ISSN electrónico: 2011-7574 FECHA DE RECEPCIÓN: ABRIL 15 DE 2008 |
PRODUCCIÓN DE CIUDAD, COTIDIANIDAD Y CULTURAS POPULARES: UNA REVISIÓN PRELIMINAR.
PRODUCTION OF CITY, DAILY LIFE AND POPULAR CULTURES: A PRELIMINARY REVISION
FRANCISCO JAVIER FRANCO SILVA
ARQUITECTO, ANTROPÓLOGO, DIPLOMA EN URBANISMO Y MACISTER EN ANTROPOLOGÍA. PROFESOR DE PLANTA DE LA ESCUELA SUPERIOR DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA, ESAP, BOGOTÁ (COLOMBIA)
CORRESPONDENCIA: CARRERA 40 N° 22 C 60, EDIFICIO B3, APTO. 13-07,BOGOTÁ (COLOMBIA)
franco.franco@esap.edu.co y fjfrancos@unal.edu.co
LUZ MAGNOLIA PÉREZ SALAZAR
LICENCIADA EN EDUCACIÓN INFANTIL, ANTROPÓLOGA, MAGISTER EN DESARROLLO EDUCATIVO Y SOCIAL. DOCENTE DE PLANTA DE LA UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL, BOGOTÁ (COLOMBIA)
CORRESPONDENCIA: CARRERA 40 N° 22 C 60, EDIFICIO B3, APTO. 13-07, BOGOTÁ (COLOMBIA)
lperez@pedagogica.edu.co
RESUMEN
Este artículo hace un balance de los trabajos que desde el urbanismo y la antropología de las ciudades han abocado problemáticas y temáticas propias de la producción de ciudades, la cotidianidad y las culturas populares. La tarea está en examinar cómo se transforma la ciudad desde el barrio popular. La revisión se remonta a los clásicos del urbanismo de la Escuela de Chicago, pasando por las obras fundantes en Latinoamérica hasta concluir en los trabajos más significativos de antropología urbana en Colombia. En este último aparte se plantea la discusión aún presente entre la antropología en la ciudad frente a la antropología de la ciudad. El trabajo deja previstos los filos de un proyecto ulterior en el que se formula la conveniencia de avanzar en la revisión de estudios sobre la emergencia de nuevas subjetividades en las ciudades y las tensiones entre lo tradicional frente a los discursos y las prácticas de la modernidad.
PALABRAS CLAVE: Urbanismo, antropología urbana, culturas populares, cotidianidad-ciudad-barrios.
ABSTRACT
This article offers an overview of the numerous works from the fields of urbanism and urban anthropology that had analyzed topics and phenomena related to the production of cities, everyday life and popular culture. The author tries to focus on the ways the city is shape from the "barrios". The range of this essay spans the birth of the genre in the Chicago school and the founding literature from Latin America to the most notorious works made in Colombia. In this last regard the author acknowledges the still important discussion of the anthropology in the city vs. anthropology of the city. The article gives a sense of the future enterprises about the convenience of studying the birth of new subjectivities in the urban realm and the conflicts between the traditional perspectives and the discourses and modernity praxis.
KEY WORDS:Urbanism, urban anthropology, popular cultures, daily life, city-districts.
INTRODUCCIÓN
¿Cómo han logrado sobrevivir los pobladores marginados o de bajos ingresos, a pesar de tener todo en su contra? Interrogantes como éste han sido abordados en ciencias sociales, ciencias humanas, económicas, políticas e, incluso, en algunos campos de las ciencias naturales, como la ecología. No obstante, dichas investigaciones no se han traducido en políticas que reduzcan las problemáticas, y que mejoren la calidad de vida de dicha población, lo cual mantiene la vigencia del interrogante. De hecho, en un mundo donde cada día se incrementan la inequidad, las desigualdades, la concentración de la riqueza, etc., algo debe estar funcionando mal en los procesos de investigación de nuestras universidades. Así mismo, el hecho de que simultáneamente se desmadre la pobreza y se alcancen grandes desarrollos científicos y tecnológicos, confirmaría que mucho de lo vivido por la humanidad ha tomado rumbos equivocados.
En Colombia, mientras el gobierno se concentra en resolver los problemas de seguridad de una parte de la población, más de la mitad de ésta carece de condiciones de vida dignas. Una cifra parece mantener una tendencia inmodificable en los últimos 50 años: el incremento progresivo de los niveles de concentración de la riqueza. A pesar de ello, la población de menos recursos ha logrado sobrevivir y, además, ha podido trascender hacia umbrales que superan las meras estrategias de supervivencia. A continuación se despliega una revisión conceptual de estudios que abordan, precisamente, cómo los pobladores de bajos ingresos enfrentan la vida en condiciones de precariedad y, en muchas ocasiones, al margen del Estado. Esta revisión constituye parte del estado del arte de dos trabajos cuya preocupación se enfoca en delinear los rasgos fundamentales para la construcción social de espacios públicos en donde la diversidad sea contemplada y se tome como eje de gravitación una antropología de los anhelos, de los sueños y de las aspiraciones de sujetos de los barrios populares de nuestras ciudades (Franco, 2005 y en prensa). La tarea que a continuación se expondrá se enmarca en la exploración de algo que podríamos denominar como las Memorias del Porvenir.
