ISSN electrónico 2011-7574 |
ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN / RESEARCH ARTICLE
MARITIMIDAD Y TURISMO EN LA HABANA:
UNA RELACIÓN PARA EL DESARROLLO
Port Urban Interface and Tourism in Havana:
a relation for development
Orestes F. Sardiñas Gómez
Instituto de Geografía Tropical
orestess@geotech.cu - orestess@ceniai.inf.cuo.com
Correspondencia: F # 307 entre 13 y 15, Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba.
RESUMEN
La Habana es una ciudad cuya condición marítima guarda fuertes potencialidades para el desarrollo del turismo. Ese sector económico ha experimentado un gran crecimiento en los últimos 20 años, y se estima que continúe creciendo a la perspectiva. Este artículo pretende caracterizar brevemente la actividad turística de Cuba y de la Habana en particular, así como establecer los aspectos más relevantes de la relación maritimidad-turismo en esta ciudad. Para ello se utilizaron la revisión bibliográfica y el método sintético, y en menor medida la observación participante mediante trabajo de campo. Como resultado se contribuye al conocimiento de una relación presente en la mayoría de los asentamientos costeros cubanos.
Palabras clave: Turismo, desarrollo, maritimidad, ciudad.
ABSTRACT
Havana is a city with a strong maritime condition that holds potentiality for tourism development. This economic sector has experienced significant growth in the last 20 years, and it is estimated that it will keep growing in the future. This paper aims to characterize the tourist activity in the country and in Havana specifically, the most outstanding aspects of the relationship maritime-tourism in this city. Bibliographical revision, the synthetic method and the primary observation in the fieldwork were used. As a result, it contributes to the knowledge of the existing relationship among most of the coastal Cuban settlements.
Keywords: Tourism, development, maritime condition, city
INTRODUCCIÓN
Las franjas costeras han sido históricamente un lugar privilegiado para el asentamiento de poblaciones, que han utilizado el recurso mar sea como medio de transporte o como fuente de riquezas para la subsistencia y el comercio entre los hombres. Esa cualidad marítima, o maritimidad, ha dejado su impronta en las ciudades portadoras de esa condición en aspectos como su crecimiento o desarrollo económico e, incluso también en otros menos objetivos, como pueden ser los estilos de vida y las costumbres de sus pobladores. Tal es el caso de La Habana, una ciudad nacida en función de su cercanía al mar y que creció como urbe a expensas de esa condición. La Habana de hoy es mucho más que su puerto, pero indiscutiblemente este continúa presente por derecho propio en todos los análisis, labores de planeamiento y estrategias de desarrollo que se consideren para la ciudad. En ese sentido, la maritimidad de la cual se precia La Habana puede constituir una valiosa potencialidad para explotar el turismo, un sector de la economía cubana que ha experimentado un gran dinamismo en los últimos 20 años.
Caracterizar brevemente la actividad turística del país y en particular de La Habana, así como establecer los aspectos más importantes de la relación maritimidad-turismo en el caso de esa ciudad, son los objetivos generales que pretende este artículo y para lo cual se revisó una abundante bibliografía relacionada, y se sintetizó a los efectos de los objetivos trazados. En menor medida se utilizó el trabajo de campo y la observación primaria. Los aspectos identificados permiten aportar al conocimiento de una relación que se establece en buena parte de los asentamientos cubanos, con lógicas diferencias entre si, pero también enfrentados a problemas similares y unidos por la singular condición marítima que en gran medida los define.
BREVE CARACTERIZACIÓN DEL TURISMO EN CUBA
La actividad turística en Cuba cobra auge en la segunda década del siglo XX, muy vinculada a la fuerte influencia norteamericana propia de aquella época en la historia cubana, y por tanto caracterizada por un turismo centrado en el juego, los negocios y la prostitución. Quintana, Figuerola, Chirivella, Lima, García y Figueras (2005) estiman que para la década del cincuenta del pasado siglo el turismo norteamericano a Cuba representaba un 85% del total y una cuota del 30% en el área del Caribe. El turismo nacional se enfocaba fundamentalmente hacia el destino Norteamérica, y en general se ignoraban los grandes atributos naturales y patrimoniales que existían en el país. La inmensa mayoría de los visitantes extranjeros se alojaban en La Habana, y de esa etapa datan los grandes hoteles construidos en la capital, como el Habana Hilton, el Riviera y el Capri, así como los grandes proyectos de casinos vinculados a figuras del hampa estadounidense, entre ellos el tristemente célebre Meyer Lansky.
