenta años en este. Desde entonces, "tiene conocimiento de esta práctica". Al respecto, menciona: "Cuando tenía 8 años mi juguete era una batea... ¡ya se podrá imaginar! Mi familia ha vivido y subsistido de la minería, eso sí, minería de subsistencia".

Asimismo, el señor Andrés resalta la situación de abandono en la que se encuentra el corregimiento: "No contamos con una vía de fácil acceso por si se presenta alguna emergencia, yo me imagino que usted se dio cuenta, es muy difícil entrar aquí, uno corre peligro". Al respecto, es importante resaltar que el corregimiento cuenta con dos rutas de acceso. Una de ellas se hace a través del río Nechí, en la cual se utiliza como medio de transporte la chalupa o Johnson. La otra ruta se hace por tierra y se entra por la vereda Santa Margarita, en la cual se utiliza como medio de transporte los carros de alto cilindraje y motos.

En los recorridos realizados, se observan barequeros con sus bateas a las orillas de los yacimientos de la quebrada Santa Isabel. En medio de la vía, se encuentran diferentes pozos, los cuales han sido creados con maquinaria pesada, la que normalmente se utiliza para la excavación y extracción de minerales (diario de campo, 2021). Dichos pozos, los cuales permanecen con agua estancada, son fuente de enfermedades, como la malaria y el dengue.

En las calles centrales del corregimiento, hay diferentes establecimientos comerciales, entre ellos restaurantes, papelerías, tiendas, abarrotes y graneros. Cabe resaltar que solo la calle principal está pavimentada, donde se encuentra el único colegio y centro de salud existente. Al respecto, el señor Andrés agrega:

Hay un colegio y ahí mismo está el centro de salud, esa es la única calle pavimentada, porque es la central, las demás todas están destapadas, y eso que acá existen bastantes barrios, usted no sabe lo que sufrimos nosotros los pobladores en esta pandemia, acá solo existe un médico, ojalá puedas entrar alguna vez, no hay nada, para uno poder aplicarse una inyección hay que llevar hasta el algodón y el alcohol.

Otro aspecto importante a considerar son los problemas de salud asociados con la práctica de la minería. Según el señor Andrés, muchas de las familias de Puerto Claver tienen como medio de subsistencia la minería artesanal, lo que genera problemas graves de salud en los habitantes. Las situaciones contrastantes en lo ambiental, según O'Connor (2001), citado en Alimonda (2011), dan cuenta de "una larga historia de desarrollo desigual y combinado, una ruptura a nivel global del metabolismo sociedad-naturaleza, que penaliza crecientemente a la naturaleza latinoamericana y a los pueblos que en ella hacen su vida" (p. 22).

Lugares como Puerto Claver se ven obligados a dejar actividades como la agricultura, la piscicultura, entre otras, y pierden su identidad y su relación con la naturaleza para trabajar en labores ajenas al territorio y cubrir sus necesidades básicas. Además, al utilizar el mercurio y otras sustancias para la minería se daña inevitablemente el entorno ambiental del corregimiento. Como lo menciona el señor Andrés:

¿Usted se dio cuenta de que no hay árboles? Es exactamente eso, yo sé que me estoy exponiendo al decir esto, porque el Estado, en parte, tiene razón, el mercurio es nocivo para la tierra y más cuando existen varias familias realizando esta práctica. No sé si usted ha escuchado de la enfermedad labio leporino, aquí hay varias personas con ello y es por el mercurio, porque se contamina el agua y, al nosotros hacer uso de ella, incluso, para tomarla. ¡nos fregamos!

En las visitas al territorio, también se observó que en esta zona hay proliferación de enfermedades, como la malaria, el dengue, la chikunguña y el paludismo, las cuales se transmiten a través de la picadura de un zancudo, que repercute negativamente en el cuerpo del ser humano, ya que afecta gravemente el torrente sanguíneo, las células y partes del organismo. Una de las consecuencias que desencadena este problema es que los habitantes se ven limitados para donar sangre, pues para hacerlo deben haber estado por fuera del municipio mínimamente dos años a fin de poder realizar este proceso. Desde las situaciones expuestas, las poblaciones locales "se transforman en víctimas de procesos de vaciamiento territorial que las excluye de sus lugares de pertenencia, al mismo tiempo que destruyen a los ecosistemas con los cuales han convivido, a veces, desde tiempo inmemorial" (Alimonda, 2011, p. 13). Al respecto, el señor Andrés plantea: "No hemos encontrado otra manera de sacar oro, acá es difícil, la economía es difícil, no sé si usted conoce de la amalgamación, cuando se funde el oro, las personas que están cerca deben cubrirse porque ese químico puede causar derrames cerebrales".

