ISSN electrónico: 2011-7574 FECHA DE RECEPCIÓN: AGOSTO 15 DE 2009 |
EL AMBIENTE Y EL DESARROLLO SUSTENTABLE EN LA CIUDAD LATINOAMERICANA
The environment and sustainable development in Latin American cities
Luis Alfonso Sandia Rondón
Doctor en Ciencias Naturales, Centro Interamericano de Desarrollo e Investigación Ambiental y Territorial (CIDIAT) Universidad de Los Andes.
Correspondencia: Av. Los Proceres, Parque La Isla, edificio Cidiat. Mérida 5101-A (Venezuela). Tel.: 0058 274 2449511 Fax: 0058 274 2441461. lsandia@ula.ve
RESUMEN
El Desarrollo Sustentable constituye el paradigma actual dominante para orientar el desarrollo económico y social de la humanidad. A pesar del aparente acuerdo global acerca de su importancia, su aplicación práctica es de difícil instrumentación, especialmente en el medio urbano latinoamericano, donde son múltiples las brechas que separan la ciudad actual de la deseada ciudad sustentable. Algunos aspectos para el análisis de la ciudad, el ambiente y el desarrollo sustentable son discutidos en este artículo, en un intento por contribuir con la comprensión de la realidad urbana de la ciudad latinoamericana y las posibilidades de alcanzar su desarrollo sustentable.
PALABRAS CLAVE: Latinoamérica, ciudad, ambiente, desarrollo sustentable.
ABSTRACT
Sustainable development constitutes the dominant current paradigm which serves as a guide for the economic and social development of mankind. In spite of the apparent global agreement about its importance, its practical application is still a very difficult task, especially in urban sectors of Latin-American countries, which show several differences between current cities and the desired sustainable cities. In this paper, some important issues of the cities, its environment and sustainable development are analyzed, in order to contribute with the comprehension of the urban reality of the Latin-American cities as well as the possibilities for sustainable development.
KEYWORDS: Latin-American, cities, environment y sustainable development.
INTRODUCCIÓN
Desarrollo sustentable y ciudad constituye una de las necesarias e ineludibles tareas de la gestión ambiental global. Siendo el desarrollo sustentable el paradigma sobre el cual descansan las aspiraciones de encontrar formas más equilibradas y armónicas de la relación del hombre con la naturaleza, y siendo las ciudades el entorno donde habita gran parte de la población humana, la convergencia entre ciudad y sustentabilidad representa una de las vías fundamentales para alcanzar el desarrollo sustentable global.
En el caso de la ciudad latinoamericana, la búsqueda de la sustentabilidad debe igualmente constituir uno de los retos que se deben alcanzar en las próximas décadas, a fin de garantizar a todos sus habitantes ciudades para la vida saludable, el trabajo digno y el sano disfrute; donde el individuo y la colectividad puedan lograr niveles cada vez mayores de desarrollo y bienestar. Esto permitiría superar la casi dominante ciudad contemporánea, agobiada en gran parte por el caos urbanístico, la contaminación ambiental, la inseguridad ciudadana, la violencia y el estrés, y donde la mayoría, especialmente los más pobres, padecen la ciudad en lugar de vivirla y disfrutarla.
Parece quizás algo difícil, pero algunas experiencias particulares en ciudades de la región indican que es posible lograrlo en el mediano y largo plazo mediante la concertación de los entes sociales, la participación organizada de los habitantes, así como la adopción de mecanismos transparentes de gestión pública basados en la planificación el seguimiento y la evaluación (Rabinovitch, 1995; Alberti & Dos Santos, 1996).
