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Artículos de reflexión
Reflection articles
REPENSANDO LO EMPRESARIAL EN DEFENSA DE UN DESARROLLO PARA LA VIDA: ENTRONQUES E IMPLICACIONES DEL POSDESARROLLO SOBRE LA ESTRATEGIA ORGANIZACIONAL
Re—thinking the enterprise in defense of a development of the social context for the life: junctions and implications of the pos—development on the organizational strategy
Juan Manuel Arévalo Viveros
Administrador de empresas y magíster en Estudios Interdisciplinarios del Desarrollo por la Universidad del Cauca. Docente de la Facultad de Ciencias Contables, Económicas y Administrativas de la misma universidad. juanarevalo@unicauca.edu.co
Resumen
En el sistema—mundo—moderno—capitalista, la empresa y el desarrollo son fenómenos fundamentales que mantienen relaciones interdependientes concretadas por el Estado neoliberal. Así, la institución empresarial impulsa el desarrollo modernizador funcional al capital contrapuesto al contradesarrollo vital funcional a la vida. Por lo anterior, resulta necesario reinventar la empresa en función de la vida. En tal dirección, una contribución importante emerge al desafiar, a partir de las ideas del posdesarrollo, los discursos/prácticas convencionales/funcionalistas que sobre estrategia organizacional se promueven. Esto toda vez que la estrategia, entendida como el conjunto de planes, patrones de conducta, formas de posicionamiento, perspectivas de los líderes y estratagemas frente a competidores, es una de las variables clave que al girar en torno a diversos tópicos dinámicos permite la coordinación de la empresa y, por tanto, influye sobre el desarrollo que aquella genera. Es de resaltar que para la construcción del artículo se privilegia una metodología cualitativa (constructivista—interpretativa), con métodos de investigación y análisis documental, entrevistas a expertos y elaboración de textos argumentativos.
Palabras clave: empresa, desarrollo, estrategia, posdesarrollo.
Abstract
Under the modern/capitalist/world/system, the enterprise and the development of the social contexts maintain codependent relations materialized by the neoliberal State. As a consequence, the neoliberal enterprise is responsible for the establishment of a modern development bounded to the capitalism and opposed to one contra – development, functional to the vital operation of life. Consequently, it is critical to re—invent the concept of enterprise, connecting it with the functions of life. Bearing this in mind (and using the ideas of the post—development), I seek to contribute to this discussion by challenging the ideas, practices, and discourses of the Organizational Strategy. The notion of strategy that I seek to challenge is defined by Furrer, Thomas and Goussevskaia (2008); Guerras—Martín, Madhok, and Montoro—Sanchez (2014); and Mintzberg (1998), as a combination of plans and patterns of behavior, forms of positioning and perspectives of the leaders and stratagems against competitors. In other words, the strategy is a significant variable which moves around many and dynamic subjects. It allows the coordination of the enterprise and influences on the development that it generates. I privilege a qualitative methodology (constructivist/interpretative), documentary analysis, interviews with experts and the presence of argumentative texts.
Keywords: enterprise, development, strategy, post development.
Introducción: problematización
En los diferentes contextos sociales del sistema—mundo—moderno—capitalista resulta cada vez más evidente la relación existente entre la empresa y el desarrollo, la cual queda concretada a través de las renovadas dinámicas del Estado neoliberal. Así, la institución empresarial termina impulsando un desarrollo modernizador funcional al capital contrapuesto al contra—desarrollo vital funcional a la vida, por tal razón, se podría vislumbrar la necesidad de generar estudios inter— y transdisciplinarios que permitan generar nuevos conocimientos y prácticas para reconfigurar lo empresarial en función de nuestra era y contextos.
Ahora bien, con el fin de contribuir a un análisis transformador de lo empresarial, resulta necesario revisar el siguiente interrogante, a saber: ¿cómo desafiar los discursos/prácticas convencionales y funcionales al capital que sobre estrategia organizacional se promueven? Tal interrogante es valioso si se considera que la estrategia es una variable clave en el logro de la coordinación empresarial y, por ende, en los efectos causados en los contextos sociales. De este modo, una transformación en la estrategia podría redundar en una transformación de la empresa y de sus impactos generados. Se resalta que, para contribuir al desarrollo de este análisis, en este artículo, se propondrá que el desafío/transformación en mención se geste a partir de las ideas del posdesarrollo. Finalmente, es de destacar que, para su elaboración, se privilegia una perspectiva metodológica cualitativa fundamentada en un paradigma constructivista—interpretativo. Específicamente, se siguieron tanto el método de investigación y análisis documental como las entrevistas a expertos y las directrices para la construcción de textos argumentativos, a fin de identificar, revisar, analizar, reseñar y entroncar los aportes de autores significativos de los cuerpos teóricos clave implicados en el desarrollo de los temas trabajados.
Consideraciones sobre el entronque empresa—desarrollo1
El sistema—moderno—histórico—capitalista—occidental es una realidad social hegemónica,2 no obstante, es a su vez heterogénea, contradictoria, resistida y disputada (Grosso, 2012). Ahora bien, tal y como lo resalta Shumpeter (1934), citado en Mintzberg (1998, p. 169), el empresario, y por ende la organización empresarial moderna,3 son actores clave del sistema, en cuanto generan procesos de destrucción creativa que lo mantienen en marcha. Siendo así, la organización empresarial como institución trascendental para el sistema se ha instaurado profundamente en el imaginario y la cotidianidad de múltiples regiones.
Claro está, la empresa moderna como fenómeno constitutivo y funcional al sistema histórico capitalista ha sido objeto de múltiples análisis que han intentado describirlo y explicarlo a fin de controlarlo, optimizarlo y funcionalizarlo a beneficio del capital. En términos generales, de acuerdo con Camisón y Dalmau (2009), se pueden identificar dos corrientes en esta labor: los análisis económicos y los análisis organizativos, cada uno constituido por diversas posturas teóricas y autores.
Por otra parte, en lo que al tema del desarrollo se refiere, de acuerdo con Escobar (2005), a lo largo de los últimos cincuenta años, tal acepción en las ciencias sociales ha visto tres momentos principales, en coherencia con tres corrientes teóricas específicas:
• La teoría de la modernización, propia de las teorías liberales, que, desde mediados del siglo XX, realizó planteamientos sobre el crecimiento y desarrollo, bajo la premisa de los efectos benéficos del capital, la ciencia y la tecnología.
