Revista Investigación y Desarrollo

ISSN electrónico: 2011-7574
Vol. 16 Nº 2 julio-diciembre de 2008

FECHA DE RECEPCIÓN: SEPTIEMBRE 10 DE 2008
FECHA DE ACEPTACIÓN: OCTUBRE 29 DE 2008


ADAPTACIÓN DEL INMIGRANTE MEXICANO COMO UN PROCESO DE ADQUISICIÓN DE CAPITAL CULTURAL: HACIA UNA NUEVA APROXIMACIÓN TEÓRICA A LAS POBLACIONES MIGRANTES*

ADAPTATION OF THE MEXICAN IMMIGRANT AS A PROCESS OF ACQUISITION OF CULTURAL CAPITAL: TOWARDS A NEW THEORETICAL APPROACH TO MIGRANT POPULATIONS

DANIEL E. AGUILAR RODRÍGUEZ
PH. D. DOCTOR EN SOCIOLOGÍA DE KANSAS STATE UNIVERSITY (2008) DOCENTE DEL DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN SOCIAL
UNIVERSIDAD DEL NORTE CORRESPONDENCIA: DEPARTAMENTO DE COMUNICACIÓN SOCIAL UNIVERSIDAD DEL NORTE, A.A. 1569, BARRANQUILLA (COLOMBIA)
deaguilar@uninorte.edu.co


RESUMEN

El presente texto hace parte de la disertación "Inmigrantes mexicanos en áreas de plantas empacadoras de carne en Kansas: Transición y adquisición de capital cultural", en la que se aplica el marco teórico de Pierre Bourdieu (1977; 1986) para observar la adaptación del inmigrante mexicano como un proceso de adquisición de capital cultural, en donde debe modificar o dejar de lado ciertas prácticas culturales correspondientes a su entorno original (habitus) para adoptar y adaptar elementos de la cultura receptora con los cuales define ahora su posición dentro del nuevo espacio social y su relación de proximidad o distancia con el grupo dominante anglo. La aplicación de dicho modelo teórico representó un reto, en la medida en que no existían precedentes en la aplicación del modelo bourdiano para el estudio de comunidades migrantes

PALABRAS CLAVE: Capital cultural, migrantes mexicanos.


ABSTRACT

The present paper is part of the dissertation "Mexican Immigrants in Meatpacking Areas of Kansas: Transition and Acquisition of Cultural Capital", that applies the theoretical framework of Pierre Bour-dieu(1977; 1986) to observe the process of adaptation of Mexican immigrants, as a process of acquisition of cultural capital, in which they have to modify or get rid of certain cultural practices from their original cultural background (habitus), and adopt and adapt elements from the receiving Anglo culture, thus defining their position within the new social space. The application of such a theoretical framework represented a challenge, since there were no previous applications of the bourdiean model in the study of migrant communities.

KEY WORDS:Cultural capital, mexican immigants.


SOBRE CAPITAL CULTURAL, ADAPTACIÓN, ASIMILACIÓN Y RESISTENCIA

La migración de mexicanos hacia los Estados Unidos ha sido una constante que desde el principio de la historia de su formación como Estado nacional es abordada como fenómeno cultural desde dos perspectivas, excluyentes entre sí. La primera de ellas proviene de la noción social conservadora1, según la cual la inmigración, particularmente de origen hispano, representa un riesgo para la identidad cultural y el proyecto de nación americana (Huntington, 2002). Tal aproximación ve en las sociedades multiculturales un sistema que a la postre discrimina a la mayoría blanca anglosajona, otorgando beneficios y prebendas a las minorías, con lo cual se acentúa la división social, en lugar de producir su cohesión, de acuerdo a los argumentos expuestos por Schlesinger (1998). Por otra parte, la segunda perspectiva aborda al inmigrante y su adaptación al entorno receptor, reclamando la necesidad de crear instancias que permitan reconocer su alteridad, en lugar de fortalecer un sistema social para el cual el sentido de igualdad no es nada más que un concepto abstracto escrito en las leyes, pero obviado en una cotidianidad que legitima la exclusión política de grupos diferentes a la mayoría cristiana anglosajona.

Con el fin de realizar una aproximación al proceso de adaptación de las comunidades migrantes, desde una perspectiva teórica más comprensiva de su experiencia, se toma como referencia el modelo teórico de Pierre Bourdieu sobre adquisición de capital cultural (Bourdieu, 1977). Para lograr tal abordaje comprensivo e interpretativo del proceso de adaptación del inmigrante mexicano a la Kansas rural, resulta pertinente realizar ajustes a la teoría de Bourdieu, dado que esta no había sido utilizada anteriormente, en estudios de comunidades migrantes ni en sus procesos de adaptación al entorno receptor. Sin embargo, aunque el marco conceptual es lo suficientemente amplio para permitir dicho análisis, carece de claridad y orden en algunos puntos que determinaban el resultado de la misma investigación.

