Seguir en lo mismo: representaciones de paz y conflicto de jóvenes del Catatumbo ¿paz imperfecta o paz imposible?

More of the Same: Peace and Conflict Representations of Young People from Catatumbo. Imperfect or Impossible Peace?

Jesús Ernesto Urbina Cárdenas
Universidad Francisco de Paula Santander, Colombia
Licenciado en Filosofía-letras (usta), con título de doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud. Universidad de Manizales/cinde. Magíster en Pedagogía (uis). Profesor titular Universidad Francisco de Paula Santander, Cúcuta, Colombia. jesusurbina@ufps.edu.co Orcid: https://orcid.org/oooo-ooo2-5262-9527

Julia Johanna Díaz Camarón
Agencia Nacional de Tierras, Colombia
Ingeniera de Producción Agrícola. Magíster en Práctica Pedagógica, Universidad Francisco De Paula Santander de Cúcuta. Agencia Nacional de Tierras, Colombia. diazjuliao31i@gmail.com Orcid: https://orcid.org/oooo-oooi-7359-9534

Blanca Johanna Pérez Fernández
Corporación Universitaria Minuto de Dios, UNIMINUTO, Colombia.
Estudiante de Doctorado Gerencia de Proyectos (ean). Magíster en Administración de Empresas con énfasis en Sistemas Integrados de Gestión. Magíster Universitario en Prevención de Riesgos Laborales. Docente tiempo completo, Corporación Universitaria Minuto de Dios - uniminuto, Centro Operaciones Académicas Cúcuta. blanca.perez@uniminuto.edu-johisperez@hotmail.com Orcid: https://orcid.org/oooo-ooo3-2366-0952


Resumen
Este artículo constituye una aproximación a la comprensión de las representaciones sociales de paz y conflicto de un grupo de estudiantes de un centro educativo del Catatumbo, territorio ubicado en el departamento Norte de Santander en la frontera con Venezuela y caracterizado por la presencia de grupos ilegales y el aumento de cultivos ilícitos. La investigación se fundamenta en el enfoque procesual de la teoría de las representaciones sociales a partir de las dimensiones de actitud, información y campo de representación. Estas representaciones se entienden como constructos objetivados y anclados en las prácticas sociales de esta población. Los hallazgos muestran una visión dual sobre la paz: una paz en apariencia imposible que se preserva como imaginario de esperanza, una especie de escepticismo que actúa subrepticiamente como factor de sobrevivencia; y una visión de temor y rechazo al conflicto armado, a los actores armados y al olvido del Estado. Se concluye que frente a estas representaciones de una paz indeleble pero motivadora, y un conflicto asociado a la perversidad y a la muerte, solo se puede sobrevivir con la imaginación representada en lo que los jóvenes llaman malicia indígena.

Palabras clave: conflicto, justicia social, paz, representación social.


Abstract

This article is an approach to understanding the social representations of peace and conflict of a group of students from an educational center in Catatumbo, a territory located in the Department of Norte de Santander, on the border with Venezuela, and characterized by the presence of illegal groups and the increase of illicit crops. The research is based on the process approach of the theory of social representations from the dimensions of attitude, information, and field of representation. These representations are understood as objectified constructs anchored in the social practices of this population. The findings show a dual vision of peace: a seemingly impossible peace that is preserved as an imaginary of hope, a kind of skepticism that acts surreptitiously as a survival factor, and a vision of fear and rejection of the armed conflict, the armed actors, and the oblivion of the State. It is concluded that, in the face of these representations of an indelible but motivating peace, and a conflict associated with perversity and death, one can only survive with imagination, represented in what the young people call indigenous malice.

Keywords: Conflict, social justice, peace, social representation.


Introducción

Tanto en el plano escolar como en la vida social, el conflicto tiene, como el concepto de paz, una lectura negativa dominante, como algo no deseable, patológico o aberrante. (Jares, 1995, p. 5)

A pesar de los acuerdos de paz con las FARC en 2016, el conflicto armado en el Catatumbo nortesantandereano no termina, por el contrario, se ha intensificado. Su continuidad contribuye a la desigualdad social, económica y cultural, en tanto siguen persistiendo comunidades vulnerables afectadas por la violencia indiscriminada (Guzmán, Fals y Umaña 1962; Fajardo, 2014; Molano, 2014). Los 11 municipios que conforman la llamada región del Catatumbo muestran un 53 % bajo la línea de pobreza, el índice de necesidades básicas insatisfechas (NBI) "supera el 53 % y muy bajos porcentajes de cobertura en servicios públicos. Solo el 27 % de la población del Catatumbo tiene cobertura de agua potable" (Plan de Desarrollo Departamental de Norte de Santander -PDDN- 2020, p. 136).

Aunque se han incrementado esfuerzos fragmentados en el desarrollo de procesos orientados a la construcción de paz encaminados a comprender los orígenes y las causas que perpetúan el conflicto, y sobre todo las afectaciones profundas en la población (Instituto Kroc, 2021), en esta región la reconfiguración de las dinámicas de violencia se reactivan a partir de fenómenos como el crecimiento exponencial de los cultivos ilícitos, la regulación y la inestabilidad que genera el control de distintos grupos armados ilegales, el crecimiento de la inseguridad y su impacto humanitario, y la crisis que genera la migración venezolana (Fundación Ideas de Paz, 2020a y 2020b).