• La teoría de la dependencia, proveniente de teorías marxistas, que plantea, desde la década de 1960, una posición contrapuesta a las teorías de la modernización, resaltando que el subdesarrollo de las regiones así consideradas es producto de relaciones de dependencia externa y explotación interna y no de carencia de capital, tecnología o valores modernos; el problema reside en el capitalismo.
• Críticas culturales, que devienen las teorías posestructuralistas, con las cuales se trata de realizar una deconstrucción del discurso del desarrollo, para develar que se trata de un mecanismo para la producción cultural, social y económica del tercer mundo.
Específicamente, con respecto a la perspectiva teórica de la modernización, Escobar (2007) plantea que el 20 de enero de 1949 el presidente de los Estados Unidos Harry Truman realiza el lanzamiento del discurso del desarrollo como un asunto de geopolítica global. Y de acuerdo con Contreras (2000), el propósito de Truman fue replicar globalmente las características de la sociedad norteamericana, modelo de modernidad y centro hegemónico del capitalismo actual (Braudel, 1997; Arrighi, 1999), por tal razón, se podría afirmar que el discurso del desarrollo constituye una estrategia para globalizar el sistema histórico capitalista y evitar la amenaza del comunismo que a mediados del siglo XX se hacía latente ante la existencia de grandes desequilibrios sociales.
Ahora bien, al realizar un ejercicio de síntesis que integre los discursos empresariales y del desarrollo hegemónico, se encontrará una convergencia discursiva de estos dos dispositivos del sistema del capital y, por tanto, se podría afirmar que la empresa contribuirá o se encargará del desarrollo de las sociedades, claro está, del desarrollo modernizador, es decir, aquel interpretado desde las teorías de la modernización funcionales a la acumulación incesante de capital.
Por otra parte, es necesario destacar que la convergencia discursiva empresa—desarrollo se materializa en los contextos sociales con la complicidad de los Estados, instituciones que frente a los cambios del sistema capitalista en el que se desenvuelven han refigurado su misión, pasando de un Estado nacional/keynesiano benefactor a un Estado neoliberal/global que transfiere sus otrora funciones del desarrollo a otro dispositivo del capital, como lo es la organización empresarial (Moncayo, 2012; Ahumada, 1996).
Finalmente, ante la situación descrita, resulta pertinente un pensamiento crítico que problematice esta realidad tendencial y ponga en tensión la actual responsabilidad a cargo de la empresa. En esta dirección, un interrogante pertinente sería este: ¿en los contextos/entornos latinoamericanos actuales la organización empresarial podría ser una institución social que garantice un contradesarrollo vital?4
Este interrogante es valioso en cuanto permite poner en tensión la actual labor de las empresas en lo que a materia de desarrollo se refiere, esto toda vez que parece evidente que en múltiples contextos la empresa con sus discursos/prácticas fundamentadas en una lógica capitalista y en interdependencia con otras instituciones del sistema se ha encargado de conceptualizar/instaurar un desarrollo modernizador funcional al capital y así establecer una realidad diferente y opuesta a la emergencia de un contradesarrollo vital. De esta forma, tal y como lo plantean De Souza Santos (2010), Aktouf (2001), Ahumada (1996) y Quijano (2011, 2012), lo que se establece son las condiciones propicias para el despliegue de los intereses de las empresas y se perjudica en grandes medidas otros campos, ámbitos y realidades de las sociedades.
Por supuesto, si se reflexiona sobre la urgente necesidad de nuestros contextos de superar las injusticias y destrucciones, entonces, como lo resalta Hamel (2008), es necesario (desde los espacios académicos) reinventar los principios, los procesos y las prácticas empresariales/administrativas para nuestra era (y contextos), para lo cual es ineludible adelantar estudios inter— y transdisciplinarios de la empresa, que permitan, por una parte, develar la situación problemática planteada, y por otra, identificar nuevos esquemas para repensar y resignificar éticamente la institución empresarial, hoy responsable del desarrollo.
La estrategia organizacional como puntal relevante para resignificar la institución empresarial
Sin desconocer que el proceso es mucho más amplio y complejo, un ejercicio interesante para la resignificación de lo empresarial en favor de la emergencia de un contradesarrollo vital consistiría en proponer debates en torno a interrogantes clave como el siguiente: ¿cómo desafiar las concepciones/representaciones convencionales de la estrategia organizacional/empresarial?
De acuerdo con Camisón y Dalmau (2009) y Mintzberg (2001), con el advenimiento de la economía moderna y de la revolución industrial inglesa se produjo una mayor aceleración y complejidad económica y organizacional (Braudel, 1997), de forma tal que se requirió el origen de la disciplina científico—moderna de la administración, campo del conocimiento que permite la coordinación eficiente de la institución empresarial. Si se encuentra que, de manera semejante a las demás ciencias sociales, la administración deviene y mantiene la lógica de la modernidad y por ende del sistema del capital en sus fundamentos de base, entonces se infiere que la coordinación que sucede de los discursos/prácticas de este campo del conocimiento implican en mayor medida una armonización de la institución social empresarial en función de un objetivo prevaleciente que se refiere a la acumulación incesante de capital. Luego, por lo planteado y entre otras razones importantes, la organización empresarial termina por conceptualizar/instaurar en los contextos sociales un desarrollo modernizador.
Es de anotar que, para lograr la coordinación de los organismos sociales, el conocimiento administrativo plantea desde las décadas de 1960 y 19705 la necesaria formulación, implementación y control de una serie de estrategias, concepto que en sus representaciones convencionales ha requerido varias definiciones: plan,6 patrón,7 posición,8 perspectiva,9 estratagema10 y combinaciones de estos conceptos11 (Mintzberg, 1987). En términos generales, el tema de la estrategia empresarial ha sido convencionalmente abordado desde diversos autores y corrientes teóricas. No obstante, en una revisión de campo del management estratégico, Mintzberg (1998) postula que la estrategia, su formación, práctica y contenido, ha sido analizada principalmente por diez escuelas clasificadas en tres grupos: 1) escuela prescriptiva que analiza cómo debiera formularse la estrategia, 2) escuela descriptiva que examina de hecho cómo se formula la estrategia y la escuela de la configuración con un enfoque holístico y unificador.12
En esta misma dirección, Guerras—Martín, Madhok y Montoro—Sánchez (2014) arguyen que el pensamiento estratégico es un campo joven, que data de la década 1960, a partir de las publicaciones de Chandler (1962), Ansoff (1965) y Andrews (1971). Empero, en los últimos cincuenta años, ha madurado progresivamente y se han trabajado diversidad de temas, tales como internacionalización, cooperación entre firmas, estrategias y competencia en los mercados de productos y factores, liderazgo estratégico y las relaciones entre las estrategias de las firmas y su responsabilidad social corporativa. Asimismo, Nag, Hambrick y Chen (2007) y Ronda—pupo y Guerras—Martín (2012) destacan la existencia de siete componentes clave de los conceptos de la administración estratégica, a saber: 1) rendimiento—desempeño—comportamiento, 2) la firma como tal, 3) iniciativas estratégicas, 4) entorno, 5) organización interna, 6) gerentes/propietarios y 7) recursos.
