ISSN Electronico 2011-7485
ISSN Impreso 0123-417X
Volumen 31, n.°2, Mayo - Agosto 2014
Fecha de recepción: 13 de Marzo de 2013
Fecha de aceptación: 23 de Octubre de 2013
DOI: http://dx.doi.org/10.14482/psdc.31.2.4845


Barras de fútbol, consumo de drogas y violencia

Football gangs, drug consumption and violence

Nicolás Ignacio Uribe Aramburo, M. S. * Guillermo Alonso Castaño Pérez, Ph. D.*

* Fundación Universitaria Luis Amigó (Funlam), Medellín (Colombia)

Correspondencia: Transversal 51 A n.° 67 B 90, Medellín (Colombia). Correo electrónico: irafael2@yahoo.es


Resumen

A partir de una investigación descriptiva y analítica, con un diseño metodológico cualitativo, se describen y analizan la coocurrencia entre el consumo de sustancias psicoactivas y los comportamientos agresivos y violentos en miembros de algunas de las barras de fútbol de la ciudad de Medellín, Colombia. Mediante la técnica de observación participante se muestra que el consumo de drogas, junto con los fenómenos de la identificación, la sugestión y el contagio social, pueden promover la alteración de la conciencia y la abolición temporal de los patrones de pensamiento y comportamiento típicos de los individuos, así como de los preceptos morales y éticos que regulan la actuación en sociedad. Se explica por qué los individuos de la masa (barra de fútbol) se vuelven irreflexivos, impulsivos, iracundos y violentos, desde perspectivas de la psicología social, el psicoanálisis y la etología.

Palabras clave: barras de fútbol, drogas, violencia, identificación, sugestión, imitación.


Abstract

Based on a descriptive and analytical research carried out under a qua-litative methodological design the co-ocurrence of the consumption of psychoactive substances and aggressive and violent behaviors in the members of some of the football supporting groups of the city of Medellin, Colombia were described and analyzsed. Using the participant observation technique we were able to show that drug use, together with the identification, suggestion and social contagion phenomena, promote the disturbance of consciousness and the temporary abolition of patterns of thought and behavior typical of individuals, as well as the moral and ethical precepts regulating action in society. This explains why the individuals of the mass (football supporter groups) become reckless, impulsive, angry, and violent from the scope of social psycho-logy, psychoanalysis and Ethology.

Keywords: football supporter groups, drugs, violence, identification, contagion, imitation.


INTRODUCCIÓN

Los fenómenos de violencia en el fútbol colombiano constituyen una problemática que actualmente causa gran preocupación, pues en dichas situaciones resultan afectadas la vida, la integridad (física y psicológica) y la propiedad privada de los ciudadanos, tanto de aquellos que hacen parte del espectáculo futbolístico (hinchas, miembros de barras, jugadores, árbitros, policías, entre otros), como de los que nada tiene que ver con este (comerciantes, transeúntes y residentes próximos a los estadios de fútbol), tal como lo muestran frecuentemente los medios masivos de comunicación de nuestro país (Cañón & García, 2007; Elespectador. com, 2012). De allí que el actual Gobierno de Colombia haya creado la Ley 1445 de 2011, Nueva Ley del Deporte en Colombia, para castigar penalmente a aquellos ciudadanos que incurran en actos de violencia en los estadios nacionales.

Sin embargo, estos hechos de violencia asociados al fútbol no son nada nuevo, pues se encuentran antecedentes desde hace décadas en países de Europa. Entre estos se destaca la tragedia ocurrida en 1985 en la ciudad de Bruselas (Bélgica), en la cual se produjo uno de los eventos más nefastos en la historia del de este deporte, cuando agrupaciones de hinchas y fanáticos de algunos equipos ingleses, denominados hooligans, protagonizaron actos masivos de violencia en el estadio de Heysel, en contra de los seguidores de un equipo italiano (Juventus F. C.). La cifra fue de 39 muertos y más de 400 heridos (Cañón & García, 2007; Elmundo.es, 2012; abc.es, 2012). En Colombia no ha tenido lugar una tragedia de esa magnitud, sin embargo, ya se han presentado diversos hechos violentos en el contexto futbolístico, en los cuales no solo se han causado serios daños a la propiedad privada, sino también graves lesiones personales, y se han perdido vidas humanas, aunque no en la proporción antes mencionada (Elespectador.com, 2012).

Varias son las razones que pueden explicar este tipo de comportamientos violentos en los estadios. Por un lado, se considera el consumo de drogas (Boutros & Bowers, 1996; Araya, 2000; Johnson et al., 2002; Fals-Stewart, 2003; Bye, 2007), y por el otro, el fenómeno de la imitación, que se produce regularmente en las masas, el cual emerge por la acción de procesos psíquicos de identificación que facilitan el contagio de las emociones de ira, cólera y rabia, tal como se ha descrito en la literatura científica clásica (Le Bon, 1895; Trotter, 1916; Freud, 1921, 1976; Mc-Dougall, 1927). Estos son procesos psíquicos asociados a las típicas antipatías entre hinchas, que se manifiestan como comportamientos agresivos que hacen parte de los rituales, tales como las agresiones verbales presentes en los cánticos de los barristas (Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Cañón & García, 2007; Aponte et al., 2009).

Cuando los seres humanos se reúnen en masa alrededor de un determinado asunto, ello puede generar una alteración temporal del psiquismo y la personalidad de los sujetos, ya que en la masa se borran las diferencias individuales y se genera una identificación entre los miembros del grupo (Le Bon, 1895; Freud, 1921, 1976; Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Aponte et al., 2009). Al hacer parte de una barra, el "yo individual" es subsumido por el "yo colectivo", que piensa y actúa en forma alterna, según una cultura propia, diferencial, con sus propios códigos, símbolos, cánticos, rituales y ceremonias, entre los cuales se cuentan las agresiones verbales y físicas; estas últimas son las más preocupantes por sus efectos nocivos (Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Cañón & García, 2007).

Se sabe que los miembros de la masa modifican su forma de pensar y de comportarse para adecuarse a las características de ella, lo cual implica que a menudo se presenta una imitación del comportamiento del otro y un contagio de las actitudes y emociones entre los miembros de la masa, por lo que en ocasiones el individuo puede actuar de forma contraria a su patrón típico de comportamiento y a sus propios principios y valores (Le Bon, 1895; Trotter, 1916; Freud, 1921, 1976; Garriga, 2005; Aponte et al., 2009).

