https://DX.DOI.ORG/10.14482/https://DX.DOI.ORG/10.14482/INDES.33.02.924.861

ABRIR LAS CIENCIAS SOCIALES: LA SOCIOLOGÍA HISTÓRICA DESDE AMÉRICA LATINA

Opening the Social Sciences: Historical Sociology from Latin America

Franco Riquelme

Universidad Nacional de Cuyo, Argentina

Franco Riquelme

Licenciado en Historia, Universidad Nacional Tres de Febrero, Buenos Aires, Argentina.Docente, Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina. francoriquelme416@gmail.com. https://orcid.org/0009-0008-8575-5184


Resumen

La Sociología Latinoamericana se ha caracterizado desde el siglo pasado por ofrecer un abanico de teorías y metodologías para estudiar las experiencias sociales de nuestro continente. La mayoría de los cultores/as de la sociología en América Latina han tenido mayormente una formación heterogénea, hibrida, que va desde el campo de la economía, la ciencia política, antropología, historiografía y demografía (lo que denominaré, en términos generales, ciencias sociales). En este artículo me propongo realizar una exposición general de conceptos y temáticas como la definición de América Latina, el vigente debate de las 'situaciones de dependencias', el papel de los intelectuales y la cuestión de la democracia. El abordaje metodológico que desarrollo es la sociología histórica, la cual ha sido una práctica pionera en intelectuales clásicos de América Latina, ya sea de manera explícita o implícita.; al estudiar los cambios sociales y realizar comparaciones de diferentes escalas (nacional, continental y planetario). Es a partir de esta propuesta metodológica que he realizado una serie de problematizaciones que giran en torno a la conceptualización de América Latina, la institucionalización académica de la sociología dentro de las ciencias sociales, la teoría de la dependencia y los vaivenes del largo siglo XX, que ha oscilado en gran parte del territorio latinoamericano entre autoritarismos, democracias y dictaduras militares-burguesas.

Palabras clave: sociología latinoamericana, sociología histórica, América Latina, dependencia.


Abstract

Latin American Sociology has been characterized since the last century by offering a range of theories and methodologies to study the social experiences of our continent. Most sociologists in Latin America have had a heterogeneous, hybrid training that ranges from the fields of Economics, Political Science, Anthropology, Historiography, and Demography (what I will generally call Social Sciences). In this article, I propose to make a general presentation of concepts and themes such as the definition of Latin America, the current debate on 'situations of dependency', the role of intellectuals, and the question of democracy. The methodological approach I develop is Historical Sociology, which has been a pioneering practice in classical intellectuals of Latin America, either explicitly or implicitly when studying social changes and making comparisons at different scales (national, continental, and planetary). It is from this methodological proposal that I have made a series of problematizations that revolve around the conceptualization of Latin America, the academic institutionalization of sociology within the social sciences, the theory of dependency, and the ups and downs of the long 20th century that it has oscillated in a large part of Latin American territory between authoritarianism, democracies, and military-bourgeois dictatorships.

Keywords: Latin American sociology, historical sociology, Latin America, dependence.

Fecha de recepción: 20 de marzo de 2024

Fecha de aceptación: 10 de septiembre de 2024


Introducción

La historia me interesa por razones 'políticas', no objetivas.

(Antonio Gramsci)

El desarrollo de la sociología en América Latina data desde fines del siglo XIX en cátedras universitarias en las que comienza a difundirse las teorías fundadoras de este campo científico, fundamentalmente de Augusto Comte y Herbert Spencer. Luego, en los primeros lustros del siglo XX se sumarán los aportes teóricos de Karl Marx, Max Weber y Émile Durkheim. Estos intelectuales europeos tuvieron la capacidad de legitimar e institucionalizar la sociología a escala planetaria. Esta difusión de saberes científicos no debe hacernos descuidar desde dónde se construyeron los utillajes teóricos-conceptuales para advertir que, en mayor o menor medida, la circulación de saberes está vinculado con el poder (material y simbólico) del Estado moderno (Beigel, 2019, p. 1).

La universalidad de los saberes sociológicos europeos implicó una serie de desafíos a los y las intelectuales de América Latina, porque si pensamos las teorías científicas como cajas de herramientas, es preciso interrogarse ¿qué categorías y/o conceptos me permiten comprender y explicar la realidad latinoamericana?, ¿es necesario producir teorías sociológicas en y desde América Latina, aunque sea para identificar los problemas (político, económico, social) de la región? Y más precisamente, ¿por qué es necesario evitar la aplicación mecanicista de teorías científicas sociales para visibilizar y/o resolver problemas latinoamericanos?

Para estas preguntas y otras que se irán desarrollando a lo largo de este escrito, he considerado conveniente recordar las palabras de la socióloga y politóloga Fernanda Beigel al referir que la sociología -y por extensión las ciencias Sociales- debe ser entendida como "una práctica orientada no sólo a la reproducción sino a la producción de conocimientos sociales (...) para pensar el presente y el futuro de América Latina"1. Por ello, propongo recuperar la clásica tradición del pensamiento latinoamericano que se forja en la segunda mitad del siglo XX, que, si bien es un punto de partida para revisitar, quiero sumarle a ello una mirada de larga duración (al decir de Fernand Braudel) para observar viejos temas y problemas tratados desde los años de Carlos Mariátegui que continúan en nuestro presente.

Así, el estudio de las sociedades latinoamericanas será a partir de una serie de proposiciones elaboradas por el historiador y sociólogo Waldo Ansaldi, que desde la década de 1990 optó por la sociología histórica para combinar disciplinas científicas y ofrecer una explicación, en todo caso diferente, a los siguientes problemas que se expondrán a continuación: a) las diferentes denominaciones de América Latina, b) institucionalización de la sociología latinoamericana, c) tres problemas: el papel periférico de América Latina en el sistema mundial capitalista, el autoritarismo y la democracia.

¿De qué hablamos cuando hablamos de América Latina?

Desde los comienzos de la historia moderna en Nuestra América, principalmente a partir del siglo XIX, el extenso continente fue denominado de diferentes maneras: América Latina, Hispanoamérica, Indoamérica, Afroamérica, Iberoamérica; solo por mencionar algunos. ¿Qué identidades se representan y cuáles son excluidas? ¿Es posible referirnos al continente latinoamericano como una totalidad que asuma no solo la diversidad sino también una unidad? ¿Qué opciones teórico-metodológicas potencian el estudio socio-histórico del continente americano?

La búsqueda histórica por comprender la totalidad latinoamericana es un ejercicio académico de impensar las ciencias sociales, o si se prefiere, tratar de generar un pensamiento posabismal que implica pensar las formaciones sociales y económicas de maneras diferentes a la modernidad occidental.

