Memorias. Revista Digital de Historia y Arqueología desde el Caribe

versión On-line ISSN 1794-8886
n.° VIII, enero-junio de 2008


Arquitectura, tradiciones y vida cotidiana en el Bajo Magdalena

Por Danny González Cueto

Durante el desarrollo de la investigación sobre las tradiciones del río Magdalena asociadas al Carnaval de Barranquilla, realizada con el apoyo financiero de la UNESCO y el PNUD, bajo la coordinación del Ministerio de Cultura de Colombia y el Parque Cultural del Caribe, recorrimos diferentes pueblos ubicados en la ribera de este río.

Por fuera de los fines de la investigación, es imposible no dejarse conmover por las imágenes de la vida rural que asaltan nuestros sentidos. Tierra de tradiciones orales que han sido transmitidas de generación en generación, es una de las causas fundamentales por las cuales, a través de la investigación, se valora el legado que estas comunidades hicieron al Carnaval de Barranquilla.

En días recientes, a causa del invierno, el río se ha desbordado en prácticamente toda la zona conocida como "Bajo Magdalena", en donde se levantan muchas de las poblaciones visitadas. Árboles de gran tamaño, casas, calles, parcelas, animales, todo está bajo el agua. Es una triste contradicción. Tierra de abundancia, donde los alimentos se consiguen a precios accesibles, así como la cercanía con una despensa natural como lo es esta vía fluvial, choca con períodos de escasez largos, inundaciones prolongadas y devastadoras y condiciones básicas insatisfechas.

A lo largo del recorrido, sin embargo, se encuentra un ánimo festivo que recorre las tierras antes azotadas por períodos de violencia en los que la población vivió el desplazamiento forzado por los actores del conflicto armado. Magníficas muestras de arquitectura de la época colonial, republicana, deco y art deco, se levantan en algunos de estas poblaciones. Tradiciones del Carnaval se viven en los grupos de son de negro, danzas de relación y disfraces individuales. Los oficios de la pesca y la agricultura parecen extinguirse al paso del tiempo. El tiempo se detiene en las aguas del Magdalena. La gente tiene un espíritu lleno de esperanza. Hay que levantar un nuevo mapa del Caribe, sin instrumentos de medición, con pasión y mente amplia, donde se vea la gente del Caribe, la gente de la ribera del Magdalena.

A través de los ventanales de hierro forjado coloniales, se ve la arquitectura religiosa de Mompós, Bolívar.

Los niños de Mompós tienen el privilegio de vivir en uno de los tesoros patrimoniales de la Humanidad. ¿Ellos lo saben?

Aferrada a una tradición ya perdida, esta habitante de La Gloria, Cesar, sigue sacando a la Gigantona, sin apoyo de nadie, en un pueblo donde no hay rastros de vida festiva.

El desembarcadero de La Gloria, Cesar, transporta personas y mercancía a otros pueblos del Magdalena. Su eficiencia es mayor que el trasporte terrestre, aun con el invierno.

"Los hijos de Chaulo", grupo tradicional de tambora, salvaguardan sus tradiciones tocando, bailando y cantando en el pueblo de la leyenda de "La llorona loca", Tamalameque, Cesar.

Las tradiciones de Tamalameque, Cesar, podrían durar muchas generaciones, porque los jóvenes están recuperando con un espíritu incansable el legado cultural de su pueblo.

La antigua fábrica de tabaco, en Zambrano, Bolívar, símbolo de una época de prosperidad, en la que la región de los Montes de María era una de las principales productoras en el Caribe.

Un proyecto que combina derechos humanos y recuperación de tradiciones populares, alienta a los niños de Zambrano, Bolívar, a participar activamente de la recuperación y valoración de su legado cultural.

En las orillas del Magdalena, Zambrano tiene un desembarcadero que le comunica con los demás pueblos riberanos. A pocos kilómetros está Plato, unidos por una tradición cultural común. Sin embargo, Zambrano es Bolívar y Plato es Magdalena.

La nave central de la Iglesia de Plato, Magdalena, es una muestra del crecimiento que presentó esta población en el siglo XIX, uno de los puertos fluviales más importantes del Magdalena.

Baldosas artesanales componen el piso de la Iglesia de Plato, Magdalena, como un símbolo de un pasado histórico, en el que los artesanos vestían con su oficio templos, edificios públicos y casas señoriales.

El creador de la danza de Los Indios Chimila, muestra las lanzas que utilizaban los miembros en cada presentación. Esto demuestra que la participación de Plato, Magdalena en el desarrollo del Carnaval de Barranquilla fue muy importante. Sobre esa danza sólo algunos pobladores de Plato la conocen, en Barranquilla nadie.

