ISSN Electronico 1794—8886
Volumen 34, enero—abril de 2018
DOI: http://dx.doi.org/10.14482/memor.34.10560


La configuración de un territorio cañero—azucarero en la primera mitad del siglo XX: la cuenca baja del río Papaloapan, estado de Veracruz, México

Virginie Thiébaut

Instituto de Investigaciones Histórico—Sociales Universidad Veracruzana. Doctora en Geografía, Maestra en Historia, Licenciada en Historia. Línea de investigación: Procesos en los paisajes rurales. Correo electrónico: virginiathiebaut@yahoo.fr


El cultivo de caña de azúcar, aunque de manera diversa en tiempos y espacios, ha estado presente en la historia mexicana desde épocas remotas. Se sabe que el primer trapiche del continente americano fue fundado por Hernán Cortés en la región de Los Tuxtlas, cerca del Golfo de México, en el año 1524 y desde los inicios de la época colonial, se cultivó la caña y se produjeron azúcar y derivados (panela, miel, aguardiente) en varias regiones de la Nueva España. No obstante, el cultivo no prosperó enseguida: Cortés dejó el trapiche en arrendamiento y buscó otras regiones que presentaran mejores condiciones para la actividad cañera; se estableció en los valles tropicales situados al sur de la ciudad de México — que corresponden actualmente al estado de Morelos—, que se transformaron en la principal región de producción de azúcar, panela y aguardiente.

En el mismo siglo XVI, se instalaron otros trapiches en valles tropicales y subtropicales de las vertientes del Golfo de México y del Pacífico, y el cultivo cañero se expandió progresivamente en los siglos posteriores (Crespo, 1988: 39—49). Después de la Revolución mexicana, se dio una reconfiguración de la actividad cañera—azucarera: el estado de Morelos, que era todavía el principal productor de azúcar y derivados a finales del siglo XIX e inicios del XX, seguido por los estados de Sinaloa y Puebla, quedó muy afectado por el conflicto al ser destruidos todos sus ingenios. El estado de Veracruz, en cambio, desarrolló en ese momento la actividad, a tal punto de convertirse en el principal estado productor a partir de 1910 (Crespo, 1988: 110). Así se fundaron nuevos ingenios y el cultivo se expandió principalmente en la región montañosa cerca de las localidades de Xalapa, Naolinco y Coatepec; en la región centro de Orizaba y Córdoba; y en la cuenca baja del río Papaloapan en el sur del estado, junto al Golfo de México. La actividad cañera—azucarera no constituía una novedad en esta última región: a mediados del siglo XIX, ya existía en las riberas del río Papaloapan una multitud de pequeños trapiches, estructuras modestas y temporales conformadas por cilindros de madera movidos por tracción animal, que procesaban poca cantidad de gramínea.

Pero la actividad se reforzó cuando, en la segunda mitad del siglo XIX, aparecieron máquinas movidas por vapor como fuente de energía. Algunos de los trapiches existentes adoptaron ese tipo de energía y modernizaron sus máquinas, mientras en paralelo aparecieron fábricas nuevas. Fue el caso por ejemplo de los ingenios San Miguel, San Antonio, Candelaria y Santa Fe en Tlacotalpan, y de San Gabriel en Cosamaloapan (véase Mapa 1. La cuenca del río Papaloapan). Todos formaban parte de haciendas ganaderas—azucareras importantes, propiedad de sociedades familiares que invirtieron en la nueva maquinaria con capital propio.

Una segunda fase de modernización se produjo con la adopción de la energía eléctrica en los últimos años del siglo XIX e inicios del XX, la cual permitió aumentar, aún más que con el vapor, la capacidad de molienda de las fábricas. Se modernizó así el pequeño trapiche San Francisco en El Naranjal (futura localidad de Lerdo de Tejada), el ingenio San Gabriel de Cosamaloapan, y aparecieron nuevas agroindustrias como San Cristóbal, vecino del anterior, y Paraíso Novillero situado a 20 kilómetros al suroeste de Cosamaloapan (véase Mapa 1. La cuenca baja del río Papaloapan).

