Psicología desde el Caribe

ISSN 0123-417X
e ISSN 2011-7485
n.° XXIII, enero-junio de 2009
Fecha de recepción: 4 de abril de 2009
Fecha de aceptación: 15 mayo de 2009


La ética del cuidado. Hacia la construcción de nuevas ciudadanías

The ethics of care. Towards the construction of new citizenships

 

Dennys Andrea Cortés Ramírez* y Gladys Parra Alfonso**

* Psicóloga. Especialista en Psicología Educativa. Docente de tiempo completo de la Facultad de Psicología, Universidad Cooperativa de Colombia, UCC, Villavicencio (Colombia). dancor14@gmail.com

** Psicóloga. Especialista en Docencia Universitaria. Docente de tiempo completo del Programa de Psicología, Universidad Nacional Abierta y a Distancia, UNAD, sede José Acevedo y Gómez, Bogotá (Colombia) parralfonso@gmail.com


Resumen

Este artículo tiene como objetivo realizar una reflexión teórica sobre socialización política desde una perspectiva de género, articulada a la ética del cuidado de Carol Gilligan. Los distintos agentes de socialización política generan claves diferenciadas para hombres y mujeres. La familia, por su carácter privado, se convierte en un ámbito de socialización política más determinante para las mujeres que para los hombres, mientras que los demás agentes de socialización estudiados tradicionalmente en la literatura sobre socialización política (escuela, grupos de pares, medios de comunicación) ejercen su influencia sobre todo en la transmisión de los roles tradicionales de género. Esto muestra que los valores del cuidado deben dejar de ser exclusivos de las mujeres, si se quiere alcanzar una democracia real.

Palabras clave: Socialización política, género, ética del cuidado.


Abstract

The goal of this article is to make a theoretical reflection about political socialization since a gender perspective connected to Carol Gilligan's ethics of care. The diverse agents of political socialization produce different cues to men and women. Because its private nature, family becomes in a more relevant political socialization agent for women than men, whereas other political socialization agents addressed in the literature (school, peers, mass media) influences specially in the transmission of traditional gender roles. This shows that care values should not be exclusive of women if we want to achieve a real democracy.

Keywords: Political socialization; gender; ethics of care.


La construcción de sujeto político: Los procesos de socialización

Uno de los temas que se ha abordado preferentemente desde la psicología política ha sido el de la socialización política, con el fin de explicar mejor los temas relacionados con el comportamiento político y por ser el área, además de la conducta de voto, sobre la que tradicionalmente se han realizado más estudios.

Ignacio Martín Baró define los procesos de socialización como "los procesos psicosociales en los que el individuo se desarrolla históricamente como persona y como miembro de una sociedad" (Martín Baró, 2000, p. 115). Desde este punto de vista, como lo señala el psicólogo de la liberación, la socialización se ubica como un proceso histórico situado espacial y temporalmente, con un contenido concreto en una sociedad históricamente cambiante y diversa, a través del cual se desarrolla la identidad personal y social, ya que el individuo se hace humano en, con y frente a la sociedad. De otro lado, su identidad es vinculante, pues la persona es miembro de una sociedad y un grupo social, en el que históricamente ha realizado su proceso de socialización. Aunque los procesos de socialización se dan durante toda la vida de la persona, para una mejor comprensión de los mismos se ha distinguido teóricamente la socialización primaria de la secundaria.

Socialización primaria y secundaria

Los conceptos de socialización primaria y secundaria fueron desarrollados por los sociólogos Berger y Luckmann (1968) en la construcción social de la realidad, y se retoman en esta reflexión teórica porque se considera que proporcionan un marco para la comprensión de la influencia de los diferentes agentes socializadores en la distintas etapas del desarrollo vital.

Así pues, para estos teóricos la socialización primaria comporta los procesos de internalización1en las primeras etapas de la vida, con una carga afectiva y valorativa que, de alguna manera, determinan la inserción de los individuos a los procesos de socialización posteriores.

La socialización primaria finaliza cuando el concepto del otro generalizado y todo lo que esto comporta se ha establecido en la conciencia del individuo, es decir, cuando ya es miembro afectivo de la sociedad y está en posición subjetiva de un yo y un mundo.

A través del proceso de socialización primaria el individuo adquiere un mundo y construye una identidad personal. Lo primero se refiere a formar parte de un contexto y situación social e incorporar esto a sus estructuras psicológicas. En esta estructuración psicológica el individuo, de un lado, adquiere esquemas cognoscitivos y, de otro, incorpora un marco valorativo de referencia. El esquema es, según Piaget (citado por Martín Baró, 2000), la estructura de rasgos generalizables de una acción, los caracteres de una acción que se pueden reproducir y generalizar. Así, la importancia de estos esquemas en los procesos psicosociales radica en que estas estructuras tienen historia, surgen en la interacción del individuo con su medio, y es a través de ellos que se selecciona y procesa cualquier nueva información que llega a la persona, condicionando así la acumulación de datos en la memoria, su actualización o recuerdo (Martín Baró, 2000).

La incorporación de un marco valorativo de referencia se da a través de la corporalización, o traducción de las emociones al cuerpo y de la evaluación que se hace sobre la situación de conocimiento. El conocer esta realidad tiene un elemento valorativo que es, a su vez, reflejo del aprendizaje hecho en los grupos y estructuras sociales en los que se desarrolla el individuo; es así que al definir la realidad se supone un juicio sobre la calidad ética, humana o estética de la misma (Martín Baró, 2000).

Igualmente, en el proceso de socialización primaria se construye la identidad personal, que se ve cristalizada en un yo al cual los individuos remiten sus acciones, su pensar y su sentir. Este yo se va transformando con los procesos que Berger y Luckmann (1968) ubican en la socialización secundaria. En este proceso de adquisición de identidad el individuo va teniendo una percepción sobre sí mismo la cual se construye con lo que los demás reflejan del individuo mismo, y lo que este piensa e imagina que piensan esos otros, siendo esta imagen de sí mismo condicionante de la acción del individuo (Martín Baró, 2000).

Los procesos de socialización primaria que se desarrollan en las primeras etapas de la vida, en los diferentes espacios y agentes de socialización a través de los otros significativos2constituirán la carga afectiva y el repertorio conductual de los hombres y mujeres en su participación en las diferentes áreas sociales y de socialización secundaria.

Berger y Luckmann (1968) definen la socialización secundaria como la internalización de "submundos" institucionales o basados sobre instituciones. En este proceso suele aprehenderse el contexto institucional y a diferencia de la socialización primaria, no es necesaria una marcada identificación emocional y a sus contenidos se les atribuye una inevitabilidad subjetiva mucho menor. A través de los procesos de socialización primaria y secundaria el individuo construye la realidad objetiva y subjetiva. Según estos autores, el éxito de los mismos radica en la simetría entre estas realidades.