El concepto de América es como una vasija portadora de múltiples contenidos. Desde el siglo XVI nutrió la imaginación europea, donde se proyectaron sueños, temores y utopías. Los pueblos indígenas como el territorio americano fueron objeto de configuraciones simbólicas: criaturas demoníacas ('bárbaros y salvajes'), el Edén, el Paraíso de Mahoma, incluso otras fabulaciones nominalicias como la tierra de Hespérides o de la Atlántida. "En la misma línea descalificadora, para el naturalista francés Georges-Louis Le-clerc, conde de Buffon, en América hasta los pájaros cantaban mal" (Ansaldi y Giordano, 2012, p. 67).

Lo dicho anteriormente es para visibilizar las diferentes imágenes que ha suscitado América Latina (inclusive hasta la actualidad). El historiador Leslie Bethell, en un artículo titulado "Brasil y 'América Latina'", plantea los orígenes de los diferentes modos de nombrar a nuestro continente, cuestión que se hizo harto evidente para el siglo XIX, en el que intelectuales franceses, chilenos, colombianos proponían y polemizan sobre cómo denominar a un colectivo heterogéneo, diverso, pero que a su vez encontraba una unidad en la propia identidad si se la constataba con Europa o Estados Unidos.

Aquí convengo en recordar el poema "Las dos Américas" (1865)2, de Torres Caicedo, en el que ya propugnaba el sentido de unidad y diversidad al destacar los "Pueblos del Sur" y "América en el Norte" (Bethell, 2012, p. 54). La fecha del poema es interesante, pues resulta ser en el marco de una transición y/o consolidación de un orden colonial a uno moderno, y allí juega un papel importante la idea de la identidad. Entre 1850 y 1860 se mantuvo la idea "de una identidad hispanoamericana común, más fuerte que los 'nacionalismos' locales y regionales" (Bethell, 2012, p. 55). Una cuestión altamente revolucionaria si lo analizamos desde nuestro presente, porque se trató de partir de visiones de conjunto, es decir, la combinación de perspectivas que permita comprender y explicar la unidad y diversidad de nuestro continente. Dicho explícitamente, las propuestas de 'intelectuales nacionales' radicaron en pensar América Latina como una totalidad que asume múltiples realidades y en su mayoría coincidían3 en rescatar y/o recuperar la totalidad que implica el riesgo de asumir que es más que las partes.

Con todo, América Latina ha sido y es un proyecto político que se enriquece, insisto, por su diversidad de colectivos culturales y lingüísticos, lo que vendría a incluir a Brasil, pese a que su recorrido histórico tuvo durante el siglo XIX y buena parte del XX una cercanía política y cultural con Europa y/o Estados Unidos (Bethell, 2012, pp. 61-67). Es más, pensar en la dicotomía castellano y/o portuguesa parlante es reducir e invisibilizar que América Latina tiene la mayor riqueza del mundo en familias lingüísticas, donde existen 522 pueblos originarios que hablan 420 lenguas distintas y muchas de ellas son transfronterizas, por ejemplo, el quechua está presente en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Perú (Ansaldi y Giordano, 2016, p. 2).

Por otra parte, y a modo de cierre de este apartado, quisiera destacar el papel de América Latina en la Historia mundial a partir de tres criterios desarrollados brevemente. En primer lugar, establecer que el sistema-mundo moderno se comenzó a gestar a finales del siglo XV, según Karl Marx, a partir de esa época se inicia la biografía moderna del capital4. ¿Por qué? La cuestión estriba en pensar un doble proceso histórico que fue la conquista y colonización del continente americano que posibilitó a Europa la anexión de vastas para acceder a otros mercados (principalmente los de Asia), proveerse de alimentos, mano de obra, recursos minerales, entre otros.

En segundo lugar, el desarrollo de formaciones capitalistas en América Latina ha sido un extenso debate, fructífero, por cierto, que se dio en el periodo 1965-1975. La cuestión no era menor: ¿América Latina en elproceso de colonización fue feudal o capitalista? Pensar el modo de producción en las sociedades latinoamericanas generó diferentes perspectivas de análisis y, por supuesto, de enjun-diosos debates, como los de José Carlos Mariátegui y Haya de la Torre en la década de 1920 respecto al colonialismo latinoamericano y la formación económico social del Perú, aunque también reflexionan sobre la extensión latinoamericana. Sin embargo, aquí y ahora5 quiero mencionar únicamente a Immanuel Wallerstein6(1979), que sostuvo una mirada atlántica, holística, en la que América se constituyó como parte fundamental del proceso de formación del sistema economía mundo. Asimismo, Sergio Bagú7 (1949) señaló que América Latina no era una prolongación del feudalismo europeo, sino parte del ciclo del capitalismo naciente.

En tercer lugar, hay que destacar que el inicio biográfico de la modernidad fue violento. Mejor dicho, en plural, de violencias. El doble proceso de conquista-colonización fue el comienzo de imposiciones políticas, económicas, culturales y sociales, el despojo de las tierras a los pueblos originarios a partir de matanzas que se contabilizan por millones, y que, por cierto, exceden los propósitos de este escrito. Pero sí mencionar que las violencias es un elemento central para entender y explicar el orden colonial y luego capitalista de nuestras sociedades.

Abrir las ciencias sociales: La opción por la Sociología Histórica

La sociología histórica se desarrolló en Estados Unidos y fue "una respuesta a la fuerte expansión de los microanálisis tributarios del estructuralismo funcionalismo hegemónico en los distintos ámbitos disciplinarios. (...) En América Latina [la sociología histórica] se afianzó (...) como movimiento contra el colonialismo intelectual" (Acosta et al., 2015, p. 114).

En este sentido, Waldo Ansaldi, como científico social híbrido -al combinar la ciencia política, sociología e historiografía- incorporó en sus estudios las enseñanzas de Fernand Braudel (1968) respecto al análisis del tiempo, siendo tres: el corto (acontecimiento), el medio (coyuntura) y el largo (estructura). No pretendemos, aquí y ahora, desarrollar las formas de organizar el tiempo, pero sí advertir que la Historia está atravesada por estos diferentes ritmos que involucran a la política-económica, lo social y también a las estructuras mentales, es decir, la cultura (lo que Braudel denominaba 'cárceles de larga duración').

