ISSN Electronico 1794-8886 Volumen 25, enero - abril de 2015 |
La utopía del territorio perfectamente gobernado. Miedo y poder en la época de Miguel de la Torre, Puerto Rico 1822-1837
Carlos Altagracia
Puerto Rico, s.n., 2013
Este reciente libro de Carlos Altagracia reúne varias características que lo convierten en un texto clave para explicar la política colonial de España en Puerto Rico, en la coyuntura de la aparición de las primeras repúblicas independientes en América Latina y el Caribe. En primer lugar, el autor analiza la coyuntura política con base en una metodología clara y unos conceptos aplicados con rigor pero también con la flexibilidad necesaria para interpretar una situación específica en lo espacial y lo temporal. En segundo lugar, se trata de un trabajo excelentemente documentado con fuentes primarias, documentales y bibliográficas que permiten al autor explicar la política de una figura importante del régimen colonial en Puerto Rico a la luz de un aparato conceptual bien definido. En tercer lugar me parece importante destacar el uso pertinente e inteligente de la historiografía puertorriqueña y caribeña.
El título de la obra revela los conceptos básicos deálisis: poder, miedo, utopía, territorio, gobierno. Apoyándose en y discutiendo los planteamientos de Michel Foucault y varios otros teóricos e historiadores (como Reinhart Kosseleck, Gilles Deleuze, Jean Delumeau, Georges Lefebvre, Zygmunt Bauman, Hayden White) el autor se propone analizar el ejercicio del poder en un periodo de crisis en la isla caribeña. Altagracia detecta en los años estudiados un peligro interno (conspiraciones y la posibilidad de una revuelta de esclavos en un momento en que su número aumentaba) y un peligro externo (la presencia y supuesta amenaza por el estado independiente de Haití y los intentos de los patriotas sudamericanos de revolucionar la isla). La incertidumbre y vulnerabilidad, consecuencias de las amenazas internas y externas, provocaban miedo por parte del poder colonial, sostiene el autor, miedo que había que esconder y neutralizar con el fin de asegurar la estabilidad del régimen existente. Frente a estos peligros, el estado colonial -a través del capitán general Miguel de la Torre- implementó políticas de contención y control bastante exitosas, según la propia visión que el gobernante dio a conocer al final de su largo periodo de administración. En un amplio escrito Miguel de la Torre expone los logros obtenidos a lo largo de su gobierno de 15 años que le permitieron realizar esta utopía del territorio perfectamente gobernado.
Antes de analizar las políticas que venciesen el miedo ante los peligros del momento, garantizasen la seguridad y estabilidad de los gobernados por de la Torre y legitimasen su ejercicio del poder, el autor muestra en dos capítulos los "miedos pretéritos" y las respuestas a ellas por parte del estado colonial. Las amenazas, que provocaban incertidumbre y miedo provenían en un primer momento de los ataques por corsarios e indios caribes a la isla, ubicada en una de las entradas al Caribe e importante bastión defensivo en las rutas de circulación de bienes y riquezas. Surgía y se fortalecía la noción de frontera expuesta a los peligros causados por el hombre y la naturaleza (huracanes), la noción de dos otredades dadas por los corsarios luteranos y los indios idólatras. El autor muestra varias experiencias concretas de estas amenazas, así como las reacciones para prevenirlas, entre ellas la represión de la emigración de una isla tan expuesta a los peligros, además de pobre en comparación con el continente donde se estaban descubriendo ricas minas de metales preciosos. Ante el abandono por parte de sus habitantes, el poder colonial aplicaba castigos corporales como medidas para impedir el despoblamiento de la isla y creciente vulnerabilidad ante las amenazas externas. Otros dispositivos de seguridad consistían en la construcción de fortificaciones cuya presencia en la isla es discutida por el autor como una eventual puesta en escena del poder, como una expresión teatral de una sociedad inexpugnable, al mismo tiempo que alude a la idea de las fortificaciones como representación de la vulnerabilidad en lugar del poderío colonial, como lo ha expresado Fernando Picó.