Uno de esos procesos de recorrido objetivo y subjetivo, y la búsqueda de una simetría entre estas realidades, es tanto la socialización de género, como la moral y la política. Para Martín Baró (2000) en la socialización primaria la adquisición de identidad sexual, moral y del lenguaje, son procesos que muestran la estructuración histórica de la persona, la cual está conducida por la formación del yo, el cual guía estas socializaciones en los individuos.

A continuación se realizará un acercamiento teórico a la socialización moral, de género y política, haciendo énfasis en esta última ya que es uno de los ejes conceptuales del presente artículo, teniendo en cuenta que estos son procesos simultáneos, complementarios que se construyen en una dinámica dialéctica desde la misma concepción de la vida y que subyacen a otros procesos socializadores tanto en sus desarrollos primarios como secundarios.

Socialización de género

El proceso de socialización de género refleja las creencias que se tienen sobre lo que son o deben ser las diferencias por sexo. Estas diferencias dentro de nuestra sociedad (occidental y globalizada) aún están marcadas por estereotipos sobre los roles sociales de hombres y mujeres, y la naturaleza de los mismos.

Con la incursión de la perspectiva de género, en general la de las minorías en psicología social y las recientes tendencias en la misma (Collier y cols., 1996), se han realizado aportes desde las diferentes disciplinas que ayudan a la deconstrucción de los estereotipos y a la desmitificación de los imaginarios sobre la mujer y el hombre, tanto a nivel subjetivo como en la sociedad.

Para comprender las transformaciones en los procesos de construcción de identidad sexual y los roles sociales asociados a la misma, se debe tener claridad sobre dos aspectos:

  1.  La sexualidad humana es parte de la construcción ideológica de la sociedad. Por tanto, es histórica y evidencia relaciones jerárquicas de subordinación no solo de clase, sino también de género. Al respecto, Martín Baró (2000) señala que en el análisis del proceso histórico de la construcción de la identidad sexual, a partir de la diferenciación sexual, se pone en evidencia una diferenciación discriminatoria que en sociedades como la latinoamericana niega la alteridad real de la mujer, subordinando su desarrollo y proyecto de vida al desarrollo y proyecto vital del hombre, produciendo relaciones de dependencia y opresión. Por tanto, su deconstrucción se realiza sobre la ideología patriarcal dominante.
  2.  En el proceso de interacción y "salto" de procesos de socialización primaria y secundaria se generan diversos conflictos. Así, si durante las etapas tempranas de la vida se han reforzado valores y roles sociales que mantienen la cultura patriarcal, la participación en la vida institucional3 puede producir contradicciones que conduzcan a un replanteamiento de esa realidad subjetivada, tanto en hombres como en mujeres, conflicto que puede ir resolviéndose con la construcción de una nueva subjetividad que no está basada en la dicotomía hombre-mujer.

El proceso de subjetivación de la cultura patriarcal en hombres y mujeres se realiza a través de las diferentes etapas y de los diferente agentes de socialización, que van construyendo estereotipos de roles por sexo, que mantienen esta cultura. Es así, que en la adultez se consideran como deseables cualidades y valores asociadas a los estereotipos masculinos antes que a los femeninos, tales como la competencia, las jerarquías, la autoridad, la apropiación de recursos, la racionalidad, entre otros, lo que dificulta el reconocimiento y la participación de las mujeres en los espacios en que demandan estos valores, como son los espacios de lo público. De esta manera se genera conflicto entre la socialización primaria de roles de género y la participación requerida en lo institucional durante los procesos de socialización secundaria, conflicto que puede verterse en transformaciones a nivel subjetivo y objetivo de eso fundado socialmente.

Teniendo en cuenta las condiciones anteriores, el proceso de deconstrucción de los estereotipos de género, se ha realizado sobre el cuestionamiento de la naturalización socio-histórica de las diferencias de sexo y su relación con los roles por sexo, a través del análisis que desde los movimientos sociales de género y desde las ciencias sociales se ha realizado sobre la ideología que legitima la cultura patriarcal, y a partir de esta lectura, la introducción de nuevas prácticas de socialización en lo cotidiano que rescatan el valor de lo tradicionalmente marginado y lo femenino.

Es por eso que el proceso de socialización de género, al evidenciar identidades construidas dentro de relaciones jerárquicas de subordinación-dominación, da cuenta de un proceso evidentemente político que debe ser tenido en cuenta en el análisis de la socialización política diferenciada para hombres y mujeres.

Socialización política

Existen varias definiciones sobre socialización política, pero para este artículo se toma la definición hecha por Martín Baró (1986), porque se enmarca dentro de la perspectiva crítica de la psicología social. Para este psicólogo, la socialización política "es la formación individual de una realidad y de una identidad personal en cuanto son o no congruentes con determinado sistema político" (p.12). También se tiene en cuenta que los estudios de socialización política se han abordado desde dos perspectivas principalmente: el enfoque tradicional y el enfoque dinámico.

  1. El enfoque tradicional o "conservador" se enfoca en la reproducción y conservación del sistema vigente, que define la socialización política como el proceso de transmisión y adopción de las normas, valores, actitudes y conductas aceptadas y practicadas por el sistema sociopolítico vigente (Rigel, 1970, citada por Rodríguez, 1988).

La investigación inicial en este campo, señala Rodríguez, se realiza dentro de este concepto conservador y tiene su origen en diversas disciplinas del área educativa y su preocupación por inculcar actitudes sociales funcionales para el régimen político.

Herbert Hyman (1959, citado por Friedmann, 1997) en "Political Socialization" recoge los resultados de la primera fase de esta línea de investigación y, además, es quien establece el término socialización política y lo define como "el aprendizaje por parte de un individuo, de las características sociales que corresponden a su posición en la sociedad, mediadas por las diferentes instituciones y organizaciones sociales" (p. 105), definición que da cuenta del enfoque de conservación del sistema sociopolítico.

El interés por los estudios sobre socialización política se mantuvo hasta principios de la década del setenta, cuando empezó a declinar su aparición en las publicaciones. Disminución atribuida a discusiones de tipo metodológico y al fracaso para tomar en cuenta los modelos psicológicos de desarrollo cognitivo (Dudley & Gitelson, 2002), a lo que se sumaría también la crisis de relevancia en la que discurría la psicología social y que tuvo repercusión en las otras áreas de la psicología.

La perspectiva que sigue en el desarrollo histórico de la investigación en socialización política podría nombrarse como el enfoque dinámico, ampliado o transformador, que involucra tanto los valores y actitudes para el mantenimiento del sistema político vigente como el proceso de construcción de valores, actitudes, conductas, que contribuyen a la transformación y trasgresión del mismo.

