ISSN 1794—8886 |
ARTÍCULO DE INVESTIGACIÓN / RESEARCH ARTICLE
El papel del cuidado en la sanación del dolor. Experiencia desde víctimas
sobrevivientes de violencia sexual en el contexto colombiano
The role of care in the healing of pain. Experience from
surviving victims of sexual violence in the Colombian context
O papel do cuidado na cura da dor. Experiência de sobreviventes
de vítimas de violência sexual no contexto colombiano
Alba Lucía Cruz Castillo*
Alejandra Calderón**Sonia Flórez***
Laura Córdoba****
*Docente investigadora Programa de Trabajo Social, Especialista de política social, Magister en estudios de familia y desarrollo, Doctoranda en Educación y Sociedad. Líder principal del Semillero de investigación PAZS.O.S, sobre narrativas de memoria y paz. Miembro del grupo de investigación en Trabajo social, equidad y justicia social.
**>Estudiante Trabajo Social, participante del Semillero de investigación PAZS.O.S, sobre narrativas de memoria y paz
***Estudiante Trabajo Social, participante del Semillero de investigación PAZS.O.S, sobre narrativas de memoria y paz
****Estudiante Trabajo Social, participante del Semillero de investigación PAZS.O.S, sobre narrativas de memoria y paz
Fecha de recepción: 27 de julio de 2018
Fecha de aceptación: 3 de septiembre de 2018
Citar como:
Cruz, A., Calderón, A., Flórez, S. & Córdoba, L. (2018). El papel del cuidado en la sanación del dolor. Experiencia desde víctimas sobrevivientes de violencia sexual en el contexto colombiano. Memorias: Revista Digital de Arqueología e Historia desde el Caribe (septiembre —diciembre), 128—145.
Resumen
Este artículo se propuso un objetivo: visibilizar la forma como el cuidado se activa para ofrecer acompañamiento al dolor desde las experiencias de la Asociación de Mujeres Afro por la Paz, quienes desarrollan estrategias de agenciamiento político que contribuyen a dar sentido a sus vivencias colectivas y a asegurar el valor de su memoria y la construcción de paz conforme a sus prácticas ancestrales como víctimas—sobrevivientes. De esta manera se reconoce la importancia de una plataforma política mientras se transmiten elementos claves para el cuidado, como son: solidaridad, confianza y empatía, con la finalidad de movilizar nuevas ciudadanías en favor de la defensa de la vida y los derechos humanos.
El artículo es el resultado de un proceso de investigación con enfoque narrativo como método, y que comprende experiencias humanas en claves simbólicas cuya narración crea un marco de referencia donde se valora reflexivamente la práctica terapéutica del cuidado para reparar y acompañar el dolor vivido por las mujeres durante la guerra.
Palabras clave: ciudadanía, cuidado, víctimas—sobrevivientes.
Abstract
The objective of the article is to make visible the way care is activated around the accompaniment of pain from the experiences of the Association of Afro Women for Peace, which supports strategies of political agency, which provide a sense of their collective experiences and thus recognize the importance of a political platform that ensures the value of its memory and the construction of peace subject to its ancestral practices as victims—survivors which transmit key elements for the care of solidarity, trust and empathy with the purpose of mobilize new citizenships committed to the defense of life and human rights.
This article is the result of a research process of which I approach the narrative approach as a method which consists of human lessons to give meaning and meaning to the behaviors of the subjects through the story that involves symbolic keys in which the narrative is a frame of reference and seeks to reflectively contribute to assess care as to accompany the pain of the women lived in the war.
Keywords: citizenship, care, surviving victims.
Resumo
O objetivo do artigo é tornar visível a forma como o cuidado é acionado em torno do acompanhamento da dor a partir das experiências da Associação de Mulheres Afro—Americanas pela Paz, que apóia estratégias de atuação política, que proporcionam um senso de suas experiências coletivas. e assim reconhecer a import�ncia de uma plataforma política que assegure o valor de sua memória e a construção da paz sujeita �s suas práticas ancestrais como vítimassobreviventes que transmitem elementos—chave para o cuidado da solidariedade, confiança e empatia com o propósito de mobilizar novas cidadanias comprometidas com a defesa da vida e dos direitos humanos. Este artigo é o resultado de um processo de pesquisa que abordou a abordagem narrativa como um método que consiste em aulas humanos para dar sentido e significado aos comportamentos de indivíduos através da história envolvendo chaves simbólicas em que a narrativa é um quadro de referência e procura contribuir reflexivamente para avaliar o cuidado de acompanhar a dor das mulheres vividas na guerra.
Palavras chave: cidadania, cuidado, vítimas sobreviventes.