El primer punto de ajuste consiste en que, a pesar de su constante crítica a las estructuras objetivas, como son planteadas por el estructuralismo clásico, acusando a éste de olvidar al actor, como agente, y sus acciones como agencia, Bourdieu tiende a reproducir la tendencia paradigmática de las estructuras sociales, cuando se refiere a estas como entes estructuradores que median y modelan la perspectiva que el individuo tiene del mundo social (Alexander, 1995). A pesar de querer incorporar al actor social como agente, Bourdieu tiende a interpretarlo como un ente pasivo, sin dar espacio real para los conceptos de agencia y resistencia2, tan importantes en el desarrollo de su trabajo teórico. Esto se hará evidente, más adelante, cuando salgan a relucir los conceptos de resistencia y pérdida de capital cultural.

PIERRE BOURDIEU SEGÚN EL CAPITAL CULTURAL

En una organización social determinada, bien sea de tipo complejo o no, bien sea grande o pequeña, y sin importar las diferencias o similitudes entre los individuos que la conforman, cierta manifestación cultural es considerada la base sobre la cual dicha organización se concibe y fundamenta como un ideal. De esta manera, se legitiman y proveen prácticas culturales cubiertas por un velo de lo que es socialmente aceptable. Se convierte en la doxa de la clase dominante (Bourdieu, 1977a; 1985; 1986; 1997); prácticas que se enmarcan en la disyuntiva de lo correcto e incorrecto, o lo culto y lo popular (García-Canclini, 1995 [1989]). Por lo general, tales prácticas culturales son (aunque no necesariamente) aquellas del grupo dominante, el cual posee los medios para legitimar y reproducir su hegemonía cultural. El resto de los grupos se acomodan a dichos parámetros, estableciendo su relación de proximidad o distancia con la cultura legítima. En los Estados Unidos, tanto el modus vivendi como las expresiones culturales de la mayoría blanca anglosajona protestante de clase media alta (denominada WASP por sus siglas en inglés) pueden ser considerados como la esencia misma que define el ideal del llamado sueño americano.

Para Bourdieu, el capital actúa conforme a una relación social en un sistema de intercambio que incluye bienes materiales y simbólicos, los cuales pueden ser acumulados e intercambiados (Bourdieu, 1986). Así pues, elementos culturales, en tanto que bienes simbólicos, se convierten en una forma de capital que pueden ser adquiridos, acumulados e intercambiados en el espacio social. La relación de proximidad o distancia con la cultura legitimada se da a través de la apropiación y acumulación de dichos elementos pertenecientes a la cultura dominante, así como su utilización en los diferentes campos3 .

Bourdieu (1977; 1986) identifica tres medios a través de los cuales se da la adquisición, apropiación y acumulación de capital cultural. El primero es un proceso de tipo cognitivo-afectivo, presente a través de la familia que, en calidad de ente socializador, incorpora las mediaciones que reflejan el habitus de clase como si se tratase de una marca en el comportamiento del individuo y su percepción del mundo que le rodea. El habitus de clase es capital simbólico que se expresa, entre otros, por medio de las maneras, el gusto, los usos y costumbres, y también por el manejo de la lengua. Tal habitus refleja la percepción que el individuo tiene de sí y del "otro" dentro el espacio social (Bourdieu, 1986: 19). Por tanto, para las comunidades migrantes, los capitales simbólico y cultural se convierten en elementos determinantes en la construcción de mecanismos de comunicación con el entorno receptor y su grupo dominante.

El segundo medio de adquisición de capital cultural se da a través del consumo de bienes materiales que denotan el estatus del individuo dentro de la organización social determinada (DiMaggio & Useem, 1978). El tercer mecanismo se da por medio de una institución que soporta el proceso cognitivo por medio del cual se adquiere un capital cultural determinado y otorga un reconocimiento por ello, el cual significa un ascenso dentro de la escala social. Desde esta perspectiva teórica, el estatus o posición de un individuo en el espacio social está condicionado por sus posibilidades de acceder a los elementos necesarios para adquirir dicho capital cultural.

Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, y utilizando los tres medios de adquisición de capital cultural como categorías de análisis, resulta viable aproximarse al proceso de adaptación del inmigrante mexicano bajo la lente de la adquisición de capital cultural, sumando, claro está, el capital simbólico que representa su habitus como ciudadano de una región específica de México.

INMIGRANTES MEXICANOS Y ADQUISICIÓN DE CAPITAL CULTURAL

Considerando el espacio social como la arena de lucha entre los sistemas simbólicos dominantes y subordinados, resulta factible concebir el ambiente receptor del migrante, como parte del espacio social al cual entra en calidad de actor y en donde establece su relación de proximidad o distancia con la legitimada cultura dominante. Esta relación está determinada por la reproducción de elementos de su entorno cultural original en cuanto que habitus, pues generan al mismo tiempo nuevas prácticas, que se entienden según la relación dialéctica entre agente y estructura.