La sociología histórica permite asumir el riesgo -siendo un campo fértil- para la imaginación y/o creatividad académica, ya sea por la hibridación de corpus teóricos de disciplinas como también por examinar el cambio social desde una corta y larga duración. A modo de ejemplo, y considerando los últimos estudios de investigación llevados a cabo por Ansaldi, la sociología histórica permite animarnos a la realización de análisis sociohistórico que propongan una comparación de escalas (espaciales y temporales) a nivel regional (latinoamericano) y mundial a partir de los Ciclos Sistémicos de Acumulación del capital (concepto del italiano Giovanni Arrighi) y los Patrones de Acumulación del Capital para elaborar una explicación del funcionamiento y las características de la economía-mundo capitalista y poner énfasis en el papel de América Latina para la formación de dicho sistema desde finales del siglo XV.

Permítaseme una breve digresión que viene al caso. Ansaldi afirma que no fue consciente de su recorrido inicial hacia la sociología histórica, sino que fue un cúmulo de lecturas previas que iban desde Marx, Weber, Barrington Moore, Braudel, Charles Wright Mills, entre tantos otros. Esta serie de autores fueron el motor académico para que junto con Alfredo Puccciarelli crearan el área de Sociología Histórica8 en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. (Acosta et al., 2015, p. 177). Ansaldi argumenta que:

los padres de la sociología hicieron sociología histórica, aunque no la llamaron así ni Marx, ni Weber, ni Durkheim. Luego se sumaron los aportes de la sociología crítica norteamericana. Pero además es muy interesante sostener que toda la tradición de las ciencias latinoamericanas, antes de que se hablara de hibridación de disciplinas, hacía precisamente eso: hibridar disciplinas9 (Acosta et al., 2015, p.179).

Retomo. Desde la sociología histórica se estimula un desafío weberiano, que es el siguiente: ¿por qué los acontecimientos y/o procesos históricos se desarrollaron de una manera específica y no de otra? Esto implica una reflexión de

por qué en el mundo no todas las sociedades se dirigen hacia un cierto punto (...) [Entonces] es pensar que, en toda situación histórica, los hombres y las mujeres tienen dos o más opciones. La historia no es una historia de fatalidades, es una historia de posibilidades. Por qué una posibilidad se impone sobre la otra es lo que la sociología histórica puede explicar. No cambia la historia, no inventa nada, sino que incrementa la calidad de la explicación. (Acosta et al., 2015, p. 181)

En sintonía afín, la socióloga Verónica Giordano, al realizar una breve genealogía de la sociología latinoamericana, refiere que:

lleva la marca ineluctable de la interdisciplinariedad, o, mejor dicho, de la hibridación de disciplinas. Los diálogos y tránsitos entre fronteras disciplinarias son evidentes en los primeros pasos hacía la institucionalización de la sociología como ciencia. Pensemos en Gino Germani (1911-1979) y su grado en Economía y Filosofía; en Pablo González Casanova (1922- [2023]) y sus primeras incursiones en la Historia y la Antropología; en Orlando Fals Borda (1925-2008) y sus estudios en Literatura Inglesa. (Acosta et al., 2015, p. 106).

La mención anterior son solamente algunos ejemplos que no agotan las referencias de intelectuales devenidos en clásicos. En buen grado, la descripción de autores es coincidente con el trabajo comparativo realizado por Alejandro Blanco y Luiz Jackson (2017), en el que también destacan a Florestan Fernandes por sus estudios políticos y sociológicos en Brasil.

Ahora bien, la institucionalización de la sociología latinoamericana se desarrolló en los siguientes territorios: en México, Brasil y Argentina. En los tres casos se logró "implantar una nueva cultura intelectual, marcada por la exigencia de cientificidad, la valorización del trabajo colectivo, la imposición de un nuevo lenguaje, y por la consecución de programas de investigación innovadores, ambiciosos y ampliamente consagrados" (Blanco y Jackson, 2017:9).

Así, traigo a colación un interrogante que viene al caso: ¿De qué manera la ciencia social puede despertar el interés del sentido común a partir de ciertas temáticas como la democracia, derechos y desigualdad? Teniendo en cuenta que el desafío de las ciencias sociales no solo consiste en elaborar respuestas a planteamientos que se propone, sino en tener la capacidad de crear las preguntas adecuadas al problema. En este punto es interesante la reflexión de Jorge Graciarena cuando explica que cada tipo de sociología "significa una distinta selección de problemas y un ocultamiento de otros" (Graciarena, 1967, como se cita en Acosta et al., 2015, p. 111).

Ahora bien, como venía exponiendo, la institucionalización de la sociología latinoamericana logró "implantar una nueva cultura intelectual, marcada por la exigencia de cientificidad, la valorización del trabajo colectivo, la imposición de un nuevo lenguaje, y por la consecución de programas de investigación innovadores, ambiciosos y ampliamente consagrados" (Blanco y Jackson, 2017, p. 9). En cada país mencionado destaca un intelectual: Gino Germani en Argentina, Florestan Fernandes en Brasil y Pablo González Casanova en México. No es casual que estos intelectuales hayan promovido las universidades más importantes de América Latina, a saber: "la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la Universidade de Sao Paulo (USP)" (Blanco y Jackson, 2017, p. 10).

En el caso de Germani, su desarrolló intelectual se construyó con base en comprender y explicar los procesos de modernización en Argentina, como también diversos estudios dedicados al régimen peronista. Todos sus proyectos académicos se vieron truncados con el golpe de Estado de 1966, con el que el "Departamento de Sociología de la UBA fue prácticamente desmantelado: de los 28 profesores que lo integraban en 1996 sólo cuatro [quedaron] en 1967" (Blanco y Jackson, 2017, p. 14).

Por otra parte, el intelectual Florestan Fernandes se aproximó a los estudios políticos del Brasil y Latinoamérica en 1960. Sus estudios son amplísimos, pues van desde el folclore infantil, estudios de pueblos indígenas como los Tupinambá y respecto a prejuicios raciales. De manera similar al exilio de Germani, el autoritarismo brasileño generó en Florestan un quiebre en su desarrollo intelectual que devino posteriormente en una combinación con "la mili-tancia política [de izquierda], y que ganaría un perfil concreto con su adhesión al Partido de los Trabajadores y su elección como diputado federal en los años ochenta" (Blanco y Jackson, 2017, p. 14).

El que contrasta con los autores mencionados es Pablo González Casanova, debido a que heredó un fortísimo capital social y cultural por parte de su padre, siendo un intelectual a inicios del siglo XX en estudios de Filología y Antropología. Al comienzo de su profesión académica, siendo magíster en Historia, supo combinarlo con estudios sociológicos con gran influencia del francés Fernand Braudel. Asimismo, tuvo a partir de su padre un legado de contactos académicos y literarios que fortalecieron su porvenir académico. En 1963 publica su célebre obra Democracia en México, que solo en una década llegó a tener más de seis ediciones en diferentes idiomas. Este trabajo académico posibilitó "someter a crítica un tema que hasta entonces era tabú en el debate intelectual: la naturaleza del sistema político posrevolucionario" (Blanco y Jackson, 2017, p. 20).