De esta forma, cada vez más se encuentran diferentes tópicos y metodologías de investigación que intentan desde diferentes perspectivas explicar las razones fundamentales de las ventajas competitivas y el éxito de las empresas. Tales explicaciones, en general, giran en torno de dos péndulos: por una parte, la tensión existente entre los factores internos de la firma y los atributos del entorno externo; y por otra, los análisis de nivel macro (la firma y su entorno) y los análisis del nivel micro (los individuos y sus relaciones en la firma). En distintas épocas, ha prevalecido una u otra tendencia en la investigación. El péndulo dual (metáfora de Hoskisson) ha girado simultáneamente en ambas direcciones, y tales giros han determinado los desarrollos y el estado actual del pensamiento estratégico. Claro está, la metáfora del péndulo, a pesar de resultar sumamente ilustrativa, puede tornarse un tanto simplista. Lo anterior en cuanto una cuestión es reducir la investigación a los factores internos y externos por cuestiones de propósito o metodología y otra es pensar que la realidad de la firma gira en torno a un tópico u el otro. Ciertamente, ambas dimensiones son vitales. Si bien es cierto que, en años recientes, la investigación sobre estrategia ha girado más en torno a la dimensión interna, esto no quiere decir que la preocupación por lo externo haya desaparecido (Guerras—Martín, Madhok y Montoro—Sánchez, 2014).
Por su parte, Furrer, Thomas y Goussevskaia (2008) en revisiones actuales plantean que el campo de la estrategia tiene como precedentes los aportes de Taylor (1911) con la ciencia del trabajo, Barnard (1938) con los roles del administrador, Simon (1947) con los análisis de la toma de decisiones y Selznick (1957) con sus trabajos sobre las competencias distintivas. Ya posteriormente, desde la década de 1960, con las obras de Chandler (1962), Ansoff (1965) y Andrews (1971) el campo de la estrategia como tal empieza a formarse. En la década posterior, se inicia una transición hacia un enfoque más investigativo, con dos corrientes que se acogen a perspectivas ontológicas y epistemológicas opuestas. Estas son, por una parte, un enfoque de procesos con estudios descriptivos basados en autores como Quinn (1980) y Mintzberg y Waters (1978, 1985); por otra parte, un enfoque que estudia las relaciones entre estrategia, organización e industria—competidores mediante métodos deductivo—cuantitativos, siendo aquí relevantes autores como Porter (1979, 1980, 1985) cimentado en las obras de Mason (1939, 1949) y Bain (1956, 1964).
Desde la década de 1980 en adelante, el campo de la estrategia gira desde el análisis de la industria hacia la estructura interna de la firma, los recursos y las capacidades. En estos nuevos marcos analíticos de la estrategia, se pueden encuadrar varias corrientes, como los costos de transacción económicos (Williamson, 1975, 1985, 1991; Fama, 1980; Jensen y Meckling, 1976; Hennart, 1988; Kogut, 1988; Hennart y Park, 1983), la teoría de la agencia (Alchian y Demsetz, 1972; Jensen y Meckling, 1976; Fama, 1980) y la teoría basada en los recursos (Wernerfelt, 1984; Stuart y Podonly, 1996; Teece, 1997; Grant, 1996, 1991b; Powell y Dent—Micallef, 1997; Spender, 1996; Szulanski, 1996; Barney, 1991; Mahoney y Pandian, 1992) en la que se encuentran implicadas tanto la teoría de los activos intangibles (Itami, 1987) como la teoría basada en competencias de la corporación diversificada (Prahalad y Bettis, 1986; Prahalad y Hamel, 1990).
El estudio de Furrer, Thomas y Goussevskaia (2008) indica que la investigación actual/convencional (y quizá práctica) de la estrategia como una de las variables trascendentales de la empresa entre 1980 y 2005 ha girado en forma dinámica en torno a diversos tópicos, de la siguiente manera: 1) los temas de alianzas, capacidades, restructuración, corporativo, entrada, financiero, internacional, emprendimiento e innovación han incrementado su importancia; 2) los temas de ajuste, decisión, entorno, planificación, tipologías y misión han disminuido su relevancia; y 3) los temas cognitivos, de competencia, diversificación, funcionales, crecimiento, industria, alta gerencia, metodologías, organización, liderazgo y performance han mantenido su grado de importancia. En síntesis, los seis temas centrales de trabajo en el campo de la estrategia son estos: estrategia y su entorno, procesos estratégicos y alta gerencia, estrategia corporativa y modelos financieros, crecimiento y entrada a mercados, industria y competencia y perspectiva de la firma basada en recursos.
Por otra parte, para Mintzberg (1998), la estrategia, en cuanto discurso y práctica compleja y diversa, permite a las organizaciones operar bajo parámetros establecidos, liberando tiempo y energía para los detalles, además proporciona coordinación de las actividades para dirigirlas hacia el logro de un mismo fin, evitando ineficiencias resultantes de la desarticulación. Claro está, como se observa en los párrafos precedentes, una coordinación promovida en función de la acumulación incesante de capital. Lo último en mención podría argumentarse con mayor precisión al analizar los conceptos y las preocupaciones de la estrategia y su relación con la lógica del sistema del capital. En un aporte a tal ejercicio, Arévalo (2014), plantea que las escuelas o corrientes teóricas de la estrategia, tal como lo es la escuela del posicionamiento, generan un conocimiento gestionado/aplicado, según las características y los intereses del sistema histórico capitalista, y proponen analíticas sobre la estrategia de los monopolios del capital.
Ahora bien, si se considera, entonces, la estrategia como uno de los ejes clave de la administración para proporcionar una coordinación funcionalista a las instituciones empresariales y por ende como un puntal relevante que interviene en la forma en cómo la empresa establece un desarrollo modernizador en las sociedades, entonces desafiar las representaciones convencionales de tal acepción podría constituirse en un punto vital a fin de resignificar la institución empresarial para la promoción de un contradesarrollo vital en los contextos sociales.