Esto ocurre debido a que en los individuos se produce una alteración de la capacidad crítica y del juicio, pues de otro modo las acciones y actitudes de los demás podrían generar una contradicción consigo mismo y, por ende, un rechazo de las actitudes y conductas de los miembros de la masa. Así, un sujeto que normalmente no se comporta de forma agresiva ni violenta puede adoptar tales comportamientos en razón de la alteración de la capacidad reflexiva sobre el propio comportamiento,

asociada a la identificación que se produce con los demás miembros de la masa que se comportan de forma agresiva y violenta (Tarde, 1890; Le Bon, 1895; Trotter, 1916; Freud, 1921, 1976; Garriga, 2005), aspecto que, como se comprobó en esta investigación, puede ser potenciado por el consumo de drogas, al alterar los sistemas psicofisiológicos encargados de las funciones de regulación de los impulsos agresivos y la percepción del riesgo (Gómez & Kaplan, 1998; Brook et al., 2003; Tuesca & Borda, 2003; Easton et al., 2007; Wells, Speechley, Koval & Graham, 2007).

En la ciudad de Medellín es frecuente el consumo de drogas en los estadios antes, durante y después de los partidos de fútbol (Cadavid, 2009). Si bien no hay investigaciones específicas sobre este tópico (Clavijo,

2004; Garriga, 2005; Cañón & García, 2007; Aponte et al., 2009), si son múltiples los reportes periodísticos de uso y decomiso de drogas por parte de la policía a las personas que acompañan a sus equipos, así como los testimonios de quienes asisten a estas justas deportivas, en las cuales observan consumo de alcohol y otras sustancias ilícitas, sobre todo marihuana (Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Aponte et al., 2009; Cadavid, 2009). Por lo tanto, es necesario analizar desde la ciencia el consumo de drogas en las barras de los equipos de fútbol y explorar su posible asociación con otros fenómenos que darían lugar a los comportamientos agresivos y violentos.

El hecho de que la relación entre consumo de drogas y fenómenos violentos en las barras de fútbol no haya sido objeto de investigaciones científicas en nuestro medio no solo demuestra el carácter inédito de este trabajo, sino también el vacío en el ámbito científico sobre el tema. Este estudio pretende suplir parcialmente ese vacío, esa necesidad de elaborar conocimientos científicos sobre el fenómeno, pues al construir saberes disciplinares sobre la relación entre las drogas y la violencia en las barras se estarán sentando las bases para poder intervenir estas problemáticas psicosociales desde un enfoque científico, que permita implementar nuevas políticas y estrategias de abordaje (prevención y control) que resulten más eficaces respecto a las que actualmente se utilizan.

La investigación tuvo como propósito principal responder a los siguientes interrogantes: ¿el consumo de drogas puede potencializar los fenómenos de sugestión e imitación de la conducta agresiva y violenta en las barras de fútbol en Medellín?, ¿cuáles son las sustancias psicoactivas más consumidas por los integrantes de las barras bravas de los equipos de fútbol de Medellín? y ¿qué otros factores pueden influir en el comportamiento violento de las barras de fútbol?

METODOLOGÍA

La información científica y periodística fue recolectada previamente con el objetivo de identificar los factores determinantes del fenómeno de la violencia. Ello permitió identificar las variables dependiente (violencia) e independiente (consumo de drogas), así como las variables extrañas (fenómenos de masas) que luego pasaron a ser categorías emergentes, las cuales guiaron las observaciones y finalmente fueron nombradas y descritas, para ser transformadas en categorías de análisis.

Diseño metodológico

A partir de un diseño metodológico cualitativo se realizó un estudio con un alcance descriptivo y analítico, de tipo transversal, pues se acercó a la realidad de grupos sociales específicos (barras de fútbol) en un lugar (la ciudad de Medellín, estadio Atanasio Girardot y sus alrededores) y en un tiempo determinado (de febrero a junio de 2012). En dicho proceso de recolección de información se emplearon técnicas cualitativas, concretamente la observación participante. A continuación se presentará brevemente la forma en que fue obtenida, procesada y analizada la información, posteriormente se explican los principales hallazgos y su respectiva discusión.

Participantes

Los sujetos que participaron en esta investigación pertenecen a las barras de fútbol autodenominadas Rexistencia Norte (seguidores del Club Deportivo Independiente Medellín) y Los del Sur (seguidores del Club Atlético Nacional), algunos de estos sujetos, líderes de las mencionadas barras, desempeñaron el rol de "porteros" e "informantes clave", brindando acceso a información sobre los lugares y horas de reunión de los barristas, así como de sus costumbres y su relación con el uso de drogas y los actos de violencia. Además, participaron 35 observadores, todos ellos estudiantes del programa de Psicología y Ciencias Sociales, además del investigador principal y el coinvestigador.

Instrumentos

La técnica utilizada en esta investigación fue la observación participante, debido a que permite "captar la realidad social y cultural de una sociedad o grupo social determinado, mediante la inclusión del investigador en el colectivo objeto de su estudio" (Amezcua, 2000, p. 31), tal como lo ratifican expertos en el tema, como Malinowski (1986); Taylor (1977; 1987); Velasco y Díaz (1997), entre otros.

En este caso se trató de captar, mediante la observación, la realidad social de algunas de las barras que siguen a los equipos de fútbol, y específicamente los actos de violencia que suelen protagonizar y su relación con el consumo de drogas. Utilizar esta técnica, considerada base de los estudios etnográficos, permitió el abordaje de los aspectos más relevantes de estas agrupaciones de hinchas, denominadas "barras", pues este tipo de técnica apunta al "estudio de los diferentes componentes culturales de las personas en su medio: las relaciones con el grupo, sus creencias, sus símbolos y rituales, los objetos que utilizan, sus costumbres, sus valores, etc." (Amezcua, 2000, p. 31), de modo que estos aspectos fueron el objetivoo de las observaciones practicadas con los grupos.

Categorías de observación y de análisis

Las categorías y formatos de observación (anexo 1) fueron creados a partir de información obtenida de los medios masivos de comunicación, de los porteros e informantes clave y de la literatura científica sobre los fenómenos violentos en grupos humanos. Es decir, estas categorías habían emergido en el proceso de revisión documental y de observación en el contexto (Malinowski, 1986; Taylor, 1977; 1987).

Al rastrear y analizar la información consignada en los estudios de la psicología social acerca de la psicología de las masas, se encontró que los principales factores que inciden en el actuar violento de los sujetos en las masas radicaban en los fenómenos de identificación, sugestión e imitación o contagio de actitudes y comportamientos, que aparecen típicamente en dichas agrupaciones (Tarde, 1890; Le Bon, 1895; Trotter, 1916; Freud, 1921, 1976; McDougall, 1927).