Norte de Santander comparte con Venezuela 117 kilómetros de frontera con 4 entradas legales y 52 ilegales o trochas. Esta condición geográfica convierte al Catatumbo en una zona estratégica tanto en la dinámica de la guerra como en el tráfico de armas, droga y gasolina. De acuerdo con el Plan de Desarrollo Departamental de Norte de Santander (PDDN) 2020-2023, las áreas cultivadas de coca crecieron un 19 % entre los años 2017-2018, "tres de los municipios del departamento se encuentran dentro de los 10 municipios del país con mayor número de hectáreas de hoja de coca sembradas: Tibú con 16.096, Sardinata con 5.047 y El Tarra con 4.916 hectáreas" (PDDN, 2020-2023, p. 133). Este fenómeno incidió en el crecimiento de la tasa de homicidios en 2018: 37,45 % por cada 100.000 habitantes, lo cual supera la media nacional, que alcanza la cifra de 25,13 % por 100.000 habitantes.

En este sentido, Molano (2014), Estrada (2015), De Zubiria (2015) y Giraldo (2015a) coinciden en mencionar la debilidad del Estado en la formulación de políticas que disminuyan la injusticia social en los sectores rurales, y más aún en aquellos afectados con más fuerza por el conflicto armado.

En este complejo panorama, este artículo indaga en las representaciones sociales de un grupo de estudiantes de octavo y noveno grado sobre paz y conflicto. Este trabajo se interesa en conocer y visibilizar las voces y los significados de estos jóvenes que asisten a un Centro de Educación Rural (CER) situado en la zona rural del municipio de Sardinata, perteneciente al Catatumbo, inmersos en un mundo donde la violencia directa y estructural (Galtung, 2003) pareciera controvertir, o al menos resignificar, las concepciones de paz imperfecta (Muñoz, 2001), paz neutra (Jiménez, 2014) o paz cultural (Unesco, 1999). Más allá de la idea de entender el conflicto como un aspecto positivo (Lederach, 2000), lo que se encuentra en estas representaciones son las voces de la desesperanza. La paz ya no es un constructo que se teje en la cotidianidad, sino, más bien, una utopía, un concepto abstracto distante a las vidas de los habitantes de la zona, lejana a su realidad y, por lo tanto, inalcanzable.

Las representaciones sociales permiten una aproximación a este problema, a través de lo que Moscovici llama copias de la realidad y formas de conocimiento. Por un lado, están las cifras agobiantes de la violencia, el narcotráfico, la deshumanización de la guerra y la pobreza creciente, y por otro, la necesidad de reconocer en esos saberes cotidianos que "Circulan, se cruzan y se cristalizan sin cesar en nuestro universo cotidiano a través de una palabra, un gesto, un encuentro" (Moscovici, 1979, p.27). La representación social de un grupo de nativos jóvenes del Catatumbo ayuda a comprender la paz y el conflicto, en la medida en que "constituye la designación de fenómenos múltiples que se observan y estudian a variados niveles de complejidad, individuales y colectivos psicológicos y sociales" (Jodelet, 1986, p. 469).

¿Por qué a pesar de los avances del proceso de paz la situación de violencia del Catatumbo continúa?, ¿qué entienden los jóvenes del Catatumbo por paz, conflicto y violencia?, ¿cómo sobreviven en medio de la influencia generalizada de los grupos armados?, ¿cuál es la actitud frente a estos fenómenos?, ¿cómo representan la paz y el conflicto? Estas preguntas ameritan una reflexión frente a ciertas prácticas sociales en las maneras y códigos sociales como se establece la convivencia y la formas de asumir las situaciones límite, de afrontar las diferencias en los puntos de vista, de resolver esas diferencias. Fenómenos que aunque no ocultan la ausencia histórica del Estado, ayudan a entender desde estas representaciones aquellas "modalidades de pensamiento práctico orientadas a la comunicación, la comprensión y el dominio del ambiente social, material e ideal" (Banchs, 1986, p. 27), en relación con las dimensiones de representar la paz y el conflicto, las cuales terminan por normalizar este tipo de prácticas violentas. El objeto investigativo busca comprender cómo el pensamiento social cimienta la realidad y los procedimientos cognitivos y sociales que se llevan a cabo para generar una representación; caracterizándose por analizar las interacciones sociales, la cultura, los vínculos de los individuos con su contexto, la influencia del lenguaje en la conformación de una representación (Araya, 2002).

Algunos trabajos previos contribuyen a fundamentar este estudio: "El dilema de la guerra y la paz: representaciones sociales de jóvenes en contextos emergentes" (Barrera, Urbina y Gamboa, 2019); representaciones de estudiantes universitarios sobre el reconocimiento (Urbina y Barrera, 2017); el conflicto armado y su incidencia en el abandono escolar en estudiantes del Catatumbo (Gamboa, Urbina y Prada, 2019) conforman una línea de indagación continua sobre paz y conflicto en el Catatumbo nortesantandereano, los cuales visualizan una perspectiva de estos dos fenómenos desde el temor, el desarraigo, la amenaza, la coaptación de todas las libertades individuales. En el centro de esta realidad violenta los jóvenes muestran su desconfianza, sobreviven y preservan la tenue ilusión de vivir sin la presión de los grupos armados, la estigmatización y la zozobra. Estas situaciones se vivencian en las comunidades rurales vulnerables y damnificadas por el conflicto armado; por tanto, el contexto con el que los jóvenes interactúan influye en la forma como construyen la Representación Social de su realidad, es decir, todo aquel conocimiento que se va almacenando en la historia y que va determinando las diferentes acciones en las familias, instituciones educativas y comunidades.