Es indiscutible que un posible desafío de las representaciones convencionales de la estrategia en la dirección planteada implicaría una resignificación de los discursos/prácticas de tal acepción, a partir de otras alternativas posibles y disidentes con respecto a la lógica homogeneizadora del capital, desde otras epistemologías, tal y como lo plantea el posdesarrollo.13
Consideraciones generales sobre el posdesarrollo
De acuerdo con Escobar (2005), el posdesarrollo es un planteamiento que se utilizó por primera vez en 1991 en un coloquio internacional celebrado en Ginebra. Esta acepción surge debido a planteamientos como el siguiente: “Los últimos cuarenta años pueden ser denominados la era del desarrollo. Esta época está llegando a su fin. Ha llegado el momento de escribir su obituario […] la luz continúa alejándose en la oscuridad” (Sachs, 1996, p. 1). Estas frases nos llevan a pensar que, si el desarrollo se encuentra en sus momentos finales, entonces ¿qué vendrá después? Precisamente, desde los intentos por contestar este interrogante, surgen planteamientos como el posdesarrollo.
Tal y como se mostró en el primer punto de este artículo, Escobar (2005) plantea que el desarrollo a lo largo de los últimos cincuenta años ha vivido tres momentos principales, uno de los cuales hace referencia a la emergencia de las críticas culturales que devienen las teorías posestructuralistas. Es de resaltar que precisamente es en tal marco en el que se puede ubicar el posdesarrollo.
Seis años después de su primera aparición, el posdesarrollo ya había cautivado adeptos y había desencadenado múltiples debates y tensiones político—académicas en torno al tema. Principalmente, a mediados de la década de 1990, se pueden identificar tres críticas principales: 1) el énfasis en el discurso y el desconocimiento de los verdaderos problemas del desarrollo (la pobreza y el capitalismo), 2) la visión generalizada del desarrollo que desconoce matices y cuestionamientos locales y 3) el privilegio de los discursos locales que obvian las relaciones de poder existentes en estos ámbitos. Es de resaltar que, ante estos cuestionamientos, los teóricos del posdesarrollo han respondido efectivamente; no obstante, en la actualidad, los debates siguen profundizándose (Escobar, 2005).
Al adentrarse en el entendimiento del concepto, se debe resaltar que la “era del posdesarrollo” significa una era en la que el desarrollo ya no sería el principio organizador central de la vida social, en la que tal acepción no estaría fundamentada solo bajo la mirada occidental y en la que se dependería más de los intentos de la gente común para construir un mundo más humano, cultural y ecológicamente sostenible (Escobar, 2005).
De esta forma, el posdesarrollo hace referencia a la posibilidad de crear diferentes discursos y representaciones, no tan mediadas desde la óptica del desarrollo y sus discursos occidentales, y así intentar cambiar las prácticas de saber y hacer. De la misma manera, el posdesarrollo implica multiplicar, para lo cual promueve la visibilización de los centros y agentes de producción de conocimientos que han sido invisibilizados por los discursos universalizantes occidentales. En ese sentido, se reconocerían los trabajos (discursivos y prácticos) de poblaciones locales y movimientos sociales que adaptan y resisten al desarrollo occidental y así generan conceptualizaciones y prácticas alternas, basadas en nociones de sostenibilidad, autonomía, diversidad y economías alternativas que no se conforman con los discursos hegemónicos.
Por su parte, Gudynas (2011) resalta que el posdesarrollo emerge para cuestionar los discursos, las instituciones y las prácticas del desarrollo, no con el fin de ofrecer “otro” desarrollo (una adjetivación más), sino de buscar y proponer algo posterior y diferente que rompa con su lógica.14 El autor en mención argumenta que el posdesarrollo permite criticar tanto posturas liberales como conservadoras y socialistas (incluidos los Gobiernos progresistas de América Latina), posturas todas que giran en torno a la ideología del progreso base del discurso del desarrollo. Se argumenta que el posdesarrollo se acerca más bien a las lógicas/saberes indígenas que, no estando insertos en las ideologías dominantes, se convierten en fuentes importantes para construir alternativas al desarrollo.
Por otra parte, Latouche (2003) argumenta que el posdesarrollo se trata de una corriente que agrupa diversidad de autores y redes, tanto en el norte como en el sur global. Con esta corriente, se trata de hacer una crítica al capitalismo y a la mundialización, lo cual implica que, por un lado, quedan quienes militan en pro de “otro” desarrollo y del sistema vigente, y por otro, los que desean salir del desarrollismo y del economicismo para deconstruir el pensamiento económico y las nociones de crecimiento, pobreza, necesidades, ayuda, entre otras.
Para el autor, el posdesarrollo surge de la situación precaria de los excluidos e implica necesariamente pluralidad. Y más exactamente, lo define como la búsqueda de modos de expansión colectiva en los que no se privilegiaría un bienestar material destructor del medio ambiente y el lazo social […] se declina de múltiples maneras según los contextos [de forma que] puede denominarse el umran (plenitud) como entre los Ibn Khaldum, swadeshi—sar—vodoya (mejoramiento de las condiciones de todos) como en Gandhi, o bamtaare (estar bien juntos) como en los Tukulor, o con cualquier otro nombre. Lo importante es indicar la ruptura con la empresa de destrucción que se perpetúa bajo el nombre de desarrollo o bien, hoy en día, de mundialización. (Latouche, 2003, pp. 16—17)
Ahora bien, el posdesarrollo, de igual forma, implica generar una descolonización de los imaginarios y una deseconomización de los espíritus, supone ver las cosas de otros modos para que ellas puedan devenir otras, se trata de poner en el centro de la vida humana otras significaciones y otras razones de ser que la expansión de la producción y el consumo. Además, implica pensar global y localmente al mismo tiempo y considerar el decrecimiento15 y las alternativas concretas locales como perspectivas complementarias (Latouche, 2003).
Asimismo, Latouche (2003) resalta que, dado que el desarrollo, se fundamenta en la lógica del capitalismo y en los valores de la modernidad, como el progreso, el universalismo, el dominio de la naturaleza y la racionalidad cuantificante, entonces, el posdesarrollo, además de cuestionar el desarrollo, debe igualmente cuestionar el capitalismo y la modernidad, por tanto, este nuevo concepto implica al mismo tiempo un poscapitalismo y una posmodernidad (transmodernidad en el sentido de Dussel).
