ISSN Electrónico:2011-7485 |
Interacciones tempranas envestimiento de sí
María Eugenia Villalobos*
mariae@calipso.com.co, villalob@ univalle.edu.co
* Investigadora principal de la línea Desarrollo y simbolización del Grupo de Investigación Clínica en Psicología, Neuropsicología y Psiquiatría de la Universidad del Valle (Colombia). Docente en el Instituto de Psicología de esa misma institución.
Dirección: Calle 13 No 100-00, Edificio 388, Oficina 4045, Santiago de Cali, Valle del Cauca (Colombia).
Resumen
En este estudio1 se identifican los elementos más significativos de los modos relaciónales que se instauran entre madre y bebé, que le permiten a este K último construir una percepción de sí como sujeto psicológico. El método utilizado tiene la estructura de microanálisis (Kaye, 1982), partiendo de observaciones longitudinales (desde el día del nacimiento hasta el cuarto mes de desarrollo) de las interacciones de 40 madres, clase media de la ciudad de Cali, y sus bebés, en situación natural. Se identifica en los bebés una disposición biopsicológica que favorece el investimiento. La madre, por su parte, lo reconoce como su bebé e instaura relaciones donde el abrazo envolvente, la mirada y la voz se constituyen en elementos directrices que organizan la relación entre ellos y que permiten al bebé orientar la constitución de sí mismo en referencia a su propio reconocimiento y a las significaciones que surgen de su propia experiencia.
Palabras claves: Relación temprana madre-bebé, consciencia, sujeto psicológico, cognición.
Abstract
In the following study are identified the most significant elements in the relational manners that are established between the baby and the mother, the ones allow the baby to build his own perception as a psychological subject. The method that is used has the microanalysis (Kaye, 1982) structure, starting from longitudinal observations in a natural situation, of 40 media class mothers from the city of Cali and their babies, since the babies' birth day until their fourth month of development. The Embrace, the look and the voice are identified as directive elements which organize the relationship between them, allowing the baby to orientate his own constitution in reference to his own recognition and to the significations that spring up from his own experience.
Key Words: Early relationship mother-baby, conscience, psychological subject, cognition.
INTRODUCCIÓN
La observación continua de bebés en útero permite evidenciar que a las 28 semanas de vida intrauterina, éste desarrolla comportamientos que indican diferenciación de la significación de la experiencia (Colmenares, 1997). Esto significa que el bebé organiza conductas distintas, acordes a cada una de las sensaciones que le llegan: la voz de la madre, su movimiento, un masaje en el vientre, el sueño; estas primeras totalidades de conducta2 surgen en el bebé, de manera similar, cuando la experiencia se repite, dando cuenta de una memoria primigenia sensorial que va quedando impregnada en su cuerpo y le permitirá construir un funcionamiento adaptativo con formas de búsqueda orientadas, que sobrepasan la satisfacción de la necesidad fisiológica. Estas observaciones permiten inferir que, en ausencia de un sistema de reconocimiento y comportamiento concerniente a significaciones innatas específicas, es el mismo neonato, en función de procesos de consciencia psicológica, quien dirige su propio desarrollo.
Al final del período de gestación, hacia las 28 semanas, el bebé, por su comportamiento, muestra que ha alcanzado una organización de índole biopsicológica en relación con la percepción de sí, que lo coloca en posición de modular su propia actividad espontánea y su relación con el entorno. Es decir que al finalizar la vida intrauterina, como lo ha expresado Colmenares (2001), el bebé está en posesión de una memoria viva de su cuerpo, ha construido una organización de sentido de sí mismo, un cuerpo significado a partir de la experiencia de sí.
Lo anterior lleva a pensar que una vez el bebé nace, los procesos de interacción se constituyen en factor de desarrollo a partir de la organización psicobiológica de él como referente y núcleo de su propia experiencia. Esto significa que el bebé con sus modos com-portamentales actúa sobre el entorno, lo influencia y atrae sobre sí formas de relación particulares a él (Villalobos, 1997).
La intervención del adulto se integra al proceso de construcción de sí que realiza el bebé, dentro del proceso de constituir el sentido que tiene el otro para él. Es decir, el bebé otorga sentido a la experiencia que se le ofrece, aprende de estos intercambios y constituye sus propias significaciones.
El interés por aproximarse al reconocimiento de los factores que favorecen en el bebé la constitución de sí, como sujeto de consciencia psicológica que agencia con placer sus experiencias de vida, lleva a preguntarse tanto por las condiciones de organización psicobiológica del bebé que le permiten reconocer y diferenciar los estímulos y establecer su propia organización, así como por el lugar que toman las primeras interacciones entre la madre y su bebé; es por esto que surge nuestra pregunta de investigación: ¿Cuáles son los elementos más significativos en los modos relaciónales que se instauran entre el bebé y su madre, que le permiten a él realizar un investimiento de sí y del otro constituyéndose como agente de su propia experiencia?
METODOLOGÍA
Grupo
Para la recolección de los datos se realizaron observaciones de las interacciones entre 70 madres y sus bebés de la ciudad de Cali que asistían a un centro de atención básica en salud. Los criterios de selección fueron: bebés nacidos a término y en buen estado de salud, y madres primíparas, sin antecedentes de problemáticas psicológicas o de tipo psiquiátrico. Este artículo solo hace referencia a los análisis de 40 díadas madre —bebé3.
La edad de las madres estuvo comprendida entre 23 y 28 años. El 80% estaban casadas y el 20% vivían en unión libre con sus esposos. Todas ejercían una actividad profesional o laboral.
En lo que concierne al bebé, el peso medio fue 3.500 gramos. Todos fueron amamantados exclusivamente con leche materna, los dos primeros meses, luego el 67% de las madres utilizaron a partir del segundo mes una combinación entre leche materna y biberón. El 63% eran bebés de sexo masculino y el 37% de sexo femenino. A todos los bebés se les presentó la Escala de Evaluación Neonatal de Brazelton, Berry & Nugent (1997) con el fin de corroborar que tuviesen capacidades de respuesta frente a los diferentes estímulos, capacidades para auto calmarse o para aceptar los ofrecimientos de la madre para calmarlo.