Ahora bien, las comparaciones respecto a la institucionalización de la sociología en las regiones mencionadas es durante el periodo 1930-1970. Un aspecto para destacar es que Buenos Aires y Sao Paulo fueron (y son) capital política, y eso explica el alto grado de politización en la vida intelectual. Lo cual, a su vez, permite comprender el abordaje de temas-problemas realizado por los autores, siendo en el caso de Germani y Casanova aspectos coyunturales del momento histórico, mientras que Fernandes lo hizo posterior al golpe de Estado en Brasil de 1964.

Quisiera dejar abierto un interrogante y es ¿cómo se vincula el mundo intelectual con el político? Blanco y Jackson (2017, p. 204) nos arrojan unas pistas, sugerencias, y es tener en cuenta a mitad del siglo XX el papel del Estado con respecto a la educación, donde se fue gestando un proceso de modernización académica. De todos modos, me parece que una respuesta más sólida requiere un desarrollo de la historia de las ideas en América Latina desde el siglo XIX, porque considero que hay que insertar toda coyuntura, acontecimiento histórico dentro de una larga duración, es decir, una articulación entre pasado-presente (y viceversa) que sea capaz de detectar los cambios y permanencias en las sociedades latinoamericanas y, por ende, en el papel de los intelectuales dentro del ámbito político.

Amén de lo mencionado en este apartado y este párrafo, precisamente, es dable mencionar el aporte intelectual de Sergio Bagú (1911-2002) como abogado, historiador y sociólogo que descuella en decenas de artículos y una serie de libros, en los que destaco, por devenir en clásicos: Economía de la sociedad colonial. Ensayo de historia comparada de América Latina (1949), Estructura social de la colonia (1952) y Tiempo, Realidad Social y Conocimiento (1973). Con todo, el intelectual argentino Bagú fue un propulsor de pensar problematizar Nuestra América a partir de la selección de un utillaje teórico que se correspondiera con la observación empírica de la realidad y alejarse de las modas intelectuales, que alguna vez denominó como parte de una colonización cultural (Bagú y Gussoni, 1967).

La antesala al desarrollo de la Teoria de la Dependencia

La Comisión Económica para América Latina (Cepal) tiene un texto fundacional, escrito por Raúl Prebisch (1949): El desarrollo económico de la América Latina y sus principales problemas, que contiene un método histórico estructural para analizar el proceso de modernización en América Latina. De hecho, la introducción de Prebisch es tenaz, directa, al decir:

La realidad está destruyendo en la América Latina aquel pretérito esquema de la división internacional del trabajo (...) En este esquema a la América Latina venía a corresponderle, como parte de la periferia del sistema económico mundial, el papel específico de producir alimentos y materias primas para los grandes centros industriales. (p. 1. Itálicas nuestras)

Según la lógica del autor argentino, las condiciones sociohistóricas de la industrialización latinoamericana se hacen posibles en la década de 1930. Aquí una doble cuestión coyuntural: crisis económica mundial y periodo de entreguerras que abre una posibilidad de tomar otro curso en varios países periféricos, debido a que las ventajas económicas de la división internacional se quedaban en las regiones centrales. Por eso, la industrialización10 es una de las vías "para ir captando una parte del fruto del progreso técnico y elevando progresivamente el nivel de vida de las masas" (Prebisch, 1949, pp. 2-3). Es más, considera que la industrialización puede combinarse con el modelo agroexportador, ya que "la solución no está en crecer a expensas del comercio exterior, sino en saber extraer, de un comercio exterior cada vez más grande, los elementos propulsores del desarrollo económico" (p. 4).

Así, el economista argentino plantea: ¿qué objetivos se persiguen con la industrialización?, ¿de qué manera debe crecer la región con fuerzas políticas, económicas endógenas o exógenas? Preguntas que tienen una clara intención política de fondo y es buscar una solución a la relación desigual entre centro y periferia. Esto es bien interesante, pues Prebisch supo identificar un núcleo duro de la desigualdad en el sistema-mundo capitalista y que es una tentativa para acercarse a una reflexión de los interrogantes expuestos. Sin más vueltas, el autor explica que:

no podría comprenderse la razón de ser de este fenómeno [la dependencia], sin relacionarlo con el movimiento cíclico de la economía y la forma en que se manifiesta en los centros y la periferia. Pues el ciclo es la forma característica de crecer de la economía capitalista y el aumento de productividad uno de los factores primarios del crecimiento. (pp. 22-23)

Ahora bien, en el sexto apartado, "Los límites de la industrialización", Prebisch nos advierte, como bien indica el título, los límites estructurales de la industrialización en América Latina debido a factores que puedo sintetizar del siguiente modo11: el poder hegemónico de Estados Unidos (y antes Gran Bretaña) ha realizado desde comienzos del siglo XX actividades política-económicas a escala planetaria -llevadas a cabo por agencias gubernamentales y empresas- que tienen la capacidad de expansión del capital a escala global, primero de manera material, y por último, financiera. Por lo tanto, hay un bloque específico de agencias gubernamentales y empresariales que han tenido la capacidad de imponer sus reglas y deseos en todos los aspectos societales, esto es, económico, político, militar, diplomático e incluso cultural.

Pasado y presente: La dependencia latinoamericana

Hay libros que no pierden vigencia y siguen posibilitando reflexiones, interrogantes, incomodando al espíritu humano, y por eso son clásicos, como es el caso de Dependencia y desarrollo en América (1969), escrito por Fernando Enrique Cardoso y Enzo Faletto. El trabajo de investigación colectivo visibilizó un problema de larga duración en el continente, pero que a mitad del siglo XX -entre jirones de revoluciones, autoritarismo y democracias- se puso en cuestionamiento el statu quo capitalista: ¿Qué obstáculos, resistencias estructurales impidieron transformaciones en la economía-política de países latinoamericanos? ¿Cuál es la lógica de funcionamiento y adaptación (temporal-espacial) de la dependencia latinoamericana en la economía-mundo capitalista? He aquí un viejo problema persistente que se inserta en la totalidad latinoamericana desde finales del siglo XV hasta el presente, lo cual Ansaldi (2022, p. 31) denomina como dos momentos de larga duración.