A partir de las transformaciones políticas, sociales y económicas experimentadas en Cuba en el año 1959, se produce un alejamiento político, diplomático y comercial con los Estados Unidos que hace decrecer el turismo desde ese mercado emisor. Los nuevos socios del campo socialista europeo no llenaron ese espacio, y la propia orientación de la economía estuvo dirigida a otros programas que se consideraron más importantes para el desarrollo del país en aquel entonces. Todo ello condicionó que en esos años el turismo internacional fuera mínimo, aunque cobró alguna importancia el turismo nacional a partir de una infraestructura poco competitiva como producto internacional, pero que rebasó los marcos de la capital y se abrió a nuevos destinos turísticos en el país. En los años ochenta del pasado siglo comienza cierta reapertura al turismo internacional, pero es a partir de 1990, con el derrumbe del socialismo europeo y la necesidad de buscar nuevas alternativas económicas, que se proyecta un nuevo enfoque del desarrollo de la actividad, se crean las primeras empresas mixtas en el sector y se produce un crecimiento acelerado en los arribos de visitantes y en los ingresos. Desde 1996, cuando se logró por primera vez sobrepasar el millón de visitantes, Cuba propuso consolidarse como destino mundial en el Caribe, con un turismo basado en las potencialidades naturales y culturales cubanas que hasta ahora ha encontrado mayor resonancia hacia el mercado externo, pero que recientemente retoma la demanda nacional donde se avizoran buenas perspectivas. Un rasgo distintivo en la operacionalidad de la actividad ha sido la modalidad bajo contrato de administración extranjera, en la que han llegado a figurar hasta 16 cadenas de reconocido prestigio internacional, como Sol Meliá, Barceló, Occidental, IberoStar y Riu, entre otras. Entre las cadenas nacionales figuran el Grupo Hotelero Gran Caribe, el Grupo de Turismo Gaviota S.A, Habaguanex S.A., Cubanacán S.A. e Isla Azul, como las más importantes.
Para comercializar su producto turístico al mundo, la mayor de Las Antillas cuenta con fortalezas como la hospitalidad popular y amabilidad de su pueblo, excepcionales atractivos naturales, valores patrimoniales bien identificados, prolífica vida artística y cultural, buena atención sanitaria, estabilidad política y seguridad para los turistas. Su privilegiada ubicación geográfica, entre dos continentes y a la entrada del Golfo de México, constituye asimismo una oportunidad a ser considerada. El análisis del comportamiento en algunos indicadores de la actividad turística entre los años 2003 y 2010 evidencia, según ONE (2011), el crecimiento experimentado por la actividad en ese período (Tabla 1). Es así que tanto el número de establecimientos, como el total de plazas y habitaciones, las llegadas de visitantes y los ingresos provenientes del turismo tuvieron en esos siete años un crecimiento significativo, que colocaron al sector en una posición privilegiada dentro de la economía nacional, confiriéndole hasta fecha reciente el rol de "locomotora "del crecimiento de la economía cubana. Ocupa actualmente a unos 110 mil empleados, y garantiza el personal a emplear a partir de la existencia de 13 escuelas de formación turística y la apertura de la carrera universitaria de Licenciatura en Turismo. Se estimó que al cierre del año 2011 el total de visitantes alcanzó la cifra de 2 millones 900 mil, según informe rendido en la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento) de diciembre del año 2011. En ese mismo foro se aventuró la posibilidad de arribar en el año 2012 a la cifra de 3 millones de visitantes.
El Ministerio del Turismo de la República de Cuba (MINTUR) es el organismo estatal rector del Sistema de Turismo en el país, dentro del cual también participan otras entidades. En ese sentido, el MINTUR elabora la política de desarrollo turístico para Cuba y controla su aplicación en las entidades que administran directamente las propiedades del sector. Diseñar y concretar una comercialización más eficiente del producto turístico, incrementar y diversificar una oferta turística más competitiva, recuperar y hacer crecer la planta hotelera, elevar el nivel de eficiencia económica del Sistema, desarrollar hasta los niveles más avanzados la informática y los sistemas de comunicación en el sector e incorporar el capital extranjero al desarrollo del turismo, son algunos de los objetivos estratégicos trazados por el MINTUR para planear el desarrollo de la actividad a mediano plazo (Instituto de Geografía Tropical, 2010).