Cuidar es vivir1
Un hombre dejó de pensar que existía.
Entonces se convirtió en árbol, o culebra, o girasol.
Esto aseguraba alguien de apellido Descartes.
Durante varios siglos los seres humanos nos hemos definido como seres racionales, a pesar de que en innumerables ocasiones esa racionalidad nos haya llevado a cometer actos irracionalmente emocionales. El mundo de las emociones, la pulsión de ir hacia el Otro, la necesidad de ser tocados con la palabra, con las manos o con todo el cuerpo, se hundió en el fondo del ser humano, dejando que la razón fuera simplemente la máscara para esconder aquello de lo que no se hablaba.
Y he aquí que, buscando las racionalidades, se nos han olvidado varias cosas importantes: que somos tierra, somos espíritu, somos sueños, que hacemos parte de la comunidad y complejidad de la vida. No ha sido claro para esta especie soberbia que la vida es todo, pero también que puede ser nada si la irrespetamos. Que el amor puede ser todo o nada si nos descuidamos. Que la Tierra, esa matriz pródiga, clama porque la miremos de otra manera.
Las anteriores palabras son la introducción para reflexionar sobre la propuesta de Leonardo Boff y su obra El cuidado esencial, donde propone recuperar algo que es consustancial al ser humano: el cuidado del Otro, que no puede entenderse como un hecho metafísico, sino de la más profunda humanidad cotidiana.
El autor nos propone dos modos de ser hombres y mujeres: el modo de ser trabajo y el modo de ser cuidado. El primero, que ha sido priorizado, es aquel que interactúa y transforma la naturaleza, separándose de ella para ejercer dominio absoluto, domándola como a una bestia rebelde y problemática. Es aquel que quiere convertir cualquier actividad en una promesa de enriquecimiento. Recuerden: el tiempo es oro.
El modo de ser cuidado es el que hay que recuperar en estos momentos tan difíciles que atravesamos, en esta crisis civilizatoria donde todos los sueños se nos cayeron como un castillo de naipes. El cuidado del planeta, el cuidado del nicho, es decir: del entorno inmediato, el cuidado del nosotros, que se refiere a cómo cuidamos a los cercanos, a los diferentes, a los desvalidos.
�Qué hubiera sido de nosotros como especie si no nos hubiéramos cuidado los unos a los otros? �Si no hubiéramos encontrado quien escuche nuestras historias, nos ofrezca alimentos y cuidados varios cuando nos enfermamos?
�Qué hubiera sido si no tuviéramos esa condición de seres sociales, que buscan al Otro y siempre están entre lo que desean y lo que la sociedad les ofrece? �Si no tuviéramos la posibilidad de la solidaridad y el amor?
Ahora bien, algo es a lo largo de muchos siglos en este mundo occidental, las mujeres han sido las cuidadoras del planeta y de sus hijos e hijas humanas, y de los allegados, y los allegados de los allegados, en una cadena que las liga a un supuesto deber moral que se les inculcó desde que las amantaron. Las mujeres se han olvidado de sí mismas para cuidar a los otros, han sido madres, padres, reproductoras y responsables de que la vida humana florezca y muchas veces nada más que eso; reproductoras de la vida.
Pero como las cosas han cambiado, en este momento se trata de que el cuidado no sea exclusivo de las mujeres, sino que sea un asunto de todos: que haya hombres cuidando mujeres, niños cuidándose entre ellos, y reciprocidad en el cuidado a los ancianos, a los enfermos..., todo en medio de un sentido ético en relación con el mejoramiento de la calidad de vida.
Como quien dice, conjugando el verbo cuidar de manera más incluyente:
Yo cuidaré
Tú cuidarás
él cuidará
Nosotras cuidaremos
Vosotros cuidareis
Ellos cuidarán Todo será mejor.
La escucha
Los seres humanos somos contadores de historias. Es como si las experiencias comenzaran a existir realmente cuando tenemos a quien contárselas. Cuando los fantasmas, los dolores o las tristezas salen de nuestro cuerpo y llegan al Otro, esperamos diferentes tipos de respuestas. Buscamos solidaridad, acompañamiento, maneras de deshacernos de esas fuerzas internas que en muchos casos no nos dejan pensar, no nos dejan vivir, y casi que no nos dejan respirar.
Escuchar y ser escuchadas es la dinámica que un equipo de estudiantes y profesores del programa de Trabajo Social de la Universidad de La Salle ha realizado con el grupo de mujeres Afromupaz. Guerreras de la vida, sobrevivientes de una violencia bien "macha" que se tomó sus territorios, estas mujeres parten de dos metáforas importantes. El agua que fluye del río y la siembra de la tierra, que recrea la vida.
