https://DX.DOI.ORG/10.14482/INDES.32.01.407.735

Reconfiguraciones identitarias en madres proveedoras cuando los padres son los principales cuidadores de sus hijas e hijos

Identity reconfigurations in breadwinner mothers when fathers are the main caregivers of their children

María Constanza González Viveros, Ana Lucía Jaramillo-Sierra, Elvia Vargas Trujillo

Universidad de los Andes, Colombia

María Constanza González Viveros

Doctora en Psicología, Universidad de los Andes(Colombia). Profesora de Educación Continua, Departamento de Psicología, Universidad de los Andes. Orcid: 0000-0002-8166-4540. mc.gonzalez@uniandes.edu.co

Ana Lucía Jaramillo-Sierra

Doctora en Desarrollo Humano, con énfasis en Terapia de Pareja y Familia, Universidad Virginia Tech. Profesora asociada, Departamento de Psicología, Universidad de los Andes. Orcid: 0000-0001-7827-8959. al.jaramillo@uniandes.edu.co

Elvia Vargas Trujillo

Doctora en Psicología, Universidad Autónoma de Madrid. Consultora independiente. Orcid: 0000-0002-8032-8895. Elvargas@uniandes.edu.co


Resumen

Se presentan los resultados de los procesos de reconfiguración identitaria de las mujeres de siete parejas heterosexuales en las cuales ellas son las principales proveedoras económicas del hogar y ellos son los principales cuidadores de sus hijos. Los resultados de esta investigación cualitativa mostraron que esta distribución de roles alternativa les permite generar unas narrativas de sí mismas más equitativas, que les generan mayor bienestar. Esto, en tanto les posibilita continuar su desarrollo profesional en el contexto de sus proyectos vitales, experimentar la maternidad desde el gozo y no desde la culpa, y valorar el rol de sus parejas como principales cuidadores. No obstante, estas identidades se ven coartadas cuando las mujeres interiorizan algunas normas de género presentes en la cultura. Se discuten las implicaciones de los resultados en el desarrollo de iniciativas de promoción de la equidad de género.

Palabras clave: Identidad, género, madres proveedoras, padres cuidadores.


Abstract

This article presents the results of the identity reconfiguration processes experienced by women from seven heterosexual couples where they are the main economic providers of the household and men are the primary caregivers of their children. The results of this qualitative research showed that this alternative role distribution allows more equitable narratives of themselves which enhances their well-being. This, as it allows them to continue their professional development in the context of their life projects, experience motherhood from joy and not from guilt, and value the role of their partners as main caregivers. However, these identities are constrained when women internalize some cultural gender norms. We discuss the implications of the results in terms of the development of initiatives to promote gender equality.

Keywords: Identity, gender, breadwinner mothers, caregiving fathers.

Fecha de recepción: febrero 2 de 2023. Fecha de aceptación: mayo 3 de 2023


Introducción

El 29 de julio de 2021 se aprobó en Colombia la Ley 2114, que amplía la licencia de paternidad de una a ocho semanas y crea la licencia parental compartida y la licencia parental flexible de tiempo parcial. En esta se estipuló que el aumento en las semanas de licencia de paternidad se irá dando una semana por año hasta completar 8 semanas en 2027. La licencia parental compartida, por su parte, permite que luego de que la madre tome las primeras 12 semanas de licencia intransferibles, las restantes 6 semanas se puedan distribuir de común acuerdo con su pareja. Este hecho abre la posibilidad para que los hombres puedan asumir durante este tiempo la totalidad de la labor de cuidado, y que las madres puedan regresar a sus actividades laborales (Ley 2114 de 2021).

Estas medidas son una necesidad y a la vez un reto en Colombia, donde el cuidado de las hijas e hijos y el trabajo doméstico recaen desproporcionalmente en manos de las mujeres (DANE y ONU Mujeres, 2020)En efecto, la última Encuesta Nacional de Uso del Tiempo revela que las mujeres dedican al trabajo no remunerado de cuidado en promedio 7 horas y 14 minutos al día , mientras que los hombres sólo emplean 3 horas y 25 minutos a estas labores (DANE y ONU Mujeres, 2020) En este mismo sentido, la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS) 2015 reporta que mientras que el 65 por ciento de las mujeres se encarga en su totalidad del cuidado de niñas y niños menores de cinco años, solo el 4.3 por ciento de los hombres señaló que se encargaba de este (Sánchez Lara, 2015).

Para las mujeres son evidentes las implicaciones negativas de esta inequidad, en tanto que se reduce su autonomía y bienestar al limitar su inserción en otras esferas de la vida social, y disminuir sus oportunidades de empleo, educación, contacto social, descanso y participación política (Aguayo et al., 2017; DANE y ONU Mujeres, 2020). En términos laborales, por ejemplo, se ha evidenciado que son las mujeres quienes tienden a disminuir su tiempo de trabajo remunerado luego de ser madres, por lo cual reciben una menor remuneración económica que sus parejas hombres y ven limitado su desarrollo profesional (DANE y ONU Mujeres, 2020; ONU Mujeres y Promundo, 2020). Así mismo, se ha identificado que las mujeres pueden sufrir discriminación al momento de ser contratadas, en tanto que algunos empleadores suelen preferir contratar hombres, suponiendo que contratar mujeres implica un mayor costo asociado a la maternidad (ONU Mujeres y Promundo, 2020). Aunque no es tan evidente, esta inequidad también trae repercusiones negativas para los hombres, en la medida en que su escasa vinculación al cuidado de sus hijas e hijos reduce sus posibilidades de ejercer y disfrutar la paternidad (Aguayo et al., 2017).