Tal información también es ratificada por los reportajes periodísticos e investigaciones sobre la violencia en las barras de fútbol (Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Aponte et al., 2009). Por ello, consideramos pertinente incluir estos fenómenos dentro las categorías de observación y análisis, lo cual fue comprobado al ingresar al campo y observar la conducta y el discurso de los miembros de las barras, quienes muestran en alto grado los fenómenos mencionados, que ya habían sido observados, descritos y explicados por la psicología social, la sociología y el psicoanálisis desde hace más de un siglo, pero que no habían sido articulados al estudio de los fenómenos de violencia y consumo de drogas en las barras de fútbol (Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Aponte et al., 2009).

Así pues, estamos de acuerdo con Amezcua (2000, p. 33) en que al estudiar un grupo humano hay que observar:

Lo que hacen (las conductas y comportamientos, los gestos, las posturas). Los objetos que utilizan. La ocupación del espacio (especialmente los lugares donde se desarrolla la vida social). El tiempo ordinario (trabajo) y extraordinario (ocio, vacaciones, fiestas). El hábitat (la forma de vivir). Las relaciones (agrupaciones, distribución edad-sexo, conflictos, etc.). Los acontecimientos inesperados (visitas, catástrofes, etc.). Cada realidad puede sugerir puntos concretos de observación y participación, que previamente tendríamos que identificar y preparar en lo posible.

En síntesis, las categorías de observación que emergieron fueron cinco, que a su vez se dividieron en subcategorías. A partir de ellas se diseñó el formato guía en el que se consignaron las observaciones (anexo 1). Estas son:

Categoría 1. Características generales: edad promedio, sexo y equipo de fútbol que siguen. Categoría 2. Consumo de drogas: tipos de drogas y frecuencia de consumo. Categoría 3. Violencia física: tipos de actos, frecuencia de actos, elementos utilizados y presencia de heridos. Categoría 4. Violencia verbal: tipos de actos y frecuencia de actos. Categoría 5. Conductas imitativas: tipos de actos y frecuencia de actos.

Procedimiento

El escenario en el que se realizaron las observaciones participantes fue el estadio Atanasio Girardot de la ciudad de Medellín, así como sus alrededores, debido a que es en estos sectores donde se suelen concentrar los miembros de las barras antes y después de los partidos de fútbol. Al mismo tiempo son los lugares en los que se suele presentar la mayoría de los enfrentamientos entre las barras y donde el consumo de drogas es más frecuente e intenso.

La elección del lugar en el campo estuvo determinada por el conocimiento previo que se tenía sobre la ubicación de las barras en el estadio y sus alrededores, información que fue obtenida mediante el contacto inicial que se estableció con los denominados "porteros",, en este caso, miembros de las barras de fútbol que detentan una posición de lideraz-go dentro de las mismas, quienes nos facilitaron el acceso a las barras como tal. Ellos se encargaron de sensibilizar a los demás integrantes de las barras para crear el rapport necesario para que accedieran a participar en la investigación y brindaran información acerca de la violencia y el consumo de drogas en las barras. No sobra señalar que tal información también había sido rastreada en los reportajes periodísticos divulgados en los medios de comunicación locales.

Estos porteros contactaron al grupo de investigación con otros integrantes de las barras que pasaron a ser "informantes clave", los cuales brindaron datos importantes para planear la entrada al campo de observación. De modo que los investigadores se sirvieron de la técnica "bola de nieve", ya que los "porteros" se constituyeron en puente de contacto con otros miembros de las barras, quienes facilitaron el ingreso al campo de observación.

Respecto al lugar donde se emplazaron los observadores, concretamente se escogieron las llamadas tribunas populares del estadio para realizar las observaciones durante los partidos de fútbol, debido a que allí se ubican precisamente las barras estudiadas. En algunos partidos los observadores se ubicaron en la tribuna popular norte (cuando jugó el Deportivo Independiente Medellín, dim) para observar los miembros de la barra Rexistencia Norte, mientras que en otros partidos los observadores se ubicaron en la tribuna popular sur (cuando jugó el Nacional, nal) para observar a los miembros de la barra Los del Sur.

Así mismo, para hacer las observaciones antes y después de los partidos se escogieron diversos lugares (espacios físicos) para observar los fenómenos de consumo de drogas y violencia por parte de los miembros de las barras. Con la finalidad de observar a los integrantes de la barra del dim, los investigadores se ubicaron en el centro comercial Obelisco y en la parte posterior al mismo (sector residencial), pues es el lugar de reunión tradicional de la barra. En cambio, para observar la barra del nal, los investigadores se ubicaron en diversos sectores de la carrera 70, entre las calles Colombia y San Juan, así como en los alrededores de la estación Estadio del Metro, ya que en esos lugares se suelen reunir los miembros de esta barra.

Se crearon 6 grupos de observación, los cuales contenían entre 3 y 6 investigadores, quienes se ubicaron en los lugares antes indicados, de modo que un grupo registraba los comportamientos de las barras antes de los partidos (en los sitios de reunión propios), otro grupo durante los partidos (en las tribunas) y otro grupo después de los partidos (en los sitios de reunión). Los 35 investigadores fueron preparados previamente a través de un breve entrenamiento en la técnica de observación participante, que incluyó una prueba piloto para el formato de guía de observación (anexo 1) construido para tal fin. Ello permitió rediseñar el formato a partir de las sugerencias de los propios observadores.

Al ingresar al campo y conocer las costumbres y actitudes de los barristas, inicialmente se presentó el "síndrome del forastero" (Amezcua, 2000, p. 32), ya que estos comportamientos generaron afectos tales como la angustia, el miedo, el pánico, el terror, entre otras emociones que resultan displacenteras y dificultan la tarea de observar y registrar. Sin embargo, poco a poco los observadores se fueron familiarizando frente a estas conductas y costumbres, de modo que lo que en principio se percibía como extraño, enigmático y peligroso, luego pasó a ser algo típico y tradicional (Amezcua, 2000). Por ello, aquí el rapport es una condición que influye tanto sobre el sujeto investigado como sobre los investigadores, quienes también deben estar en condiciones apropiadas para recolectar los datos de forma neutral, reduciendo así la proyección de la propia subjetividad, que en este caso estaría afectada por la presencia de afectos intensos como la angustia y el temor (Malinowski, 1986; Taylor, 1977; Taylor, 1987; Velasco & Díaz, 1997; Amezcua, 2000).