El agua del río, que a su paso lava el dolor; la tierra, que se lleva dentro y que sigue existiendo, aunque se cambie de territorio. Su propuesta La huerta del perejil, nos permite ver primero que todo la necesidad de darle otro sentido a un nuevo territorio citadino, diferente al de la selva y el río, pero que logró ser resignificado. En su casa ubicada en Usme, podría decirse que el calor y la energía chocoana se apoderaron de ella. Quiere decir lo anterior que al igual que las mujeres negras que al escaparse de las plantaciones llevando en su cabello tres granitos de maíz que les garantizaban la sobrevivencia, estas mujeres trasladaron el aroma y su territorio a un espacio cerrado, pero que crece hacia arriba.
Como en la vida todo fluye, tenemos muchas expectativas sobre lo que va a salir de este proceso. �Qué aprenderemos nosotras de ellas, de su fuerza, de su voluntad, de su manera de encontrar nuevas formas de vivir la vida, de manejar el dolor? �Qué aprenderán ellas de nosotras? �Cómo nos cuidaremos juntas? �Cómo convertiremos el cuidado con nuevas esperanzas de vida?
Ciudadanos y ciudadanas, llegó la hora de darle paso a otro tipo de sociedad, a otro tipo de expectativas de vida (Suaza, 2018).
Unidas, juntas y fuertes: eso somos Afromupaz
La Asociación de Mujeres Afro por la Paz (Afromupaz) es una organización que se constituye legalmente en el año 2000 y lidera procesos de sanación ancestral afrocolombiana de las heridas ocasionadas por el conflicto armado, junto con acciones orientadas a la defensa de los derechos de la población víctima del desplazamiento forzado y la violencia sexual en el marco de este, especialmente mujeres. Para Afromupaz, la reconstrucción del tejido social comunitario afectado por el conflicto armado ha sido un eje central en su labor desde los saberes étnicos ancestrales, el fortalecimiento de encuentros grupales, formación política, sensibilización frente a la violencia contra la mujer y el apoyo mutuo en la reconstrucción de proyectos de vida a través de lo que ellas llaman ejercicios colectivos de acompañamiento al dolor.
Con los ejercicios colectivos de sanación que lidera la Asociación en el 2013, con el apoyo de la delegada de los Derechos de las Mujeres y los Asuntos de Género de la Defensoría del Pueblo, comienza un proceso de reparación comunitaria de los daños ocasionados por el conflicto armado especialmente la violencia sexual. Por esto último, el espacio Verdades ancestrales: la huerta al perejil se constituye en una estrategia de acompañamiento psicosocial orientada hacia la denuncia y sanación colectiva de las heridas ocasionadas por el conflicto armado. En este espacio las mujeres tienen la oportunidad de escuchar, comprender, acompañar la situación de otras mujeres y, asimismo, generar lazos de confianza y empatía entre ellas. La huerta al perejil se desarrolla en trece pasos entre poesías, expresiones corporales y alabaos (cantos bailados), los cuales hacen parte de rituales de la africanía que Afromupaz retoma como tradición ancestral que aporta tanto a la construcción de memoria histórica y memoria colectiva (Ureña Alvarez, 2004) como al proceso de recreación comunitaria, cuya finalidad es reparar los daños que ocasionó el conflicto armado: "Una vez entonamos los alabaos, para representar el duelo por nuestros dolores individuales y colectivos; (...) ahora estamos listas para pasar hacia el nuevo proyecto de vida" (Afromupaz, 2014, pág. 21). Las y los integrantes de la Asociación en su mayoría provienen del departamento del Chocó.