De manera preferente un grupo de países se ha venido manteniendo como principales emisores de turismo hacia Cuba en los últimos años: Canadá, Inglaterra, Italia y España, seguidos por Alemania y Francia. Esa composición condiciona que la temporada de alza turística en Cuba ocurra entre diciembre y abril de cada año, con una preferencia marcada en el mes de marzo, de manera coincidente con las vacaciones de fin de año y la Semana Santa. De manera particular, tres países registraron al finalizar el año 2011 notables crecimientos en su emisión hacia el mercado cubano: Rusia, con un incremento del 139,8 % respecto al año anterior; Chile, con un 135,6 % y Argentina, con 129,6, % también con relación al año 2010.
El turismo en Cuba explota, en primer término, la modalidad de sol y playa, con base en sus atributos en tal sentido, pero el turismo cultural a partir de los valores patrimoniales nacionales tiene también un fuerte peso. Se adicionan otras modalidades, como el turismo de salud, el científico, y va adquiriendo fuerza el turismo de naturaleza. La actividad turística en Cuba no se distribuye de manera regular por su territorio, sino que se concentra en gran medida en algunos polos turísticos, lógicamente ubicados en zonas costeras y cayerías del país. En Cuba pueden identificarse físicamente seis polos turísticos importantes, con base en la cantidad de instalaciones que poseen y el nivel de ingresos que generan. Estos polos son La Habana, Varadero, Ciego de Ávila, Holguín, Santiago de Cuba y Cayo Largo del Sur.
Como actividad generadora de ingresos en divisas, el turismo en Cuba continuará creciendo a partir de los favorables resultados obtenidos en una economía como la cubana urgida de captar recursos monetarios frescos para sortear sus dificultades económicas. Este crecimiento, previsto sobre todo en la recuperación de instalaciones y en menor medida el incremento de capacidades hoteleras, no estará desprovisto de retos, entre ellos la fuerte competencia en el área que representan destinos turísticos como México, Jamaica, Puerto Rico y la República Dominicana, con las mismas bondades naturales pero con mayores facilidades para acceder a la inversión extranjera. Por tanto, crecer en la excelencia de los servicios hoteleros y extrahoteleros, distante aún de lo necesario, se presenta como la gran aspiración a lograr en los próximos años hasta lograr un nivel realmente competitivo. De igual, manera al predominar un turismo de sol y playa, deberán preverse y remediarse los impactos ambientales pues esa modalidad se desarrolla en gran medida sobre ecosistemas frágiles (cayos, playas), lo cual plantea la necesidad de que este tipo de turismo sea proyectado y regulado de manera rigurosa. Algo similar sucede con el turismo llevado a cabo en zonas de alto valor patrimonial, y por tanto sujetas a un tratamiento diferenciado en aras de su cuidado y preservación. La explotación de las potencialidades locales, tanto en una modalidad de turismo u otra, deberá constituir también un aspecto prioritario dentro de la estrategia de la actividad en un futuro próximo. Según declaraciones de Manuel Marrero Cruz, ministro cubano del sector, los tres temas fundamentales sobre los cuales se basará la proyección más inmediata del turismo en Cuba serán potenciar a Cayo Santa María, situado al Norte de Cuba, como el polo turístico más joven del país, destacar a Argentina como mercado emisor a la Isla y fomentar el turismo familiar como un segmento de preferencia en el espectro de visitantes (Hautrive, 2011).
Al respecto, y al calor de las transformaciones que vienen ocurriendo en Cuba para actualizar su modelo económico (PCC, 2011), se plantean entre otros los siguientes lineamientos estratégicos para el desarrollo del sector:
Lo anterior permite aseverar que el desarrollo turístico cubano continuará proyectándose con fuerza hacia el futuro, experimentando a la par cambios cualitativos que modificarán su estructura, composición y distribución espacial, así como tributarán al desarrollo local y a la sostenibilidad ambiental de la actividad en el país.