Para impulsar buenas prácticas de MAPE en América Latina, hay que retomar los ocho principios que plantea Alianza por la Minería Responsable (2014, p. 13):

1. Es formalizada y legal

2. Ejerce y respeta los derechos humanos

3. Genera y promueve el trabajo decente

4. Genera bienestar y calidad de vida en comunidades mineras

5. Tiene una buena gestión ambiental

6. Promueve la igualdad de género y la no discriminación

7. Reconoce y respeta la diversidad cultural

8. Permanece libre de conflicto

Conflictividad social

En la década de 1980, los habitantes de Puerto Claver experimentaron una ola de conflicto armado y desplazamiento forzado por la disputa del territorio. Esta violencia presente hoy día en el corregimiento se manifiesta en la alta conflictividad social a causa del miedo y la zozobra provocada por los enfrentamientos entre grupos armados, los retenes inesperados en la carretera y las requisas de las personas que entran y salen de Puerto Claver (diario de campo, 2021). La conflic-tividad social repercute de manera directa o indirecta también en las dinámicas económicas, las cuales han sufrido transformaciones visibles en el corregimiento. Al respecto, el señor Andrés comenta:

La verdad, aún hay personas y familias que se dedican al campo, pero no como siembras, porque, como le digo, hace mucho tiempo que existe la minería en nuestro corregimiento, por eso, se dedican más a construcciones de galpones o granjas avícolas, para vender gallinas, huevos y pollos, así como la venta de comidas. Acá existen muchas vendedoras y vendedores ambulantes y locales que trabajan de día y noche, pero aquí colocar un negocio resulta siendo una renta, por el tema de cobros de vacunas.

De acuerdo con lo anterior, el asunto de las vacunas, hoy vigente en Puerto Claver, da cuenta de un problema social que cataloga al corregimiento como un territorio donde se convive con la inseguridad y la extorsión, secuelas del conflicto armado y la violencia, donde el Estado permanece ausente el mayor tiempo, cediendo el poder y control a los grupos al margen de la ley, como lo plantea Gallego Castro (2019):

En la disputa territorial por el control y comercio de la base de coca, producto de cultivos ilícitos y por las vacunas y extorsión que ejercen los grupos armados como las AGC y Caparrapos en El Bagre, Buenos Aires, Zaragoza, Cuturú y Puerto Claver y sus veredas, se han cometido homicidios selectivos y colectivos de personas [...]. En el documento registran que en este corregimiento se han desplazado más de 100 personas en el 2019, y más de 15 familias se desplazaron sin denunciar sus casos. Las cosas se emiten por redes sociales, sin que ninguna autoridad se pronuncie al respecto ni se tomen acciones pertinentes que garanticen la permanencia y seguridad de las comunidades en el territorio.

Situaciones como la anterior son enfatizadas, a su vez, por personas que cotidianamente visitan Puerto Claver y con quienes se tuvo la oportunidad de conversar. Por ejemplo, el 12 de febrero de 2021, Alexandra, quien actualmente vive en El Bagre, pero tiene a su familia materna en Puerto Claver, comenta lo siguiente:

Puerto Claver en estos momentos se encuentra delicado, hay militarización en diferentes zonas del corregimiento, y ellos están vestidos de civil, yo recomendaría que quienes decidan viajar al corregimiento esperen si quiera a finales de febrero a ver si esta situación se compone, se normaliza.

El 16 de febrero de 2021, Esneider, habitante de El Bagre, de 35 años, quien abastece a diferentes legumbrerías de Puerto Claver, comenta lleno de nervios y con las manos temblando:

Ya casi llegando al corregimiento, estaba entrando, cuando salieron dos hombres del monte, no se veían en la vía, estaban escondidos, y salieron armados, me pararon, iba en mi moto y me pararon, me preguntaron que para dónde iba y qué estaba haciendo por este lugar, que si yo no conocía la situación, solo me quedé callado, temblando, y me dijeron: Cuídese, que esto no está muy bueno, otro día reparte la legumbre, hoy no será posible. Sí, señores, claro que sí, les contesté.