Cabe resaltar que el papel de la representante legal de la asociación, María Eugenia Urrutia, ha sido esencial, ya que luego de su sanación personal mediante prácticas tradicionales de las comunidades negras y alabaos (cánticos ancestrales) crea La huerta, estrategia que trasciende al nivel colectivo, y se convierte en una oportunidad para que las mujeres reconstruyan sus proyectos de vida y generen formas afrontar el dolor a partir de la escucha, así como del apoyo entre pares:
Sanar significa para nosotras poder sentirnos bien con nosotras mismas y con quienes nos rodean, poder expresarnos, abandonar el resentimiento, recuperar la autoestima, la confianza en nosotras mismas y el respeto por los demás. Es por ello que Verdades ancestrales: la huerta al perejil es un espacio dedicado a nosotras mismas y a nuestra espiritualidad, donde podemos experimentar la solidaridad, reflexionar, aprender, escuchar y compartir con otras mujeres (Asociación de Mujeres Afro Por la Paz , 2014, pág. 10)
Otra de las iniciativas de Afromupaz es el espacio Aguamanil donde se tramita la resignificación del cuerpo debido a que por este pasan diversas sensaciones y emociones que retornan en el tiempo, de tal manera que para la sanación mediante saberes ancestrales propios de sus comunidades se tiene en cuenta la relación íntima que existe entre el cuerpo y el territorio, por ser este el espacio en donde se desarrolla el ser. Simultáneamente, en el ámbito productivo se encuentra el proyecto Expomingueras, que aprovechando los saberes y talentos de cada una de las mujeres integrantes de la organización permite realizar la comercialización de textiles, productos representativos de la región del Pacífico y ollas comunitarias, en la parte gastronómica. En el ámbito político, Afromupaz desarrolla el Congreso por la Paz: en Cuerpo y Cara de Mujer, teniendo entre sus propósitos "visibilizar y mostrar los diferentes escenarios de paz que han venido desarrollando las mujeres" (Afromupaz Colombia, 2017) desde prácticas étnicas ancestrales y expresiones artísticas incluidas en la apuesta política de la organización para la reconstrucción del tejido social.
En consecuencia, los ejercicios colectivos de acompañamiento al dolor y sanación ancestral reflejan la práctica del cuidar entre mujeres y su entorno, a partir de politizar el dolor, movilizar los vínculos y orientar acciones por la defensa de los derechos de las víctimas del conflicto armado. De esta manera, el siguiente apartado desarrolla los conceptos de cuidado y ética del cuidado, para luego relacionarlos con las estrategias de la Asociación.
Sobre el retorno de lo humano y del cuidado
Leonardo Boff (2002) plantea que la relación con Otro explica la "coexistencia", en la cual surge el amor como fenómeno que permite acoger al otro, acción que se manifiesta en el cuidado. Según Boff, el ser humano sin cuidado "deja de ser humano. Si no recibe cuidado, desde el nacimiento hasta la muerte, el ser humano se desestructura, se marchita, pierde el sentido y se muere. [...] Por eso el cuidado debe ser entendido en la línea de la esencia humana (p. 30).
El amor, al ampliarse, deriva de la socialización debido a que influye en la construcción de la subjetividad, es decir, el amor es la base para las relaciones sociales. Asimismo, el pathos (sentimiento), entendido como la capacidad de empatía, cuidado, dedicación y comunión con lo diferente, es la dinámica más básica del ser humano. Se trata de la lógica del corazón y del cuidado, un impulso primario que antecede a la razón (Boff,1999). Por lo tanto, la cooperación y la coexistencia es lo que ha garantizado la supervivencia y la continuidad de la vida.
Ahora bien, desde Gilligan (2013), la ética del cuidado orienta el actuar de los sujetos sociales y resalta la escucha, la atención y el estar presente en los encuentros sociales como elementos fundamentales para la integridad y el respeto en la comunicación con el/la Otro/a. Así pues, construye nuevas propuestas con las que se proyectan formas de resolver los conflictos sin acudir a la violencia; por lo tanto, no abarca la concepción conservadora dirigida a una población específica (las mujeres), sino las formas de reparar a la sociedad y al entorno en distintos contextos sociales, personales o políticos (Featherstone, B., 2010, como se citó en Cortés Pérez, 2011); por consiguiente, esto lleva a dimensionar el dolor o el sufrimiento no desde lo privado, sino desde lo público, y así logra visibilizar al cuidado como un ideal político (Tronto, como se citó en Cortés, 2011, p. 10). De acuerdo con lo anterior, la ética del cuidado de Caroll Gilligan resalta la importancia de una co—responsabilidad de carácter universal en la que el cuidado se re—aprehenda y se extienda hacia la humanidad como un rasgo del ser humano y no de género o estatus social, conforme ha sido de manera tradicional, es decir, que el cuidado va más allá de las relaciones sexo—género; de modo que no debe ser reconocido como una labor feminizada sino que se le considere una responsabilidad humanitaria (Comins, 2003, p. 89). Así pues, según Cortés Pérez (2011), la ética del cuidado ha hecho relevancia en la comprensión del contexto, las relaciones interpersonales, la interdependencia y el compromiso para con otras personas.
En una cultura de paz y como imperativo de la acción, la importancia del cuidado de la vida no solo se atribuye a las mujeres, sino también a los hombres y su particularidad en cuanto al contexto en el cual viven e interactúan de acuerdo a su cultura y pertenencia étnica. Así lo explica Magallón Portales (como se citó en Comins, 2003):
El análisis del comportamiento histórico de las mujeres nos lleva a considerar que la clave para una cultura de paz no es dar la vida, clave en todo caso para la perpetuación de la especie, sino cuidarla. Y el cuidado de la vida, en su aceptación más amplia, que va desde el nivel más cotidiano al más general, puede y debe ser responsabilidad de hombres y mujeres (p. 76).