LA HABANA COMO POLO TURÍSTICO: SU MARITIMIDAD COMO RECURSO
La Habana, desde sus inicios, fue una ciudad abierta y cosmopolita. Su rol en el trasiego mercantil entre el Nuevo y Viejo Mundo, primero, como base para la colonización española y después para la expansión norteamericana por el continente, se unió al carácter centrista del sistema de asentamientos cubano y la convirtieron en una urbe donde la población flotante siempre fue numerosa, y donde se precisaba de cierta infraestructura que, aunque no fuese precisamente turística tal y como hoy la concebimos, era necesaria para dar alojamiento y comida a un gran número de visitantes. Ese carácter de obligado sitio de tránsito y hospedaje se mantuvo durante el inicio de la República, cuando ya comienzan a producirse flujos de viajeros asociados tanto a actividades de ocio como comerciales que se intensifican al finalizar la Segunda Guerra Mundial, muy asociadas al capital norteamericano que privilegió a La Habana en sus inversiones (Quintana y otros, 2005). En ese momento ya puede hablarse de un comienzo del turismo en la ciudad.
Hoy La Habana constituye, junto a la playa de Varadero, el principal polo turístico de Cuba, superando a este último en el total de hoteles pero contando con menor número de habitaciones y plazas. Contribuye a lo anterior el hecho de constituir la capital del país, por tanto poseedora de la mejor infraestructura de servicios y de apoyo a la actividad, la fuerza de trabajo más calificada, la vida cultural y económica más importante y significativos valores patrimoniales. Posee un total de 75 instalaciones hoteleras, que agrupan 12 589 habitaciones y 25 478 plazas. Ingresó, como polo turístico, unos 418,4 millones de pesos cubanos convertibles (CUC) en el año 2010, cifra inferior a los 588,7 millones recaudados en el año 2005, como efecto probable del impacto indirecto de la crisis económica mundial a este sector de la economía cubana. Los incrementos en totales de habitaciones y plazas en esos cinco años han sido modestos, unas 510 y 1330 respectivamente.
Ha basado su crecimiento en el turismo tanto en la nueva construcción de instalaciones (Fotografía 1), como en la recuperación de otras existentes. Retomó la renta de apartamentos y pisos como parte de negocios inmobiliarios y viene adquiriendo importancia, sobre todo para un segmento de turistas de menor poder adquisitivo o que simplemente prefieren practicar un turismo de calle y más independiente, la cada vez más numerosa red de pequeñas instalaciones gastronómicas y arriendo de habitaciones y viviendas que nuevas regulaciones sobre el "trabajo por cuenta propia" (pequeños propietarios) han impulsado desde mediados del año 2011 (Fotografía 2).
Al profundizar sobre aquellos aspectos que la maritimidad establece en su relación con el turismo en La Habana, hay que remontarse a los orígenes de una ciudad que se fundó precisamente por su cercanía al mar y la excelencia de su bahía. Fue también la maritimidad y la importancia del puerto de La Habana para la Corona española el factor que propulsó el desarrollo urbano y, por ende, la construcción de todo un conjunto de edificaciones en esa etapa colonial que hoy constituyen su centro histórico, reconocido como Monumento Nacional, y como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Sexta Reunión del Comité Intergubernamental de la Convención de Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de 1982 en París. Más aún, el sistema de fortificaciones contenido dentro de esa categoría patrimonial encuentra su razón de ser a partir de la necesidad de defender a la ciudad y su puerto de los frecuentes ataques de piratas y corsarios en la primera época de la etapa colonial. Hoy, el centro histórico de La Habana constituye, sin lugar a dudas, el principal atractivo turístico de los visitantes a la ciudad. Con una extensión de 2,14 km2, conserva unas 3 400 edificaciones representativas de la arquitectura colonial, con un alto grado de valor patrimonial que representa un 88% del total de inmuebles con algún grado de protección otorgado (Menéndez, 2004). Dentro de ese centro se incluyen no solo edificios de viviendas sino también plazas, plazuelas, monumentos, construcciones religiosas y militares (Fotografía 3). De esas edificaciones, muchas han variado su función original para engrosar la infraestructura hotelera y extrahotelera presente hoy en el centro histórico de La Habana.
La presencia del puerto en la ciudad también contribuyó, como parte del trasiego de mercancías, a que la ciudad tenga la mejor accesibilidad hacia el interior del país a partir del Ferrocarril Central, la Carretera Central y la Autopista Nacional, conectados de algún modo con el puerto y con los principales asentamientos poblacionales. Esta buena accesibilidad, de modo indirecto, influye en el turismo hacia y desde la ciudad.
Además de lo anterior, la maritimidad de La Habana plantea otros aspectos que pueden contribuir al desarrollo turístico que el país pretende. En ese sentido, guarda fuertes potencialidades por explotar.