Estas imponentes fábricas diferían mucho de los molinos artesanales que les antecedieron, pero con los cuales siguieron conviviendo hasta la ley de abastecimiento de 1943, e incluso después1. Las nuevas fábricas eran Sociedades Anónimas que funcionaban con capital extranjero o mixto; contaban con maquinaria moderna procedente de Estados Unidos (de marca Füller en el caso de San Francisco; Whitney Iron Works Co. y Krajewski Pesant & Co. en el caso de San Cristóbal) (Southworth, 2005); estaban divididas en grandes áreas de trabajo (áreas de molienda, de cocción, de purga y de secado), y contrataban a trabajadores especializados en tareas específicas. Los campos también fueron organizados por secciones, de manera que permitiera optimizar el corte y los rendimientos. Casi todos los ingenios conocieron, en las décadas siguientes, diferentes fases de modernización que permitieron aumentar su capacidad de molienda a lo largo del tiempo.

Además de su impacto visual, la aparición y la consolidación de estas grandes unidades agroindustriales provocaron transformaciones significativas en la configuración territorial de la región. Si bien, en la cuenca baja del río Papaloapao había campos de cultivos comerciales (cacao, café, algodón) y de subsistencia (maíz) en la época colonial, nunca tuvieron la misma importancia que la ganadería bovina extensiva, la extracción de maderas preciosas y la pesca, actividades predominantes durante siglos. Las actividades agrícolas, que se desarrollaron sobre todo a partir del siglo XI provocaron un cambio importante en los usos de suelo, mediante los desmontes. En las primeras décadas del siglo XX, las mejoras tecnológicas en los ingenios provocaron otro giro: la expansión de los cañaverales y la imposición de un paisaje predominantemente cañero en casi toda la cuenca.

En la cercanía de Cosamaloapan, el cultivo del algodón, que había tenido mucha importancia en el siglo XIX (César, 1959: 87—94), conoció un declive paulatino por las plagas y el surgimiento de otras regiones productivas en el país; las fábricas despepitadoras de Cosamaloapan, Chacaltianguis y Tlacotalpan cerraron en la primera mitad del siglo XX, y el cultivo se abandonó, después de una temporada de coexistencia con la caña. Lo mismo ocurrió con el tabaco que se sembraba en pequeñas superficies.

El cultivo del plátano tuvo más importancia ya que fue impulsado en la cuenca baja del Papaloapan —específicamente en la parte situada al sur de Cosamaloapan— por las compañías bananeras estadounidenses en las primeras décadas del siglo XX. Conoció su máximo esplendor económico al final de la década de los 30, pero a partir de 1940, las industrias transnacionales enfrentaron múltiples dificultades que provocaron su declive: la aplicación de la Reforma Agraria, el aumento de las solicitudes de las tierras, y la difusión de las plagas debidas al monocultivo. No obstante, los platanares no desaparecieron del todo de la cuenca, sino que persistieron al lado de los cañaverales, en la parte meridional cercana al límite con el estado de Oaxaca, en especial en el municipio fronterizo de Otatit—lán. Cuando la caña se expandió, como consecuencia de las mejoras tecnológicas, lo hizo aprovechando los espacios dejados por estos otros cultivos en campos que ya habían sido abiertos a la siembra, lo que concurrió a su rápida expansión.

Fue solo en la parte más septentrional de la cuenca, cercana al Golfo de México y a la localidad de Lerdo de Tejada, que el crecimiento de los cañaverales se hizo mediante desmontes, ya que hasta las décadas 1930 y 1940, se trataba de una región poco poblada y con abundancia de selva. El fenómeno de desmonte fue adquiriendo importancia con la creación de ejidos, la llegada de población nueva, y la repartición de la tierra a los nuevos ejidatarios, que sembraron caña para surtir al ingenio San Francisco. En este caso, el cultivo de la caña se combinó con la ganadería bovina y con cultivos para el autoconsumo.