En consecuencia, se entiende que la capacidad y necesidad de cuidado constituyen la esencia humana; por lo tanto, es la base sobre la cual se ha cimentado el mundo de lo social y de la acción política que contribuyen a la cultura de paz. Lo anterior se puede visibilizar en las experiencias de Afromupaz en torno al desarrollo de sus estrategias de acompañamiento al dolor en espacios de encuentros empáticos desde los cuales se posicionan como víctima—sobreviviente; para ello, primero se presentará
la noción de empatía en la ética del cuidado y en seguida su relación con la Asociación.
■ Baúl de ios buenos recuerdos: El rol de la empatia en el cuidar de Afromupaz
En el presente apartado se aborda el rol de la empatía como elemento fundamental en el ejercicio del cuidar, desde el análisis del contexto y del tejido social, que se descompone debido a las diferentes prácticas violentas, excluyentes e indiferentes (Bauman, 2005), por lo que resalta la importancia del reconocimiento del otro/a, su vida y sus derechos humanos. En cada paso de sanación se instalan La huerta y el Baúl de los buenos recuerdos, después se escucha en la voz de la palabrera un fragmento del cuento Esta huerta es tuya. Basándonos en el texto, conversamos sobre la forma como el dolor impacta nuestra vida familiar y personal hasta hacernos ver todo desde la rabia y el sufrimiento (...), pero también podemos reflexionar sobre nuestras capacidades, sobre los valiosos aportes que desde nuestro trabajo hemos hecho frente a los derechos de las víctimas y la construcción de una sociedad en paz, y asimismo sobre la importancia de dejar de culparnos, de abandonar estos sentimientos negativos, de valorar nuestras capacidades y construir desde las oportunidades.
Además de la empatía, en Afromupaz se desarrollan otras habilidades y valores tales como la paciencia, la perseverancia, la responsabilidad, el compromiso y la ternura: elementos que contribuyen a una cultura para la paz y, por ende, a una cultura del cuidar, según señala Betty Redaron, como lo citó Comins (2015). En consecuencia, se fomentan prácticas para alcanzar una paz fundamental sustentada en el "sostenimiento de la vida (...), la transformación pacífica de conflictos (...), y el compromiso cívico y social" (p. 42). Estas prácticas abarcan, no solo la atención a los demás, sino también al mismo cuidador debido a que, según Comins, este resignifica o se transforma en la medida que genera hábitos, experiencias y/o costumbres en el ejercicio del cuidar. La Asociación da cuenta de la cultura de paz y de cuidado a través de sus tradiciones orales ancestrales que conllevan un significado simbólico en sus espacios:
Nos organizamos entonces en círculo donde ayudamos a nuestras compañeras a recordar y reconocer lo valiosas que son para el grupo. Así, una a una vamos pasando al centro, para que las demás nos digan por qué somos importantes para ellas y para Afromupaz. El ejercicio se llama Sawabona, que quiere decir: "Yo te respeto, yo te valoro. Eres importante para mí"; se trata de un saludo africano al cual se responde con la palabra Shikabona, que significa: "Entonces, yo existo para ti" (Afromupaz, 2014, p. 24)
A continuación, se retoma la reflexión de Villa (2014) a partir de su texto Memoria, historias de vida y el papel de la escucha en la transformación subjetiva de víctima—sobreviviente del conflicto armado colombiano:
Quizás cuando este país y cuando la comunidad internacional tengan disposición para la escucha; cuando se abran los medios y la sociedad colombiana esté dispuesta a escuchar, a empatizar y a reconocer la injusticia y el sin sentido de lo vivido. Cuando se comprenda, como lo buscan los hombres y mujeres víctimas y sobrevivientes, cuando salen a marchar, cuando hacen un ritual o acto simbólico, cuando se quedan en silencio performativo en un lugar público, cuando el resto de esta sociedad logren comprender, quizás se puedan dar las condiciones suficientes y necesarias para hacer la paz en Colombia (p. 44)
A partir de la cita antes referida, es fundamental identificar el contexto colombiano donde los Acuerdos de Paz dieron luz y esperanza a la sociedad y, en especial, a las personas que fueron afectadas directamente por esta guerra de aproximadamente 60 años; es por eso que se considera importante recorrer la historia nacional y aprender de las razones y causas por las que las personas perjudicadas vivenciaron su realidad desde el miedo, el desamparo y el abandono. Emma Wills (2011) señala la importancia de construir relaciones entre conciudadanos y conciudadanas porque desde allí se genera un actuar por y con el otro y la otra para que las experiencias no solo compartidas, sino también sentidas, pertenezcan a una comunidad en la que se fomente empatía a partir del "surgimiento de una ciudadanía actuante que exprese