De otro lado, el hecho de que los grupos observados fueran tan grandes, pues las barras están conformadas por miles de personas, hizo que no fuera necesario que los barristas estuvieran enterados de quiénes eran las personas que los estaban observando, lo cual ayudó no sólo a evitar que los investigadores se sintieran identificados, sino también a evitar que los sujetos observados modificaran su conducta con la finalidad de que no se registraran el consumo de drogas y los actos violentos. Es decir, manteniendo el anonimato de la mayoría de los observadores participantes, se intentó evitar al máximo que las barras actuaran para ellos. Sólo los investigadores principales establecieron contacto directo con los porteros y los informantes clave, de modo que el resto del equipo de observadores permaneció en el anonimato para los sujetos investigados.

En total se realizaron 150 observaciones participantes en los lugares indicados anteriormente, durante ocho partidos de fútbol (ocurridos en el primer semestre del año 2012), en los cuales se observó y registró la conducta y el discurso de los miembros de estas barras antes, durante y después de los encuentros futbolísticos. Las observaciones tuvieron una duración variable (60 minutos antes de los partidos, 105 minutos durante los partidos y 45 minutos después de los partidos).

Procesamiento de los datos

Después de los procesos de observación y registro se procedió a hacer el análisis de la información recolectada, el cual tuvo cinco fases 1) sistematizar el material obtenido; 2) seleccionar las conductas y situaciones relevantes para la investigación; 3) organizar el material según cinco grandes categorías de análisis; 4) analizar cada categoría desde los conceptos y teorías de la literatura científica seleccionada; y 5) triangular las cinco categorías de análisis.

A continuación presentamos brevemente el material seleccionado, organizado y analizado mediante un proceso de triangulación de las diferentes fuentes de información: porteros e informantes clave, revisión de la literatura, revisión de medios de comunicación y observación participante.

RESULTADOS

Respecto a la categoría 1, los observadores informaron que los miembros de estas barras en su mayoría son hombres en edades comprendidas entre los 14 y los 35 años, aproximadamente.

En cuanto a la categoría 2, se encontró que la sustancia psicoactiva más consumida antes y después de los partidos por parte de miembros de las barras es el alcohol, en segundo lugar la marihuana, en tercer lugar el tabaco, después los inhalantes, luego las benzodiacepinas y por último el bazuco. En algunos de los miembros de las barras que incurrieron en actos violentos también se presentó el uso del alcohol y la marihuana. La sustancia más consumida durante los partidos es la marihuana, en segundo lugar el tabaco y luego la cocaína. Respecto a sustancias como las anfetaminas, el éxtasis, la heroína, entre otras, los observadores no registraron su consumo. No sobra señalar que en todos los partidos se registró consumo de drogas, pero variaron las frecuencias de consumo y las cantidades.

Frente a la categoría 3 se encontró que la conducta de violencia física más frecuente entre los miembros de las barras antes, durante y después de los partidos es el denominado "pogo", que consiste en empujarse y golpearse mutuamente, pero que no deriva en enfrentamientos o riñas que produzcan lesiones personales o la muerte a quienes participan de él. Otra conducta fue la denominada avalancha, que consiste en correr en masa hacia la parte baja de la tribuna, lo que en ocasiones causa lesiones personales.

Por otro lado, los actos de violencia física que más se presentaron antes, durante y después de los partidos de fútbol fueron las riñas o peleas físicas entre más de dos personas, es decir, entre grupos, en su gran mayoría miembros de barras de equipos contrarios, o entre barristas y miembros de la Policía Nacional. En una pequeña minoría se presentaron riñas entre miembros de la misma barra o de barras que siguen al mismo equipo.

Los actos violentos más ejecutados fueron los empujones, los estrujones, tirar al otro al suelo o derribarlo, rasgarle la camiseta al otro, los "puños" o golpes con las extremidades superiores, las "patadas" o golpes con las extremidades inferiores, los rodillazos y los golpes con palos o los golpes con macanas (por parte de la Policía Nacional). También se vio que frecuentemente algunos barristas exhiben las banderas, accesorios ("trapos") y armas blancas para intimidar y retar a miembros de otras barras, así como a la Policía Nacional y la población civil que es ajena a la actividad deportiva (transeúntes, vecinos y comerciantes del sector). Estas acciones son acompañadas con cánticos ofensivos y palabras soeces.

Con menor frecuencia se observó el uso de armas blancas (navajas, cuchillos, machetes, hachas, puñales) que derivara en una lesión personal o en la muerte, aunque sí fue posible registrar su papel intimidatorio en la mayoría de las riñas, incluso se vieron armas de fuego (revólver y pistola). También se registró el uso ocasional de "papas" explosivas (artefacto de fabricación casera) hacia la Policía y miembros de las barras contrarias.

Como consecuencia de los actos violentos mencionados se registraron diversos heridos y un homicidio, hechos violentos que ocurrieron en su mayoría en el encuentro de fútbol denominado como "clásico", entre el dim y el nal el 11 de marzo de 2012, que figuraron en los medios masivos de comunicación de la ciudad y del país (Elespectador.com, 2012). Las diversas lesiones personales, que van desde cortadas hasta traumas por golpes con objetos contundentes, fueron causadas con distintos elementos, el más utilizado fue el cuerpo propio (extremidades superiores e inferiores, rodillas, codos y cabeza), luego el uso de extensiones (palos, palos con puntillas, varillas, tubos de pvc, sombrillas, correas con hebillas metálicas), seguidos por el uso de armas blancas (navajas, cuchillos, machetes, hachas, puñales) y de objetos (piedras, monedas, botellas de vidrio). En menor medida se registró el uso armas de fuego (pistola y revolver) y artefactos explosivos ("papa" bomba). Sólo en algunos casos fue posible observar la realización de actos vandálicos, tales como quebrar vidrios, destruir y pintar las fachadas de casas y establecimientos comerciales, así como dañar automóviles, buses, las instalaciones del metro, los basureros, las mallas y los separadores de la vía pública.

En cuanto a la categoría 4, se encontró que gran parte de los miembros de las barras usan un vocabulario soez y obsceno al dirigirse a los miembros de las barras y equipos de fútbol contrarios, así como a los miembros de su propio equipo (jugadores, técnicos y directivos) cuando su desempeño no es satisfactorio (exitoso). Este tipo de comunicación a menudo generó enfrentamientos verbales, que en ocasiones derivaron en físicos. Ese lenguaje también se empleó para dirigirse a los árbitros y jueces de línea, a vecinos, comerciantes y transeúntes de los sectores aledaños al estadio, así como a los miembros de la Policía Nacional. Dicho lenguaje, que incluye insultos, afrentas, amenazas y humillaciones, también es utilizado en muchos de los canticos típicos que se entonan para apoyar al equipo e intimidar a los rivales, por lo que su contenido despierta sentimientos de ira, mostrando claramente las antipatías entre las barras, pues este lenguaje claramente ofensivo actúa como una afrenta a la dignidad del otro.

