ISSN Electrónico:2011-7485 |
Diferencias en los prejuicios frente a la homosexualidad masculina en tres rangos de edad en una muestra de hombres y mujeres heterosexuales
Andrea Elizabeth Acuña-Ruiz*, Raúl Oyuela Vargas**
* Psicóloga, Pontificia Universidad Javeriana. aacuna@javeriana.edu.co
** Magíster en Filosofía, Pontificia Universidad Javeriana. Psicólogo, Universidad Católica de Colombia. Director del Laboratorio de Psicología en la Pontificia Universidad Javeriana. raul.oyuela@javeriana.edu.co
Dirección: Carrera 5 N° 39-00, Edificio Manuel Briceño, Bogotá (Colombia).
Resumen
§ § Los prejuicios de los heterosexuales frente a la homosexualidad han venido cambiando positivamente a través del tiempo. La presente investigación comparó los prejuicios que personas heterosexuales poseen frente a la homosexualidad masculina en tres etapas del desarrollo psicosocial (Erikson, 1963). Para la recolección de datos se diseñó un cuestionario con respuesta dicotómica, el cual fue sometido a jueces expertos para evaluar su validez II de contenido. El instrumento se construyó con base en tres de las cuatro dimensiones de la Escala de Actitudes hacia la Homosexualidad (Barra, 2002). Los participantes fueron 240 voluntarios, distribuidos en tres grupos de acuerdo con las etapas psicosociales del desarrollo (Erikson, 1963): 80 en la etapa de adultez temprana -entre 18 y 30 años-; 80 en la etapa de adultez media -entre 31 y 55 años- y, 80 en la etapa de adultez tardía -56 años en adelante-. Cada grupo fue conformado por 40 hombres y 40 mujeres. Los resultados sugieren que a mayor etapa del desarrollo, mayor tasa de actitudes y creencias negativas hacia la población homosexual masculina. Sin embargo, investigaciones de corte empírico son necesarias para incrementar el conocimiento en esta área.
Palabras claves: Prejuicio (40070); homosexualidad (23230); discriminación sexual (46875); heterosexualidad (22840); actitudes frente a la homo-sexualidad/homofobia (23233); identidad de género (20717).
Abstract
Prejudices attitudes and beliefs of heterosexual people towards male homosexuality have been changing positively over the years. This investigation compared prejudices attitudes and beliefs of heterosexual people towards homosexual men at three different age ranges of development. A questionnaire with dichotomous answers was designed for the purpose of this study. The content validity of the questionnaire was evaluated by expert judges in the area. The instrument was constructed, based on three of the four dimensions of the "Escala de actitudes hacia la homosexualidad" (Barra, 2002). The participants were 240 volunteers who were distributed in three groups according to their age developmental stage: in the young adulthood group there were 80 participants between 18-30 years of age (40 men and 40 women); in the adulthood group there were 80 participants between 31-55 years of age (40 men and 40 women), and in the senior group there were 80 participants 56 up (40 men and 40 women). The results suggested that the higher the psychosocial stage, the higher the negative attitudes and beliefs of heterosexual people towards the male homosexual population.
Key words: Prejudice (40070); homosexuality (23230); sex discrimination (46875); heterosexuality (22840); attitudes toward homosexuality/ homophobia (23233); gender identity (20717).
INTRODUCCIÓN
Como característica constitutiva de todo ser social, el prejuicio como tal, se mueve por todos y cada uno de los escenarios de la vida, influyendo en el proseguir cotidiano de la gente y en muchas ocasiones, rigiendo el desarrollo de la sociedad en un modo negativo -muy raras veces el prejuicio es positivo- y sumamente perjudicial. En efecto, casi de forma automática, un sujeto suele pensar en alguna clase de impresión sobre cómo puede ser otro sujeto u otro grupo. Estas opiniones iniciales representan estereotipos, definidos por Feldman (1998) como las creencias y expectativas que se tienen sobre los miembros de grupos, simplemente por pertenecer a éstos.
Estas opiniones pueden conducir a la formación de prejuicios. Feldman (1998) los define como evaluaciones o juicios negativos o positivos respecto a los integrantes de un grupo, que están basados principalmente en la pertenencia de dichos individuos al grupo, más que en el comportamiento de un individuo particular. En este mismo sentido, Allport (1963) argumenta que la gente puede ser prejuiciosa a favor de otros; puede pensar bien de otros, sin motivo suficiente; es decir, un juicio es inmotivado cuando no se fundamenta en hechos; en ocasiones, el que piensa mal o bien, carece de toda experiencia directa que pueda justificar su juicio. Una adecuada definición del prejuicio contiene dos ingredientes esenciales: tiene que haber una actitud favorable o desfavorable, y debe estar vinculada a una creencia excesivamente generalizada (y por tanto errónea). Las declaraciones prejuiciosas expresan a veces el factor actitud, a veces el factor creencia (Allport, 1963). Del mismo modo, las manifestaciones del prejuicio de un ser humano hacia otro pueden diferenciarse en grados, según la gravedad de la acción que encamina el prejuicio negativo (Young, 1969).