En efecto, en todos los municipios ribereños, al lado de los cultivos comerciales, los campesinos dedicaban fracciones de sus tierras a los cultivos de subsistencia como el maíz, el arroz, el frijol y la malanga, sin embargo, estos desaparecieron en las áreas de abastecimiento de los ingenios, a partir del decreto de 1943 (véase nota 1), o fueron disminuyendo debido a la competencia cada vez más fuerte de los cultivos comerciales, en especial el de caña de azúcar, cultivo poco exigente en labores, resistente a las condiciones climáticas adversas (inundaciones, vientos del norte), de buena rentabilidad y con venta asegurada a los ingenios. Aunque esa diversidad de actividad perduró, la gramínea ganó terreno en toda la cuenca baja, desde el Golfo de México hasta las primeras vertientes de la Sierra de Oaxa—ca, y marcó de manera duradera los paisajes.

Además del impacto que tuvo en los paisajes, la expansión de los cañaverales tuvo también una repercusión en el sistema de transporte, con la utilización de los caminos, de las vías de ferrocarril y de la vía fluvial, a veces de manera complementaria, para el flete de la caña de azúcar. Si bien para el comercio y la exportación del plátano ya se había utilizado el transporte fluvial, combinado con el férreo, los ingenios San Cristóbal, San Gabriel y Paraíso Novillero, que se hallaban cerca de la orilla del río, incrementaron el transporte por chalanes: embarcaciones que cargaban toneladas de materia prima y enlazaban los campos de cultivo con las fábricas.

Las carretas de bueyes, los camiones y las locomotoras jalando vagones realizaban viajes independientes en los otros ingenios, y en el caso de los chalanes, estos efectuaban recorridos complementarios entre los campos y el río, y posteriormente entre el río y los ingenios. Se utilizaron también vías ferrocarrileras portátiles llamadas Decauville, que unían temporalmente los cañaverales con la vía férrea fija, según las necesidades. Cuando las carretas y los vagones llegaban al batey de los ingenios, las grandes grúas cañeras entraban en acción para descargar la materia prima y empezar con el proceso de molienda.

Así, el transporte ferrocarrilero en la región se desarrolló a la par con la modernización de los ingenios debido a que permitió aumentar de manera notable las cantidades de caña transportada, al mismo tiempo que facilitó y aceleró el flete de los productos procesados hacia otras regiones y grandes ciudades de la República.

Otro aspecto notable provocado por la consolidación de las agroindustrias azucareras en la primera mitad del siglo XX fue la fuerte demanda en mano de obra y el consecuente crecimiento de la población, con la expansión de la urbanización alrededor de los ingenios, hasta crear nuevos centros de población y hasta municipios independientes, tal es el caso de Lerdo de Tejada: El Naranjal era una ranchería dependiente de la localidad de Saltabarranca, que, con el desarrollo del ingenio San Francisco en las primeras décadas del siglo XX, adquirió más importancia convirtiéndose en "villa" independiente en 1923, al mismo tiempo que adoptó el nombre de Lerdo de Tejada. En los años 50, el paso de la carretera que unía el puerto de Veracruz con Los Tuxtlas le otorgó todavía más relevancia. Algo semejante ocurrió con la localidad de Carlos A. Carrillo, aunque se independizó mucho más tardíamente (véase Mapa 1). Esta localidad, situada a siete kilómetros de la localidad de Cosamaloapan, tiene como origen una pequeña ranchería ganadera, donde se embarcaba el ganado con rumbo a Cuba. Se desarrolló alrededor del ingenio San Cristóbal, en las primeras décadas del siglo, hasta tomar proporciones muy importantes y constituir una ciudad—gemela, equivalente obrera de la agrícola y colonial localidad de Cosamaloapan. Finalmente, cuando contaba con aproximadamente 17 000 habitantes, en 1996, se constituyó como municipio independiente2. Por otra parte, la localidad de Tres Valles se separó igualmente del municipio de Cosamaloapan en 1988, por las mismas razones: se había desarrollado y extendido desde 1978 por la instalación de un nuevo ingenio, y contaba con más de 15000 habitantes3.

Las fotografías incluidas al final del documento fueron tomadas en la cuenca del río Papaloapan en las primeras décadas del siglo XX; con estas, se registraron los procesos mencionados, relacionados con el dinamismo de la actividad cañera—azucarera y los cambios territoriales que implicó. Aunque estén más frecuentemente enfocadas a la agroindustria, las fotografías enseñan también la importancia del cultivo, las técnicas de transporte y de descarga, y la maquinaria existente en los ingenios. El material constituye un elemento valioso para el investigador interesado en los procesos territoriales; su consulta, compilación y análisis le son imprescindibles para entender cómo se asentó el paisaje cañero en la cuenca baja del río Papaloapan durante la primera mitad del siglo XX.