El primero, comprende el orden colonial desde 1492 hasta 1898, siendo relevante aquí el papel de América para la formación y consolidación del capitalismo; por otro lado, la formación de matrices societales (plantación, hacienda y estancia) que se constituyeron como unidades de producción durante el orden colonial. El segundo momento es la "América jurídicamente independiente", que tiene sus inicios a fines del siglo XIX y comprende procesos todavía en curso, es decir, actuales. Así, cabe destacar

la construcción de los Estados, la formación de las naciones, la adecuación e inserción de las economías en el mercado mundial según la teoría de las ventajas comparativas (...) y el pasaje de las sociedades estamentales a las sociedades de clases. (Ansaldi, 2022, p. 31)

En ambos casos, la presión de los ciclos sistémicos de acumulación condicionó las diferentes formas de modernización capitalista y sus regímenes de acumulación, por ende, la estructura societal de América. Esto se hace más evidente en la formación de Estados nacionales bajo formas de dominación política oligárquica que, en la mayoría de los casos, representaron los intereses del capital extranjero y, con ello, la prioridad del mercado mundial sobre el interno y nacional.

Así, un núcleo duro de la dependencia latinoamericana sería "las condiciones de existencia y funcionamiento del sistema económico y del sistema político, mostrando las vinculaciones entre ambos, tanto en lo que se refiere al plano interno de los países como al externo" (Cardoso y Faletto, 1969, p. 24). Esto posibilita comprender la relación asimétrica, desigual y combinada del desarrollo capitalista, regiones que devienen 'centro' y otras 'periféricas'. Asimismo, quiero mencionar que la implementación del capitalismo supuso en América Latina conflictos de clase y/o casta que en su mayoría concluyeron con el desarrollo de Estados oligárquicos que tuvieron la capacidad de insertar las economías locales en el mercado mundial. Entonces, acabado el colonialismo, el nuevo pasaje fue la dependencia al capitalismo monopólico, cuya hegemonía planetaria fue ejercido por el Reino Unido.

Los antecedentes teóricos del concepto "dependencia" pueden rastrearse desde fines del siglo XIX con los aportes de Marx y Engels respecto a la situación colonial, como también toda la corriente marxista que va desde Lenin, Luxemburgo, Mao Tse-tung hasta las reflexiones de Paul Baran acerca del fenómeno del 'sub-desarrollo', solo por mencionar unos antecedentes a lo que sería el paroxismo de la reflexión que suscitaría en los años sesenta y setenta lo que se ha denominado como 'Teoría de la dependencia' (Bam-birra, 1977, p. 4). Asimismo, "no fue pues aleatorio que los primeros intentos de elaboración de las tesis sobre la dependencia hayan surgido en Brasil (...) durante el gobierno Kubitschek" (Bambirra, 1977, p. 6). A su vez, también los intelectuales de esta teoría latinoamericana incorporaron las experiencias prácticas y teóricas del pensamiento nacionalista y desarrollista12, esta última, de corte burguesa, buscaba un motor de desarrollo autónomo, y de allí es posible comprender el financiamiento y tratamiento de las problemáticas latinoamericanas (dentro de los límites estructurales que permite el sistema capitalista) abordadas por la Cepal.

La socióloga toma como ejemplo al programa de la Unidad Popular, liderado por Salvador Allende, como una forma de romper con la dependencia, debido a que en este país a mitad del siglo XX descollaba un movimiento político, social y cultural revolucionario, cuya finalidad contemplaba lo siguiente, "terminar con la dominación oligárquica-imperialista, (.) nacionalizar las grandes empresas monopólicas industriales, mineras, agrícolas, (.) es decir, golpear el eje básico [núcleo duro, yo diría] de la dominación burguesa-imperialista."(Bambirra,1977, pp.7-8).

A su vez, todo el libro de Bambirra tiene una constante, un criterio político, que es el siguiente:

solo se puede lograr una crítica sistemática de un pensamiento, de una interpretación, si uno es capaz de situarse desde una perspectiva de conocimiento, de análisis y de interpretación superior, es decir, cuando uno puede situarse desde una concepción analítico-explicativa coherente que supere con creces el pensamiento criticado. (Bambirra, 1977, p. 14)

Dicho esto, la primera critica que realiza es dirigida hacia Agustín Cueva, que menciona que los estudios sobre la dependencia son especialmente sociológicos, cuando, en realidad han existido (todavía hasta el presente) estudios de diversas disciplinas, como la historia, ciencias políticas, economía, entre otras.

Por ello, Bambirra (1977) le cuestiona, hasta en un sentido de la Sociología Histórica, "la ciencia social no tiene compartimentos cerrados" (p. 16). Esto se debe, además, a que, según Bambirra, el intelectual ecuatoriano descuida la totalidad al priorizar algunas partes (temas y/o problemas) de la dependencia, como ha sido su caso al centrarse específicamente en el sistema productivo latinoamericano. Quiero acotar algo más y es respecto a la traductibilidad de las categorías que implícitamente refiere Bambirra para criticar a Cueva, ya que el autor en muchas ocasiones luchó teóricamente con 'molinos de viento' por no saber comprender la utilización y la lógica (¡aun si los orígenes conceptuales fuesen burgueses!) de imperialismo, desarrollo capitalista, lucha de clases, expresión ideológica, marxismo, etc. Aquí hay una proposición interesante en reiterar que América Latina es parte constitutiva del sistema-mundo capitalista y, por lo tanto, se comparte una lógica, pero que se historiza de diferentes maneras en los territorios.

Por otra parte, Bambirra analiza el enfoque de análisis de Octavio Rodríguez, que establece una articulación, una confrontación entre los estudios de la Cepal y los de la Teoría de la Dependencia, llegando al punto de establecer planteamientos que conducen "a una interpretación simplista de que hay un consenso [entre ambas corrientes] sobre la cuestión [de la fase] de estancamiento (.) en algunos países" (Bambirra, 1977, p. 30). A su vez, Bambirra es contundente en que el sociólogo Rodríguez interpretó equívocamente más de un artículo y libro de autores clásicos como Theotonio Dos Santos Cardoso y Faletto, Gunder Frank, en los que intenta realizar una crítica 'cola de paja', pues crea argumentos que supuestamente dicen estos autores para ajustar su propio criterio de análisis. Bien lo expone Bambirra (1977):

no se puede, con un mínimo de respeto por el pensamiento ajeno, tomar un trabajo de un autor y criticarlo como si fuera su pensamiento. Sobre todo, cuando el trabajo seleccionado -sea libro o artículo- no es aquel en que el autor desarrolla los aspectos que el crítico busca analizar. (p. 31)

Debido a esto, quisiera finalizar definiendo qué es la dependencia a partir de una serie de proposiciones que no agotan el estudio del tema-problema.