Así, los estudios alrededor del tema del prejuicio han tocado toda clase de perspectivas teóricas, tales como la del psicoanálisis. Sin embargo, un estudio realizado por Bruno Bettelheim (1975) arrojó en su momento afirmaciones tales como:
Las explicaciones psicoanalíticas del prejuicio y de la búsqueda de chivos expiatorios que dejen de lado las fuerzas sociales, vienen a dar como resultado conclusiones igualmente simples: la búsqueda de chivos expiatorios es una defensa universal contra la debilidad interna; es universal porque en un tiempo todos fuimos niños y débiles y dominados por otros [...} y por ello podemos decir que el prejuicio es casi una segunda naturaleza del hombre (p. 175).
En el estudio original de Freud (1908), fuente inicial de la que partieron Bettelheim (1975) y Erikson (1981), la inseguridad personal, los sentimientos subjetivos de privación, la ansiedad y hostilidad, se consideraron vinculados positiva y significativamente al prejuicio. De hecho, el hombre se aferra tanto más a sus opiniones, cuando menor es su confianza en sí mismo, o sea, cuanto mayor es su necesidad de verse apoyado por la opinión del grupo, para no alejarse demasiado de la 'norma del grupo" (Metzger, 1979).
Aunque cada vez existe mayor conciencia y aceptación de la diversidad humana en variados planos, el tema de la homosexualidad sigue provocando intensas reacciones emocionales en muchas personas, y se percibe a los individuos homosexuales como enfermos, desviados y peligrosos (Withley, 1987). Tales percepciones y reacciones emocionales, en muchos casos negativas, pueden ser incluidas dentro del concepto de prejuicio, ya que aluden al estado de ánimo favorable o desfavorable que acompaña a un juicio previo y sin fundamentos (Allport, 1963).
Otro componente importante en el tema del prejuicio frente a la homosexualidad es la tipificación del rol sexual. Margaret Mead (1981) ha respondido con una interesante hipótesis al problema que plantea el origen de la institucionalización social de estos caracteres o funciones típicamente sexuales entre la multiplicidad de disposiciones y temperamentos innatos peculiares de cada sexo, que se dan en todo grupo étnico: se seleccionarían determinados rasgos característicos y temperamentales, determinadas disposiciones emotivas e intelectuales que luego serían institucionalizadas y singularizadas como norma para un sexo; asimismo, se procedería de modo similar con otros rasgos temperamentales reservados para el sexo opuesto.
Por lo tanto, esta normatividad social obligaría a los individuos que pertenecen a un sexo a adaptarse -ateniéndose a una variabilidad lo más amplia de rasgos caracterológicos innatos y tendencias de comportamiento- a una norma socialmente válida. En la conciencia social, esta "configuración" cultural del sexo -que sólo puede ser diferenciada en lo que respecta a una edad, a castas sociales o a grupos profesionales- se justifica por el hecho de que, según las normas establecidas, se impone a cada sexo determinado comportamiento porque es el único "natural" y se prohíben los otros por considerárselos "contra natura" (LeVay, 1995).
A menudo, los prejuicios se institucionalizan, o se reflejan en la política gubernamental, las escuelas, etc., y son impuestas por las estructuras del poder social; en estos casos, se hace referencia al prejuicio como racismo, sexismo, discriminación por la edad, o heterosexismo, dependiendo del grupo afectado (Coon, 1999; Helminiak, 2003; Summers, 1995). Cada vez que las regulaciones sociales acerca de la función reservada a los sexos y al comportamiento sexual son transpuestas al plano absoluto de principios metafísicos o religiosos, su validez no se pone en duda, y toda trasgresión —ya fuera consciente y voluntaria o instintiva y patológica— recibe, en la ética sexual vigente, una condenación tan drástica que incluso fenómenos puramente somáticos de enfermedad sexual no pueden ser encarados como excepción a la norma, sino como "culpa", es decir, que la cuestión está enfocada desde un punto de vista religioso y moral (Pérez Piedrahita, 1985; Conway, 1996).
Así, pues, tener que escoger entre la religión y la sexualidad significa realmente tener que escoger entre la religión y uno mismo (Mirabet & Mullol, 1985). Pero, no hay razón para creer que esa homosexualidad en si misma sea de alguna manera enfermiza. La evidencia biológica, psicológica y sociológica también apunta más y más en esta dirección. El hecho es que simplemente ciertas personas resultan ser homosexuales (Helminiak, 2003).
En un estudio realizado por Naciones Unidas (citado por Arias Ávila,1996) se presentan las razones de carácter religioso, moral, social y de salud pública esgrimidas históricamente para justificar el rechazo a las personas que mantienen relaciones homosexuales, motivos que han contribuido, tomados en su conjunto, a generar situaciones de discriminación. Tal investigación señala cómo la opinión pública ha introducido el "sentimiento" de que la homosexualidad es una conducta contra la naturaleza, que ataca los fundamentos morales de la sociedad, generando un rechazo y un desprecio hacia las personas que lo practican. Esa opinión ha moldeado un específico tipo de sociedad que parte de la existencia de modelos de conducta moral considerados como aquellos que se deben imponer a todas las personas.