De otro lado, se ha evidenciado que la paternidad corresponsable puede traer beneficios no solo para las mujeres, sino también para los hombres, las niñas y los niños, las comunidades y la sociedad en general (ONU Mujeres y Promundo, 2020; van der Gaag et al., 2019). En efecto, una distribución equitativa del tiempo de trabajo en el hogar no solo favorece una mayor participación de las mujeres en los contextos sociales antes mencionados, sino que también puede implicar un mayor tiempo para su autocuidado y un mayor bienestar (Aguayo et al., 2017). Para los hombres, una paternidad comprometida también puede proveerles bienestar, en tanto que enriquece emocionalmente sus vidas, es una fuente de sentido de propósito vital y les permite desarrollar habilidades valiosas de cuidado parental (Aguayo et al., 2017; González Viveros et al., 2022)

Sin embargo, como lo plantea el estudio realizado por ONU Mujeres y Promundo (2020), a propósito de la ampliación de la licencia de paternidad en Colombia, si bien lograr la equidad en la realización de los trabajos de cuidado trae repercusiones positivas a la sociedad en general, esta ley implica retos importantes para el país, no solo en términos económicos, sino también en términos culturales. Así, una transformación cultural paralela es fundamental, pues de lo contrario uno de los riesgos posibles es que los hombres dejen de tomar la licencia de paternidad a la que tienen derecho, como ha sucedido en otros países, por ejemplo Chile y Uruguay (ONU Mujeres y Promundo, 2020).

En este contexto, la teoría estructural del género (Risman, 2004, 2009; Scarborough y Risman, 2017) nos permite entender por qué es fundamental que las transformaciones se lleven a cabo en las tres dimensiones en las que el género1 opera y se construye: individual, relacional y macrosocial. En efecto, de acuerdo con las autoras que han desarrollado esta teoría, es fundamental incidir en las tres, en tanto que estas se encuentran en una permanente retroalimentación que se mantiene, reproduce y desafía, cumpliendo cada una de ellas un papel central, como se describe brevemente a continuación.

En la dimensión individual, el género se encuentra presente en las identidades generizadas ("gendered selfs"), es decir, en las construcciones que hacen las personas sobre sí mismas a partir de las normas de género2 que circulan en la cultura. En la dimensión relacional, el género se evidencia en las prácticas sociales y en las interacciones en las que se actúan estas normas de género inequitativas. Finalmente, en la dimensión macrosocial, el género opera y se construye tanto en estas normas de género, como en las leyes y en las regulaciones explícitas sobre la distribución de recursos que limitan la actividad humana (Risman, 2004, 2009; Scarborough y Risman, 2017).

Ahora bien, aunque la dimensión macrosocial del género es fundamental tanto en la construcción identitaria de las personas como en sus relaciones y prácticas sociales, esta teoría también propone un elemento central: la agencia de las personas en su construcción y transformación (Risman 2004, 2009; Scarborough y Risman, 2017). En efecto, "existe una relación reflexiva entre la estructura y la acción individual, de modo que la acción individual siempre responde a las estructuras existentes de manera que las refuerzan o las desafían" (Scarborough y Risman, 2017, p. 2). De esta manera, la agencia humana se traduce en que es posible tanto "hacer género" como "deshacer el género" (Deutsch 2007; Risman, 2009).

En este sentido, ciertos cambios que se han presentado en las últimas décadas en la estructura de género a nivel macrosocial (ej. la inserción laboral de las mujeres y las licencias de maternidad y paternidad) han permitido que en algunas pocas parejas las madres sean las principales proveedoras económicas del hogar y los padres los principales cuidadores de sus hijas e hijos (Chesley, 2011; Doucet, 2005, 2009; Dunn et al., 2013; Hanlon, 2012). Como lo señalan Risman y Johnson-Sumerford (1998), localizar y hacer visibles estas organizaciones familiares, excepcionales aún, es fundamental en la construcción de conocimiento en las ciencias sociales, pues nos permite comprender los nuevos caminos que se recorren para trascender las inequidades intrínsecas a la estructura de género, así como los retos que entrañan estos cambios.

Así, el interés de la investigación de la cual se deriva este artículo fue conocer la forma en la que estas mujeres y hombres reconfiguran sus identidades a partir de esta dinámica familiar no tradicional. Es decir, se buscó ampliar el conocimiento sobre la forma en la que interactúan las tres dimensiones del género en estas parejas a partir del análisis de la construcción y coconstrucción de sus identidades generizadas. Los resultados que se presentan en este artículo corresponden al proceso de reconfiguración identitaria de las mujeres3. Específicamente, responden a la pregunta: ¿Cómo las mujeres, principales proveedoras económicas del hogar, reconfiguran sus identidades al ejercer este rol cuando sus parejas son los principales cuidadores de sus hijas e hijos?

En este orden de ideas, aunque un amplio número de estudios sobre la vinculación de los hombres en el cuidado de sus hijas e hijos ha centrado su interés en los contextos macrosociales que limitan este derecho (normas de género, políticas y condiciones laborales) y en los procesos individuales experimentados por los hombres (Barker et al., 2012; Figueroa y Flores, 2012; Gallego-Montes, 2018; Levtov et al., 2015; Olavarria, 2001, 2017), desde una perspectiva relacional, los resultados que se presentan en este artículo evidencian que las transformaciones identitarias de las mujeres son igualmente importantes para lograr la corresponsabilidad en el cuidado de las hijas e hijos y el bienestar de los integrantes de la pareja.

Ahora bien, en términos de la construcción y coconstrucción identitaria, la teoría socioconstruccionista aporta a este análisis, en tanto que desarrolla la idea de una identidad narrativa y coconstruída en la vida social (Gergen, 1996; Goolishian y Anderson, 1994). Esta perspectiva es interesante, pues nos permite entender que es en las narrativas que el ser humano produce significado y le da sentido a sí mismo y al mundo (Gergen, 1996; Goolishian y Anderson, 1994). De esta manera, el self o la identidad se construyen a través de las narrativas en las que las personas se relatan a sí mismas y a los otros, sobre ellas mismas y sobre su propia permanencia en el tiempo (Goolishian y Anderson, 1994). En sintonía con los planteamientos de la teoría estructural y multidimensional del género (Risman, 2009; Scarborough y Risman, 2017), desde el sociocons-truccionismo las personas construyen y coconstruyen sus autonarrativas al narrarse con otros a partir de los discursos que circulan en la cultura, y en este proceso no siempre son receptoras pasivas, sino también agentes en esta construcción identitaria (Blume, 2010; Gergen, 1993, 1996, 2001; Goolishian y Anderson, 1994).