A diferencia del anterior período, en este nuevo giro se presta mayor atención a la edad adulta, se investigan los efectos de los ciclos vitales, generacionales y de mentalidad de la época, además de considerar la importancia de los acontecimientos sociopolíticos, lo cual lleva a una desaprobación de las hipótesis planteadas con los primeros estudios sobre la cristalización de las posturas políticas en los primeros años de la vida, la idealización de las figuras políticas y de las instituciones, y la identificación con las actitudes políticas de padre y madre (Rodríguez, 1988).

Según Dudley y Gitelson(2002), este renovado interés en la década de los noventa, se presenta por la preocupación sobre las raíces del compromiso ciudadano, lo que condujo a los investigadores a examinar cómo era el conocimiento político que tenían las personas; esto en el contexto particular de los Estados Unidos. Sin embargo, en Latinoamérica se podría pensar que esta atención a los procesos de socialización política responde a las dinámicas propias de comienzo de la década de los noventa en el hemisferio, cuando se acaba de transitar por la llamada "década perdida", además de la transición hacia la democracia, con la caída de regímenes militares en algunos países latinos4, la creciente modernización5 y el fortalecimiento de los movimientos sociales conformados por los excluidos sociohistóricos (mujeres, indígenas, desempleados, etc.), lo que conduce a un interés investigativo diferente: el análisis de la resistencia, de lo diverso, la introducción de la "perspectiva emancipatoria".

Agentes de socialización política

Los agentes de socialización son, precisamente, los mecanismos o contextos que agencian o permiten los procesos de socialización, que se generan en la constante interacción con estos. Se han señalado como principales agentes de socialización la familia, la escuela, los grupos de pares y los medios de comunicación. La mayoría de las disciplinas reconocen la universalidad de la influencia de estos agentes. Desde luego existirán diferencias a nivel de contextos culturales y socioeconómicos, e.g. la influencia del grupo familiar es diferente en las culturas "occidentalizadas", que en otras culturas como las indígenas, orientales, etc., por su misma connotación histórica y consolidación en los imaginarios culturales.

Antes de hacer referencia específica a los principales agentes dentro del proceso de socialización política, es necesario distinguir las diferencias entre contenido manifiesto y ¡atente. En este sentido, existen dos maneras de negociar los procesos socializadores entre los agentes y los individuos; el primero sería puesto de manera explícita y consciente; el segundo se encuentra implícito en las acciones y es inconsciente, ya sea por parte de los agentes o de los individuos que lo adquieren, es decir que en el momento no tienen conciencia del mensaje transmitido.

También es necesario hacer claridad sobre la interacción continua entre estos agentes durante todo el proceso socializador, es decir, la acción constante de todos los agentes durante los diferentes periodos del ciclo vital de los individuos y exponer el peso que cada uno tiene en las distintas etapas del desarrollo de los mismos.

El grupo familiar

El rol de la familia en los procesos de socialización en general es evidente, principalmente en los procesos que se han denominado de socialización primaria, pues los referentes sociales de la niña y el niño son sus padres o cuidadores y quienes conforman el grupo familiar. Sin embargo, en los procesos de socialización política no se ha demostrado de manera clara esta influencia, ya que se han encontrado resultados contradictorios.

En los primeros estudios de socialización política se dio gran importancia a la familia. Se señala en el estudio clásico de Lazarfield y cols. (1944, citado por Jacobsen, 2001) que encontraron una fuerte correlación entre origen social, conducta de voto y valores políticos, relación sustentada en que los niños y niñas aprenderían de sus padres, como sus pares más importantes, los principales valores políticos y especialmente aquellos referidos a la conducta de voto y preferencia partidaria. Durante el periodo de la posguerra se mantuvo esta misma tendencia, la cual hoy se nombra como el "Modelo de Michigan", orientada a los valores políticos de los votantes. Según este modelo, estos valores solo cambiarían mínimamente a lo largo de la vida del individuo.

Ya a partir de la época que aquí se ha llamado del enfoque dinámico, se contradijo esta tesis debido a que diversas investigaciones encontraron correlaciones altas para preferencias partidarias, cuando influían otros factores, como la coincidencia entre padre y madre, el alto grado de politización de los padres, la tipología familiar, entre otros. (Jennings & Nimen, 1968, Tedin, 1974 y otros, citados por Rodríguez, 1988).

Sin embargo, la influencia en la orientación política de las personas por parte de la familia es potencialmente considerable. Potencialidad que se desarrolla dependiendo de una serie de condiciones, tales como las señaladas por Friedmann (1997):

  • Actitud política abierta, referida a las orientaciones políticas estables y claras de los padres que pueden expresar ante sus hijos/as.
  • Comunicación política en la familia. A través de esta es posible generar opiniones, actitudes y orientaciones políticas.
  • Coincidencia política entre padres. Si los padres se apoyan mutuamente en sus actividades políticas, dependiendo de otros factores, tales como si la opinión de los padres coincide o contradice la de la sociedad en general.

Las condiciones anteriormente mencionadas hacen referencia a contenidos que se podrían llamar propiamente políticos en el sentido tradicional, es decir que hacen parte del contenido manifiesto por parte del agente familiar. Existen, de otro lado, factores latentes, tales como estructura familiar, interacciones dentro de la familia, clima familiar y experiencias con el padre o la madre de idealización o rechazo, que pueden condicionar las disposiciones de personalidad que posteriormente pueden tener efectos sobre la conducta social y política (Friedmann, 1997).

Otra tendencia sobre el proceso de socialización política en los espacios primarios es la señalada por Hofstede y cols. (1990, citados por Jacobsen, 2001), quienes aceptan el aprendizaje primario de valores, pero no necesariamente políticos, sino asociados a una "cultura nacional", lo cual hace referencia a distintos aprendizajes culturales tal como la lengua, la existencia de un sistema general de familia dentro de esa cultura, etc. aspectos que serían similares en los diferentes grupos familiares insertados en esa cultura nacional. De esta manera, la diferenciación en este proceso se haría en etapas más tardías del desarrollo de los individuos y no necesariamente en el escenario familiar.

Desde una posición que podría denominarse "conciliadora", Gladys Villaroel (1998) destaca la importancia tanto de los procesos primarios como secundarios en la construcción de valores políticos. La investigadora realizó un estudio en Venezuela, donde reafirma la fuerte influencia de la familia en la transmisión de preferencias políticas. Sin embargo, encontró que este efecto variaba dependiendo de las experiencias sociales y políticas en las que se hallara el país.

También se podría señalar el nivel socioeconómico como un factor estructural que afecta el núcleo familiar y por tanto las maneras de relacionarse al interior del mismo. Villaroel (1998) señala que los individuos orientados hacia la participación se caracterizan por tener un bajo nivel educativo, se identifican con la clase obrera y son de origen campesino. Posiblemente porque es la única manera en la que pueden acceder a instancias de decisión política. Además, la pertenencia a determinada clase social como factor estructural configura rasgos característicos del pensar, sentir y actuar propios de los miembros de una clase en una situación concreta y la institución familiar no escapa a ello (Martín Baró, 2000).