Para determinar desde dónde examinar la literatura en algunos campos de las ciencias humanas sobre la vida de sujetos que habitan en barrios populares de los grandes centros urbanos de países como Colombia, conviene partir de las problemáticas atinentes a la vida cotidiana en dichos sectores. Estas problemáticas han sido abordadas por los campos del conocimiento propios de la antropología social, la geografía humana, la sicología social, algunas vertientes de sociología de la cotidianidad y de la cultura, y en otros campos relacionales en donde se encuentran, interceptan y son rebasadas las disciplinas referidas. Con base en lo anterior, se deslindarán unas rutas que permitan precisar cómo han sido tratadas las problemáticas relacionadas con la vida cotidiana en barrios populares en la literatura sobre urbanismo y, principalmente, en antropología de las ciudades.
EL URBANISMO: LA FORMA DE VIDA DEL HOMO URBANUS
La pregunta que orienta esta revisión es: ¿Cómo se ha dado cuenta de la producción de la ciudad desde la vida cotidiana de sujetos en asentamientos populares? El sentido apunta en dos campos: el primero, escudriñar por las tensiones en dichas matrices culturales de los sujetos, entre lo constante y permanente frente a lo inestable, fluido y cambiante; y el segundo y, principal, indaga por las maneras cómo los pobladores de estos asentamientos producen ciudad.
Se presentan a continuación algunos enfoques teóricos y conceptuales a propósito de la vida urbana de sujetos en la cotidianidad. Enfoques que dan cuenta de la relación entre maneras de ser, hacer e inventar, de sujetos (individuales y colectivos) en la vida cotidiana, enmarcada ésta espacialmente. Las preguntas complementarias son: ¿Qué aspectos de la vida cotidiana de sujetos se han referido en el urbanismo? ¿Cómo se ha examinado la vida cotidiana en la antropología de las ciudades? ¿Cómo se han relacionado los ámbitos en que es observable lo cotidiano y las culturas populares, frente a la ciudad?
En las dos últimas décadas se ha multiplicado la literatura a propósito de los estudios urbanos, de la existencia de las grandes ciudades y de los urbanitas como objetos de estudios. Un ejemplo de estos trabajos es el de Ulf Hannerz, La exploración de la ciudad. En éste se hace un juicioso análisis del estado del arte desde los inicios del siglo XX hasta los años 80. Más que de la antropología urbana, la obra se dedica al urbanismo, entendido como un campo de estudio donde confluyen, principalmente, antropología, sociología, sicología y geografía.
Se inicia con los primeros desarrollos de la Escuela de Chicago; luego, los orígenes y desarrollo del urbanismo y de la antropología de las ciudades en América Latina y Colombia. Concluye con algunos enfoques teóricos recientes que resultan sugerentes en el análisis de las ciudades latinoamericanas en las condiciones descritas por Marc Augé (1996, 1998), como de la contemporaneidad.
ALGUNOS APORTES DE LOS ETNÓGRAFOS DE CHICAGO AL ESTUDIO DE LA VIDA URBANA
La Escuela de Chicago se constituyó, desde la segunda década del siglo XX, en el primer centro de estudios sobre la problemática urbana en las ciencias humanas y sociales. Allí se realizó el más significativo corpus de investigaciones que, colocando a la ciudad de Chicago como laboratorio, permitió el establecimiento del principal centro de estudios modernos sobre lo urbano. Los chicaguenses se concentraron en dos tendencias: una, de filosofía social especulativa, y la segunda, relacionada con un movimiento de investigación social, fundado en la investigación empírica, que examinó de manera crítica la sociedad industrial en desarrollo. Robert Ezra Park, junto con William Isaac Tomas (Hannerz, 1993), conforman el núcleo generador de la Escuela de Chicago. Park es el precursor de la Teoría Ecológica propia de las primeras décadas de los etnógrafos de Chicago, la cual lo facultó para contemplar el urbanismo a gran escala junto con los niveles microsociales. Examinaba, por una parte, las características de los barrios urbanos: como mundos aislados (hogares de poblaciones de inmigrantes con pocos vínculos en la sociedad que los rodeaba), o como aglomeraciones anónimas de individuos en movimiento en áreas de vicio; por otra, las transformaciones que trajo la industrialización en los "procesos de urbanización" (Hannerz, 1993). De manera que su preocupación avanzaba en la variabilidad de los modos de vida urbanos.