En la misma dirección, Vandana Shiva (citado en Carvajal, 2009) propone un nuevo orden social, económico y ambiental fundamentado en una democracia ecológica que valora 1) especies y personas por sí mismas y no por su potencial económico de apropiación privada; 2) la diversidad de la naturaleza y la cultura en lugar de la homogeneización y la destrucción; 3) una economía viviente que se construye en economías locales en las cuales se deciden necesidades locales; 4) una democracia viva basada en la inclusión y la diversidad donde las decisiones se adoptan localmente en las comunidades y la delegación hacia arriba se hace solo con la aprobación desde abajo; 5) el conocimiento vivo elaborado por las comunidades en contacto con sus necesidades; 6) la globalización de la paz; y 7) el reemplazo de la lógica de la competencia y el conflicto por la del cuidado y la compasión.
Por otra parte, pero sobre el tema en cuestión, Patricio Carpio (citado en Carvajal, 2009), habla sobre el concepto del buen vivir o el bien estar de la población local, haciendo énfasis en la igualdad de oportunidades, el fomento de actividades económicas que apunten hacia tal objetivo y las políticas subordinadas a los requerimientos sociales, culturales y ambientales. Más específicamente, resalta el autor que estos conceptos consisten en la búsqueda y creación de las condiciones materiales y espirituales para construir y mantener una vida armónica con la naturaleza. El buen vivir implica deshacernos de visiones aparentemente sustentables y sostenibles, pero que tan solo buscan la sostenibilidad del capital por encima de cualquier otro aspecto.
Para García García (citado en Carvajal, 2009), el nuevo posdesarrollo implicaría la creación de un nuevo orden social, cuyas semillas se encuentran en la complejidad de la realidad social, mas no en la homogeneización y universalización de soluciones económicas, hegemónicas y vacías.
Así pues, “el posdesarrollo (se etiquete o no como tal) se trata de imaginar diferentes medios para organizar las sociedades”, para “mejorar las condiciones de vida, tanto materiales como no materiales”, de transformar “profundamente la lógica social”, de imaginar nuevas sociedades, nuevos mundos” (Carvajal, 2009, p. 209).
Elementos para pensar posibles entronques entre la estrategia organizacional y el posdesarrollo
Repensar la estrategia organizacional de las empresas desde los postulados del posdesarrollo, entre otros aspectos, implicaría emprender una búsqueda y aprendizaje sobre contenidos y marcos analíticos para su formulación e implementación, desde el interior de la complejidad, realidad y necesidades de los entornos en los cuales se van a desplegar e impactar estas estrategias. Asimismo, implica aprender y generar estrategias empresariales, cimentándose rigurosamente desde otro tipo de ontologías y epistemologías bajo las cuales se tenga otra forma de ver, saber y hacer en el mundo, diferente de las lógicas de la acumulación incesante de capital, y bajo las cuales todo ser viviente y sus formas de vida (material e inmaterial) deben superar con creces el lugar prioritario actual del capital.
En consonancia con estas propuestas es importante resaltar dos planteamientos, a saber:
1. Retomando a Quijano (2012), se podría destacar que, en América Latina, el debate sobre las economías gira en torno a dos perspectivas. Por un lado, el despliegue de la economía liberal capitalista que logra instalarse mediante procesos/proyectos neo—coloniales—civilizatorios—mesiánicos, políticas de modernización, posturas desarrollistas y los discursos de la globalización que se presentan como la expresión de un eslabón inevitable de las sociedades; forma de economía que luego de instaurarse termina por configurar una amplia red de periferias capitalistas precarias en estos territorios. Y por otro, en coherencia con la heterogeneidad contextual, emerge una multiplicidad de proyectos y prácticas que dan forma a un horizonte económico plural, atravesado por una multiplicidad de culturas que entienden, piensan y hacen economías de otros modos. Se encuentra en América Latina, paralelamente a las formas económicas liberales, una extensiva cantidad de nuevos imaginarios económicos, lógicas de la diferencia y la posibilidad y de proyectos que comparten pretensiones, filosofías y prácticas que develan la diversidad económico—cultural y confrontan la economía hegemónica.
Es de resaltar que estas formas económicas emergentes distan de la lógica del capital, razón por la cual priorizan la reproducción ampliada de la vida del conjunto social, producen sociedad, y la producción en sí se dirige hacia una mejor satisfacción de las necesidades acordadas como legítimas por la misma sociedad. Se trata de iniciativas donde se considera que el trabajo es un eje central, razón por la cual los sujetos que lo generan merecen una posición privilegiada con respecto a lo material y el capital; en suma, son proyectos en favor de la vida, de su reproducción y de otros modos de existencia.
Algunos ejemplos de estos proyectos e iniciativas son:
Emprendimientos comunitarios, empresas recuperadas por los trabajadores, microemprendimientos familiares, mutuales y cooperativas, espacios de intercambio con moneda social, ferias populares, redes de comercio justo o solidario, espacios de compra conjunta, microcrédito y banca social, instituciones de capacitación y apoyo a todas las anteriores, movimientos piqueteros y sus actividades productivas, espacios culturales territoriales, sindicatos de trabajadores (ocupados o desocupados). (Abramovich y Vázquez, 2007, citados en Quijano, 2012)
Asimismo, se encuentran organizaciones y formas de economía social, tales como cooperativas productoras de bienes y servicios para el mercado en general, para mercados solidarios, o para el autoconsumo de sus miembros, prestación de servicios personales solidarios (cuidado de personas, cuidado del medio ambiente, recreación, terapéuticas, etc.), canalización de ahorros hacia el crédito social, banca social, formación y capacitación continua, investigación y asistencia técnica, cooperativas de abastecimiento o redes de consumo colectivo para abaratar el costo de vida, mejorar la calidad social de los consumos, asociaciones de productores autónomos (artesanos, trabajadores de las artes, oficios, etc.) que venden juntos, generan sus propias marcas y diseños, compiten cooperativamente, etc., asociaciones culturales de encuentro comunitario (barriales, de género o generacionales, étnicas, deportivas, etc.) y afirmación de las identidades; redes de ayuda mutua, seguro social, atención de catástrofes locales, familiares o personales, sindicatos de trabajadores asalariados del Estado o del capital, espacios de encuentro de experiencias, de reflexión, sistematización y aprendizaje colectivo. (Coraggio, 2002, citado en Quijano, 2012).