Complementando lo anterior, cabe señalar un factor de tipo ideológico como la existencia de una cultura predominantemente patriarcal durante el proceso de socialización, con las consecuencias señaladas anteriormente sobre la socialización moral, de género y política, que además legitima la ideología de las élites.

En resumen, se encuentran factores sociales, políticos, estructurales e ideológicos que atraviesan a la familia como institución social, que inciden en las relaciones que se tejen al interior de esta, e.g. las prácticas de crianza, la comunicación al interior de la familia, las relaciones de poder, de género, entre otras, que hacen parte de los procesos de socialización política que pueden permanecer en otros espacios de socialización secundaria como el escolar.

La escuela

La institución escolar constituye otro de esos espacios atravesados por las dinámicas sociales y políticas del momento histórico, y ha sido utilizado a favor del mantenimiento del sistema vigente, aunque también ha permitido espacios de resistencia al mismo.

El espacio escolar, como un importante mediador en los procesos socializadores, involucra dos agentes importantes de socialización política: de un lado, el sistema educativo; del otro, el grupo de pares al que se dará un apartado especial.

En cuanto al sistema educativo, Friedmann (1997) señala cinco variables relevantes en el aprendizaje político en la escuela:

  1. El profesor. Diversas características personales en el ejercicio del docente, como su capacidad pedagógica, su estilo de gestión y enseñanza, su comprensión del rol como figura de autoridad, sensibilidad e intuición y su disposición a constituirse en ejemplo democrático para la clase, transmiten conocimiento político.
  2. El clima o atmófera educativa. Se ha encontrado que un clima abierto y democrático en las clases incentiva el desarrollo de determinadas actitudes políticas "positivas", tales como mayor valoración de sus capacidades políticas, mayor conciencia de la responsabilidad cívica y menor grado de cinismo político. El clima educativo hace parte de lo que otros teóricos han llamado el "currículo oculto", que constituye la formación latente que se da a través del sistema educativo y que involucra los aspectos no formales de la educación.
  3. El currículo. Se toma el concepto de currículo explícito como el coordinado por la política educativa estatal. Dentro de este factor se incluyen las asignaturas relacionadas con contenidos directamente políticos, en la acepción tradicional de la palabra. En investigaciones sobre la influencia de estas asignaturas en las actitudes políticas de los alumnos se han encontrado resultados contradictorios. Por ejemplo, en los estudios de Langton y Jennings, (1968, citados por Rodríguez, 1988) y Patrick (1972, citado por Rodríguez) no se encontró ninguna influencia de las materias con contenidos directamente políticos, pero en los estudios de Niemi y Junn (1998, citados por Dudley & Gitelson, 2002) sí se encontró dicha influencia.
  4. Materialy libros de enseñanza. Según Friedmann (1997), no se puede determinar el grado de influencia que ejercen los materiales de enseñanza; sin embargo, si existe consenso sobre su existencia. Podríamos mencionar desde el punto de vista de la socialización latente, el contenido mismo de los libros de texto, pues desde la investigación sobre "currículo oculto" se ha encontrado que algunos mantienen estereotipos de género, etnia y clase y el ocultamiento de hechos y personajes históricos que han transgredido el sistema, entre otros (Torres, 1994).
  5. El escolar. Variables propias del individuo escolarizado facilitan u obstaculizan la influencia de las variables anteriormente mencionadas, tales como su grado de desarrollo, sus expectativas y motivaciones, la socialización política familiar previa (Hartmann, 1982, citado por Rodríguez, 1988), su identidad e historia personal, su posición social dentro del salón de clase (Friedmann, 1997) y la etapa del ciclo vital por la que esté atravesando.

Dudley y Gitelson (2002) sostienen que aún no se conocen los mecanismos a través de los cuales la educación afecta el conocimiento político, constituyéndose en lo que ellos llaman una "caja negra". En algunos estudios citados por estos autores no encontraron que la escuela tenga efecto sobre los procesos de socialización política. Esto se explica de dos formas: por un lado, por los efectos del "currículum oculto" y, por otro, por la manera tradicional como se han planteado los conceptos de la ciudadanía y lo político al relacionarlos, e.g., con la conducta de voto o la preferencia o afiliación a un partido político.

Aunque gran parte de la investigación en socialización política se ha centrado en los procesos que ocurren en la infancia, y en lo que podría llamarse la socialización primaria, es necesario explorar espacios de socialización secundaria, como la educación superior, el ámbito laboral, entre otros, en los cuales los individuos se ven involucrados cotidianamente.

En cuanto a la influencia que tiene la educación superior sobre los comportamientos o valores políticos de las personas, se ha dicho que su influencia puede ser en dos sentidos. En un primer sentido, por el nivel, es decir, el estar un mayor número de años en el proceso educativo formal permite que las personas lleguen a ser más tolerantes, menos autoritarios, más izquierdistas e idealistas, entre otros (Jenssen y otros, citados por Jacobsen, 2001). En otro sentido, por el ambiente universitario. Fairbrother (2003) señala que el espacio de la universidad es percibido por los estudiantes como "más libre", en el que se puede llegar a confrontar y discutir más abiertamente las cuestiones nacionales y políticas, donde se posibilitan alternativas de participación no formales.

El grupo de pares

La importancia de los pares como fuentes y agentes de socialización es cada vez más reconocida. El espacio de interacción con los pares proporciona maneras de relacionarse directamente con los otros, con las normas y valores de estos, de manifestar y hacer valer los propios, de participar en procesos de organización y acción, además de proporcionar relaciones de autoridad diferentes a las de los padres y docentes en el caso de los menores.

Friedmann (1997) señala que en la niñez y adolescencia los pares pueden actuar como:

  1. Grupo de referenda. Los pares son vistos como "instancias de autoeducación", ya que el comportamiento dentro del grupo es manejado por los pares y no por los adultos.
  2. Modelo de vida y agentes de esclarecimiento. El grupo de pares permite probar de manera autónoma los "modelos de vida" propagados por los adultos e integrar elementos a su propia personalidad. Además, ayuda a procesar conflictos de autoridad con los mayores, sirviendo como "instancia de esclarecimiento".
  3. Cumplen una función de descargay de nexo. De nexo, porque según Ei-senstadt (1966, citado por Friedmann, 1997), el grupo actúa como enlace entre la familia y el ámbito económico y político integrando de esta manera los adolescentes al sistema social.