Uno de los temas en los que profundiza es el del vecindario, entendido como unidad social, generador del espíritu colectivo. Allí estudia la definición de sus contornos, su coherencia en la organización interna y externa y las relaciones inmediatas entre sus individuos; también, la densidad de contactos gracias a la proximidad. La proximidad se constituye en el activador de la camaradería. La asociación, los intereses locales, la participación de los individuos del vecindario en asuntos públicos (Park, 1962). Su preocupación constante fue el orden moral del individuo, y en este sentido, la ciudad hace posible que distintas personas tengan diferentes relaciones; y un grupo de características semejantes puede proporcionar apoyos morales para un comportamiento que otros desaprobarían. De ahí su insistencia en describir mundos sociales o regiones morales. Su trabajo ha tenido una influencia relevante en la formación y ulterior consolidación del enfoque de la Ecología Cultural, básicamente en los trabajos de Larissa Adler de Lomnitz (1983, 1998), Ubaldo Martínez Veiga (1985), Teófilo Altamirano (1983) y Donald Foster (1975); de otro lado, en Planificación Urbana, en las obras de Amos Rapoport (1986) y Christopher Alexander (1980), en las cuales es evidente la articulación de las dimensiones humana y espacial en la forma urbana y arquitectural.
La visión de Louis Wirth, desarrollada en la década de los 30, ha sido considerada una reacción frente al pensamiento ecológico que dominaba en los ámbitos chicaguenses. El centro de gravedad para su perspectiva es, entonces, lo social. En uno de los escritos fundantes de la antropología urbana, El urbanismo como modo de vida, señala la ausencia de una teoría del urbanismo que ofrezca "de un modo sistemático conocimientos asequibles concernientes a la ciudad como una entidad social [y formula, como el problema central de éste] ..."conocer las formas de acción y organización sociales que, de modo típico, emergen allí donde se da el establecimiento relativamente permanente y compacto de grandes cantidades de individuos heterogéneos" (Wirth, 2001). Insiste, entonces, en que para dar cuenta del urbanismo se deberían interrelacionar tres aspectos: la estructura física y espacial, la organización y acción sociales, y un conjunto de actitudes e ideas en una constelación de personalidades. Wirth concentra su planteamiento en la identificación de unas categorías de análisis para una teoría del urbanismo: el tamaño de población, la densidad y la heterogeneidad. El urbanismo al que él apunta ha sido referido ampliamente por los siguientes aspectos: uno, por su interés al enfatizar en las relaciones y en las maneras de pensar sociales; dos, por las discusiones que planteó, tales como el conflicto entre la individualidad y sociabilidad; tres, por la imposibilidad de que un individuo corriente pueda acceder a la concepción de una ciudad como un todo o de reconocer su lugar en un esquema total; y cuatro, a la necesidad de que las aspiraciones particulares deban ser relegadas en pos de "los mejores intereses" (Wirth, 2001).
Erwing Goffamn es un representante de una generación posterior de la Escuela de Chicago. Sus trabajos empiezan a publicarse en los años 50 y desde aquel entonces pone en escena el Interaccionismo Simbólico, el cual ha recobrado inusitada actualidad e influencia en las últimas décadas. A propósito vale la pena revisar las referencias al trabajo de Michel Agier (1999a, 1999b y 2000) y Manuela Álvarez (1999a, 1999b). Su estudio se origina en las concepciones del yo y la construcción de significado de la vida social. Se dedica entonces al análisis de la interacción cara a cara y a los comportamientos públicos y, por inferencia, privados (Hannerz, 1993). Su tema central son los sucesos que están implicados durante la copresencia y en virtud de la misma. Sus materiales de estudio son las miradas, los gestos, las posturas y declaraciones verbales con que las personas alimentan de continuo la situación. En este sentido el estudio de la situación en la que las personas interactúan se constituye en uno de los hitos en el trabajo de Goffman. Una de sus tareas primordiales en el análisis de la interacción cara a cara es la definición de la situación. Ésta se consigue con la información que el individuo tiene a su alcance y la que los otros tienen de él, además, de lo que le espera de aquellos y lo que ellos pueden esperar de él. En La presentación de la persona en la vida cotidiana, el autor lleva adelante la metáfora de la vida como teatro, de concebir la sociedad como un escenario hasta convertirla en una perspectiva dramatúrgica de la vida social; es decir, el modo en que el individuo guía y controla las ideas que los demás se forman de él, y maneja las impresiones de su auditorio. Presentar una imagen ventajosa pero al mismo tiempo creíble para los demás debe darse a partir de la suma total de actividades que en presencia continua el individuo da, es decir, representa. Tres de las concepciones fundantes del trabajo del autor, son la definición de la situación, la presentación-representación de la persona en la vida cotidiana y la perspectiva dramatúrgica de la vida social (Goffman, 1971a, 1971b).
