ISSN Electronico 1794-8886 Volumen 28, Enero-Abril de 2016 Fecha de recepción: 14 de noviembre de 2015 Fecha de aceptación: 29 de febrero de 2016 DOI: http://dx.doi.org/10.14482/memor.28.8102 |
Un caso de construcción de lugar en la Ciénaga Grande de Santa Marta: El Oasis
Making the place, a study case in the Cienaga Grande of Santa Marta: El Oasis
Um caso de construcáo do lugar na Ciénaga Grande de Santa Marta: O Oásis.
Marcos Ariza
Antropólogo de la Universidad del Magdalena. Miembro e investigador del grupo ORALOTECA Trabaja líneas de investigación y temas que tengan que ver con memoria histórica, conflicto armado, análisis socio-espaciales, comunidades pesqueras, la Ciénaga Grande de Santa Marta y patrimonio cultural. Santa Marta, Colombia. E-mail: marcosantro@gmail.com
Joe Rosentiehl
Antropólogo de la Universidad Del Magdalena, miembro del Grupo de investigación sobre oralidades, narrativas audiovisuales y cultura popular en el Caribe Colombiano, ORALOTECA. Líneas de investigación en la que se desempeña: Antropología del Espacio, Memoria Histórica, Conflicto, Desplazamiento, Pescadores, Región de la Ciénaga Grande de Santa Marta, Región Caribe, Narrativas Orales. Santa Marta, Colombia. Email: rosenstiehl01@gmail.com
Wilhelm Londoño
Antropólogo, docente de la Universidad del Magdalena. Investigador del grupo ORALOTECA de la Universidad del Magdalena. Tiene como líneas temáticas la antropología del patrimonio. Santa Marta, Colombia. E-mail: wlondono@unimagdalena.edu.co
Resumen
En este artículo tenemos el propósito de hacer una descripción etnográfica del proceso de construcción de El Oasis, un asentamiento a orillas de la Ciénaga Grande de Santa Marta que se produjo a causa del desplazamiento forzado de la población palafítica de Trojas de Cataca. En este sentid, la descripción etnográfica propone una forma de considerar el caso que enfatiza la necesidad de analizar los impactos del conflicto en lo local, como también las respuestas locales de esos impactos. Por esta situación, y siguiendo varios autores, proponemos analizar estos escenarios bajo los paradigmas de la des-territorialización, como concepto que describe los fenómenos de la movilidad, en especial en la modernidad, y el concepto de re-territorialización como forma de comprender las espacialidades de lo local.
Palabras claves
Lugar, modernidad, conflicto, Ciénaga Grande, Trojas de Cataca.
Abstract
In this paper we want to present an ethnographic description of the process of construction of El Oasis, a settlement near to the Ciénaga Grande de Santa Marta, that was made by a local community after be forced to move from Trojas de Cataca by paramilitar groups. The ethnographic description propose a way to think the case remarking the necessity of analyse the impacts of inner conflict in the local communities, as well the local responses to those impacts. For this reasons, and following several authors, we propose to analize this phenomenon under the paradigms of the des-territorialization as a concept that describe some issues at modernity, and the concept of re-territoriality as a key to understand the spaciality of local communities.
Keywords
Place, modernity, conflict, Ciénaga Grande, Trojas de Cataca.
Resumo
Neste artigo temos a intencao de fazer uma descricao etnográfica do processo de construcáo do Oasis, um assentamento as margens da Ciénaga Grande de Santa Marta, que foi causaram o deslocamento forjado dos Trojas palafítica populacáo de Cataca. Neste sentido, a descricáo etnográfica, propoe uma maneira de considerar o caso que enfatiza a necessidade de analisar o impacto do conflito sobre o local, bem como as respostas locais a estes impactos. Para esta situajáo, e na sequéncia de varios autores propoem a analisar estes cenários sob os paradigmas da desterritorializajáo, como um conceito que descreve o fenómeno da mobilidade, especialmente nos tempos modernos, e o conceito de reterritorializajáo como uma forma de entender a espacialidades do local.
Palavras-chave
Lugar, a modernidade, o conflito, Ciénaga Grande, Trojas de Cataca.
Presentación
Este artículo está organizado de la siguiente manera: la primera parte intenta generar una contextualización de los conceptos de desterritorialización y re-territorialización. En este apartado no se trata de agotar una discusión sino de sugerir las provechosas vías de los enfoques que remarcan la necesidad de considerar el espacio como un agente que configura la red de relaciones que constituyen la cultura. La segunda parte hace una descripción histórico cultural que permite comprender los procesos de ocupación del área. Esto ayudará a visualizar cómo los movimientos contemporáneos se relacionan con dinámicas históricas precedentes. La tercera parte muestra el caso particular de la des-territorialización. La masacre de Trojas de Cataca marcó el devenir de una población que unida construyó un lugar para garantizar su lugar en el mundo. La cuarta parte intenta una descripción etnográfica de los procesos de construcción de El Oasis. Desplazados forzadamente de su territorio, la población de Trojas de Cataca se asentó a orillas de la Ciénaga Grande de Santa Marta1 y formó El Oasis, tomando el nombre de un programa de televisión. El asentamiento implicó poner en práctica saberes sobre el manejo de la Ciénaga Grande lo cual supone comprender que en el marco de las respuestas locales a la violencia estructural prima un sentido de colectividad que insta a las re-territorializaciones.Parte I. La antropología y el problema del espacio
En su célebre "Fenomenología del paisaje" Christopher Tilley (1994) señalaba que el interés por una antropología del espacio había emergido entre las discusiones que habían penetrado la geografía en el último tercio del siglo XX. En la década de 1960, dice Tilley, el impacto de los enfoques marxistas en la geografía produjeron las condiciones necesarias para que se cuestionaran los paradigmas de la descripción espacial reinante. El imperio de las formas cartesianas de descripción del espacio comenzó a fracturarse desde el repique que hacían, sobre todo, los etnógrafos que trabajaban con las llamadas sociedades de cazadores recolectores (Ingold, 2000). En este campo de discusión se argumentó que la tradición occidental era responsable de mantener formas de representar el espacio y la alteridad que se ajustaban a determinantes que, siendo locales, se mostraban como globales. Mary Louise Pratt en su texto "Ojos imperiales" (Pratt, 1997) diseccionó la narrativa de la colonización para mostrar las columnas de una representación basadas en estereotipos propios de la tradición occidental. Como lo mostró Pratt, en los procesos de descripción y escritura que emergieron en el despliegue de la colonización del siglo XIX a manos de naciones de Europa Occidental, el "otro" era la antípoda que resaltaba la naturaleza del yo (androcéntrico, blanco, civilizado, letrado). Entonces, con argumentos como los de Pratt, quedó claro que el espacio, neutro en este caso, servía para exponer una forma de racionalidad funcional a la colonización y a las economías de extracción.