Recolección de la información
Para la recolección de los datos se realizaron observaciones de las interacciones entre las madres y sus bebés, que fueron grabadas en video y complementadas con un registro escrito de las mismas. Fueron observados inmediatamente después del parto, el tercer, quinto y séptimo día de nacidos y a las 2, 5, 8, 11, 15 y 20 semanas. En total, fueron 10 observaciones.
En la primera semana se hicieron observaciones de manera continua, para identificar la organización de los bebés al nacer y fueron espaciándose con el fin de descubrir los elementos del desarrollo que se iban construyendo gracias a los procesos interactivos.
Las visitas a los hogares tuvieron un margen amplio de tiempo, aproximadamente una hora, para retomar las actividades en las que madre y bebé se veían involucrados y los momentos en que él se quedaba solo; para el análisis se escogieron los 20 minutos de mayor frecuencia interactiva en los que se observó que la madre olvidaba la presencia del investigador. Las observaciones se realizaron en los momentos de alimentación y baño, y en momentos de interacción espontánea y lúdica, por fuera de una actividad de cuidado cotidiano.
Las observaciones se centraron en tres elementos:
1. Los comportamientos de la madre respecto al bebé
2. Los comportamientos del bebé respecto a la madre
3. Interacciones: momentos en los que madre y bebé agencian el comportamiento para interactuar.
El método utilizado tiene la estructura de microanálisis (Kaye, 1982), en el cual se incluye una dimensión temporal para el análisis de los intercambios espontáneos entre las madres y sus bebés. Al revisar las observaciones tomadas en situación natural se escogen secuencias breves, que se juzgan como típicas. A partir de allí, el trabajo se desarrolla en tres etapas: 1) micro-descripción de cada situación significativa en la interacción, 2) inferencia de la estructura y los procesos en juego y, 3) definición de situaciones que permiten evidenciar sistemáticamente las hipótesis generadas a partir de la observación.
A partir de las observaciones se categorizaron las acciones que madre y bebé realizaban durante la interacción, y se entiende ésta como un sistema de intercambio personal, que se caracteriza por la mutualidad, sincronicidad y reciprocidad, en el que ella y él agenciaban su comportamiento, cada uno en relación con el otro.
Resultados
Los análisis descriptivos y frecuencias estadísticas4 mostraron correlaciones significativas en las tendencias interactivas de 405 diadas madre —bebé. Aquí se muestran los análisis cualitativos de los modos comportamentales utilizados por el 57% de las díadas.
Los bebés de estas madres se caracterizaron por presentar desde el comienzo una disposición comportamental —acomodación al cuerpo de quien lo cargaba, respuesta a los estímulos, sonrisas— que suscitaba en las madres u otras personas un acercamiento interactivo. Las madres, a su vez, se caracterizaron por emocionarse con el comportamiento del bebé, reconocer cada acción y mantener una disposición de cualidad tierna hacia él. Aunque se irritara y llorara fuertemente, con gritos y movimientos corporales agitados, sus formas de contacto facilitaban la calma del bebé. El 43% no presentado aquí, será el objeto de un artículo, que muestra dificultades interactivas precoces y que presagian algunas perturbaciones en la continuidad de un desarrollo sano.
En las madres se reconocieron:
• Acciones y gestos que conllevaban el contacto físico
• Acciones y gestos que propiciaban la interacción
• Acciones y gestos que buscaban la orientación del bebé hacia el entorno
• Acciones y gestos que reconocían y respetaban la fatiga interactiva del bebé y permitían el retiro
En los bebés se reconocieron:
• Acciones y gestos que se acomodaban a las propuestas de la madre
• Acciones y gestos que captaban la atención de la madre y propiciaban la interacción
• Acciones orientadas al medio por fuera de la interacción con la madre y,
• Acciones y gestos que se apartaban de la interacción
Si bien los análisis descriptivos de la dimensión comportamental de cada bebé muestran que cada uno de ellos interviene de manera diferente en los modos interactivos que las madres ofrecen: los modos comportamentales y ritmos vitales (sueño — vigilia, satisfacción del hambre y respuesta a los estímulos) son particulares a cada uno, tanto en los periodos utilizados y velocidad de respuesta, como en la preferencia de estímulos y complacencia en los modos de ser portados; las acciones, gestos y actividades establecidas por estas díadas se caracterizaron por estar teñidas de una profunda emoción que se manifestaba en la alegría del encuentro, expresada en todo su gesto (rostro y cuerpo) y, el entusiasmo con que se llevaban a cabo las diferentes acciones. Estas formas se catalogaron bajo la categoría de investimiento. Se pueden identificar las siguientes formas de investimiento:
a) El investimiento interpersonal se establece desde los primeros días de nacido. La madre y el bebé focalizan su atención el uno con relación al otro, con emoción, regocijo y placer; la madre interpreta los estados del bebé y su emociones, e incita a la interacción a la que él responde, o el bebé —con su comportamiento— solicita de la madre su atención, ella lo percibe y actúa en consecuencia.
b) El investimiento del entorno que describe aquellos momentos en los que la madre busca con sus acciones interesar al bebé en la aprehensión del entorno, ante lo cual él responde focalizando su atención en aquello que ella presenta o señala.
Modalidades más frecuentes utilizadas por las madres y los bebés en los momentos de interacción
En la gráfica 1 los grupos de columnas expresan los resultados de las acciones ejecutadas por las madres y los tiempos de dedicación en los 20 minutos que se privilegiaron de la observación; éstos están dados en términos de porcentajes. Ejemplo: en la observación de la primera semana el abrazo envolvente se presenta en un 80% del tiempo observado en el grupo de las 40 madres; en cambio, la mirada centrada en el bebé ocupa el 30% en la primera y segunda semanas, pero cambia con el transcurrir del tiempo y ocupa en la semana 11 el 80%, lo que muestra la transformación de las actividades de la madre a lo largo de las 20 semanas.