En la categoría 5 se encontró que el tipo de acto más imitado consiste en realizar las conductas de apoyo al equipo, tales como estar de pie todo el partido, empuñar la mano, enarbolar las banderas, quitarse la camisa y levantarla, saltar, aplaudir, hacer la ola, participar en la avalancha o en el pogo, entonar los cánticos, silbar, entre otras. Así mismo se observó el conocido fenómeno de contagio de emociones, tales como la euforia, la ira, la cólera y la rabia, pero también la tristeza y la desazón cuando el equipo va perdiendo. En segundo lugar, los actos más comúnmente imitados se refieren al consumo de sustancias psicoactivas, en especial el alcohol, la marihuana y el tabaco, pues ante la ingesta de estas por parte de uno de los individuos, regularmente dichas conductas eran seguidas, imitadas, por otros individuos de la barra. En el tercer lugar de los actos más imitados se encuentran los enfrentamientos verbales (insultar, humillar, amenazar, entre otros) y físicos (puños, patadas, rodillazos, codazos, cabezazos, golpear con extensiones y objetos), así como la participación en disturbios (colarse en la fila) y realizar actos vandálicos (quebrar vidrios y dañar las fachadas de casas y establecimientos comerciales, así como averiar automóviles y buses, pero también mallas, separadores y basureros de la vía pública).

ANÁLISIS Y DISCUSIÓN

Al examinar la coocurrencia entre los fenómenos de consumo de drogas y de violencia en algunos miembros de las barras de fútbol puede darse una respuesta parcial a los interrogantes planteados al inicio de la investigación, pues, aun cuando se logró identificar cuáles son las drogas más utilizadas por algunos de los miembros de estas barras, así como los tipos de violencia que ejecutaron con mayor frecuencia —siendo posible establecer una concurrencia entre los fenómenos del uso de drogas y la comisión de actos violentos—, no fue posible establecer la forma en que estos factores concurrentes pueden determinarse o influirse mutuamente de forma empírica. Solo se logró explicar la relación de causalidad entre el actuar violento y el consumo de sustancias de forma teórica, tal como lo han hecho otros investigadores, pero en contextos distintos a los de las barras de fútbol. Por esta razón la investigación no permitió establecer una correlación o una relación de causalidad entre el uso de drogas y los actos violentos a partir de datos empíricos, por lo cual una limitación de este estudio es el hecho de que no pudieron identificarse factores de riesgo, sino tan solo factores concurrentes. A continuación se presenta un breve análisis y una discusión de estos factores concurrentes, siguiendo el orden en el que se describieron las categorías de observación y de análisis.

En cuanto a la categoría 1, se identificó que en la ciudad de Medellín, Colombia, las barras de fútbol que incurren en actos de violencia en el estadio y sus alrededores están conformadas por adolescentes y jóvenes, en su mayoría de sexo masculino y cuyas edades estaban comprendidas entre los 14 y los 34 años, tal como lo habían informado otros investigadores (Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Aponte et al., 2009). Este sector de la población presenta gran interés y alto grado de fanatismo por los equipos de fútbol (Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Aponte et al., 2009; Zapata & Segura, 2008; Torres, 2003; Alcaldía de Medellín, 2005). Al respecto, recordamos que en la adolescencia y la juventud, los sujetos serían más fácilmente sugestionables o influenciables por el grupo de pares al que se busca pertenecer, en contraste con la relativa independencia y autonomía de los adultos respecto de cualquier grupo al que pertenezcan (Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Aponte et al., 2009).

Es bien sabido que en la adolescencia e inicios de la edad adulta comúnmente se producen fenómenos de reorganización psíquica, en los cuales la identidad de los sujetos sufre cambios gracias a que en dicho periodo de la vida los individuos deben forjar una nueva identidad ante la transformación de su organismo por obra del fenómeno biológico de la pubertad. Este proceso lleva a los sujetos a asumir una identidad diferente de la infantil y adecuada al nuevo cuerpo de adulto, en la que los procesos de identificación que antes se desplegaban en relación con los padres ahora se efectúan respecto a los pares. Esto explica la alta influenáabilidad y sugestionabilidad del joven respecto del grupo de pares al que busca pertenecer y que modifica su pensamiento y comportamiento, incluidos los gustos en la vestimenta, música, equipo de fútbol, entre otros aspectos (Erikson, 1957; 1959, 1966, 1968; Fernández & Moreno, 2006; Uribe, 2009, 2010, 2011, 2012).

Como puede colegirse, en los casos de estos jóvenes varones, el grupo de referencia con el cual se identifican y al que por ende imitan para ser aceptados, sería la barra de fútbol, grupo de pares que cumpliría un papel importantísimo en la estructuración de su identidad (Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Aponte et al., 2009). Es decir, la presión de grupo y la búsqueda de aprobación (necesidad de pertenencia a un grupo social) de los pares sería un posible factor de riesgo que estaría actuando con mayor efecto sobre los jóvenes que sobre los adultos mayores, y más en los varones que en las personas del sexo femenino, entre las cuales el uso de drogas todavía no es una conducta típica entre los grupos de pares. No obstante, esta empieza cada día a ser más común, tal y como lo pudieron registrar los observadores, quienes reportan que si bien el número de varones es mayor que el de mujeres, estas últimas también incurrieron frecuentemente en el consumo grupal de drogas.

Las hipótesis adquieren mayor validez en la medida en que se articulen los fenómenos de identificación, sugestión e imitación o contagio social, propios de las masas psicológicas, que han sido estudiados y conceptua-lizados por los autores clásicos de la psicología social, la sociología y el psicoanálisis (Tarde, 1890; Le Bon, 1895; Trotter, 1916; Freud, 1921,1976; Kraskovic, 1915; McDougall, 1927), y que fueron seleccionados para hacer una lectura de los fenómenos de violencia y consumo de drogas en las barras de fútbol colombiano, debido a la pertinencia de tales conceptos y teorías para explicar fenómenos de actualidad.

Según los autores, en las masas estos fenómenos se producen de forma espontánea, de suerte que la influenciabilidad característica de los adolescentes y jóvenes se vería reforzada, sobredeterminada, por la influencia de los fenómenos de las masas (en este caso la barra), explicando así por qué son los varones entre los 14 y los 35 años los que principalmente incurren en el uso de drogas y las conductas violentas dentro de las barras de fútbol.