Tomando un caso colombiano de construcción de lugar, Cristóbal Gnecco, con un estudio hecho en el Valle de Popayán, demostró que los cazadores recolectores del holoceno temprano (10.000 AP) no cazaban ni recolectaban, sino que tenían una suerte de jardines donde cuidaban unas plantas que no eran necesariamente "domésticas" (Gnecco, 2000). Este estudio, aparentemente obvio, cuestionaba la tradición antropológica fundada en el neoevolucionismo que señalaba una tipología social donde no cabían los cuidadores de jardines pues, a la postre no recolectaban, sino que ayudaban a criar las plantas que después redimían esa relación con frutos mejor producidos. Entonces, desde este punto de vista el espacio (la naturaleza) no era un ente pasivo al modo cartesiano, sino un actor con el cual se establecían relaciones sociales. Conceptualmente, estos enfoques se resumen muy bien en lo que Tim Ingold llamó en una ocasión el enfoque constitutivo de las relaciones sociales (Ingold, 1986). Según su argumento, que después se desarrollaría en la idea del "habitar" como concepto base de la antropología (Ingold, 2000), los enfoques de la sociología clásica, como por ejemplo el de Durkheim, remarcaban demasiado el papel de la representación como eje de la vida humana. De esta suerte, decía Ingold, las acciones humanas eran representadas por los enfoques de la sociología clásica como prácticas de autómatas que siguen reglas que unidas entre sí formarían la sociedad. Para reparar este declive, Ingold proponía, tomando otros autores, la idea de que la acción social (las acciones humanas) no era el producto de acatar un sistema normativo, sino que era la resultante de las interacciones entre las personas y entre estas y otros autores no humanos. En la glosa que hace Ingold de Marx quedaba claro que el rol social, aquel concepto central en enfoques como los de Radcliffe-Brown, no era algo preexistente a la acción social sino resultante, lo que se constituye en la interacción social y espacial (Ingold, 1986:263-341).
En el caso de Ingold, la teoría del "habitar" es desafiante en la medida en que supone el reemplazo del concepto de cultura como representación. En estos enfoques, que pueden englobarse en el llamado "giro espacial" (Tilley, 1994), se remarca entonces el papel del espacio como un actor activo en la producción de la vida social.
Según estas ideas una sociedad, un conjunto de individuos, será un grupo de personas que establecen ciertas relaciones entre sí y con otros actores no humanos (como una ciénaga). Estas relaciones permitirán apreciar dinámicas de movilidad por el territorio y sentidos de la espacialidad. En cierto sentido, y a pesar de que la palabra aún conserva un sesgo cartesiano, se podrá llamar territorialidad a una dinámica que supone una relación social con un espacio. En el caso que describe Gnecco para el holoceno colombiano o en otros descritos por Ingold (2000), la relación que se establece con la naturaleza es de co-dependencia y co-producicón (Haber, 2009). Los humanos cuidan plantas y animales, y los animales y las plantas responden con mejores productos. Entonces podemos decir que en las dinámicas de la violencia estructural estas territorialidades que unían a las personas con la ciénaga fueron rotas, la relación social fue afectada y se rompieron las formas de co-dependencia y co-producción. A este fenómeno se le puede llamar des-territorialización. Pero las dinámicas de la des-territorialización siempre generan procesos de resiliencia (Manciaux, 2003). A las dinámicas que intentan establecer los equilibrios rotos les podemos denominar entonces procesos de re-territorialización. Después de la masacre de Trojas de Cataca, la gente se asentó alrededor del municipio de Ciénaga y este proceso fue en realidad un proceso de re-territorialización que a su vez toma sentido y significado por todas las relaciones que se establecen en el lugar como territorio en constante producción y construcción (Escobar, 2005). Dado que esta comunidad, sin la ayuda del Estado u otra organización re-construyó su lugar en el mundo, generó lo que Michel Foucault, apropiadamente denominó "heterotopía", un lugar otro donde se establecen relaciones usualmente desestimadas y subvaloradas por los modos de conocimiento dominantes (Foucault, 1967).
En el Oasis, por ser una comunidad de pescadores pertenecientes a una ciénaga, se percibe la relación no solo con las diferentes herramientas e instrumentos de pesca que ellos mismos utilizan ,sino también con las aguas y seres que los rodea, relación que hace posible la construcción de un territorio-otro, en este sentido el lugar es resultado de la producción de espacios heterotópicos; en este punto María C. Toro (2008) argumenta que:
Las heterotopías son emplazamientos efectivos, utopías realizadas y materializadas, pero que están por fuera de todos los lugares localizables, no pertenecen al conjunto de los demás espacios físicos y son inclasificables porque su configuración escapa a espacios de poder, saberes hegemónicos, discursos organizados, son lugares que se dan por sí solos, valiéndose de lugares estructurados (Toro, 2008: 55).
En medio de estas dinámicas, la memoria se presenta como un factor fundamental en el proceso de construcción de un nuevo lugar y en la reconstrucción del tejido social y cultural; se trata, en cierto sentido, de la re-memoración que es, como lo define María Bonilla, un proceso de producción de sentidos históricos que implican forma de reconocimiento y localización (Bonilla, 2012). Bajo esta distinción, la autora llama la atención sobre los procesos de rememoración como la transformación de recuerdos aislados en recuerdos reconstruidos, es decir, cuando un recuerdo deja de ser fragmentario para pasar a ser punto de referencia colectivo.
En cierto sentido, este artículo documenta cómo se dieron los procesos de formación de un lugar que simultáneamente es un espacio geográfico, pero también un punto de referencia histórico que cuenta una dinámica de des-territorialización y re-territorialización. En suma, es la etnografía de una heterotopía.