El 18 de febrero de 2021, la señora María, de 35 años, habitante El Bagre y actual prestadora de servicio como docente en la institución de Puerto Claver, dice:

Esperar, no hay otra alternativa que esperar, para Puerto Claver no se puede ir solo, ni siquiera como docente he podido ir a dar clases como veníamos haciendo en alternancia, porque me da miedo, mi medio de transporte es la moto y no puedo andar sola por ahí, espero a que los otros docentes también puedan desplazarse conmigo, porque así nos apoyamos, en manada, con un mismo fin.

Los aspectos citados dan cuenta de las transformaciones que se han generado en el municipio y en el corregimiento a lo largo del tiempo de la práctica minera, dejan en evidencia problemas y situaciones que afectan la vida y el bienestar social de los habitantes. Así, cuando la docente María plantea que "no hay otra alternativa que esperar", se abre una óptica que detalla la complejidad de la relación que existe entre el ambiente físico y el ambiente social y cultural asociada a la explotación del oro, en tanto son evidentes las dinámicas complejas de violencia locales y regionales, en que sus pobladores asumen prácticas e interacciones guiadas por el miedo. El miedo es una forma de "adaptación sociocultural al ambiente, considerando siempre a la cultura como un elemento decisivo que permite a las sociedades saber cómo actuar ante ciertas circunstancias y manifestaciones de los componentes del ambiente para ajustarse a ellos" (Steward, 1995, citado en Juan Pérez, 2006, p. 134).

MAPE y relación con las prácticas globales modernizantes

La minería manual, que, en algunas ocasiones, usa máquinas simples, pero nunca maquinaria pesada, hace que esta actividad económica extendida en todo el planeta tenga su propia lógica productiva, tecnológica, social y cultural. En América Latina, "se le han asignado diversos nombres según el país, la forma de extracción y el mineral explotado". Por ejemplo, en Colombia, se les nombra barequeros, carboneros, areneros y chatarreras. Algunos de estos nombres también han sido utilizados para nombrar a los mineros artesanales de pequeña escala (Veiga, 1997).

Mojica (2020) afirma que la MAPE se identifica por ser una actividad que los mineros desarrollan con equipamiento poco mecanizado y bajo desarrollo tecnológico. Por ejemplo, Lorena, habitante del corregimiento de 23 años recuerda que, "cuando era pequeña veía a mi mamá que utilizaba un cajón, pala, la batea y una barra, y para limpiar o mostrar el oro, utiliza el azogue".

En este sentido, cuando la joven de 23 años dice que, "para limpiar o mostrar el oro utiliza el azogue", se refiere a "un término de procedencia árabe que significa mercurio. Se trata de un metal que se presenta en estado líquido, de alta densidad, y color plateado. Se obtiene mediante el calentamiento del cinabrio (sulfuro de mercurio) a muy altas temperaturas" (Archivo Histórico Provincial de Sevilla, 2019).

En Puerto Claver, la minería ha desencadenado cambios en las costumbres culturales y económicas de la comunidad, ha reemplazado la actividad agropecuaria como principal generador de economía por la práctica minera en diferentes escalas. Por ejemplo, cuando se le pregunta a Lorena si en su casa cultivan, ella responde que, "en el barrio Buenos Aires (Puerto Claver), sí. En mi casa, se cultiva plátano, aguacate, pera, limones. Todavía hay partes que son fértiles para la cosecha". Esto da cuenta de que, aunque todavía se producen algunas cosas, hay muy poca tierra fértil para el uso agropecuario, lo cual ha traído consigo la transformación y significado que se les da a las costumbres culturales, como la celebración de las fiestas patronales, las cuales se celebran en la actualidad en honor de la minería.

Al respecto, la fiesta patronal San Pedro Claver se realiza en el corregimiento en memoria de Pedro Claver, sacerdote jesuita que, según la historia de la región, alivió el sufrimiento de los esclavos. El 9 de septiembre se realiza la eucaristía y el 13 y 14 del mismo mes se presentan en las calles escenarios artísticos, como danzas, cantos, cabalgatas, y se muestra un personaje emblemático, conocido localmente La Gigantona (muñeca de trapo hecha por los habitantes del corregimiento). En atención a que la mayoría de la población de Puerto Claver se encuentra identificada en la etnia afrocolombiana, podría pensarse que esta celebración en honor a San Pedro Claver es una manera de pedir por la liberación del pueblo que trabaja con la minería como principal forma de sustento económico. Al ser la minería por décadas la principal fuente de economía, se deja en evidencia el poco reconocimiento a las actividades económicas agropecuarias, piscícolas y avícolas practicadas en la actualidad por algunos campesinos.