En la gráfica 2 se presentan las acciones y respuestas del bebé frente a las acciones de la madre, en el tiempo de la observación, en términos de porcentaje, y su transformación a lo largo de las 20 semanas. Ejemplo: en la primera semana, aparece la acción mirar a mamá en el 60 % del tiempo observado, lo cual cambia a lo largo de las semanas, pues en la semana 11 esta acción ocupa el 100% del tiempo.
Los resultados muestran que las acciones, gestos y actividades de la madre se van transformando así:
En la grafica 1, en las observaciones de la primera y segunda semana, el abrazo envolvente se presenta en el 80% del tiempo observado, decrece en la quinta semana y se presenta sólo el 60 %. Esto muestra que en estas primeras semanas las acciones, gestos y actividades de las madres se caracterizan por el predominio del contacto físico en forma de abrazo envolvente, la mirada centrada en el bebé y verbalizaciones en forma suave y susurrada.
En la gráfica 2, el bebé a lo largo de las 20 semanas se acomoda al cuerpo de la madre en el 90%, acurrucándose y facilitando el abrazo envolvente por parte de ella. La acomodación corporal del bebé está ligada a los ofrecimientos que la madre hace; por ejemplo, de la primera a la quinta semana facilita el abrazo envolvente y en la octava semana responde con su postura a los acomodos que la madre propicia para la interacción frente a frente.
El abrazo envolvente va decreciendo y hacia la octava semana la madre carga al bebé y lo sostiene situándolo de frente; en estos momentos se da comienzo a la interacción propiamente dicha, pues la disposición corporal que la madre utiliza propicia la mirada y las verbalizaciones de ambos. Ante los actos de la madre, el bebé responde con acomodos posturales y gestos que indican que se dispone a la interacción: mira fijamente a la madre, balbucea y mueve sus brazos y piernas en dirección a ella.
En la gráfica 1 se observa que en la semana 11 la madre carga menos al bebé, el sostenimiento aparece en un 30%; lo lleva hacia otros lugares como la silla, el coche, la cama, o lo sienta en sus piernas contra el pecho, buscando la orientación del bebé hacia el entorno. En estas nuevas situaciones, la mirada y las verbalizaciones se dirigen al señalamiento de las personas en un 40% y a objetos en un 30%, y predomina la invitación al descubrimiento y reconocimiento de las personas. Éstas le hablan de su bebé y le atribuyen significados a sus expresiones; las personas comienzan a interactuar con el bebé ante la mirada complaciente (expresada en una sonrisa amplia) de la madres.
En la observación de las semanas 15 y 20 (gráfica 2), los bebés extienden los brazos hacia el cuerpo de la madre el 70% del tiempo y piernas el 80%; le introducen los dedos de las manos y pies en la boca, ante lo cual las madres establecen juegos corporales de llevarse los dedos a la boca, chuparlos, soltarlos, juego de juntar la frente. Cuando hay personas cerca (gráfica 1), las madres las introducen y se regocijan de las actividades que el bebé entabla. Respecto a las actividades de mostrar objetos o realizar juegos corporales se observó que cuando hay personas, las madres propician la interacción de sus bebés con ellas y, en su ausencia, propician la interacción con los objetos o la realización de juegos corporales. En estas observaciones continúa apareciendo el ofrecimiento de objetos a una cierta distancia, esperando que sea el bebé quien agencie su gesto para cogerlo.
Es de anotar que cuando el bebé se encuentra solo, hay también expresión de la emoción en su comportamiento; éste centra su interés en los objetos próximos, ante ellos dirige con entusiasmo todo su cuerpo; organiza la dirección de su mano hacia el objeto, abriéndola y cerrándola en la medida en que se aproxima. Es un momento que se puede denominar de experiencia lúdica en el agenciamiento de una actividad propiciada por él mismo.
Se observó una tendencia de atribución de significados por parte de la madre en relación a las actividades del bebé. Esto sucedió con mayor frecuencia desde la observación de la quinta semana (30%.) El contenido de esas atribuciones estuvo principalmente relacionado con los estados de ánimo del bebé, sus preferencias y competencias. También las madres hacían referencia a las necesidades de alimentación, de adecuar la temperatura o de cambio de pañal.
Descripción de la modalidades utilizadas por las madres y sus bebés en las actividades cotidianas observadas
Las observaciones de la interacción entre madre y bebé, durante los primeros meses de vida, permiten realizar una descripción de las modalidades que ambos usan para dar lugar al investimiento de la relación:
■ Día del parto: Las madres cargan sus bebés, los atraen hacia su cuerpo y los envuelven en un abrazo estrecho y prolongado, sus gestos son suaves y acariciantes. Constantemente se inclinan o alzan un poco al bebé, con el fin de establecer un contacto piel a piel con el rostro, la mejilla, los labios, la nariz, a la vez que le susurran palabras tiernas: "mi bebé, te amo, eres precioso".
■ En la primera, segunda y quinta semana: Las madres centran la atención en el bebé, lo toman en sus brazos, lo acercan hacia sí y lo sostienen con un abrazo envolvente. Este envolvimiento es lo que caracterizó el contacto, durante las tres observaciones.
Las madres se preocupan por ofrecer cuidados regulares que mantienen el bienestar fisiológico y corporal del bebé: calman el hambre, ofrecen temperatura estable, cambian las posiciones y acunan buscando la comodidad del niño.
Cuando lo cargan lo ajustan contra sí, ofreciendo un abrazo envolvente y acariciante. Su mirada se fija continuamente en la totalidad del bebé y, cuando lo acercan hacia su rostro, le hablan con voz susurrada, también acarician el rostro con la yema de los dedos, y recorren con la mano en forma de masaje lento y suave su cuerpo. En general, ajustan sus contactos táctiles, visuales o de la voz a las posibilidades de tolerancia del bebé, no permanecen más allá de intervalos de 25 segundos.