Por tanto, la investigación contribuye a la comprensión de las implicaciones que ha experimentado el conflicto en los jóvenes de forma directa e indirecta, y cómo estas experiencias de vida han reconfigurado los conceptos de paz, conflicto, violencia, guerra, justicia, entre otros. Lo anterior motiva la pregunta orientadora del presente texto: ¿Cuáles son las representaciones sociales sobre paz y conflicto de un grupo de estudiantes de octavo y noveno grado de una institución educativa ubicada en el Catatumbo y cómo desde estas representaciones es posible entender estas resignificaciones en clave de una reflexión desde la educación para la paz?

Metodología

Enfoque. Para este estudio se toma el enfoque procesual de la Teoría de las Representaciones Sociales (TRS) a partir de los aportes de Moscovici (1979), Jodelet (1986), Banchs (1986) y Urbina y Barrera (2017). Desde esta perspectiva se indaga en las dimensiones de actitud, información y campo de representación. Según esta teoría, la actitud hace referencia a las valoraciones positivas o negativas que los actores le otorgan a un fenómeno en particular, en este caso a la paz y al conflicto. Según Araya (2002, p. 40), "expresa el aspecto más afectivo de la representación, por ser la reacción emocional acerca del objeto o del hecho". La dimensión de información hace referencia a los datos o explicaciones que sobre paz y conflicto emiten los jóvenes participantes de esta investigación. Finalmente, el campo de representación "constituye el conjunto de actitudes, opiniones, imágenes, creencias, vivencias y valores presentes en una misma representación social" (Araya, 2002, p. 41), asociadas al núcleo figurativo, en tanto que permite consolidar el significado a los demás elementos.

Contexto y participantes. El estudio se realizó en el contexto rural del municipio de Sardinata (región del Catatumbo), específicamente en el corregimiento El Carmen, en el Centro Educativo Rural Nuestra Señora del Carmen (CERNSC), seleccionando la totalidad de los once estudiantes matriculados en los grado octavo y noveno, ocho fueron de género femenino (se les asignó el código PF01 a PF08) y tres de género masculino (se les asignó el código PM01 a PM03), con edades aproximadas entre 14 y 16 años. Las particularidades de la zona rural influyen en el número de estudiantes que acceden a la educación formal, por esta razón son pocos estudiantes en estos grados superiores. Teniendo en cuenta que los participantes son la totalidad de estudiantes, no se establecieron criterios de selección. El ingreso a este contexto se realizó con base en los conceptos de "extrañeza y familiaridad" planteados por Flick (2007), en el que el investigador asume su papel como "iniciado", articulando la indagación con sus labores en el desarrollo de proyectos productivos. Este acercamiento previo facilita el consentimiento informado de los padres de familia, y sobre todo, el "permiso social" de la comunidad y de los profesores para la recolección de la información.

Procedimiento para la recolección de la información. Un aspecto importante de la TRS, según Jodelet (1984), es la correspondencia entre la representación con algo o con alguien (la sociedad misma); en ese sentido, las representaciones serían "imágenes culturales emanadas de la interacción cultural en sociedad" (Segovia, Basulto y Zambrano, 2018, p. 85). De acuerdo con lo anterior, para una mayor aproximación a las representaciones de un grupo social, se hace necesario un acercamiento a esa realidad social.

Siguiendo estos rasgos propios de la TRS, la recolección de los datos se realiza a partir de lo que Urbina y Pérez (2017) denominan Investigación Acción Creativa y Transformadora -en adelante (IACT). La IACT es una hoja de ruta metodológica que facilita el acopio de la información mediante la interacción directa con los participantes de la investigación, a partir del uso de diversas técnicas grupales: conversatorios, talleres, foros, mesas redondas, debates, clubes de conversación, grupos focales, entre otros. De esta manera se reconocen los saberes cotidianos de los informantes, entendidos como fuentes potenciales de aproximación a las representaciones que los jóvenes otorgan a la paz y al conflicto en un territorio afectado por todas las formas de violencia directa. La IACT se constituye en la caja de herramientas del investigador para identificar y captar in situ estas representaciones.

Análisis de la información. Los datos se analizan utilizando como herramienta la teoría fundamentada (TF) (Strauss y Corbin, 2002), considerando que esta teoría se complementa con las representaciones sociales (Campo y Labarca, 2009), en la medida en que permite una aproximación al sentido y al significado "que tienen para las personas los objetos sociales como un aspecto constituyente de las representaciones" (Restrepo, 2013, p. 132). La TF ayuda a identificar el campo de representación y se articula a la naturaleza dialéctica de las representaciones sociales, a partir de la interpretación de las dimensiones de actitud e información.

La figura 1 muestra las dimensiones de las RS: actitud, información, campo de representación articuladas cada una al proceso de codificación abierto, axial y selectivo.

Resultados

Los hallazgos se presentan en tres apartados, siguiendo la estructura de las dimensiones de las representaciones sociales. En el primero se expone la actitud de los jóvenes estudiantes sobre paz y conflicto, en el segundo se presenta la información, y finalmente se precisa el campo de representación de estas dos categorías, tal como se puede observar en la figura 1.