su condición política en la acción persistente por la no repetición" (p. 159). El mayor desafío, según Wills (2011), es posicionar una historia distinta de la que se escucha y validar las voces de las y los otros/as que vivieron en medio del conflicto a partir de reconocer que la indiferencia, miedo, parálisis y pereza incrementaron la fuerza del victimario e igualmente permitieron circunstancias de horror. Ahora bien, sobre la oportunidad de fomentar la empatía para la construcción de verdaderas relaciones entre conciudadanos y conciudadanas, es importante propiciar procesos de reflexión cotidiana desde las voces de las víctimas sobrevivientes del conflicto armado, en su hacer, sentir y pensar en pro del bien común y la no repetición. Para ahondar en el papel de la empatía en la esfera social se retoman los planteamientos de Palomares (2017), quien hace referencia a la empatía como "mecanismo que contribuye a desactivar la violencia, reducir el egoísmo y los abusos colectivos desmedidos" (p. 93) a la vez que permite poner en acción la escucha activa, comprensión del otro/a, reconocimiento de la experiencia subjetiva de dolor y su transformación, así como el emprendimiento de prácticas de solidaridad, humanidad y apoyo mutuo en el ámbito colectivo, que serán esenciales para la recuperación del tejido social fracturado por la guerra.
■ Cuidadoras de la vida en el marco del conflicto armado coiombiano: Afromupaz
Por otro lado, se desarrolla una reflexión frente al conflicto armado en Colombia y el papel de las mujeres víctimas—sobrevivientes en la elaboración de experiencias compartidas para la acción política, la creación de estrategias de acompañamiento al dolor.
La Ruta Pacífica de las Mujeres (2013) remitió el informe La verdad de las mujeres víctimas del conflicto armado, en el cual la escucha activa es un elemento esencial de la empatía y el reconocimiento del otro/a en la esfera social, puesto que se convierte en aspecto fundamental para la construcción de memorias individuales, sociales y colectivas que confluyen en la oportunidad de aportar a la construcción de paz, memoria histórica y a la elaboración de sentidos del pasado y proyección del futuro. La Asociación de Mujeres Afro por la Paz expresa, a través de una de sus lidere—sas, su aporte a la transformación cultural:
Ser una gestora de paz: me gusta construir todos los días y levantarme a construir porque cuando yo me levanto todos los días, me vengo a Afromupaz a construir; yo sí estoy siendo gestora de paz. Y donde voy cuando yo hago un discurso o doy una entrevista estoy cambiando cultura, estoy construyendo porque para construir no se necesita tener un arma, la mejor arma que uno tiene para construir es ser coherente, tener argumentos y tener buena mente: esa es la mejor arma que uno tiene para construir y cuando uno construye uno desarma al victimario, porque ellos quieren vernos derrotadas pero eso jamás va a pasar (Cenobia, 2018).
Ahora bien, Afromupaz le apuesta a la compresión de la experiencia interpersonal y colectiva, por lo que posibilita la identificación afectiva y politización del dolor generando lazos de confianza y humanización como horizonte para trascender de la deshumanización que trajo consigo el conflicto armado y posicionar el respeto a la vida como imperativo ético para la construcción de paz en Colombia. Lo anterior se puede visibilizar en el testimonio de Justina (2018), integrante de la Asociación:
En La huerta al perejil lo que hacemos es cantar, es danzar, es contar qué sentimos. Primero que todo es sacar todo eso malo que nos sucedió, y después de sacar todo eso malo podemos embarcamos en la Canoa de los sueños y después ya empezamos a mirar todo diferente, pues llegamos a unos pasos que se llaman Sawabona y Shikabona, en donde nos resaltan todo lo importante que somos como personas y para nuestra comunidad y donde ya nosotros tenemos el autoestima alto y podemos decir: yo soy importante para mi grupo.
El sufrimiento generado en acontecimientos de la guerra se reconoce mediante el dolor expuesto públicamente, para situar la escucha y la contención en espacios de apoyo y memoria, que desarrollan procesos de resistencia y de cuidado con otro que escucha (Villa, 2014), de tal manera que la víctima genera una fuerza con la que confronta la indiferencia y la indolencia de la sociedad para posicionar su testimonio en una historia que anule otras versiones alteradas y reconozca la creación de "... un escenario de cohesión social, de solidaridad y de apoyo mutuo que la llevó a salir del anonimato, que la empoderó para retomar el escenario social" (p. 54). Es así como es posible dar cuenta de un cuidado que reconstruye sentidos de vida y que no solo se ubica en el plano subjetivo sino también en el político, en lo que muchos han llamado ciudadanías cuidadoras.