La observación de los gestos y modos comportamentales permiten inferir que durante este período las madres se compenetran emocional y afectivamente con sus bebés: ellas sonríen e imitan los gestos que él realiza fruncimiento del ceño, estiramiento de los labios—, al tiempo que le hablan en voz muy baja.
Las observaciones mostraron también que los bebés se acomodan al cuerpo de sus madres, acurrucándose y apretándose contra él.
■ En la octava semana: Aunque las madres cargan al bebé sosteniéndolo con un abrazo, ahora solicitan de él una mayor participación; los sitúan frente a ellas, y establecen una pequeña distancia —de 30 cm— que utilizan para interactuar. En las diferentes actividades que llevan a cabo se observan secuencias interactivas: la madre le habla, el bebé la mira, la madre alza las cejas y deja la boca entreabierta, el bebé arruga el ceño y comienza a balbucear.
Las observaciones muestran que las interacciones van ganando complejidad: sonrisa mutua, caricias de la madre al bebé en forma de masajes suaves, ofrecimiento de la sonoridad de un objeto, conversaciones a partir de interpretación de gestos y entonación en voz baja.
A partir de los comportamientos, tanto de la madre como del bebé, se pueden establecer regularidades en los ciclos de interacción correspondientes con la siguiente estructura:
1. La madre mira al bebé y orienta su cuerpo inclinándose hacía él, al tiempo que le habla en forma prosódica.
2. El bebé orienta su cuerpo hacia la voz de la madre y centra la mirada en su rostro.
3. El bebé emite sonidos y la madre atribuye significados a éstas emisiones sonoras, expresándoselos en formas prosódicas cortas.
4. Cada vez que la madre entra en interacción, se evidencia un rostro iluminado con una sonrisa amplia, ante su presencia, el bebé aquieta su cuerpo, en señal de atención plena, su rostro y sus ojos también se iluminan, e inmediatamente aparece una sonrisa amplia.
5. Cada vez que la madre (u otra persona) excede los intervalos interactivos que el bebé puede soportar, éste se retira por sí mismo; mira para otro lado, cuando le miran o le hablan, frunce el ceño cuando hay caricias, la madre reconoce la necesidad de descanso y las suspende o se aleja del niño.
Durante estas secuencias interactivas, se observa que la madre reconoce las diferentes manifestaciones de su hijo, interpreta y actúa en función de ese reconocimiento; el contenido de esas atribuciones está principalmente relacionado con los estados y las sensaciones de malestar o bienestar: reconoce los gritos de rabia y busca calmarlo portándolo en los brazos y hablándole en voz baja con pausas en las verbalizaciones: "ya, ya bebé, tranquilo"; el llanto de hambre, lo calma, hablándole desde el lugar donde se encuentre mientras se alista para ofrecerle el seno o el biberón: "ya voy, ya... no te impacientes"; frente al llanto de cansancio, la madre lo arrulla y acuna suavemente; ante los gritos que interpreta como malestar general, la madre se acerca a su bebé con mirada compungida y le pregunta de manera suave: "¿qué tienes bebé?¿dime que te duele?".
Entre más se enriquece y se diversifica la prosodia materna, más rápido van desapareciendo los gritos neonatales, el bebé expresa más vocalizaciones en diferentes tonalidades y se vuelve fácil de consolar por la voz, la palabra y la mirada.
Cuando los bebés están solos, también son muy dinámicos: llevan sus manos a la boca, las sacan y las introducen nuevamente, y se observa en sus rostros una expresión de bienestar. Cuando parecen sentir malestar, arrugan el ceño y se observa un esbozo de llanto; se llevan la mano en forma de puño o los dedos a la boca y se auto calman, pero no permanecen mucho tiempo chapándose las manos o los dedos. Una vez calmados, miran el entorno y cuando focalizan su mirada en algún objeto se sacan la mano de la boca, emiten varios sonidos en forma de balbuceos y prolongan la mirada hacia el objeto, al mismo tiempo que orientan la totalidad del movimiento del cuerpo hacia éste.
■ En la semana once: Se utilizan las mismas modalidades de intercambio que en las observaciones anteriores, pero a diferencia de éstas las madres establecen una mayor distancia en relación con el cuerpo del bebé; esta vez los intercambios se realizan con un mayor componente verbal. Las madres le hablan a partir del momento en que lo escuchan; utilizan entonaciones fuertes, exclamativas e interrogativas y los bebés incrementan modulaciones en su voz. Este momento se caracteriza por un intercambio de vocalizaciones en las que los miembros de la díada se responden vocalizando cada uno a su turno, y dan la impresión de que los dos establecen verdaderas conversaciones. Durante estos períodos los bebés permanecen atentos con su mirada y corporalidad dirigida hacia la madre, ellas también se muestran atentas y fascinadas por sus gestos y vocalizaciones; la atención es mutua.
Este es un momento particular en el que los niños se acomodan progresivamente a los sonidos; su gestualidad y movimiento muestra que no solo discriminan la voz de la madre en contraposición a otras voces y de los sonidos producidos por los objetos, sino que sus gestos y comportamientos se diferencian con relación a los interlocutores: cuando escuchan la voz de la madre orientan su cuerpo y sitúan la mirada hacia donde ella está; cuando escuchan los sonidos de un sonajero o caja musical, se quedan inmóviles en un gesto de atención y luego dirigen la mirada hacia la fuente del sonido.
Se proponen pequeños juegos de acercamiento y alejamiento corporal, lleva las manos al tronco y nalgas del bebé, lo aprieta y suelta y vuelve a empezar. Juegos que duran cortos períodos y se ajustan a ritmos que se instauran en función de las posibilidades de ambos, que no saturan la relación y permiten mantener el placer cuando los dos se encuentran de nuevo.