Hay población que considera que la minería mejora su economía, por ejemplo, Lorena dice: "Los beneficios es que con ello he tenido una mejor calidad de vida gracias a la minería, además, mi esposo también trabaja es eso".

La labor agraria ha pasado a un segundo plano en la economía nacional, fue desplazada por la actividad minera, lo cual ha propiciado no solo un impacto social en las comunidades campesinas, sino también en el contexto nacional, puesto que son estos los que permiten la obtención de alimentos, condición que puede significar una vulnerabilidad de la nación en cuanto a seguridad alimentaria si se ve desde un plano mayor, que debe ser objeto de estudio para mitigar estragos y evaluar impactos a tiempo, y así implementar acciones correctivas (Betancur Vargas y Pérez Osorno, 2017, p. 19).

En particular, en Puerto Claver, el orden social territorial imperante es el capitalista que, según Harvey (2010), se concentra en los flujos de poder económico atravesando el espacio y por encima de las fronteras en busca de una acumulación sin fin, pues, en últimas, el capitalista que dispone de dinero desea situarlo allí donde pueda obtener beneficios, y eso es todo.

Desde este sistema, se implementan prácticas globales modernizantes y extractivistas, entendidas como aquellas formas económicas que se imponen, se llevan a cabo y se trasladan a ciertos pueblos, organizaciones y ciudades, que se instauran para generar plusvalía y procesos capitalistas que enriquecen a pequeños grupos, multinacionales y consorcios. Sin embargo, no favorecen a la comunidad en general; son modernizantes porque se considera que estas prácticas van a generar un desarrollo, en el que no se tiene cuenta que muchas veces va en contravía del desarrollo de las propias comunidades y del equilibrio ambiental.

A propósito, Alimonda (2011), a partir de su desarrollo teórico en torno a la historia ambiental en América Latina, plantea aspectos y dimensiones que deben ser tenidos en cuenta, por ejemplo:

La historia ambiental, al incorporar dimensiones problemáticas que la perspectiva del desarrollo deja fuera de sus análisis, llama la atención sobre los costos ocultos de procesos que a veces han sido glorificados por la historia económica. Muchos éxitos económicos de la historia latinoamericana pueden ahora ser leídos como fracasos. (p. 32)

Con respecto a lo anterior, se pensaría que las regalías generadas por la minería de oro significarían un desarrollo social para las comunidades; no obstante, como lo plantea Betancur (2019):

En el departamento de Antioquia se localiza la extracción del mineral en ocho municipios. Estos presentan altas tasas de vulneración de los derechos humanos, además, reportan los más altos niveles de pobreza y necesidades básicas insatisfechas. La producción de oro y el desarrollo humano expresan tendencias opuestas. El Bajo Cauca, donde están ubicados los municipios de El Bagre, Caucasia, Zaragoza, Cáceres, Tarazá, Nechí, es una de las subregiones de Antioquia con el más alto nivel de pobreza multidimensional: el 78,87 % de la población presenta carencias en dimensiones como salud, educación y nivel de vida. (p. 35)

Así es como, tras el afán por un extractivismo a través de la llamada locomotora minero-energética, se generan dinámicas en las cuales se cometen injusticias contra las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas en territorios donde no se ve el desarrollo (Defensoría del Pueblo, 2016).

Además de la minería artesanal, en El Bagre se viene practicando también la minería ilegal, la cual genera una alta conflictividad en el territorio por la diversidad de intereses que en ella confluyen, y porque se realiza la mayoría de las veces sin los mínimos estándares de responsabilidad técnica, ambiental y social, debido, en parte, a que "los mineros informales deben poseer títulos de las tierras para proceder de alguna manera a la explotación del suelo, lo que hace que esta actividad se haga de forma desarticulada con malas actividades y por fuera de la ley" (Robledo Grajales y Montaño Buitrago, 2017, p. 6).