Actitudes de los estudiantes hacia la paz y el conflicto. La actitud general de los estudiantes sobre paz y conflicto es antitética. Mientras la valoración de la paz es de extrañeza y esperanza remota, porque según los participantes "nunca la han vivido" (PF03), la actitud hacia el conflicto armado es de miedo y de rechazo, prácticamente es un tabú hablar sobre el tema: "A mí me gustaría seguir hablando sobre la paz así no exista, porque por acá el conflicto es bala" (PM01), mientras otra participante manifestó: "Es mejor soñar la paz que echarse el cuchillo al cuello hablando de la guerra" (PF07). Es decir, se expresa una actitud de "vana esperanza y fe a medias" (PF05) sobre la paz, no se descarta como posibilidad, pero hablar del tema está asociado "a perder el tiempo, porque una cosa se dice en las noticias y otra es la que se cocina por estos lados" (PF01).

Las voces de los chicos coinciden en manifestar una actitud positiva sobre el acuerdo, argumentan que "al menos todos teníamos fe que por fin podríamos levantarnos sin miedo" (PF04), o al menos "no tener que dormir debajo de las camas para evitar las balas perdidas" (PM03), "poder ir a jugar fútbol y no tener que ver gente armada vigilando" (PM01), "ir a pescar y no terminar sin una pierna o un ojo por las minas quiebrapatas" (MF10). Sin embargo, los resultados del proceso fueron más en el papel y un aparente cambio en los actores armados: "Se fueron unos y llegaron otros peores. Porque otros no se fueron, sino que cambiaron de bando" (PF08). Se percibe una actitud de desencanto frente al proceso, en la medida en que "todos hablaban de paz, que la paz por fin se iba a dar, pero por acá más de uno, entre ellos los más viejos, decían: eso es pura paja, pura politiquería, y tenían la razón" (PM02). Se asume la paz como un acontecimiento importante para el territorio, como una "remota esperanza, porque en el fondo, aunque es imposible todos queremos paz. Si llega la paz verdadera, sería el acontecimiento del siglo" (PM01), sentimientos encontrados que podrán asociarse al concepto de paz imperfecta (Muñoz, 2001), paz inacaba, en construcción. Sin embargo, los relatos de los participantes no ocultan una diferencia con la propuesta del profesor Francisco Muñoz. Frente a la coacción de los violentos, "la paz no es imperfecta, simplemente aún no ha llegado al Catatumbo" (PF06).

El conflicto se asocia con los actores armados. Existe un claro rechazo hacia ellos, en especial al miedo que infunden; para los jóvenes, las armas son sinónimo de opresión y poder, para quitarle al campesino la dignidad como persona. Esta actitud se percibe en gran medida en los que han vivido de forma directa o indirecta en el marco del conflicto armado, en especial en la zona rural, el más pequeño ejercicio de violencia ejercido con poder les genera rechazo y miedo:

...quitarle la vida al otro, ellos no tienen derecho a quitarle la vida a otro. Uno como campesino tiene derecho a vivir igual que ellos, pero como ellos tienen armas, se hacen los grandes, y como uno no tiene armas, se deja humillar y se deja matar. (PF01)

En este sentido, Suárez, Patiño y Aguirre (2013) relacionan la palabra "enemigo" con temor, zozobra y necesidad de cuidado ante este, y sobre todo la necesidad de proteger la vida. Así mismo, Cáceres (2002) menciona cómo los habitantes del sector donde la violencia y actores armados ejercen poder se someten a las condiciones que estos plantean, siendo resultado del temor de perder sus vidas.

El temor se magnifica en la región debido a los asesinatos de personas que no están inmersas en acciones conectadas directamente al conflicto armado, ya que luego de estos actos, los grupos armados notifican a la comunidad sobre supuestas faltas al código de guerra, o que ya se le había advertido a la persona que cambiara alguna postura que no es aceptada en el territorio. Esta situación los deja en constante riesgo, ya que cualquiera que viva en la región puede ser víctima. De igual forma, ante la falta de una mayor presencia del Estado, los grupos armados ilegales asumen la autoridad en el territorio. Este hecho genera temor y rechazo, al sentir que su territorio es "otra Colombia, donde los que mandan son los que tienen fusiles" (PF02).

En síntesis, la actitud entendida desde la TRS como las valoraciones positivas o negativas de los actores frente a la paz son de desesperanza; sin embargo, algunos relatos muestran cierta ilusión "de que todo pueda cambiar y algún día se puedan levantar de sus camas sin miedo" (PM01), sin el temor a ser expulsados de sus tierras o ser asesinados. Una paz distante que al parecer solo la disfrutan ciertas élites sociales en las grandes ciudades, presente en el discurso pero no en la realidad de sus vidas en el territorio; una paz firmada entre el Gobierno y los comandantes guerrilleros y, por lo tanto, ajena, que se convirtió en un engaño porque la violencia en todas sus manifestaciones continúa. Una paz que se anhela pero que parece abstrusa, improbable: "un seguir en lo mismo, aunque por fuera todos dicen que esto va a cambiar" (PM03).

La actitud frente al conflicto armado es de temor y rechazo. El conflicto no se relaciona con las acciones cotidianas o las diferencias de punto de vista en el ámbito de esa cotidianidad, sino como violencia o guerra. El conflicto armado no desapareció con el acuerdo firmado entre el Gobierno nacional y las guerrillas de las FARC, pues las causas y sus condiciones de vida siguen intactas. "Solo se cambió de amo" (PM03), manifiesta uno de los jóvenes participantes, o simplemente, "resurgieron con otras botas y otros uniformes" (PF02). Por lo tanto, la actitud, además de miedo y rechazo, es de confusión, caos y tristeza:

. ..¿que cómo valoramos la paz?, pues como lo que todos anhelamos pero que nunca llega, una paz que nos quite el miedo a hablar a caminar libremente, y no esa que sale en las noticias. Uno ve la paz como algo inalcanzable para el campo. Pero el conflicto es horror, temor, ansiedad, caos, desplazamiento, muerte. Yo pienso que el conflicto es lo peor que le puede pasar a la gente. Cuando el que puede hablar es porque tiene armas, estamos jodidos (PF05).