■ Ciudadanía cuidadora; reflexiones desde la praxis femenina
Considerando las reflexiones anteriores, se hace necesario pensar en el papel del cuidado, debatir sobre la naturaleza humana y señalar el potencial de la ética en este campo para tratar temas morales en los contextos actuales. Esto ha generado un cambio profundo en nuestras sociedades, haciendo que cada vez más los proyectos vitales se entrecrucen radicalmente con los de otros seres humanos.
Frente a los aportes de Caroll Gilligan antes explicados, se aporta como contraste una argumentación acerca del papel que, a diferencia de lo señalado por la autora, ha marcado en la historia la ciudadanía ejercida por hombres. A su vez, la ciudadanía ejercida por mujeres, en cuanto a distinción moral se refiere, pone en evidencia las formas y estilos de participación que les son propias tanto en la vida pública como en el ejercicio del poder, y en sus procesos de socialización política. Posteriormente a estos análisis (Camps, 2013) afirma que las características de la ética del cuidado son: "1) Se trata de una ética relacional, donde lo que importa más que el deber es la relación con las personas. 2) No se limita a concebir la ley, sino que le interesa su aplicación situacional. 3) Considera que la racionalidad debe mezclarse con la emotividad. 4) Se centra en la implicación y compromiso directo y casi personal con los otros. 5) Añade un enfoque particularizado al enfoque abstracto y general de la ética de la justicia" (p. 32).
La ética del cuidado rompe la dicotomía entre lo público y lo privado y eleva el asunto a la reflexión política, así la teoría política de Sevenhuijsen, como se citó en Comins (2015) siguiendo el trabajo de Joan Tronto y otras, visibiliza el concepto de ciudadanía cuidadora y argumenta que el cuidado debe reconciliarse con la justicia y las preocupaciones democráticas. Por ello propone el cuidado como un tema de ciudadanía con importantes implicaciones prácticas y políticas, en donde se reconoce la relevancia de las relaciones, las emociones y la empatía en el contexto de la formación moral y ética inherente a la ciudadanía.
Los debates desarrollados en los años ochenta acerca de la concepción de ciudanía expuesta por liberales y comunitarias llega a concluir que la "ciudadanía es un concepto que hace referencia a derechos, a una comunidad de pertenencia y a mecanismos de participación en dicha comunidad" (Sales, 2015, p. 12). A esta discusión se le suma la versión cívico—republicana, en donde el feminismo se vio implicado en su particular debate sobre la ciudadanía, retomando la centralidad de la discusión sobre las concepciones de diferencia e identidad; posteriormente, en los años noventa, emergen dos tendencias que recogen estas premisas feministas retomadas por (Sales, 2015, p. 56): la propuesta de una ciudadanía democrática radical, de Ch. Mouffe, y la ciudadanía multicapas, de N. Yuval—Davis. Para Mouffe, la ciudadanía es una identidad política, pero no una identidad cualquiera ni una superior a otras, sino una identidad que se articula a partir de otras formas de identificación social. Epistemológicamente, Mouffe parte de una concepción posestructuralista de la identidad, el individuo y la sociedad. No existen identidades esenciales, ni estáticas ni fijas. El sujeto o agente social, tanto individual como colectivo, se estructura a partir de identificaciones que adopta de diferentes campos o discursos. Identificaciones nunca fijas ni definitivas, sino precarias y frágiles. Dichas identificaciones se estructuran en torno a la diferenciación entre "nosotros" y "ellos". La ciudadanía, por tanto, será una forma de identidad política dentro de la comunidad política antagónica, que interpreta de forma particular los principios de la libertad y la igualdad.
La ciudadanía democrática—radical es comprendida como una identidad que acoge las distintas luchas de los movimientos para la expansión de la democracia, esto implicaría un terreno más allá de la esfera pública tradicional donde se replantearía la política del cuidar. Para el caso de ciudadanía multicapas propuesta por Yuval—Davis (2004—2011) desde el deconstructivismo y una perspectiva feminista, se acuña el concepto de multicapas como "un constructo de múltiples niveles o capas (multilayered), que se aplica a la pertenencia de la gente a una diversidad de colectividades (locales, étnicas, nacionales y transnacionales, (p. 45)", que adopta a su vez la perspectiva de la interseccionalidad. Con otras palabras, la autora propone comprender la ciudadanía estatal en la interrelación de esta con las demás estructuras que afectan la vida cotidiana de los sujetos; en tal sentido, se vincula a la relación entre los seres humanos y la comunidad "y ésta puede ser de muchos tipos, variando históricamente, y su valor e importancia dependerá de los grupos sociales y de los individuos que la conforme" (Sales, 2015. p 32), y por ello se habla de una ciudadanía de comunidades políticas sub, trans y supra estatales. La clave de este concepto de ciudadanía radica en el sentido de pertenencia a la comunidad; esta pertenencia a la vez construye mecanismos de exclusión o produce pluralidades, contradicciones y desigualdades, por lo que no existe un único tipo de ciudadanía.