La interacción entre los grupos dominantes y subordinados puede ser observada como conflictiva, dado que un sector del grupo dominante opone resistencia a la presencia del inmigrante porque no representa los ideales originales que sirvieron para sostener la fundación de dicha organización social. El inmigrante latino se esfuerza para acercarse a la doxa anglosajona; al mismo tiempo lucha, no solo contra aquellos que se oponen a su arribo, sino también contra su propio habitus, lo cual demanda modificaciones y ajustes importantes a un muy corto plazo. A pesar de que el concepto de habitus no debe ser estático y supone transformaciones a lo largo del desarrollo del individuo (Bourdieu1979), tales cambios traen experiencias frustrantes en buena parte de los casos registrados.

El concepto de clase, en cuanto al habitus, hace referencia a coaliciones creadas por personas con similares orígenes y objetivos, que cuando se aproximan en el espacio social (Bourdieu, 1985: 195-220), tienen mayores probabilidades de establecer asociaciones con las cuales puedan ser interpretadas como clases. Sin embargo, desde una perspectiva marxista clásica, los inmigrantes mexicanos no serían precisamente una clase "en sí misma", sino una condición política y cultural de ciudadanía e identidad, respectivamente, pero que no denota una relación con respecto a los medios de producción, base del concepto clásico marxista de clase socioeconómica. Sin embargo, en el momento en que las corporaciones agrícolas contratan mano de obra inmigrante mexicana por su bajo costo, como en el caso de las plantas empacadoras de carne en Kansas, están creando, al mismo tiempo que una industria agrícola bastante rentable, la fracción más desaventajada de la clase trabajadora pobre en Estados Unidos (Krissman, 2000: 208). Los inmigrantes se concentran en áreas en donde su fuerza de trabajo está en constante demanda (Rose, 1964; Chiswick, 1988; Portes & Rumbaut, 1996; Portes 1997; Griffith, 1999; Benson, 1999; Castles, 2000; Aguilar, 2006; 2008 ) y en donde compiten entre sí, ofreciendo su trabajo a un precio menor en el mercado laboral (Bonacich, 1972; Brown, 1998; Massey, 2001, 2002).

Durante el proceso de adaptación y acomodación al nuevo entorno, los inmigrantes se ven forzados a modificar o suavizar aquellas prácticas que no encajan con las de la comunidad nativa local, y que tienen mayores posibilidades de generar conflicto con el medio receptor y su sistema de normas (Hirsch, 2000). Ello no significa, necesariamente, que dichas prácticas sean eliminadas, sino que resultan menos evidentes para el grupo dominante. De este modo, el inmigrante denota una intención de garantizar una estabilidad manteniendo un perfil bajo en el espacio social, lo que a la postre facilitará el establecimiento de mecanismos de comunicación con el entorno receptor.

El llamado proceso de asimilación que demandan los sectores socialconservadores a los inmigrantes, puede concebirse como un proceso de aculturación: el individuo adquiere elementos del sistema simbólico legitimado a fin de superar la alteridad que lo convierte en un elemento extraño para el grupo social dominante. Ello significa que la asimilación puede comprenderse también como la reformulación de prácticas sociales al interior del grupo, así como la adopción de otras prácticas provenientes de la comunidad receptora, sin que ello signifique, necesariamente, un rompimiento con el entorno cultural original sino en adición a su habitus de clase. Tampoco significa un proceso que pueda ser llevado a cabo en un corto lapso de tiempo, sino que involucra varias generaciones. Esto puede comprenderse a través de la aplicación de la fórmula utilizada por Bourdieu4 para explicar el concepto de práctica social (1984: 101).

De acuerdo con Jeffrey Alexander, como parte del proceso de asimilación, miembros de la comunidad receptora o grupo anfitrión esperan que los foráneos o grupo huésped exprese la misma competencia civil que el grupo base para poder entrar a formar parte de la esfera civil (Alexander, 2006a; 2006c). Es decir, acercarse a la cultura legitimada. Cuando se habla de la experiencia de los inmigrantes mexicanos en Kansas, la competencia civil significa su habilidad para ser menos mexicano y parecer más americano. Sin embargo, tal demanda es imposible de cumplir, puesto que su etnicidad evidencia su condición diferente: es el "otro"; le establece una relación de distancia, en lugar de proximidad con el grupo dominante anglo. Tal condición cambia para inmigrantes europeos, quienes por el color de su piel son más cercanos a la comunidad anglo, tanto es así que llega a obviar las diferencias étnicas y culturales que hay entre ellos.

Prácticas veladamente aceptadas en las sociedades patriarcales-machistas latinoamericanas, tales como la violencia contra la mujer, tienden a ser menos obvias en los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos, mas no llegan a desaparecer en su totalidad (Zhou, 1997; Hirsch, 2000; González, 2004; Aguilar, 2008). Así mismo, la concepción machista de la mujer como ama de casa deja de ser funcional en el nuevo entorno. La entrada de la mujer en el mercado laboral es determinante para el mantenimiento de los hogares; establece unas nuevas relaciones de género basadas en la confianza, en lugar del miedo (Hirsch, 2000). Algunas prácticas cuando son incorporadas en la vida cotidiana, como el uso de anticonceptivos, distancian a algunos latinos de la Iglesia católica, por la posición conservadora de ésta en torno a dicho tema en particular (óp. cit). Por otra parte, dado que la mayoría de los adultos se ven forzados a trabajar por fuera del hogar y durante el mayor número de horas posible, no pueden cumplir sus tareas religiosas de modo disciplinado. Por lo tanto, ser católico se convierte en una tradición, más que en una práctica real.