Asimismo, es importante resaltar la existencia de otras expresiones de nuestros contextos que integran los procesos económicos y culturales, entre aquellas, las propuestas indígenas (caso comunalidad o ayllu y sumak qamaña en Bolivia, reciprocidad y economía propia en Colombia, buen vivir o sumak kawsay en Ecuador, entre otras) y algunas manifestaciones rurales, “cuyo sustrato es el sistema de intercambios en el marco de cooperaciones vitales” (Quijano, 2012, p. 196). Además, a excepción de algunas posturas que nacen con la economía liberal capitalista, y por ende se encuentran ligadas a esta matriz hegemónica, existe diversidad de iniciativas que reconocen y potencian una perspectiva plural en pro de la vida, anclándose analítica, experimental y existencialmente en el biocentrismo.
En términos generales, estas son las otras economías (políticas, epistemologías, existencias) de América Latina, que dialogan, se conectan e influencian mediante procesos sociales amplios, heterogéneos y complejos. Son las iniciativas que defienden la diversidad, los lugares y la diferencia, donde la economía es lo que se hace con los propios discursos y prácticas. Con esto se está afirmando que asistimos a un momento histórico de proliferación de movimientos inauditos en la vida económica, cultural y biológica (Quijano, 2012).
Ahora bien, si consideramos en nuestros contextos sociales latinoamericanos la existencia de una economía plural, diversa y heterogénea que implica una multiplicidad de tipos y formas de organización, muchas de las cuales se dirigen hacia la búsqueda de un contradesarrollo vital, entonces, si lo que se pretende es aprender de otras ontologías/epistemologías diferentes de las del capital y que prioricen la vida para ensanchar las analíticas sobre la estrategia organizacional empresarial y si se pretende emprender procesos de aprendizaje/búsqueda de estrategias articuladas a las realidades contextuales, resulta pertinente y necesario considerar, analizar y aprender de la pluralidad y diversidad de estrategias que siguen estas iniciativas organizacionales.
2. Siguiendo los aportes de Grosso (2012), resulta pertinente entonces, según lo anotado en el punto anterior, una ciencia social crítica en América Latina que promueva un conocimiento ampliado que visibilice formas de conocer otras silenciadas y constitutivas de nuestros conocimientos, filosofía, historia y lenguaje, y así contribuir a develar y suscitar la diversidad de conocimientos que existen en torno a la estrategia organizacional. Con esto se pretende que un conocimiento científico universal/parroquial, sin desconocer sus aportes e importancia, no se convierta en obstáculo a la densidad de conocimientos otros que sobre estrategia se producen en los contextos latinoamericanos. Tal pensamiento crítico redundaría en un conocimiento con mayor pertinencia sobre la estrategia organizacional, en cuanto permitiría ensanchar las analíticas y reconocer otras verdades e introduciría una multiplicidad de innovaciones y transformaciones importantes.
No obstante, de acuerdo con Grosso (2012), ello requiere, por parte de los investigadores y productores de conocimiento, una “alteración epistémica” (Kusch, 1978, citado en Grosso, 2012, p. 52), es decir, una superación de la metodología científica moderna, que, de acuerdo con Haber (2011) y en pro de una objetivación necesaria para la generación de un conocimiento científico verdadero, plantea una separación cartesiana causa/efecto, cuerpo/alma, presente/pasado, investigador/investigado, teoría/práctica.
Quizá una metodología y una ciencia indisciplinada (Haber, 2011) sin objeto y sin sujeto investigador apartado, basada en las relaciones sociales que quedan ocultas bajo la objetivación, en las subjetividades propias de cada investigador considerado como un ser perteneciente a lo social y a lo investigado, basada en el reconocimiento, la conversación para aprender, la solidaridad fundada en lo afectivo y en la crianza de subjetividades ampliadas, permita reconocer, dialogar y, sobre todo, otorgar posiciones y significaciones a esos espacios—tiempos, planteamientos y prácticas otras sobre estrategia organizacional silenciadas por el conocimiento científico/objetivante funcional al sistema histórico capitalista.16
Algunas conclusiones e implicaciones sobre los entronques entre estrategia organizacional y posdesarrollo
Sin duda alguna, se podría concluir que los posibles aprendizajes y avances que devendrían del entronque estrategia organizacional y posdesarrollo podrían contribuir a la búsqueda de un contradesarrollo vital. Para argumentar lo anterior, obsérvese lo siguiente, a saber: según lo dicho a lo largo del artículo, a la empresa se le viene entregado progresivamente en nuestra actualidad neoliberal la responsabilidad del desarrollo de los contextos sociales, no obstante, esta institución social, en parte, al coordinarse con una serie de estrategias cimentadas en la lógica del sistema del capital, termina instaurando un desarrollo modernizador funcional al capital que se despreocupa, incluso, por la vida misma.
Ahora bien, es claro que, si las bases sobre las cuales se fundamentan las estrategias se resignifican, estas últimas también se transformarán, lo cual daría como resultado la posibilidad de un rumbo diferente en la coordinación de la institución empresarial, y con ello su impacto sobre los contextos sociales sería algo nuevo y disidente con respecto al orden social actual.
Siendo así, si los marcos analíticos de los cuales devienen las estrategias se ensanchan para visibilizar y dar paso con valor de verdad a esa multiplicidad de organizaciones que proliferan en los contextos latinoamericanos y que giran en torno a la priorización de la vida, entonces tendríamos como resultado la emergencia tanto de herramientas de formulación e implementación como de contenidos mismos de estrategias, cuestiones diversas y resignificadas en las que se incluirían necesariamente diversas perspectivas en pro de la vida.
Seguidamente, si se considera lo anterior y que la estrategia es un puntal fundamental en la coordinación de la empresa, entonces tendríamos ante nosotros la posibilidad de observar la operación de esta institución social coordinada en función de la vida o por lo menos tomando en serio y con valor de verdad esta perspectiva vital.
Todo lo anterior necesariamente redundaría en la construcción y promoción, por parte de la empresa, de un contradesarrollo vital en los contextos sociales. Por su puesto, para que un cambio de tal magnitud en la institución empresarial sea posible tanto teórica como empíricamente, ejercicios similares tendrían que adelantarse en torno a todos los demás discursos/prácticas relacionados con esta institución social.