En línea con las propuestas teóricas mencionadas, en este artículo se analizan algunas de las normas de género que están a la base de la inequidad en el cuidado de las hijas e hijos entre hombres y mujeres, y que se entrelazan para limitar las oportunidades de las mujeres, luego de ser madres (Aguayo et al., 2017; Van der Gaag et al., 2019). Estas normas de género han sido identificadas en diferentes estudios en Colombia, así como en América Latina y el mundo (Barker et al., 2011; Chesley, 2011; Coltrane y Adams, 2003; Johnston y Swanson, 2007; Lyonette y Crompton, 2015; Puyana y Mosquera, 2005; Puyana et al., 2020; Sánchez Lara, 2015). Las más sobresalientes son las que ubican a las mujeres como las principales o únicas cuidadoras de sus hijas e hijos, al ser el cuidado una labor propia y natural suya (Johnston y Swanson, 2007); señalan que las mujeres se realizan como seres sociales al procrear y criar y, por ende, otros proyectos de vida pasan a un segundo plano (Puyana y Mosquera, 2005); y plantean que la especialización natural del cuidado de las mujeres se extiende a sus habilidades para realizar el trabajo doméstico, a la vez que cuestionan las capacidades de los hombres para desarrollar estos trabajos (Coltrane y Adams, 2003).

Metodología

Con el fin de dar respuesta a la pregunta de investigación, se empleó una metodología cualitativa desde una aproximación de la teoría fundamentada (Charmaz, 2006; Glaser y Strauss, 1976; Strauss y Corbin, 1998). La metodología tuvo un énfasis relacional, en la medida en que se indagó por las narrativas de las mujeres sobre sí mismas como proveedoras y cuidadoras, y por las narraciones que se construían conjuntamente en la pareja sobre su identidad alrededor de estos roles. Los participantes de esta investigación fueron siete parejas en las cuales las mujeres eran las principales proveedoras económicas del hogar y los hombres los principales cuidadores de sus hijas e hijos4>. Dado que las parejas con esta distribución de roles son casos aislados (Sánchez Lara, 2015), la muestra de esta investigación fue intencional (Patton, 2002). En este sentido, se buscó a las parejas que cumplían con esta dinámica familiar a través de redes profesionales y personales de la primera autora. Como se observa en la tabla 1, la muestra de mujeres se caracterizó por ser diversa en términos del nivel educativo y el estrato socioeconómico de las participantes..

Recolección de información

La recolección de información se llevó a cabo en dos sesiones en las que se desarrollaron entrevistas semiestructuradas a los dos integrantes de la pareja de manera conjunta. Cada sesión duró aproximadamente dos horas. Las personas fueron informadas sobre la investigación, la confidencialidad de la información provista y su participación voluntaria, antes de participar en las entrevistas. En este sentido, este estudio contó con el aval del Comité de Ética de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Los Andes.

Análisis de datos

En términos del análisis de datos, se siguieron los lineamientos propios de la teoría fundamentada (Charmaz, 2006; Glaser y Strauss, 1976; Strauss y Corbin, 1998). Así, al analizar en las entrevistas las narrativas de las mujeres sobre sí mismas y las narrativas conjuntas sobre su identidad, se desarrollaron las tres etapas de codificación: abierta, axial y selectiva5 (Creswell, 2012; Hesse-Biber y Leavy 2011; Charmaz, 2006). También se desarrolló el método de comparación constante (Charmaz, 2006) en el cual cada código se cotejó permanentemente, buscando similitudes y diferencias dentro de cada entrevista y, más adelante, entre las diferentes entrevistas. Con el fin de apoyar el proceso de codificación se empleó el software Nvivo. La confidencialidad de la información se garantizó, en tanto solamente la investigadora principal tuvo acceso a las grabaciones en audio y a las transcripciones. Así mismo, se omitieron los datos que permitieran la identificación de las y los participantes y se utilizaron pseudónimos.

Resultados

Como se observó en el caso de los hombres (González Viveros et al., 2022), esta distribución no tradicional de roles también les abre la posibilidad a las mujeres de reconfigurar sus identidades generizadas. Es decir, les permite construir "nuevas narrativas de sí mismas en relación con quiénes son, qué hacen y cómo se sienten, en las que integran, o no, las normas de género presentes en la cultura" (González Viveros et al., 2022, p. 43). Al indagar sobre este proceso de reconfiguración identitaria en las mujeres se identificaron mecanismos, tendencias y experiencias centrales, las cuales se presentan en la tabla 2 y se describen a continuación.

Mecanismos de reconfiguración identitaria

A partir del análisis de datos se identificaron formas particulares en las cuales se desarrollan estos procesos de reconstrucción de sí mismas, es decir, mecanismos de reconfiguración identitaria. Acorde con lo reportado en estudios con madres principales proveedoras económicas y hombres principales cuidadores de sus hijos (Chesley, 2011; Doucet, 2005), el primer mecanismo identificado fue la interiorización acrítica de las normas de género presentes en la cultura. Este hace referencia a la "construcción narrativa que las personas hacen de sí mismas en la que integran, de manera no consciente, las normas de género inequitativas presentes en su contexto social" ( González Viveros et al., 2022, p. 43).

