Salud Uninorte

ISSN Electrónico:2011-7531
ISSN Impreso:0120-5552
Vol 16 Diciembre de 2002

Fecha de aceptación: julio de 2002


DE INTERÉS GENERAL

La sangría

Pedro Pinto Núñez1


Resumen

Como resultado de una cuidadosa revisión bibliográfica, el autorpresenta una reseña histórica de los aspectos más sobresalientes de la sangría, procedimiento médico que durante muchos siglos fue utilizado teniendo como argumentofalsas concepciones. Palabras clave : Sangría, procedimientos médicos.


Abstract

As a result of a careful bibliographical review, the author presents a historical account of the more relevant aspects ofbleeding, a medical procedure used during many centuries and supported by false conceptions.

Key words : Bleeding, medical procedures.


La práctica de la flebotomía es antiquísima, y probablemente tomó su origen del también remoto concepto de que la menstruación o «purga» es un medio de purificación. En la Biblia se considera «impura» a la mujer que «padece la incomodidad ordinaria del mes» ( Levítico XV, l9 - 33 ). Ya se practicaba en tiempos del rey babilonio Hammurabi ( 2.l00 años a. C. ).

Los veterinarios egipcios, que probablemente eran también médicos de humanos, sangraban a las reses por la cola y el hocico en determinadas situaciones. Esta información aparece en el papiro de Kahoun, y no hay más referencias a la sangría en animales o humanos en la literatura conocida de aquella cultura.

Aparece sí como muy utilizada en el Ayurveda hindú. La forma más suave de practicarla era mediante las sanguijuelas, de las cuales conocían seis especies no venenosas. Pero también la hacían con ventosas, para lo cual se valían de cuernos y calabazas. Se encuentran alli instrucciones acerca de la manera de prevenir infecciones y anemia después de estos tratamientos.

En tiempos de Hipócrates ( nacido alrededor del 460 y muerto en el 357 a. de C.), sentada la teoría de los cuatro humores, éstos se vieron representados en los astros: la sangre en Júpiter y Venus, la bilis negra en Saturno, la bilis amarilla en Marte y la flema en la Luna. La eliminación de este último humor se hacía por la sangría, de tal suerte que la fase y la posición de Selene determinaban el momento y el lugar del del cuerpo en que se debía sangrar.

Esta última creencia se extendió inclusive hasta el Renacimiento y explica el enorme éxito alcanzado por los Calendarios de Sangría, que se publicaron muy pronto después de la invención de la imprenta. Y es de anotar que los astros influían también, según convicciones de entonces, sobre la oportunidad de medicaciones de tan frecuente aplicación como enemas, purgantes y eméticos.

Los médicos de la Escuela Hipocrática no emplearon con frecuencia este procedimiento, mientras que sí lo hicieron aquellos de la Escuela de Cnido. El principio fue la búsqueda de evacuación de las impurezas y con los siglos fue ampliándose el campo de sus indicaciones, hasta comprender algunas tan disímiles como el parto, el puerperio, el pre y postoperatorio, los procesos inflamatorios, las enfermedades infecciosas, la apoplejía y como preventivo de todas las enfermedades, en todas las edades, y sin que se le señalaran contraindicaciones. Durante el siglo XVI fue aplicada a los maníacos (manía sanguínea) y a los melancólicos (melancolía sanguínea).

La práctica griega, llamada de la derivación, retiraba abundante cantidad de sangre de un punto próximo e ipsolateral al que se suponía órgano enfermo, para aminorar la plétora cuando se consideraba causa del mal. Y a este procedimiento vino a oponerse, siglos más tarde, la práctica musulmana llamada revulsión, consistente en sangrar gota a gota, en el lado opuesto del cuerpo y a distancia de la zona afectada.

Los médicos griegos que llegaron a Roma en los siglos I y II después de Jesucristo practicaban la flebotomía a quienes se lo solicitaran en sus iatreion (dispensarios), más tarde llamados medicatrina. Ya en la Edad Media, el procedimiento quedó en manos de barberos o cirujanos de bata corta, y por ello hubo quejas de los médicos o cirujanos de bata larga, como ocurrió en el siglo XIII en París, cuando por esta causa se produjeron enfrentamientos.

Nicandro, poeta, gramático y médico, nacido en Lidia ( norte de Africa ) en el siglo II antes de Cristo, preconizó el empleo de sanguijuelas para tratar algunas dolencias.

Y así como ocurrió con muchos otros aspectos de la medicina, los aborígenes americanos practicaron la sangría antes del descubrimiento. Los incas se valían de una punta aguda de pedernal que era fijada con hilo a dos varitas y luego, con aquella sobre el vaso, daban un papirotazo, y el indio Garcilaso de la Vega en sus Comentarios Reales dice que «creyeron preventiva la evacuación por sangría o 'purga'». Los mayas realizaban rituales terapéuticos que incluían el reconocimiento de sus culpas ante los dioses, seguido de sangría a manera de desagravio.

Durante la Colonia los barberos flebotómanos aplicaban sus ventosas sajadas que «fueron placer heroico de numerosos colonos» que los prefierieron antes que al médico.