Parte II. Aproximaciones a la historia del poblamiento de la Ciénaga Grande de Santa Marta y la territorialización de Trojas de Cataca
El complejo lagunar de la Ciénaga Grande se destaca por su diversidad ambiental, lo cual la hace un territorio estratégico para desarrollar dinámicas y actividades de habitabilidad y producción económica. Esta región se encuentra ubicada al costado noroccidental del departamento del Magdalena, república de Colombia, y limita ambientalmente con el mar Caribe hacia el norte, al occidente con el Río Magdalena, al oriente con la Sierra Nevada de Santa Marta y al sur con la Zona Bananera (ver Mapa 1). Según diversos estudios, la Ciénaga Grande se formó en una depresión del holoceno que se rellenó por el sedimento que arrastran sus afluentes permitiendo la formación de islotes y canales bañados por las aguas del mar y de los ríos que bajan de las estribaciones serranas (Moscarella y Barragan, 1994).
Al parecer, el poblamiento de la Ciénaga Grande comenzó aproximadamente hacia el año 362 d.C. (Angulo, 1978), dada la fecha de datación que se obtuvo de los asentamientos de concheros prehispánicos. Además, se tienen referencias históricas de crónicas que muestran la conexión que tendrían las poblaciones indígenas asentadas en la Ciénaga Grande con las del Bajo Magdalena. Para esta conexión contamos con una cita de Oviedo, que reseña la expedición de Pedro de Heredia al río Magdalena antes de la fundación de Cartagena:
De allí partió el gobernador el mismo día, é llegó a dormir en la costa del río grande; no halló pueblo sino un varandero de canoas, y estaban allí unos indios mercaderes de la gobernación de Santa Marta, que traían dos canoas llenas de camarones secos que traían por mercadería, e con sal e otras cosas (Fernández de Oviedo, 1944: 289).
Reichel-Dolmatoff (citado en Angulo, 2015) de otra parte, asegura que los indios de la Sierra (Taironas) cambiaban oro y mantas por sal y pescado con los indios de la ciénaga ya en la época de García de Lerma. Esto permite evidenciar que la región estaba articulada a dinámicas regionales más amplias. Según Carlos Angulo Valdéz, las primeras comunidades indígenas que se mantuvieron en la Ciénaga Grande, provenientes de la Sierra Nevada y el Bajo Magdalena:
[...] llevaron hasta allá técnicas de subsistencia basadas en la agricultura; pero frente a un ambiente ecológico diferente, [...] es probable que durante el transcurso de un tiempo relativamente corto se produjera una reorientación de las bases tradicionales de la cultura, que facilitaron una estrecha dependencia de la pesca y de la recolección de moluscos (Angulo, 1978:166).
Este cambio, permitió que la actividad pesquera se constituyera como el elemento integrador de todas las esferas de la realidad cotidiana para el desarrollo de la vida anfibia de estas comunidades; desde esta práctica se fueron produciendo conocimientos y saberes sobre el territorio y sus características biológicas lo cual permitió, en tiempos prehispánicos establecer la región como centro de intercambios con las comunidades serranas (Angulo, 2015).
El proceso de conquista que se dio en el siglo XVI cambió el panorama de relaciones intersocietales que se había tejido tiempo atrás. Con la conquista se generaron procesos de resistencia de parte de las comunidades conocidas como Taironas y Chimilas; los primeros doblegados muy rápidamente hacia la mitad del siglo XVII, mientras los segundos fueron sometidos en el siglo XVIII (Moscarella y Barragán, 1994). Por otro lado, la corona negoció arreglos con las comunidades indígenas al interior de la Ciénaga Grande y así se le asignaron entonces derechos sobre la explotación de la sal y la pesca sobre la Ciénaga Grande y el Bajo Magdalena (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2014: 78). Esta tregua, permitió que las comunidades de la zona y los españoles, comenzaran a tener un proceso de mestizaje que sustentó el relacionamiento social que daría las bases a las culturas republicanas que habitaban el área. Este proceso de apropiación territorial y estabilidad social, se vio interrumpido a inicios de la república, cuando miembros del ejército patriota y las élites criollas, comenzaron a repartirse y a privatizar los alrededores de la Ciénaga Grande, donde se asentaban las comunidades mestizas con el interés de crear zonas productivas con cultivos comerciales. Esto ocasionó el primer despojo poblacional a gran escala en la zona y obligó a estas comunidades a desplazarse a la parte alta de la Sierra Nevada de Santa Marta, o a los pueblos del costado oriental y suroriental de la Ciénaga Grande.
En su gran mayoría, los pobladores despojados se enfrentaron a una situación problemática: la falta de territorio dónde habitar. Por esta razón, hacia mediados del siglo XIX se presenta un repoblamiento de la Ciénaga Grande: (.) las comunidades pesqueras vuelven a poblarla recuperando con ello un espacio vital y reafirmando su ancestral vocación pesquera (Moscarella y Barragán, 1994: 29). Personas provenientes de Sitio Nuevo, Remolino y Malambo comenzaron a asentarse al interior del complejo lagunar, sobre casas palafíticas construidas por ellos mismos, gracias a los conocimientos tradicionales que habían adquirido desde la presencia de comunidades indígenas en la zona siglos atrás, que ayudaban a retomar su realidad anfibia. Fueron tres los poblados palafitos creados: Nueva Venecia (1847), Buenavista (1850) y Trojas de Cataca (1870); los dos primeros adjudicados al municipio de Sitio Nuevo y el último a Pueblo Viejo. Desde aquí se han librado unas dinámicas culturales locales que se han co-producido con diferentes conflictos y problemáticas sociales, ambientales, económicas y políticas en la zona.
Parte III. El Oasis: un territorio en construcción desde la memoria del desplazamiento
En la literatura regional es evidente la falta de información al respecto de los procesos de territorialización de Trojas de Cataca; dada esa situación se apela a la memoria de los pobladores para reconstruir estas dinámicas. Posteriormente, quisiéramos contextualizar el fenómeno del conflicto armado articulado al proyecto paramilitar en la Ciénaga Grande, que tuvo sus picos de intervención en las masacres propiciadas en los pueblos palafíticos de la Ciénaga Grande. Los habitantes de Trojas de Cataca, en el municipio de Ciénaga, reprodujeron dinámicas socio-espaciales y culturales a través de la memoria, las cuales se emplazaron permitiendo la existencia de El Oasis, lo cual será narrado en la última parte. En este acápite nos centramos, entonces, en los procesos de territorialización de Trojas de Cataca.