Durante estas semanas, las madres reconocen que el bebé ha conquistado nuevas posibilidades posturales; ellas descubren que cuando al bebé se le dispone verticalmente endereza la cabeza y la sostiene recta y tiesa. Acostado sobre el vientre, levanta la cabeza y los hombros por medio de los brazos, manos o codos. Se sienta con apoyo y con su gesto se observa que anticipa cuándo la madre lo va a levantar, se gira, estira un poco los brazos hacia la madre y levanta la cabeza; la madre utiliza su expresión corporal para interesar al bebé en ella, incrementa la introducción de elementos del medio en la interacción con él: le presenta las personas que los visitan o le pasa objetos con los cuales introduce juegos
■ Durante las 15 y 20 semanas: El bebé diferencia cada vez más las tonalidades de la voz, observa con atención y descubre los elementos del medio; por ejemplo, observa las sombras que producen los objetos y sigue el movimiento de éstas, fija la atención en las formas que tienen los tejidos de sus cobijas, vestidos, etc.
Cuando el bebé ve a su madre acercarse, dirige sus manos y pies hacia el cuerpo de ella, al tiempo que sonríe. Se observa, claramente, que toda la movilidad y expresión del bebé está en función de los resultados producidos en su madre, así como los que produce con los objetos que experimenta. Se hace evidente que en las relaciones que los bebés propician y en la actividad que desarrollan hay intencionalidad relacionada con el reconocimiento del otro y el descubrimiento del entorno.
El bebé suscita la interacción con la madre, él le pone los dedos de las manos o los pies en la boca y se deleita cuando ella los besa o los chupa.
ANÁLISIS COMPRENSIVO DE LAS OBSERVACIONES
Son varios los procesos que se involucran en el investimiento mutuo entre las madres y sus bebés. Sin embargo, en este estudio hemos encontrado tres aspectos que consideramos fundamentales que propician que el bebé se invista a sí mismo y pueda investir a sus congéneres y a su universo físico:
1. Una disposición biopsicológica del bebé, desde su nacimiento, cuyo dinamismo comportamental le permite orientar la actividad adaptativa como proceso de organización de su experiencia vital.
2. Tres períodos de complacencia mutua, diferenciados por la dinámica relacional que se instaura. Las madres transforman los modos de contacto con sus bebés, en razón del reconocimiento que hacen de su organización:
a. Un primer período (primero y segundo mes) se caracteriza por el investimiento corporal y el mantenimiento de un contacto estrecho: entran en juego los modos comportamentales del bebé y su organización frente a las experiencias de vida, y los modos comportamentales de la madre. Ella le ofrece una gama sensorial amplia con un tinte emocional que sensualiza el cuerpo del niño: el abrazo estrecho, las caricias, los masajes, la sonoridad de la voz, la mirada iluminada con una sonrisa amplia. A la vez que le ofrece el bienestar fisiológico al satisfacer el hambre y mantener la temperatura corporal óptima. Él responde a los ofrecimientos y se organiza frente a la madre y al entorno con modos muy propios.
b. Un segundo período (hacia el tercer mes) se caracteriza por disponerse al regocijo de la interacción mutua.
c. El tercer período (hacia el cuarto mes para algunos y quinto para otros) se caracteriza por el investimiento del mundo externo: el bebé busca que su madre lo mire, lo escuche, lo abrace; son momentos en que él le pone los dedos de las manos o los pies en la boca. Si bien la madre se regocija y responde, también impone límites en este acercamiento, y favorece el contacto interactivo con las personas y objetos de su entorno; le hace sentir que el medio externo también ofrece sus placeres. El dinamismo lúdico con que el bebé dirige su actividad hacia la exploración y descubrimiento de los resultados de su acción sobre los elementos del mundo externo, se pueden comprender como un progreso en la construcción de sí que diferencia lo propio de lo externo.
3. La emoción, placer y reconocimiento expresado por la madre en el envolvimiento del bebé en un abrazo estrecho que contiene, la mirada y la voz son experiencias que fundamentan el investimiento de sí, del otro y del universo en general. Estos son los elementos más significativos en los modos relacionales que la madre le ofrece al bebé durante las interacciones. Estos elementos ofrecen al niño una experiencia de satisfacción en función de otro; si bien el bebé, al comienzo de su vida no posee la organización suficiente para satisfacer sus necesidades fisiológicas, el bienestar y placer se producen por un encuentro entre su disponibilidad biopsicológicay la experiencia que él vive con relación a los ofrecimientos, que va más allá de que sus necesidades se satisfagan. La experiencia de un verdadero bienestar se constituye progresivamente pasando por el otro, en particular por la madre, y es a partir de su memoria sensorial que el bebé comienza a historizar los hechos, veamos:
La experiencia del sostenimiento y envolvimiento del bebé en un abrazo estrecho
Los gestos del bebé muestran que se acomoda al cuerpo de su madre como en una necesidad de envolvimiento y protección; en general, el gesto de la madre cuando lo carga y lo envuelve, lo calma; la postura corporal del bebé y sus gestos expresan bienestar.
Con el abrazo estrecho, las madres ofrecen una experiencia de límite periférico. La manera cómo los bebés se acomodan al cuerpo de ellas, acurrucándose, y la actitud corporal de complacencia permiten postular que el bebé, al sentir que algo externo lo sostiene y lo contiene, lo remiten a percibir en sí mismo su unidad corporal y el sentimiento de seguridad.
Por lo anterior, podemos asegurar que el sostenimiento y la unión con el cuerpo de la madre favorecen que el bebé pueda significarse a sí mismo. Este momento es crucial para el ser humano. El contacto piel a piel establecido con regocijo, ofrece al bebé y a su madre vivencias primordiales de seguridad afectiva. Como lo dice Anzieu (1974) es "el yo piel que cumple la función de continente psíquico". Esta intersensorialidad mutua entre madre y bebé favorece el investimiento de sí mismo, para luego investir a otro.