Ahora bien, es necesario resaltar que la tarea de materializar el entronque estrategia/posdesarrollo no es simple, toda vez que, si pensar cualquier ámbito social desde el posdesarrollo implica pensarlo más allá del desarrollo, y por ende, como se enunció en párrafos anteriores, más allá del capitalismo y la modernidad, entonces aprender—pensar—desplegar la estrategia organizacional desde el posdesarrollo supondría pensar—actuar simultáneamente desde un poscapitalismo y una posmodernidad (transmodernidad en el sentido de Dussel). Tal y como lo plantea De Sousa Santos (2010), citado en Escobar (2005), si enfrentamos problemas modernos para los cuales no existen soluciones modernas, la búsqueda de una solución posmoderna (posmodernismo oposicional) es el posible camino.
En esta dirección de pensar y practicar la estrategia organizacional desde el posdesarrollo, y por ende desde el poscapitalismo, podría ser significativo retomar algunos de los aportes de Gibson—Graham (2011), toda vez que las autoras se insertan en un complejo de invenciones e intervenciones transformadoras para reteorizar/reformular el capitalismo y la economía, para lo cual consideran vital una serie de políticas que permitan defender y promover un poscapitalismo. Así, siguiendo a Gibson—Graham (2011), y generando algunas adaptaciones a sus planteamientos para el ámbito estratégico, resultaría necesario:
1. Una ética del pensamiento: para pensar en un poscapitalismo es necesario que nos autocultivemos como sujetos capaces de imaginar y actuar una nueva economía y, por tanto, unas nuevas organizaciones con sus consecuentes y renovadas estrategias.
Esto implica reconocer que tenemos la capacidad de innovar, supone teorizar la economía, las organizaciones y las estrategias de manera diferente e involucra el emprendimiento de nuevas prácticas de pensar éticamente estos ámbitos y llegar a ser distintos tipos de seres económicos.
La práctica ética hace referencia al proceso de escoger/cambiar el ser, el pensamiento y el mundo/la acción. Si por una parte se reconoce el poder performativo del discurso, es decir, el hecho de que las ideas tienen efectos sobre el ser, el pensamiento y el mundo, y por otra parte la posibilidad del cultivo de ciertos tipos y capacidades de pensamiento, es decir, de que existe la posibilidad de pensar los efectos que se quieren producir y las técnicas de pensar que permiten producirlos, entonces, el pensamiento puede ser una práctica ética.
2. Una política del lenguaje: un poscapitalismo requiere dislocar el dominio de la economía única, universal y hegemónica instaurada tanto en el ámbito discursivo como en el práctico, con el fin de permitir el reconocimiento de otras economías posibles, y con ello de otras organizaciones y estrategias viables.
Para las autoras, el elemento dislocador es el lenguaje económico no sometido a las formas de pensamiento hegemónico de la disciplina, en cuanto este permite producir elementos conceptuales apropiados para aceptar proyectos de innovación económica. Con el lenguaje de la diversidad económica, se buscan redes de significados (no significados únicos) y posibilidades para sustentar una nueva economía y, por ende, unas nuevas organizaciones y estrategias, que de igual forma deben estar respaldadas mediante un nuevo lenguaje organizacional y estratégico.
3. Una política del sujeto: dado que el capitalismo no solo es lenguaje y discurso, sino que también gira en torno a subjetividades instauradas, entonces se requiere paralelamente una lucha contra sí mismo, contra el sentido del yo y del modo de ser en el mundo, así como del cultivo de nuevas formas de sociabilidad, visiones de la felicidad y capacidades económicas. En ese sentido, el reto no es solo liberarnos de la economía, sino también del tipo de sujeto que esta ha creado. El reto es el cómo constituir sujetos que no deseen cuanto el capitalismo, sino que más bien deseen, den paso y creen el no capitalismo. De esta manera, la política del sujeto implica una resubjetivación coherente a una economía diferente y comunitaria.
En esta dirección, es importante, entonces, para el caso de la propuesta de este trabajo, analizar cómo dejar de lado al sujeto tradicional que crea, piensa y dirige las organizaciones y que conceptualiza e implementa las estrategias única y exclusivamente bajo criterios capitalistas, con el fin de dar paso al sujeto que piense y gestione las organizaciones y las estrategias desde otros imaginarios posibles, sobre todo, en procura de la vida.
4. Una política de la acción colectiva: finalmente, para que la política del lenguaje y del sujeto tengan una posibilidad en el mundo, es necesario la creación de conciencias y esfuerzos colectivos combinados, agrupaciones de proyectos e iniciativas que permitan la construcción de una nueva realidad económica, y para la propuesta de este trabajo, de una nueva realidad organizacional y estratégica.
Notas
1 Para analizar una discusión más extensa del tema, véase Arévalo (2013).
2 En coherencia con Gramsci (1971), citado en Arrighi (1999), y con Arrighi (1999), la hegemonía se entiende como el poder de un Estado o de un grupo social para ejercer funciones de liderazgo y gobierno sobre un sistema de Estados soberanos o grupos sociales, poder que implica acciones transformadoras que conllevan el cambio del modo de funcionamiento de los Estados o grupos de forma fundamental. Este poder excede la dominación pura y simple, en cuanto es ampliado mediante el ejercicio del liderazgo intelectual y moral. Es importante resaltar que cuando se ejerce hegemonía de un grupo hacia otro, los dominantes tienen la capacidad de presentar sus intereses, valores, ideologías, etc., particulares como algo de interés general.
3 En este punto, es vital retomar algunos aportes de Arrighi (1999, p. 24), Braudel (1984), citado en Arrighi (1999, p. 24) y Dupuis (2010) sobre cómo la organización empresarial clásica no es un fenómeno propio del mundo occidental moderno—capitalista. No obstante, la empresa moderna, es decir, aquella que surge entre los siglos XVII—XVIII, y mediante la cual se concentró a un conjunto disperso de productores en unas mismas instalaciones, sí hace parte del sistema histórico capitalista y contribuye en gran medida a los procesos de la acumulación incesante de capital.