Lo revisado de los etnógrafos de Chicago pone en discusión dos campos: el primero, delimita el umbral de los estudios urbanos entre dos polos, el ecológico que concibe a la especie humana como una más en la trama de vida y a los centros urbanos como nichos enmarcados en otros mayores, y, el otro, que da preeminencia a lo social y plantea que el ser humano genera unas formas de vida específicas que no guardan mayor similitud con las de otros seres vivos, por lo cual deben estudiarse desde estas mismas y no con referencia a las ciencias naturales. Estos dos polos aún delimitan los estudios urbanos y orientan buena parte de los trabajos vigentes en la actualidad. Del segundo campo surgen dos aspectos, uno, a partir del interrogante de cómo lo que se presenta está determinado por lo que estamos forzados a representar en una situación dada. Hay estructuras determinantes en la interacción, solo apreciables con una perspectiva dramática: como siguiendo un guión, el personaje sigue las orientaciones que delinean su actuación en la situación específica. La discusión, entonces, trae a cuenta la confrontación entre lo estructural y lo fenomenológico.
ESTUDIOS E INVESTIGACIONES URBANAS EN LATINOAMÉRICA
Lo acontecido en este continente no se ha dado de la misma manera que en Europa o en Estados Unidos, lo cual lleva a reflexionar sobre la conveniencia de pensar no un nuevo corpus antropológico latinoamericano, sino, al menos, una caracterización que dé cuenta de las condiciones específicas de éste.
Una de las obras más influyentes en los orígenes de la antropología de América Latina ha sido la de Oscar Lewis, citada entre otros/as por Larissa Adler de Lomnitz (1983, 1998), Donald Foster (1975), Julián Arturo (1993, 1994), Curtis Glick (1993, 1994). Lewis sostuvo que los postulados aplicados en ámbitos en donde la antropología urbana ya estaba establecida en la primera mitad de siglo XX (Europa y Estados Unidos), no podían aplicarse a esta región del mundo y que, por tanto, convenía desarrollar un nuevo corpus de conocimientos, que diera cuenta de las condiciones y particularidades de ésta (Lewis, 1969). Oscar Lewis pone así en cuestión la tesis de Louis Wirth (ya referida arriba), de que el tamaño, la densidad y la heterogeneidad tienden a relacionarse de la misma manera en cualquier ciudad, y que esto permitía fundamentar la idea del continuo rural-urbano o comunal-urbano. Dicha vinculación, además, podía determinar las características de las relaciones interpersonales, sobre todo en lo relativo a características tales como desorganización, impersonalidad y segmentación. Al respecto, Oscar Lewis apunta que la afirmación referida y otras aplicadas a clases bajas en asentamientos de Estados Unidos y el Norte de Europa, no tenían posibilidades explicativas en Latinoamérica (Hannerz, 1993). Considera que la complejidad de variables como heterogeneidad, que en sí misma abarca múltiples dimensiones, rompería cualquier linealidad o relación de regularidades aplicables como constantes a centros urbanos en Latinoamérica. Pero el aporte no deja de ser también cuestionable con su propuesta de la Antropología de la Pobreza (Lewis, 1969). Recurre a las mismas generalizaciones que tanto criticó de Wirth y de otros. Lewis propone una caracterización reduccionista que pretendía identificar a la cultura de la pobreza como construible a partir de las regularidades de variables fijas y aplicable indistintamente en cualquier región subdesarrollada. De modo que termina postulando en el mismo tipo de desviaciones que tan brillantemente criticó.
¿Cómo sobreviven los marginados? y ¿a qué estrategias recurren los pobladores de bajos ingresos para sobrevivir?, son las preguntas que se formulan Larissa Adler de Lomnitz (1983) y Donald Foster (1975), respectivamente. Estas preguntas parecen ser formuladas para las condiciones actuales, debido a que, en un continente como el latinoamericano, cada vez cobran mayor actualidad problemáticas como la pobreza, la inequidad, la injusticia y la exclusión. Tanto Lomnitz como Foster basan sus trabajos en la articulación de la perspectiva ecológica chicaguense y la cultura de la pobreza de Lewis. La ecología cultural es considerada como la rama de la antropología entendida como ecología humana, que consiste en la adaptación de sociedades humanas a un ambiente natural. Dentro de ese sistema, la ciudad cumple la función de matriz ecológica en donde como en un ecosistema se organizan diversidad de nichos que buscan mantenerse en equilibrio. Las obras de Lomnitz y Foster entienden a la ciudad como parte de un sistema más amplio, lo que les permite a los autores formular problemáticas que trascienden a ésta como objeto de estudio. Lomnitz indaga por el significado del fenómeno de la marginalidad, ubicado por la autora en la relación entre pobreza y migración rural. Foster, por su parte, examina los procesos de migración hacia Barranquilla y le atribuye a ésta la complejidad y diversidad de estrategias de supervivencia desarrolladas por sus habitantes. Las diferentes maneras de inmigración y los diferentes momentos de llegada a la ciudad son, entonces, lo particular en la urbanización de Barranquilla.