Por su parte, en este estudio se identificó otro mecanismo a partir del cual las personas de esta muestra reconfiguraron sus identidades generizadas: el distanciamiento de las normas de género y la construcción de referentes morales posgénero, que se observó cuando desarrollaron una propuesta equitativa frente a estos mandatos. En esta investigación, los referentes morales posgénero se entendieron como:

Las normas personales que fueron creadas, y cocreadas, por los individuos a partir de un distanciamiento activo frente a las normas de género presentes en la cultura. Estas nuevas normas proponen formas alternativas de "ser, pensar, hacer y sentir" en las que hay equidad entre hombres y mujeres. (González Viveros et al., 2022, p. 44)

Así, mientras que el mecanismo de interiorización acrítica de las normas de género presentes en la cultura da cuenta del poder de la estructura de género para mantenerse presente en las identidades de las personas, la construcción de referentes morales posgénero evidencia cómo estas pueden resistirse frente a dichos mandatos. En otras palabras, este último mecanismo muestra cómo, en la construcción de sus identidades, se presenta una tensión entre la agencia de los individuos y los discursos que circulan en la cultura (González Viveros et al., 2022)

Tendencias: trascender el género es un proceso

Las tendencias en el proceso de reconfiguración identitaria permitieron identificar diferentes niveles de avance en este proceso, así como similitudes y diferencias en las experiencias de las personas. De esta manera, dependiendo de qué tanto interiorizaron en sus identidades las normas de género o se distanciaron activamente de ellas, fue posible identificar las tendencias: en proceso inicial, intermedio y avanzado de trascender el género (González Viveros et al., 2022).

Los datos muestran que en las mujeres que están "en proceso inicial de trascender el género", aunque prevaleció la interiorización de normas de género relacionadas con la maternidad y el trabajo doméstico como, por ejemplo: las madres son la principal (o única) fuente de cuidado de sus hijas e hijos, al ser el cuidado una labor propia y natural de suya (Johnston y Swanson, 2007), también se identificaron algunos intentos por distanciarse de dichos mandatos. Por su parte, las mujeres que se encuentran "en proceso intermedio de trascender el género", en algunas ocasiones integraron a sus identidades normas de género como la anterior, mientras que en otras tomaron distancia de estas. Finalmente, aquellas mujeres de la tendencia "en proceso avanzado de trascender el género o posgénero", se distanciaron mayoritariamen-te de estas normas de género inequitativas y construyeron referentes morales posgénero como, por ejemplo: los hombres también pueden ser la principal fuente de cuidado de las hijas e hijos.

Experiencias centrales para las mujeres principales proveedoras económicas del hogar

Ahora bien, los procesos de reconfiguración identitaria de las mujeres estuvieron marcados por varias experiencias centrales, entre ellas las más significativas fueron: el ejercicio y desarrollo profesional, las prácticas de cuidado a sus hijas e hijos y la experiencia de la maternidad.

El ejercicio y desarrollo profesional son claves en los proyectos de vida de las mujeres

Acorde con lo reportado en estudios similares de madres principales proveedoras económicas del hogar cuando sus parejas son los principales cuidadores de sus hijas e hijos (Chesley, 2011; Dunn et al., 2013), en general, para las mujeres de esta muestra poder seguir desempeñándose laboralmente tiene un impacto positivo en su desarrollo profesional y en su bienestar. En efecto, en términos de su desarrollo profesional, describen tener la posibilidad de continuar aprendiendo y especializándose en las labores propias de su trabajo, mejorar sus condiciones laborales y continuar su formación técnica o profesional. Así mismo, señalan que su bienestar se ve positivamente afectado, en la medida en que este crecimiento profesional, en general, hace parte de sus proyectos vitales y es fuente de satisfacción personal. Con dos excepciones, en las que las condiciones laborales no eran adecuadas6, el impacto positivo de mantener su trabajo remunerado fue una constante en las mujeres de todas las tendencias.

De esta manera, Claudia, de la tendencia inicial en el proceso de trascender el género, describió que deseaba continuar su formación técnica y profesional, lo cual, por un lado, le permitía mejorar sus condiciones laborales y, por otro, representaba una fuente de satisfacción personal. Por su parte, Sara, quien ha avanzado más en este proceso de reconfiguración identitaria, también señaló que su desarrollo profesional era central en su proyecto de vida y describió sentirse agradecida por poder regresar a su trabajo luego de su licencia de maternidad, mientras su pareja asumió el rol de principal cuidador de su hija.

Yo tampoco me quiero quedar ahí [en el trabajo actual] mucho tiempo y estancarme. Yo dije "tengo que sacar mi tecnó-logo porque yo no soy profesional". Tengo un técnico, pero no soy profesional, y ya con el tecnólogo me hacen una homologación grande con algunas universidades. Pues ese es como el objetivo, más como por la satisfacción personal de uno de proyectarse a tener una profesión adicional. (Claudia)

Yo en este momento no podría ser la cuidadora principal y le agradezco a Santiago (pareja) infinitamente ser el cuidador principal. He tenido una reflexión tranquila en términos de: "he podido seguir creciendo profesionalmente y también ha sido una experiencia linda, de cómo criar a alguien autónomo que no tiene que ser la proyección tuya". Creo que para este momento de mi vida la centralidad ha sido un poco el trabajo, el crecimiento profesional y demás... Para mí creo que fue perfecto volver al trabajo porque fue volver a las rutinas que tenía antes, pero ahora con Helena [hija]. (Sara)

Así, en las mujeres de esta muestra se evidenció un deseo por seguir desarrollándose laboral y profesionalmente y, en este sentido, se presentó un distanciamiento de las normas de género que asignan a las mujeres la maternidad y el cuidado de las hijas e hijos como su principal (o único) proyecto de vida (Johnston y Swanson, 2007; Puyana y Mosquera, 2005). De esta manera, en la reconfiguración de su identidad, las mujeres construyeron e integraron el referente moral posgénero: el ejercicio y desarrollo profesional pueden ser proyectos de vida y fuente de realización personal para las mujeres, madres. Acorde con lo que han planteado otros estudios, estas reconfiguraciones identitarias que trascienden el género ubican a las mujeres madres en la posibilidad de elegir, así como lo pueden hacer los hombres, sobre aquello significativo en sus proyectos de vida que incluye pero no se limita a la maternidad, y que redunda en su autonomía y bienestar (Chesley, 2011; Johnston y Swanson, 2007). No obstante, para que estas reconfiguraciones identitarias sean posibles son necesarios cambios en las dimensiones relacional y macrosocial del género que se traducen en la corresponsabilidad en el cuidado de las hijas e hijos con sus parejas hombres, así como con el Estado, las comunidades y las empresas (Levtov et al., 2015; ONU Mujeres y Promundo, 2020).