Interés y placer mutuo en la captación de la mirada y en la escucha de la voz
A través de las diferentes modalidades de interacción que se encontraron a lo largo de las observaciones se pueden identificar distintas formas de manifestación del investimiento mutuo entre la madre y el bebé; sin embargo, la voz de ella y las vocalizaciones de él, junto a la mirada de ambos y la orientación del cuerpo, son los elementos que permanecen presentes a lo largo de los meses, y se reconocen, junto con el abrazo estrecho de los primeros días, como dos de los elementos más valiosos en el proceso de constitución de sí. Las observaciones evidencian una progresiva acomodación mutua entre madre y bebé, centración de la mirada y vocalizaciones por turnos, interacciones connotadas por una expresión de placer.
En general, las madres anuncian su presencia a través de la voz y de la mirada. Cuando se acercan, llaman a sus bebés por el nombre y se los observa orientar su mirada hacia el lugar de donde proviene la voz de ellas, e ignoran, muchas veces, una fuente sonora que provenga de dirección opuesta al lugar de donde se origina la de las madres. Es tal la atención que se produce entre ellos, que se puede afirmar que esa atención mutua manifestada por cada uno, constituye el signo del investimiento interpersonal.
Las madres que reconocen a su bebé como sujeto diferenciado, interpretan sus necesidades y acciones, se emocionan con los actos y ofrecen relaciones que les produce bienestar. El comportamiento de ellos permite pensar que las madres con sus actos favorecen la construcción de un sentido vital de sí. Los cuidados que brindan se establecen desde la comprensión de los estados y necesidades del bebé, lo que coadyuva a que él tenga una vivencia de unidad, un sentimiento de totalidad, en función del bienestar y placer de su experiencia. Cuando los bebés miran a su madre, éstas sienten que él las reconoce. Hay entre madre y bebé un genuino investimiento basado en el reconocimiento y el sentido interpersonal de una relación simbolicen6, derivada de las relaciones que la madre ha establecido entre su realidad psicológica —las significaciones de su vida— y su realidad social y cultural.
La emoción y el placer que cada uno manifiesta, cada vez que hay un encuentro, y la atribución de significados a los gestos del bebé, muestran la importancia que tiene el otro para su desarrollo. Si bien él, por sí mismo, trae condiciones biopsicológicas que favorecen o no los intercambios, es el encuentro con la persona que se ocupa de él, quien actúa según los sentidos otorgados a su comportamiento; es ese favorecimiento de sensaciones de bienestar o malestar lo que conducirá las significaciones tempranas que el bebé constituye en su ingreso a la vida.
De los resultados de esta investigación se dejaron de lado para otro artículo, los análisis de las interacciones entre madres y bebés que no tienen el tinte y el sabor de la emoción que producen los encuentros con el otro, con el medio cultural y ambiental que los rodea7. Se observa que el bebé puede tener los cuidados necesarios para su supervivencia, para que su inteligencia se organice, para que transite por las conquistas de un desarrollo funcional, donde pueda responder a las demandas que los otros y el medio le hace, a que sus posibilidades de memorizar y tratar la información8 se instalen, y sin embargo, no constituir con un otro una relación de investimiento interpersonal de sentido, donde ¡a emoción y el placer se instauren y se constituyan en la fuerza o motor de la existencia, donde la confianza en el otro que le es predecible le asegure la confianza en sí mismo, para investir el universo.
La voz y la mirada, encuentro de dos
Desde el grito de nacimiento, la madre se dispone hacia su bebé y siente el placer de escucharlo, significa al bebé en su fuerza vital. Es allí, en esa escucha y en esa mirada que se podría decir que la madre le da al bebé estatus de sujeto, diferenciado de ella. Ese grito tiene para la madre sentido y actúa en función de ello, lo que permite que muy pronto cada bebé pueda transformarlo en vocalizaciones y gestos que la madre significa como mensajes. Cuando la madre comienza a hablar a su bebé desde el momento del nacimiento, ella le imprime tal emoción que él se siente atraído por esta sonoridad y fija muy pronto la mirada en los ojos de ella; en general, se observa una succión intensa sobre el chupo, la mano o en el vacío, succión no nutritiva que se establece por el puro placer.
Los bebés utilizan el grito cuando manifiestan una sensación de malestar producida por alguna necesidad y se tranquilizan cuando reciben una respuesta que calma la sensación molesta. En estas situaciones se observa que las madres siempre conjugan sus acciones con palabras que confieren significado al comportamiento del bebé, a la vez que expresan verbalmente los actos que realizan para calmar su malestar. El manejo de la situación interactiva por parte de la madre capta la atención del bebé, quien sigue con la mirada los movimientos de ella. Podría decirse que él descubre las relaciones entre sus sensaciones y los cuidados que le prodigan, lo que le permite esperar sin desorganizarse, pues anticipa que pronto será colmado en su necesidad. Cada sensación es percibida por el bebé según la significación que éste le otorgue a la experiencia, que está en relación directa con los modos en que le es ofrecida.
Desde los primeros días, el bebé comienza a reconocer la palabra más allá del orden sensorial; esto significa que él desde muy temprano (bebés prematuros de 30 semanas) percibe la diferencia entre alguien que le da seguridad y la persona que le produce angustia, y expresa sus emociones según cómo percibe lo que le comunican. En general, las palabras de las madres que se compenetran con sus bebés y buscan calmarlos, presentan una entonación musical con frecuencias bajas, mientras que las madres que experimentan miedo o angustia frente a los cuidados de los bebés, manejan un timbre de voz agudo, con frecuencias rápidas y entonación alta. Cuando el bebé se siente extraño y no reconoce lo que se le comunica, aumenta la intensidad de su expresión sea en llanto o en movilidad corporal; cuando la sensorialidad que le llega es reconocible, disminuye la intensidad del llanto, grito y movilidad y comienza a orientar su mirada y su cuerpo hacia la persona que le habla.