Por otro lado, a propósito de las relaciones entre las llamadas, en términos marxistas, estructura y superestructura, y el barrio popular, Fernando Viviescas et al. (1989) y Viviescas F. (1993) indagan sobre "La calidad espacial urbana en barrios para sectores de bajos ingresos en Medellín". Se interrogan inicialmente respecto a cómo incorporar en los proyectos urbanos una dimensión cultural. Dicha dimensión incluiría reconocer la historia propia y la vida cotidiana, así como también la identificación de aspectos cualitativos y culturales en el contexto de las determinantes estructurales socio-políticas y de la historia. Las condiciones objetivas de los pobladores de sectores de bajos ingresos de la ciudad son precarias: no hay condiciones de habitabilidad adecuadas en cuanto a calidad ni cantidad de vivienda. En respuesta a esto, los programas de vivienda atienden únicamente el déficit cuantitativo. Tales iniciativas nunca contemplan la calidad espacial para estos sectores de población. Las únicas opciones que se presentan a dichos sectores son las soluciones espontáneas, donde campea el empobrecimiento de los espacios colectivos; de ahí la imposibilidad de un adecuado espacio barrial que genere mejores condiciones para la sociabilidad, el encuentro, las relaciones entre vecinos. Frente a lo anterior, los autores sostienen que la correlación entre estructura y superestructura social determina o condiciona el futuro de hombres y mujeres de sectores populares, en especial en cuanto a las formas de ocupación espacial y de vida de la población de los barrios que éstos generan.
URBANISMO Y ANTROPOLOGÍA URBANA EN COLOMBIA
Una de las primeras discusiones que se dieron en la introducción de la antropología urbana en nuestro país en los años ochenta tenía que ver con polarización entre "antropología en la ciudad" frente a la "antropología de la ciudad". La primera, en la ciudad, entendida como una manera de hacer también antropología en los centros urbanos, pero dicha manera pensada e implementada a partir del mismo corpus teórico y metodológico tradicional de la antropología. Simplemente se traslada el "objeto" y el área de estudio. Y la segunda, la antropología de la ciudad, que postula lo imprescindible de avanzar en miradas más ligadas a pensar, actuar y recrear una antropología específica de la ciudad, a pesar de que ésta tuviera que poner en cuestión hasta sus propias fronteras. Discusiones como ésta están presentes en abundante literatura: (Agier, 2000, 1999a,1999b; Delgado, 1999, 2001; (Arturo, 1993, 1994); (Glick, 1993, 1994); Pineda, 1993; Torres, 1993a, 1993b).
Al respecto, Curtis Glick (1993) señala que para estudiar la ciudad no se podría hacer desde una disciplina aislada: "tenemos que aprender a ser realmente interdisciplinarios. Así será que podremos llegar al verdadero holismo, estudio sin "costuras", donde termina una disciplina y comienza otra". Y propone un listado de doce ideas con las que, según él, se podría trabajar en este sentido. Se hace referencia principalmente a tres: la primera, que muestra cómo a través del "holismo", la antropología ofrece un enfoque de sistema social junto con una comprensión profunda de poder ver y trabajar los sistemas reales que se presentan en la ciudad. En la segunda, señala la conveniencia de trabajar los vínculos verticales que llevan nuestro enfoque desde lo excesivamente local o micro hacia escalas más abarcadoras: lo urbano, la región, lo global, etc. Y la tercera, emprender un proceso continuo de repensamiento de las funciones de lo micro y de cómo hacerlo pertinente a las grandes preguntas sociales de nuestro tiempo (Glik, 1993, p. 47-50).
LA VIDA COTIDIANA EN EL BARRIO POPULAR
Este tipo de estudios es el más característico de la antropología social producida en el medio hasta finales del siglo XX. En éste se expresa un íntimo contacto entre el investigador y el sujeto de estudio, fundado en un trabajo de campo prolongado e intensivo, pero también en la concepción de un abordaje crítico de la producción antropológica. (Jimeno, 2005, 2007). Esta concepción es así porque la construcción de conocimiento antropológico se realiza en condiciones donde el otro es parte constitutiva y problemática de sí mismo, lo que implica un esfuerzo peculiar de conceptualización. De ahí que se problematiza la relación entre el antropólogo y el otro y se preocupa por las consecuencias sociales de los estudios realizados. Se ha producido, entonces, una estrecha relación en Latinoamérica entre la producción teórica y el compromiso con las sociedades estudiadas; éstas últimas son entendidas como copartícipes en la construcción social.