Notas

1 El Decreto de 1943 obligaba a los campesinos cuyas tierras circundaran los ingenios a cultivar exclusivamente caña para surtirlos, eliminando así los otros cultivos y actividades; los pequeños trapiches ubicados en el área de abastecimiento se quedaron sin materia prima (Bartra, 1993: 143). Se mantuvieron, sin embargo, trapiches fabricando panela y aguardiente fuera de estas áreas de abastecimiento.
2 En el censo del año 2000, Carlos A. Carrillo contaba con 17 608 habitantes y Cosamaloapan con 28 496 (INEGI, Localidades Geoestadísticas, Archivo Histórico).
3 En el censo del año 1990, Tres Valles contaba con 15 635 habitantes (INEGI, Localidades Geoestadísticas, Archivo Histórico).


Bibliografía

Bartra, A. (coord.). (1993). De haciendas, cañeros y paraestatales. Cien años de historia de la agroindustria cañera—azucarera en México: 1880—1980. UNAM, Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán.

Biart, L. (1962). La Tierra Caliente. Escenas de la vida mexicana, 1849—1862. México: Ed. Jus.

Caso, L. (1987), Origen y evolución de los ingenios azucareros y zonas de abastecimiento. México: FIOSCER.

César, J. N. (1959). Tlacotalpan: noticias estadísticas sobre aquella municipalidad del distrito de Veracruz, [1859]. México: Editorial Citlaltélpetl.

Crespo, H. (Dir.) (1988), Historia del azúcar en México. México: Fondo de Cultura Económica/ Azúcar S.A., 2 vol.

Crespo, H. y Vega Villanueva, E. (1988), Estadísticas históricas del azúcar en México. México: Azúcar.

De La Peña, M. T. (1946). Veracruz económico. México.

INEGI. Localidades Geoestadísticas, Archivo Histórico, años 1990 y 2000. http://www.inegi.org.mx/geo/contenidos/geoestadistica/consulta localidades.aspx.

Martínez, J. (1986). San Cristóbal: un ingenio y sus trabajadores 1896—1934. Centro de Investigaciones Históricas, Universidad Veracruzana.

Montero García, L. A. (2007). La modernización tecnológica de la industria azucarera en el Papaloapan veracruzano durante el siglo XIX. En H. Iparraguirre, y M. I. Campos (coord.), La modernización en México siglos XVIII, XIX y XX. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Escuela Nacional de Antropología e Historia.

Santamaría, H. (2011), Las plantaciones bananeras y la transformación del espacio geográfico en la cuenca del Bajo Papaloapan. En L. A. Montero, I. Osorio y J. Velasco Toro (coord.). Mariposas en el agua. Historia y simbolismo en el Papaloapan, Universidad Veracruzana: pp. 81—106.

Southworth, J. R. (2005). Veracruz ilustrado, México, Editora de Gobierno, Gobierno del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave, Xalapa. [Primera Edición: 1900].

Thiébaut, V. (2016). Paisajes cañeros de Veracruz en las décadas de 1930 y 1940. El desmantelamiento del complejo agroindustrial azucarero San Francisco, Lerdo de Tejada. Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad 148 bis, otoño, vol. XXXVII, pp. 169203. El Colegio de Michoacán, Zamora.

Villaseñor y Sánchez, J. A. de (1952). Theatro americano: descripción general de los reynos, y provincias de la Nueva—España, y sus jurisdicciones: dedícala al rey nuestro señor el d. Fernando VI, monar—cha de las Españas. Edición facsimilar, introducción del Lic. Francisco González de Cossío; México: Editora Nacional.

CUARTO DE SAN ALEJO


Memorias
Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe Colombiano
http://memorias.uninorte.edu.co/index.php/memorias
memorias@uninorte.edu.co

Universidad del Norte
Barranquilla (Colombia)
2015
©