La información sobre paz y conflicto. Según Serge Moscovici (1979, p. 45), "la información —dimensión o concepto— se relaciona con la organización de los conocimientos que posee un grupo con respecto a un objeto social"; en este caso, las preguntas de este componente formuladas a los jóvenes estudiantes indagaron en sus concepciones de paz y de conflicto.

¿Qué es la paz para un grupo de jóvenes estudiantes del Catatumbo? De acuerdo con los relatos de los participantes, la paz se asocia con tres conceptos: tranquilidad, imposibilidad y justicia. En el primer caso, la paz se define como tranquilidad, entendida como "un estado en que uno se levante todos lo días y no esté asustado porque lo pueden matar" (PM01), "la paz es calma, no miedo, zozobra" (PF01). De acuerdo con estos testimonios, para los grupos sociales que viven en medio del conflicto armado o en situaciones de violencia extrema, la paz es ausencia de guerra, es lo que se conoce como pax romana, es decir, "simple ausencia de conflictos bélicos, y, en nuestros días, como ausencia en general de todo tipo de conflictos" (Jares, 1995, p. 4).

Pero ¿qué significa vivir tranquilo en ambientes altamente afectados por la violencia como el caso del Catatumbo? De acuerdo con los relatos de los jóvenes, vivir tranquilo se relaciona con "no estar pidiendo permiso hasta para ir a la esquina" (PF06). La referencia a pedir permiso significa la dependencia de los habitantes de la zona al grupo o grupos armados que tengan el control del territorio. Detrás de esta expresión se oculta, por un lado, el temor de las personas a actuar de manera autónoma y no arriesgar sus vidas, y por otro, al ejercicio de una autoridad no oficial por parte de estos grupos ilegales. Existe un conjunto de normas impuestas de manera arbitraria, por lo tanto "vivir tranquilo" supone no vivir sometido a una autoridad ilegal que impone sus códigos de comportamiento a través de la amenaza y las armas. La expresión tiene otros sentidos inherentes al sistema periférico, es decir. "asociado a las características individuales y al contexto inmediato y contingente en que están inmersos los individuos, este sistema periférico permite una adaptación, una diferenciación en función de lo vivido, una integración de las experiencias cotidianas" (Abric, 2001, p.13). Vivir tranquilo también significa para los lugareños "poder trabajar la tierrita, pero no con cosa mala" (refiriéndose a los cultivos ilícitos (PF08); "Madrugar y tomarse un café con los vecinos sin que le estén preguntando a una a dónde va"; "Ir al río, a un paseo, con la satisfacción que no le debemos a nadie" (PF07). De esta manera se recupera la concepción de paz cotidiana, o paz neutra, entendida como "un marco diferente de acción caracterizado por la implicación activa de las personas en la tarea de reducir la violencia cultural o simbólica" (Jiménez, 2009, p. 156). En donde las personas recuperen sus libertades y la posibilidad de conversar, como mecanismos naturales para resolver discrepancias. Tomarse un tinto, ir de paseo, labrar la tierra, constituyen parte del acervo cotidiano de los actores del territorio, y por lo tanto, se insertan en el ámbito de lo cultural.

El tercero sentido otorgado a la paz se asocia con la justicia. Para los participantes de este estudio, "si no hay justicia no se puede hablar de paz" (PF07); la justicia es sinónimo de igualdad y respeto, verdad y, sobre todo, reparación, va más allá del castigo por una falta: "Yo creo que no se trata de juzgarnos a todos como narcos o como violentos, sino de respetarnos como personas que hemos vivido toda la vida aquí" (PM02). La justicia es percibida como la necesidad de dar a cada quien lo que merece, permitiendo que todos tengan las mismas oportunidades y garantías para mejorar la calidad de vida, lo que trasciende la visión de la justicia ordinaria y/o penal, y los lleva a pensar en la necesidad de alcanzar Justicia Social: "Ser justo es darle a cada quien lo que se merece y dar la oportunidad de cultivar y hacer cosas legales, con garantías para no morirse de hambre" (MF04), porque si no hay paz con justicia se verá reflejado en nuevos hechos violentos, pues siempre habrá ciudadanos inconformes que pueden llevar a tomar las vías de hecho "porque, por ejemplo, cuando hay paros camioneros, pues ellos no deberían hacerlo porque son quienes llevan los alimentos, pero les toca, porque el Gobierno no da oportunidades" (PF05).

En este sentido, Molano (2014), Estrada (2015), De Zubiría (2015) y Giraldo (2015b) coinciden en mencionar la debilidad del Estado en la formulación de políticas que disminuyan la injusticia social en los sectores rurales, y más aún en aquellos afectados con más fuerza por el conflicto armado. Según Luengas (2009), la región del Catatumbo es una de las más afectadas en cuanto a satisfacción de necesidades y falta de oportunidades, donde se ve con debilidad las acciones de los entes territoriales municipales y departamentales para alcanzar niveles de justicia social, situación que disminuye las oportunidades para el desarrollo pleno de la vida de los jóvenes.