Trojas de Cataca y las dinámicas de territorialización antes del desplazamiento forzado
Según la memoria oral de los habitantes de El Oasis, desplazados de Trojas de Cataca, Trojas se construyó alrededor de 1903 cuando el antiguo pueblo había sido quemado como retaliación por la participación en las guerras bipartidistas que marcaron el siglo XIX e inicios del XX en Colombia. En este desplazamiento, el asentamiento se formó usando trojas que permitieron formar tambos o emplazamientos de madera que forman los cimientos de las paredes y el techo. Evidentemente, toda esta tecnología permitió configurar un asentamiento en el que se construyeron, no sólo espacios privados individuales, sino espacios colectivos o de socialización. De tal suerte, Trojas de Cataca fue un espacio cultural posible por el manejo anfibio de la región que es patrimonio de sus habitantes; asimismo, por los conocimientos que permitían el acceso a recursos en la Ciénaga Grande y finalmente, por la red de relaciones sociales, de parentesco, que permitieron darle forma y vida al poblado. Estos tres ejes también permitirán más adelante dar luces sobre el proceso de re-territorialización.
En el caso de la construcción material de las viviendas y los espacios de socialización, se debe aclarar que Trojas de Cataca en principio fue un pueblo diseñado para y por el entorno natural que lo rodeaba; dada la ubicación estratégica de este sitio en la desembocadura del río Aracataca, las familias pescadoras que provenían de pueblos y lugares aledaños de la Ciénaga Grande aprovecharon los materiales naturales que les proveía el medio para poder construir las viviendas y en general el pueblo. Las primeras viviendas que se construyeron fueron distribuidas en los tres barrios que tenía Trojas de Cataca: La Chinita, El Centro y Barrio Abajo. En el trabajo de campo que realizamos en noviembre de 2014, fuimos a Trojas de Cataca con algunos de sus antiguos habitantes, ahora asentados en El Oasis. Se pudo notar la nostalgia en algunos y, lo más impresionante, la desolación en el pueblo que es habitado por un número muy reducido de familias. En todo caso, lo que se nos explicó es que el pueblo fue elaborado sobre tambos o trojas, los cuales eran cimentados sobre pilotes de mangle, con paredes de tabla de madera noli, conseguida en el río, y el techo elaborado en palma amarga. Estos mismos materiales se utilizaban para los espacios de socialización como eran la iglesia, la gallera, las enramadas y la plaza del pueblo, que hasta ese entonces era el único lugar que había sido rellenado de arena para su construcción. Posteriormente, el relleno de arena también fue utilizado para construir los patios donde se cimentaban algunas viviendas y así ir dejando a un lado los tambos. Esta idea se fortaleció hacia mediados de la década de 1990, cuando el gobierno de Ernesto Samper llevó a cabo el Plan de Alivio para la Ciénaga Grande2, el cual tenía como uno de sus objetivos modernizar las viviendas de las poblaciones del complejo lagunar. Fue así como el cemento, los bloques, ladrillos y techos de tejas de zinc llegaron a ser parte del paisaje de Trojas de Cataca (Burgos, 2006).
Durante un ejercicio de cartografía social, realizado con algunos miembros de El Oasis en el marco de esta investigación, nos pudimos dar cuenta que la configuración espacial de Trojas de Cataca, que luego iba tener incidencia en la de El Oasis, estaba atravesada por la actividad pesquera y las relaciones familiares (Ver Dibujo 1).
De esta manera, la idea de no rellenar todo el pueblo, para no asentarse sobre la tierra, era con el fin de mantener el equilibrio natural del flujo de aguas dulces del río con las de la Ciénaga Grande y así brindar la posibilidad de oxigenación ambiental que necesita este entorno para la reproducción pesquera; además, la intención también era poder interconectar el pueblo facilitando la salida y entrada de canoas. En suma, esta disposición espacial era el resultado de la asociación entre la comunidad y la Ciénaga Grande y no, como se piensa, el resultado de sus parcas formas de explotación del medio.
Uno de los miembros de la comunidad nos comentó en una de esas conversaciones, donde el único tiempo que interesa es el que explora el recuerdo, que (...) la vida allá era un poco mejor porque pescábamos todos los días y estábamos cerca al Río Aracataca, ahí había buena pesca (...) (Entrevista en El Oasis, 2013). En tal caso, la pesca no solamente se define como una actividad productiva, sino como una práctica de vida, que posibilita el desarrollo comunitario. En Trojas se destacaba la pesca de caracol (Aguilera, 2011), sin embargo, en la actualidad, por el deterioro ambiental, el recurso se ha agotado, lo mismo que la pesca con atarraya y de corral. En el caso de la atarraya, esta práctica es individual y consiste en tirar una red que oscila entre 4 y 8 metros de diámetro. La pesca de corral, implica la asociación de 10 o más canoas (hasta 20 nos dijeron) que actúan coordinadamente para ubicar los bancos de peces en áreas de fácil extracción. Según uno de los mayores de la comunidad:
Allá en Trojas de Cataca se pescaba todos los días porque estábamos sobre el río prácticamente y eso era bueno porque mandaba los peces ahí nosotros siempre teníamos los pescaos y los agarrábamos, no pasábamos necesidad por eso, si por lo menos se acaba el alimento o faltaba comida o algo, uno iba un momento y pescaba algo, eso era enseguida [...] (Entrevista en El Oasis, 2013).
Por el desgaste ambiental que está teniendo la Ciénaga Grande, en especial por la construcción de la carretera entre Barranquilla y Santa Marta, los pescadores de Trojas de Cataca se vieron en la necesidad de hacer jornadas de pesca extensas que duraban días. A esta actividad le denominaban "ranchar". A diferencia de la pesca con corral o atarraya, "ranchar" implicaba usar un chinchorro, el cual es una red de varias decenas de metros con el cual se crea una suerte de gran pared. Para que ello suceda, el chinchorro debe flotar y debe tener pesas para que la red toque el fondo. Una vez se instala esta gran trampa, se esperan algunas horas y después se recoge la red para sacar los peces que se quedan atrapados en el proceso. Según lo narrado por los pescadores, no sólo se tenía que conocer las técnicas para hacer, reparar y poner el chinchorro, sino que era necesario conocer a profundidad las señales de la naturaleza. Según uno de los pescadores mayores:
Nosotros trabajamos con la luna, porque cuando ella sale nosotros cogemos pescado, pero cuando ella se va no cogemos casi nada, y mi papá y todos nos enseñaron a pescar con la luna, entonces como yo paro metido en la pesca porque desde pequeño yo salía a pescar, entonces yo si le paro bolas porque me he dado cuenta que es verdad lo de la luna, o sea cuando la luna no está, no sale nada, perocuando ella sale, se coge pescado en cantidad, y nosotros le damos gracias a la luna, cada vez que vamos a salir, nosotros le decimos a la luna, luna dame pescado y así (Entrevista en El Oasis, 2013).