EL DESARROLLO SUSTENTABLE, UN RETO POR CUMPLIR
A nivel global parece haber acuerdo en que el desarrollo sustentable constituye uno de los retos más importantes que enfrenta la sociedad contemporánea (Gabladón, 2006; Montada, 2008). Por ello, sus principios constituyen la orientación básica para la gestión ambiental orientada hacia el desarrollo (OECD, 2006; Sandia, 2009). Sin embargo, dos décadas después de su formulación aún es muy discutida la interpretación de su significado y cómo este concepto podría ser aplicado en situaciones particulares (Gabladón, 1996; Peterseil et al., 2004; Harding, 2006). Así, más allá del indiscriminado uso del término "sustentable" —muy de moda en la actualidad para denominar cualquier proyecto, institución o iniciativa pública o privada—, se debe reconocer que la compresión e internalización social del significado del desarrollo sustentable es todavía una meta que no se ha alcanzado totalmente y de no fácil implementación.
En tal sentido, se deben afianzar los esfuerzos para practicar y aplicar acciones dirigidas al mejoramiento, conservación y defensa del ambiente y de los recursos naturales como estrategia fundamental para el sostenimiento a largo plazo de la vida humana y del mejoramiento de su calidad.
En un intento por contribuir con el esclarecimiento de este concepto se podría decir que promover y fortalecer el desarrollo sustentable implica, entre otros aspectos, la ejecución de acciones concretas de gestión ambiental en el campo legal y administrativo; en la promoción de la educación ambiental como estrategia para el fomento de una conciencia social amigable respecto al ambiente; en el afianzamiento de un desarrollo científico capaz de generar soluciones y alternativas sustentables de desarrollo económico y social; en el desarrollo y aplicación de sistemas tecnológicos limpios que controlen los impactos ambientales; en la construcción de estructuras civiles de control y recuperación ambiental, así como en el fomento de sistemas sociopolíticos democráticos y participativos que congreguen las voluntades, aspiraciones, saberes y motivaciones populares en condiciones de respecto a la diversidad social, política y cultural de la humanidad.
En general, se requiere de la adopción de un estilo de vida y de desarrollo responsables con el ambiente y la sociedad, cónsono con los principios de sustentabilidad ecológica, equidad social, ética y responsabilidad transgeneracional establecidos en el concepto original, el cual define el Desarrollo Sustentable como el estilo de desarrollo —social, cultural, económico y ecológico— que permite satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades (Brundtland, 1987; Kelly, 1998).
CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN URBANA Y SUSTENTABILIDAD
La definición de áreas rurales y urbanas es siempre controversial y frecuentemente difiere entre los países (Salvatore et al., 2005). Así, los umbrales entre áreas urbanas, periurbanas y rurales se establecen de acuerdo con el tamaño de la población, densidad, infraestructura (Plessis et al., 2002), el nivel de servicios y el carácter funcional de los asentamientos humanos (Henry & Heinke, 1999) y también según el tipo de actividades económicas dominantes. Sin embargo, es la concentración de la población, referida al número de habitantes y densidad poblacional, la referencia fundamental para determinar y evaluar las aglomeraciones urbanas, aunque en muchos casos, especialmente en los países menos desarrollados, estas aglomeraciones no cumplan con los deseables y esperados estándares de urbanidad, tales como dotación de servicios e infraestructura y sistemas básicos de organización propiamente urbanos.
Uno de los fenómenos más notorios del crecimiento poblacional del último siglo a nivel mundial ha sido la marcada tendencia de la población a concentrarse en las ciudades. Como consecuencia, en la actualidad casi la mitad de la población habita en áreas urbanas (Bugliarello, 2006; Tucci & Bertoni, 2003).
La concentración poblacional en áreas urbanas cobra especial significado en los países latinoamericanos y, en general, en los más pobres del mundo, donde está frecuentemente unida a una serie de problemas ecológicos, económicos, sociales y culturales, cuya atención se hace cada vez más prioritaria dentro de las metas globales de sustentabilidad ambiental.
En América Latina en particular, la tasa de urbanización pasó de 40% en 1950 a 70% en 1990 y a 75% en el año 2005 (Madaleno & Gurovich, 2004; Puyol, 2009). En Venezuela, por ejemplo, donde el umbral demográfico utilizado oficialmente para catalogar los centros poblados urbanos es de 2500 habitantes, la población urbana alcanza para principios del siglo XXI el 87% (FAO, 2006).