Ahora, en cuanto a la categoría de análisis 2, se encontró que algunos miembros de las barras de fútbol consumen frecuentemente drogas en los estadios y sus alrededores, antes, durante y después de las justas deportivas, por lo que no es posible generalizar estas conductas para toda la población que integra las barras. Esto permite cuestionar la idea social de que todos los miembros de las barras de fútbol consumen drogas de forma indiscriminada y abusiva, que se constituye en un mito, un prejuicio, que merece ser revaluado, pues a partir de estas creencias se generan fenómenos de rotulación, exclusión, segregación e incluso de persecución y aniquilamiento de los sujetos que pertenecen a las barras de fútbol.

Más allá de constatar el uso de drogas en algunos miembros de las barras, las observaciones permitieron identificar cuáles son las drogas más consumidas y su posible concurrencia con los actos de violencia. Se halló un predominio del uso de drogas como el alcohol, la marihuana y el tabaco, el cual se explicaría por el hecho de que entre las personas jóvenes de nuestro medio las drogas más consumidas serían precisamente esas (Paniagua, González & Rueda, 2012; Martínez, 2012; Colombia. Ministerio de Educación Nacional, Ministerio de Justicia y del Derecho y el Ministerio de Salud y Protección Social, 2011). Así mismo, valga aclarar que en el contexto de las barras se reproducen los patrones de consumo de sustancias de los jóvenes de Medellín.

Ahora bien, las razones de esta relativa homogeneidad en las drogas consumidas también se explicaría por la presión de grupo, es decir, de los fenómenos de identificación, sugestión e imitación de comportamientos que son propios de los sujetos en las masas (Tarde, 1890; Le Bon, 1895; Trotter, 1916; Freud, 1921,1976; McDougall, 1927) y que hacen parte de la categoría 5.

En ese orden de ideas, destaca el hecho de que algunos de los miembros de las barras que incurrieron en actos de violencia física o verbal habían consumido las drogas antes mencionadas, siendo posible establecer una coocurrencia entre el uso de drogas (categoría 2), los actos violentos en los miembros de las barras de fútbol (categorías 3 y 4) y los fenómenos de identificación, sugestión e imitación (categoría 5).

Sin embargo, no es posible afirmar que exista una relación de causalidad, pues no todos los sujetos que consumieron drogas incurrieron en actos violentos, y no todos los que realizaron actos violentos habían consumido drogas. Por ello, a partir de las observaciones realizadas, en las cuales se encuentra una coocurrencia entre el uso de drogas y las conductas violentas, se señala que no se puede generalizar una relación de causalidad en ningún caso, pero sí es posible indicar que el uso de drogas podría ser uno de los factores implicados en la comisión de actos violentos por parte de los miembros de las barras de fútbol, pues pudo observarse la coocurrencia del uso de drogas y los fenómenos de identificación y contagio de emociones que están en la base de los actos violentos que estos sujetos ejecutaron.

De acuerdo con la información científica sobre la relación entre el uso de drogas como la marihuana y el alcohol, entre otras, y la conducta violenta, la ingesta de drogas puede facilitar la desinhibición de los sujetos, que de ese modo dan "rienda suelta" a los impulsos agresivos, de suerte que bajo el estado de alteración de conciencia creado por el uso de drogas (Lempp, 1979; Wierzorek, Welte & Abel, 1990; Parker & Rehbun, 1995; Collins, Quigley & Leonard 2007; Wells et al., 2007) y, se infiere, bajo la influencia de la presión del grupo, de la identificación y la sugestión grupal, es más probable que estos sujetos puedan incurrir en la imitación de actos violentos que aquellos que no consumieron drogas pero hacen parte de la barra (masa).

Por lo tanto, de acuerdo a los resultados encontrados en esta investigación, el uso de drogas representa uno de los factores que coocurren en un sujeto que hace parte de la barra de fútbol y ejecuta actos violentos, pues su estructura psíquica y su patrón comportamental no solo estarían modificados temporalmente por la influencia sugestiva de la masa (Le Bon, 1895; Freud, 1913, 1991; 1921, 1976; Trotter, 1916; McDougall, 1927), sino también por la alteración de conciencia derivada de la ingesta de drogas (White, 1990; Anglin & Speckart, 1988; Romero, Flores, Campillo & Serrano, 1996; Dawkins, 1997; Briñez, 1998; Friedman, 1998).

En cuanto a la categoría 3 se encontró la comisión de múltiples actos de violencia física por parte de algunos miembros de las barras antes, durante y después de los partidos, por lo que no se puede extender esta observación a todos los miembros de las barras de fútbol, pues no todos los integrantes de las mismas participan de estos actos violentos. Igualmente, muchos actos violentos ocurridos en los alrededores del estadio, antes, durante y después de los partidos de fútbol no fueron realizados por miembros de las barras, pues los observadores pudieron comprobar directamente que muchos actos delincuenciales, tales como el robo y el intento de violación, fueron protagonizados por sujetos con camisas de los equipos de fútbol del Atlético Nacional o del Deportivo Independiente Medellín, pero que en realidad no pertenecían a las barras. Esto se evidenció en el hecho de que los propios barristas ayudaron a miembros de la Policía Nacional a capturar a estos individuos.

Se considera necesario aclarar que al estadio y sus alrededores acuden sujetos para cometer actos delictivos vistiendo atuendos propios de los hinchas barristas, por lo cual es posible que las personas erróneamente asocien la pertenencia a las barras con una banda delincuencial, por lo tanto es necesario desmontar esta creencia mítica, que está alejada de la realidad.

Es posible que en las barras se encuentren sujetos con tendencias y comportamientos antisociales y delictivos, pero no es correcto generalizarlo. Igual que en cualquier otra agrupación o institución humana, es posible que a ella pertenezcan algunos sujetos con conductas criminales, pero es necesario cuestionar el prejuicio según el cual los barristas son delincuentes que atentan contra la seguridad y el bienestar de la comunidad. Razón por la cual es necesario que los propios miembros de las barras tomen conciencia de la necesidad de establecer niveles de organización de las barras que permitan la regulación interna de los actos violentos y del uso de drogas, pues ello ayudaría a desmontar esta creencia mítica. De otra manera, al continuar presentándose actos violentos por parte de los miembros de las barras, es probable que el mito y el prejuicio aumenten, exacerbando así los fenómenos de segregación, exclusión y persecución.