Dentro de ese carácter particular antes citado, Julián Arturo ha identificado, en la última década, unos derroteros para la antropología urbana de los umbrales del milenio. Señala una trilogía de temas: de un lado, los estudios del sector informal que examinan cómo se articula con el sector formal y cómo adquiere un carácter particular en el capitalismo en la periferia; de otro lado, la unidad doméstica que como unidad de análisis dilucida procesos que permite generalizaciones y análisis comparativo a nivel de clase, etnia [y género]; y la indagación sobre las estrategias de supervivencia, reproducción de fuerza de trabajo; y por último, los estudios sobre mujeres, que han puesto en cuestión la lógica de la sociedad y los nuevos paradigmas que trascienden hacia discusiones a propósito del sujeto. Los tres temas se conciben interrelacionados entre sí; trascienden la dicotomía rural-urbano y avanzan en una concepción más dinámica, integral y compleja del territorio (Arturo, 1993, p. 65-69).
Dos cuerpos de trabajos, que se considera conveniente señalar a continuación, tienen que ver con las tensiones entre las llamadas antropología de la ciudad y en la ciudad. Unos, con estudios que, a pesar, de que se introducen en el barrio popular y en sus dinámicas internas, también buscan dar cuenta de las relaciones de éstas con el exterior y con lo propiamente urbano (Riaño 1993, 1996; Muñoz 1996). Y otros, en donde los estudios se concentran de manera preeminente en las relaciones endógenas del barrio popular.
En la búsqueda de articulación entre lo microlocal y lo macrolocal se identificaron trabajos como el de Michel Agier (1995), quien propone el análisis de redes para el estudio de las relaciones sociales como otra entrada al estudio de la vida urbana en el barrio popular. Plantea el siguiente interrogante: ¿Cuál es la cultura que crea los mundos relacionales urbanos? Apunta que la exploración de un barrio se puede abordar con diferentes estudios que facultan a la antropología para adentrarse en las movilidades, aperturas, heterogeneidades que conforman la vida urbana: uno de éstos es la indagación por las significaciones urbanas que se le dan a los espacios y cómo éstas identificaciones informan sobre identidades urbanas.
Sonia Muñoz (1994) desarrolla un trabajo sobre el proceso de mediaciones generadas a partir de las múltiples relaciones comunicativas vividas por los habitantes de un barrio popular. La concepción adoptada por la autora y recogida en Jesús Martín-Barbero (1987), a propósito de la Matriz de las Mediaciones en culturas populares, le permite relacionar la vida barrial con la urbana y estas dimensiones, a su vez, con lo nacional y global. Luisa Fernanda Vargas (2001) realizó un trabajo en el que logró articular el barrio con la ciudad, al interior de un barrio popular ubicado en torno a la laguna de Tibabuyes en Suba, Bogotá. En ese diálogo entre lo urbano y lo barrial señala lo atinente al proceso de consolidación del asentamiento en relación con el espacio público y con el tejido social y la organización de éste. En un trabajo anterior (Javier Franco, 1997) examinó los medios a través de los cuales los pobladores de un barrio de Bogotá y una comunidad indígena del sur del Tolima humanizan los entornos en donde tenían lugar. El contraste entre dos casos tan disímiles permite examinar una amplia variedad de formas de relación entre pobladores —tanto urbanos como rurales, en casos específicos—, medios culturales y lugares de vida. En dicha indagación la condición primordial consistía en el deslizamiento desde la aceptación aparente hasta la confrontación abierta de los pobladores, frente al orden dominante. El trabajo de Luz Magnolia Pérez (1998, 2005) examina las maneras en que la población en situación de desplazamiento intenta encontrar un lugar para vivir en Soacha (Cundinamarca). Soledad Niño (1994) hace un estudio comparativo en tres asentamientos de Bogotá y Soacha, en el que indaga sobre los procesos de adquisición de vivienda por parte de sectores populares de población.
En cuanto a estudios del barrio popular por dentro, aunque la ciudad permanece de marco, el nivel de profundización y detalle de las temáticas y problemáticas abordadas es invaluable. No obstante, difícilmente son revisados por los mismos antropólogos. Al respecto, María Teresa Aulí (1994) indaga por cómo consiguen los pobladores un lugar para vivir en el barrio Class; Marcela Tovar (1994) se adentra en el proceso de constitución y desarrollo del barrio Guacamayas. Carlos Cardozo (1992) indaga sobre la problemática del cocinol en barrios populares. Todo lo anterior, en barrios populares en Bogotá.