En general, la concentración urbana en la región presenta condiciones particulares en la presión sobre el ambiente y sus recursos, al demandar una serie de bienes y servicios ambientales, lo que implica la generación de impactos ambientales y la potenciación de retornos ambientales, con consecuencias alarmantes. En tal sentido, se requieren con urgencia actuaciones orientadas a favorecer el mejoramiento de la calidad de vida de la creciente población urbana en condiciones de sustentabilidad ambiental.
LA CIUDAD Y EL DESARROLLO SUSTENTABLE
Una de las estrategias fundamentales que imponen los retos del desarrollo sustentable y la transformación global de las inequidades ambientales y sociales está constituida por la actuación local, pues es claro que la suma de localidades sustentables conformará progresivamente el deseable desarrollo sustentable global. En ese propósito es indispensable identificar a nivel local campos directos y tangibles de actuación en los cuales sea posible desarrollar desde el diagnóstico concreto hasta el emplazamiento definido de acciones específicas orientadas al control y la sustentabilidad ambiental.
En tal sentido, la ciudad surge como un ámbito local de actuación fundamental, tanto porque en ella habita gran parte de la población mundial (Cohen, 2006; Puyol, 2009) como porque constituye uno de los entornos donde se manifiestan con mayor rigor los impactos de contaminación y de deterioro ambiental, que tienen efectos sustanciales en la seguridad, salud y bienestar de la población y, en definitiva, en el mantenimiento de condiciones y formas no sustentables de desarrollo.
La ciudad es un entorno concreto de prioritaria gestión ambiental, especialmente en aquellas donde las consecuencias de inadecuadas formas de intervención del ambiente, así como de las derivadas de las inequidades sociales, se expresan en el incremento acelerado del número de habitantes; en el aumento de las condiciones de marginalidad social, cultural y territorial; en la carencia de servicios públicos; en la ocupación de áreas vulnerables y en la exacerbación de los riesgos y amenazas socioambientales, entre otros aspectos. Para que la ciudad sea el lugar de vida, trabajo y desarrollo de cientos, miles o millones de habitantes en condiciones aceptables de calidad de vida debe ser sustentable (Branscomb, 2006).
La gestión ambiental sustentable de la ciudad requiere comprender e interpretar integralmente todos los aspectos de orden social, económico, cultural y físico-natural que intervienen en la configuración de sus características, bondades y problemas, así como en la generación de oportunidades y alternativas de desarrollo integral sustentable.
En la ciudad se articulan los elementos antrópicos en un medio natural concreto, que generan un estructurado sistema de intercambio permanente de flujos de información, materia y energía (Polèse, 1998; Pesci, 1985), cuyo comportamiento y consecuencias requiere del control y conducción no sólo por parte de entes rectores oficiales sino también de la sociedad civil, que mediante su accionar individual y colectivo construye día a día la ciudad. Este concertado control y conducción de la ciudad permitiría orientar el desarrollo físico, social y funcional de la misma hacia un desarrollo sustentable, que garantice el mejoramiento de las condiciones ambientales y el desarrollo social equitativo y que frene la degradación de los recursos naturales y potencie su uso sustentable (Fiedler & Hennerkes, 1995).
EL CONCEPTO DE CIUDAD Y EL ORDENAMIENTO URBANO
Entre los problemas que inciden negativamente en la gestión ambiental de la ciudad, su eficiencia como centro prestador de servicios sociales, promotor de soluciones y dinamizador y generador de condiciones de calidad de vida, se encuentra la débil, desarticulada —y a veces inexistente— concepción integral de la ciudad. Esto no sólo es un problema de las entidades u organismos públicos ligados a la gestión de la ciudad, sino que incluso se manifiesta en la visión individualizada que los ciudadanos de hoy tienen de la ciudad, en un mundo en el que, como lo plantea Pesci (1995), todo se entiende como valor de cambio, donde se compra y se vende el suelo, el paisaje, la historia, la identidad, el silencio, la limpieza del aire y del agua, con tal de usufructuar especulativamente su valor de cambio.