4 Tratando de escapar al lenguaje sometido a las formas de pensamiento hegemónico de carácter funcionalista y de evitar llegar a engrosar el listado amplio de adjetivaciones sobre el discurso del desarrollo, se propone en este artículo el concepto de contradesarrollo vital, el cual se entenderá como una alternativa al desarrollo, en la cual la configuración de los estadios presentes/futuros de las sociedades estará, por una parte, en coherencia con una expansión colectiva que priorice toda forma de vida (material o inmaterial) y posea un carácter dilatado o extensivo donde resulta central el reconocimiento, el respeto y la promoción de la multiplicidad/pluralidad social y de las diversas bases ambientales, y por tanto, de acuerdo con Escobar (2002), se consideraría pertinente construir a partir de las acciones de contradesarrollo de las comunidades (es decir, agenciamientos, resistencias, negociaciones, subversiones y reelaboraciones de la gente o de los usuarios de prácticas con respecto a los proyectos de desarrollo) que se apropian del desarrollo para reorientarlo hacia otra racionalidad y edificar así una modernidad alternativa, es decir, una racionalidad del mundo distinta de la eurocéntrica donde se resignifican diversos conceptos, como el de naturaleza y conservación, además comporta el universo diverso que quieren mantener las comunidades. Por otra parte, a la luz del contradesarrollo vital, la configuración de los estadios presentes/futuros de las sociedades estará en oposición a todos los efectos nocivos que han sido generados mediante los discursos, las instituciones y las prácticas del desarrollo hegemónico en las múltiples sociedades del planeta, los cuales para ser superados es necesario dislocarlos y proponer alternativas; no obstante, no se pretende generar un desconocimiento de los elementos benéficos que hubiese podido generar el desarrollo.
5 Es necesario resaltar, siguiendo a Braudel (1997), que todo hito histórico no data de una fecha exacta, en cuanto hace parte y es constituido por una historia de larga duración.
6 Guía o rumbo de acción para el logro de los objetivos de la organización (estrategia proyectada).
7 Coherencia de conducta en el tiempo de la organización a fin de lograr sus objetivos (estrategia realizada).
8 Ubicación de determinados productos en mercados particulares.
9 Creencia/visión del líder sobre lo que se debe hacer para el cumplimiento de la visión organizacional.
10 Maniobra que se realiza para burlar/intimidar/desorientar a un competidor en sus decisiones.
11 Estrategia deliberada, estrategia no realizada, estrategia emergente, estrategias sombrilla, estrategias como posición y perspectiva.
12 Escuelas prescriptivas: la de diseño (formación de la estrategia como proceso de concepción y diseño informal), planificación (formación de la estrategia como proceso de planificación formal—racional) y posicionamiento (formación de la estrategia como proceso estrictamente analítico que ha de prestar especial atención al contenido en sí de la estrategia para generar posiciones en un mercado). Escuelas descriptivas: empresarial (formación de la estrategia como proceso visionario en el cual resulta de vital importancia la visión del gran líder), cognoscitiva (formación de la estrategia como proceso mental que sigue el gran líder), cultural (formación de la estrategia en torno a la cultura y por ende alrededor de relaciones de colectividad y cooperativas), política (formación de la estrategia como proceso conflictivo y de negociación en los que diversos grupos generan debates y tensiones), ambiental (formación de la estrategia como proceso inminentemente reactivo al entorno) y del aprendizaje (las estrategias se crean de forma emergente en la medida en que la organización se adapta, aprende y entiende las características del entorno). Escuela de la configuración (la estrategia tiene diferentes matices según el ciclo de vida de la organización; en cada etapa se puede requerir uno u otro tipo de estrategia). Se debe aquí anotar que el management estratégico en América Latina, y específicamente en Colombia, se encuentra ampliamente influenciado por los discursos/prácticas norteamericanos y de los países centros hegemónicos del capitalismo. De esta forma, las escuelas enunciadas ejercen un influjo importante tanto en las academias como en las empresas de nuestros contextos, presentándose más bien como discursos que siguen una moda, que son acríticos y descontextualizados (Varela, 2000). Argumenta Varela (2000) que el fenómeno se debe, principalmente, a dos aspectos: por una parte, una amplia dependencia intelectual, y por otra, la globalización de las prácticas de gestión de las empresas multinacionales, no solo norteamericanas y europeas, sino también latinoamericanas que reproducen estos modelos y discursos en el mundo.
13 En este punto, es importante resaltar que no se pretende desconocer ni eliminar la existencia del capitalismo y de la modernidad, no se pretende generar peligrosos proyectos mesiánicos que busquen la salvación de la humanidad, se trata más bien de generar procesos de resignificación basados en amplios diálogo de saberes que permitan, por una parte, apreciar y no despreciar ni depreciar las potencialidades de diferentes lógicas y realidades existentes en las sociedades; y por otra, analizar las limitantes que todas estas implican, se trata así de ensanchar las analíticas para hacer frente a los problemas espacio—temporales que enfrentamos y para experimentar/crear propuestas en vías de un contradesarrollo vital.
14 Dado que el posdesarrollo implica una fuerte tensión para el orden social actual, entonces emergen resistencias que no asumen los cuestionamientos del posdesarrollo a fondo y lo que pretenden es hacer usos ligeros del concepto para aprovechar, por ejemplo, el término post y ofrecer “otro” desarrollo, es decir, una adjetivación más del discurso dominante (Gudynas, 2011).
15 Decrecimiento no hace referencia a un inmovilismo conservador, significa más bien la renuncia al imaginario económico de que más es igual a mejor, significa redescubrir la riqueza de las relaciones sociales de convivencia. El objetivo del decrecimiento es el abandono del crecimiento per se sin implicar un crecimiento negativo, además es importante resaltar que el decrecimiento no reniega de la ciencia y la técnica, se dirige más bien al aprovechamiento de esta para mejorar la calidad de vida y no el incremento absurdo del PIB (Latouche, 2003). El decrecimiento puede hacer la vida más agradable, e implicaría poner en marcha un movimiento en espiral para entrar en la órbita de las 8R: Reevaluar, Reconceptualizar, Reestructurar, Relocalizar, Redistribuir, Reducir, Reutilizar, Reciclar, además de otras R alternativas y complementarias, Romper con la dependencia económica y cultural del norte, Retomar el hilo de una historia interrumpida por la colonización, el desarrollo y la globalización, Reencontrar y Reapropiarse de una identidad cultural propia, Reintroducir los productos específicos olvidados y los valores “antieconómicos” ligados a su historia, Recuperar las técnicas y los saberes tradicionales (Carvajal, 2009).
16 Haber (2011) plantea que el reconocimiento implica tres cosas: 1) exploración de algo poco conocido, 2) volver a conocer lo antes conocido/explorado para reafirmar o resignificar nuestros conocimientos y 3) aceptar (siendo necesario) que lo reencontrado es distinto de lo explorado en la primera búsqueda.
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