El hecho que la homosexualidad exista, tanto entre los pueblos primitivos como entre las culturas avanzadas, indica que no es el resultado de una decadencia o degeneración cultural (Corraze, 1972). En los trabajos psicoanalíticos, se suele encontrar expresiones tales como homosexualidad manifiesta (consciente y/o actuada) y homosexualidad latente, (inconsciente y reprimida); se habla también de homosexualidad activa o pasiva, lo cual seguramente tiene implicaciones alusivas a lo femenino o masculino, en la fantasía o en el acto homosexual (West, 1967).
Respecto a la homosexualidad masculina, los estudios realizados por Kinsey, Pomeroy y Martin en 1948, con base en entrevistas realizadas a 18.000 hombres, derrocaron el mito popular de que la homosexualidad era un "fenómeno oscuro"; sus estudios sugirieron que sólo una mitad, aproximadamente, de la población adulta de los Estados Unidos es exclusivamente heterosexual en su conducta. El informe Kinsey (1948) destacó que la homosexualidad existe como un continuum o cuestión que no depende de un sí es, no es, sino de grado; que las prácticas sexuales no ortodoxas no quedan limitadas a los homosexuales, sino que implican así mismo a individuos heterosexuales y parejas casadas. Las estadísticas de Kinsey (1948) demuestran que hay personas que adoptan o abandonan el estilo de vida gay, que se casan con otras personas del sexo opuesto, tienen hijos y al mismo tiempo se relacionan en diferentes grados con persona de su propio sexo.
La distinción entre heterosexualidad y homosexualidad es arbitraria en el mejor de los casos. En efecto, las investigaciones de Kinsey (1948, 1967) demuestran que los seres humanos emprenden diferentes clases de actividad sexual en diferentes épocas y diferentes situaciones y, por lo tanto, deberíamos admitir diversas fases en el continuum entre la hetero-sexualidad y la homosexualidad exclusivas. El tipo de aprendizaje sexual por el que pase el individuo determinará la elección del objeto sexual (Manrique López, 1982). El impulso sexual es instintivo, y el objeto de este impulso es aprendido, y el descubrimiento, por Kinsey (1948), de que un 37% de la población masculina y blanca había pasado por lo menos por alguna abierta experiencia homosexual hasta llegar al orgasmo, apoya esta idea.
Otro grupo de teorías se basa en la creencia de que la homosexualidad se desarrolla a través de diversas y graves experiencias patológicas. Muchas de estas teorías quedan prejuzgadas por ciertas suposiciones a priori, especialmente la de que la homosexualidad es un síntoma de ciertos trastornos agudos en la personalidad en su conjunto, y la de que los intereses homosexuales sólo pueden desarrollarse en el contexto de una mentalidad enfermiza. Este supuesto es apoyado por teorías y percepciones desarrolladas en un entorno clínico, a partir de una población de homosexuales que ya se han definido a sí mismos como enfermos, o que ha sido definidos como criminales por la sociedad (Lander, 1997).
De hecho, algunos homosexuales están tan perturbados que difícilmente pueden trabajar en sus negocios o cumplir con sus obligaciones profesionales y a veces les resulta muy penoso el más sencillo deber social. En muchos países, los homosexuales cuentan con sus propias organizaciones, centros o clubes, y uno de los objetivos principales del movimiento homosexual o gay consiste en facilitar alternativas a los bares, baños, parques y otras zonas públicas que una cultura opresiva ha designado como gueto para los homosexuales y donde estos establecen sus contactos (Gafo Hernández, 1997).
Muchos investigadores han hecho otros aportes fundamentales a nuestro conocimiento sobre el tema, pero sólo evaluaron y discutieron la capacidad fisiológica de respuesta a los estímulos sexuales efectivos en varones y mujeres heterosexuales y no la de los homosexuales. La pregunta que dirigió este tipo de estudios, fundamentalmente, se refería a si habían diferencias básicas en la fisiología sexual, si los participantes son homosexuales en vez de heterosexuales (Master & Johnson, 1977, 1978, 1979, 1987).
Otro tipo de estudios, sin embargo, mostraron consistentemente que no hay diferencias en la personalidad o la adaptación entre heterosexuales y homosexuales (Bell y cols, 1981; Marmor, 1980, citados por Coon, 1999). Por tanto, parece que la adaptación emocional es independiente de la preferencia sexual (Siegelman, 1987, citado por Coon, 1999). Por éstas y otras razones, la homosexualidad no es considerada actualmente como un trastorno sexual (dsm-iv-tr, 2003).
La acción de la American Psychiatric Association al borrar la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales en 1973 del dsm-iii fue un paso hacia un cambio de actitudes y, eventualmente, de leyes vigentes. La postura de dicha asociación, según la cual la homosexualidad no implica en sí ningún impedimento en cuanto a juicio, estabilidad o capacidad general social o vocacional, viene en apoyo de esta nueva actitud. Las investigaciones indican que las percepciones de la gente tienden a seguir la dirección de lo que se espera ver. Entre 1967 y 1972, Kitsuse, Farina, Simmons y Winslow investigaron la naturaleza del estereotipo homosexual y las reacciones de la persona ante los individuos así etiquetados. La tendencia a reaccionar ante estereotipos parecía ser la característica general de ciertas respuestas, más que una respuesta provocada por una conducta particular. Simmons descubrió que la gente más inclinada a pensar en estereotipos tendía a tener una menor educación, y que había una asociación entre intolerancia frente a minorías étnicas y la tendencia a devaluar al individuo.