La referencia que aquí se hace acerca del ausente concepto de ciudad va mas allá de los conceptos clásicos de ciudad, entendida por Christaller como "lugares centrales" (Folch, 1995; Biosier, 2006), o como espacios receptores y propiciadores del desarrollo de actividades humanas (Dupart, 1983, citado por Bellagamba, 2002). Se trata de la ausencia de una conceptualización particularizada de la ciudad, que haga referencia a sus características intrínsecas desde el punto de vista histórico, físico-natural, social, cultural, político, económico, institucional y funcional. Es la ausencia de un concepto que permita entender, explicar y gestionar la ciudad como un sistema urbano de rica diversidad humana, cultural e informacional; donde se desarrollan flujos cíclicos y sustentables, de entradas y salidas en equilibrio, donde se recicla la materia, la energía y la información. Es concebir la ciudad como un centro de "civilidad", de "urbanidad", de fomento progresivo del humanismo, de la responsable vida en sociedad, según premisas fundamentales de respeto, diversidad, tolerancia, pluralismo, integración, participación, democracia e igualdad de derechos y deberes (Pesci, 1995; Floch, 1995). Es, en definitiva, entender la ciudad como un lugar para la vida.
La consideración de estas premisas en el intento de entender, interpretar y definir la ciudad permitirá la formulación de un concepto único y particularizado de cada ciudad, que incidiría en la necesaria visión de futuro o imagen objetivo a la cual se debería aproximar la ciudad mediante actuaciones prospectivas, que intervengan y orienten su desarrollo y funcionalidad futura.
La ausencia de este concepto integral impide la estructuración de planes de ordenamiento territorial y ambiental de la ciudad y la dejan a merced de acciones aisladas y desarticuladas que individual y parcialmente dibujan, proyectan y construyen una ciudad desintegrada, con visiones distintas; en definitiva, una ciudad caótica donde los ciudadanos no logran disfrutar a plenitud de las bondades de ese lugar central generador de desarrollo y de calidad de vida, civilidad y disfrute que debería constituir la ciudad.
IMPACTO AMBIENTAL DE LA CIUDAD
La ciudad ha sido históricamente uno de los productos más destacados de la intervención humana sobre el entorno natural. Como espacio construido, la ciudad representa un paisaje producido mediante la interactuación del hombre con las condiciones naturales del entorno, que ofrece potencialidades y restricciones para su ocupación y cuyo capital natural incluye los recursos naturales —renovables y no renovables— insertos en ecosistemas fundamentales para el sostenimiento de la vida a través de la oferta de un amplio rango de bienes y servicios ambientales para el hombre y la sociedad (Olewiler, 2006).
La ciudad desde sus orígenes, unidos al propio desarrollo y evolución de la civilización, ha implicado la intervención de áreas naturales y la generación de grandes impactos ambientales debido a las necesidades de las materias primas para su construcción, así como las tierras necesarias tanto para su emplazamiento como para la agricultura demandada por sus habitantes (Henry & Heike, 1999).
En la ciudad moderna son múltiples los efectos ambientales del proceso de urbanización, por ello, los impactos ambientales ocasionados por el desarrollo humano son de mayor magnitud en las ciudades. Entre los problemas ambientales que enfrenta la ciudad se pueden indicar los siguientes:
La ampliación de la ciudad
Constituye una de las causas de impacto más notorias del aumento de la urbanización, incluso cuando ésta se lleva a cabo mediante procesos planificados y controlados. La ciudad normalmente se amplía hacia las áreas de mayores posibilidades de expansión que ofrecen menores restricciones para la infraestructura urbana, las cuales coinciden frecuentemente con las zonas agrícolas circundantes. Esto implica, por una parte, la ocupación de suelos con menores pendientes y cercanos a las fuentes de agua y la vialidad, y aptos para cultivos y ganadería; y por otra, la presión de la actividad agrícola para el aumento de su frontera sobre áreas naturales no intervenidas. Un aspecto importante en este proceso lo constituye el cambio en el valor del suelo que impone la dinámica expansión urbana sobre áreas agrícolas y zonas naturales vecinas. Aquellas zonas que tradicionalmente fueron el asiento de la agricultura o que permanecieron sin intervención, bajo condiciones naturales prístinas, aumentan su valor por metro cuadrado debido a sus potenciales usos residenciales, industriales o de servicios, lo cual las hace económicamente inviables para el sostenimiento de la agricultura.