Con respecto al caso de la familia migrante, el 85% de los entrevistados en el estudio manifestaron que en México la madre desempeñaba el rol de ama de casa, de modo que la migración significó un cambio radical: la madre ya no estaba presente en el hogar; o al menos, nunca en la misma medida en que lo hacía en su lugar de origen. En muchos casos, el rol de la mujer, en cuanto a cuidadora de la familia y de los niños, es suplido por otras figuras femeninas, como las hijas mayores (Aguilar, 2008). Ello, en detrimento del desarrollo mismo de las adolescentes, quienes ven su vida social limitada en la medida que tienen que proveer asistencia a sus hermanos menores (Hirsch,2000).

La alta concentración de inmigrantes en determinadas áreas de las ciudades (Tienda & Lii, 1987; Portes, 1987; Massey, 1993; Betancur, 1996) es una consecuencia directa de los sistemas de reclutamiento laboral, así como de la tendencia de los recién llegados a buscar un entorno seguro para sí mismos, rodeados por personas de similar origen (Winters et al., 2001; Brown, 2002). El constante arribo de nuevos miembros de la comunidad mexicana continúa reproduciendo, fortaleciendo y rejuveneciendo sus representaciones culturales originales. Del mismo modo, tal concentración dificulta la adquisición de la lengua inglesa para los recién llegados, porque limita su interacción con el grupo dominante a determinados escenarios, como el espacio laboral, que en su gran mayoría es mediado por la primera o subsiguientes generaciones de méxico-americanos, pues su mayor movilidad social les permite ocupar los rangos de supervisores en las plantas empacadoras de carne en Kansas (Aguilar, 2006; 2008).

La formación de tales redes sociales ha servido como argumento para los sectores más conservadores de la sociedad, con el cual reclaman contra la idea de sociedad multicultural que conduce a un sistema que a la postre discrimina a la mayoría blanca. En el suroeste de Kansas, por ejemplo, en donde la concentración de hispanos es mayor en términos porcentuales5, en las plantas empacadoras de carne, que representan una de las mayores fuentes de empleo de la región, cerca del 90 % de los empleados son inmigrantes o ciudadanos americanos de origen hispano (Gouveia, 1995; Benson, 1999; Aguilar, 2006). Ello no significa que tales trabajos no estén ni hayan estado disponibles para la comunidad local anglo, sino que los miembros de dicha comunidad no han mostrado interés en desarrollar tales labores, consideradas entre los trabajos más riesgosos en Estados Unidos (Stull & Broadway, 1995, Gouveia, 1995; Aguilar, 2006; 2008). Sin embargo, esta parte de la moneda no es mostrada por los críticos de la presencia inmigrante, quienes continúan alegando discriminación contra el trabajador anglo, al cual se le niegan las oportunidades laborales, por no dominar la lengua española. No obstante, es justo reconocer, que después de más de 30 años de estar trabajando los hispanos en tales plantas, el idioma hablado por los operadores no es el inglés; esta situación es tomada como una especie de violencia simbólica que genera autoexclusión por parte de los pocos anglos que eventualmente realizan dichas labores.

PÉRDIDA DE CAPITAL CULTURAL, REPRESENTACIONES FALLIDAS... HIBRIDACIÓN CULTURAL

Los inmigrantes entran a ser parte de un sistema de consumo y su presencia es reconocida por algunos sectores comerciales. Sin embargo, ello no implica su aceptación ni mucho menos una asimilación, sino el reconocimiento de un creciente ente consumidor. A través del consumo de ciertos bienes materiales, los individuos de un determinado grupo representan su posición dentro del campo social. La adquisición de ciertos artículos, así como el consumo en determinadas tiendas, denotan una intención de acercarse al grupo dominante, para el cual dichos artículos son destinados originalmente. Aquí cabe anotar que en algunos casos, el consumo de ciertos productos tiene como fin declarar distancia del mismo grupo dominante; es decir, un mecanismo de resistencia a su hegemonía. A pesar de ello, resistencia implica intencionalidad y éste es, precisamente, uno de los conceptos que exigían un ajuste a la teoría de Bourdieu, pues a pesar de considerar a los actores como agentes, no da cuenta de sus intenciones en cuanto a individuos. Las acciones de rompimiento son vistas como reacciones a la posición del individuo dentro del espacio social. Sin embargo, reacción es una respuesta a un estímulo o condición, que no es lo mismo que agencia, pues esta se comprende como las acciones de los actores desde la misma perspectiva teórica de Bourdieu (1997).