En cuanto a las actitudes de hombres y mujeres hacia los homosexuales del mismo y del otro sexo, la evidencia muestra que las actitudes de los hombres son particularmente negativas cuando la persona evaluada es un hombre homosexual más que una mujer lesbiana (Gentry, 1987; Withley, 1987). No obstante, Withley (1987) encontró que tanto los hombres como las mujeres heterosexuales presentaban actitudes más negativas hacia las personas homosexuales de su mismo sexo que del otro, la evidencia existente parece apoyar esta relación en el caso de los hombres y no necesariamente en el caso de las mujeres. Dado que los roles de género varían según la cultura, parece que muchas diferencias de conducta entre hombres y mujeres están causadas tanto por la socialización como por las hormonas masculinas y femeninas y otros factores congénitos. A medida que más mujeres occidentales trabajan fuera de casa, la división de roles de género va variando, aunque de forma paulatina (Conway, 1996, Rodríguez & Toro, 2002).
En una investigación más reciente, Barra (2002) afirma que la mayor parte de la evidencia disponible acerca de diferencias de género en las actitudes hacia la homosexualidad se refiere a las evaluaciones y reacciones frente a las personas homosexuales en general, y existe mucha menos información acerca de las actitudes de hombres y mujeres heterosexuales del mismo y otro sexo. Y en ambos casos, ya sea de actitudes hacia los homosexuales en general o hacia los homosexuales de cada sexo, existen resultados discrepantes.
Dentro de las disciplinas sociales, la antropología y la psicología han profundizado sobre el tema de la construcción de las identidades genéricas, y en este caso, sobre la masculina. Desde el estudio pionero de Margaret Mead (1981), en el cual muestra claramente —a partir de sus resultados de investigación en tres sociedades tribales de Nueva Guinea— que la identidad de género es una construcción social y no una determinación biológica (Citada por Montesinos, 2002). La sociología representa la versión "moderna" para interpretar la relación de los géneros en sus distintos contextos de interacción social. De tal forma que la conformación de nuevas identidades genéricas responde a los cambios registrados en todos los ámbitos de la cultura (Schelsky, 1962, Barberá & Martínez, 2004). Así, la identidad genérica será producto de la transformación social que impulsa nuevos patrones de cultura y propicia la emergencia de nuevas identidades genéricas (Rodríguez & Toro, 2002; Schelsky, 1962).
Los hombres han construido su identidad de género en oposición a la identidad femenina; de esta forma el hombre es aquello contrario a los estereotipos asignados a la mujer. A partir de esta situación, Corsi (1995) rastrea doce mitos y creencias que se presentan en la socialización de los niños y, por tanto, en la construcción de su identidad masculina. Pero el que un hombre desee a otro hombre no quiere decir que automáticamente va a actuar como mujer, sino que puede mantener los roles y estereotipos sociales asignados a la masculinidad y modificar únicamente su objeto del deseo. Aunque existen hombres que se identifican con los roles y estereotipos del género femenino; por ello, Badinter (1993) considera que existen dos extremos en la forma de representación de la homosexualidad: "el hipermacho y el marica", éstos son víctimas de una imitación alienante del estereotipo masculino y femenino homosexual, pero en ambos casos se trata de hombres mutilados.
Para comprender estas diferencias de género en las actitudes hacia la homosexualidad, es necesario considerar que tales actitudes están influidas por un sistema generalizado de creencias de género, el cual incluye dimensiones tales como estereotipos de género, actitudes hacia los roles apropiados para cada sexo, y determinadas percepciones de aquellos individuos que presumiblemente violan el patrón tradicional de roles sexuales (personas homosexuales) como más masculinas (Louderback & Withley, 1997, citados por Barberá, 2004).
Erikson (1963) prestó atención especial al problema de la formación de identidad y al peligro para la personalidad de la difusión de identidad. Señaló la contribución que aporta la intolerancia como defensa contra la difusión de identidad. En este sentido, Erik Erikson (1963) refinó y modificó la teoría freudiana (1901, 1905, 1908) del desarrollo psico-sexual y la amplió para abarcar una gama más vasta de edades. Erikson (1963) sugirió que enfrentamos un dilema —o crisis- psicosocial específico en cada etapa de la vida. Un dilema psicosocial es un conflicto entre los impulsos emocionales y el mundo social. La resolución de cada dilema crea un nuevo equilibrio entre una persona y la sociedad; una cadena de "éxitos" produce un desarrollo sano y una vida satisfactoria; los resultados desfavorables desequilibran y dificultan el enfrentamiento de un individuo a crisis posteriores. La vida se vuelve un camino pedregoso y se atrofia el crecimiento personal (Erikson, 1963; Coon, 1999). Bajo estos referentes, el prejuicio, la homosexualidad masculina y las etapas del desarrollo psicosocial, este estudio tiene como objetivo, establecer, si hay diferencias significativas en los prejuicios que frente a la homosexualidad masculina tiene una muestra de hombres y mujeres heterosexuales en tres rangos de edad, según la clasificación dada por Erikson en su teoría del desarrollo psicosocial.