¿Cómo conciben el conflicto los jóvenes del Catatumbo? Para los jóvenes, el concepto de conflicto se relaciona con el conflicto armado, la falta de oportunidades, la desigualdad social, la violencia normalizada, el desplazamiento forzado y los cultivos ilícitos. Estos factores afectan a las comunidades en lo emocional, lo físico y lo familiar. A su vez, existe la esperanza de todo aquello que traerá la terminación del conflicto armado a nivel social y económico, considerando el mejoramiento de la calidad de vida de los entrevistados: "Los conflictos son malos, porque se pelea con las personas que dicen lo contrario que uno piensa ,y pues no vive tranquilo" (PF01): "Si el conflicto termina hay ventajas, porque no hay más desplazados como nosotros" (PF05); "Si el conflicto termina, pues podría uno irse a estudiar con tranquilidad de que no va a pasar ninguna masacre estando uno en otro lado lejos de la familia" (PF04). Según Giraldo (2015a, p. 39), el conflicto armado "ha adicionando una carga emocional y secuelas de penuria económica, multitud de estigmas familiares, sociales y políticos y frustraciones éticas profundas que necesariamente revierten en la persistencia del conflicto".

Los jóvenes reconocen estos factores del conflicto armado en el país; para ellos la realidad a la que se enfrentan a diario en el sector rural los excluye de oportunidades, genera desigualdad y afecta su calidad de vida. Sardinata es uno de los municipios de la subregión norte del departamento y de la región del Catatumbo que cuenta con altos índices de necesidades básicas insatisfechas. Un caso específico se relaciona con el derecho a la educación; los jóvenes deben enfrentarse a decidir si continúan estudiando o se dedican al trabajo en fincas de la región, al no tener los recursos económicos para estudiar en el casco urbano de Sardinata, debido a que no se cuenta con transporte escolar que realice este recorrido diariamente desde el corregimiento a la cabecera municipal: "o vamos a estudiar o comemos, a veces es difícil decidir" (PF04); "en Colombia hay desigualdad. Acá en el campo es más difícil, porque hay guerra y en la ciudad no" (PF01), en tanto que "la desigualdad tiene relación con el conflicto, porque acá no hay nada, y siempre nos dicen mentiras y no nos cumplen y la gente se pone brava" (PM03); esto genera desconfianza frente a las promesas del Estado: "Yo creo que las elites del país sí influyen, porque acá al pueblo no llega nada de lo que dicen que van a hacer, no se cumplen las cosas" (PF05). En esa misma perspectiva, el profesor De Zubiría (2015) indica que el Estado ha sido consolidado como un Estado particularista y neoliberal, lo que aumentó la desigualdad en el país, así mismo, la pobreza y la poca credibilidad en las instituciones del Estado.

El conflicto se asocia con la violencia y con la guerra, en la línea de lo que Galtung (2003) denomina violencia directa. Según manifiestan los jóvenes, la violencia está arraigada en la cultura de los colombianos, hay indiferencia frente a hechos que atentan contra la dignidad humana. Algunos relatos de los participantes muestran la normalización de la violencia, en el sentido de considerar que, por ejemplo, el número de muertos en Colombia derivados del enfrenamiento entre el Estado y las guerrillas se ha producido a lo largo de la historia, mientras que en otros países las cifras son mayores en espacios de tiempo menores, por tanto, no lo consideran tan grave: "Aquí llevamos matándonos desde que llegó Colón, en cambio, en otros lugares los muertos son muchos en guerras cortas" (PM01).

Otro aspecto que los hace creer que existe una cultura de la violencia, se percibe cuando describen la situación de poblaciones vecinas, donde los grupos armados tienen confrontaciones y al poco tiempo los habitantes continúan con sus actividades cotidianas "como si nada hubiese pasado" (PM02). Lo anterior muestra cómo la violencia hace parte de la cotidianidad de las comunidades, y cómo este tipo de experiencias valida variadas formas de represión y victimización: "Siempre hay violencia, uno escucha y siempre son muertos y muertos; a veces, uno piensa que así se resuelven los conflictos, solo con la violencia" (PF04), "Solo se escucha de muertos, de bala, y es como si nada. En el pueblo vecino, cuando se dan bala, al rato la gente sigue su vida normal; nos acostumbramos a vivir en la violencia" (PF07). Las conclusiones del estudio de Estrada (2015) coinciden con estos testimonios. Según este autor, en la época de la violencia "se impuso un proceso de «normalización» y control social, en el que al tiempo que se formulaban propuestas de pacificación, se conjugaba el régimen de Estado de sitio con el ejercicio mismo de la violencia" (p. 28).

La violencia se instituye como un imaginario en la cultura del país, y los ambientes educativos no han estado ajenos a este fenómeno; tal vez por esta razón los jóvenes no encuentran alarmantes hechos como a acostumbrarse a "esquivar las balas y a sobrevivir. Hablar poco y listo" (PF06). Desde la tercera década del siglo XX, como lo menciona el estudio de Guzmán et al. (1962), el país se acostumbró a vivir en medio de la guerra, a pesar de sus efectos y de no ser necesaria, tal como lo señala uno de los participantes:

...la guerra significa el uso de las armas y todas las consecuencias malas que tiene la guerra, las muertes. La guerra nunca ha sido necesaria, siempre podemos dialogar; es necesario estudiar un poquito más para saber cómo se dialoga de la mejor manera. En Colombia definitivamente no era necesaria esta guerra, pero ya está y debemos vivir con ella. (PF07)