"Estas experiencias permiten al niño afianzar su posición de sujeto rompiendo la dualidad de la acción-reacción que caracterizan las primeras relaciones" (Colmenares, 1997). Esta nueva posición frente a la experiencia de sí y del otro conduce al bebé en el desarrollo de su filiación y de su reconocimiento del otro como semejante. "Se observa que el bebé organiza su acción y su actividad en relación con los efectos que produce en el medio, él construye a partir de la constatación de su eficiencia, nuevos desarrollos de su propia conciencia" (Colmenares, 1997). Su actividad nace de la apropiación que surge de la experiencia de los resultados obtenidos, es decir que sus acciones toman significado para él.
En función de la consciencia que asume de los eventos, el bebé se diferencia del medio y se dirige al descubrimiento de éste, a su manejo y a una búsqueda continua de nuevas comprensiones. La actividad de sentido lúdico se hace evidente. Se observa que la actividad no es acomodativa, en el sentido de mantenerse en las mismas regulaciones; se puede decir que es adaptativa y creadora, desde la consideración de que está construida en función de un reconocimiento que le permite transformar la experiencia.
La actividad del bebé se desarrolla bajo dos direcciones bien diferenciadas pero complementarias: La organización de sí mismo como sujeto de consciencia y la construcción comprensiva del universo. El bebé significa la experiencia en referencia a su propio interés y a la eficacia de su actuar, organizando así su acción en función de la objetivación comprensiva de los encuentros que va teniendo con su universo.
Los comportamientos observados en los bebés permiten pensar que integran tempranamente la experiencia y la llena de sentido, lo que les lleva a entrar en la comunicación sirviéndose del instrumento vocal para expresar sus estados. Entre más sensible es la madre para comprender los estados del bebé e interpretarlos, más el bebé se compromete activamente en la relación que la madre propone.
En los momentos de vigilia, cuando el niño ha sido satisfecho en su necesidad fisiológica, muestra que experimenta sensaciones de bienestar, jugando con su voz, emitiendo sonidos modulados que dan cuenta de cómo él se sitúa en el placer de su voz. Cuando él desea apropiarse de un objeto, realiza sonidos, que se hacen rápidos en la medida que fija su mirada en éste y mientras se va acercando, su mano se abre suavemente. Cuando el bebé interactúa con su madre, emite sonidos a los que ella responde retomando los mismos sonidos y vocalizaciones; estos intercambios vocálicos son el preludio de la comunicación, muestran el placer del encuentro y del compartir, van más allá de disponer de un código lingüístico.
El bebé que va bien en su desarrollo es alguien que todos pueden comprender en sus necesidades y, generalmente, para los otros es fácil ocuparse de él. Lo que significa que logra constituir desde muy temprano sistemas de significaciones que van más allá del reconocimiento de indicios, es decir que su actividad no se reduce a establecer una cadena de comportamientos inmutables como ocurre en el mundo animal, sino que ocurren en función del sentido y consciencia de las relaciones.
Discusión y conclusiones
Las observaciones muestran que el niño nace con una disposición biopsicológica para organizar su experiencia vital; él dirige su cuerpo —la mirada, el movimiento y su actividad— hacia la madre, ésta al captar su acción centra la atención en él y lo inviste emocionalmente, lo envuelve en un abrazo tierno, con una tonalidad afectiva de placer. Los gestos de mirada y la voz que el bebé realiza en sintonía con su madre y como respuesta a sus intervenciones, evidencian sus primeros niveles de reconocimiento. Esos modos de funcionamiento del bebé se constituyen en experiencia, es él quien capta la atención y los modos de relación que la madre o adultos de su entorno le ofrecen, con lo cual da sentido a su experiencia, la organiza y progresa hacia comportamientos autónomos, que le son particulares.
Desde esta perspectiva de reconocimiento del bebé como ser de experiencia y significación se puede pensar en el valor que pueden tomar los contactos y cuidados que la madre ofrece; ella se constituye en interlocutor de una relación primordial que favorece la constitución del niño como ser simbólico. De esta manera trasmite a su bebé, en función de su capacidad intersubjetiva, las particularidades de las significaciones que le otorga a la vida, su cultura, involucrándolo en proyectos en los que él, desde el lugar de agente de sus experiencias, significa para sí los ofrecimientos maternos y propone sus propias formas de relación, que a su vez van siendo significadas por la madre o los adultos circundantes.
En su organización psicológica el bebé, en función de sus sensaciones de malestar-bienestar, expresa sus necesidades; los padres las comprenden como la expresión de una demanda que busca aliviar una sensación de malestar, y le ofrecen los modos de satisfacer la necesidad, pero no se limitan al cumplimiento de satisfacerla, los padres sienten el placer de atender a su bebé, hay emoción y placer en los actos.
Podríamos decir que la dinámica interactiva se regula por:
- Ciclos de atención placentera y de retiro: orientación mutua, diálogo lúdico, separación. Las madres interactúan cuando sienten que su hijo tiene disposición. Reconocen y respetan el retiro del bebé como una necesidad normal de descansar para recuperarse del esfuerzo de atención y poder integrar los estímulos.
- Sintonía, reáproádady mutualidad: Se actúa en función de la comprensión de las necesidades —de alimentación, cambio de pañal, sueño— y de los estados emocionales del bebé y en cada acto hay regocijo y reconocimiento de las particularidades.
- Comprensión de la modalidad de contacto que el bebé tolera y puede integrar a su experiencia, así como de los periodos óptimos en que puede mantenerse atento, retirándosefrente a los gestos de cansancio del bebé. Las madres se relacionan con su hijo en función del sentido que le dan a su comportamiento y solo utilizan los estímulos que sienten convenientes en función de su respuesta, no los que excitan o alteran; por ejemplo, cuando alguien hace cosquillas al bebé para provocar la risa, tratan de evitar que esto se mantenga.