En este sentido, el grupo de pares puede tener una influencia directamente en la socialización política, ya sea produciendo una actitud de anomia y alienación frente al sistema político o bien, si es explícito el objetivo y meta política, brindando posibilidades de actuar político. También puede ocurrir que grupos extremistas ejerzan una gran influencia sobre personalidades con un "débil yo", de manera que cambien sus sistemas de creencias en relación con los diversos medios sociales.

Como se hizo referencia anteriormente, cada agente socializador tiene efectos diferenciales dependiendo del ciclo de desarrollo vital y de la calidad e incidencia de los otros agentes, entre otras variables. Por tanto, se podría pensar que el grupo familiar es más influyente durante las primeras etapas de la vida y los grupos de pares van cobrando una mayor influencia a partir de la adolescencia, pues estos proporcionan los primeros espacios donde se empieza a ser más autónomo frente a las decisiones paternas y forman parte de la construcción de identidad de los jóvenes.

Sin embargo, como lo menciona Friedmann (1997), cuando las comunicaciones intrafamiliares son muy intensas en la niñez y adolescencia, a los pares les resulta mucho más difícil transmitir nuevas normas, valores y actitudes.

Se ha encontrado que las organizaciones no políticas son igualmente importantes que las políticas en la generación de participación democrática, ya que al participar en toma de decisiones se aprende a identificar los intereses propios con los de la colectividad y a sentirse más integrado dentro de la vida en comunidad (Olsen, 1982, Putman, 1993, citados por Glanville, 1999).

También se ha propuesto que la participación en organizaciones de diversos tipos, media entre los individuos y la sociedad, produciendo efectos saludables como sentimientos de autoeficacia y de adecuación (Neal & Seeman, Otto & Featherman, citados por Hanks, 1981).

Al respecto, se han realizado investigaciones que buscan encontrar la influencia de la participación de adolescentes en actividades extracurriculares o, en general, en organizaciones voluntarias, en el comportamiento político en la adultez.

Hanks (1981) encontró que la participación en organizaciones voluntarias en la adolescencia, en particular en las de tipo instrumental6, está relacionada con la forma y el grado en que la gente participa en actividades políticas en la adultez y más fuertemente asociada con formas de participación diferentes a la conducta de voto, tales como participación en campañas y en menor grado discusiones sobre estos asuntos. Debido a que pueden estar involucrados diferentes factores en la participación política en la adolescencia como en la adultez, para este autor las investigaciones al respecto deben dirigirse a descartar algunos de estos factores no identificados que lleven a esta participación.

Al respecto Jennifer Glanville (1999), preguntándose si esta relación no se debe a otras variables previas, tales como rasgos de personalidad o actitudes políticas constituidas con anterioridad, analiza una encuesta similar a la del estudio de Hanks (1981), pero controlando a través de métodos estadísticos factores como sociabilidad, interés político, conciencia política y aptitudes de liderazgo, considerados factores potenciales de selección para la participación en organizaciones o actividades extracurriculares. Con este estudio encontró resultados similares a los de Hanks (1981). Sin embargo, aún quedan otros factores por investigar, tales como características de la escuela como, e.g., el tamaño, además de variables de género, etnia, nivel socioeconómico y capacidad académica, que pueden afectar el nivel de participación en actividades extracurriculares. No obstante, además de los distintos "factores de selección" no se puede obviar la influencia que tiene el involucrarse en este tipo de organizaciones y actividades en la adolescencia, sobre la participación adulta.

Los medios de comunicación

Desde su aparición los medios de comunicación han constituido una fuente de información y formación de actitud ante lo político y la política. Con su expansión, tecnologización y accesibilidad, han llegado a constituirse en uno de los más importantes agentes socializadores en los diferentes procesos y espacios, y se diría que prioritariamente en el ámbito de la política.

Los medios de comunicación como fuentes formadoras (o deformadoras) de opinión pública, han sido estudiados dentro de la psicología y explotados por los grupos política y económicamente dominantes en los sistemas sociales.

Al igual que en los agentes de socialización ya mencionados, la socialización política de los medios se realiza tanto de manera manifiesta como latente. La pregunta gira, entonces, en torno a cuál es el papel de los medios en los procesos de socialización política y cuáles sus efectos sobre la participación política.

Buscando responder esta pregunta se encontró que las discusiones interpersonales llevan a un mayor uso de periódicos (Tan, 1981). Garramone y Atkin (1986) encontraron que la exposición a las noticias transmitidas por tv y radio está más fuertemente relacionada con el conocimiento político general, y es un mejor predictor de conocimiento de eventos recientes que de conocimiento fundamental7. Mientras que la exposición a noticias escritas predice igualmente ambos tipos de conocimiento.

Buckingham (1999), revisando diversas investigaciones, halló resultados contradictorios sobre la importancia de los medios en relación con otros agentes de socialización. Señala que en algunos estudios se considera que la comprensión de los televidentes depende de la combinación de "factores textuales y factores de audiencia", que disminuiría la influencia de los medios de comunicación. Si la gente continua viendo noticias y las olvida fácilmente, les presta poca atención o realiza esfuerzos cognitivos mínimos sobre lo que esta viendo entonces, ¿de qué manera los medios de comunicación y en particular los contenidos de tipo político influyen en los procesos de socialización y expresión política? Y, en palabras de Buckingham (1999), ¿Pueden los televidentes ser informados o influidos por algo que ellos no parecen entender? El consumo de noticias plantea una ilusión de los medios en la cual los ciudadanos descargarían su responsabilidad como tales.

Una definición sintética sobre la función socializadora política de los medios de comunicación se encuentra en Cabero (1994), en la que consideran que los medios de comunicación

[...] persiguen la incorporación del receptor a un grupo cultural, presentándole las normas por las que éste se rige, y las conductas aceptadas y rechazadas. Desde esta perspectiva los medios desempeñan también una función ideologizante y adoctrinante. En definitiva, cumplen una clara función ideológica en cuanto sistema de representación de la realidad sociocultural y política donde se desarrolla el individuo (Cabero, 1994, citado por Bermejo & Cabero, 1998, p. 2).

Socialización moral

La socialización o desarrollo moral8 es uno de los procesos que da cuenta de la construcción subjetiva y objetiva de la realidad de los individuos. Como plantea Sánchez (2001), en los diferentes espacios y agentes de la socialización es donde se realizan las mediaciones culturales y el encuentro con los otros, y es en este proceso donde se realiza la apropiación, elaboración y negociación de unas u otras normas, unos u otros valores y por tanto en donde empieza la construcción del sujeto moral.