El desplazamiento forzado constituye otro factor asociado con el conflicto. Para los jóvenes participantes, el sentimiento de desarraigo que produce el desplazamiento es difícil de superar; consideran que trasladarse de un lugar a otro es dejar de lado la vida buena que tenían construida en el territorio e iniciar una migración sin condiciones que garanticen las necesidades mínimas para la supervivencia; este cambio repentino los confronta con una realidad donde pierden generalmente la niñez, ya que deben enfrentar responsabilidades que no corresponden a su edad, pero aun así las asumen para apoyar al grupo familiar. A pesar de construir el proyecto de vida en otro lugar y luego de un tiempo lograr la aceptación de la comunidad, consideran que les sigue faltando la relación con el territorio de donde provienen: "Bueno, hoy estamos acá y tenemos la finca, pero no es igual que allá de donde somos, uno no se siente de aquí, uno extraña de donde salió" (PF05); "A nosotros nos corrieron, y mi papá perdió todo; salimos de allá sin nada, y eso es triste. Nos ha tocado duro comenzar sin nada" (PF01). Este fenómeno lo desarrolla Luengas (2009), al advertir del fuerte impacto en los infantes desplazados de la zona del Catatumbo, en cuanto a violencia estructural y las condiciones precarias que les ofrecen los nuevos lugares de asentamiento. Para Fajardo (2014, p. 38), "uno de los mayores impactos sociales del conflicto armado es el desplazamiento forzado, más propiamente el éxodo y su significado en el empleo y la pobreza".

Finalmente, el narcotráfico es considerado un factor determinante en la prevalencia del conflicto armado en el país, "el combustible de todos los problemas" (PF03). Los jóvenes reconocen que este fenómeno afecta la sociedad, y en especial las comunidades rurales del país. El incremento de los cultivos ilícitos después de la firma del Acuerdo de paz constituye en la actualidad en uno de los problemas de mayor impacto en el Catatumbo: "Es que la guerra viene es por la mata, y pues uno no debe consumir, ni sembrar, pero qué más se siembra si por acá es difícil sacar otra cosa" (PF01). Esta realidad incide en la asistencia intermitente a clase, en la medida en que algunos jóvenes dejan de asistir al CER porque deben trabajar "en la raspa; primero, porque da plata para sostenernos, y también porque si no lo hacemos traen gente de otros lados y es peor" (PM01). Al hablar de conflicto con estos jóvenes necesariamente se establece esta relación, "aquí el conflicto, o sea, la guerra, es por culpa de la mata" (PF05).

"Sería necesaria una gran reflexión y mucha plata para cambiar los cultivos malos por buenos" (PF04), es decir, a pesar de la profunda influencia de la cultura del narco en estas zonas, los jóvenes añoran otras posibilidades y oportunidades, a pesar de "que por acá vienen y prometen y no vuelven, y regresan para amenazar con fumigación, erradicación, pero eso no sirve para nada" (PF08). Un Estado que promete y no cumple, y luego amenaza como único argumento ante el poder de los grupos armados en la zona. En medio de esta problemática, los habitantes del Catatumbo siguen sobreviviendo "callando y echando pablante" (PM02).

Campo de representación sobre paz y conflicto. El campo de representación, según Moscovici (1979), permite organizar y jerarquizar la información, de modo que facilita precisar los aspectos centrales y periféricos de la representación. Para determinar el campo de representación se utilizó el grupo focal, con el fin de apreciar en el diálogo y la discusión colectiva de los participantes las palabras, frases e imágenes con las cuales representan la paz y el conflicto. Es importante señalar que al indagar en las actitudes y las informaciones sobre las dos categorías se fue evidenciando la centralidad de la representación a través de expresiones e imágenes que designamos con el nombre de campos de significado, que más allá de frecuencias repetidas de palabras, constituyen conjuntos asociativos de sentidos objetivados y anclados no solo a las expresiones individuales, sino a los acuerdos tácitos del colectivo social (jóvenes estudiantes).

Siguiendo esta metodología, el campo de representación de la paz corresponde al siguiente campo de significado: la paz en el territorio es imposible mientras exista injusticia y no se pueda vivir tranquilo. Veamos la siguiente figura:

Este campo de representación centrado en tres ideas interrelacionadas corresponde, a su vez, a tres aspectos claves para la comprensión de una representación: los aspectos emocionales (Actitud), los saberes cotidianos (información) sobre el fenómeno y la relación objetiva y pragmática sobre el fenómeno (campo de representación). De igual manera, cada uno de estos campos de significado o ejes centrales de la representación se apoya en palabras y expresiones que aunque no constituyen el núcleo central, permiten reconocer los elementos periféricos: "Los elementos periféricos son complementarios pero dependientes del núcleo, son más flexibles y por medio de estos se observa la heterogeneidad de los grupos" (Míreles, 2015, p. 161).

Siguiendo la misma metodología se identifica el campo de representación del conflicto: el conflicto, según las voces de los participantes, es la violencia cotidiana que generan los grupos armados y los cultivos ilícitos, lo cual provoca temor, desplazamiento, muerte y pobreza.

Los elementos periféricos de la representación de conflicto corresponden al conjunto de campos semánticos asociados a la representación central, pero no por ello menos importantes. Por el contrario, muestran una perspectiva de sentido que consolida el núcleo principal y a la vez posibilita una mirada ampliada del fenómeno (Abric, 2001).

Siguiendo con este análisis del campo de representación, los hallazgos permiten aproximarse a la objetivación de las representaciones de paz y conflicto. Ahora bien, si se reconoce este núcleo figurativo y su campo periférico, es posible determinar las características esenciales de la representación (Guimelli, 2004; Mireles, 2015). En resumen, el núcleo central tanto de la paz como del conflicto están asociados en el primer caso a la pax romana o paz como sinónimo de ausencia de conflicto, lo cual genera una visión utópica del concepto. En el caso del conflicto, la representación se asocia a violencia directa. En ambos casos, la representación remite a entender que la paz y el conflicto deben leerse desde el contexto y desde las historias personales y los relatos de vida que genera vivir en medio del conflicto armado.