El tiempo de cuidado a las hijas e hijos se ve limitado por la inequidad en el trabajo doméstico

Dentro de la diversidad de experiencias asociadas a la maternidad, un elemento central para las mujeres de esta muestra fue la posibilidad de desarrollar y disfrutar prácticas de cuidado con sus hijas e hijos. En este sentido, las mujeres describieron diversas actividades, generalmente de lunes a viernes, antes y después de sus jornadas de trabajo, y los fines de semana. Se observó que el tiempo destinado a estas prácticas varió de manera importante entre las mujeres y que una de las condiciones que influye en este es la distribución del trabajo doméstico con sus parejas.

Los resultados muestran que las mujeres de las tendencias "en proceso inicial" y "en proceso intermedio" de trascender el género describieron tiempos cortos de cuidado con sus hijas e hijos, los cuales estuvieron asociados, entre otras, con una distribución inequitativa del trabajo doméstico con sus parejas. Claudia, por ejemplo, describió que durante la semana, cuando llega a su casa luego del trabajo, son pocas las prácticas de cuidado que tiene con su hijo. Estas incluyen terminar de dormirlo y acompañarlo un tiempo mientras duerme.

Yo llego a las 6:30 pm del trabajo a organizar todo lo que tengo que organizar para el otro día, preparo la comida de mi esposo, de mi hijo, y ya cuando nos acostamos, yo trato de acostarme un rato con él [hijo] para que sienta que yo estoy con él, que le estoy dedicando tiempo. Lo duermo y me quedo con él un ratito. (Claudia)

Aunque Claudia no lo hace explícito en su relato, las prácticas limitadas de cuidado a su hijo se encuentran relacionadas con que en los momentos en los que se encuentra en casa, luego de que llega del trabajo y durante los fines de semana, es ella quien se encarga del trabajo doméstico. Desde su perspectiva, estas labores son su responsabilidad, por lo cual su compañero, en sus palabras, "le ayuda" en lo que se refiere al cuidado de su hijo, pero no en otras tareas domésticas. En la narrativa conjunta con su pareja se evidencia que él se encarga de las actividades asociadas al cuidado del hijo: alimentación, limpieza y lavado de ropa, pero las demás actividades domésticas recaen sobre ella. En este sentido, César, su pareja, describe que cuando Claudia llega de trabajar, en sus palabras, ella "es más activa" en la realización de trabajo doméstico.

Con el aseo en sí de la casa, de los quehaceres domésticos, César [pareja] me ayuda mucho con el lavado de la ropa y el lavado de la loza, pero yo ayudo mucho, digamos, el fin de semana, ya un aseo un poco más profundo.. .Cesar me colabora mucho con la ropa por lo menos de Martín [hijo]. Con las cosas de Martín él es muy pendiente, con su ropa, él está pendiente de doblarle su ropita, lavarle su ropa, el aseo de él. César está supremamente encima de sus cosas. (Claudia)

El tiempo del fin de semana es tan cortico. También porque yo tengo que ir los sábados a trabajar y también pensar en las cosas de la casa, el aseo y todas las cosas que hay que poner al día acá para poder salir.Entonces siempre se me ha acumulado mucho cansancio. Entonces esa misma energía para hacer los quehaceres como que ya no los hace uno porque a mí me estresa mucho el desorden, pero uno está que no quiere mover un dedo. (Claudia)

Pues durante el día, la loza y la ropa, me encargo yo, durante el día, lavado de loza, lavado de ropa y guardado de ropa. Ya por la noche es más activa Claudia. Y mientras Claudia está arreglando todo en la cocina, yo termino de preparar a Martín para acostar. Generalmente es así. (César, pareja de Claudia)

De esta forma, en las narrativas de Claudia y su pareja se evidencia la interiorización de la norma de género, de acuerdo con la cual el trabajo doméstico es una responsabilidad de las mujeres, al ser una extensión de sus capacidades naturales para el cuidado (Coltrane y Adams, 2003; Lyonette y Crompton, 2015). Como se analiza con mayor profundidad en el estudio del cual se deriva este artículo (González Viveros, 2019), desde la dimensión relacional del género, Claudia y César tienen un acuerdo implícito sobre esta norma de género que circula en la cultura, el cual se traduce en que la distribución inequitativa del trabajo doméstico es naturalizada y aceptada por los dos integrantes de la pareja sin ninguna pro-blematización. Esta inequidad, que afecta el tiempo de cuidado a su hijo, también impacta su posibilidad de descanso, su bienestar emocional y su satisfacción con la maternidad, como se analizará en el apartado a continuación.

Estos resultados son consistentes con otros estudios que evidencian que la distribución del trabajo doméstico en las parejas heterosexuales es uno de los contextos relacionales en los que se presenta mayor inequidad (Coltrane y Adams, 2003; Lyonette y Crompton, 2015; Sánchez Lara, 2015). En este sentido, algunos hombres están dispuestos a asumir un mayor tiempo de cuidado a sus hijas e hijos, pero no a aumentar el tiempo invertido en el trabajo doméstico, lo cual podría estar relacionado con el hecho de que esta segunda labor tiene un menor "estatus" desde las normas de género que circulan en la cultura (Coltrane y Adams, 2003).

Por su parte, las mujeres de la tendencia en proceso avanzado de trascender el género describieron desarrollar y disfrutar un mayor número de prácticas de cuidado con sus hijas e hijos durante la semana y el fin de semana. En sus narrativas, estas prácticas son posibles, en gran medida, gracias a que cuando ellas llegan de trabajar, sus compañeros o esposos se encargan de una igual o mayor cantidad de trabajo doméstico. Así, Laura y su esposo describen que cuando ella llega a su casa, él se encarga de calentar y servir la comida que ha preparado anteriormente, así como de arreglar la cocina. Este hecho le permite a ella realizar y disfrutar prácticas de cuidado con sus hijos, como jugar con ellos, acompañarlos en sus tareas, bañarlos, leer cuentos y dormirlos. Los fines de semana, Laura y su pareja se distribuyen equitativamente el trabajo doméstico y ella logra involucrar a sus hijos en algunas de estas tareas.