a) La dependencia latinoamericana es una situación histórica condicionante desde los tiempos de la conquista y colonización a finales del siglo XV. A partir de allí, hasta el presente, se condicionaron las estructuras societales (política, económica, social y cultural).

b) La dependencia latinoamericana debe ser comprendida y explicada a partir de una visión de conjunto totalizadora que recupere las grandes explicaciones; estos son, como decía Lenin a principios del siglo XX: evitar la priorización de lo regional (nacional) y tener presente la coyuntura y procesos históricos internacionales.

c) Las economías nacionales de América Latina han sido, en términos generales, desde finales del siglo XIX, economías abiertas hacia el mercado mundial y debilitando las economías regionales y artesanales. Esta gran divergencia puede ser comprendida si aprendemos como cientistas sociales las lecciones del pasado; ya sea por mencionar como ejemplos los populismos clásicos del peronismo en Argentina, Cárdenas en México y Vargas en Brasil. Por más que se impulsen proyectos reformistas que traten de mejorar la calidad de vida de los sectores populares, toda medida política-económica encuentra sus límites estructurales propio de la lógica centro-periferia en el sistema capitalista.

El papel de los intelectuales en tiempos de Revolución, democracia y autoritarismo

La dependencia fue y es un tema-problema central en las academias latinoamericanas. Fernanda Beigel considera que desde mitad del siglo XIX se inicia una "independencia mental" para pensar los problemas de América Latina desde una manera auténtica. Estas primeras consideraciones cobraron mayor fuerza en "la década de 1920 con el debate cosmopolitismo-nacionalismo, y reapareció a fines de 1950 con los movimientos de descolonización y el liberacionismo" (Beigel, 2010, p. 129). Asimismo, será a partir de los años 1964 y 1973 que se generan las condiciones sociohistóricas para el estudio de la dependencia latinoamericana en la sociología, más precisamente, en Chile (Santiago), bajo el gobierno socialista de Salvador Allende (1970-1973).

La Escuela Latinoamericana de la Dependencia tratará sobre la condición periférica de América Latina en el sistema-mundo capitalista. Aquí considero necesario conceptualizar de qué hablamos al decir 'dependencia'. Beigel (2010) distingue tres modalidades: "a) la dependencia, como una condición histórica cambiante; b) el de-pendentismo, como teoría social elaborada entre 1964 y 1973, y c) los dependentistas, es decir, los académicos que desarrollaron este enfoque desde diferentes espacios institucionales" (p. 130).

Así, durante el período de dominación oligárquica se desarrolló el modernismo hispanoamericano entre 1870 y 1900; siendo "un movimiento literario que expresó las nuevas perspectivas de sociedades que habían vivido procesos de movilidad ascendente y la inmigración europea" (Beigel, 2010, p. 130). La mayoría de los escritores utilizaron el periódico para difundir el reclamo de los derechos civiles y políticos. En este sentido, ensayistas como "José María de Hostos, Manuel González Prada y José Martí consideraban que la independencia política era formal e incompleta, ya que las empresas británicas y estadounidenses dominaban los sectores más dinámicos de la producción nacional." (Beigel, 2010, p. 130).

Por otra parte, en la década de 1940 se conformó la Comisión Económica para América Latina (Cepal), "creada en el marco de las Naciones Unidas, impulsó una reflexión acerca del impacto del progreso tecnológico y el involucramiento de los gobiernos latinoamericanos en políticas de desarrollo" (Beigel, 2010, p. 131). En este contexto tenemos el desarrollo del estructuralismo cepalino a través de la célebre publicación de Raúl Prebisch en 1949 (desarrollado en un anterior apartado). Allí, el economista argentino plantea tres problemas estructurales en la periferia latinoamericana, 1) el desempleo, 2) desequilibrio económico externo, 3) desigualdad en los términos de intercambio con regiones centrales. En sintonía afín, pero con una diferencia sustancial en cuanto a la detección de los problemas de la desigualdad, fueron los dependentistas que "se concentraron en el conflicto de clase y el poder estatal para explicar el subdesarrollo" (Beigel, 2010, p. 132).

El centro académico en Santiago de Chile a mitad del siglo XX se debió a "la relatividad estabilidad institucional y el asentamiento de organismos internacionales; el desarrollo de la educación superior y la política de fortalecimiento de la investigación científica estimulada por el gobierno chileno mediante fondos estatales" (Beigel, 2010, p.132). Además, no hay que descuidar que la masiva migración de intelectuales en zonas allende como Argentina y Brasil (solo por mencionar estos casos) que estaban bajo gobiernos dictatoriales por las Fuerzas Armadas.

Desde la Cepal se conformó el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), dentro de la cual fue

relevante la experiencia de gestión de Celso Furtado y la llegada de sociólogos como Fernando H. Cardoso, todo lo cual se expresó en el seminario llevado a cabo en ILPES, en junio de 1964 (...) este seminario puede considerarse como el momento fundacional de la "teoría de la dependencia". (Beigel, 2010, p. 133)

La relación más fecunda que comienza a prosperar por aquellos años es entre las formas de estructuras y los cambios sociales, destacándose como pionero Sergio Bagú, al sostener el importante papel de América para la formación y consolidación del capitalismo a escala planetaria y que en nuestro territorio se historizó de maneras diferentes a otras regiones (caso europeo) en la economía, clases sociales, Estado y nación.

Un laboratorio fuera de serie: Marxismo y religión en América Latina

A partir de lo desarrollado en apartados anteriores podemos comprender que la mitad del siglo XX, más precisamente en la década de 1960, fue políticamente revolucionario en todas partes del mundo; América Latina no fue la excepción. A su vez, la complejidad de este período comprendió diferentes tipos de dictaduras en América Central y el Caribe, como también un fuerte repudio anticomunista por parte de Estados Unidos, que proyectó diversas políticas, a modo de 'sistema de defensa' del continente. En buen castellano, evitar a toda costa que "el patio trasero" norteamericano se identificase con cualquier idea y/o acción comunista.

Así, en este marco histórico esbozado, considero que la Revolución cubana fue un parteaguas, es decir, marcó un antecedente formidable, siendo así el 'laboratorio' de muchos intentos revolucionarios13 a posteriori. Ya sea tratando de imitar, replicar aquella metodología guerrillera, convocatoria campesina, utilización de los medios de comunicación, y a su vez, ampliando el marco teórico del marxismo.