En este debate Yuval—Davis propone que la pertenencia a la comunidad construye relaciones, muchas de las cuales se sostienen sobre el cuidado alrededor de redes de cooperación y solidaridad que en esencia construyen las mujeres en las comunidades, y son denominadas políticas de la pertenencia:
[Las llamadas políticas de pertenencia] no se refieren sólo a las políticas de reproducción de la comunidad, a sus límites y la hegemonía política de los poderes que la constituyen, sino también a los movimientos o protestas de contestación a los mismos que señalan las contradicciones y antagonismos de las diferentes comunidades de pertenencia. Hacen referencia a las luchas que institucionalizan o determinan temporalmente quién pertenece a un determinado grupo y qué supone pertenecer a dicho grupo o colectividad. Concebidas de esta manera, las políticas de pertenencia son dialógicas e incluyen las diferentes formas de contestación a determinadas formas de pertenencia o valores de determinadas comunidades (Sales, 2015. p. 40).
Dentro de ello el cuidado se constituye en un elemento que sostienen la capacidad de diálogo entre ciudadanos de una forma participativa, discusión principal de esta perspectiva.
En este sentido, la consideración, valoración e integración del cuidado como actividad, valor y relación política supone la necesaria rearticulación de la ciudadanía como identidad socio—política. El intento por elaborar crítica y propositivamente una ciudadanía inclusiva desde la perspectiva de género, parte primero por la deconstrucción del discurso de la naturalización femenina del cuidado, y por otro lado, resituar y valorar el cuidado como actividad y valor que garantice el bienestar necesario para alcanzar una ciudadanía plena (Sales, 2014, p. 1).
Estas ciudadanías emergentes desde el reconocimiento de las prácticas sociales y políticas son relevantes en tanto posicionan lugares de legitimidad de los sujetos en la relación con sus contextos y formas de socialización de valores, principios y categorías en lo cotidiano que constituyen el ser de la ciudadanía. En este contexto la experiencia de Afromupaz visibiliza:
■ El lugar de los sentires como eje fundante de la "comunidad" que construye saberes en torno a los espacios de democracia, subjetividad política y ciudadanía.
■ Posiciona el lenguaje narrativo de la música y las diversas las manifestaciones culturales como herramienta para construir identidad en torno al reconocimiento de sujeto político y acompañamiento al dolor.
■ Ubica el cuidado como potencia para reparar el dolor, fortalecer las estrategias y afrontamiento al mismo y correlaciona el cuidado con otros valores como la solidaridad y la confianza para la construcción de paz para escenarios de transición política donde la diferencia sea posible.
A manera de conclusión, en definitiva, la relación entre ética del cuidado y la empatía lleva a reconocer la necesidad de iniciativas que promuevan la construcción de una cultura de paz como bien se menciona en el cuerpo de este artículo; así, las formas de relacionarse los unos con los otros genera la transformación de una sociedad, que aprende a escucharse, que aprende a conocer, que aprende a hacer desde acciones concretas en defensa y reivindicación de su entorno, y, además, aprende a ser. Así lo describe Delors (1996) citando a (Fisas, s,f), un proceso que implica la resolución de conflictos por medio de la solidaridad, cooperación y confianza.
Por otro lado, el cuidado y la empatía han sido elementos fundamentales en la construcción de iniciativas colectivas para el afrontamiento al dolor, desde las víctimas sobrevivientes del conflicto armado en Colombia, a partir de la generación de espacios de reconocimiento del otro/a como un sujeto histórico que comparte su relato y le atribuye un sentido de vida, resistencia o denuncia frente a la vulneración de sus derechos. Así, la narrativa se convierte en una herramienta que aporta a la práctica del cuidar, la sanación y los procesos de memoria, reparación simbólica y política, que por medio de actividades comunitarias del cuidado y ejercicio la ciudadanía cuidadora es bidireccional como lo menciona (Comins, 2015), y está orientado a la preservación de la vida desde la experiencia personal hacia la colectiva.
1Texto escrito por la docente Luz Marina Suaza, Colíder del Semillero de Investigación PAZ S.O.S en narrativas de memoria y paz.
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