ISSN Electronico 1794-8886 Volumen 23, mayo-agosto de 2014 |
La verdad en lo de Panamá 1912
Antonino Vidal Ortega Giuseppe D'Amato
Para una generación de políticos, escritores y periodista liberales colombianos la separación de Panamá constituyó un eslabón oculto de la Doctrina Monroe implementada por los Estados Unidos de Norteamérica, lo que sin lugar a dudas, ocasionó todo tipo de reacciones en los escritos políticos de las primeras décadas del siglo XX.
En este orden de cosas se destacó el político liberal Faraón Pertuz, director del diario Rigoletto y agregado comercial de la embajada de Colombia en Costa Rica a principios de ese periodo, quien escribió constantemente las dificultades que afrontaría Colombia con la separación de Panamá, haciendo énfasis en lo que significaría para América Latina el constante intervencionismo de Estados Unidos en los asuntos de esta parte del continente.
Las columnas y escritos de Pertuz brindan un nutrido número de ideas sobre el rumbo que tomarían las relaciones diplomáticas entre Washington y Bogotá, y la recapitulación que tendría que hacer el gobierno central frente al apoyo norteamericano a los territorios que constituyeran un espacio de interés económico y político.
El texto lo extraemos de la Revista Hispania que se publicó en Londres entre 1912 y 1916. Sus temas fueron variados, alrededor de la política, el comercio, las artes, la literatura y la Ciencias. En este tiempo Londres fue la cuna del liberalismo que impulsó los grandes cambios políticos y económicos del siglo XIX, En la revista escribieron los más connotados liberales tanto de América como de España. Fue publicada en español.
Continuaremos la publicación de memorias documentales que se hacen participes en el relato de los acontecimientos del pasado. En esta ocasión Faraón Pertuz brinda una descripción del sentimiento político nacional que se dio en Colombia con la separación de Panamá, pero sobretodo, con la creación de un bloque de intelectuales latinoamericanos contra la política exterior norteamericana.
Barranquilla, mayo 1 de 1912.
Señor Don Santiago Pérez Triana, Londres.
Distinguido amigo mío:
Con un poco de retardo, que le ruego disimular, doy a Vd. Mi concepto sobre el grave tópico internacional que Vd. aborda, tan sabia como gallardamente, en su Manifiesto público en Hispania y en el memorándum que tuvo Vd. A galantería de enviarme.
Como bien lo anota Vd., el exceso de población en Europa y la carga progresiva de impuestos que el mantenimiento de escuadras poderosas y de ejércitos a la orden echa sobre el proletario europeo, hará caudalosa la corriente de hombres a aquel continente para el nuestro. Vd. ve en perspectiva un peligro para las repúblicas latinoamericanas, y por tal motivo insinúa la conveniencia de que estas formen alianza con los Estados Unidos para contrarrestar la futura expansión europea.
No es materia discutible que en todas las naciones latinoamericanas palpita, tenaz, un sentido de recelo, que pudiéramos llamar rencor discreto, hacia los Estados Unidos. No arranca éste de la superioridad de raza: el recelo arranca del violento despojo de Texas. Ese acto doloroso hirió en hondo la fe que América Latina tenia puesta en la hermosa Doctrina Monroe. Desde entonces las naciones latinoamericanas principiaron a dejar de ver en Norteamérica la hermana mayor llamada a escudarlas. Luego vivieron, entre otros sucesos, la guerra ibero-yanqui; la intervención en Cuba en nombre de la democracia; y por último la amputación aviesa y escandalosa de Panamá, departamento nuestro cuya soberanía cuanto al extranjero refiérase osaba confiada a la patria de Monroe, previo un solemne tratado público.
A partir de 1902 la América Latina perdió toda confianza en la Doctrina Monroe y en la fe pública de la nación norteamericana. Resulta un problema de solución casi imposible una alianza entre los Estados Unidos, convictos y desalojo, y repúblicas que para conservar su soberanía territorial no tienen otra fuerza que el Derecho Internacional.
Claro es que el peligro de expansión europea existe en perspectiva para Hispanoamérica; pero las agresiones más recientes que han sufrido las naciones de la América Latina han sido ejecutadas descaradamente por los Estados Unidos, sin otra razón que su imperialismo apoyado en la fuerza. De manera que el enemigo inmediato, el que está debajo, y contra quien debemos apercibirnos en breve, es Norteamérica. Veo urgente necesidad de que las naciones hispanoamericanas formen una alianza para contrarrestar los atentados de los Estados Unidos en primer término y los de Europa en segundo. Es preciso que la América Latina conserve a todo trance la paz entre todas las naciones que la forman; es preciso que sus diplomáticos consigan que la Doctrina Drago sea admitida como Ley de Derecho universal, a efecto de que Europa y Norte América no acudan, basadas en que los países latinos son malos pagadores, a bloquear el domicilio o a allanarlo en demanda de pago del reclamo de un europeo o de un yanqui.
El grito de Monroe "Américapara los americanos", no tiene ese grato en las naciones de América Latina. En los Estados Unidos ese evangelio fue supeditado por estas palabras de Jefferson, que los yanquis de hoy han tomado como una profecía y quieren se cumpla al pie de la letra: "Los Estados Unidos será la democracia más VASTA de la historia". De ahí que un sucesor de Monroe se afane de manifestar al mundo "él tomó a Panamá"; de ahí que, hace cosa de más de un mes, dijese el secretario Knox en discurso pronunciado en Panamá, precisamente en la región arrebatada a Colombia: "A mi juicio, la Doctrina Monroe alcanzará la sima de su bondad cuando sea considerada por el pueblo de los Estados Unidos como fundamento para responder constantemente a las necesidades de aquellos nuestros vecinos latinoamericanos que puedan necesitar de nuestro concurso para su progreso en pro de mejor gobierno, o que busquen nuestra ayuda para hacer frente a sus justas obligaciones, y de esta manera mantener relaciones honorables con la familia de otras naciones". Ni siquiera ambiguamente deja entender Mr. Knox que la Doctrina Monroe será barrera contra la expansión territorial europea, y si dice claramente que en la América Latina los Estados Unidos proseguirán ejerciendo la "Policía Internacional" y cobrando ese servicio garrote en mano, cuando no arrebatando un jirón de territorio a alguna de estas republicas.
Cuanto a Colombia, diré a Vd. que en ella hay una mayoría que reputa a los norteamericanos como los cartaginenses del Nuevo Mundo. Ya podrá Vd. juzgar cuán difícil seria que los colombianos, de la mañana a la tarde, y sin que mediaran satisfacciones de la Gran Republica, optaremos por someternos a la protección de quien nos arrebató a Panamá y luego se ha obstinado en no prestar atención a nuestra demanda de reparación.
El aplauso que a la actitud del Ministro Ospina mereció de casi todos los colombianos dirá a Vd. de modo más evidente cual es el verdadero sentimiento de Colombia para los Estados Unidos.
Le saluda atentamente su amigo y servidor.
Faraón Pertuz
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