MÉTODO
Diseño
El diseño metodológico en esta investigación está enmarcado en un diseño descriptivo comparativo, puesto que la pretensión fue comparar los prejuicios que personas heterosexuales, en tres rangos de edad, según la clasificación de Erikson (1963), puedan tener frente a la homosexualidad masculina.
Participantes
La muestra de este estudio estuvo conformada por 240 participantes -hombres y mujeres-, quienes voluntariamente decidieron participar en el estudio bajo consentimiento informado, de acuerdo con las normas éticas para la investigación con humanos (American Psychological Association, 2002). El tipo de muestreo realizado fue no probabilístico, (Hernández, R., Fernández, C. & Baptista, P., 2003). El cuestionario se aplicó a los 240 participantes distribuidos en tres grupos, así: 80 en la etapa de adultez temprana -entre 18 y 30 años-; 80 en la etapa de adultez media -entre 31 y 55 años- y, 80 en la etapa de adultez tardía -56 años en adelante-. En cada una de las etapas, hubo 40 hombres y 40 mujeres.
Instrumento
El cuestionario fue la técnica de recolección de datos que se utilizó en el presente estudio. Este cuestionario fue diseñado con base en tres de las cuatro dimensiones de la Escala de Actitudes hacia la Homosexualidad de Barra (2002, Ver Anexo A): características de los homosexuales, relaciones de la pareja homosexual y derechos de los homosexuales. La dimensión que no se tuvo en cuenta de la escala de Barra (2002) fue la de reacciones frente a los homosexuales. Con base en las dimensiones seleccionadas, se construyeron 38 reactivos, los cuales fueron sometidos a juicio de 5 expertos, -psicólogos docentes de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana- para hallar la validez de contenido. Para la selección final de los ítems se tuvo como criterio lo propuesto por Lawshe (1975), citado por Cohen y Swerdlik (2001), en cuanto a que si "más de la mitad de los miembros del jurado indica que un reactivo es esencial, ese reactivo tiene al menos alguna validez de contenido.", (p. 188). Esta validación de contenido constituyó la validación del cuestionario. El total de reactivos seleccionados fueron 36 de los 38 propuestos originalmente.
Como características fundamentales del instrumento final, el cual ha sido denominado Cuestionario de prejuicios frente a la homosexualidad masculina (Ver Anexo B), se debe mencionar que es un cuestionario de respuesta directa tipo dicotómica SÍ — NO. Las dimensiones se midieron en dos categorías: a) Actitud positiva y negativa, y b) Creencia positiva y negativa, las cuales son las dos partes constitutivas de un prejuicio, según la teoría de Allport (1963). Otra característica del instrumento consiste en el número de reactivos que se construyeron en cada una de las categorías. Así, el número de reactivos que medían las actitudes positivas fue de 8 (reactivos 2, 4, 6, 11, 12, 13, 14 y 19) y el de actitudes negativas de 10 (reactivos 3, 5, 7, 8, 9, 10, 15, 16, 17 y 18). En cuanto al número de reactivos para medir las creencias positivas, fue de 6 (reactivos 20, 29, 30, 31, 36 y 38) y para creencias negativas de 11 (reactivos 21, 22, 23, 25, 26, 27, 28, 32, 33, 34, 35 y 37). Los reactivos 1 y 24 del cuestionario no fueron tenidos en cuenta para el análisis de resultados por presentar ambigüedad en su redacción; de este modo, el análisis final de las categorías, se hizo con 36 reactivos de los 38 propuestos originalmente. Con el fin de compensar la diferencia entre el número de reactivos en cada categoría, en función de los reactivos positivos con respecto a los negativos, cada porcentaje de las categorías con menos reactivos (actitudes positivas y creencias positivas) se igualó a 1 (o 100%) con respecto a los reactivos de actitudes negativas y creencias negativas, que sirvieron como patrón del 100%.
Procedimiento
Fase I: Diseño y validez de contenido del instrumento
Diseño y validación de jueces del Cuestionario de prejuicios hacia la homosexualidad masculina. Este cuestionario fue previamente sometido a la evaluación de 5 jueces expertos quienes revisaron la redacción, pertinencia y construcción apropiada de los reactivos en función de las categorías específicas que definen los prejuicios de los heterosexuales ante la homosexualidad, para esta investigación.
Fase II: Aplicación del cuestionario a los participantes
En la segunda fase, se aplicó el Cuestionario de prejuicios frente a la homosexualidad masculina a los 240 participantes y que bajo su consentimiento informado participaron en el estudio.
Fase III: Análisis de resultados
La tercera fase correspondió a la tabulación de los datos recolectados en la fase II, para su posterior análisis estadístico mediante la prueba estadística Chi2, con un = 0.05, con el fin de contrastar las hipótesis propuestas. Se realizó también un análisis en términos de porcentaje, por etapa del desarrollo psicosocial y un análisis en función del sexo de los participantes del estudio.