Una de esas potencialidades se establece a partir de las magníficas visuales hacia el mar que se producen en la primera franja de urbanización habanera en el litoral. Hay que tomar en consideración que La Habana se extiende por unos 60,2 km a lo largo de la costa, donde mar y ciudad se conjugan de manera armónica para conformar un paisaje de altos valores estéticos, que le confieren una tipicidad e identidad muy propias. De igual modo, las bondades que proveen las brisas marinas en un clima caluroso como el cubano, constituye un factor de atracción para localizar las nuevas inversiones en el sector turístico. No es de extrañar que los grandes proyectos hoteleros de la década de 1950, truncados con el triunfo revolucionario, privilegiaran la franja costera en su localización, ni que parte del desarrollo inmobiliario actual se proyecte en zonas litorales como El Vedado, Miramar o el Malecón de la ciudad. Contenidos incluso dentro de la trama urbana, existen actualmente reservas en cuanto a espacios en el litoral que pueden ser utilizados en función del turismo, a partir de sus valores paisajísticos y ambientales.
A pesar de su largo tramo costero, La Habana solamente cuenta con dos marinas habilitadas para recibir embarcaciones y atender a sus tripulantes: la Marina Hemingway y Puertosol Tarará. En ambos casos, las instalaciones y los servicios que ofertan no son de gran consideración. La ciudad cuenta asimismo con una de las tres terminales de cruceros disponibles en el país, ubicada en la zona del puerto. El Plan Especial de Desarrollo Integral del Centro Histórico, instrumento que estratégicamente proyectará el desarrollo del centro histórico al futuro, ha concebido como uno de sus criterios de ordenamiento territorial crear las condiciones adecuadas para convertir la rada habanera en puerto-madre del turismo de cruceros en el Caribe, fomentando actividades que brinden servicios especializados de aprovisionamiento (Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, 2011).
Respecto a la modalidad de cruceros, vale aclarar que Cuba no ha podido desarrollarla a plenitud al no contar con toda la infraestructura necesaria, pero también por las presiones ejercidas por parte de gobiernos de los Estados Unidos de Norteamérica contra compañías dedicadas al crucerismo. Por tanto, es un tipo de turismo que se produce esporádicamente en la ciudad (dos visitas en el año 2011), a pesar de su privilegiada posición geográfica en medio del intenso tráfico de cruceros del área (Fotografía 4). Se estima que de mejorar las relaciones cubano-norteamericanas, una cifra de 3,5 millones de turistas pudieran visitar La Habana por ese concepto, dada la cercanía a La Florida, punto por excelencia del crucerismo en el Caribe, con un 90% del tráfico generado.
No hay que perder de vista las infinitas posibilidades que plantean el puerto y la bahía para los recorridos marítimos en su interior, pero que incluso pueden extenderse desde la bahía hacia polos, centros o localidades de interés turístico en el resto del país, como un producto más. Del mismo modo existen en la bahía y por todo el tramo litoral locaciones de buen potencial para instalar marinas, como son las desembocaduras de los ríos Cojímar y Almendares, por citar solo dos.
Las excelentes condiciones de la bahía y su ciudad para el turismo, el desarrollo perspectivo que a mediano plazo tendrá el vecino Puerto del Mariel, y algunas limitaciones en la bahía para asumir mayores niveles en su desarrollo portuario, como la existencia del túnel de la bahía y la estrechez del canal de entrada, permiten avizorar un cambio en la concepción del puerto y sus áreas aledañas, para convertirse en un futuro más que un puerto comercial en un puerto turístico recreativo, dando un nuevo giro a la explotación de la maritimidad como recurso para el desarrollo del turismo. En esta intención, se elaboró por parte de la Dirección de Planificación Física de la capital un Plan Especial de Ordenamiento Territorial y Urbano del Puerto y la Bahía de La Habana, el cual entre sus objetivos generales menciona los siguientes:
Es de esta manera que se proyectarán acciones a un corte temporal hasta el año 2025, que incluye la reconversión de la Avenida del Puerto, la creación de un Paseo Marítimo entre el frente de Casablanca y la Dársena de los Franceses, la ubicación de tiendas, almacenes, cafeterías, áreas de parqueo, y sobre todo la ejecución de la inversión conocida como Puerto Viejo, que permitirá ampliar y mejorar la calidad de recepción y servicio a cruceros en la ribera oeste de la bahía habanera (Dirección de Planificación Física de Ciudad de La Habana, 2004).