De otra parte, el tipo de violencia objeto de estudio en esta investigación, y que fue observado con gran frecuencia, se refiere a las riñas o peleas físicas entre más de dos personas, es decir, entre grupos, en su gran mayoría miembros de barras de equipos contrarios o entre barristas y miembros de la Policía Nacional, o riñas entre miembros de la misma barra o de barras del mismo equipo.

La explicación de por qué estos jóvenes incurren en actos violentos, en principio radica en las típicas antipatías que se generan entre los miembros de las barras de fútbol de equipos contrarios, pero al considerar que estas antipatías estarían presentes en todos hinchas y miembros de las barras que no incurren en actos violentos, es necesario ir más allá de este argumento, que es real, pero que no explica totalmente la realidad observada (Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Aponte et al., 2009). En ese sentido, se piensa que la explicación para los actos violentos en cuestión se relaciona con la categoría 2, pues, como se dijo, el uso de drogas produce una reacción psicofisiológica que promueve la alteración de la conciencia y con ello de los patrones de pensamiento y comportamiento, o la modificación temporal de la estructura de la personalidad, de suerte que los sujetos se desinhiben y satisfacen impulsos agresivos que de ordinario permanecerían regulados, controlados por el propio sujeto, dado que en él estarían operando una serie de valores y creencias que actúan como factor protector frente a la comisión de actos agresivos.

Esta alteración psicofisiológica se relacionaría además, según se dijo, con los fenómenos de identificación, sugestión e imitación propios de las masas (categoría 5), por lo cual el efecto del consumo de drogas (categoría 2) se vería potencializado por los fenómenos de las masas, que en los adolescentes y jóvenes (categoría 1) parece presentarse en mayor medida, dadas las particulares condiciones psíquicas que se producen en los individuos en este periodo de la vida, donde la influencia del grupo es mayor que en cualquier otro periodo. Se enfatiza, pues, que los miembros de las barras que no consumen drogas no estarían expuestos a este factor, siendo entonces la abstinencia y la sobriedad dos factores protectores frente a la posibilidad de realizar actos violentos en el contexto de las barras, factores que deberían ser promovidos por parte de los líderes miembros de las barras, pues ello permitirá una mayor posibilidad de regular el actuar violento de los integrantes, ayudando así a desmitificar la imagen negativa que se tiene de los barristas.

Respecto a la categoría 4, se encontró que algunos miembros de las barras usan un vocabulario soez y obsceno, que incluye insultos, afrentas, amenazas y humillaciones. La función de este lenguaje sería la de intimidar a los supuestos rivales, mostrando claramente las antipatías entre estos grupos, los cuales se quieren desvalorizar unos a otros a través del uso de este lenguaje claramente ofensivo, que actúa como un afrenta a la dignidad. Sobre tales fenómenos de violencia verbal se considera que estos representan lo que los etólogos denominan como lucha ritualística (Tinbergen, 1936; Mayr, 1940; Armstrong, 1947; Amadon; 1949 Mayr, 1950; Simmons, 1951; Smith & Hosking, 1955), la cual estaría destinada a evitar los efectos nocivos derivados del enfrentamiento real, físico, entre los miembros de distintos grupos, que son de la misma especie, pero que se agreden mutuamente, lo cual conceptualizan como agresión intraespecífica (Hartley, 1949; Lanyon, 1957; Wynne-Edwards, 1962; Cole, 1963; Carthy & Ebling, 1966; Fisher, 1966; Lorenz, 1966).

Por esta razón, la lucha ritualística no es considerada como un factor de riesgo para la especie y, por el contrario, es concebida como un factor protector, pues representa una expresión del instinto de autoconserva-ción de cada especie, el cual estaría alterado en los grupos humanos y explicaría por qué en los humanos la violencia alcanza límites a los que no llegarían las demás especies animales, que se rigen por instintos que evitan el autoaniquilamiento individual y colectivo (Tinbergen, 1935; Armstrong, 1947; ; Wynne-Edwards, 1962; Carthy & Ebling, 1966; Lorenz, 1966).

Por ello se indica que paradójicamente estos actos de violencia verbal podrían actuar como un fenómeno de doble filo o de doble cara, pues pueden ser un factor de riesgo para la violencia física o un factor protector frente a la emergencia de conductas violentas, específicamente de violencia física. Ello se debe a que la función de la lucha ritualística no es otra que aportar a la autoconservación de la especie, del grupo, ya que resulta evidente que la lucha física, real, genera lesiones personales e incluso la muerte. Por lo tanto, es necesario que los propios miembros de las barras tomen conciencia de la necesidad de evitar la lucha física y de permanecer en el plano de la lucha ritual, o de la violencia verbal, si se quiere. En otras palabras, la lucha ritualística posterga, pospone, hace innecesaria la lucha física, el enfrentamiento físico que produce lesiones personales o la muerte (Tinbergen, 1935; Tinbergen, 1936; Simmons, 1951; Fisher, 1966; Lorenz, 1966).

Al ser una conducta típica de los grupos, que intenta aumentar la cohesión interna, antes que causar un daño físico real al "enemigo", la violencia verbal hacia otras barras consideradas como diversas, distintas, y por ende como posibles rivales o enemigos, promueve los procesos de identificación, sugestión e imitación. Estos se intensifican y cumplen un importante papel en la conformación del grupo, de la barra, de la masa (Le Bon, 1895; Freud, 1913, 1991; 1921, 1976; Trotter, 1916; McDougall, 1927), proceso al cual Freud denominó "narcisismo de las pequeñas diferencias" (Freud, 1921,1976). Aclaramos que no se pretende hacer apología o justificar la violencia verbal entre los seres humanos, tan solo mostrar la realidad de tales vínculos sin modificar los hechos para ocultar aspectos indeseados, pero inherentes a la condición humana.

En ese orden de ideas, al no generar una consecuencia nociva directa sobre la integridad física de los demás, estos actos tampoco son tipificados por la ley, y por ende no pueden ser penalizados. De allí que sea necesario que su regulación provenga de la propia barra, que puede controlar en mayor medida la conducta de sus integrantes, en contraste con el intento de control externo por parte de las autoridades. Estas últimas también son vistas o concebidas como grupos rivales o enemigos, y la reticencia de los jóvenes a acoger las exigencias y disposiciones de una autoridad que ellos no reconocen como tal es mayor, pues las figuras de autoridad a las cuales guardan obediencia son los propios líderes de las barras, que actúan como conductores de la masa (Tarde, 1890; Le Bon, 1895; Brugeilles, 1913; Freud, 1921,1976; McDougall, 1927).