Así como los anteriores, hay muchos otros estudios que se adentran en los recovecos urbanos, para explicar cómo mientras se vive se está construyendo ciudad. Dos trabajos resultan especialmente valiosos en esta revisión: el de Leonardo Bejarano (2002), a propósito de la constitución de subjetividades juveniles, y el de Ricardo Vergara (1992), sobre la objetivación de la vivienda. Ambos en barrios populares de Bogotá.
ENFOQUES CONTEMPORÁNEOS A PROPÓSITO DE LA VIDA COTIDIANA DE LA CIUDAD
A continuación se hará referencia a tres enfoques que en los últimos quince años han influido los estudios urbanos, y que recogen las discusiones recientes: la antropología situacional; el trabajo de Manuel Delgado (1999, 2001) que propone el desplazamiento de una nueva-vieja polis hacia las urbs; y la mirada posmoderna de James Holston (1989) sobre una ciudad tercermundista.
La antropología situacional
Michel Agier (1999a, 1999b, 2000) apuesta que es posible una verdadera antropología urbana en el sentido de que forme una representación de la ciudad a partir del lugar que los sujetos mismos ocupan. Una antropología abierta, no monográfica, donde la ciudad se reinventa y reconstruye en cada situación. La propuesta de Agier acoge el enfoque situacional como medio para abordar la complejidad de la ciudad y la fluidez de lo urbano. El medio apropiado para este fin es el estudio de las situaciones tal y como son vividas por los citadinos. Se estudian dichos fenómenos en ámbitos en que las interacciones son observables, es decir, a escala interaccional, pero además, teniendo en cuenta las condiciones para una indagación en la que se pueda inferir cómo actúan las
determinantes de la estructura del sistema social, englobando los topos de la memoria colectiva incorporados en cada uno de los individuos. Agier postula como herramienta la Selección Situacional, la cual guía la escogencia que hacen los sujetos entre elementos diversos y contradictorios de ese stock, al enfrentarse a una situación particular en las que éstos tienen que actuar.
De la homogeneidad de la polis a la heterogeneidad de la urbs
Manuel Delgado (1999) estructura en su trabajo una visión de la antropología de la ciudad para la contemporaneidad en la que integra diversas influencias. En su visión se describen las angustias producidas por la incapacidad de comprender lo volátil, precario y vulnerable de todas las certidumbres que, en los imponderables de la vida urbana, la cultura procura en los sujetos. Delgado, en oposición a la mayoría de discursos de urbanistas, postula a lo urbano, urbs, entendido como un trabajo de lo social sobre sí: la sociedad «manos a la obra», produciéndose, haciéndose, y luego deshaciéndose, una y otra vez, empleando para ello materiales siempre perecederos. Urbs constituido por todo lo que se opone a cualquier cristalización estructural, puesto que es fluctuante aleatorio y fortuito. Si la antropología urbana quiere serlo de veras, plantea Delgado, debe admitir que todos sus objetos potenciales están enredados en una tupida red de fluidos que se fisionan o licuan o que se fisionan y se escinden, un espacio de las dispersiones, de las intermitencias y de los encabalgamientos entre identidades. Ésta debería consistir en una ciencia social de las movilidades porque es en ellas, por ellas y a través de ellas, como el urbanita puede entretejer sus propias personalidades, todas ellas hechas de trasbordos y correspondencias, pero también de traspiés e interferencias.
Volviendo a su preocupación por la dimensión política, Delgado (2001) señala a la ciudad como un campo de batalla entre quienes, por un lado, siguiendo la idea de la polis, y con planificación como su instrumento, quisieran someter lo urbano por la vía de la simplificación, reducir al máximo la impredecibilidad, la complejidad y las paradojas cognitivas de la ciudad; en tal sentido, qué mejor que acabar con la memoria y construir un pasado-presente-futuro inédito, donde se pueda implantar una cuadrícula ordenadora en la cual todo lo urbanizado y urbanizable pudiera liberarse a través del control y la eliminación, de lo errático, lo diverso y lo anómalo. Frente, por otro lado, a lo urbano mismo: conglomerado apenas orgánico de instituciones momentáneas, una pura dispersión, una madeja, sobre la cual es difícil, casi imposible, el control.