Para la realización de la actividad minera en El Bagre y en Puerto Claver, se hace uso de herramientas de extracción, excavación y procesos de fundición para obtener el mineral, lo cual por sus componentes químicos como el mercurio ha desarrollado en el ámbito ambiental afectaciones altamente nocivas y negativas que se evidencian en la contaminación de aguas y tierras, que las convierten en zonas desérticas e infértiles, con proliferación de plagas y enfermedades como malaria, zika, chikunguña y paludismo. Por otra parte, los componentes químicos exponen la vida de los habitantes de la zona, de modo que son ellos los primeros en absorber estos componentes, los cuales afectan diferentes áreas de su cuerpo, produciendo enfermedades cardiovasculares y respiratorias. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA, 2008) afirma:

El proceso de extracción del oro en la minería artesanal o de pequeña escala se lleva a cabo por medio de una batea y agua, con el fin de separar las partículas y finalmente el uso del mercurio para llevar a cabo la amalgamación, estimando que, entre el 10 % y el 15 % del mercurio es liberado en el medioambiente. (p. 7)

Es importante resaltar que el quemado de esta amalgama somete a los trabajadores y las personas que están alrededor a una grave exposición de mercurio y pone en peligro su salud.

Asociaciones de mujeres: alternativa a la práctica económica minera

En El Bagre, surgen asociaciones que inciden en la transformación comunitaria y territorial como respuesta a los constructos y las actividades económicas hegemónicas. En este caso, las asociaciones son "entidades que surgen de la unión entre dos o más personas naturales o jurídicas, con fines altruistas o benéficos y sin ánimo de lucro, para sus integrantes, la comunidad o un grupo social en particular" (Cámara de Comercio de Medellín, 2019, p. 1). En el caso de El Bagre, las asociaciones de mujeres buscan construir comunidad a partir de acuerdos y significados compartidos que se concretan en prácticas sociales que les permiten construir juntas y orientar acciones de subsistencia con miras a reorientar sus proyectos de vida personal y familiar.

En este sentido, las asociaciones de mujeres hacen parte importante del aspecto social y económico de los hogares de los clavereños y de El Bagre en general, las cuales se constituyen para construir procesos alternativos económicos a la minería y plantean formas diferentes de apropiación del territorio. Ellas destacan el papel de la mujer como protagonista de una economía sustentable.

Las mujeres como impulsoras de estas alternativas económicas se vinculan con los procesos de desarrollo, frente a lo cual es importante reconocer las diferencias de género y su incidencia en los procesos de conocimiento y gestión de los recursos naturales. En tanto "el grado de afectación entre hombres y mujeres es distinto partiendo de una fuerte crítica al modelo de desarrollo dominante, que en principio debería velar por un mayor desarrollo humano, sostenible y equitativo" (Moreno, 2018, p. 7), perspectiva que es promovida por muchas de las mujeres en contextos rurales, quienes son conscientes de "fenómenos como la 'Feminización de la pobreza rural', debido a que cuentan con un menor acceso a recursos productivos, menor acceso a la información, a la conformación de canales interinstitucionales y a servicios básicos" (p. 7).

Algunas asociaciones que en El Bagre están promoviendo procesos alternativos a la economía minera son la Asociación de Mujeres VDA Los Aguacates, fundada en 2019, la cual actualmente no cuenta con cámara de comercio, ni personería jurídica, pero hay diez mujeres activas afiliadas y los productos que comercializan son carne de pollo y gallinas ponedoras.

La Asociación de Mujeres Gestoras y Ahorradoras (Asogam-ba), fundada en 2019, se encuentra legalmente constituida, con 54 mujeres afiliadas actualmente activas. Como objeto social, busca promover y fortalecer la participación activa de las mujeres. En la actualidad, trabajan con confección y comercialización de telas, además, tienen una escuela de democracia.

La Asociación Agroindustrial para el Desarrollo de Antioquia, fundada en 2020, se encuentra legalmente constituida, con 30 mujeres afiliadas activas. Actualmente, son beneficiarias del proyecto productivo social Mujeres Activas Rurales Barequeras (MARBE), el cual busca brindar a las madres cabeza de familias beneficiarias la información necesaria para el manejo adecuado de las granjas avícolas, los pozos piscícolas, además, incentivarlas a realizar un cambio vocacional para mejorar su calidad de vida.

La Asociación de Víctimas Agroambiental de Puerto Claver (Asoviamcla) cuenta con 80 afiliadas activas, tiene personería jurídica y cámara de comercio actualizada, su quehacer apunta a promover la alfabetización a través de talleres y capacitaciones, asimismo, acompaña a las mujeres en proyectos de piscicultura y siembra de arroz, con lo que genera autonomía en las mujeres afiliadas. Se hace la gestión para que el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) llegue a los territorios donde se encuentran y dicta capacitaciones a las mujeres para el establecimiento de estos cultivos; también cuenta con capital semilla.