Dentro de las teorías del desarrollo moral se encuentra la de Kohlberg (citado por Sánchez, 2001), que plantea su propuesta desde la perspectiva cognitiva evolutiva. Para este autor los diferentes estadios se desarrollan de manera invariable y universal, y los factores culturales pueden acelerar, retardar o detener el desarrollo pero no cambiar su secuencia y el peso de los mismos disminuye a medida que se avanza en los estadios. Tanto Kohlberg como Piaget anteponen el desarrollo cognitivo como condición previa pero no suficiente para el desarrollo moral, y afirman que la mayor parte de los individuos se encuentran en un estadio lógico más alto que el moral (Messina, 1997).

Kohlberg propone tres niveles de desarrollo con dos estadios cada uno, que van desde el preconvencional, donde dominaría la moralidad heterónoma (en términos de Piaget), hasta el postconvencional, donde se llega a un nivel autónomo guiado por principios éticos autoelegidos. En este sentido, dentro de los estadios existe una jerarquía de valores en la cual el valor moral de la justicia, como principio universal, es el que diferencia e integra mejor a todos los valores (Sánchez, 2001, p. 10) y sería en torno a este que se construiría el desarrollo moral.

Aunque el modelo de Kohlberg ha recibido críticas, como que tiene limitaciones culturales, que hace mayor énfasis en el juicio que en la acción moral y que corresponde, principalmente, a una moral de los hombres, sus desarrollos sobre la construcción de la moralidad contribuyen en la comprensión de los procesos de socialización política ya que:

El razonamiento y la toma de decisiones acerca de cuestiones políticas son directamente derivadas de patrones más amplios de razonamiento moral [.] el razonamiento en estas decisiones políticas [...] puede ser clasificado de acuerdo con el estadio moral y el estadio de un individuo acerca de los dilemas políticos está en el mismo nivel que en los dilemas morales no políticos (Kohlberg, 1975, citado por Messina, 1997, p.183).

Así, Moore (1989, citado por Manzi y Rosas, 1997), con base en esta teoría, propone un modelo sobre la comprensión política de los niños, que está estrechamente ligado con los niveles del desarrollo moral y que va complejizándose a medida que este aumenta. Este autor describe un modelo que integra los tres dominios en que se presenta la socialización política, a saber, el afectivo, el cognoscitivo y el moral, que es presentado en las siguientes etapas:

  1. Etapaprepolítica. En esta emergen representaciones fragmentadas no articuladas y dotadas primariamente de un contenido afectivo en relación con los referentes políticos. Es de particular importancia, la relación con las figuras de autoridad parental, ya que luego serán transferidas a otras figuras de autoridad fuera del hogar. Se configuran además afectos globales (con poco contenido cognitivo) ligados a símbolos o figuras políticas específicas, que por procesos de generalización producen cierto nivel de identificación con el sistema político más propiamente con la nación.
  2. Etapa cuasipolítica. En esta etapa se presentan las primeras evaluaciones sobre los conceptos de equidad y justicia en el entorno inmediato, en sociedad. Corresponde al nivel concreto en lo cognitivo y al preconvecional del desarrollo moral.
  3. Etapa política. Corresponde a la culminación del desarrollo cognitivo de acuerdo con Piaget, y posibilita la emergencia de juicios morales basados en normas autónomas, que permiten la completación del modelo. La lealtad, identificación y compromiso con el sistema político no solo dependen de la satisfacción con el mismo, sino que involucran la consideración de sistemas alternativos.

En esta misma línea de interacción entre la socialización moral y política, Messina (1997) plantea que "el desarrollo moral autónomo de los individuos desempeña un papel central en la emergencia, continuidad y consolidación de los proyectos políticos democráticos" (p. 162); autonomía moral que es posible una vez se han resuelto las tres demandas asociadas con el principio de justicia: libertad, igualdad y reciprocidad, esto desde una ética masculina, porque desde una ética femenina los valores estarían asociados a la ética del cuidado: solidaridad, empatía, cuidado de sí misma y de los otros y otras.

Estos valores atraviesan también el sentido mismo de la responsabilidad política y social por tanto la socialización política también contribuye al desarrollo moral, siendo así este un proceso interactivo.

A pesar de lo anterior, Messina (1997) plantea que no existen evidencias acerca de que la participación política en organizaciones desencadene un mayor desarrollo moral o viceversa. El factor que parece explicar en mayor grado el desarrollo moral autónomo es la participación en una cultura de la aceptación y la confianza durante la primera y segunda infancia, así como la capacidad para recrear ese ambiente en las etapas siguientes, en las cuales aumentan las posibilidades del sujeto de determinar su entorno (Messina, 1997, p. 169), es decir de transformarlo y de actuar políticamente.

Messina (1997) considera que en el contexto latinoamericano no se dan las condiciones para el desarrollo de una moral autónoma. En América Latina, la suspensión de la duda y la utilización del castigo9 y características como la existencia de grandes diferencias sociales y económicas, la tendencia a la urbanización, la terciarizacion de la economía, el desempleo, el subempleo, el imaginario del consumo y la marcada cultura patriarcal, constituyen esta "modernización" con exclusión social, producen aprendizajes que alejan a las nuevas generaciones de esta meta de desarrollo moral y obstaculiza el responder a demandas de igualdad, reciprocidad, solidaridad y libertad constitutivas de los principios estructuradores de justicia y del cuidado.

En este sentido, la construcción de sujetos transformadores, moral y políticamente autónomos se ve obstaculizada por estas circunstancias. Sin embargo, la alternativa a la "dinámica conservadora del patriarcado" la constituye la democracia que surge como una ruptura a las conversaciones10 de jerarquía, autoridad y dominación del mismo (Maturana, 1997).

Podría pensarse que la condición de ser mujer, a pesar de sus determinismos socio- históricos, constituye la posibilidad de insertar la cultura matrística, con valores enmarcados en ese legítimo reconocimiento del otro, máxima que se encuentra en la base de la ética del cuidado y del principio de justicia.

A continuación, teniendo en cuenta los aspectos diferenciados en el desarrollo moral para hombres y mujeres, las características obstaculizadoras de este desarrollo y las posibilidades que desde los espacios de resistencia en la condición genérica de mujer, facilitan el desarrollo de la cultura matrística, se abordará el proceso de socialización política desde una perspectiva de la ética del cuidado, ya que es una de las teorías que permite explicar los procesos de construcción de ciudadanía de las mujeres.

Socialización política y ética del cuidado

Dentro de las críticas realizadas a Kolhberg sobre su teoría del desarrollo moral, están las planteadas por Carol Guilligan en el libro La moral y ¡a teoría: psicología del desarrollo femenino (1982, citado por Salazar, 2004), quien considera que las teorías del desarrollo moral de algunos autores como Kolhberg, Freud y Piaget están fundadas desde una perspectiva masculina porque sus investigaciones estuvieron conformadas principalmente por varones. En su trabajo clínico con mujeres y hombres encontró que los juicios morales masculinos ante situaciones particulares se basaban en derechos básicos individuales y que concebían la moral en términos de jerarquía de valores, mientras que las mujeres desarrollaban su moral a partir de las relaciones con otros y el apego, lo que llevaba a una moral del cuidado y la responsabilidad de otros a lo que ella denominó la lógica de red.