Según lo que dice este personaje, el conocimiento del territorio y la actividad de pesca también se articulan al tercer eje transversal del proceso de territorialización que se había vivido en Trojas de Cataca: las relaciones familiares y sociales del pueblo. Por la interconexión y consolidación comercial, ambiental, cultural y social de las comunidades de la Ciénaga Grande, entre las que se encuentra Sitio Nuevo, Buenavista, Nueva Venecia (El Morro), Palmira, Tasajera y Ciénaga, los habitantes de esta región tienden a relacionarse y familiarizarse entre ellos en una suerte de endogamia. Trojas de Cataca no era la excepción, entre la gran mayoría de sus habitantes se conformaron familias extensas que regulaban las relaciones y las dinámicas sociales y espaciales del pueblo. Estas relaciones aún se mantienen como lo pudimos evidenciar en las visitas que hicimos desde El Oasis a Trojas de Cataca; en estas visitas, algunas personas de El Oasis visitaron a primos hermanos que aún residen en Trojas de Cataca. Se debe señalar que estas mismas relaciones fueron pieza clave para afrontar la llegada del conflicto armado en el pueblo.
El conflicto armado y la Ciénaga Grande de Santa Marta
Como ha sucedido con todo el territorio nacional, las fibras del conflicto armado también han afectado a la región Caribe colombiana haciendo que se reconfiguren sus geografías, realidades sociales y simbólicas (Figueroa, 2009). La gran diversidad de esta región ha permitido que los actores armados le pongan especial atención como escenario estratégico para actividades ilícitas, control territorial y desarrollo de mecanismos de coerción colectiva a las poblaciones y comunidades asentadas en toda la zona. Así como son diversos los territorios y ambientes de esta región, los actores y los intereses que estos tienen sobre ésta también son distintos, y cada uno lleva consigo una definición de desarrollo. Al respecto dice en un documento del Centro de Memoria Histórica:
[...] La cercanía con el mar favorece al narcotráfico; las planicies benefician las grandes extensiones de cultivo de banano, palma africana, las explotaciones de minerales y la agroindustria, y en sus alrededores hay también actividad agropecuaria y ganadera a media escala. Asimismo, sus montañas que se elevan a más de 5.000msnm., sirven de escondites, favorecen los cultivos ilícitos y la creación de corredores de movilidad que facilitan la comunicación y el control fronterizo con la Republica de Venezuela (CDMH, 2014: 98).
El conflicto armado en la zona de la Ciénaga Grande tuvo como antecedente histórico un proceso de luchas territoriales y económicas entre actores del conflicto armado. Grupos paramilitares comandados desde ciertas partes de la Sierra Nevada de Santa Marta, iniciaron su intervención en el Magdalena hacia la década de 1970 controlando el negocio del cultivo de marihuana y posteriormente la producción de cocaína. Con el fortalecimiento de esta actividad económica ilícita surgió la necesidad, para aquellos que controlaban el negocio y sus aliados (terratenientes, finqueros y políticos), de aumentar la seguridad debido al crecimiento exponencial de grupos guerrilleros en la zona, como el ELN (Ejército de Liberación Nacional) y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) hacia la década de 1980. En esta búsqueda de seguridad también fue aumentando el número de grupos paramilitares, así es como llega el Bloque Norte de las Auto Defensas Unidas de Colombia —AUC— a la cabeza de alias "Jorge 40" que continuó con las alianzas políticas con gobernantes y funcionarios regionales pertenecientes a organismos del Estado. Dadas estas dinámicas, se permitió que esta agrupación pudiera llevar a cabo todo su plan de control territorial, económico y social en sus aéreas de influencia, con posibilidades de expansión en los departamentos de Cesar, Guajira y Magdalena. Durante este proceso, la Ciénaga Grande fue un escenario crucial en el desarrollo violento del plan paramilitar.
El comienzo del plan "romper zona", como lo denominaban los paramilitares del Bloque Norte de las AUC, inició al interior del complejo lagunar de la Ciénaga Grande con la masacre sufrida entre los días 10 y 11 de Febrero del año 2000 en Trojas de Cataca. En ese hecho desafortunado dieron muerte a 7 pescadores aproximadamente, y des-territorializaron a decenas de familias, como lo referencian algunas noticias de prensa e informes de Organizaciones No Gubernamentales3. Esta masacre continuó meses después en los otros dos pueblos palafitos: Buenavista y Nueva Venecia, y tenía dos objetivos definidos: romper los tejidos sociales al interior de las comunidades para borrar las relaciones que estas pudiesen tener con grupos guerrilleros, y el control territorial de la zona para fortalecer el narcotráfico y sus rutas comerciales. En palabras de una testigo de los hechos4:
[...] Bueno allá lo que pasó fue que allá entraron unos grupos armados, en unas lanchas, en unas canoas; le digo por que oí decir, no me consta porque no lo vi, pero sí dijeron que venían en unas lanchas, un bote grande, con ese poco de personas. bueno
yo estoy con la hija mía en la cocina, no sé qué es lo que íbamos hacer en la cocina, cuando los mismos muchachos dicen "¡Hey! Tenemos una reunión allá"; bueno entonces una reunión allá... "anda yo no puedo ir ahora... " no, no es que no puede quedar nadie en casa, tienen que aceptar la reunión; le dije yo a la (niña) bueno si nos vamos, después seguimos ahí, pero no. al tiempo que quisimos salir pensemos que ya no haya nadie ya por ahí; entonces nos coge otro... "¡Aja! Los estamos esperando". a bueno es que no tengo bote, empujo una canoa de la casa de la cuñada mía que se llama (.) a la casa mía, quedamos así. bueno nos montamos enla canoa y nos fuimos y allá en la plaza nos descargó (Entrevista en El Oasis, 2014).