RESULTADOS
Con los datos recolectados, a través del Cuestionario de Prejuicios Frente a la Homosexualidad Masculina, se realizó el análisis descriptivo de la variable prejuicio en cada una de las categorías medidas: a) Actitud positiva y negativa y b) Creencia positiva y negativa (Allport, 1963), en función de las tres etapas del desarrollo psicosocial según Erik Erikson (1963). En este análisis se presenta, en primer lugar, un resumen en la tabla 1, en términos de porcentaje, por etapa del desarrollo psicosocial y las categorías medidas, en el total de la muestra (N = 240), y luego un análisis representado en dos figuras, una por cada categoría, (Figuras 1 y 2).
En segundo lugar, se presenta un análisis de los datos obtenidos, en función del sexo de los encuestados, por etapa del desarrollo psicosocial (Erikson, 1963) de forma analítica (Tabla 2) y con figuras (Figuras 3, 4, 5 y 6). Finalmente, los datos son analizados mediante la prueba estadística Chi2, con un a = 0.05, en relación con la etapa del desarrollo psicosocial y el sexo (Tabla 3).
Nota. La etapa del desarrollo psicosocial está dada en rangos de edad, donde 18 a 30 años corresponde a la etapa de adultez temprana; de 31 a 55 años adultez intermedia y, de 56 años en adelante, adultez tardía (Erikson, 1963).
La tabla muestra que hubo diferencias significativas, con un nivel de significación p < 0.05, entre los grupos, en función de la etapa del desarrollo psicosocial y la categoría de Creencias que la muestra de heterosexuales tiene hacia los homosexuales masculinos. No hubo diferencias significativas en la actitud.
Con respecto a las categorías medidas en función del sexo de los participantes del estudio (N = 240), hubo diferencias significativas con un nivel de significaciónp < 0.05.
Nota: La dimensión características se refiere a los prejuicios que tienen los individuos heterosexuales acerca de las habilidades, potencialidades, condiciones, comportamientos, modales y apariencia de los hombres homosexuales; la dimensión relaciones interpersonales se define como los prejuicios de los individuos heterosexuales respecto a las relaciones de pareja, de amistad, laborales y sociales, y así mismo, la estabilidad de éstas en la vida de un hombre homosexual, y la dimensión derechos especifica los prejuicios de los individuos heterosexuales frente a aspectos relacionados con los derechos humanos y civiles, en el ámbito social, laboral y político de los hombres homosexuales.
DISCUSIÓN
El objetivo del presente estudio fue indagar si existen diferencias significativas en los prejuicios que tiene una muestra de hombres y mujeres heterosexuales respecto a la homosexualidad masculina a través de cambios generacionales. Como hipótesis de investigación se planteó que los prejuicios de los heterosexuales frente a la homosexualidad no son iguales en tres etapas del desarrollo.
De acuerdo a los datos obtenidos a través de la prueba Chi 2, con una probabilidadp < 0.05, se encontraron diferencias significativas entre los grupos, en función de la etapa del desarrollo psicosocial de Erikson (1963), y los prejuicios, en la categoría de Creencias que tienen heterosexuales hacia los homosexuales masculinos, tal y como se observa el nivel de significancia obtenido en la prueba Chi 2, igual a 0,000 (tabla 3). En cuanto a la categoría Actitud, no se halló una diferencia significativa en función de la etapa del desarrollo psicosocial; sin embargo, es importante resaltar, teniendo en cuenta la relevancia social de la investigación, que en el 93% de los casos, en las tres etapas, hay diferencias, aunque no se cumpla el nivel de significancia propuesto en la investigación (a = 0,5).
También los datos sugieren que hay diferencias significativas, con una p < 0.05, en función del sexo de los participantes del estudio, tanto en la categoría de Actitud como en la categoría de Creencia. Estas diferencias tienen un nivel de confianza del 999 por 1.000.
Barra (2002) comenta que existe poca información acerca de las actitudes de hombres y mujeres heterosexuales del mismo y otro sexo. Y en ambos casos, ya sea de actitudes hacia los homosexuales en general o hacia los homosexuales de cada sexo, existen resultados discrepantes (Barra, 2002). De este modo, los datos obtenidos en este estudio no sólo incrementan la evidencia acerca de las actitudes que hombres y mujeres poseen frente a los homosexuales, sino que igualmente aporta nuevos conocimientos respecto a la interacción entre las actitudes y las creencias, tanto positivas como negativas, como categorías constituyentes del prejuicio según la teoría de Allport (1963).
En cuanto al análisis descriptivo de los datos, en términos de porcentaje, se observa que en la categoría Actitud, en función de la etapa del desarrollo psicosocial (Erikson, 1963), los participantes del estudio correspondientes a la adultez temprana, presentaron una actitud favorable; es decir, positiva, en el 59% de los casos; en contraste con la etapas adultez intermedia y adultez tardía en las cuales la actitud frente a los hombres homosexuales fue del 44% y 43% respectivamente. Este análisis preliminar, revela que en la muestra medida, en las etapas de adultez intermedia y adultez tardía, la actitud hacia la homosexualidad masculina es mayoritariamente negativa en los casos observados.