Sin embargo, la lucha ritual o la violencia verbal también pueden actuar como un fenómeno paradójico, ya que son un factor que puede aumentar el riesgo de violencia física, pues a menudo estos actos no permiten la descarga de las pulsiones agresivas, de muerte y, en cambio, exacerban los afectos de ira que están en la base de las antipatías típicas entre los barristas hinchas de equipos contrarios. En estos casos la violencia verbal no alcanza a sustituir la violencia física, de modo que la primera será la antesala de la segunda.

Se piensa que esta última idea puede ser cierta en algunos casos y explica parcialmente la causa del acto violento, pero no es posible generalizarla, pues los observadores registraron actos de violencia verbal en todos los encuentros observados, pero no en todos ellos se pasó a actos de violencia física.

En ese mismo sentido, es necesario indicar que los actos de violencia física sí estuvieron precedidos en todos los casos por actos de violencia verbal, razón por la cual la violencia verbal actúa paradójicamente, pues en realidad no siempre es un factor protector o preventivo de la violencia física. No obstante, el hecho de que la mayoría de las veces la violencia verbal no desemboque en violencia física no permite afirmar que la causa eficiente de la violencia física es la violencia verbal, que en última instancia se explicaría por las antipatías típicas entre hinchas, que ya habíamos señalado como la explicación de base (Clavijo, 2004; Garriga, 2005; Aponte et al., 2009). De ese modo, la violencia verbal solo sería otro de los factores de riesgo que determinarían los actos violentos en los miembros de las barras de fútbol.

Por último, con relación a la categoría 5, los observadores encontraron que el tipo de acto más imitado entre los miembros de las barras es apoyar al equipo, en segundo lugar se encontró el consumo de sustancias psicoactivas, y en el tercer lugar, los enfrentamientos verbales y físicos. Estos actos de imitación de comportamientos (uso de drogas y violencia física y verbal) de otros miembros de la barra se explican parcialmente en razón de los fenómenos de identificación y sugestión que son propios de las masas, es decir, les son inherentes (Tarde, 1890; Le Bon, 1895; Trotter, 1916; Freud, 1921,1976; McDougall, 1927). En el caso de las barras de fútbol estudiadas podrían ser potenciados por el uso de drogas (Clayton & Tuchfeld, 1992; Shepherd, 2007; Sormanti & Shibusawa, 2008; Juárez, Galindo & Santos, 2010) y por el hecho de que estas masas estarían conformadas por sujetos adolescentes y jóvenes (categoría 1) en su mayoría, en los cuales la influencia del grupo (categoría 5) de pares se ve intensificada por los típicos procesos de restructuración de la personalidad, que los hace más vulnerables a la influencia de la barra.

En síntesis, las categorías de análisis 1 (características generales), 2 (consumo de drogas) y 5 (conductas imitativas) pueden ser consideradas como factores que aumentan el riesgo de incurrir en la realización de actos violentos (categorías 3 y 4, es decir, violencia física y verbal respectivamente), por parte de los miembros de las barras de fútbol en Medellín. Estas categorías (1, 2 y 5) no actuarían de forma aislada e independiente, sino que, por el contario, se encontrarían interrelaciona-das, de suerte que al asociarse y actuar en conjunto, cada una aumenta su capacidad determinativa, su poder de influencia sobre el fenómeno estudiado (categorías 3 y 4).

Adicionalmente, la categoría 4 representa uno de los factores que aumentan el riesgo de que se presente la categoría 3, pues las agresiones verbales a menudo inciden en el inicio y mantenimiento de las agresiones físicas. Por esta razón afirmamos que el estudio y abordaje de este fenómeno debe partir del reconocimiento de la multicausalidad, pues al ser reconocido como complejo y multifacético exige la intervención y el diálogo de diversos puntos de vista que serían propios de cada disciplina científica.

Así, al considerar que los protagonistas del estudio son sujetos jóvenes (categoría 1), que consumen drogas (categoría 2) y que hacen parte de un grupo (de pares o iguales), denominado barra, que tiene todas las propiedades de una masa psicológica, es lógico que allí se exacerben los fenómenos de identificación, sugestión y contagio de actitudes y comportamientos (categoría 5), sentando las bases para que así se desplieguen ampliamente fenómenos de violencia (categorías 3 y 4) que son típicos entre grupos que tradicionalmente presentan antipatías entre sí (categoría 5), tales como las barras de fútbol de equipos contrarios.

Aunque este análisis trató de ser lo más exhaustivo posible, no puede afirmarse que se han identificado factores de riesgo implicados en la determinación de estos fenómenos de violencia, tan solo se identificaron factores concurrentes, por lo cual las conclusiones a que se ha llegado en esta investigación tendrían un carácter parcial y provisional, hasta que nuevas investigaciones permitan confirmarlas o refutarlas, y así poder ampliar el panorama de los factores concurrentes aquí descritos.

Por ejemplo, en esta investigación fue posible aislar otros factores concurrentes, de los que inicialmente no se pensaba que tuvieran alguna incidencia o relación con el fenómeno, pero que en el curso de la investigación se fueron haciendo visibles para los investigadores. Se espera poderlos estudiar en una próxima investigación en las ciudades de Bogotá, Cali, Barranquilla y Manizales.

Entre estos factores se cuentan: 1) la falta de organización de las propias barras (que no permite ejercer un control eficaz sobre la conducta de los miembros); 2) la falta de apoyo de parte del Estado colombiano, así como de los clubes de fútbol en la organización de estas agrupaciones; 3) la falta de control de la fuerza pública en relación con el consumo de drogas; 4) los abusos de autoridad de la fuerza pública (que frecuentemente predispone a los barristas al hacerlos objeto de maltratos físicos y psicológicos, que en vez de aportar a la regulación de la conducta violenta la exacerban o la desencadenan); 5) la tolerancia de algunos sectores de la sociedad frente a los actos violentos (relacionada con la familiarización de los ciudadanos con la cultura de la violencia que reina en nuestro país en las últimas décadas). Estos factores, entre otros, podrían aumentar el riesgo de que se presenten actos de violencia entre los miembros de las barras. Por esto es necesario emprender nuevas investigaciones que se orienten al análisis de las relaciones de todas estas variables o factores concurrentes, indicando la forma en que cada uno de ellos actúa y cómo se relacionan para abordar el preocupante fenómeno de la violencia en las barras del fútbol colombiano.


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Psicología desde el Caribe
Revista del Programa de Psicología de la Universidad del Norte
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Barranquilla (Colombia)
2014
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