La reunión a la que se refiere la señora, fue el epicentro de terror de la visita paramilitar; como opera todo régimen de terror, el llamado al centro del pueblo, la generación de incertidumbre, fueron elementos comunes para motivar el desplazamiento y así obtener el control territorial. De todas formas, la dinámica social y cultural que se llevaba en Trojas de Cataca fue la que permitió los posteriores procesos de organización de El Oasis apelando a la memoria, la añoranza (Martínez, 2009).
Construyendo El Oasis: resultado de un proceso a pulmón
Herner (2009) ha argumentado, acertadamente, que las dinámicas de la des-territorialización están ligadas íntimamente a las de la re-territorialización. Esta ligazón se notó en el caso de Trojas de Cataca, porque una vez que la población fue intimidada, se activaron las redes de apoyo familiares de tal suerte que la población tuvo un norte en medio del terror que se generó. Mayoritariamente, estos familiares se encontraban en el municipio de Ciénaga. Al respecto una participante del proceso comentaba:
Bueno sería por casualidad de pronto, porque yéndonos para allá (Sitio Nuevo), pa' donde la hermana del marido mío que nos podía refugiar, la casa no tenía cupo. (...) ella vivía en Trojas de Cataca, con (nombre suprimido), ellas dos vivían frente con frente. Bueno entonces no me pude ubicar con ella, allá en su casa, porque no había espacio (Entrevista en El Oasis, 2014).
En este relato, la persona que habla, especula que sería la casualidad la que posibilitó pensar en ir donde familiares en Sitio Nuevo, un municipio cerca del municipio de Ciénaga. Sin embargo no era una casualidad, las personas desplazadas de Trojas de Cataca tuvieron que apelar a estos tejidos para poder sobrevivir las primeras semanas y así planificar el asentamiento que resultaría en El Oasis.
Después del desplazamiento, las personas y familias han llegado a El Oasis de manera discontinúa y gradual, lo que ha permitido que las dinámicas de re-territorialización se den pausadamente hasta producir unas formas y escenarios territoriales dinámicos basados en lo que Bonilla (2012) denomina la rememoración. Este es un proceso reflexivo de los individuos y las comunidades en el cual se activan dos elementos importantes: el reconocimiento y la localización. Estos elementos han sido utilizados por las personas de El Oasis para activar recuerdos de las lógicas, conocimientos y prácticas socio-espaciales, culturales, ambientales, económicas, que tenían en Trojas de Cataca y que en la producción de este nuevo lugar entran a emplazarse con diferentes formas de habitar, pensar y sentir en una realidad más urbana. En suma, construyen su heterotopía.
Al ser indagados por este proceso, las personas de El Oasis relatan que después del desplazamiento forzado y después de activar las redes de apoyo, se da la construcción de El Oasis "a pulmón". Esta categoría se refiere a las diferentes estrategias que fueron desplegadas para generar el asentamiento y para vivir en él; en especial hace referencia al trabajo corporal que implicó adecuar el suelo en El Oasis, lo cual era extenuante en la medida en que se lograba rellenando esta parte de la Ciénaga Grande. Esto significó, a la postre, que El Oasis fue construido como lugar literalmente; su condición de posibilidad se da entonces por medio de una relación entre sujetos que constantemente deben negociar con el entorno el flujo de aguas y las opciones de subsistencia basadas en la pesca.
Según los recuerdos de los habitantes de El Oasis, el sitio donde se ha construido este lugar, anteriormente era un área pantanosa donde solo podía verse mangle y agua; el caño de Ciénaga Grande donde se ubica el asentamiento, poseía una longitud más amplia, lo que se ha venido reduciendo a través de los años porque las personas de El Oasis y de barrios aledaños como el Santa Inés y el Carmen le han ganado terreno al humedal creando lugares de asentamiento5. Como ya lo habíamos mencionado, varias personas que conformaban cuatro familias nucleares ya se habían asentado en el sitio donde se alzaría El Oasis. Al principio, las viviendas en las que se asentaron fueron diseñadas en forma de palafitos, sostenidas con varas de mangle, cimentadas en los tambos, con las paredes y el techo elaborados con sacos, mantas, bolsas plásticas, cartón o láminas de zinc. Justo para el periodo en el que comenzaron a llegar las personas desplazadas de Trojas de Cataca, se estaba empezando el proceso de relleno con arena para cimentar las casas. Este proceso se agilizó con los aproximadamente 15 nuevos refugios temporales que se debieron construir para los desplazados angustiados y afligidos; durante este proceso, se siguieron construyendo viviendas con los materiales mencionados.
Cabe resaltar que para esta época se presentaba en la televisión colombiana una telenovela llamada El Oasis, la cual contaba la historia de una pareja que debía reponerse a la famosa avalancha de Armero, en el Tolima (Cenpro TV, 1994); por esta razón, las personas desplazadas de Trojas de Cataca empezaron a relacionar su situación con lo que veían en la televisión. Una líder de la comunidad comentaba:
[...] había una novela que se llamaba El Oasis, que tal vez ustedes no recuerden, había así, casualmente como nos pasó a nosotros, forraban con saquito, con plástico, con mantas, así se veía esa novela, y cuando nosotros nos vinimos, que pasó lo que pasó y hicimos lo mismo; y bueno entonces que el barrio se llame El Oasis, El Oasis y El Oasis quedó (Entrevista en El Oasis, 2014).
Este hecho deja en evidencia un fenómeno resaltado por Arjun Appadurai (2001). Según este autor las identidades contemporáneas, posnacionales, se construyen desde diferentes frentes, en especial los paisajes mediáticos. En este sentido, la producción de El Oasis dotó de significación una experiencia de re-territorialización que terminó con el emplazamiento. Cuando les pedimos a los niños de la escuela del El Oasis que dibujaran el territorio y las cosas que no podían faltar, el televisor fue un ícono determinante (ver dibujo 2).
Con la asignación del nombre del lugar, se prosiguió con la construcción del mismo. El relleno de arena ya no se realizaba con lodo del fondo de la ciénaga y de forma individual como se hacía en Trojas de Cataca; aquí en El Oasis el relleno ha sido con arena de mar traída del puente de La Barra6 o con escombros conseguidos en barrios aledaños. De otro lado, se intentaron dejar canales para que circulara el agua con sus flujos y reflujos, con ello se aseguró la existencia de una vía de comunicación para salir a la Ciénaga Grande (ver Fotografía 1). Este proceso de relleno es constante, especialmente en temporada de lluvia. De tal suerte que El Oasis es un lugar en permanente construcción, y vivir allí desafía las visiones del espacio como algo neutral o inerte, o algo simplemente dado.