Conclusiones

Hablar de conflicto y paz en Colombia, de acuerdo con lo que sienten y piensan un grupo de jóvenes participantes, no necesariamente corresponde a los conceptos de Paz imperfecta, paz cultural, simbólica o paz neutra. Este estudio muestra la preocupación por resistir y sobrevivir, una resistencia pacífica que en el marco de estas representaciones se asocia con la malicia indígena, y que podría leerse en varias direcciones: en primer lugar, a través de una actitud pasiva, silenciosa, limitando la existencia a callar y adaptarse a las circunstancias,, al ritmo que imponen los grupos armados que disputan el poder en el territorio. En algunas de las discusiones grupales se rebelaron ciertos códigos invisibles, gestos, miradas, pequeñas acciones, como mecanismos efectivos de resistir sin ser violentados, en el sentido de ser agredidos o atentar contra sus vidas por parte de los victimarios. Es decir, ante las diversas formas de violencia que imponen los victimarios, se sobrevive a través de una representación social de paz y de conflicto como acomodación a la coyuntura de los hechos.

En segundo lugar, a través de una especie de complicidad mentirosa, entendida como el conjunto de actitudes y comportamientos de hacer lo que corresponda según los criterios de imposición violenta que defina el grupo que detente el poder local. Es decir, se trata de una colaboración efímera y falaz, cuyo único fin es la sobrevivencia. Se activan maneras sutiles pero efectivas para confundir al invasor y verdugo, porque desde las costuras raídas de la dignidad, se preservan ciertos valores de lealtad y respeto por sus creencias ancestrales, las tradiciones y los arraigos culturales, fundamentados en una ética de la permanencia y la subsistencia. Los jóvenes aman su territorio, detestan y rechazan la violencia, desconfían de la paz, pero guardan la esperanza remota de que todo cambie, siempre y cuando el Estado ofrezca otras oportunidades. Mientras tanto, se sobrevive, a través de la malicia indígena, como bien lo afirman los jóvenes.

La tercera vía constituye un escenario riesgoso: ya no se trata de sobrevivencia ni de ardides de complacencias falaces, sino de inmersión y captura en el marco de las dinámicas y las lógicas de violencia que imponen los actores armados ilegales. Hacer parte de uno de los ejércitos o sembrar cultivos ilícitos simplemente es una opción de trabajo. Para qué sembrar plátano o legumbres si una hectárea de coca resuelve con creces los agobios económicos, si "lo que gana mi profe en dos meses se lo gana mi vecino en una semana" (PM02), ¿qué motivación puede suscitar asistir a la escuela para estos muchachos?

Sin embargo, a pesar de estar inmersos en el conflicto armado, los participantes no manifestaron expresiones que incitaran al odio ni mayor interés en defender la preservación de la violencia; por el contrario, sus voces conservan una luz de esperanza, encaminadas a la búsqueda de oportunidades. Los jóvenes están convencidos de la perversidad de la guerra y las afectaciones a la población civil, siendo vehementes en afirmar que no es necesaria bajo ninguna circunstancia. Así mismo, reclaman la necesidad de cumplimiento de los Acuerdos de paz por parte del Gobierno colombiano, por considerarse como el responsable de garantizar la calidad de vida de los ciudadanos, y reconocen que este ha sido débil e incoherente en este sentido, lo que ha permitido sostener la desigualdad, la pobreza, la violencia y el descontento en la población. Esta convicción y esta luz de esperanza, pueden constituirse en los dos pilares para la reflexión y el ejercicio pedagógico.

¿Cómo modificar esta percepción de paz imposible por paz si-posible? Esa es la cuestión del fundamento y del papel de la educación. Sobre esa delgada hebra de esperanza y de fe se abre una veta para que el Estado, la escuela, los líderes sociales y los maestros edifiquen el si-posible de la paz. Frente a la visión de paz negativa, o la asociación del conflicto con la violencia directa, se requiere establecer los cimientos de una pedagogía para la paz, que permitan otras lecturas al conflicto armado. Resignificar la paz y el conflicto en territorios como el Catatumbo requiere de una alta dosis de imaginación, de malicia indígena, en el buen sentido de la expresión, paciencia, creatividad y perseverancia. Aspectos que no exigen la importación de teorías y gurús extranjeros, sino dimensiones que pueden emerger sobre nuevas representaciones sociales de la paz y del conflicto, a partir del saber cotidiano que se construye en el mínimo gesto.

Aunque la paz parece esquiva y lejana, sigue siendo el hilo conductor de una recomposición social, de la edificación de una vida cotidiana en la que se pueda vivir sin la coerción de los violentos. El conflicto armado, en tanto, no es visto como una representación a perpetuidad, o como un determinismo social, sino, más bien, como una experiencia coyuntural, que aunque traumática, se puede enfrentar con las armas de la inteligencia cotidiana: la imaginación como estrategia de sobrevivencia.

Origen de subvenciones y apoyos recibidos para la elaboración del artículo o la investigación relacionada: Este proyecto se originó en el marco del macroproyecto "El dilema de la guerra y la paz: representaciones de niños, niñas y jóvenes sobre la guerra y la paz en Norte de Santander" (Fondo de investigaciones - FINU-UFPS, 2018-2020)


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