Contaminación ambiental
Como ya se indicó, los impactos ambientales del desarrollo han tenido sus grandes manifestaciones en los entornos urbanos o están asociados a la dinámica que se desarrolla en las ciudades. La contaminación del medio urbano afecta tanto las condiciones atmosféricas como la calidad del agua superficial y subterránea y la calidad y cantidad del suelo, e incluso las condiciones de estética urbana y de tranquilidad.
En general, el desarrollo de las grandes ciudades latinoamericanas ha estado ligado a los procesos de industrialización (Gligo, 2001), los cuales, junto con la combustión de hidrocarburos generados por el parque automotor de la ciudades, la combustión doméstica y la incineración de basuras, son los responsables principales de la emisión de los agentes contaminantes del aire (Villegas, 1999). Los impactos de esta contaminación son palpables no sólo en la salud de la población, al provocar el desarrollo de enfermedades, sino también en el deterioro de la calidad del agua, del suelo, de la salud de la fauna y de los ecosistemas naturales en general.
Otra forma importante de contaminación es el ruido generado por las actividades urbanas, cuyas causas pueden asociarse fundamentalmente al tráfico automotor, especialmente en los sitios de mayor afluencia, como el centro de las ciudades, grandes avenidas o autopistas; a la industria y a la concentración de personas.
Los cuerpos de aguas superficiales y subterráneas reciben también los efectos de la contaminación del ambiente urbano. La ciudad para el sostenimiento de sus actividades residenciales, industriales y de servicios demanda progresivas cantidades de agua, que aumentan no sólo con los aumentos poblacionales sino también con las formas de uso y los estilos de vida que impone el medio urbano. Así, grandes volúmenes de agua son extraídos de sus medios naturales (ríos, lagunas, acuíferos, etc.) mediante la captación, almacenamiento, potabilización y conducción hasta los consumidores finales. Con esto, por una parte, se alteran los caudales naturales, la fauna y la ecología de los cuerpos de agua, y por otra, se generan ecosistemas ajenos a los medios naturales al crear embalses y cuerpos de agua artificiales que, dependiendo de su magnitud, tienen efectos perceptibles en las condiciones microclimáticas de sus entornos.
Uno de los grandes retos en la gestión de desechos urbanos lo constituyen los residuos líquidos de la ciudad. Frecuentemente el alcantarillado urbano cubre especialmente a aquellos sectores urbanizados y consolidados, pero la mayoría de los barrios informales de reciente ocupación carecen del mismo. Aunque la construcción de cloacas representa una de las etapas fundamentales en la gestión de los desechos líquidos urbanos, no constituye por sí sola la solución al impacto mayor de estos desechos. El control de las aguas servidas requiere también la construcción y eficiente funcionamiento de plantas de depuración y tratamiento de aguas residuales, de las cuales carecen muchas ciudades latinoamericanas. Por ello es frecuente la disposición final de estos efluentes directamente en los cuerpos de agua naturales, con lo cual se incurre dramáticamente en su contaminación y se limitan sus posibilidades de uso aguas abajo para fines de consumo humano o de riego, y se afectan sus condiciones ecológicas y su fauna.
En el caso de la contaminación de suelos, además de la pérdida de terrenos potencialmente utilizables para la agricultura, debido a expansión de la trama y la infraestructura urbana, se puede destacar el efecto causado por la generación y disposición final de desechos sólidos, así como el producto de la contaminación por residuos líquidos.
En general, la problemática de los residuos sólidos está asociada a los siguientes factores: el número de habitantes de la ciudad, los patrones de consumo urbano, la cantidad y composición de los desechos, su biodegradación, las posibilidades y viabilidad de su reutilización y/o reciclaje, y finalmente la tecnología, infraestructura y las estrategias para su recolección, tratamiento y disposición.