Ahora bien, teniendo claro que la nota dominante en la década de 1960 fue de carácter revolucionario es como podemos comprender el origen y desarrollo de la "Teología de la Liberación" como fue "la expresión de un vasto movimiento social" (Lowy, 1999, p. 47). Esta corriente abarcó diferentes sectores de la Iglesia en América Latina, desde lo académico hasta organizaciones populares. El sociólogo Michael Lowy considera que una denominación adecuada a este fenómeno político-social sería llamándolo "cristianismo liberacionista", basándose a partir de una ética de la comunidad similar a lo propuesto por Max Weber14

La caracterización de Lowy es interesante porque añade algo para tener en cuenta. La corriente liberacionista vino a romper con un pasado conservador dentro de la Iglesia, y coincido en preguntar, como Lowy, "¿dónde se originaron estas orientaciones con nuevo rumbo? ¿Por qué dejó la Iglesia de concebir su influencia en la manera tradicional a través de sus relaciones con las élites sociales, con el poder político?" (Lowy, 1999, p. 56). A estas preguntas, su respuesta es la siguiente:

la génesis del cristianismo liberacionista como movimiento social en Latinoamérica: a saber, que fue el resultado de una combinación o convergencia de cambios dentro y fuera de la Iglesia a fines de los años cincuenta, y que se desarrolló de la periferia al centro de la institución. (p. 57)

Por otra parte, no descarta la opción explicativa de sociólogos cristianos cuando refieren que "la Iglesia cambió porque la gente 'tomó' la institución, la convirtió y la hizo actuar de acuerdo con sus intereses" (p. 57). En efecto, esto puede comprenderse a partir de la reforma mundial eclesiástica que fue el Concilio Vaticano II (19621965), que tuvo como objetivo un aggiornamiento a las demandas de las sociedades occidentales precisamente. Algunos principios que quisiera destacar son la búsqueda de la igualdad, de la justicia, la paz mundial en el contexto histórico de la Guerra Fría (1947-1991), el diálogo ecuménico e interreligioso dentro de la Iglesia católica para generar una mayor atracción hacia hombres, mujeres y niños.

Cualquiera que sea la explicación que se tome en torno a los cambios de la Iglesia es, notable que la institución religiosa y sus adeptos supieron leer la coyuntura y proceso histórico en curso, digámoslo una vez más, la posibilidad de reestructurar el sistema capitalista por vía revolucionaria (socialista) o, en su defecto, reformista (populismos nacionales). En este sentido, la Iglesia a partir de la década de 196015 redefine su interpretación del mundo incorporando la 'filosofía de la praxis' (como le gustaba decir al italiano Antonio Gramsci) y convirtiendo al continente latinoamericano en un laboratorio de interés internacional, ya sea por lo siguiente: guerrillas campesinas, católicos sumándose a la lucha armada, la vinculación fructífera entre marxismo y catolicismo, el socialismo por vía democrática en Chile (1970), etc.

Así, en un contexto histórico dominado por la extensión de movilizaciones es fácil advertir (al menos desde nuestro presente) la fuerza de una doctrina religiosa que posibilitó/posibilita, en nuestro continente, construir consenso, debido a que el catolicismo es parte de la cultura popular, donde se encuentra el núcleo central de este movimiento: la preocupación por los pobres. Dicho esto, aquí resulta necesario recuperar el aporte del colombiano Camilo Torres Restrepo, que supo combinar su formación religiosa como sacerdote (1954) y sociólogo (1958) para establecer una serie de vinculaciones teóricas y prácticas entre el catolicismo y el marxismo, es decir, inspirado por el Concilio Vaticano II y la Teología de la Liberación. En 1965, escribió un artículo titulado Encrucijadas de la Iglesia en América Latina, en el que expreso lo siguiente:

No seremos juzgados de acuerdo con nuestras buenas intenciones solamente, sino principalmente de acuerdo con nuestras acciones a favor de Cristo representado en cada uno de nuestros prójimos: Tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber16.

Ahora bien, Camilo Restrepo no se quedó únicamente en la crítica a la religión católica, sino que alentó a que todo humano que se considerase cristiano debía ser revolucionario para construir una nueva sociedad más justa e igualitaria. De allí que el sacerdote rebelde en 1965 se uniera al Ejército de Liberación Nacional (ELK), en el que estableció un programa político con diez principios, en los cuales consideraba, principalmente, la reforma agraria y urbana.

Así, el sacerdote revolucionario Torres fue un pionero para acrecentar la teoría y práctica de los teólogos liberacionistas. Por este motivo, pretendo destacar únicamente dos de los ocho puntos que menciona Lowy (1999) respecto al "catolicismo revolucionario": 1) una denuncia moral y social al capitalismo dependiente por ser considerado un "pecado estructural" y 2) la utilización del utillaje teórico del marxismo para comprender y explicar la pobreza y desigualdad en América Latina (p. 51). En ambos principios religiosos es evidente que el marxismo fue una caja de herramientas (teórico-conceptual), aprovechado también por la Iglesia, que además tuvo fuerte arraigo en los jóvenes con un fuerte sentido revolucionario en 1960, donde "la tradición ética anticapitalista de la Iglesia empezó a articularse alrededor del análisis marxista del capitalismo -que incluye también una condena moral de la injusticia-, específicamente en la forma de la teoría de la dependencia" (Lowy, 1999, p. 100).

Por último, la originalidad en la Teología de la Liberación es haber interpretado las desigualdades latinoamericanas y sumarse a los diferentes intentos revolucionarios del siglo pasado (podría decirse un periodo que va desde 1950 hasta 1970) en Argentina, Chile, Nicaragua, Cuba, Brasil... la lista es extensa y sus resultados (éxitos y fracasos) también. En este contexto histórico, la Teología de la Liberación estableció una nueva perspectiva de la Historia17, donde el papel principal serían los derrotados, los pobres, los excluidos del sistema capitalista.

Conclusión de los itinerarios: América Latina es una liebre esquiva

América Latina es un laboratorio auténtico para cualquier cientista social, donde la afirmación de nuestro continente (primer apartado) hasta las acciones realizadas por la Iglesia católica (último apartado) solo pueden ser comprendidas y explicadas a partir de un abordaje científico; aunque parezca obvio y trivial, es apelar al uso de teorías para ofrecer más o mejor conocimiento o, en todo caso, una explicación diferente (Ansaldi, 2022, p. 23).

Así, considero que los primeros intentos auténticos de pensamiento histórico y sociológico podrían tener su punto de partida con la vasta producción y divulgación académica (también artística) realizada por José Carlos Mariátegui (1894-1930), a quien considero necesario retomar como lectura necesaria cada vez que se trate de analizar las sociedades latinoamericanas. Por su parte, el lector o lectora podrá advertir y juzgar si en los apartados desarrollados están abordados los temas-problemas a los que dedicó tiempo el peruano en los primeros lustros del siglo XX.