Consumir determinados productos implica tomar una decisión que involucra riesgos; en la medida en que existe la posibilidad de caer en la artificialidad, se tendría un efecto de rechazopor parte del grupo dominante, en lugar de aceptación. Para Bour-dieau (1997) tal artificialidad se convierte en una pérdida de capital cultural; sin embargo, para los propósitos del presente análisis esto representa un juicio extremadamente determinista que no toma en cuenta que en el acto de consumir bienes materiales hay un proceso cognitivo-racional. Con este hecho se reconoce que tales objetos fueron producidos para ser consumidos por el grupo dominante, pero que a través de su consumo el inmigrante podría acercársele aún más. Tal intención y voluntad de adquisición da cuenta de un conocimiento, una conciencia y, por tanto, una ganancia.

Aunque Bourdieu intenta entender al actor como agente y sus acciones como agencia, parece no dar mucha importancia a ciertas prácticas que podrían ser consideradas como resistencia, lo cual es determinante en el caso de los inmigrantes mexicanos en Kansas, a medida que sus acciones puedan ser consideradas como agencia y resistencia, al mismo tiempo. Sin embargo, el concepto de pérdida de capital cultural no da mucho espacio de elaboración para dichos conceptos.

La selección y consumo de bienes materiales producidos para un grupo específico representan un riesgo para quien no sea uno de sus miembros, por cuanto dichos objetos así concebidos pueden crear rechazo, en lugar de aceptación. Para Bourdieu (1996), tal situación reviste una pérdida de capital cultural, ya que la relación de proximidad o acercamiento al grupo dominante se rompería, minando los logros que traía en esta materia. Sin embargo, tal concepción resulta extremadamente determinista. Pareciera reclamar que la aceptación por parte del grupo dominante es el objetivo primario, y no la adquisición de un capital cultural que eventualmente se traducirá en mayor movilidad social. El capital cultural adquirido es algo que no se puede perder o arrebatar, como sí ocurre con el capital económico o, incluso, el capital social.

Por su parte, Jeffrey Alexander (2006b), uno de los mayores críticos del trabajo de Pierre Bourdieu, concibe este tipo de situaciones como una representación fallida, puesto que el actor toma una decisión incorrecta al seleccionar los elementos simbólicos y el guión para dicha puesta en escena. En lugar de apoyo, el resultado de tal decisión se devuelve al individuo, produciendo el efecto contrario al planeado originalmente. Bourdieu da al actor pocas posibilidades o reconocimiento en tanto que agente, mientras que la visión revisada, corregida y aumentada que Alexander presenta del interaccionismo simbólico considera la decisión como un error, ofreciendo así poco espacio para discutir el concepto de resistencia, como agencia opositora. Por otra parte, Néstor García-Canclini (1995 [1989]) da un mayor valor al actor en tanto que agente, considerando dicha mezcla como una recreación o hibridización de elementos, los cuales son incorporados por miembros que han estado expuestos a los dos entornos culturales; se crea así un discurso propio, que se basa en la utilización de elementos simbólicos propios, y como resultado de la mezcla de elementos culturales de diferentes orígenes en lo que corresponde a un proceso que otros autores denominarían como aculturación.

Para un individuo es importante denotar su posición dentro del espacio social, aunque ello no necesariamente significa que el consumo de bienes materiales esté sujeto a protocolos establecidos por la doxa dominante, sino que pueden ser reinventados y adaptados, de acuerdo a las necesidades de los inmigrantes mexicanos, sin llegar por ello a convertirse en obstáculo para el mantenimiento de su herencia cultural y étnica. Por lo tanto, la hibridación de cierto modo se convierte en una reinterpretación de dichos productos, a través de los cuales su habitus de clase y étnico son expresados. Desde esta perspectiva de híbridos culturales, por ejemplo, es posible entender la existencia de la estética chicana6 y la méxico-americana, que expresan de diversas formas: en sus prendas de vestir, en los productos consumidos, en sus maneras y, quizá la más evidente de todas: a través del lenguaje, vehículo que manifiesta la condición dual de su naturaleza cultural. En el caso de Kansas, los chicanos y los méxico-americanos provenientes de otros estados con mayor población hispana, de alguna manera siguen dichos parámetros estéticos, importando y reproduciéndolos dentro del nuevo entorno receptor.

KANSAS Y LAS POBLACIONES MIGRANTES

En Kansas, ninguno de los grupos poblacionales, bien sean anglos, o bien hispanos, son homogéneos dentro de sí mismos. Aun cuando el 74.4%7 de la población se aglutina dentro de la categoría blanco, sus ancestros provienen de diferentes grupos étnicos europeos. El término anglosajón es comúnmente utilizado como sinónimo de blanco caucásico o el comúnmente conocido blanco-anglosajón-protestante (WASP por sus siglas en inglés), según el origen de los euroamericanos que colonizaron el territorio de Kansas. Sin embargo, no todos ellos eran protestantes: existe una considerable población católica en Kansas (Ávila, 1997; Oppenheimer, 2003). De la misma manera, la población hispana tampoco es homogénea y está mediada por diferentes puntos referenciales y experiencias, que generan simpatía o rechazo al interior mismo del grupo, pues se establecen relaciones de poder en donde prevalece el grupo mayoritario dentro de la minoría (Aguilar, 2008).