Otro aspecto importante que se debe considerar dentro de la problemática ambiental urbana hace referencia a la contaminación visual, especialmente referida al contraste multicolor, de formas y estilos que rompen la armonía arquitectónica de edificaciones tradicionales mediante grandes edificios y otras estructuras, como torres eléctricas y de telecomunicaciones. En muchos casos, además, los avisos publicitarios de grandes dimensiones interrumpen la panorámica paisajística urbana de gran valor estético o la de áreas naturales circundantes.
La ciudad genera también condiciones de contaminación lumínica, dependiendo de la densidad de la iluminación y de su extensión misma. Esto reviste un impacto de gran importancia para actividades particulares como las onservaciones astronómicas.
Inexistencia o inadecuada realización de planes de ordenamiento urbano y deficiencias en la gestión pública de la ciudad
Los planes de ordenamiento integral del medio urbano constituyen herramientas prioritarias de gestión para intervenir positivamente en la construcción y mejoramiento de las ciudades. Aunque muchas ciudades cuentan con estos planes, en la mayoría de los casos la concepción, realización y resultados de los mismos no responden satisfactoriamente al propósito para el cual son concebidos. En parte, esto se debe a que el proceso de planificación no es entendido ni llevado a cabo bajo concepciones integrales de la problemática urbana, sino que se realizan según visiones sectoriales, especializadas, de corto plazo, con el planteamiento de grandes y monumentales proyectos no realizables, o con un alto grado de ambigüedad en las propuestas concretas de solución a los problemas.
En muchos casos, los planes se tratan de un listado de ideas y de buenas intenciones con difícil concreción en la realidad, lo cual hace que el plan carezca de la formulación de programas y proyectos específicos que permitan, bajo acciones y obras particulares, generar las transformaciones deseadas y necesarias para la ciudad.
Otro de los grandes problemas que afectan la ejecución de los planes es la debilidad en la gestión pública, lo cual está asociado a la falta compromiso de la administración central con los objetivos del plan y con la ciudad misma. Existe una gran debilidad en el establecimiento de las políticas públicas de gestión, las cuales fluctúan en muchos casos de acuerdo con las visiones personalistas que tienen las autoridades de turno y no con una visión institucional compartida entre todos los actores sociales. En muchos casos es notoria también la facilidad con que algunas disposiciones del plan son vulneradas por parte de las autoridades para favorecer los intereses económicos o políticos de algunos grupos influyentes, por ejemplo, al permitirse el desarrollo de urbanismos en áreas vulnerables desde el punto de vista ambiental o donde no se cuenta con las condiciones de infraestructura básica para tales obras.
Gran parte del origen de estos problemas se asocia a la baja participación ciudadana en los procesos de elaboración de planes, al desconocimiento y falta de compromisos de los actores sociales de la ciudad respecto a los mismos y a la planificación burocrática y centralizada que aún persiste en la planificación urbana de muchos países.
Crecimiento caótico de la ciudad y los asentamientos no controlados
La ciudad, como expresión de las dinámicas sociales, económicas, políticas y culturales de la humanidad, tiene su vida propia y se transforma día a día con o sin la intervención integral y prospectiva de los entes rectores de la misma. Así, la ciudad crece y amplía sus áreas de emplazamiento tanto en zonas seguras como vulnerables; tanto mediante urbanismos más o menos planificados como otros no controlados. Esta dinámica ha caracterizado a la mayoría de las ciudades latinoamericanas en los últimos 50 años.