Según cuentan los pobladores, pasados unos meses de haber llegado a este sitio y con algunas faenas de pesca realizadas, las familias pescadoras de El Oasis empezaron a tener la posibilidad de construir sus viviendas con otros materiales; a este proceso le hemos denominado la segunda etapa de producción de viviendas. En este punto, las casas comenzaron a elaborarse con tablas de madera de caracolí que servían para construir las paredes, junto con láminas de zinc para los techos, compradas en chatarrerías del municipio de Ciénaga. Estos materiales más industriales, fueron mezclados con otros obtenidos del entorno natural de la Ciénaga Grande, como las varas de mangle salado, amarillo o colorado para elaborar las columnas que sostienen las viviendas. Al interior de estas casas se fueron distribuyendo los espacios a partir de los recuerdos que se tenían de las viviendas de Trojas de Cataca; la sala, los cuartos, las cocinas (con estufa de gas al interior de las viviendas y una de leña artesanal en la parte trasera). Estos son recuerdos dinámicos, que se activan con el uso que se le da a estos espacios ocupados en su mayoría por implementos para la pesca. Con estas acciones, se dio la posibilidad de re-territorializar prácticas cotidianas al interior de la vivienda.
En este punto, vale la pena mencionar que quienes conseguían los materiales y construían las casas eran los hombres, mientras que cotidianamente el uso del interior de las mismas era exclusivo de las mujeres. Los hombres suelen usar espacios de socialización abiertos, como lo son las enramadas, elaboradas con columnas de varas de mangle y cubiertas con hojas de palma seca, plásticos o sacos. En estos espacios, públicos, se ponen negocios de venta de fritos y almuerzos que terminan siendo espacios de socialización comunitarios. Estas construcciones artesanales se suman a los postes para sostener las cuerdas que transportan energía que hechos localmente, asimismo a las redes de acueducto manufacturadas por los habitantes de El Oasis7. Es de esta manera como la comunidad local se garantizó servicios básicos mínimos sin la injerencia del Estado, lo cual raramente es resaltado en los análisis que se hace de poblaciones re-territorializadas.
Junto con estos procesos, El Oasis ha tenido una tercera etapa de construcción de viviendas hechas con materiales industriales como bloques, cemento, ladrillos y baldosa. Esto no es nuevo para la gente de El Oasis, porque desde el Plan de Alivio ya se los estaba exhortando a usar estos materiales. Entre casas de tabla y cemento, para diciembre del 2014, El Oasis contaba con 28 viviendas. A esta tercera etapa se le ha sumado igualmente la migración de algunas personas de El Oasis a casas de interés social8, lo que podría denominarse como una nueva des-territorialización.
Sin embargo, son pocas las personas que al ser beneficiadas aceptan irse, porque la mayoría noconciben su vida alejada de la Ciénaga Grande y de la pesca. Esto quedó claro cuando hablábamos con un importante líder de la comunidad, el cual nos decía "la vida de nosotros es la pesca y conella la naturaleza donde trabajamos y nuestro descanso diario es remendar los trasmallos y organizar las demás cosas" (Entrevista en El Oasis, 2012).
De tal suerte, la pesca que aún realizan los miembros de El Oasis después del desplazamiento, se constituye como un eje transversal del proceso de re-territorialización. Tal como lo ha señalado Alejandro Haber en sus trabajos sobre el animismo andino en la Puna de Atacama (Haber 2009), los pescadores, cuando pescan, no están haciendo una actividad productiva sino dialogando con seres-no-humanos, de tal suerte que se producen relaciones de co-dependencia que aún no se han estudiado en detalle.
La actividad pesquera de la comunidad de El Oasis es masculina aunque las mujeres también participan de lo que hemos denominado el ciclo pesquero. Este comienza con una primera etapa que implica la organización de los instrumentos de pesca; en ésta participan tanto hombres como mujeres. Los primeros se encargan del trabajo de arreglo de las redes, canoas y demás instrumentos de pesca, al igual que de la compra de combustible para los motores, en caso de necesitarlos durante la faena. Las mujeres, en cambio, se encargan de la compra de víveres, preparación de alimentos y utensilios de cocina para el viaje. Dado que las condiciones geográficas no les permiten realizar faenas de pesca diarias, se afianzó la práctica del ranchar lo cual supone prepararse para estar varios días fuera de casa. En el recorrido que se hizo por el complejo lagunar, apreciamos esta etapa de organización del viaje. Se inició con la compra de gasolina en un sitio no-legal, y la compra de los víveres en el mercado del municipio. Luego de esta etapa, sigue la de la ejecución de la actividad pesquera; durante ésta se desarrolla todo el proceso del Ranchar que consiste en faenas de pesca que duran de 4 a 6 días al interior de la Ciénaga Grande. En esta fase se privilegia la técnica del trasmallo o el chinchorro de arrastre (ver Fotografía 2) ya que, con su aplicación pueden obtenerse los recursos necesarios para suplir los recursos invertidos e igualmente tener con que subsistir hasta el próximo emprendimiento.
Este proceso de adaptación es narrado por un connotado pescador:
Aquí a lo que llegamos fue pescando como allá (Trojas de Cataca), llegamos y enseguida pescábamos y así, aunque los primeros días era trabajoso porque no estábamos acostumbrados a ranchar, porque allá (Trojas de Cataca) todos los días salíamos a pescar, uno todo los días llegaba al pueblo, en cambio aquí (El Oasis) nos fuimos acostumbrando, primero durábamos un día después dos días, tres días, cuatro días y así nos fuimos haciendo (Entrevista en El Oasis, 2014).
Dados sus conocimientos del territorio, los pescadores saben cuáles son los puntos de pesca más productivos para realizar las faenas; hay diferentes sitios alrededor de toda la Ciénaga Grande, aunque los pescadores de El Oasis siguen realizando esta actividad en los sitios que están cerca a Trojas de Cataca, como Punta Blanca, Rincón de Cataca, Trojas de Cataca y Rincón de Pancu.