En el caso de los inmigrantes hispanos en Kansas, 85% son de origen mexicano; el resto de ellos, en su mayoría son de otros países centroamericanos. Esta situación genera heterogeneidad al interior de la misma comunidad hispana, por las diferencias culturales entre naciones, así como por las diferencias regionales al interior de cada una. A pesar de la lengua española como elemento de convergencia, las representaciones simbólicas varían de acuerdo a la experiencia histórica, cultural y lingüística de cada país y de cada región, lo que conlleva al uso de expresiones y mecanismos de comunicación neutrales por el bien de la armonía entre la minoría hispana, dentro del espacio social estadounidense. Sin embargo, tal armonía no es estable, dado que la concentración y la formación de redes sociales de inmigrantes presentan interiormente la existencia de un grupo mayoritario que establece y reproduce relaciones de poder.

En el caso del suroeste de Kansas, el estudio arrojó datos interesantes respecto al origen de sus inmigrantes: en su gran mayoría provenían del estado de Chihuahua; mientras que en Emporia, al centro de Kansas, la mayoría de los inmigrantes eran mexicanos provenientes del estado de Michoacán. Esto genera dos poblaciones diferentes, a pesar de estar cobijadas bajo una misma nacionalidad; es decir, podemos acusar la existencia de minorías dentro de las minorías mismas, en las cuales se reproducen prácticas que tienen como fin distinguir el origen étnico de cada grupo, que eventualmente, según se encontró, generan conflictos y muchas veces confrontaciones internas.

RESULTADOS TRAS LA NUEVA APLICACIÓN DEL MODELO TEÓRICO

El primer resultado del estudio sobre inmigrantes mexicanos en las áreas empacadoras de carne en Kansas evidencia que el marco teórico de Pierre Bourdieu permite una comprensión de la adaptación de las comunidades migrantes como un proceso de adquisición de capital cultural, con resultados que varían de acuerdo al estatus económico, habitus de clase y educación obtenida, así como las expectativas individuales. A través de este modelo es posible realizar un análisis comprensivo de la experiencia del migrante y las trayectorias seguidas por este dentro del espacio social, estableciendo su relación de distancia o proximidad con el grupo dominante.

La mayoría de los trabajos académicos realizados sobre este tópico se han aproximado al inmigrante desde la perspectiva del capital social. Es decir, lo que significa para la sociedad de la que sale y lo que representa para la que llegan, así como el rol que desarrolla la mano de obra inmigrante dentro del sistema productivo, particularmente en el sector agroindustrial (Stulll & Broadway, 1995;2004; Gouveia, 1995; Griffith, 1999, Benson, 1990; 1999; Castles, 2000; Aguilar, 2006; 2008). Gran parte de dichos trabajos han hecho una aproximación de tipo descriptiva, y parecieran considerar al inmigrante como un ente pasivo, que se encontró repentinamente inmerso en una estructura social y cultural, para él desconocida por completo.

La adquisición de elementos culturales no se da solo entre los inmigrantes, sino también en la comunidad receptora, que a la postre termina por incluir tales elementos dentro su vida cotidiana. Sin ir más lejos, el mejor de tales ejemplos lo representa el éxito de la comida mexicana, a lo largo y ancho de la geografía norteamericana. Del mismo modo, un sector más progresista de la comunidad anglo ha manifestado su interés por el estudio del español con el desarrollo de habilidades comunicacionales que reafirman su interés por una interacción con el grupo foráneo. De modo más reducido, aunque presente, algunos miembros del sector conservador aprenden español argumentando su necesidad, dada la creciente incorporación de mano de obra hispana en diferentes ámbitos productivos (Castles, 2000; Massey, 2000; 2002).

El poder hegemónico de un grupo sobre otros subordinados genera, inevitablemente, elementos de resistencia como respuesta al proceso violencia simbólica que representa dicha hegemonía. Los inmigrantes mexicanos no han sido la excepción a la regla; han desarrollado sistemas de representación simbólica que involucran elementos, tanto de su entorno cultural original como del receptor. Los chicanos, por ejemplo, subrayan su condición de híbridos culturales, a través de una estética particular e, incluso, mediante acciones o comportamientos que generan un elemento de distinción y diferenciación, tanto de los mexicanos raizales como de los americanos.

La asimilación cultural que reclama el sector social conservador de los inmigrantes mexicanos es un proceso lento, que toma varias generaciones hasta alcanzar la proximidad suficiente que les permita dejar de ser minoría, pues se les confiere la pertenencia al grupo dominante. A menudo, ello significa la adopción de elementos de dicha cultura, o suavizar o transformar prácticas correspondientes a su ancestro cultural, tan fuertemente incorporadas en el habitus de clase de los recién llegados. Así podemos decir que el proceso de asimilación lo inicia la primera generación de inmigrantes y que esta lo transfiere a sus descendientes; en estos últimos resulta posible observar la manera paulatina en que el latino se mezcla con la sociedad angloamericana.