Yo llego del trabajo y Felipe [su esposo] ya tiene la comida y no deja que yo llegue a calentar, no, él va y me sirve, continúa su rol, con todo lo de la casa, yo llego es a jugar con los niños... Llego a las 5:30 p.m. a la casa, estoy con los niños, las tareas, el baño, el juego, empiyamarlos, leer su cuento y acostarlos, oramos y dormimos. (Laura)

Los fines de semana cambia porque Mateo [el hijo] no va al colegio, se levanta tardecito. Desayunamos. Entonces ya es hora de hacer aseo en la casa, entonces con Laura nos distribuimos a limpiar, trapear, lavar los baños, lavar la ropa. Ella se sube al tercer piso y yo me quedo aquí [primer piso] o viceversa. (Felipe, pareja de Laura)

Jimena y Pablo también describen cómo el hecho de que él se encargue de preparar los alimentos y limpiar la cocina cuando están en casa, le permite a ella jugar con su hijo, darle los últimos teteros del día y dormirlo. Los fines de semana, la distribución equitativa de las labores domésticas en la pareja también le permite a Jimena disfrutar más tiempo con su hijo.

[En la tarde] Luego ya llegamos acá y Jimena juega un rato con el niño, yo aprovecho para alistar lo que haya que alistar, porque a las 6 p.m. le damos un tetero y a las 8:30 p.m. le damos el último tetero y ya queda listo. Entonces ella está con el niño y yo estoy pendiente de lo que vamos a comer nosotros, entonces se recibe la orden del menú y se procede a eso. (Pablo, pareja de Jimena)

Los fines de semana nos ponemos a organizar las cosas que entre semana no hacemos en la casa, pero también trato de estar más tiempo con Simón [hijo]. En la mañana usualmente estamos aquí y por la tarde buscamos una actividad que nos involucre a los tres. Vamos a almorzar o salimos para comer. (Jimena)

De esta manera, las mujeres que han avanzado más en el proceso de reconfiguración identitaria describieron desarrollar y disfrutar de un mayor número de prácticas de cuidado con sus hijos tanto durante la semana como los fines de semana. Estas prácticas son posibles, en gran medida, gracias a que los hombres se involucran activamente en la realización del trabajo doméstico en los momentos en los que ellas se encuentran en casa. En este proceso, las mujeres se distanciaron de la norma de género que establece que el trabajo doméstico es una responsabilidad y habilidad propia de las mujeres y coconstruyeron con sus parejas el referente moral posgénero: el trabajo doméstico es una responsabilidad que debe ser compartida equitativamente con la pareja. Como se verá a continuación, la distribución equitativa del trabajo doméstico y el poder contar tiempos de cuidado a las hijas e hijos contribuye al bienestar emocional de las mujeres y a su satisfacción con la maternidad.

La experiencia de maternidad: entre la culpa y la satisfacción

Las mujeres describieron diversas emociones asociadas a la experiencia de la maternidad, dentro de las cuales se encontraron sentimientos de tranquilidad, alegría, satisfacción y gratitud, así como de nostalgia, culpa y frustración. Aunque en general mencionaron disfrutar los tiempos de cuidado a sus hijas e hijos, aquellas mujeres que están en proceso inicial e intermedio de trascender el género describieron en varias oportunidades la experiencia de la maternidad desde la culpa y la frustración. Este hecho se vio asociado, por un lado, a dedicar un tiempo limitado al cuidado de sus hijas e hijos, como se presentó en el apartado anterior, y, por otro, a la interiorización acrítica de algunas normas de género que circulan en la cultura en relación con la maternidad. De esta manera, en las narrativas de Claudia se presentan sentimientos ambivalentes frente su experiencia de maternidad. Por un lado, señala que disfruta los momentos que comparte con su hijo, pero a la vez describe nostalgia, preocupación y afectación emocional, asociadas a no poder destinar a su cuidado el tiempo que ella considera necesario, en parte, desde los estándares de "buena madre" que hacen parte de las normas de género inequitativas.

[La experiencia de maternidad] Ha sido rica porque a mí me encanta estar con Martin [el hijo], compartir con él cada momento que tengo la oportunidad, pero obviamente a uno de mamá le da mucha nostalgia ir a trabajar y dejar su hijo. Yo estoy muy tranquila y muy feliz porque está con su papá, pero de todas maneras uno de madre piensa mucho en muchas situaciones que pueden suceder con él por no dedicarle el tiempo que se requiere. (...) Él quiere a su papá y a su mamá,pero su papá es, mejor dicho, lo primero que hace cuando se levanta es decir "papá", entonces pues esa partecita es muy difícil. Es muy difícil porque pues me he vuelto más susceptible y sensible con él [el hijo]. Me he vuelto muy sensible. Esa parte sí ha sido difícil, no poder compartir muchas cosas con él . (Claudia)

En este sentido, en las narrativas de algunas mujeres que han avanzado menos en el proceso de trascender el género, las emociones de culpa y frustración se asocian con la creencia de que su maternidad no es "suficientemente buena". Acorde con lo evidenciado en otro estudio con madres principales proveedoras económicas del hogar (Chesley, 2011), estas emociones se encuentran relacionadas con la interiorización acrítica de algunas normas de género inequitativas, como aquellas que señalan que la maternidad es una labor propia y natural de las mujeres, que ellas son las principales (o únicas) responsables del cuidado de sus hijas e hijos (Johnston y Swanson, 2007), y que la crianza de los hijos es la mayor fuente de valor y de realización social y cultural de las mujeres (Puyana y Mosquera, 2005). Así, a juicio de estas mujeres, su maternidad se encuentra frecuentemente "incompleta" o "en falta", lo cual tiende a afectar negativamente su bienestar emocional.