El capítulo II discute el tema de la colonia francesa de Santo Domingo, por un lado, como arquetipo de colonia de explotación comercial exitosa y, por el otro, como causante de miedo y terror por la irrupción del levantamiento de sus esclavos y destrucción de la economía y del control político colonial. Para documentar la visión de las colonias extranjeras como modelos de economía de plantación exitosa, Carlos Altagracia analiza las obras de Alejandro O'Reilly, Antonio Sanchez Valverde y Fray Íñigo Abbad y Lassierra, que en la segunda mitad del siglo XVIII, desarrollaron discursos de felicidad pública, basados en incentivos comerciales y la importación masiva de esclavos con el fin de sacar a las colonias españolas del atraso y letargo en que estaban sumidas. En cambio, cuando el alcalde de San Juan, Pedro Yrissary, rindió su informe en 1809, el modelo a seguir había demostrado sus contradicciones intrínsecas que lo habían llevado al estrepitoso fracaso con la revolución de los esclavos. La importación masiva de esclavos ya no era visto por Yrissary como remedio al atraso de Puerto Rico; en su lugar el funcionario propone la importación de mano de obra blanca que impulsaría la economía de la isla. En el informe del alcalde, Carlos Altagracia descubre el discurso ilustrado de la administración económica racional, anclada en la población, los recursos y el territorio, vínculos, sobre los que Foucault había llamado la atención en su texto Seguridad, territorio y población. La visión de un Puerto Rico próspero con base en los elementos destacados por Yrissari, no encontró eco y sus consejos no fueron tomados en cuenta; los plantadores seguían comprando esclavos, muchos traídos por un masivo contrabando, después de la prohibición de la trata.
Los siguientes 4 capítulos del libro se ocupan del gobierno de 15 años de Miguel de la Torre, de su utopía del gobierno perfecto, de la coyuntura histórica que le tocó enfrentar, las situaciones de miedo e inseguridad que surgieron de ella, y los "dispositivos disciplinarios" que puso en marcha para enfrentarlas. Estos peligros externos e internos surgían de ataques por corsarios insurgentes a la isla, en ocasiones con un número apreciable de hombres y aun con la presencia de Simón Bolívar, como sostenían los rumores que cursaban sobre este suceso. Otro causante de angustia e incertidumbre eran las conspiraciones entre la población esclava en el interior de la isla. El gobernador respondió a ello con un discurso de sospecha, de producción de conocimientos sobre los gobernados, sobre los inmigrantes y aun sobre los sucesos en las islas vecinas. Esta producción de saberes se alimentaba por los datos levantados sobre la población, producción y propiedad de los pobladores de la isla, sobre sus vínculos sociales, opiniones etc. También los inmigrantes de Santo Domingo y de tierra firme tenían que someterse a interrogatorios sobre el motivo y coyuntura de su salida, su destino, sus proyectos; informantes fueron enviados a St. Thomas, Barbados, Martinica y Santo Domingo para conocer las respectivas situaciones sociales y políticas. El gobernador realizaba visitas al interior de la isla para conocer personalmente sus condiciones. Cualquier conducta sospechosa fue neutralizada desde sus raíces. Con todo este aparato de vigilancia el poder colonial se proponía prevenir cualquier situación de peligro y llevar a Puerto Rico a la felicidad, tranquilidad y prosperidad que era el deber de todo buen gobernante. Este discurso del gobernante ejemplar es representado iconográficamente en el retrato de Miguel de la Torre que se encuentra en la portada del libro. Altagracia ofrece uálisis detallado de sus atributos como símbolos del poder civilizado pero firme, que puso en marcha el capitán general. El autor descubre otra representación del discurso modernizante de de la Torre en la obra de su escribano Pedro Tomás de Córdoba, quien recogía toda la información estadística recabada en unas Memorias, en las que presenta a su superior como un sabio piloto que conducía su nave por medio de los escollos y el mar alterado, quien protegía a la población de las adversidades externas e internas.
Las mencionadas son algunas de las aristas que presentaban las amenazas al poder colonial y las medidas de contención y de seguridad puestas en práctica por ese gobernador emático que era Miguel de la Torre y analizadas por el autor en este libro excelentemente planteado y desarrollado. Considero que La utopía del territorio perfectamente gobernado es un texto que leerá con gran provecho todo interesado en la historia política de Puerto Rico, todo interesado en la historia de las Antillas en los años de la revolución haitiana triunfante y también me parece ser un título obligado por su mirada innovadora sobre el Caribe durante el periodo de las independencias de las colonias españolas del continente.
Johanna Von Graffenstein
Investigadora del Instituto Mora y mienbro del Sistema Nacional de Investigadores de Mexico
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