Elementos propios del entorno cultural original del inmigrante son preservados como tradiciones familiares, aunque no necesariamente incorporados en tanto que prácticas culturales. El grado de asimilación de un individuo varía según las características y rasgos que permanezcan a través de las generaciones. De acuerdo con Massey (1993; 2002), inmigrantes cuyos rasgos no sean anglos enfrentan más obstáculos para ser asimilados por el entorno predominantemente blanco.

La naturaleza dual de la estética chicana representa, al mismo tiempo, proximidad al grupo dominante y apego por el ancestro cultural. Por su parte, los méxico-americanos de segunda o subsiguientes generaciones, siguen una trayectoria que los aleja de dicho ancestro al mismo tiempo que los acerca cada vez más hacia el grupo hegemónico. A través de su experiencia es posible comprender el largo proceso que una comunidad enfrenta para lograr ser aceptada e incorporada dentro del sistema social que legitima determinadas prácticas culturales (Bourdieu, 1977) o las representaciones (Alexander & Mast, 2006) de la clase media-alta anglosajona. Desafortunadamente, aunque los hispanos incorporen elementos culturales del grupo dominante dentro de su habitus, esto resulta insuficiente para ser totalmente integrados en el grupo hegemónico. El origen socioeconómico, así como las características de raza, en conjunto con la carencia de una competencia comunicacional lingüística, parecen jugar un papel determinante en este proceso.

En el caso de los mexicanos que imigran a los Estados Unidos, adquirir el lenguaje hace parte fundamental del proceso de adquisición del capital cultural legitimado. A pesar de que los inmigrantes mexicanos cuentan con una educación que les permite leer y escribir en español, ello no necesariamente significa, que hayan recibido una educación bilingüe. De acuerdo a las estadísticas8, el 75% de los inmigrantes mexicanos en Estado Unidos tienen unas edades que oscilan entre los 15 y los 30 años, lo cual sumado al origen socioeconómico de la mayoría (Portes & Rumbaut, 1996; Massey, 2002; 2004) aumenta las probabilidades de no haber accedido a un sistema de educación pública en donde la enseñanza de la lengua inglesa sea lo suficientemente funcional, a la hora de migrar hacia Estados Unidos. Sin embargo, a pesar de ser conscientes de esta limitación, la carencia del inglés no obstaculiza su decisión de cruzar la frontera norte.

La alta concentración residencial de inmigrantes y la formación de fuertes redes sociales son factores que influyen en la dilación del proceso de adquisición del lenguaje, por cuanto limitan así las posibilidades de interactuar con el grupo dominante (Tiena & Lii, 1987; McManus, 1990, Aguilar, 2008). Los inmigrantes tienden a rodearse de personas de similar origen (Brown 2003), con lo cual reducen la necesidad de aprender la otra lengua. Otro elemento fundamental consiste en que los elementos culturales u orígenes representacionales (Alexander & Mast, 2006) no se pierden completamente, debido al constante arribo de inmigrantes que mantienen y renuevan dichas prácticas (Massey, 2004). Así pues, el proceso de adaptación se reproduce constantemente, generando un flujo natural en la formación de redes sociales. Algunas prácticas se conservan a través de las generaciones, a pesar de que se hayan suavizado, modificado e, incluso, mezclado con elementos de la cultura anglo, dando paso a la formación de híbridos culturales (García-Canclini, 1995 [1989]) en los cuales se puede observar el proceso de asimilación.

Tal como se expresa en líneas anteriores, el tipo de comunicación establecido entre los inmigrantes mexicanos y la comunidad anglo es principalmente vertical, dado que los inmigrantes, sobre todo aquellos que no saben el idioma, y más aún los indocumentados, son conscientes de su posición desventajosa dentro del espacio social. Esta situación limita su interacción con los angloamericanos a contextos específicos e impulsa, en muchos casos, a tomar una actitud subordinada.

Para los niños que fueron llevados por sus familias a una temprana edad, el aprendizaje de la lengua siguió un proceso natural y rápido, que facilitó tanto su adaptación al nuevo entorno como su movilidad social. Así mismo el tipo de interacción que desarrollan con los anglos nativos es mucho mayor que la de sus padres o hermanos mayores. También adquieren más fácilmente elementos de la cultura receptora, los cuales involucran dentro de sus prácticas cotidianas. Para aquellos jóvenes que arribaron siendo adolescentes, el proceso de aprendizaje tomó mucho más tiempo, generándoles problemas en su desempeño académico. En el caso de los adolescentes que entraron a escuelas que contaban con programas de inglés como segunda lengua, los estudiantes fueron separados de los nativos hablantes mientras que desarrollaban la llamada competencia comunicativa. Esto generó división social porque fraccionó el cuerpo estudiantil entre aquellos que hablaban inglés y los que no sabían hacerlo. Por otra parte, los adolescentes que llegaron a escuelas que no contaban con dichos programas de nivelación lingüística tuvieron un bajo desempeño académico y baja sociabilidad, hasta que desarrollaron por sí mismos las competencias comunicativas necesarias para continuar el programa académico y ser más activos dentro del espacio social de la escuela. Sin embargo, semejante demora genera tal frustración entre estos jóvenes que muestran una tendencia, 50% mayor que la de sus pares anglos, a abandonar la escuela secundaria y a descartar su ingreso al nivel universitario9.