El estado actual del medio ambiente en la bahía y su entorno más inmediato son el obstáculo más visible en ese propósito de convertir al puerto de La Habana en un agente del desarrollo turístico de la ciudad. Las propias actividades portuarias y otras afines han propiciado la fuerte contaminación de la bahía de La Habana, considerada como una de las más afectadas en la zona del Gran Caribe. Influyen en esta situación la presencia de más de 50 industrias y centros contaminantes dentro del denominado recinto portuario, algunas de efecto tan significativo en la calidad del aire y de las aguas marinas como la Refinería Ñico López (Fotografía 5). La deforestación de las franjas hidrorreguladoras de las corrientes de agua dulce que desembocan en la bahía, el lento intercambio con aguas mar afuera, las malas prácticas de la población circundante y el vertimiento de aguas residuales de origen doméstico e industrial sin el tratamiento adecuado, también contribuyen a la contaminación del cuerpo de agua y la acumulación de contaminantes en el fondo de la bahía (Nihon Suido Consultans, 2004).
Finalmente, en la relación que maritimidad y turismo establecen dentro de La Habana no puede dejar de mencionarse la localización a solo 20 minutos del centro de la ciudad de las denominadas Playas del Este, una franja litoral de 12,6 kilómetros de longitud y un ancho variable que llega alcanzar los 58 metros en el área del Mégano, y que a pesar de constituir playas de excelente calidad guardan reservas potenciales para su explotación.
Con tan solo 5 829 habitaciones disponibles, pero un potencial estimado de 17 359 habitaciones más, este polo ha encontrado dificultades para su mayor desarrollo por la descomercialización de su planta hotelera, la falta de mantenimiento, ausencia de infraestructura y deterioro de la oferta complementaria, así como el alto costo de inversión que demanda la creación de un sistema de infraestructura hidrosanitaria adecuado (Dirección de Planificación Física de Ciudad de La Habana, 2005). No obstante, la calidad de sus playas (Fotografía 6), las reservas de espacio no construido, su cercanía al centro de la capital y a varias áreas protegidas que permitiría vincular el turismo de sol y playa con ofertas culturales y de naturaleza, indican la factibilidad de impulsar su desarrollo más aún cuando resulta el destino preferente del turismo local, que en verano fluye en cifras estimadas de hasta 200 mil visitantes por día. La creciente explotación de gas y petróleo en Playas del Este constituyen, asimismo, un factor de peso a considerar dentro de cualquier propósito de impulsar el turismo en esta franja del litoral habanero.
CONCLUSIONES
A partir de todo lo anterior puede concluirse que el turismo en Cuba se ha convertido en una actividad de peso dentro de la economía nacional en los últimos 20 años, alcanzando como plaza un tercer lugar en el Caribe insular. Se proyecta hacia el futuro con gran dinamismo, consciente del rol que puede continuar jugando para la economía del país, y lo hace de manera responsable y comprometida con la sostenibilidad ambiental indispensable para su desarrollo.
Los aspectos más visibles de la relación maritimidad-turismo en La Habana se encuentran en la propia fundación de la ciudad y la conservación de su centro histórico como punto de atracción turística, alrededor del puerto que las originó, las visuales y los valores paisajísticos que se establecen, la accesibilidad que el puerto estableció con el resto del país, y la existencia de potencialidades para el desarrollo turístico de La Habana, como las reservas de espacio no construido en el litoral, la disponibilidad y poca explotación de las Playas del Este, las oportunidades para explotar el crucerismo y los recorridos marítimos, a partir de la construcción de la infraestructura necesaria como marinas y terminales de cruceros.
La maritimidad se proyecta al futuro de La Habana pues su planeamiento y la propia estrategia del país contemplan al turismo, y dentro de este a las actividades marítimas como una alternativa viable y deseable que contribuirá a su desarrollo y transformación espacial. Dentro de ese empeño a más largo plazo, resulta imprescindible el mejoramiento de las condiciones ambientales en la bahía habanera, elemento articulador en gran medida del desarrollo turístico pretendido.
BIBLIOGRAFÍA
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Quintana, R., Figuerola, M., Chirivella, M. Lima, D., García, A. & Figueras, M.A. (2005). Efectos y futuro del turismo en la economía cubana (pp. 43-104). La Habana: INIE.
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