La Asociación de Mujeres Agroambientales de Puerto Claver, fundada en 2020, cuenta con 25 afiliadas activas y se encuentra legalmente constituida. Entre sus objetivos prima la autonomía económica de la mujer. Cuenta con tres estanques de piscicultura. Vende alimentos preparados como tamales y refrigerios, y como otra alternativa económica comercializa pollos.

Estas iniciativas de organización social y productiva de mujeres, en este contexto minero altamente conflictivo, da cuenta de la necesidad y de la demanda por parte de las mujeres de una justicia social que se vea reflejada no solo en términos de riqueza económica, sino también en mejores condiciones de vida para las familias que tradicionalmente han practicado la minería artesanal. Es decir, que se manifieste en un buen vivir en este territorio afectado por la violencia estructural, el abandono estatal y, por ende, por la profun-dización de la pobreza.

En este sentido, vivir bien es vivir en comunidad, en hermandad y, especialmente, en complementariedad. Es una vida comunal, armónica y autosuficiente. Vivir bien significa complementarnos y compartir sin competir, vivir en armonía entre las personas y con la naturaleza. Es la base para la defensa de la naturaleza, de la vida misma y de la humanidad toda. Vivir Bien no es lo mismo que vivir mejor, vivir mejor es a costa del otro. Vivir mejor es egoísmo, desinterés por los demás, individualismo, solo pensar en el lucro. Porque para vivir mejor es necesario explotar al prójimo, se produce una profunda competencia, se concentra la riqueza en pocas manos (Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas [CAOI], 2010, p. 34).

En atención a esta perspectiva, como profesionales de lo social, tenemos el compromiso de fortalecer los liderazgos, la confianza entre las mujeres, el tejido social y la participación intergeneracional, con miras a generar procesos que tengan como base la justicia social, la defensa de la vida y el cuidado de la naturaleza. A su vez, es importante hacer un llamado a la institucionalidad pública, para que las intervenciones de fortalecimiento organizativo de las mujeres se hagan de manera contextualizada y consideren las necesidades y expectativas que tienen.

Conclusiones

Los habitantes del corregimiento consideran que la minería artesanal no es ilegal en el territorio, que es una forma de trabajo de subsistencia legitimada entre la población, con la cual se logra solventar medianamente las necesidades básicas de los hogares clavereños; no obstante, el recurso económico que se genera a través de ella no es suficiente para gozar de condiciones dignas de vida. De igual manera, los habitantes del corregimiento se han visto expuestos a dificultades de salud asociadas a la alta presencia de químicos utilizados para la extracción del oro.

Por otra parte, como se evidenció, la población local identifica que la proliferación de prácticas mineras ha generado la expropiación de su capital material y simbólico, lo cual se materializa en un desarraigo cultural a causa de la transformación de las relaciones sociales, las costumbres, los usos del suelo y la economía agrícola y de pesca.

La minería a cielo abierto, generalizada en América Latina, causa otros problemas como marginación social, desnutrición, miseria, contaminación de aire y aguas, pérdida de biodiversidad y fertilidad de los sueltos, problemas que se agudizan tras la presencia de un Estado débil que actúa de manera fragmentada y desde políticas públicas desarticuladas, que abren paso a la corrupción y al aumento de la violencia.

A pesar de las difíciles condiciones sociales, económicas y políticas existentes, en Puerto Claver han surgido asociaciones lideradas por mujeres que evidencian un despertar comunitario y la resignificación del rol de la mujer en el territorio. Su participación genera estrategias colectivas, procesos de construcción y apropiación de conocimientos, acciones y proyectos concretos encaminados a promover el bienestar social de la comunidad y al fortalecimiento de alternativas económicas que posibiliten otras formas de mirar y comprender el territorio.

Los profesionales sociales y ambientales deben priorizar en los territorios mineros estudios con enfoque interdisciplinario que permitan evidenciar el impacto social, cultural y ambiental de las comunidades que dependen de la práctica minera para su subsistencia. De igual manera, es necesario fortalecer las acciones adelantadas por organizaciones sociales y asociaciones civiles que tengan como propósito implementar alternativas de producción y diversificación económica.


*Esta investigación es resultado del trabajo de grado "La minería artesanal y en pequeña escala en el corregimiento Puerto Claver del municipio El Bagre, Antioquia: Transformaciones económicas, sociales y culturales en los últimos dos años".

1 Todos los nombres fueron modificados para resguardar la identidad y seguridad de las personas que participaron de este estudio.


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