La Iglesia de Tenerife, Magdalena, de arquitectura colonial, se levanta en las orillas del río, testigo de un profundo diálogo espiritual de la gente con esta arteria fluvial.

Desde el interior de la joya colonial religiosa de Tenerife, Magdalena, se ve pasar el río que pasa por el pueblo desde antes de su fundación. Un encuentro en comunión religiosa, es aquí un encuentro de comunicación constante con la naturaleza.

Este hombre de más de 80 años, luce la máscara del "Gallego", personaje de la cultura del Carnaval de Tenerife, Magdalena, donde las tradiciones sobreviven, ante el desafío de un movimiento globalizador que amenaza con desaparecerlas.

Casa con ornamentación marina, ahora comparte varios negocios y varias fachadas, en Calamar, Bolívar. Importante puerto fluvial a finales del siglo XIX, esta población próxima al canal del Dique, a orillas del Magdalena, tuvo un papel destacado en el vertiginoso desarrollo comercial y portuario de Barranquilla, incluso está más cerca que de Cartagena, aunque pertenece al departamento de Bolívar.

Un joven integrante de uno de los grupos de son de negro de Calamar, Bolívar, toca la tambora con tal maestría y ritmo, que no hay dudas, las tradiciones festivas pueden perdurar.

La capilla de Barranca Nueva (Calamar), Bolívar, parece desaparecer bajo los fuertes rayos de sol. Ubicada en un promontorio, sobresale de entre las casas del corregimiento, cuyo legado cultural está basado en la tradición oral, salvaguardado por dos familias.

Los miembros de esta danza de son de negro lucen los atuendos que utilizan para sus presentaciones, encima de los atuendos de sus actividades de supervivencia: amas de casa, leñadores, pescadores, etc., en Barranca Nueva (Calamar), Bolívar, donde una tradición no existe sin la otra.

Una familia entera toca, baila y canta música de tambora desde hace casi un siglo, guiados por un octogenario hombre que casi no tiene fuerzas, en Barranca Nueva (Calamar), Bolívar. Las fuerzas que no tiene para continuar se las dan esta pareja de jóvenes que lleva el ritmo en las venas.

Un grupo de marimondas luce su disfraz a cientos de kilómetros de Barranquilla, en la población de Arroyo Hondo, Bolívar. El carnaval-espectáculo viaja de vuelta, de donde las tradiciones que lo hacen posible viajaron hace muchos años a la inversa.

Bailarines en fila ejecutan una danza coreografiada por las calles polvorientas de Arroyo Hondo, Bolívar, en una réplica del Carnaval de Barranquilla. Los recorridos festivos se replantean, las tradiciones se han perdido.

La danza del Garabato, pero no del Country Club, sino de Arroyo Hondo, Bolívar, curiosamente replicada, pero lamentablemente muestra de tradiciones perdidas. Mucho menos tradicional que la del Country, que en Barranquilla es sin embargo, más tradicional.

En las orillas del canal del Dique, construido en el siglo XVII por los españoles, se levanta Santa Lucía, Atlántico, un pueblo relativamente nuevo, pero cuyas tradiciones en la región están ligadas con los esclavos negros africanos que se ubicaron en las orillas del río.

La Iglesia de Santa Lucía, Atlántico, de cara al canal del Dique, una de varios templos ubicados en las orillas del Magdalena, donde la vida transcurre apacible.

La entrada a Santa Lucía, Atlántico, desde la carretera de asfalto, está llena de árboles, en los que la gente del campo amarra a sus vacas para que tengan sombra en la hora de más calor. Un paisaje similar a los pueblos del África Occidental.

La vida transcurre sin mayores contratiempos en Remolino, Magdalena, donde la presencia de un insidioso flash, cambia el sentido de las miradas, delante de la fachada de un edificio de comienzos del siglo XX.

La fachada ecléctica de la Iglesia de Remolino, Magdalena, se levanta de cara al río Magdalena, con un amarillo florido, que combina testimonios coloniales tardíos con corrientes republicanas del siglo XIX. Es una prueba de que ni las tradiciones sobrevivieron en esta población del Caribe. Las inundaciones hacen imposible el tránsito por sus calles, otrora polvorientas, hoy enfangadas.

* El autor se desempeñó como asistente de esta investigación, realizada en su segunda etapa durante los meses de octubre, noviembre y diciembre de 2007. El director de la investigación es el antropólogo Jaime

Olivares Guzmán.


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Universidad del Norte
Barranquilla (Colombia)
2013
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