Por su parte, las mujeres que han avanzado más en su proceso de reconfiguración identitaria, en general, manifestaron emociones de satisfacción y gozo al poder desarrollar prácticas de cuidado a sus hijas e hijos; de tranquilidad y alegría al saber que sus parejas les están dando el mejor cuidado posible; y de gratitud hacia ellos por realizar este trabajo de cuidado. Es el caso de Laura, quien describió su experiencia de maternidad como algo que disfruta diariamente al poder compartir con sus hijos diferentes momentos lúdicos y pedagógicos; y apreció el rol fundamental que cumple su pareja al cuidar con dedicación y esmero a sus hijos.

Yo disfruto mucho el tiempo con los niños acá. A veces tengo que correr mucho, pero me disfruto los momentos, los fines de semana más, porque puedo estar desconectada tanto del computador como del celular. Cuando me puedo desconectar del trabajo disfruto mucho la casa, mis hijos, mi esposo. Trato de incentivarles buenas costumbres a mis hijos, que si es a comer es a comer, a dormir a dormir, que organicen sus juguetes. (Laura)

Yo a él [su esposo] le agradezco infinitamente porque él tiene la paciencia, tiene todo para quedarse con los niños. Les tiene cuidado con la comida, está pendiente de los horarios, de su alimentación, eso lo hace él, lo hace único de verdad ... Los niños están supremamente bien cuidados, yo estoy superfeliz por eso, porque los veo sanos, contentos, no les falta nada, entonces yo me puedo ir tranquila a trabajar. (Laura)

Sara, por su parte, señaló que lejos de querer ausentarse de su rol de madre, asume con alegría la maternidad que ha elegido y disfruta las prácticas de cuidado diarias que comparte con su hija. Así mismo, mencionó que se siente tranquila de que sea su pareja quien se encargue del cuidado de su hija y que no tiene sentimientos de frustración o culpa asociados a los roles de provisión económica y de madre que está asumiendo.

A mí no me interesa ser una madre ausente, yo efectivamente podría decidir, pues no estoy y ya, y sigo con mis rutinas, pero pienso que si decides traer una hija o un hijo al mundo es porque estás en la disposición de enseñarle a ese hijo cómo es el mundo. yo decidí que iba a tener a mi hija y que iba a intentar construir un mundo con ella posible para las mujeres... Disfruto mucho cuando estamos juntas, los juegos, los cuentos... (Sara)

Realmente he sentido el descanso en este tiempo. Yo le digo a Santiago [su pareja] que también para mí ha sido una calma saber que Helena [hijas está, pero que tú estás y creo que he ido a pocas citas médicas y reuniones de colegio. No me genera ninguna carga emocional porque sé qué lugar y qué roles estoy desempeñando en este momento. Ha sido un tiempo de tranquilidades emocionales. (Sara)

De esta manera, las mujeres que han avanzado más en su proceso de reconfiguración identitaria, en general, experimentan la maternidad desde la tranquilidad, la alegría y el gozo, y no desde la culpa. Esto se relaciona con varias características, entre ellas: a) poder disfrutar tiempos de cuidado a sus hijas e hijos; b) tomar distancia activa de las normas de género inequitativas asociadas a la maternidad, antes reseñadas; y c) reconocer que sus parejas también pueden ser los principales cuidadores de sus hijas e hijos, y valorar este trabajo. Así, en el proceso de reconfiguración identitaria, las mujeres crearon e integraron los referentes morales posgénero: la maternidad puede asumirse y disfrutarse aun cuando la mujer no sea la principal fuente de cuidado de los hijos e hijas y los hombres también pueden ser la principal fuente de cuidado de las hijas e hijos. Estas reconfiguraciones identitarias son fundamentales, en tanto que no solo propenden por la equidad en el cuidado, sino que les permiten a las mujeres asumir esta distribución de roles, no tradicional, desde el bienestar emocional y no desde la culpa o frustración.

En la tabla 3 se resumen las normas de género interiorizadas y los referentes morales posgénero construidos por las mujeres y coconstruidos con sus parejas en estas experiencias centrales. Asimismo, se presentan las tendencias en el proceso de reconfiguración identitaria que se asocian a cada una.

Conclusiones

En línea con otros estudios (Chesley, 2011)1 se evidenció que la experiencia de ser la principal proveedora económica del hogar, mientras el hombre es el principal cuidador de las hijas e hijos, tiene el potencial de generar reconfiguraciones en las identidades de las mujeres que trascienden el género y les generan bienestar. Esto en tanto les permite continuar su desarrollo profesional en el contexto de sus proyectos de vida, experimentar la maternidad desde la satisfacción y el gozo y no desde la culpa, y valorar el rol de sus parejas como principales cuidadores de sus hijas e hijos.

En esta investigación se identificó que el potencial transformador de esta experiencia se ve limitado cuando las mujeres integran en sus identidades normas de género que circulan en la cultura, como las que señalan que las mujeres son las principales (o únicas) responsables del cuidado de sus hijas e hijos, y que la maternidad es su mayor fuente de valor y de realización social y personal. Se observó que la interiorización acrítica de estos mandatos va en detrimento de su bienestar, en tanto las lleva a experimentar emociones de culpa y frustración al no sentirse "suficientemente buenas madres". Por su parte, la interiorización acrítica de la norma de género que establece que el trabajo doméstico es una responsabilidad natural de las mujeres, se asocia con el hecho de que asuman una carga extra de este trabajo y que vean disminuidas diversas oportunidades, entre ellas, el poder compartir tiempo con sus hijas e hijos.

Acorde con los planteamientos de la teoría estructural del género (Risman, 2004, 2009), los resultados de este estudio evidencian la capacidad que tiene esta estructura para mantenerse vigente, pero también confirman su flexibilidad y permeabilidad. En efecto, mientras la interiorización acrítica de las normas de género que circulan en la cultura da cuenta del poder de esta organización para reproducirse en las identidades de las mujeres, la construcción de referentes morales posgénero evidencia cómo las personas pueden resistirse frente a estos mandatos y "deshacer el género". No obstante, estas transformaciones no son estados de todo o nada, sino procesos complejos que en esta investigación se observaron en las tendencias de reconfiguración identitaria inicial, intermedia y avanzada.