La antropología posmoderna de la ciudad: James Holston
James Holston (1989) realiza una indagación sobre el proyecto de mayor dimensión que ha sido construido con base en los parámetros del Movimiento Moderno, referenciado por este autor como Modernismo: la ciudad de Brasilia. En ese recorrido, una condición que reitera insistentemente es lo paradójico. Su primer encuentro con esta condición remarca la contradicción: de un lado, entre el Brasil brasileño: familiar, cercano, festivo, apropiable, etc., frente a la Brasilia modernista: ajena, distante, brasilite (una Brasilia ajena a lo brasileño); de otra, entre el Brasil subdesarrollado frente a una Brasilia moderna, que desde su mismo proyecto espera abrir las puertas de Brasil al desarrollo. En definitiva, entre el proyecto modernista de la Brasilia para un nuevo Brasil, frente a un Brasil brasileño que no tiene lugar en ese proyecto. La condición paradójica también es expresada en rupturas, en especial entre las intenciones utópicas de los planificadores del proyecto de transformar una sociedad capitalista y centrada en la iniciativa individual en otra socialista y colectivista, pero intenciones que descartaban el pasado y el presente de la población brasileña, un proyecto solamente para los brasileños del futuro.
Holston propone adoptar una perspectiva que permita yuxtaponer lo familiar con lo extraño y hacer una descripción sistemática de la diversidad del mundo cultural. Examina entonces al modernismo, no en sus ámbitos naturales (la literatura, el arte y por su puesto, la arquitectura y la planificación), sino en las expresiones que éste desencadena en las prácticas sociales, consecuentemente convertidas en una fuerza del mundo social. En este sentido, propone como premisas en su indagación: historizar el presente en oposición a las intenciones modernistas de deshistorizar el pasado y examinar las interacciones de acciones transformativas agenciadas por sujetos diferentes a los planificadores o a los gobernantes. El centro de gravitación del autor está en dar cuenta de los problemas no resueltos o de los que han permanecido ocultos. Identificar cómo estas aberturas y paradojas permiten un nuevo entendimiento y, también, nuevas posibilidades para analizar el objeto de investigación.
Los enfoques contemporáneos ponen en escena un conjunto de problemáticas que antes apenas se delineaban: qué tipos de interacciones tienen lugar en contextos cada vez más segmentados y difusos; cómo se produce la ciudad en los encuentros de los múltiples universos simbólicos que en ésta convive; qué formas culturales se generan en los continuos movimientos entre lo global y lo local, y en el entrecruzamiento de diversas temporalidades. Y principalmente, qué impacto tiene en el sujeto, el tener a su alcance (en la mayoría de los casos, solo para observar), otros sujetos, saberes, productos de diversa índole, maneras de ser y hacer mediatizadas, etc. Las condiciones propias de los umbrales del milenio hicieron ineludible adoptar cierto tipo de problemáticas: Ya no una antropología para comunidades aisladas ni pueblos exóticos, ni otros diferentes, sino para otros-nosotros. Ya no cultura de pobladores anónimos, sino prácticas y representaciones de sujetos con capacidad de agencia.
¿CÓMO APROXIMARSE A LOS TERRITORIOS POPULARES QUE CONFORMAN LA CIUDAD?
Los territorios populares configurados como barrios han constituido y constituyen una forma muy particular de hacer ciudad. Los habitantes de un barrio forman parte de una microsociedad, por tanto, comparten un lugar común que les permite fijar cualquier recuerdo allí. Estos asentamientos forman parte del tejido urbano y han contribuido a modelar la memoria espacial urbana. Los pobladores de los barrios populares comparten unas condiciones de vida particulares: ausencia de servicios, condiciones de incertidumbre, desigualdad social y, en especial, enfrentamiento al modelo urbano de ciudad que niega, invisibiliza y estigmatiza lo que no se ha construido bajo los parámetros de la planificación urbana. En estos barrios, como consecuencia de creación colectiva y trama comunitaria, se da un proceso de creación de sociabilidades que conlleva la creación de una memoria colectiva, donde a pesar de la diversidad, se va creando un consenso social que expresa en sí mismo, un nosotros urbano, que se confronta con el resto de la ciudad, lo otro.
La identificación del campo de estudio permite poner en cuestión diferentes variables; éstas tienen que ver con el tipo de campos de análisis, objetos, preocupaciones o interrogantes relevantes sobre las investigaciones de la vida cotidiana y los modos de abocar dichos aspectos en los estudios en donde se encuentran sujeto-ciudad y culturas populares.
Lo anterior permite delinear todo un campo de trabajos por revisar que tratan, en primer lugar, de la emergencia de las nuevas subjetividades y el desplazamiento de los pobladores barriales hacia agentes sociales; en segundo lugar, sobre las confrontaciones entre las formas tradicionales frente a las prácticas y discursos de la modernidad; y en tercer lugar, sobre las relaciones entre territorio, memoria y conflicto en la producción de la ciudad. Tarea que se espera abocar en otra oportunidad.
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