Estos resultados coinciden con lo que afirman Gentry (1987) y Withley (1987), en cuanto a que las actitudes de hombres y mujeres hacia los homosexuales del mismo y del otro sexo, evidencian que las actitudes de los hombres son particularmente negativas cuando la persona evaluada es un hombre homosexual más que una mujer lesbiana. No obstante, Withley (1987) reportó que tanto los hombres como las mujeres heterosexuales presentaban actitudes más negativas hacia las personas homosexuales de su mismo sexo que del otro, la evidencia existente parece apoyar esta relación en el caso de los hombres y no necesariamente en el caso de las mujeres. Dado que los roles de género varían según la cultura, parece que muchas diferencias de conducta entre hombres y mujeres están causadas tanto por la socialización como por las hormonas masculinas y femeninas y otros factores congénitos.
Análisis porcentual por etapa del desarrollo psicosocial, N = 240
El análisis descriptivo de los datos, en términos de porcentaje, respalda también la hipótesis de investigación propuesta, en cuanto a que los prejuicios de los heterosexuales frente a la homosexualidad masculina no son iguales en tres etapas del desarrollo psicosocial. En efecto, en la tabla 1 se puede observar que en la etapa de la adultez temprana tanto las actitudes como las creencias hacia los homosexuales masculinos son mayoritariamente positivas, con un porcentaje de 59% y 74% respectivamente. En contraste, en las etapas de adultez media y adultez tardía, las actitudes son negativas en un mayor porcentaje con 56% y 57% respectivamente. Aunque, las creencias son positivas en estas dos etapas con un 59% y 58%, son menores que en la etapa de adultez temprana.
Una consideración importante que se debe resaltar es que no hay una coherencia entre las actitudes y las creencias positivas de las etapas adultez media y adultez tardía, tal y como sí ocurre con la adultez temprana. Es decir, los porcentajes sugieren que las actitudes y las creencias de los participantes del estudio, en la etapa de adultez temprana, son en cierta medida coherentes entre sí, por cuanto ambas son mayormente positivas; mientras que en las actitudes y las creencias en las etapas de adultez media y adultez tardía se presenta una disonancia, entre lo positivo y lo negativo en cada una de las categorías. De hecho, los porcentajes de las actitudes positivas -44% en adultez media y 43% en adultez tardía— son menores que las creencias positivas -59% y 58%, respectivamente-.
A la luz de los datos obtenidos y los análisis realizados, se puede inferir que a mayor etapa del desarrollo psicosocial (Erikson, 1963) las actitudes hacia los homosexuales masculinos tienden a ser menos positivas, tal y como se revela en la figura 1. De mismo modo, en la categoría de creencias hacia esta población -homosexuales masculinos-los porcentajes también tienden a disminuir en función de la etapa, aunque hay mayor aceptación, en cuanto a la creencia, en la etapa de adultez temprana que en las otras dos etapas (figura 2).
Probablemente, el comportamiento de los prejuicios en las categorías medidas en este estudio se deba a los cambios sociales y al desarrollo tecnológico de las últimas décadas, al igual que la información divulgada en los medios masivos de comunicación. Quizás estos sean factores que han favorecido el cambio del prejuicio de manera positiva hacia los homosexuales masculinos, en términos de propiciar un mayor acercamiento a dicha población, a manera de experiencias directas e indirectas, de modo que las nuevas generaciones puedan justificar su juicio, tal y como lo afirma Allport (1963). En este sentido, los teóricos del enfoque del aprendizaje social sobre el estereotipamiento y el prejuicio, Zinberg, 1976; Kryzanowsky y Stewin, 1985 (citados por Feldman, 1998) afirman que las personas, de manera espontánea, aprenden comportamientos de discriminación u odio, por ejemplo, de la misma forma en que aprenden el alfabeto. Así mismo, los sentimientos de las personas respecto a los miembros de diversos grupos son moldeados por el comportamiento de los padres, otros adultos y sus pares.
Análisis porcentual por etapa del desarrollo psicosocial en función del sexo
El análisis de las categorías de actitud y creencia frente a la homosexualidad masculina, en función del sexo, nos permite deducir que las mujeres muestran más receptividad que los hombres. Específicamente, en las tres etapas del desarrollo, más del 50% de las mujeres manifiestan actitudes y creencias positivas. En cuanto a los prejuicios de los hombres, con respecto a la homosexualidad masculina, exceptuando la etapa de adultez temprana, el porcentaje en ambas categorías -creencia y actitud- fue menor del 50% (tabla 2), es decir que en las etapas de adultez intermedia y adultez tardía las actitudes y creencias hacia los homosexuales son más negativas que positivas.
Un análisis más detallado indica, en las mujeres, que las categorías de actitud y creencia, en la etapa 2 son negativas en un mayor índice por una mínima diferencia, con respecto a las otras dos etapas -actitudes: 8% entre la etapa 1 y 2, 2% entre la etapa 2 y 3; creencias: 5% entre la etapa 1 y 2, 2% entre la etapa 2 y 3- (Ver figuras 3 y 4). Igualmente, esta tendencia ocurre en los hombres con la diferencia de que los índices porcentuales son mayores -actitudes: 22% entre la etapa 1 y 2, 5% entre la etapa 2 y 3; creencias: 26% entre la etapa 1 y 2 , 4% entre la etapa 3 y 4-, (Ver figuras 5 y 6).