La falta de planificación integral de la ciudad hace que la desorganización y el caos, como consecuencia de la dinámica social y económica, sean en muchos aspectos los ejes dominantes en el desarrollo de la misma. Los nuevos urbanismos en zonas aparentemente estables, así como el surgimiento de barrios informales, a veces de invasión y promovidos por agentes políticos, generan asentamientos humanos en áreas para las cuales no se tenía prevista la dotación de servicios e infraestructura. Ello obliga a los entes sociales a hacer reacomodos en la infraestructura vial, en la infraestructura de servicios de agua potable y el saneamiento, en el servicio eléctrico y las telecomunicaciones, en la dotación de escuelas, servicios de salud, comercios y esparcimiento, entre otros. Surgen así, o se acentúan, los problemas de insatisfacción de servicios para las nuevas zonas ocupadas; se presiona y/o reduce la oferta para las áreas ya consolidadas en la ciudad; se aumenta la movilidad, el transporte y el colapso de vías terrestres; se aumenta el tráfico y los períodos de transporte entre los distintos sectores de la ciudad; etc. También se acentúan, por una parte, los cinturones de miseria de la ciudad a los que tienen acceso los más pobres y se incentivan cambios sustanciales en el precio del suelo al revalorizarse a niveles prohibitivos las áreas de mejores condiciones para el desarrollo urbano y adonde sólo pueden acceder los sectores sociales económicamente más fuertes. Esto, en definitiva, conlleva a que la población pobre de la ciudad, que crece más rápidamente que otros sectores sociales, ocupe progresivamente con barriadas informales las áreas menos valoradas económica y socialmente, y que están representadas por aquellas más vulnerables, como planicies de inundación de ríos, zonas de fuertes pendientes y áreas de precaria accesibilidad, infraestructura y servicios.
Deficiencia de los servicios públicos
El rápido crecimiento de la población urbana de Latinoamérica, basado en gran parte en altas tasas de natalidad y la fuerte migración campo-ciudad de las décadas pasadas, ha estado unido también a una fuerte presión sobre los servicios públicos y la infraestructura. Así, las demandas de servicios públicos urbanos de agua potable, alcantarillado, manejo de desechos sólidos y líquidos, electricidad y telecomunicaciones, de transporte urbano, vialidad, limpieza y ornato de la ciudad, espacios de recreación y esparcimiento superan, en la mayoría de los casos, la capacidad de respuesta de los organismos públicos locales y regionales, e incluso de la propias organizaciones comunitarias para gestionar la solución de su problemática.
En gran medida, la capacidad de atención de las demandas locales de servicios públicos por parte de los entes responsables está altamente afectada por sistemas ineficientes de gestión, debilidad de los procesos administrativos, deficientes procesos de planificación, seguimiento y evaluación; corrupción e ineficiencia en la inversión pública local, clientelismo político, así como debilidad y falta de continuidad institucional en la formulación de políticas públicas, elaboración de planes, programas y proyectos.
Bajos niveles de empleo y altas condiciones de pobreza
Gran parte del crecimiento de las ciudades y de la conformación de sus nuevos emplazamientos se llevan a cabo mediante procesos informales de ocupación por parte de jóvenes familias pobres, obreros y campesinos que arriban a la ciudad en búsqueda de mejores condiciones de vida. Por su escasa capacitación y debido a los ya estructurales problemas económicos y sociales que afectan a los países de la región, un elevado porcentaje de la población sólo puede acceder a empleos de baja remuneración, informales o aquellos que no les garantizan los ingresos suficientes para superar de manera digna sus condiciones de pobreza económica.
En muchos casos, las ineficientes políticas nacionales y municipales bajo marcadas tendencias de paternalismo y populismo (Domingo, 2009) contribuyen a la consolidación de patrones culturales de dependencia de las clases populares deprimidas. Los entes oficiales no desarrollan efectivos programas sociales para la formación y mejoramiento educativo de estos sectores que les permitan mejorar su calificación laboral e insertarse con mejores condiciones al mercado laboral y productivo. A esto se suma el deficiente control oficial del sector privado, que constituye un empleador altamente importante de la clase obrera, el cual en muchos casos no ofrece las mejores condiciones de empleo, remuneración y seguridad social para los trabajadores.
Estrés, inseguridad y violencia
Una de las características más resaltantes de la ciudad actual está constituida por el surgimiento y profundización de fenómenos socioculturales, tales como el estrés, la inseguridad ciudadana y la violencia. Tales aspectos forman parte de los estilos de vida resultantes de ciudades no sustentables, en las cuales se generan las condiciones propicias para la exacerbación de patrones conductuales que atentan contra la sana convivencia, la paz y la tranquilidad que debería ofrecer el entorno urbano a sus habitantes.