Mientras hacíamos el recorrido con los pescadores surgió un hecho curioso. Uno de los pescadores que acompañó el recorrido, tomaba el mapa con el cual nos estábamos guiando al revés; de tal suerte pudimos comprobar que su "norte" es donde se encuentra el Mar Caribe, y lo entienden como la parte baja del complejo lagunar. Por el contrario, el eje opuesto al mar, el "sur" se considera la parte alta del complejo lagunar. Lo mismo pasa con la percepción de adentro y afuera de la Ciénaga Grande, contraria a la lógica de la razón moderna. El adentro del complejo lagunar no se piensa desde su cercanía al centro del mismo, sino a las orillas donde se encuentra el mangle; por lo que el centro de la Ciénaga Grande se piensa como el afuera.
Finalmente, el tercer ciclo es final de las faenas de pesca. En este segmento, se da la comercialización del pescado en el puerto de Tasajera o en el mercado del municipio de Ciénaga. Igualmente, se da el arreglo de redes e instrumentos de pesca mientras se alista la siguiente salida. El tiempo que pasa entre una y otra salida es variable, sin embargo no debería durar más de una semana.
Conclusión
La construcción del lugar de El Oasis es un claro reflejo de que el desarrollo comunitario y sus relaciones con el espacio territorial que habitan, se diseña, piensa y utiliza en medio de diferentes formas, elementos, recuerdos, negociaciones y estrategias que constantemente se encuentran en tensión. Lo que produjo esta tragedia, propiciada por el contexto de conflicto armado que sufrió y sigue sufriendo la región Caribe colombiana, fue el desbordamiento de una forma de vida no-moderna que se basaba en las relaciones sociales entre los humanos y no-humanos que conforman el complejo lagunar. Sin duda una heterotopía que fue des-territorializada y que se re-territorializó en El Oasis para garantizar las formas del "habitar" por allá desplegadas. Ya que la modernidad no se detiene, este proyecto heterotópico producto de la re-territorialización, se enfrenta a nuevas demandas como la re-localización de la gente de El Oasis para que ocupen las viviendas de interés social que se han conformado en el proyecto de nuevas territorialidades funcionales al Estado y al mercado. Para nadie es un secreto, que en esta época de pos conflicto se cumplió la tarea de las grandes industrias de despoblar el campo y conformar núcleos urbanos favorables a la conformación de mercados.
El Oasis no solamente se ha construido a través de recuerdos de una territorialidad pasada en Trojas de Cataca que se activa al ponerla en práctica en este nuevo lugar, sino que propicia cortinas de olvido, que más allá de hacer llevadero el dolor latente de la masacre, ayuda a crear estrategias para enfrentar su presente y tomar decisiones para el futuro, como lo es la idea de no retornar a su pueblo y pensar su desarrollo desde el nuevo lugar. Tal y como lo referencia Arturo Escobar (2005) para el caso del Pacífico colombiano, las prácticas y conocimientos que se han dado al interior de El Oasis, han hecho que las personas que habitan allí produzcan una serie de experiencias colectivas de territorialidad, las cuales ayudan a construir el lugar y a su vez son agenciadas por éste. En este nuevo marco aparecen prácticas como la de "construir el pueblo a pulmón" con lo que se señala claramente que no se vive en un mundo inerte y cartesiano, sino en uno donde habitar es rellenar a la vez que sobreponerse a la des-territorialización.
El proceso de re-territorialización, en este sentido, ha servido no solamente como una estrategia de sobrevivencia, sino también como un mecanismo de dignificación de la vida anfibia "(...) donde el agua forma parte de la vida ordinaria y por ende también de la producción de la memoria" (Orrantia, 2010: 189). Esta memoria no renuncia a desaparecer y está dispuesta a mantenerse aún confrontando procesos de modernización constantes cada vez más agresivos. El Oasis es producto del conflicto, el desplazamiento, la tradición pesquera, las relaciones familiares extensas, las políticas de intervención gubernamentales y no gubernamentales. El Oasis es una heterotopía hecha con las manos y las lágrimas de sus pobladores y, a la final, es una evidencia delos profundos sentidos de la dignidad humana que se despliegan aún en los peores escenarios.
1De ahora en adelante nos referiremos a la Ciénaga Grande de Santa Marta como la Ciénaga Grande.
2Sobre este Plan de Alivio, Correa expresa que "A partir de la crisis ambiental ocasionada por la mortandad de peces en la Ciénaga Grande de 1995 el Gobierno Nacional implemento un plan de alivio social, mediante el cual se llevó a cabo la refacción de las vivienda de las familias más pobres" (1999: 10).
3El portal web de Verdadabierta.com publicaba "La masacre de Trojas de Cataca" [En línea] www.verdadabierta.com/masacres-seccion/483-tímeline/5190-masacre-de-trojas-de-cataca, mientras el equipo Nikzor emite el informe de la Comisión de organismos de Derechos Humanos sobre la masacre de la Ciénaga Grande de Santa Marta [En línea] http://www.derechos.org/nizkor/colombia/doc/cienaga.html. Así como estos, se encuentran otras fuentes de información sobre la masacre vivida en Trojas de Cataca.
4Los nombres de los entrevistados se suprimen de acuerdo al compromiso ético de los investigadores de evitar cualquier situación que comprometa a la comunidad del El Oasis.
5Gran parte de la población que se asienta en los barrios aledaños al Oasis comparten condiciones de desplazamiento forzado o de marginalización social, lo que los ha llevado a construir barrios "invasiones". Algunos de estos barrios han sido legalizados y otros están en proceso.
6Por debajo del puente de La Barra se encuentra el único espacio donde confluyen y se conectan las aguas del Mar Caribe y de la Ciénaga Grande. Fue construido en 1965 dentro del diseño de la vía que comunica Santa Marta con Barranquilla.
7En una visita realizada en el mes de Diciembre del año 2014, pudimos apreciar que El Oasis estaba viviendo un proceso de transición con el suministro de energía. Una empresa de telefonía local negoció la instalación de un transformador, postes de cemento y cableado eléctrico con la comunidad por dejar colocar una torre de telecomunicaciones al frente de este lugar.
8La alcaldía del municipio de Ciénaga y diferentes entidades públicas y privadas han llevado a cabo el programa de vivienda social "Ciénaga Grande", como lo referencia el diario El Informador en su titular "el Ministerio de Vivienda estará facilitando los recursos, para el proyecto de vivienda denominado —Ciénaga Grande— , con este proyecto de vivienda de interés social se pretende beneficiar a un grupo de personas que tienen la condición de desplazados u otro tipo de problemas del ámbito social" (El Informador, 20 de agosto del 2012).
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