En efecto, el objetivo de este trabajo ha sido desarrollar la institucionalización y profesionalización de la sociología en América Latina, aunque también con la ambición académica de 'abrir el campo de las ciencias sociales' a partir de la vinculación (hibridación) entre disciplinas para contribuir no solamente a la búsqueda de respuestas a ciertos problemas, sino también la capacidad de crearlos, es decir, ir más allá de lo observable. Mejor dicho, en palabras de Ansaldi (2022), a partir de la metáfora del iceberg, "esa que manda no contentarse con observar el hielo que aparece por sobre la superficie e indagar lo que hay por debajo de ella. Mirar por debajo de lo visible es entender que la realidad es siempre aparente" (p. 24).

En este sentido, la sociología histórica se ofrece como una alternativa interesante para el análisis del 'laboratorio' latinoamericano, procurando evitar y/o reducir la segmentación de disciplinas, ya que, como bien hemos observado, los 'clásicos autores de la sociología latinoamericana' han provenido en sus inicios de diversas disciplinas. No es casual entonces proponer e insistir una reestructuración de las ciencias sociales que tenga el potencial de dialogar entre los campos sociales y apostar por la creatividad. Es recordar aquella enseñanza de Mariátegui para el estudio latinoamericano: "ni calco ni copia sino creación heroica".

Con todo, he procurado utilizar los recursos que brinda la sociología histórica para el abordaje de temas-problemas expuestos en este trabajo, y por momentos poner de manifiesto el desafío que establecen las fronteras disciplinares cuando se piensa o propone un concepto, una teoría desde determinado campo. Aquí, insisto, la sociología histórica posibilita replantear viejos problemas a partir de nuevas preguntas.

Afecto a las metáforas, he pretendido 'capturar a la liebre' (lo social) teniendo en cuenta, en mayor o menor medida, las nueve proposiciones sugeridas por Waldo Ansaldi (2022).


1 Cita extraída del programa de estudios "Sociología Latinoamericana" (2023). Maestría en Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza).

2 El contexto histórico de mitad del siglo XIX también invita a tener presente que está diferenciación tiene su explicación por la presencia colonialista de cuño francés, donde se pretendió "distinguir una América anglosajona de otra América precisamente 'latina', de habla española, portuguesa y francesa" (Ansaldi y Giordano, 2012, p. 60). Es más, esta cuestión correspondió a un proyecto imperialista de Francia por Napoleón III sobre el continente americano. Un ejemplo de ello fue la guerra en México durante el gobierno imperial de Maximiliano I.

3 Simón Bolívar, Andrés Bello, José Martí y Torres Caicedo, según el artículo de Leslie Bethell (2012).

4 Karl Marx (1975-1979, p.179).

5 En los siguientes apartados destaco los análisis de autores/as de América Latina a partir de esta pregunta y otras que se han desarrollado desde la Teoría de la Dependencia.

6 En El moderno sistema mundialI. El mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750.

7 En Economía de la sociedad colonial: Ensayo de historia comparada de América Latina".

8 Actualmente sigue vigente a partir del Grupo de Estudios de Sociología Historia de América Latina, con sede en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe.

9 Esto es lo que hicieron la CEPAL (Comisión Económica para América Latina), FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) y CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales).

10 Una digresión que viene al caso. Hay una tesis del sociólogo Rodolfo Stavenhagen titulada el progreso en América Latina se realizará mediante la difusión de los productos del industrialismo a las zonas atrasadas, arcaicas y tradicionales. En este punto me interesa hacer hincapié en que el mito del desarrollo industrial proveniente de las regiones centrales hacia la periferia no solamente es ficticio, sino que además ha implicado (e implica) la destrucción de producción artesanal (local). También se ocluye el empleo productivo del capital, extensión de monopolios y oligopolios. De manera tajante y clara, el autor menciona que "el proceso de difusión al que se atribuyen tan benéficos resultados tiene ya en América Latina más de cuatrocientos años" (Stavenhagen, 1965, p. 5). ¿Es necesario acotar algo más?

11 Aun así, hay una veta propositiva en todo el texto de Raúl Prebisch de la cual quiero destacar la siguiente: la idea de una política latinoamericana anticíclica de los efectos del sistema mundial, y esa clave de independencia lo viene a reflejar el movimiento de exportaciones. Es decir, con una base industrial se puede atenuar los efectos regresivos de la economía mundial. Por ejemplo, "cuando aumentan las exportaciones crece la demanda interna y ascienden la ocupación y los ingresos; y el aumento de los ingresos, a su vez, hace subir las importaciones, las cuales tienden de este modo, aunque con retardo, a ajustarse a las exportaciones" (Prebisch, 1949, p. 72).

12 Recupero otra tesis de Stavenhagen, titulada la burguesía nacional tiene interés en romper el poder y dominio de la oligarquía terrateniente, a la cual el autor criticó sólidamente, pues la burguesía desde el siglo XIX optó como formato de dominación política el régimen oligárquico; generando una democracia restrictiva, participación política reducida a circulo de notables y profesionales; excluyendo a la mayoría de la población civil mediante corrupción y fraude electoral. En el mejor de los casos, perdido el ámbito del consenso (al decir de Antonio Gramsci), se utiliza el aparato coercitivo (Policía, Ejército, etc.), como bien quedó demostrado en el siglo XX latinoamericano, la opción de la burguesía por diferentes formatos de dictaduras (Stavenhagen, 1965, pp. 5-6).

13 Famosa será la consigna de Ernesto "Che" Guevara en 1967 cuando pronuncia una consigna que se difundió en todo el planeta por entonces: "crear dos, tres... muchos Vietnam". Para mayor información véase: https://www.marxists.org/espanol/guevara/04_67.htm

14 A partir del concepto de "religiosidad comunitaria soteriológica".

15 Bien lo sugiere Lowy (1999) cuando afirma que "de manera simbólica, podría decirse que la corriente cristiana radical nació en enero de 1959, en el momento en que Fidel Castro, el Che Guevara y sus camaradas marcharon hacia La Habana, mientras en Roma Juan XXIII emitía su primera llamada a la celebración del concilio" (p. 58).

16 Link de acceso al artículo completo: https://www.archivochile.com/Homenajes/camilo/d/H_doc_de_CT-0009.pdf. Revisado el 11 de septiembre de 2024.

17 Interesante y sugerente es la siguiente cita de Lowy (1999): "La teología de la liberación heredó de la Iglesia la tradición de la hostilidad o 'aversión' (...) de los católicos al espíritu del capitalismo. (...) [Una crítica que realizan al capitalismo es] construir una falsa religión, una forma de idolatría: la idolatría del Dinero (el antiguo dios Mamón), del Capital o del Mercado" (pp. 75-76).


Referencias

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