Por su parte, el inmigrante adulto experimenta un proceso completamente diferente al del niño o al del adolescente. En primer lugar, porque como no tiene acceso al sistema educativo, tampoco se expone al idioma dentro de un intensivo ambiente académico. A pesar de las soluciones alternativas ofrecidas por las organizaciones a los inmigrantes, como los centros de aprendizaje para adultos que existen en casi todas las ciudades de Estados Unidos, la mayoría de ellos carecen de la información y de tiempo para acceder a dichos recursos. Así mismo, la intensidad de los cursos de inglés ofrecidos no es suficiente para el desarrollo de unas habilidades comunicacionales que resulten funcionales dentro del espacio social norteamericano.

Los hijos de los inmigrantes identificaron la llamada "barrera lingüística" como la principal dificultad enfrentada por sus padres para comunicarse y socializar con personas que no fueran hispanas. A menudo, luego de muchos años de vivir en los Estados Unidos, estos adultos no hablan inglés. Ello afecta la autoestima del migrante, generándole un proceso de autoexclusión que profundiza el sentimiento de soledad y el aislamiento manifestados por casi todas las personas que participaron en el estudio.

Dentro del hogar de padres migrantes, en ocasiones resulta difícil mantener el español como lengua única dentro de la casa porque sus hijos socializan la mayor parte del tiempo en inglés, convirtiéndola en su lengua nativa (Zhou, 1997). En muchos casos el méxico-americano de segunda o subsiguiente generación no llega a hablar español; ni siquiera lo comprende. De esta manera, se establece una mayor proximidad a la cultura dominante al mismo tiempo que se marca una distancia con relación a su ancestro hispano.

A pesar de los esfuerzos de algunos miembros de la comunidad anglosajona en Kansas por establecer contacto directo con la comunidad inmigrante, otros en cambio son reticentes a este tipo de acercamientos: lo ven como una amenaza a los elementos primordiales sobre los que se fundamentó la comunidad original. Es decir, temen a la posibilidad de que crezca la comunidad hispana inmigrante, no blanca. Por ejemplo, en la población de Emporia, el periódico local, "The Emporia Gazette", imprime una sección en español: "La voz latina"; está dirigida a una audiencia hispanoparlante con el fin de informarla sobre los sucesos acaecidos en la ciudad y brindarle aquella información que podría resultar de mayor interés para el inmigrante. Sin embargo, después de la primera edición, el periódico reportó la cancelación de las suscripciones por parte de algunos miembros de la comunidad anglo, quienes consideraron irrespetuoso que dentro de la edición dominical hubiese una sección en español en dicho medio de comunicación.

Finalmente, este modelo teórico modificado de adquisición de capital cultural podría resultar útil para un análisis futuro a otras poblaciones migrantes, dado que enfatiza la experiencia cultural no en términos de shock cultural, sino como un proceso de adquisición y acumulación de capital cultural. Tal proceso representa la adaptación que las comunidades migrantes enfrentan y que las lleva a modificar elementos de su entorno cultural original o a adoptar otros del entorno receptor a fin de establecer con este una comunicación. Así pues, la asimilación y aculturación son procesos experimentados por las subsiguientes generaciones de méxico-americanos; por la generación levantada entre el hogar regido por las representaciones del entorno original de sus padres y el entorno anglo, que refuerzan los sistemas educativo y legal.


*El presente artículo se origina en la investigación sobre sistemas locales de producción agrícola, que parcialmente financiaron el USDA (United States Department of Agriculture) y el Departamento de Extensión de Kansas State University.

1 Es importante establecer una clara diferencia entre el sector social conservador y el sector conservador económico, que a diferencia del primero ve en el inmigrante una fuente importante de mano de obra barata que soporta buena parte de la economía estadounidense, generando ganancias al sector agroindustrial, principalmente.

2 Considerando las manifestaciones de resistencia como "agencia opositora", a través de la cual los miembros de un grupo subordinado intentan lidiar o disminuir el impacto de imposición del grupo dominante. Nuevas representaciones simbólicas son generadas para establecer una relación de distancia con dicho grupo.

3 Es importante aclarar el concepto bourdieano de campo, como esferas dominadas por ciertas élites. Tales campos están mediados por su condición de habitus de clase y de capital cultural previamente adquirido por el individuo.

4 (HABITUS x CAPITAL) + FIELD = PRACTICE.

5 Cerca del 47%, de acuerdo al U.S. Census Bureau.

6 Entendiendo el término chicano como la primera generación nacida en territorio estadounidense. Es determinante aclarar que el término también hace referencia a los hijos de inmigrantes mexicanos de clase trabajadora. Por un período, dicho término tenía una connotación peyorativa. Sin embargo, con el tiempo evolucionó hacia una identidad.

7 U.S. Census Bureau. Datos de Kansas 2004.

8 Fuente Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática de México.

9 Fuente, Organización Clinton.


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