Esta moral se va construyendo a lo largo de los procesos de socialización a través del desempeño de roles tradicionales de género, en la esfera de lo privado y en una cultura patriarcal donde son más valoradas características como la independencia y la autonomía (Sánchez & Torres, 2004).

La moral femenina se ve marcada por la identificación de la niña con la madre. y por una socialización marcada por el apego, ya que esta identidad se define en la relación con los otros, generando dificultades a las mujeres para la individuación, mientras la moral masculina se ve marcada por el distanciamiento del niño de su madre y, por tanto, por la búsqueda de independencia y autonomía (Sánchez & Torres, 2004).

Esta moral se evidencia en las formas y estilos de participación de mujeres y hombres en la vida pública y en el ejercicio del poder, en últimas en sus procesos de socialización política. Esto se encontró en una investigación realizada por Cortés y Parra (2005) con mujeres líderes de diferentes sectores de participación social de Bogotá y Cundinamarca en la que las mujeres tenían estilos de liderazgo más horizontales, afectivos y altruistas, mientras que el de los hombres era percibido como más autoritario e individualista.

El desarrollo moral de las mujeres, basado en una ética del cuidado, plantea también una socialización política distinta para hombres y mujeres. Las teorías sobre la socialización política y el desarrollo moral han tenido en cuenta principalmente el principio de justicia como eje central de sus planteamientos. Por tanto, realizar un análisis de estos procesos desde la ética del cuidado permitiría evidenciar ciudadanías diferenciadas en hombres y mujeres para la construcción de una democracia real.

Los procesos de socialización política para las mujeres se enmarcan en una ética del cuidado que construye subjetividades políticas diferentes a las de los hombres, por eso es necesario reflexionar sobre la influencia diferenciada de los agentes de socialización política.

En la familia, además de la transmisión de roles tradicionales de género, se transmiten actitudes, comportamientos y preferencias hacia lo político. En un estudio realizado por Cohen (2002) se encontró que las mujeres comunistas tienen una probabilidad significativamente mayor que los hombres de tener padres comunistas. Examinaron esto comparando los diferentes patrones de reclutamiento del partido en términos de género dentro y fuera de la familia. Al interior de familias del partido comunista los porcentajes de reclutamiento entre hombres y mujeres es igual, pero el reclutamiento por fuera de las familias es mucho mayor en los hombres. En consecuencia, existe una mayor proporción de mujeres con padres comunistas, lo que sugiere una mayor influencia de los padres en las preferencias políticas de las hijas más que en los hijos.

Otro aspecto relacionado con la socialización diferenciada en la familia es la existencia de modelos de participación política femenina en el hogar. Atkeson y Rapoport (2003) encontraron que niveles altos de interés político de la madre influyen directa y significativamente la comunicación política de las hijas, mientras ni el padre ni la madre afectan el interés político de los hijos. Esto indica la importancia del papel de modelos femeninos en ayudar a otras mujeres a derrotar los estereotipos sociales de la indiferencia e inactividad femenina en política. De hecho, investigadores han sugerido la importancia de las candidatas mujeres para aumentar el compromiso político de las mujeres.

De la misma forma, Cortés y Parra (2005) encontraron que mujeres liderezas tuvieron modelos de participación comunitaria y política en su familia nuclear o extensa, influyendo en el interés, la acción política y el direccionamiento de sus liderazgos.

Se podría pensar que la familia se convierte para las mujeres en un espacio de socialización política más influyente que para los hombres. El ámbito familiar como espacio de lo privado facilita las relaciones íntimas y el cuidado de los otros, por tanto los procesos socializadores al interior de este desarrollan una ética del cuidado.

Para la construcción de ciudadanías activas para las mujeres, se haría necesario generar espacios en la familia donde se debata más abiertamente de temas políticos y se visibilicen modelos femeninos de participación social, ya sean de la misma familia o externos.

Siguiendo con los agentes socializadores, en los espacios escolares se han identificado diferentes factores que influyen en los procesos de socialización política. En particular para las mujeres, los mensajes transmitidos sobre estereotipos tradicionales de género, a través de los textos, las frases y estilos de los docentes, las tareas desarrolladas, es decir, el llamado "currículo oculto" (Torres, 1994) , influyen en sus procesos de participación social y política.

Para repensar estos factores desde la ética del cuidado, es necesario que tanto hombres y mujeres desarrollen competencias comunicativas, cognoscitivas y emocionales que les permitan desarrollar habilidades básicas para establecer diálogos constructivos, tener la capacidad para ver la misma situación desde el punto de vista de otras personas y la manera como una decisión propia afectaría a los demás; así mismo, desarrollar habilidades para identificar y responder constructivamente ante las emociones propias y las de otros y otras (Vélez, 2005).

El grupo de pares constituye una importante instancia socializadora tanto en la niñez como en etapas posteriores. El encuentro con los pares permite relaciones interpersonales horizontales, por tanto, aumenta la posibilidad de tener en cuenta los valores, opiniones del otro y hacer valer las propias. En este sentido, los grupos de pares en la escuela, en organizaciones sociales y en otros espacios sociales permiten el desarrollo de una ética del cuidado, la construcción de relaciones democráticas y la negociación y acatamiento de normas de convivencia.

Los medios de comunicación, como otro agente de socialización política, transmiten los ideales culturales del ser mujer u hombre y su lugar en la jerarquía social. También los contenidos directamente políticos transmitidos por estos entran a jugar un papel importante en los procesos de socialización política, en especial cuando las mujeres participan en un ambiente en el que se discute o se habla de estos temas.

Sin embargo, en algunas investigaciones se ha encontrado que las mujeres prefieren no discutir de política, porque el conflicto puede ser particularmente problemático para ellas por ser más interdependientes socialmente y así menos inclinadas a comprometerse con actividades que puedan alterar las cosas (Noelle-Neumann, 1993, citado por Atkeson & Rapoport, 2003). Esto en razón de que posiblemente su socialización, enmarcada en un desarrollo moral del cuidado de los otros, le lleva a no discutir con estos para no afectar las relaciones interpersonales. Por tanto, debe apuntarse a un desarrollo moral postconvencional, en términos de Carol Gilligan, donde el sujeto femenino aprenda a cuidar de sí misma tanto como a cuidar de otros y a asumir la responsabilidad por sus opciones morales, donde no solamente tenga una preocupación por los otros sino también una preocupación por sí misma, lo que la llevaría a defender de manera más fehaciente su punto de vista sin perder su interés por lo que los demás opinen o piensen (Sánchez & Torres, 2004).