Esta investigación mostró que la inequidad en el trabajo doméstico en parejas heterosexuales, aparte de limitar las oportunidades de trabajo, educación, descanso, socialización y participación política de las mujeres (Aguayo et al., 2017; Razavi 2007) también limita la posibilidad de las madres de compartir tiempo con sus hijas e hijos, lo cual tiende a afectar negativamente su experiencia de maternidad y su bienestar emocional. En este sentido, también fue evidente que, aun en algunas parejas de esta muestra, con una distribución alternativa de los roles de cuidado y provisión económica, este sigue siendo uno de los contextos relacionales en los cuales se presenta mayor inequidad.

A partir de estos resultados se recomienda promover políticas orientadas a favorecer la corresponsabilidad en el cuidado entre padres y madres, y la equidad laboral para las mujeres, como la Ley 2114. Desde una perspectiva estructural y multidimensional del género, para garantizar el éxito en este tipo de leyes es fundamental que estén acompañadas de transformaciones en las normas de género que circulan en la cultura y de reconfiguraciones identitarias hacia unas más equitativas, tanto en hombres como en mujeres. En este sentido, se recomienda el desarrollo de campañas sociales y educativas que: a) cuestionen las normas de género inequitativas que circulan en la cultura reseñadas en este artículo; b) valoren positivamente el ejercicio y desarrollo profesional de las mujeres, la participación de los hombres en el cuidado de sus hijas e hijos, el trabajo de cuidado, independientemente de quien lo realice, y la equidad en la distribución del trabajo doméstico; y c) posicionen las nuevas normas identificadas en este estudio: los referentes morales posgénero. Puntualmente, las nuevas normas que se recomienda fomentar son: El ejercicio y desarrollo profesional pueden ser proyectos de vida y fuente de realización personal para las mujeres, madres; la maternidad puede asumirse y disfrutarse aun cuando la mujer no sea la principal fuente de cuidado de sus hijas e hijos; los hombres también pueden ser la principal fuente de cuidado de las hijas e hijos; el trabajo doméstico es una responsabilidad que debe ser compartida equitativamente en la pareja.

En este mismo sentido, es prioritario favorecer políticas que propendan por condiciones laborales que favorezcan el cuidado de las hijas e hijos y la conciliación trabajo-familia, para hombres y mujeres. La reducción de la jornada laboral, el acceso a tiempos adecuados para poder cuidar y disfrutar de la familia, la valoración del cuidado en el entorno laboral, y la inclusión de políticas de apoyo, hacen parte de las acciones a implementar desde la corresponsabilidad social del cuidado.

En términos del bienestar emocional de madres y padres de familia, se recomienda a las y los profesionales de la salud mental hacer visibles las normas inequitativas de género que circulan en la cultura, analizarlas críticamente, y favorecer nuevas reflexiones en torno a los referentes morales posgénero descritos en este estudio. Esto con el fin de propender por mayores niveles de bienestar individual, y una mayor equidad y satisfacción en las parejas.

Finalmente, se recomienda a las mujeres que han optado por la maternidad y por continuar su ejercicio y desarrollo profesional encontrar en esta aparente tensión una oportunidad para reconfigurar sus identidades hacia unas más equitativas, en las que experimenten mayor bienestar. Para esto, es fundamental ser conscientes de las normas de género presentes en su contexto social y tomar distancia de estas a partir de alternativas como los referentes morales posgénero reseñados anteriormente. En este sentido, es importante reconocer que, desde la corresponsabilidad en el cuidado, es legítimo y primordial continuar con sus proyectos vitales, que pueden incluir el ejercicio y el desarrollo profesional, a la vez que experimentar la maternidad desde la satisfacción y el gozo, y no desde la culpa.


1 De acuerdo con esta teoría, el género es una estructura socialmente construida que establece expectativas, normas y roles diferentes a los hombres y las mujeres, y es inequitativa en tanto otorga mayor valor, poder y privilegio a los hombres (Lorber 2000, 1994; Risman, 2004, 1998).

2 Entendidas como las normas culturalmente construidas, inequitativas y dominantes que establecen la forma en la que los hombres y las mujeres deben comportarse a lo largo de su vida, es decir, organizan los procesos de socialización a partir del sexo (Edstrom et al., 2015). (Esta fuente no está registrada en las Referencias.)

3 Los resultados sobre los procesos de reconfiguración identitaria de los hombres se presentan en González Viveros et al. (2022).

4 Los criterios de inclusión de la muestra fueron los siguientes: 1) Los hijos debían ser menores de 4 años de edad; 2) las parejas debían vivir bajo el mismo techo; 3) los hombres debían ser los principales cuidadores de sus hijos (no tener un trabajo remunerado de más de 15 horas a la semana); 4) las mujeres debían ser las principales proveedoras económicas del hogar (aportar más del 80 % de los ingresos familiares); y 5) la distribución de los roles debía haberse mantenido por lo menos 6 meses.

5 Durante la codificación abierta se identificaron las unidades con sentido (párrafos o interacciones conversacionales) para posteriormente crear códigos, es decir, descripciones cortas, de una o dos palabras, que describieron el contenido de estas unidades. Posteriormente, los códigos similares se organizaron en categorías más amplias. En la codificación axial se identificaron y relacionaron las categorías con las subcategorías con el fin de dar coherencia y sentido a los datos. En la codificación selectiva las categorías se integraron para construir un esquema teórico más amplio, derivado tanto de las reflexiones del análisis como de la contrastación con teorías relacionadas (Charmaz, 2006; Strauss y Corbin, 1998).

6 Las mujeres describieron condiciones como jornadas laborales de más de 8 horas al día, un solo día de descanso a la semana y ausencia de permisos para el cuidado de las hijas e hijos.


Referencias

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