Los médicos griegos que llegaron a Roma en los siglos I y II después de Jesucristo practicaban la flebotomía a quienes se lo solicitaran en sus iatreion (dispensarios), más tarde llamados medicatrina.

Ya en la Edad Media, el procedimiento quedó en manos de barberos o cirujanos de bata corta, y por ello hubo quejas de los médicos o cirujanos de bata larga, como ocurrió en el siglo XIII en París, cuando por esta causa se produjeron enfrentamientos.

Durante el siglo XVI se causó una controversia médica de grandes proporciones, al revelarse contra la práctica islámica tradicional de la sangría el profesor de medicina de París Pierre Brissot, quien la ejecutaba cerca al área enferma. A los violentos ataques de sus opositores se sumó la Iglesia Católica, que comparó su proceder con la herejía luterana. Brissot se vio obligado a trasladarse a Portugal, pero el asedio lo siguió hasta después de su muerte.

Los tradicionalistas pidieron al rey Carlos I de España y V de Alemania prohibir la práctica de Brissot en su vasto imperio, pero aquél se abstuvo de hacerlo después de que muriera un familiar suyo sangrado por el método árabe. Entre tanto, fue ganando partidarios la escuela hipocrática.

En la primera mitad del mismo siglo XVI las láminas de Calcar en el libro de Andrés Vesalio (De humani corporis fabrica libri septem), publicado en 1514, mostraron por primera vez el curso de los vasos y fueron señalados numerosos puntos para la sangría, tanto arterial como venosa.

Durante el siglo XVII la práctica de la sangría alcanzó su climax y fue repetidamente aplicada, sin distinción de personas. El rey francés Luis XIII (l610-1643) recibió en un solo año cuarenta y siete sangrías, doscientas quince purgas y doscientas doce lavativas, y el Rey Sol, Luis XIV, rechazó el sangrado después de sufrir treinta y ocho procedimientos. Entonces lo aconsejado era una sangría mensual para adultos y una cada seis meses para los ancianos.

El renombrado clínico inglés Thomas Sydenham (1624-1689), cabeza de los sistematizadores del siglo XVII, sostuvo, como Hipócrates, que «la naturaleza posee un instinto para curarse a sí misma» y, aparte de su acopio farmacológico (quina, hierro, opio), su terapéutica incluía dieta, purgantes y pequeñas sangrías. Y fue contemporáneo suyo William Cole (1635-1716), partidario de la escuela yatrofísica y que empleó el sangrado para «dominar la tensión febril de las fibras corporales».

Alain René Lesage (1668-1747) en su obra Gil Blás de Santillana relata cómo el doctor «Sangrado» ordena retirar seis onzas de sangre a un desgraciado. Y Jean Baptiste Poquelin (más conocido por el seudónimo de Moliére, 1622-1673) en El enfermo imaginario hace ver, en su ensañada burla de los médicos, cómo el tratamiento era el mismo para todos los enfermos: clísteres, purgantes y sangrías.

Francisco José Victorio Broussais (1772-1838), discípulo de Xavier Bichat y cirujano del ejército napoleónico, tenía por tratamiento preferencial, antiflogístico y debilitante, la aplicación de centenares de sanguijuelas en el abdomen, el cuero cabelludo e inclusive en las mucosas (anal y gingival) de sus pacientes. Fue el más sanguinario de los médicos que recuerde la historia, tanto que de él y sus seguidores se dijo que hicieron verter más sangre que la Revolución. El auge del empleo de aquel anélido hematófago fue tal entonces que a Francia fueron importadas cuarenta y un millones de sanguijuelas en un año. Coterráneo y coetáneo de Broussais fue Juan Bautista Bouillard, el último de los grandes sangradores. Y es de observar que, paradójicamente, durante este lapso histórico fue decisivo el avance de la medicina, tanto en el campo clínico como en el de la patología.

Pero no sólo en Francia se abusó del sangrado. Se conoce que el rey Hanover de Inglaterra George IV (1762 - 1830), hijo del alienado George III, había recibido alrededor de cien sangrías antes de cumplir los treinta años.

El médico Benjamín Rush (1745 - 1813), iniciador de la medicina clínica y la psiquiatría en Estados Unidos y firmante de la carta de independencia de Filadelfia, preconizó la sangría como tratamiento de la fiebre amarilla, durante la epidemia que azotó a la ciudad en 1769. Por cierto que fue encendida la controversia en aquella ocasión acerca de si la nombrada enfermedad era o no de naturaleza infecciosa.

Es ésta la prolongadísima historia de un procedimiento médico que encontró asidero en falsas concepciones que fueron aceptadas como axiomas durante muchos siglos, pero que se siguió empleando aun después de que éstas fueron revaluadas. Hoy le quedan muy escasas indicaciones al sangrado, como la plasmoféresis en las policitemias, el cor pulmonale crónico y la plétora en el gemelo transfundido por el otro gemelar a través de anastomosis vasculares placentarias.


Notas

1 M.D. Docente Departamento de Medicina. ppinto@uninorte.edu.co


salud uninorte
Revista de la División de Ciencias de la Salud de la Universidad del Norte
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saluduninorte@uninorte.edu.co

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Barranquilla (Colombia)
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