Se esperaría que los medios de comunicación asuman una responsabilidad como agentes socializadores en el manejo de información que visibilice a las mujeres como actoras activas de la sociedad, que transmita mensajes donde los hombres realicen actividades de cuidado y expresen emociones consideradas la mayoría de las veces como muestras de debilidad. De esta manera, es posible la construcción de sociedades más democráticas en la que los valores femeninos y masculinos sean tomados en cuenta de manera equitativa.

El tránsito por todos estos agentes de socialización política permite sugerir que juegan un papel importante en la construcción de ciudadanías activas de las mujeres. Siendo la ética del cuidado la manera como se construyen moralmente las mujeres, la participación social estaría relacionada necesariamente con esta perspectiva. Por ejemplo, se ha encontrado que muchas mujeres participan socialmente o inician su participación en lugares cercanos al hogar para no "descuidar" el cuidado del mismo. También que las motivaciones iniciales para la participación se fundamentan en las necesidades insatisfechas de otros, especialmente los hijos, llegando estas formas de participación a considerarse como una extensión del maternaje (Cortés & Parra, 2005).

No se debiera considerar esta extensión de la ética del cuidado femenina, en los procesos de participación social, como una debilidad, sino como una posibilidad de encuentro con la ética de los derechos o la justicia que se maneja en Occidente. Porque mientras la ética de la justicia busca la igualdad y la autonomía individual, los derechos ciudadanos y la aplicación de normas que regulan los comportamientos sociales e individuales de todos y todas, bajo el supuesto de un ideal de justicia, la ética del cuidado pone el énfasis en la satisfacción de las diferentes necesidades de hombres y mujeres, considera el contexto y las diferencias existentes en la sociedad. Por tanto, ambas éticas son complementarias si se quiere construir una sociedad en igualdad y equidad.

Por el hecho de que hayan existido diferencias en la dos éticas: Para los varones en el espacio público y para las mujeres en el espacio privado, ha hecho que para estas últimas el desarrollo de la empatía y el cuidado del otro se hayan desarrollado mucho mejor durante la primera socialización en la familia. Valores que pueden llevarse a la esfera pública para reconstruir la connotación que se tiene de lo público actualmente, así como invitar a los varones al ámbito de lo privado, como espacio privilegiado para el desarrollo de una ética del cuidado.

Guilligan (1982) reflexiona sobre la postura de aquellos que ahora son sujetos autónomos que deciden racionalmente, de acuerdo con normas establecidas, que participan y deciden en la esfera pública, y que rechazan o niegan la ética del cuidado tildándola de muestra de debilidad y de apolítica, pues estos "ciudadanos" en algún momento precisaron de cuidados e incluso aún continúan recibiéndolos, muy seguramente de mujeres, en su vida privada. Es decir que el cuidado es invisibilizado en la política tradicional, porque niega que quienes la ejercen necesiten cuidado o lo hayan recibido.

La ética del cuidado, por darse en el contexto privado, considera los diversos aspectos y dinámicas de la vida cotidiana; en cambio, el modelo tradicional, que funciona sobre la base de la igualdad, puede nublar las diferencias, ignorar a quienes no corresponden a la categoría de ciudadano de derechos contemplado en sus normativas, por su carácter de igualdad; situación que en la realidad no se sustenta al existir diferencias étnicas, raciales, de clase social, de género, etc.

Si desde una ética del cuidado se busca el bienestar de los demás, se estaría pensando como un derecho el bienestar de todos los excluidos. Por tanto, sería necesario que la ética de la justicia tome en cuenta los valores de la ética del cuidado y, a su vez, esta última, se encamine a lograr una igualdad y justicia como ideales democráticos, para no convertirse en más que en una relación de dependencia y explotación.


1 Para Berger y Luckmann la construcción social de la realidad se realiza en un proceso dialéctico compuesto de tres momentos: externalización, objetivación e internalización. La internalización es la aprehensión o interpretación de un acontecimiento objetivo en cuanto expresa significado, es decir, en tanto que es manifestación de los procesos subjetivos de otro y en consecuencia se vuelven subjetivamente significativos para el individuo.

2 El concepto del otro significativo fue desarrollado por el psicólogo George H. Mead, quien plantea que la formación del yo se realiza en el proceso de relación con las demás personas, pero en especial con los "otros significativos", quienes son las personas de mayor importancia en la vida del individuo, es decir, afectivamente importantes. Adicional a ello, Martín Baró (2000) dice que estos otros significativos son distintos en cada sociedad, clase social, grupo y circunstancia histórica (p. 124).

3 Entendida como lo desarrollan Berger y Luckmann

4  Si bien podría hablarse de transición democrática, debe tenerse en cuenta que no solo el que se haya restablecido el sistema electoral en algunos países al ser derrotadas las dictaduras militares conduce a la democracia, sino que se requieren construcciones individuales y sociales (subjetivadas y estructurales) de justicia y equidad para conducir al estado democrático.

5 "Modernización que significa trasplante de modelos de los países desarrollados e integración a una economía mundial globalizada en condiciones de dependencia y vulnerabilidad" (Messina, 1997 p. 176).

6 Hanks (1981), realizando una revisión de la literatura sociológica, toma la distinción entre organizaciones de tipo instrumental y de tipo expresivo. Las primeras tienen un mayor contenido político, y son aquellas externamente orientadas, cuyas actividades primarias sirven como medios a un fin, (e.g.), periódico escolar, clubes de ciencias, gobierno escolar, etc. Las segundas, están orientadas internamente y sus actividades sirven como fin en si mismas (e.g.), clubes deportivos, de diferentes aficiones, etc. (p. 215).

7 El cual se refiere al conocimiento de filosofías políticas, estructuras y hechos históricos significativos que subyacen a los eventos políticos diarios

8 A pesar de que Yalile Sánchez (2001) plantea que en ciencias sociales existe una polémica entre socialización y desarrollo moral, dado que el primero tiene un enfoque más culturalista, mientras que el último podría decirse que es más psicologista o desarrollada desde las teorías psicológicas, aquí se utilizará socialización y desarrollo moral como similares, retomando desarrollos teóricos cognitivo- evolutivos, como otras perspectivas que incorporan elementos culturales.

9 Messina (1997) desarrolla la hipótesis de que la naturalización de la pauta y el marco cultural, a través de procesos de socialización produce que los individuos no reflexionen sobre la misma en la cotidianidad, y que la utilización histórica del castigo en escenarios como la escuela propicia la moral heterónoma y, por tanto, es contrario al desarrollo moral autónomo de los individuos (p.172-175).

10 Para Maturana (1997), la cultura se define por una red particular de conversaciones, que es una configuración de coordinaciones de acciones y de emociones (p. 54)


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Psicología desde el Caribe
Revista de psicología de la Universidad del Norte
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Barranquilla (Colombia)
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