Las causas de estos fenómenos psico-sociales son diversas y tienen que ver con las desigualdades sociales existentes y el no equitativo acceso de todos los sectores a los bienes satisfactores de las necesidades humanas —materiales o inmateriales— y a las limitadas oportunidades para el desarrollo humano individual y colectivo. Esto genera condiciones de marginalidad y pobreza —no sólo económica, sino social, cultural y espiritual—, lo que se constituye en el caldo de cultivo propicio para la instauración de distintas formas de delincuencia y la inversión de valores morales y la ética, unidos el irrespeto y desvalorización de la vida humana.
En general, el estrés, la violencia y la inseguridad se consideran manifestaciones alarmantes de patologías conductuales, tanto de individuos como de colectivos urbanos, y en su conjunto forman parte de círculos viciosos de la psico-sociología urbana propia de ciudades con bajos niveles de calidad de vida.
Fomento del individualismo y bajo nivel de compromiso comunitario
Una de las estrategias fundamentales para avanzar en la solución colectiva de los problemas sociales lo constituye la asociación comunitaria y el compromiso solidario de los habitantes del condominio, del barrio, de la ciudad. Sin embargo, el progresivo individualismo que en muchos casos implican los estilos de vida citadinos, la carencia de tiempo para actividades distintas de los compromisos laborales, los altos niveles de competencia entre los habitantes del medio urbano y el excesivo temor a sobrepasar lo límites de lo que se considera como propio contribuyen con el afianzamiento de la desintegración social, la falta de cohesión comunitaria y en muchos casos la profundización de los problemas urbanos.
Inexistencia de áreas verdes y reducción progresiva de espacios públicos
Distintos factores son los responsables en las grandes ciudades latinoamericanas de la pérdida progresiva de la ocupación, uso y disfrute de las áreas verdes, zonas de recreación y de los espacios públicos en general por parte de la mayoría de los habitantes. A las condiciones ya indicadas de violencia e inseguridad que dominan plazas, parques y las vías públicas de los centros de las ciudades se le suma a estas áreas —construidas originalmente para la convivencia y el esparcimiento—, el deterioro y el abandono oficial.
Como una respuesta a las necesidades propias del esparcimiento y la actividad comercial se ha intensificado en las últimas décadas la construcción de grandes centros comerciales que ofrecen de manera cerrada y controlada mayores niveles de seguridad tanto para las personas como para los vehículos. En estas instalaciones es posible acceder a grandes tiendas por departamentos, boutiques, librerías, cafés, restaurantes, salas de cine y de juego, oficinas públicas, bancos, taquillas de pago de servicios, supermercados, parques infantiles, gimnasios, estacionamientos, hoteles y en general un sinnúmero de servicios propios de la dinámica del consumo de hoy. Sin embargo, pese a sus bondades, estos centros comerciales no alcanzan a suplantar las condiciones "naturales" de las relaciones humanas y de la dinámica sociocultural de los centros de las ciudades, del mercado, de la plaza o el parque público cargados de historia, de significados y de identidad.
CONCLUSIÓN: LA CIUDAD SUSTENTABLE
La ciudad sustentable es, en definitiva, un reto de las generaciones actuales y pasa por la comprensión integral de la ciudad como un sistema vivo, particular e irrepetible que se construye día a día con la actuación planificada, participativa y concertada de sus habitantes. Establecer el concepto particular de cada ciudad permitirá trazar, concensuar y proyectar la ciudad del corto, mediano y largo plazo por parte de los actores sociales; no sólo de los entes públicos de administración responsables de la ciudad, sino de los sectores privados y las comunidades organizadas. Esto permitirá progresivamente internalizar social y culturalmente la ciudad sustentable que se desea y que se construye a cada instante con la participación ética y responsable de todos sus habitantes.
Muchas son las aristas del trabajo que se debe realizar para lograr la ciudad sustentable, pero si no se hacen sustentables las ciudades, allí donde vive más de la mitad de la población mundial, no se podrá alcanzar el desarrollo sustentable global.
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