Es allí donde se observa que las madres le otorgan a su hijo un estatus significativo de Ser —sujeto psicológico— y no, Ser de necesidades fisiológicas. Cuando descubren que el bebé siente frío, reconocen la necesidad que tiene de ser abrigado; cuando reconocen el llanto de hambre, saben que debe ser alimentado; cuando está mojado, saben que ha de estar seco, también reconocen la necesidad que él tiene de ser portado y acunado. Pero involucran modos comportamentales que van más allá de cumplir una función: la ternura, el afecto aparecen en cada uno de sus actos y palabras, en el acunamiento; por ejemplo, las madres lo envuelven en un abrazo con formas que lo satisfacen y lo tranquilizan. Con ello favorecen la diferenciación de los estados de malestar—bienestar en el niño para que él mismo conduzca su búsqueda de bienestar y desarrollo integrando los valores que la madre porta sobre su cultura.
En última instancia, este estudio permitió poner en evidencia procesos necesariospara favorecer la emergenciaprimaria de la constitución de sí; la cualidad emocional con que se dirigen al bebé las personas que lo rodean es vital para ese reconocimiento; las sensaciones que él experimenta y las percepciones que organiza a partir de los ofrecimientos juegan un rol de importancia en el "color de la memoria somato-emocional de su experiencia y en la posibilidad de su auto-organización" (Colmenares, 1997). Observar cómo el bebé desde su propia organización biopsicológica, con su disponibilidad expresada en la orientación corporal y en su gestualidad, favorece las propuestas interactivas de la madre y muestra con sus respuestas y acomodos que el entorno humano le ofrece formas particulares de la experiencia como ser humano, necesarias para la construcción de su experiencia vital de ser y, por ende, fundamentales para el investimiento de sí y de su universo circundante.
1 La organización de datos y escrito final pudo lograrse gracias al trabajo continuo de Sandra Lorena Arango y Andrés Felipe Lasprilla, psicólogos de la Universidad del Valle e investigadores auxiliares del grupo de Investigaciones en Psicología Clínica.
2 Conducta hace referencia a las totalidades comportamentales organizadas que reúnen actividad, significación y sentido. (Colmenares, 2001).
3 Este artículo corresponde a los datos de las 40 díadas cuyas características relacionales se caracterizaron por interacciones de investimiento mutuo; las otras 30 díadas no fueron consideradas, pues sus interacciones estuvieron marcadas por aspectos que no evidenciaban características relacionales sanas, ya que se encontraron elementos perturbadores en la relación, por lo tanto, serán objeto de análisis en otro artículo.
4 Para mantener la fiabilidad de las observaciones, se calcularon los índices de consistencia de cada observador consigo mismo en una misma situación pero en diferentes momentos a partir del registro, y la concordancia de los inter-observadores, al registrar simultáneamente una misma observación. El índice de fiabilidad de cada observador consigo mismo fue de 0.92 y el de los inter-observadores fue de 0.90.
5 El análisis de las 40 díadas madre-bebé surge de la observación de 70 madres. Este número poblacional corresponde al interés de este artículo, que es mostrar elementos significativos de la interacción, que propician el investimiento de sí y del universo. Es decir, de la gestación del bebé como sujeto agente de la experiencia de vida.
6 La relación simbólica está dada en función del lugar que ocupa el niño en la realidad psicológica de la madre, instaurada en el orden social y cultural. Desde esta concepción es que la madre le ofrece en un comienzo la seguridad al bebé de su investimiento y que luego lo distancia para que también se interese en el universo de las relaciones con las personas y el mundo físico.
7 En las interacciones de estas 30 diadas se encontraron distintas formas interactivas que dificultaban el acceso al investimiento de sí y del otro. Ej.: Madres que cumplían con su función materna respecto a los cuidados que el bebé necesitaba sin que sus gestos estuvieran connotados por la emoción; madres que ofrecían una relación ambivalente, que en ocasiones se mostraban muy efusivas y en otras muy planas propiciando un desconcierto en el bebé. Por otra parte, también se encontraron bebés que no respondían a las interacciones que la madre propiciaba.
8 Hablar de tratamiento de información aquí está referido a la capacidad que tienen las personas de almacenar información, recordarla y dar cuenta de ella cuando le es solicitada, sin integrarla a las nuevas experiencias ni transformarla. Lo propio del sujeto psicológico que se inviste a sí mismo y su entorno, entre otras, es que va mas allá del tratamiento de información, construye conocimiento, crea relaciones de sentido a partir de las experiencias y juzga.
Referencias
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Colmenares, M. E. (1997). Un nuevo punto de vista sobre el autismo. En Balegno, L., Colmenares, M. E., Cyrulnik, B., Lavallée, M. & Villalobos, M. E. (Eds.) Psicosis y cognición (p. 43 — 136). Santiago de Cali, Colombia: CEIC — Casa Editorial Rafue.
Colmenares, M. E. (2001). El nacimiento del sujeto psicológico: ¿Evolución o ruptura de un impase vital? En Cano, F., Colmenares, M. E., Cyrulnik, B., Tassin, J. P. & Villalobos, M. E. (Eds.) La conciencia: raíces biológicay organización psicológica (p. 91 — 128). Santiago de Cali, Colombia: CEIC — Casa editorial Rafue.
Kaye, K. (1982). The moral philosophy of microanalysis. En Field, T. & Fogel, A. (Eds.), Emotion and early interaction (pp. 237-251). Hillsdale, N.J.: Erlbaum
Villalobos, M. E. (1997). El rol de las modalidades de interacción en la organización del autismo. En Balegno, L., Colmenares, M. E., Cyrulnik, B., Lavallée, M. & Villalobos, M. E. (Eds.) Psicosis y cognición (p. 205 — 237). Santiago de Cali, Colombia: CEIC — Casa Editorial Rafue.
Villalobos, M. E. (1997). Interacciones tempranas entre la madres y sus bebés gemelos. Toulon, France: AFRECHA, Centre de Recherches en Ethologie Clínique et Anthropologique, Informe de investigación.
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