El análisis anterior coincide con Louderback y Withley (1997), quienes aseguran que las actitudes hacia la homosexualidad están influidas por un sistema generalizado de creencias de género, el cual incluye dimensiones tales como estereotipos de género, actitudes hacia los roles apropiados para cada sexo, y determinadas percepciones de aquellos individuos que presumiblemente violan el patrón tradicional de roles sexuales, tales como los hombres homosexuales. Debido a que las normas de género son definidas más rígidamente para los hombres que para las mujeres, las personas tienden a tener una reacción más negativa hacia los hombres que aparecen como más femeninos que hacia las mujeres que aparecen como más masculinas (Louderback & Withley, 1997).
Proporción de actitudes y creencias de la población evaluada en función de las dimensiones medidas por el cuestionario
En la tabla 4 se puede apreciar la proporción de prejuicios a favor o en contra de los hombres homosexuales, que tienen los participantes del estudio en función de las tres dimensiones evaluadas en el cuestionario. Los resultados evidencian, en términos generales, que el porcentaje de prejuicios positivos de los participantes encuestados es mayor que los prejuicios negativos en las tres dimensiones evaluadas -características, relaciones interpersonales y derechos de los hombres homosexuales- .
En resumen, los resultados ponen de manifiesto que hay diferencias significativas en cuanto a la etapa del desarrollo psicosocial y los prejuicios frente a la homosexualidad masculina, en hombres y mujeres heterosexuales. Estos mismos análisis evidencian por tanto, que a mayor etapa del desarrollo psicosocial, mayores actitudes y creencias negativas hacia la población homosexual masculina. Por último, sería altamente recomendable realizar más investigaciones bajo criterios metodológicos empíricos teniendo en cuenta otras variables, tales como: a) prejuicios frente a la homosexualidad femenina, b) nivel socioeconómico y educativo de los encuestados y c) en función de comunidades minoritarias que igualmente son víctimas del flagelo de la discriminación y del prejuicio negativo.
Estudios que satisfagan criterios metodológicos empíricos serán muy útiles para desarrollar políticas y programas de educación en diferentes frentes donde los prejuicios negativos son síntoma de discriminación.
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ANEXO A
Escala de actitudes hacia la homosexualidad
Barra Almagiá, E. (2002) Influencia del sexo y de la tipificación del rol sexual sobre las actitudes hacia la homosexualidad masculina y femenina. Revista latinoamericana de Psicología, 34, (3), p. 275 - 284.
La Escala de Actitudes hacia la Homosexualidad diseñada específicamente para este estudio, tiene el objetivo de conocer la actitud de los sujetos hacia la homosexualidad masculina y hacia la homosexualidad femenina. Para la elaboración de los itemes [sic] se consideraron las siguientes dimensiones:
• Derechos de los homosexuales: aspectos relacionados con los derechos civiles en el ámbito laboral, social y político.
• Reacciones hacia los homosexuales: relaciones de amistad, laborales y sociales.
• Relaciones de pareja homosexual: creencias acerca de la estabilidad de las relaciones, celos y promiscuidad entre los homosexuales.
• Características de los homosexuales: habilidades creativas, estabilidad emocional, apariencia y modales
La escala de actitudes se compone de 18 afirmaciones, cada una de las cuales los sujetos deben responder dos veces, una vez referida a homosexuales hombres y otra vez referida a homosexuales mujeres, mediante tres posibles alternativas de respuesta Acuerdo, Indeciso y Desacuerdo. La respuesta Acuerdo recibe tres puntos en los ítems directos y 1 punto en los ítems indirectos. La respuesta Desacuerdo recibe 3 puntos en los ítems indirectos y 1 punto en los ítems directos. La respuesta Indeciso recibe 2 puntos en ambos tipos de ítems. Luego se suman los puntajes obtenidos en cada escala. De esta manera, cada sujeto recibe dos puntajes, un puntaje de actitud hacia la homosexualidad masculina y otro puntaje de actitud hacia la homosexualidad femenina, pudiendo variar cada uno de estos puntajes entre 18 y 54 puntos.
UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN Departamento de Psicología
Escala de actitudes hacia la homosexualidad
A continuación aparece una serie de 18 afirmaciones referentes a las personas homosexuales. Nos interesa conocer si estás de acuerdo o en desacuerdo con cada una de esas afirmaciones, según si se trata de hombres homosexuales (HH) o de mujeres homosexuales (MH). Te pedimos que luego de leer cada afirmación marques con una X dentro de los paréntesis la alternativa que mejor represente tu opinión, tanto en la columna HH como en la columna MH. Las alternativas son:
A : De acuerdo
I : Indeciso(a)
D : En desacuerdo
Por favor, asegúrate de responder todos los ítems. Tus opiniones serán anónimas, sólo te solicitamos indicar tu sexo y edad ¡MUCHAS GRACIAS!
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